Introducción
El análisis de los partidos supone una contribución al estudio de las democracias, incluso aquellas surgidas en la tercera ola. Los partidos son trascendentales en ellas, ya que normalmente de ellos emanan quienes detentarán los puestos ejecutivos y legislativos en los diversos niveles de gobierno. En México, desde la ley electoral de 1946 los partidos poseen el monopolio de la representación política. No hace mucho que las candidaturas independientes emergieron, aunque con magros resultados.
Los partidos son inevitables en las democracias. No obstante, dicha forma de gobierno pese a ser la más extendida, se encuentra acompañada de un gran escepticismo hacia dichas organizaciones. El recelo no es nuevo, lo podemos apreciar desde los estudios de Ostrogorski1 y Michels.2 En dichos trabajos se denotó la concentración de poder en los dirigentes. Pese a esto, es importante indagar si los partidos, hoy día, son representativos de la oligarquía michelsiana, lo cual requiere algo más que una simple imputación.
Las organizaciones partidistas en México no gozan de credibilidad en la ciudadanía. Existe poca confianza en ellos tanto en encuestas nacionales como internacionales. Por ejemplo, el Global Corruption Barometer de International Transparency (2013) muestra que los partidos políticos son las instituciones con mayor desconfianza, de ahí que 90% de mexicanos consideró que fueron minados por la corrupción.3 La opinión generalizada muestra organizaciones cerradas a las demandas sociales, rígidas y preocupadas por sí mismas, es decir, organizaciones en que la distribución de poder interna es inexistente.
Ahora bien, la primera razón para realizar un trabajo sobre la concentración de poder en partidos estriba en que es un tema actual y relevante.4 Una segunda razón estriba en que el estudio de instituciones centrales en el engranaje democrático repercute en el sistema en su conjunto, ya que el conocimiento de dichas instituciones es primordial para entender su desempeño en los ejecutivos y legislativos. Además, se requieren trabajos que partan de una visión politológica a largo plazo, antes que apuestas coyunturales o de corte jurídico como han sido la mayoría de trabajos referidos a la democracia interna.5
Así pues, las preguntas de investigación que guiaron el presente trabajo, aplicables a los tres principales partidos políticos en México PAN, PRD y el PRI, son las siguientes: ¿cómo surgió el partido?, ¿qué actores se dieron cita al inicio y cuál o cuáles de ellos dominó?, ¿a qué concentración de poder condujo el origen?, ¿cuál fue la huella que dejó esto en el desarrollo del partido en términos de la concentración de poder? y ¿por qué varió la concentración de poder y hacia dónde fue ese cambio? Por consiguiente, en primera instancia se presenta el apartado que clarifica las cuestiones teóricas y metodológicas que guían en el trabajo. Posteriormente se presentan los casos de cada partido. Finalizando con la discusión derivada de los hallazgos.6
Notas teórico-metodológicas
El problema de la concentración de poder ha estado en el centro de los estudios partidistas desde los trabajos de Ostrogorski y Michels a inicios del siglo XX hasta el de Katz y Mair en años recientes. De ello dan cuenta la oligarquía michelsiana, el círculo interior de Duverger o la coalición dominante de Panebianco.
La literatura sobre partidos políticos, desde la visión organizativa, configuró una serie de tipos de partido que denotan diversas cuestiones, es el caso de la relación del partido con sus militantes, con el parlamento o el gobierno, con los electores, así como el o los detentadores de poder dentro del partido.
Desde el trabajo pionero de Ostrogorski el grupo detentador de poder (Whip en Gran Bretaña) fue un tema que apareció en los trabajos sobre los partidos, aunque no necesariamente ocupó el centro de dichos estudios.7 De igual forma, Michels plantea un centro de poder bajo el nombre de oligarquía, haciendo referencia a que el poder se encontraba en un grupo pequeño de dirigentes. Esto en función de los motivos técnico-administrativos, las razones psicológicas de la base y los dirigentes, así como la superioridad intelectual de los últimos. Así, la oligarquía tomaba las decisiones, tal como la elección de dirigentes bajo una apariencia democrática.8
Por su parte, Duverger fue de los primeros autores en plantear tipos de partidos diferenciados, en los que es posible extraer diversos centros de poder. Simplificando sus planteamientos, él da cuenta, principalmente, de dos tipos de partidos: cuadros y masas, en los cuales existe una diferente relación entre la militancia, la dirigencia (burocracia) y el grupo parlamentario (gobierno).9
En el partido de cuadros, el centro de poder es un grupo de parlamentarios (notables), dado que la intervención electoral y parlamentaria son el fin de su existencia y únicas formas de actividad; por lo cual la jerarquía descansa en ellos, pues los militantes son poco numerosos y dependientes de los electos. La administración del partido es débil y muy elemental como para dar origen a una burocracia, por lo cual es posible decir que el partido en el gobierno (parlamento) es la cara dominante de este tipo de partido. Por el contrario, en el partido de masas, el detentador de poder es la dirigencia, apoyada en la militancia y por encima del gobierno. El parlamentario está subordinado al dirigente, pero conserva ciertas prerrogativas importantes. Su característica principal es el papel central de una burocracia electa, una militancia creciente, el liderazgo colegiado y el acento en la ideología.
Por otro lado, el texto de Kirchheimer acerca del partido catch all (atrapa todo), no estaba destinado a ser parte de una tipología, sino a ser la descripción de los cambios del momento, por ello da cuenta de otra relación entre la militancia, la dirigencia y el gobierno. Describe que a medida que los partidos de masas alcanzaron sus objetivos de sufragio universal y del Estado de Bienestar, comenzaron a difuminarse la dominación de clase que subyacía al partido de cuadros y la exclusión subcultural del partido de masas. En este nuevo tipo de partido predomina un conflicto, siendo la dirigencia el escenario del mismo, ya que la cuestión relevante es saber si ésta es agente de la militancia o del partido en el gobierno.10
Dicho conflicto según Katz y Mair se resolvió a favor del partido en el gobierno al asumir una posición de privilegio dentro de la organización partidista, dando lugar al partido cártel. Los síntomas que marcan la nueva situación y el predominio del gobierno son los siguientes: 1) el financiamiento público de los partidos lo distribuye el partido en el gobierno; 2) aumenta el personal del partido en el gobierno, superando en número a los miembros del partido burocrático; 3) la mayoría de partidos importantes ha gobernado a nivel nacional y orienta sus baterías hacia ello.11
Ahora bien, la relación del modelo de partido y su consecuente centro de poder es retomada de Chambers y Croissant,12 y por Scarrow.13 Como afirman los primeros autores la investigación sobre la vida interna, y las relaciones entre dirigentes y dirigidos, de los partidos tiene una tradición larga que se remonta a los trabajos de Ostrogorski y Michels; sin embargo, en la década de 1970, los investigadores dirigieron su atención hacia el análisis de los sistemas de partidos y la competencia entre los partidos. Veinte años después nuevamente emergió el interés por la vida interna. Debido, en primer lugar, a la tercera ola de democratización que convirtió a los partidos políticos en las democracias jóvenes en motivo de interés académico. En segundo lugar, gracias a que la ola de democratización generó una promoción de la democracia en la agenda política internacional, gracias a organizaciones gubernamentales y no gubernamentales internacionales. Partiendo de ello, Scarrow denomina tendencia organizacional al centro o detentador de poder, categoría que la presente investigación retoma y contextualiza al caso mexicano.
Tanto Scarrow como Chambers y Croissant comparten la idea que en la perspectiva organizativa subyace un centro de poder que se materializa en una serie de reglas y procesos internos, formales o informales. Por ende, corresponde plantear una serie de dimensiones e indicadores que permitan observar lo anterior y determinar en qué casos estamos frente a la concentración distribución de poder.
La investigación optó por incorporar cuatro dimensiones: participación, competitividad, representación y control político.14 Ya que nos permiten apreciar la concentración o distribución de poder.
Participación: se refiere a la inclusión de la militancia en las principales decisiones del partido. Puede ir desde un extremo no democrático en que un individuo tome las principales decisiones, hasta un extremo democrático en el cual se encontraría la participación de la militancia en las decisiones clave. La pregunta que encierra esta dimensión es: ¿quién o quiénes toman las decisiones? En cuanto al indicador, existen dos en que podemos observar esto: selección de dirigentes nacionales y de candidatos presidenciales.
Competitividad: se relaciona con la existencia o no de varios contendientes y de la incertidumbre en un proceso electoral interno. Puede ir desde un extremo no democrático, en que sólo existe un contendiente hasta el caso democrático en el cual existe un alto grado de incertidumbre, dada la posibilidad de que dos o más contendientes triunfen. La pregunta que encierra esta dimensión es: ¿existe la posibilidad de que triunfe más de un contendiente? Los indicadores son la selección de candidato presidencial y dirigente nacional.
Representación: tiene que ver con la presencia de grupos y minorías en los órganos ejecutivos del partido. Puede ir desde un extremo no democrático en que no hay representación de grupos y minorías, hasta uno democrático en el cual exista la proporcionalidad de grupos y minorías. La pregunta que encierra esta dimensión es ¿quiénes están representados en los órganos ejecutivos? En cuanto al indicador, se trata de la composición de la dirigencia nacional del partido, la cual permite apreciar la representación existente en la organización.
Control político: se relaciona con la rendición de cuentas de los dirigentes hacia el militante. Va desde la rendición de cuentas a los líderes u órganos partidistas, hasta una situación en que exista control político de la militancia. La pregunta que encierra esta dimensión es: ¿quién o quiénes controlan a los dirigentes? Los indicadores, en este caso, son los mecanismos de control, tales como la revocación de mandato, los periodos fijos de gobierno, la no reelección y la incompatibilidad de cargos.
Así pues, estaremos frente un caso distribución de poder cuando exista una toma de decisiones inclusivas y competitivas, presencia de grupos y minorías en los órganos decisorios y control político por parte del militante hacia el dirigente.
Para ejemplificar los casos entre la concentración y la distribución de poder se construyeron tipos ideales, llamados tendencias organizacionales, no excluyentes ni exhaustivas, que ayudan a caracterizar a los partidos en su génesis y la actualidad. Ahora bien, en dichas tendencias se incluyeron algunas particularidades latinoamericanas, debido a que los autores citados previamente aluden a contextos diferentes al propio, es el caso de la informalidad, la fraccionalización y la política subnacional.15
1) Partido con líder dominante: en esta organización el detentador de poder puede ser un líder carismático, el dirigente del partido o un gobernante. No promueve ampliamente la participación y la competencia. Es posible la designación o la fachada democrática. En cuanto a la representación de grupos y minorías es limitada, antes bien los integrantes de órganos ejecutivos intrapartidarios le deben el puesto al líder. Finalmente, los dirigentes rinden cuentas al líder; sólo él puede removerlos.
2) Partido de élite nacional: aquí el centro de poder puede ser un grupo de notables, la dirigencia, miembros del grupo parlamentario, dirigentes de corporaciones o fracciones de carácter nacional. La participación y competencia son reducidas, pues quedan en manos de la élite nacional, ya que son ellos quienes deciden y quienes compiten por los cargos. Los integrantes de órganos ejecutivos son representantes de la élite nacional y pueden ser designados o elegidos. Por su parte, el control político es bajo; sólo la élite puede remover a los dirigentes.
3) Partido de élites ampliado: en este caso el detentador de poder es un órgano ejecutivo amplio, tal como un Consejo Nacional. La participación y la competencia se amplían respecto de los dos anteriores. Las élites subnacionales deciden y alientan la competencia entre sus filas. Existe una representación más amplia, ya que los órganos ejecutivos se integran por representantes de la élite subnacional. El control político reside en la élite subnacional, no en la militancia, pues sólo ellos pueden remover dirigentes.
4) Partido representativo: aquí el centro de poder puede ser un órgano amplio, tal como una Asamblea Nacional. La participación y la competencia son promovidas por el partido y son, por tanto, más amplias que los casos anteriores. Existe representación porque los órganos ejecutivos se integran por los representantes de la militancia. El control político se amplía, ya que los representantes de la militancia pueden remover a los dirigentes.
5) Partido con democracia de bases: se trata de un caso ideal, ya que el detentador de poder es la militancia. La participación y la competencia son promovidas ampliamente. La militancia selecciona a sus candidatos y dirigentes en elecciones competidas. La representación es amplia en la medida que la composición de la dirigencia es representativa de grupos y minorías que expresan la pluralidad del partido; mientras que el control político es amplio, ya que la militancia puede remover a sus dirigentes.
En las dos primeras tendencias el poder se concentra en pocas manos y en las tres últimas se distribuye en menor o mayor medida. Planteado lo anterior, persiste la duda sobre ¿qué condiciones generan que un partido asuma una tendencia en específico? Para responder a ello se retoma la añeja discusión que iniciaron Duverger y Panebianco, la cual plantea que el origen condiciona los cambios venideros en la organización, en este caso relativos a la concentración y distribución del poder. Una cita es necesaria para sustentar tal argumento: "la manera en que se reparten las cartas, así como los resultados de las diversas partidas que se juegan en la fase originaria de una organización y en los momentos inmediatamente posteriores, continúan, en muchísimos casos, condicionando la vida de la organización a decenios de distancia".16
Así pues, se plantea que luego del origen, el partido articula a los diversos actores a través de reglas y procesos (formales o informales), con lo cual surge una tendencia organizacional, la cual permite caracterizar al partido y su concentración o distribución de poder. Ahora bien, dicha tendencia puede lograr estabilidad en el tiempo, dejando una huella organizativa; empero, el cambio intrapartidario no se encuentra negado.
Por ende, el cambio es posible y tiene dos fuentes potenciales de origen: la endógena y exógena. Además, cabe aclarar que dicho cambio no será abrupto, sino que estará condicionado por la génesis. En lo interno puede desencadenarse por la intencionalidad de la dirigencia por ganar legitimidad o lucha interna de poder.17 En lo externo puede surgir por cambios en la ley electoral,18 el contexto en que se desenvuelven los partidos o un resultado electoral favorable o desfavorable.19
Metodológicamente se recurrió al nuevo institucionalismo histórico, ya que permite poner énfasis en la importancia de la historia, el tiempo y la secuencia en la explicación de la dinámica política. Importa sobre todo la inercia de camino (path dependence) que emerge fruto del origen y los primeros pasos organizativos y permite resaltar las decisiones iniciales en la historia de la política partidista, ya que "estas decisiones y los compromisos institucionalizados que de ellos surgen, determinan las decisiones posteriores".20 Ahora bien, dado que se concibe que la inercia no es irrevocable, se tomó en cuenta una versión blanda del path dependence, la cual "no sería equivalente a una influencia del pasado como fuerza que controla el futuro de las instituciones y sus políticas. Sería, en cambio un rumbo que debe ser seguido. Habrá cambio y evolución, pero la gama de posibilidades para ese desarrollo habrá sido restringida por el periodo formativo".21
Este abordaje tiene dos ventajas para la investigación: 1) su apuesta interpretativa y de largo plazo permitirá poner el interés en un lapso amplio, así como sobre momentos de análisis específicos, y 2) pone énfasis en las asimetrías de poder, y en la importancia que el origen posee para configurarlas.
Por ende, no contradice los planteamientos de Duverger y Panebianco, al tiempo que permite trabajar lapsos amplios en los tres partidos. Resumiendo los principales aspectos teórico-metodológicos, la investigación pone énfasis en: 1) luego del origen, está el partido; 2) articula a los diversos actores, que se dan cita al inicio, lo cual detona en la estabilidad de las reglas y los procesos (formales o informales); 3) en presencia de lo anterior, estaremos ante una tendencia organizacional, la cual permitirá identificar la concentración o distribución de poder; 4) el partido no logra estabilidad de una vez y para siempre, por lo cual queda abierta la posibilidad de cambio, dependiendo de algunos factores internos y externos. Así pues, veamos la concentración de poder en el PRI, el PAN y el PRD.
De la concentración de poder en el presidente a la fragmentación entre diversos actores (1946-2015)
Desde su génesis (gracias a sus antecedentes: Partido Nacional Revolucionario [PNR] y Partido de la Revolución Mexicana [PRM]), el PRI tuvo una tendencia organizacional en que el líder (presidente de la república) dominó a los sectores, el partido y la militancia. Luego de las derrotas electorales de 1990, las asambleas nacionales de la misma década, los enfrentamientos entre el presidente y los gobernadores y la pérdida del Poder Ejecutivo, la tendencia dio un giro hacia el posicionamiento de los gobernadores y el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del 2000 a 2012. Aunque la vuelta al Poder Ejecutivo de 2012 lo agregó como tomador de decisiones.
El presidente de la república tuvo mayor importancia que los sectores, el partido y la militancia, la razón fue lo ocurrido de 1929 a 1946, periodo en que se concentró el poder en la institución presidencial. Los cambios sufridos por el partido, a raíz de las transformaciones, fueron mermando el poder de los sectores hasta reducir su peso en el CEN; al mismo tiempo que fueron dando prerrogativas importantes a la institución presidencial: nombrar candidatos, remover dirigentes y gobernadores, entre otras. Gracias al tránsito PNR-PRM-PRI el elemento carismático de la autoridad se transfirió del caudillo al puesto u oficina, esto es, a la presidencia como institución impersonal. Junto con ésta emergió la autonomía sexenal, es decir, la renuncia de los expresidentes a permanecer como actores políticos importantes.22
Obtenida la construcción del nuevo partido (PRI), inició el proceso articulatorio de las piezas que le dieron origen. En primer lugar, la institución presidencial, seguida del partido y los sectores. Todos, salvo el presidente, fueron incluidos en los primeros estatutos y tuvieron funciones importantes para que la maquinaria electoral funcionara. Los sectores tuvieron gran peso en las candidaturas (desde 1953); el CEN concentró prerrogativas de control político y de representación; finalmente, el titular del poder ejecutivo, pese a no incluirlo en los estatutos, contó con un entramado de prácticas informales que aseguraron la concentración de poder alrededor suyo (por ejemplo: el "dedazo").
Como se aprecia en la tabla 2,23 de 1952 a 1994 no hubo procesos competidos de selección de candidato presidencial, debido a la prerrogativa del "dedazo", con lo cual se sepultó la mediana participación (Convención Nacional). Gracias a dicha práctica los triunfos acontecieron por unanimidad y sin contrincante.
La tabla 3 resalta la gran cantidad de dirigentes nacionales que tuvo el PRI en este periodo. Empero, de 1946 a 1999, la institución presidencial dominó lo referido a la selección de dirigente nacional como "gran elector", con lo cual, pese a que la participación fue medianamente amplia (convención nacional), la competitividad no tuvo lugar, ya que el ungido por el presidente logró la unanimidad.
En lo que se refiere a la representación, lentamente se restó peso a los sectores, en beneficio de la organización misma (1946-1990). Además, como afirma Mirón, la historia organizativa del PRI, desde 1946, denotó la ausencia de grupos contrarios a la dirección y al presidente de la república.24 Lo importante es resaltar, como sugiere la tabla 4, que las secretarías que se incorporaron al CEN mostraron las necesidades organizativas del partido, las cuales se fueron solventando lentamente. No es gratuito que las primeras secretarías creadas fueran las de Organización, Prensa y Propaganda y Finanzas, seguidas de la Oficialía Mayor. Asimismo, no habría que perder de vista que el CEN estaba subordinado al titular del Ejecutivo Federal.
En cuanto al control político, solamente el presidente de la república en turno removió dirigentes nacionales, ya fuera para premiar su lealtad o para castigarles (por sus malos resultados, o por enfrentar los arreglos entre partido y gobierno).25 Además, las reformas estatutarias de 1960, 1965, 1972, 1984 y 1987 no hicieron sino concentrar las facultades de castigo y premiación de lealtad en el CEN del partido, subordinado, como ya se dijo, al presidente (1946-1990).
En suma, la génesis, así como la articulación lograda, dejaron una huella sobre el partido, según la cual el presidente eclipsó a los sectores y al partido mismo. Lo anterior varió después de la década de 1990, así como del largo proceso gracias al cual los gobernadores emanaron como centros de poder al lado del CEN.
El cambio en la concentración de poder no inicia con la pérdida del Poder Ejecutivo. Las derrotas electorales de la década de 1990, las XIV y XVI Asambleas Nacionales, de 1990 y 1996, así como los enfrentamientos entre el Presidente y los gobernadores fueron esclarecedores de la nueva realidad al interior del PRI.26 Por ello, la pérdida de la presidencia puso punto final al proceso de cambio que se gestó lentamente, gracias al cual los gobernadores y el CEN cobraron mayor presencia.
La tendencia organizacional, existente de 2000 a 2012, estuvo caracterizada por un papel importante de los gobernadores y el CEN, esto es, una tendencia en que predominó la élite subnacional representada por los poderes estatales, junto a la dirección del partido. Empero, la obtención del Poder Ejecutivo ha variado dicha situación (2012-2015).
Los gobernadores lograron ser el fiel de la balanza en la selección del dirigente nacional, en lugar del "gran elector". De ahí que existieron procesos competidos e inclusivos (2002), algunos poco competidos e inclusivos (2007) y otros no competidos y poco inclusivos (2005-2007, 201 1-2013), previo acuerdo de los gobernadores y el CEN (por medio del Consejo Político Nacional [CPN]). Además, los estatutos dieron cabida a nuevas formas de elección, por ejemplo, a través de la militancia.
En general, como muestra la tabla 5, los gobernadores inclinaron la balanza a favor de uno u otro competidor, alentaron las negociaciones para lograr la unidad interna. Incluso varios exgobernadores compitieron por la dirigencia nacional (Beatriz Paredes, César Camacho, entre otros). Empero, desde 2011 hasta 2015 se aprecia la influencia de Enrique Peña Nieto en la selección del dirigente nacional, ya que los últimos dirigentes nacionales han contado con su apoyo.
En torno de la candidatura presidencial, como se aprecia en la tabla 6, al no existir un actor capaz de ejercer el "dedazo", se abrió la puerta para que los exgobernadores contendieran por ella. En 1999 se presentó un signo del cambio que vendría, ya que Manuel Bartlett y Roberto Madrazo, exgobernadores de Puebla y Tabasco respectivamente, contendieron en un proceso inclusivo, aunque no existió competencia alguna debido al método de votación adoptado (distritos en vez de votos). Ahora bien, en 2006 (a diferencia de 2012) se presentaron rasgos de competencia antes de la justa electoral (con la precandidatura de Arturo Montiel), los cuales no se materializaron en un proceso interno competido.
Respecto de la conformación del CEN, con la derrota presidencial del año 2000, el CEN del PRI se volvió más representativo de los poderes estatales (gobernadores). Asimismo, continuaron los cambios con base en las necesidades organizativas del partido. Por ejemplo, en la década de 1990 una necesidad apremiante del PRI fue mantener los gobiernos estatales, por lo cual se crearon las coordinaciones regionales (1990 y 1996). Un programa prioritario en el sexenio de Carlos Salinas fue Solidaridad, por lo que se creó la secretaría de Gestión Social. Además, son de resaltar 1) el ingreso al CEN de representantes del poder legislativo (en el cual tienen influencia los gobernadores), y 2) el nombramiento del resto del CEN, el cual debe hacerse con aprobación del CPN (en el cual inciden los gobernadores).
En torno del control político, se consolidó lo que comenzó en la etapa anterior: el dominio de los órganos ejecutivos sobre la militancia (década de 1990-2015). Ahora bien, el CEN no decidió por sí solo los castigos, sino que lo hizo acompañado del CPN. Ambos órganos adquirieron facultades importantes (como las sanciones, ya sea directamente o a través de órganos de justicia partidaria).
Por consiguiente, el PRI transitó de un partido con líder dominante a un partido de élite nacional en que los gobernadores y el CEN influyen decisivamente en los procesos internos. Empero, con la obtención de la presidencia en 2012, su titular se sumó a ellos como un detentador de poder. Ejemplo de ello fueron los nombramientos de Pedro Joaquín Coldwell como Secretario de Energía y de César Camacho como dirigente nacional, así como las reformas estatutarias de la XXI Asamblea Nacional.
Acción Nacional. De la concentración entre los fundadores a la distribución entre diversos actores
Desde su origen, el PAN tuvo una tendencia organizacional en que la élite nacional fue predominante. Otro componente importante fue el cumplimiento de reglas formales. Conforme el PAN fue creciendo y ganando funciones de gobierno (fines de la década de los ochenta y principios de 1990), los estados adquirieron mayor peso, lo cual se reflejó en su aumento de presencia en los órganos deliberativos (Consejo Nacional) y representativos (Asamblea Nacional) y, por tanto, en decisiones como la selección de dirigente y del candidato presidencial, así como la conformación del CEN. Con la llegada del PAN al Poder Ejecutivo, este actor ganó espacio en las mismas instancias y decisiones. En la actualidad, la tendencia incluye diversos actores: las élites subnacionales (estados) y la nacional (centro), así como encargados de las funciones de gobierno.
El origen del PAN y su énfasis en las jerarquías y el cumplimiento de las reglas se explican por el contexto en que surgió, así como el fundador y su ideario. El fin del sexenio cardenista brindó al PAN la coyuntura ideal para manifestar sus diferencias con el régimen respecto al personalismo y la diferencia entre el país real y el formal. Manuel Gómez Morín conjuntó diversos actores, entre ellos: universitarios (estudiantes y profesores), exlíderes católicos (dentro y fuera de la ahora Universidad Nacional Autónoma de México), actores que no habían participado antes en política (empresarios, abogados, etc.) y exrevolucionarios. De todos ellos prevaleció el grupo de universitarios y profesionistas, con lo que el PAN adquirió la fisonomía de un partido selecto o una aristocracia del conocimiento.27
La primera Asamblea Nacional en que se aprobaron las reglas internas dio muestras de recoger el ideario de Gómez Morín, ya que los estatutos aprobados dotaron al PAN de una estructura jerárquica con órganos selectivos. Tales documentos fueron aprobados sin objeciones. Este fue el proceso articulatorio del PAN. Así, la tendencia organizacional, dominada por una élite nacional, se manifestó en el CEN, la Convención y el Consejo Nacional (1940-década de 1990).
Lo anterior significó que la selección de dirigente nacional estuvo dominada por no más de 400 personas a través del Consejo Nacional (1939-1987). En cuanto a la competencia, como muestra la tabla 7, dos (1975 y 1987) de doce elecciones fueron competidas, ya que las demás contaron con votaciones mayoritarias a favor de un candidato. La competencia aglutinó polos opuestos, en 1975 entre pragmáticos y doctrinarios, y en 1987 entre estrategias radicales y moderadas frente al gobierno.
La selección del candidato presidencial corrió a cargo de la Convención Nacional, la cual creció a lo largo del tiempo (en la década de los noventa llegó a 10 000 panistas), siendo el órgano más representativo del PAN. Esto continuó siendo limitado si se piensa en la posibilidad de que la militancia elija, pero fue más inclusivo que una decisión tomada por parte de un comité o una persona. Como se aprecia en la tabla 8, respecto de la competencia de los siete procesos en el periodo 1952-1988, cuatro (1958, 1964, 1970, 1976) de ellos fueron competidos y tres no (1952, 1982 y 1988), siendo 1976 el caso extremo en el que, dada la competitividad y la polarización entre doctrinarios y pragmáticos, el PAN no pudo elegir candidato presidencial.
En lo que se refiere a la representación se observó que, en el periodo de 1939 a 1987, existió representación de tendencias en el CEN, tales como los liberales, los católicos, los doctrinarios y los pragmáticos. Asimismo, como se aprecia en la tabla 9, de 1939 a 1987, 39 personas concentraron 50% de los lugares en el CEN; encontrándose, entre ellos, liderazgos representantes de las diversas tendencias. Así pues, los CEN fueron un reflejo de los conflictos vividos en el PAN y, sobre todo, de las estrategias electorales dominantes.
En cuanto al control político, se depositó en los órganos ejecutivos (CEN) y deliberativos (Consejo Nacional) antes que en la militancia, de ahí que el PAN permitió la compatibilidad de cargos y la reelección. Todo ello emergió en las reformas estatutarias de 1946, 1962, 1971 y 1986. Además fue un partido en que se cumplieron las reglas, por lo cual los procedimientos de sanción brillaron por su ausencia.
Así pues, los actores que se dieron cita al inicio, así como su articulación, dejaron una huella sobre el partido, predominando, en lo general, la élite nacional sobre la militancia. Dicha situación cambió paulatinamente, luego de los triunfos electorales del PAN en las décadas de los ochenta y noventa.28 Poco a poco se observaron signos de la presencia de otros actores en la toma de decisiones. Esto orilló al panismo a modificar su juego interno y dio lugar a una nueva tendencia que incorporó nuevos actores en el centro del poder. Se trató de un proceso de adaptación a las nuevas realidades del PAN (ser partido en el gobierno), antes que un proceso de democratización orquestado.
La inclusión del Consejo Nacional en la Asamblea Nacional (Convención) (1986) y la inserción de los estados en el Consejo Nacional (1992) fueron signos claros de la complejidad de la organización, pero de igual forma de la distribución de poder entre los poderes estatales y la élite nacional. Con esto se dio lugar a otra tendencia organizacional donde conviven diversos actores.
En cuanto a la selección de dirigente nacional, el cambio fue gradual. Primero se amplió la representación del Consejo Nacional (1990-2007), agregando a los estados (dirigentes de los comités estatales y propuestas con base en su votación), a los órganos ejecutivos (expresidentes del CEN) y deliberativos (consejeros nacionales con más de veinte años de militancia) y a las funciones de gobierno del partido (presidente de la república, coordinadores parlamentarios, gobernadores y coordinador nacional de ayuntamientos). Con ello el Consejo Nacional se hizo más representativo de la realidad panista: ser partido de gobierno a nivel local, estatal y federal. Posteriormente, se mandató que la selección de dirigente correría a cargo de la militancia, con lo cual el proceso se volvió más inclusivo. Por ello, como muestra la tabla 10, seis de nueve procesos fueron competidos. Los diferendos tuvieron como telón de fondo los conflictos entre el centro y la periferia (1990, 1993 y 1996), entre el gobierno y el partido (2002, 2005 y 2010) y entre facciones y el partido (2013 y 2015).29
Como se aprecia en la tabla 11, la selección del candidato presidencial (1994-2012) se modificó al dar cabida a la votación de militantes (2006), algunas veces acompañados de los adherentes (1999 y 2012). Fruto del efecto de imitación y las intenciones de legitimarse, el panismo no dio marcha atrás hacia procesos menos inclusivos. De cualquier forma es un activo importante que la militancia seleccione a su candidato presidencial; aunque habría que decir que ninguno de los tres procesos han sido competidos, incluso en 1999 se presentó solamente un candidato.
En cuanto a la representación, los CEN de 1990 a 2014 han estado ocupados por integrantes de diversas tendencias. Por ejemplo, la tendencia descentralizadora (poderes estatales) cuya inclusión se debió a su éxito electoral, mientras que en el caso del Gobierno Federal se trató de acercar al partido al gobierno en turno, sobre todo en el sexenio de 2006-2010, para evitar las confrontaciones del sexenio anterior (2000-2006). Ahora bien, como se aprecia en la tabla 12, 19 personas concentraron 27% de los lugares del CEN, estando entre ellos integrantes de los poderes estatales, el gobierno y el legislativo en diversos niveles.
En torno del control político, en esta nueva etapa se consolidó lo que comenzó a visualizarse en la fase anterior: disciplina controlada por la dirigencia. El partido siguió depositando el control político en el CEN y el Consejo Nacional, de ahí que se permitió la compatibilidad de cargos y la reelección. Además siguió caracterizándose por el cumplimiento de reglas formales.
Así pues, el PAN transitó de un partido de élite nacional a un partido de élites ampliado, ya que la élite nacional, las subnacionales y el gobierno han dominado los procesos internos. Además cabe agregar que ahora es la mili-tancia la que designa al candidato presidencial y al dirigente nacional. Esto muestra que el PAN posee una mayor distribución de poder que la que tuvo de 1940 a 1990, fruto de un proceso de adaptación a nuevas realidades.
Partido de la Revolución Democrática, de la concentración en el carisma a la fragmentación entre los grupos
Desde su génesis, el PRD tuvo una tendencia organizacional en que el líder carismático fue lo predominante. No obstante, la presencia de fracciones y su incesante ganancia de atribuciones, las dotó de relevancia en el periodo de 1989 a 1999. Luego de la derrota electoral del año 2000 y de la lucha entre el líder carismático y las fracciones, la tendencia dio un giro hacia el dominio de aquéllas de 2002 a 2015.
En la génesis, el líder carismático tuvo mayor peso que los grupos, la razón fue lo ocurrido en 1988, año en que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano encabezó un movimiento (Frente Democrático Nacional) que confluyó en la elección presidencial de ese mismo año. De dicho proceso, Cárdenas emergió como un actor trascendental que logró encabezar el descontento y que, además, fue objeto de un fraude electoral que demostró el agotamiento del régimen. Luego de este evento, Cárdenas instó a formar un partido que lograra conjuntar esfuerzos para hacer realidad los ideales de la revolución mexicana. Dentro de dicho esfuerzo el liderazgo natural fue el de Cárdenas Solórzano, desde el comité promotor hasta la Coordinación Nacional del partido y el primer Congreso Nacional.
Conseguida la construcción del nuevo partido, se dio paso al proceso articulatorio. El líder carismático y las fracciones fueron incluidos en los documentos básicos aprobados en el Primer Congreso Nacional. Es así que fruto de la génesis y del proceso articulatorio (1989-1990) el PRD dio lugar a una tendencia organizacional híbrida, debido a que el predominio inicial del líder carismático se vio acompañado de la presencia e importancia de grupos políticos (1990-1999).
Por ende, como muestra la tabla 13, el líder carismático dominó lo referido a la selección de dirigente nacional como "gran elector", con lo cual, pese a que la participación se fue ampliando (a partir de 1996 en que la militancia pudo elegir a su dirigente), la competitividad no tuvo lugar (excepto en 1999), ya que quien fue apoyado por Cuauhtémoc Cárdenas resultó triunfador. Respecto de la selección de candidato presidencial, ni en 1994 ni en el año 2000 hubo proceso interno, debido al poder del líder carismático y la ausencia de algún actor que le hiciera contrapeso. De ahí que el intento de Porfirio Muñoz Ledo terminó en su salida del partido.
En cuanto a la representación, los CEN de 1989 a 2002 han estado ocupados por integrantes con diversos orígenes políticos. Desde integrantes de la izquierda social, política o la Corriente Democrática emanada del PRI. Ahora bien, como muestra la tabla 14, 17 personas concentraron 42.75% de los lugares del CEN. Al respecto resaltan dos cuestiones; primero, que se trata de un periodo en que los grupos son flexibles; segundo, que entre esas 17 personas se encuentren individuos cuya cercanía con Cuauhtémoc Cárdenas en la mayor parte de la tendencia fue innegable (Ifigenia Martínez, Ricardo Valero, Roberto Robles, Saúl Escobar o Ricardo Pascoe).
En torno del control político, solamente el líder carismático (1991)30 y el dirigente en turno (1994)31 removieron dirigentes, aunque las fracciones ganaron al final de la etapa la posibilidad de incidir en la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia (CNGV), órgano encargado de aplicar sanciones al interior del PRD, como un signo de su creciente poderío.32
Así pues, los actores que se dieron cita al inicio, así como su articulación, dejaron una huella sobre el partido, predominando, en lo general, el líder carismático sobre las fracciones. Dicha situación cambió luego del año 2000, aunque desde 1999 se observaron algunos signos de la disminución de Cuauhtémoc Cárdenas frente a las fracciones.33
Ahora bien, el detonante del cambio fue la derrota electoral del año 2000 que redujo el poderío de Cárdenas Solórzano, al grado de desatar una lucha de poder interna entre éste y las fracciones. La segunda derrota electoral de Cárdenas Solórzano en las elecciones presidenciales con el PRD significó la última ocasión que las fracciones lo apoyaron. Esta situación mostró que, en términos electorales, el atractivo de Cárdenas llegó a su fin.
Dentro de la nueva etapa del PRD (2002-2011) existieron varios signos de la caída de Cárdenas Solórzano (sexto y octavo Congreso Nacional, elección de dirigencia en 2002), pero también existió evidencia de que las fracciones no cedieron el poder al liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, visualizado por muchos como sucesor del líder carismático (nombramiento de coordinadores parlamentarios de 2006 y 2012, relación del partido con el gobierno, alianzas con el PAN, modificación de reglas internas, entre otros). El haber extirpado a Cárdenas Solórzano del PRD fue una decisión de supervivencia organizativa, ya que el líder carismático no redituaba electoralmente a las fracciones y al partido, por lo cual optaron por volcarse en apoyo a una figura exitosa (Andrés Manuel López Obrador) sin cederle todo el control. La nueva etapa (2002-2015) estuvo caracterizada por el peso de las fracciones en el funcionamiento del PRD, dando lugar a otra tendencia organizacional en que predominó la élite nacional representada por dichos grupos.
Como muestra la tabla 15, las fracciones lograron despegarse del "gran elector", consiguiendo procesos competidos en los cuales no dependieron del carisma (2002, 2008, 2011); mientras que en otros casos lograron acuerdos internos debido al carácter extraordinario de la elección (2003) y planillas mayoritarias (2005, 2014 y 2015). Hasta 2008, la mayor parte de los procesos se dieron a través de la militancia, pero dadas las complicaciones generadas en esa justa interna se optó por virar hacia procesos indirectos (2011, 2014 y 2015). Respecto de la selección de candidato presidencial, no hubo proceso interno y, por consiguiente, competencia en 2006. Cuando Cárdenas Solórzano intentó lanzar su candidatura no fue apoyado por alguna fracción de peso importante, por lo que declinó en sus aspiraciones se alejó del partido. Sin embargo, en 2011 el partido tuvo un proceso en que, con base en encuestas, se consultó a la ciudadanía quién debía ser el candidato: López Obrador o Marcelo Ebrard. Empero, es significativo que fueron los grupos quienes aprobaron las "reglas del juego" para la contienda interna.
En cuanto a la representación, los CEN de 2002 a 2015 han sido ocupados por integrantes de diversos grupos internos. Se trata de grupos consolidados, diferente a la etapa anterior. Ahora bien, como muestra la tabla 16, cuatro grupos internos concentraron 68.46% de los lugares del CEN: Nueva Izquierda (31.51%), Izquierda Democrática Nacional (15.15%), Foro Nuevo Sol (13.33%) y Alianza Democrática Nacional (11.51%).
En torno del control político, en esta nueva etapa, se consolidó lo que comenzó a visualizarse en la etapa anterior: el dominio de las fracciones sobre la CNGV. Esta cuestión no es menor si se toma en cuenta que dicha instancia se encarga de velar por el cumplimiento de los estatutos y castigar en caso de ser necesario. Desde 2001 hasta la fecha los integrantes de dicha comisión han estado ligados a las fracciones, aun cuando estatutariamente se ha prohibido. Por otro lado, los grupos son los únicos capaces de remover dirigentes a través de la práctica informal conocida como quitapón, no el líder carismático ni la militancia.34
El PRD ha transitado de un partido con líder dominante a un partido de élite nacional en que las fracciones dominan la mayoría de los procesos internos. Exceptuando la candidatura presidencial que en 2006 quedó en manos del líder carismático (López Obrador) y que en 2012 se dirimió entre dos liderazgos (Ebrard y López Obrador), aunque cabe resaltar que los grupos pusieron las reglas del juego.
Notas para un balance
Como se pudo apreciar, los tres partidos han avanzado hacia una mayor distribución de poder, extirpando liderazgos en el caso del PRI (al menos hasta 2012) y el PRD, así como abriendo su juego interno a un mayor número de tomadores de decisiones en el caso del PAN. No obstante, los tres se encuentran distantes del caso ideal de partido con democracia de bases. Ahora bien, quiero concluir sentando cuatro discusiones derivadas de los hallazgos.
En primer lugar, la relación entre formalidad e informalidad. En este caso, lo informal pesó, como una suerte de reglas que se conocen, aceptan y reproducen en la organización, en los casos del PRI (1946-1990) y el PRD (1989-1999). En ambos casos en algún momento la informalidad se materializó en la existencia de un líder que eclipsó a la organización, siendo la presencia de un "gran elector" el clímax de ambos casos. Lo informal importa y mucho. De ahí que valdría la pena complejizar el modelo utilizado, debido a la diversidad encontrada en términos de la informalidad, el peso de los gobernadores en las estructuras partidistas, el tipo de grupos internos y el carisma existente.
En segundo lugar, la resistencia al cambio ligada a la rutinización formal o informal, es decir, a las normas y procedimientos ampliamente conocidas, aceptadas y seguidas.35 No es gratuito ni trivial que el cambio en el PAN y PRI se gestara después de la década de 1990. En ambos casos el cambio estuvo antecedido por más de cincuenta años de vida organizativa, lo cual habla de su rutinización. Mientras que en el caso del PRD su proceso de cambio (2000-2004) se dio previos once años de vida organizativa.
Por tanto, podemos decir que a mayor rutinización, menor oportunidad de cambio en cuanto a la distribución de poder.
En tercer lugar, la relación entre lo exógeno y lo endógeno en los cambios en cuanto a la distribución de poder. En el caso del PRI y el PAN el cambio estuvo alentado por pugnas internas previas al resultado electoral del 2000 que no hizo sino colocarlos ante nuevas realidades: ser partido de oposición y gobierno a nivel federal, respectivamente. En el caso del PRD el cambio inició con la derrota del 2000, a lo cual le siguió la pugna entre el líder y las fracciones que condujo a una nueva relación entre ambos. Así pues, para entender el cambio intrapartidario debemos atender la interrelación entre lo exógeno y lo endógeno, antes que la prevalencia de uno sobre otro.
Finalmente, contrario a lo comúnmente aceptado, en relación con que los partidos sean más eficaces requieren menor distribución de poder, la investigación da evidencia en sentido contrario. Los tres partidos ampliaron su distribución de poder luego del año 2000, es decir, pese a estar inmersos en un sistema de partidos competitivo, no retrocedieron a esquemas de concentración de poder previamente experimentados. Si bien este cambio se dio en diversa forma y fondo, no es despreciable que en el PAN la militancia elija a sus candidatos presidenciales (2005 y 2012) y dirigentes nacionales (2015), tampoco que en el PRD exista competencia por la candidatura presidencial (2012) o que en el PRI existiera competencia en su selección de dirigencia nacional (2002) y candidatura presidencial (2006) frente a situaciones anteriores que una élite, un líder carismático o una institución externa determinaron tales decisiones. Empero, no habría que echar las campanas al vuelo, ya que a los centros de poder les interesa sobrevivir organizativamente, si para ello deben distribuir un poco de poder no dudarán en hacerlo. Se ha tratado de decisiones de supervivencia organizativa; sin embargo, jamás soltarán por completo las riendas de la toma de decisiones. Aunado a ello, no se ha cerrado la posibilidad de experimentar procesos de regresión, tal es el caso del PRI con la llegada al Poder Ejecutivo, ya que su titular incidió en algunos procesos internos de 2012 a la fecha.