Los descubrimientos pueden reafirmar el conocimiento científico del momento, pero en ocasiones rompen con lo establecido, cambiando drásticamente la estructura científica. En conjunto representan la base del cuerpo del conocimiento y como consecuencia, tienen un impacto en muchos conceptos y en las culturas. El descubrir América fue algo mayúsculo, desencadenó un cambio radical en varias culturas. En el libro El proceso de la invención de América, O´Gorman (1998, originalmente publicado en 1958) describe el proceso de cómo Vespucio llegó a “inventar” el continente americano en un tiempo en que la palabra mundo aludía al orbis terrarum, a sólo la Isla de la Tierra, […] aquella porción del globo que comprendía a Europa, Asia y África y que le había sido asignada al hombre por Dios para que viviera en ella con exclusión de cualquier otra parte. No se resalta el proceso con que cual Vespucio se dio cuenta de que América era un continente en medio de lo conocido y que allí vivían seres humanos, sino el efecto que tuvo en la cultura medieval. Probablemente El Renacimiento se detonó a partir de 1505, cuando la gente se da cuenta de que el Mundo no es como se pensaba, que hay un territorio sumamente grande en medio de lo conocido y que seres parecidos a los europeos habitan ahí.
Con cada descubrimiento científico se amplía el concepto del universo, de la tierra o de nosotros. Debido a que ahora la actividad científica se desarrolla muy rápido, no lo percibimos o no hay suficientes publicaciones que organicen y sinteticen los conocimientos para darnos cuenta de que el mundo ya no lo podemos concebir como hace unos años. Cada estrella o planeta descubierto nos dice que el Universo no es como se pensaba y que el nuevo astro tiene una influencia entre las fuerzas y todo lo que le rodea, que no conocíamos. En cada disciplina científica se dan casos similares. En botánica, a pesar de que cada especie descubierta y descrita es una entre las ca. de 390,000 especies estimadas, se genera efectos en el cuerpo de la ciencia por la concepción de la historia de su linaje, el entendimiento sobre sus procesos de distribución geográfica, la asociación y dependencia de recursos o factores que influyen en su hábitat, el papel que juega en su ecosistema y en muchos casos por la importancia que representan para los satisfactores humanos. Todos los botánicos lo sabemos o entendemos, pero muchas personas ajenas a la ciencia no tienen idea de esto y lo peor es que muchos científicos y tecnólogos no sólo no lo reconocen, sino que además critican acremente estas actividades y en el mejor de los casos las menosprecian.
Fontaine et al. (2012), mencionan que los tomadores de decisiones menosprecian la taxonomía pues piensan que los inventarios de biodiversidad europea se completaron a finales del siglo XIX. Afirman que en Europa las nuevas especies se están descubriendo a tasas sin precedentes, desde hace ca. de 60 años se describen más de 770 nuevas especies por año. Para plantas, el RBG Kew (2016) menciona que se han descrito cerca de 20,000 especies en los últimos 10 años, de los cuales casi 1,000 son de México. Villaseñor (2015) registra entre 2001 y 2014, que se describieron 1,077 especies para el país. Los descubrimientos de nuevas plantas en el mundo y en particular en México son constantes en una época donde la crisis de la diversidad está asociada a la de la taxonomía y esto al poco reconocimiento del trabajo de los taxónomos (Villaseñor 2015). Al igual que el resto de manuscritos de diferentes investigaciones, las propuestas de nuevas especies y su evidencia se someten al escrutinio de evaluadores por pares en las revistas científicas para su publicación. El que se llegue a la conclusión de que una especie representa un taxón diferente a lo conocido, implica una actividad intelectual que incluye diversos aspectos. Se requiere de conocimientos teóricos sobre el concepto de especie, sobre la posición hipotética en la filogenia y su clasificación taxonómica, un amplio conocimiento del grupo taxonómico involucrado, métodos rigurosos comparativos, incluyendo técnicas modernas que ayudan a soportan con mayor precisión las decisiones tomadas (Stuessy 1990, Winston 1999, Raposo et al. 2017). Sin embargo, en las revistas biológicas, las publicaciones de nuevas especies no se citan formalmente en las referencias bibliográficas como cualquier otro artículo científico. Los nombres de especies y sus autores, utilizados para diferentes estudios evolutivos, ecológicos, fitogeográficos, etnobotánicos, agrícolas, fitoquímicos y genéticos entre otros, no son citados formalmente o de acuerdo con Applequist (2016) en aspectos como la identificación de nombres en los herbarios o información de especies amenazadas o en peligro de extinción y especies raras para los manejadores de ecosistemas, agencias regulatorias o la delimitación de áreas protegidas. Es extraño que esto pase sólo en la botánica, pues en cualquier otra área los nuevos descubrimientos son reconocidos y por supuesto, cada que se utilizan como referencia en otro artículo, se citan formalmente. En astronomía podemos encontrar descubrimientos con el resultado del reconocimiento de colegas en otros trabajos científicos: Smith et al. (2007) descubren una supernova y tienen más de 390 citas. Donati et al. (2006) describen un campo magnético en una estrella y alcanzan ca. de 150 citas; a Johnson et al. (2009) por el descubrimiento de un planeta, los citan ca. de 260 veces. Los que menos reconocimientos tienen, aún cuentan con más citas que las nuevas especies de plantas: Salvadori & Ferrara (2009) con su descubrimiento de galaxias enanas, tienen ca. de 100 citas y Lister et al. (2009) por el descubrimiento de un planeta, registran ca. de 26. Contrariamente, en el campo de la botánica, encontramos que dos especies de Asteraceae descritas por Rzedowski et al. (2008) tienen 11 citas en diversos buscadores, pero ninguna en otros más rigurosos como Scopus. Casos de parientes silvestres de especies alimenticias, que uno esperaría de importancia como Avena atlantica B.R. Baum & Fedak (1985), sólo tiene 14 citas. De entre las más citadas encontramos a Lacandonia schismatica Martínez & Ramos (1989), considerada por muchos como el descubrimiento botánico del siglo por cambiar muchos conceptos de esta disciplina. El artículo tiene 90 citas en Google Scholar, 48 en la colección principal de Web of Science, 45 en BIOSIS Citation Index y 19 en Scopus. Mucho menos que los grandes descubrimientos de cualquier otra disciplina.
Si revisamos una revista especializada en nuevos descubrimientos como Novon, en la última década, de 50 nuevas especies descritas seleccionadas al azar, tienen un promedio de seis citas por artículo describiendo especie nuevas (Figura 1). Hay uno con dos nuevas especies de Solanum de Anderson et al. (2006), parientes silvestres de papas domesticadas con 107 citas en diferentes buscadores, pero sólo diez en Scopus. Aún si consideramos las citas a este artículo como de alto impacto, subiría a ocho citas por artículo, nada comparado con las de otras áreas. Su editora, Applequist (2016) afirma que, si nuestro campo es fundamental para la investigación biológica, no es necesario aumentar el valor de las publicaciones de nuevos taxa sino asegurar que otros se den cuenta del gran valor implícito que tienen. Seguramente así citarían estas especies en otras publicaciones.
Parece necesario que la comunidad de taxónomos vegetales demande que las revistas científicas de las ciencias biológicas incluyan en las referencias de sus publicaciones, las citas de las descripciones de cada especie vegetal. Es probable que haya casos donde el número de especies sea tal, que no sea viable publicar una bibliografía muy grande. Sin embargo, revistas como Phytotaxa han tomado la iniciativa de citar formalmente los artículos donde se han descrito nuevas especies. Las citas a los artículos científicos publicados se han convertido en uno de los indicadores más importantes para el reconocimiento a la actividad científica.
Si como botánicos queremos que nuestros descubrimientos sean reconocidos al nivel de cualquier otra disciplina, debemos empezar por cambiar nuestras formas de valorar los artículos donde dichos descubrimientos se publican. Por lo menos de igual manera que lo hacen en las disciplinas donde se siguen haciendo descubrimientos equivalentes.