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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.11 Zapopan mar. 2016

 

Reseñas

María Luisa Tarrés, Laura B. Montes de Oca y Diana A. Silva Maldonado. Arenas de conflicto y experiencias colectivas. Horizontes utópicos y dominación

Edgar Guerra1 

1CIDE Centro

Tarrés, María Luisa; Montes de Oca, Laura B.; Silva Maldonado, Diana A.. Arenas de conflicto y experiencias colectivas. Horizontes utópicos y dominación. México: El Colegio de México, 2014.


Es bien sabido que las luchas sociales y las pugnas políticas toman lugar en espacios y tiempos concretos a través de formas diversas. Y además, se sabe que lo hacen echando mano de un amplio abanico de formas y personajes del conglomerado social. En efecto, ya sea por medio de rebeliones y revoluciones o mediante protestas espontáneas y movimientos sociales, los actores colectivos son quienes conducen las gestas de liberación o expresan las demandas de reivindicación; de esta manera ocurre una pequeña parte del cambio y la transformación social. Otra parte transcurre en el día a día de la vida cotidiana; sin embargo, son estos pequeños momentos de protesta y movilización los que, sin duda, han excitado la imaginación de los investigadores y han generado cientos de escritos sobre el tema. De ahí que el estudio de la acción colectiva, de los conflictos en los que se inserta y de los espacios de protesta que genera haya ocupado ya más de un capítulo en la historia de la ciencia social.

El estudio de los modernos movimientos y protestas políticas y sociales (y aún de las rebeliones y revoluciones) se ha hecho por medio de tres coordenadas fundamentales: espacio, tiempo y actores. Estas categorías analíticas son también los ejes mediante los cuales se ha mirado y estudiado a las manifestaciones de protesta y los movimientos que generan. Como imágenes, estos conceptos son poderosos y han cumplido su función de señalizar y delimitar al objeto de la investigación. No por casualidad, las investigaciones sobre los movimientos de protesta han generado un enorme bagaje de conocimiento empírico, categorías y modelos. Las diversas escuelas teóricas y perspectivas metodológicas dan fe de lo robusto y amplio de esta línea de investigación que ocupa ya la categoría de subdisciplina en muchos campos: en la sociología, en la ciencia política o en la historia. Sin embargo, a pesar de lo logrado, aún falta profundizar en ciertas aristas, dimensiones y coordenadas de los movimientos de protesta. De ahí la necesidad de formular nuevas preguntas para ahondar en un fenómeno complejo en constante cambio y evolución. Preguntar, por ejemplo, sobre las arenas donde se desatan los conflictos; preguntarse, ¿qué función tienen en las protestas?, ¿son únicamente espacios de lucha política y social?, ¿incluyen también dimensiones simbólicas como la cultura y la identidad?, ¿cómo se configuran las arenas de conflicto?, ¿cómo permiten descargar las tensiones sociales o incluso resolver sus contradicciones?, ¿qué sabemos acerca de las experiencias colectivas?, ¿qué tipo de actores incluyen?, ¿cómo se organizan y movilizan para la acción?, ¿por qué se encuentran en conflicto?, ¿cómo han generado su identidad, sus demandas y sus formas de lucha?, ¿cómo ocurre la dominación y la utopía en las arenas de conflicto?, ¿cómo las asumen o rechazan los actores?, y ¿cómo las traducen en experiencias colectivas?

Un ejercicio de esta naturaleza, que busca generar preguntas y ofrecer respuestas a partir de estudios empíricos minuciosos y bien logrados, es el que se presenta en la publicación Arenas de conflicto y experiencias colectivas. Horizontes utópicos y dominación, coordinado por María Luisa Tarrés Barraza, Laura B. Montes de Oca Barrera y Diana A. Silva Londoño. Un libro que, cabe decir, se coloca de manera soberana en el competido mundo editorial sobre los movimientos sociales; lo que no es fácil, dada la enorme producción sobre el tema. Sin embargo, este volumen lo logra gracias a sus virtudes (ya se hablará más adelante de sus defectos): por el rango y diversidad temática que cubren sus páginas; por los interesantes y singulares casos de estudio que presenta; por las metodologías que ahí se emplean; y por las perspectivas teóricas que informan las investigaciones empíricas.

Para reseñar este libro es necesario describirlo brevemente. El volumen está ensamblado en cuatro partes, lo que es el caso "normal" en obras colectivas que responden al objetivo de mostrar la diversidad de estudios en un campo disciplinar versátil. Sin embargo, lo que interesa apuntar aquí, no es tanto que esta recensión pretenda proveer un resumen de cada uno de los trabajos, sino que más bien pretende destacar la contribución científica general del texto: el espíritu de aportar, desde el caso estudiado, una reflexión teórica sistemática acerca de las ofertas conceptuales con que hoy día se cuenta para la investigación en este campo. En efecto, quizá la aportación más interesante del volumen es que cada trabajo individual se ancla en una crítica a las teorías hegemónicas y una reflexión encaminada a resolver dilemas inherentes a esos modelos analíticos.

En la primera parte del volumen los trabajos abordan el tema de la construcción identitaria, ya sea en torno de una clase social, una preferencia sexual o a la cuestión del sentido de pertenencia a una comunidad política. Por ejemplo; el texto de Carmen Rea Campos, "Movimiento indígena en Bolivia. Estructura de oportunidades y el sentido de la acción", estudia las condiciones de posibilidad del triunfo de este movimiento y busca comprender los motivos o el sentido de la acción de los individuos movilizados. Sin embargo, en esta tarea la autora se topa con evidentes problemas teóricos que limitan las posibilidades de ofrecer una explicación sólida y compleja. En efecto, la autora hace uso de la categoría "marcos cognitivos", que en el área de su especialización aparece como idónea para emprender el tipo de análisis que la misma plantea. Sin embargo, de este concepto se desprende un fuerte reduccionismo político, ya que homologa las explicaciones acerca de los motivos de los actores a una mera extensión de los intereses políticos de los grupos movilizados. De ahí que para Rea Campos -dado que este modelo estratégico-instrumental de la acción es insuficiente para comprender a cabalidad el éxito del movimiento indígena boliviano-, es necesario ensanchar el marco teórico para comprender de mejor manera la cohesión, la construcción de identidades y el sentido de la acción. Así, para observar las relaciones de poder tanto dentro como fuera de los grupos movilizados, Rea Campos recupera dimensiones analíticas como la memoria histórica y colectiva desde una perspectiva que entiende la política como práctica de ruptura (Jacques Ranciere) y como producción de subjetividades (Foucault). Rompe, de esta manera, los estrechos márgenes del modelo teórico instrumental y amplía las posibilidades analíticas con conceptos más complejos. Al mismo tiempo, lo hace de manera imaginativa y audaz. ¿El resultado? Un trabajo empíricamente sólido y teóricamente interesante.

En esta misma sección, se presenta con otro caso de dilemas teóricos que surgen durante el proceso de investigación. En "Movilización y autogestión en Argentina. Los retos para el análisis de procesos de invención y reproducción social en curso" María Amalia Gracia discute con acierto la distinción entre nuevos y viejos movimientos sociales, tema fundamental para el debate actual, y problematiza sobre cómo analizar viejos actores con nuevos esquemas o, puesto de otra manera, se pregunta: ¿es necesario cambiar nuestros instrumentos conceptuales si lo que pretendemos es analizar fenómenos que, al parecer, se mantienen sin cambios? Si bien la pregunta es pertinente para el caso que estudia, la movilización y autogestión en Argentina, su discusión va más allá de las estrategias y demandas de actores concretos y se desplaza hacia la observación de las transformaciones, de largo aliento, que ocurren en las prácticas de sociabilidad y politicidad de las clases populares en el contexto de los cambios en las relaciones de modelo de acumulación. Interesante, por tanto, ver cómo, para resolver el dilema entre "viejos" y "nuevos" movimientos sociales, la autora hace uso de conceptos diversos como estado naciente de Francesco Alberoni, el sentimiento de injusticia de Barrington Moore, o las categorías clásicas de Bourdieu como habitus, campo y capital.

La segunda parte del libro emprende un salto en el nivel analítico y transita, de una mirada centrada en los procesos micro como la construcción de identidades al análisis de los mecanismos que vinculan a los actores colectivos con el sistema político: "La intermediación entre representantes políticos y actores populares: dispositivos y estrategias de negociación". Esta sección aborda un tema clásico en la investigación de acción colectiva en el contexto latinoamericano: en los espacios políticos en los que aún no se han consolidado canales institucionales de mediación de intereses, el vacío es llenado por vías asimétricas e informales de intermediación clientelar. De esta forma aquí se estudian unas arenas particulares de conflicto, principalmente en las grandes urbes latinoamericanas y en las cuales los actores colectivos ponen en movimiento diversas estrategias de organización, movilización y protesta. Cierto aire trágico se desprende de esta forma de intermediación en las "democracias" latinoamericanas": la crítica apunta a que si bien se construye una relación funcional entre las necesidades de los sectores populares y los requerimientos del sistema político (es decir, se intercambian bienes y servicios por apoyo político y respaldo social) en realidad no ocurre, como muchos esperarían, una ruptura de las relaciones de dominación.

Central en esta sección es, también, la reflexión teórica en torno de cómo abordar la comprensión de los actores y su conflicto; desde qué dimensiones analíticas y cómo construir un estudio comprehensivo que no deje de ser explicativo. Así, por ejemplo, en "Repertorios de acción colectiva y balanzas de poder: el caso de Michoacán (1920-1940)", Enrique Guerra Manzo aborda la discusión sobre las dicotomías clásicas en las teorías de la acción colectiva como, por ejemplo, entre estrategia e identidad y cómo hacerles frente si integrándolas o polarizando aún más su diferencia, y sugiere que una de las formas más productivas de superarlas es tomar lo mejor de cada una y reintroducirlas en teorías más generales. Así, el autor recupera las fructíferas críticas al modelo del Proceso Político elaboradas por teóricos como Melucci, y lo complementa con el análisis de la movilización de recursos de Charles Tilly; con la categoría de estructuras organizacionales de Crozier y Friedberg; con el análisis del campo de conflicto en un sentido procesual al estilo de Skocpol; y con la construcción de figuraciones que ha aportado Elias, sin olvidar el anclaje subjetivo de los actores en estos campos de conflicto mediante la categoría de habitus (Bourdieau). El autor no aporta una alternativa analítica ecléctica, me parece, sino una verdadera propuesta teórica en que construye, de forma sistemática, una figuración conceptual analíticamente útil, pues permite observar las identidades en el contexto de balanzas de poder fluctuantes, de juegos de cooperación y conflicto, donde se maximizan oportunidades de valor y al mismo tiempo se actúa desde la experiencia cotidiana.

Un nivel analítico más alto, que incluye el estudio del Estado, del gobierno y de su aparato administrativo, es el tema de la tercera parte del libro: "Espacios institucionales como escenarios de conflicto colectivo: elites gubernamentales y contención de demandas sociales". En otras palabras, esta sección aborda las relaciones de poder que se entablan entre las instituciones del Estado y los grupos de interés como los empresarios y los actores sociales movilizados. El hilo conductor del apartado es observar la dinámica de conflicto dentro de estos espacios híbridos, en los cuales lo mismo se entablan relaciones estratégicas, juegos de alianzas, negociaciones y oposiciones entre intermediarios, que se construyen identidades y solidaridades dentro de las bases sociales de los movimientos o de los actores colectivos. El ejercicio que se presenta en esta tercera parte del volumen es, además, explícito al asumir una perspectiva de investigación desde la acción y su sentido, sin cargar el énfasis en la noción de estructura, y poniendo atención en el comportamiento de los sujetos en estos espacios microsociales donde se juegan decisiones de carácter nacional.

En esta sección destaca el texto "El Leviatán frente a los que defienden lo verde. El Pacto Ribereño y la Dirección Federal de Seguridad" de Mario Alberto Velázquez García, quien aborda el tema de los mecanismos que el Estado emplea para hacer frente a las protestas sociales. El texto del autor destaca porque aborda el tema de los movimientos sociales, el Pacto Ribereño, desde una perspectiva distinta a los estudios tradicionales que involucran agencias del Estado. En efecto, es común analizar la acción del Estado frente a los movimientos de protesta desde el enfoque de la represión, el encarcelamiento o la negociación obligada, circunstancia que, por lo demás, fue común durante la época autoritaria del sistema político mexicano, pero que aún hoy en día ocurre rutinariamente, a pesar del contexto democrático que vivimos. Sin embargo, Velázquez García redirige el ámbito de su análisis a los mecanismos jurídicos y políticos, como los policiales, propagandísticos y de vigilancia con que el Estado no sólo puede contener a las protestas, sino también, y esto es lo importante, reencauzar el sentido y metas de sus demandas. Lo anterior es posible porque tales mecanismos de vigilancia sobrepasan la lógica de la violencia y la represión para, más bien, concentrarse tanto en la observación y la investigación de la acción de los movimientos sociales para saber qué ocurre, como en la vigilancia de las propias agencias gubernamentales para saber por qué ocurre lo que ocurre. Así, el caso que el autor presenta, el de la Dirección Federal de Seguridad DFS, muestra que, a pesar de estudios anteriores, esta agencia gubernamental no era absolutamente ineficaz e ineficiente ni estaba completamente encauzada a reprimir de la oposición. Por el contrario, la investigación muestra que dentro de la DFS existía una aceptable capacidad de análisis y de investigación por parte de sus funcionarios que permitía vigilar a los movimientos, pero que también informaba al propio Estado mexicano acerca de qué fallas existían en sus agencias y qué fallas habían generado la problemática social que el propio movimiento incorporaba en sus demandas. De esta forma, la agencia gubernamental se constituía en un proveedor de información confiable para elaborar diagnósticos y posibles soluciones sobre problemas diversos y perdía su carácter exclusivo de instancia represora.

Por último, la cuarta parte del volumen, intitulada "Enfrentando la situación de riesgo: críticas locales a la (Des)regulación capitalista" aborda el tema de los conflictos, los actores y las fuerzas sociales que los sostienen en el contexto del orden global actual y sus transformaciones. Un tema, sin duda alguna, que enmarca todas las luchas actuales, pero que aquí se ejemplifica por medio del estudio de experiencias ambientalistas concretas. De esta forma, en esta sección se estudian los procesos de reflexión y resistencia de organizaciones sociales y actores diversos, quienes se movilizan para ganar espacios de legitimidad y representación en la lucha contra sus adversarios con el objetivo de trasformar su modo de vida. Dos son las aportaciones más importantes de esta parte del volumen. Por un lado, en el texto de David Madrigal González se analiza el proceso de movilización contra una minería canadiense en el cerro de San Pedro, San Luis Potosí. La investigación parte de la teoría de la sociedad del riesgo, por lo que se subraya el análisis de la reflexividad de los grupos en resistencia, la construcción y articulación discursiva de sus demandas y las funciones simbólicas y comunicativas de su lucha. Por otro lado, en el texto de Leonardo Garavito González se reflexiona sobre los retos y fortalezas del análisis de redes sociales aplicado al estudio de la movilización social. El autor destaca, de forma convincente, cómo el análisis de redes permite revolver tres problemas analíticos que son propios de la naturaleza dinámica de los movimientos sociales: 1) su globalización; 2) la idea de su duración y estabilidad en el tiempo; y 3) la idea de que un movimiento social es necesariamente contestatario y opuesto al régimen. Sin embargo, hoy día los movimientos cooperan con el Estado, por lo que las relaciones con instituciones públicas y actores privados son parte del repertorio de sus vínculos estratégicos. Además, los movimientos sociales ya no sólo buscan objetivos concretos o trasformaciones políticas directas, sino generar un proceso de reflexividad social y conciencia crítica de la población.

Después de leer los textos queda claro que las coordinadoras de este volumen colectivo no sólo presentan trabajos bien logrados e imaginativos, sino que, además, éstos ofrecen soluciones teóricas inteligentes y fructíferas. Del volumen se desprende un cuidadoso énfasis por los datos empíricos, por presentar reflexiones sobre el caso de estudio, pero siempre que estén apoyadas en información rigurosa y que haya sido recopilada mediante entrevistas, encuestas u observación participante. Se podría, eso sí, criticar de eclécticas las soluciones teóricas que muchos de los autores elaboran ante los dilemas que se les presentan. En algunos casos, las elecciones teóricas que realizan y, sobre todo, la forma en que hacen uso, a veces demasiado laxo, de conceptos que pertenecen a tradiciones de pensamiento sumamente distintas, causa cierta inquietud; pero en todo caso esto es parte del ejercicio científico al cual obliga el sistema de la ciencia. Como investigadores, la observación rigurosa y la crítica sistemática debe ser cultivada de forma permanente pues es pieza fundamental para edificar el edificio del conocimiento.

Por otro lado, los dilemas teóricos al que los autores se enfrentan no son nuevos. La historia de la teoría de los movimientos sociales y la acción colectiva muestra claramente que, a lo largo de su desarrollo, se ha ido enfrentando a las dicotomías y aporías de las que también adolece la teoría social. Las distinciones comunes como acción y estructura, individuo y sociedad o estrategia e identidad, más que un problema de las teorías de los movimientos sociales teorías de rango medio, al fin y al cabo representan problemas estructurales del pensamiento social. Sobre este tema se ha trabajado mucho y la última generación de sociólogos que elaboró una teoría general, pienso en Giddens, Habermas, Bourdieu y Luhmann, sin duda colocó la solución a estos dilemas como el punto de arranque de sus propios modelos teóricos, sin que eso significara, en modo alguno, que los hayan resuelto y clausurado. Por otra parte, en América Latina el estudio de la acción colectiva adolece de los mismos problemas clásicos y de los mismos desafíos teóricos y metodológicos. A pesar de los esfuerzos teóricos por construir una ciencia social y una subdisciplina de los movimientos sociales, que sea autónoma frente a la tradición europea y norteamericana (o decolonizada), lo cierto es que los instrumentos con que actualmente se cuenta están aún en proceso de construcción y falta todavía demasiada investigación y reflexión para lograr, por fin, quitarse el peso de la tradición clásica europea. Este volumen colectivo asume, precisamente, una mirada crítica para revisar los procesos sociopolíticos y las experiencias colectivas en la región. Al mismo tiempo es un ejercicio que busca renovar preguntas, formas de observación, perspectivas interdisciplinarias y lenguajes.

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