Introducción
Los datos más recientes muestran que, en 2013, la producción por habitante de Chiapas era 14% inferior a la de Oaxaca y no llegaba a representar más que 40% de la media nacional.1 La situación apenas mejora si se atiende a otros indicadores de pobreza y bienestar. Así, por ejemplo, Chiapas clasifica como la entidad con el índice de desarrollo humano (IDH) más bajo2 y con el más alto porcentaje de población en situación de pobreza multidimensional.3 En el índice de marginación sólo clasifica mejor que Guerrero,4 mientras que en el índice de rezago social supera a Guerrero y a Oaxaca.5
A ello se suman las marcadas disparidades de productividad existentes al interior del estado, que contribuyen a la generación de grandes desigualdades entre los residentes. El origen de estas diferencias internas hay que buscarlo en los procesos históricos que impusieron diversas formas de inserción de la población en el proceso de producción, conformando grupos con capacidades muy distintas de cara a su articulación con el sistema capitalista, y llevaron a la polarización de la economía chiapaneca. La apertura comercial de México, iniciada en la década de los ochenta y culminada con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), favoreció (o perjudicó) a los distintos grupos de población de manera desigual, acentuando el grado de heterogeneidad estructural en la zona. Como se muestra en este artículo, la condición étnica en una entidad como Chiapas es esencial para entender las diferencias en este contexto, ya que ha dado lugar a distintas formas y grados de participación en las dinámicas globales. Es importante mencionar que los pueblos indígenas de Chiapas no forman un grupo homogéneo. Entre ellos existen diferencias económicas, sociales y culturales. Sin embargo, comparten el rezago económico que los caracteriza frente al resto de la población.
El presente documento se orienta a evidenciar la existencia de un dualismo histórico e inducido en Chiapas, que se corresponde con la dicotomía indígena-no indígena, considerando que el atraso económico de los municipios indígenas es un problema multidimensional de profundas raíces históricas, en el que se conjugan factores económicos, sociales, políticos y culturales. Se argumenta que las economías indígenas no son unidades aisladas del sistema capitalista, sino que mantienen relaciones de subordinación con los municipios no indígenas, a nivel estatal, y con el resto de la economía nacional e internacional. La hipótesis de trabajo es que, con la inserción de la economía mexicana en la dinámica de la globalización neoliberal,6 el dualismo estructural se ha acentuado en Chiapas, operando en detrimento de las poblaciones indígenas, especialmente en aquellas variables más ligadas al mercado.
Para analizar esta cuestión, en primer lugar, se describen las categorías teóricas de dualismo y heterogeneidad estructural, así como los efectos que la globalización neoliberal ha tenido sobre las estructuras preexistentes en la entidad. Seguido a ello, se dan a conocer los datos y técnicas que se utilizan para verificar la hipótesis de trabajo, que consisten, fundamentalmente, en el análisis de la evolución de las variables componentes del índice de marginación y de los porcentajes de población en situación de pobreza a lo largo del periodo de 1990-2010. Posteriormente, se presentan los resultados obtenidos. El artículo finaliza con un apartado de reflexiones que retoma los conceptos teóricos de partida, a la luz de los resultados encontrados.
Dualismo, heterogeneidad estructural y globalización
El atraso económico de los indígenas de México ha sido explicado desde diversas disciplinas y con distintos enfoques. En este caso, se recurre a la categoría teórica de dualismo estructural, concebido como un hecho histórico e inducido, para evidenciar la brecha de desigualdad entre los municipios indígenas y no indígenas de Chiapas. El reciente proceso de globalización habría actuado en el sentido de ahondar ciertas diferencias asociadas al dualismo preexistente.
La literatura económica acerca del dualismo abarca desde los modelos de crecimiento endógeno de Lewis, Kuznets, Lydall o Ranis y Schultz, hasta las concepciones teóricas alternativas de Furtado, Pinto, Benetti o Castaingts. La noción de dualismo, tal y como la presenta Lewis,7 se basa en la asimetría de dos sectores de la economía nacional: un sector capitalista, moderno y dinámico; y otro, no capitalista, atrasado y estancado. En el sentido neoclásico, el sector atrasado corresponde al sector de subsistencia y el adelantado al capitalista. En el sector atrasado existe una oferta ilimitada de fuerza de trabajo en relación con el capital y a los recursos naturales. Este excedente de mano de obra hace que el producto marginal del trabajo sea cercano a cero en el sector de subsistencia, en tanto que en el sector moderno la productividad marginal es positiva. Dicho lo anterior, se establece que la salida del atraso económico para una economía que opera con un modelo dual tiene lugar a través de la transferencia de fuerza de trabajo desde el sector atrasado al capitalista. Es decir, la solución al atraso económico, establecida por Lewis, requiere cierta organización en el mercado laboral de ambos sectores que permita la expansión del sector industrial hacia el polo atrasado, absorbiendo el excedente de fuerza de trabajo proveniente del sector de subsistencia.
Entre las definiciones que acompañan la idea de Lewis8 se encuentran las expuestas por Kuznets,9 Lydall10 o Ranis y Schultz.11 En todas ellas se señala al dualismo económico como un problema de yuxtaposición entre dos sectores de la economía. La idea de yuxtaposición y/o separación entre dos sectores, territorios o grupos sociales limita el análisis del atraso económico de los pueblos indígenas. Aceptar la idea de una separación entre municipios indígenas y no indígenas reduce el problema de atraso y marginación a un hecho puramente económico y estático, dejando fuera una serie de aspectos históricos y estructurales que explican la raíz del escaso desarrollo de los municipios indígenas del estado de Chiapas. Asimismo, resultaría erróneo no tomar en cuenta el grado de heterogeneidad estructural de la economía chiapaneca.
En atención a esta carencia, se apela a las ideas de Furtado12 y Pinto13 en la explicación del atraso económico de los municipios indígenas. Estos autores defienden la coexistencia de distintos modos de producción (heterogeneidad estructural) en economías que deben ser concebidas dentro de un sistema de dependencia e interdependencia en una misma nación. De manera similar, Benetti14 habla de las economías subdesarrolladas duales, caracterizándolas como economías con una estructura particular, donde no sólo existe un sector moderno y otro atrasado, sino todo un conjunto de sectores significativos para el desarrollo y el crecimiento; concibe, por tanto, una economía nacional heterogénea donde las partes o sectores definen su naturaleza específica por sus relaciones recíprocas, sin las cuales dejan de existir como fenómeno específicamente determinado.
Esta idea de dualismo basada en elementos de coexistencia, interdependencia, relaciones recíprocas e interacción entre las partes, resulta sumamente fértil para el análisis que se pretende realizar. No obstante, obliga a remontarse hasta la época de la conquista y la colonia para un correcto entendimiento de la génesis de un dualismo inducido manifestado en el actual atraso económico de los pueblos indígenas de Chiapas ya que, como menciona Castaingts,15 el dualismo, en economías como la chiapaneca, es consecuencia de la historia y de las relaciones funcionales entre los sectores atrasados y adelantados.
Con la llegada de los españoles a tierras chiapanecas, en 1528, el territorio se reorganizó fragmentando a la población nativa e incentivando la creación de una periferia funcional en beneficio de la clase dominante.16 La apropiación de tierras productivas y el cobro de tributos fueron los primeros criterios de segregación. De acuerdo con García de León,17 a partir de la instauración del gobierno español se dieron los primeros desplazamientos de indígenas de la Selva Lacandona y de lugares cercanos a la laguna Miramar con el propósito de obligarlos a pagar tributo a la Corona española. La particularidad del caso chiapaneco, en contraste con el resto de México, radicó en que el cobro y manejo de los tributos estuvieron fuertemente ligados a intereses locales que dieron forma a un sistema tributario fraudulento,18 contribuyendo a la formación de la estructura económica dual de la entidad.
El cobro de una buena parte del tributo en dinero por la alcaldía mayor de Chiapas acentuó las relaciones de servidumbre de los indígenas a favor de empresas españolas. Rubio19 menciona que el control y administración del sistema tributario impuesto en la entidad impidió a los indígenas vivir en economías cerradas de autosuficiencia, articulándolas de manera desventajosa con el sistema dominante. Esta articulación operaba mediante intercambios comerciales nocivos para los nativos y el trabajo servil en diversas plantaciones o en haciendas ganaderas. La economía chiapaneca de 1680 dependía de la abundante fuerza de trabajo indígena.
La posterior independencia de México y la anexión de Chiapas al país no supusieron mayores cambios. En el plano económico, las relaciones de servidumbre continuaron y, mediante el “baldiaje”, los campesinos indígenas fueron sometidos y convertidos en peones acapillados o baldíos. La explotación de la población indígena se incrementó con el desarrollo de las fincas cafetaleras del Soconusco y la Lacandona. Los cafeticultores y madereros se aliaron con gente influyente de San Cristóbal de las Casas para que se comprometieran a enviar contingentes de trabajadores indígenas a las fincas a través del sistema de enganche. A finales del siglo xix, muchas haciendas de la región eran reservas de mano de obra indígena, destinadas a la exportación de trabajadores hacia la periferia del estado.
Durante el porfiriato, la concentración de tierras, favorecida por la acción de la Compañía de Tierras y Colonización de Chiapas, limitó cualquier posibilidad de desarrollo al interior de las comunidades indígenas al despojarlas de tierras comunales. Con el pretexto de reducir la propiedad particular de los terrenos baldíos, se autorizó la dotación de ejidos a los pueblos que carecían de tierras. Esta disposición de tierras “baldías” afectó de manera importante a los indígenas de Chiapas beneficiando enormemente a ciertos particulares. Entre 1875 y 1908, 27% de la superficie total del estado fue denunciada por compañías privadas. Casi dos millones de hectáreas de tierras supuestamente baldías fueron cedidas a compañías madereras, petroleras, caucheras y cafetaleras.20
La revolución de 1910-1917, que implicó transformaciones importantes en el resto de México, tuvo escasa incidencia en Chiapas. La élite local, formada por finqueros y rancheros, no sólo frenó los intentos de revolución, además impulsó movimientos contrarrevolucionarios. Ante cualquier conato de reparto de tierras, los finqueros se levantaban en armas junto con sus peones. Debido a ello, el ideal de la revolución mexicana no llegó a la entidad hasta el cardenismo. Guiteras21 señala que Cárdenas fue el único que pretendió darles tierras a los indígenas. Sin embargo, nuevamente la élite local frenó la acción agraria. La disputa por el control de la tierra se expresó en irregularidades jurídicas y litigios inconclusos, que aun ocasionan tensiones políticas y religiosas al interior de las comunidades indígenas.
Como expresa Villafuerte,22 en la estructura agraria de Chiapas inciden factores políticos e ideológicos que han persistido a lo largo de la historia. El problema agrario de la entidad está ligado a la escasez de tierra productiva y al acelerado crecimiento demográfico. La presencia de minifundios es la expresión latente de esta problemática.23 El levantamiento armado de 1994 evidenció la vigencia de estas cuestiones de antaño que permanecen sin resolver y que implican la exclusión y marginación de los indígenas.
En este trabajo se argumenta la existencia de un dualismo inducido en Chiapas con profundas raíces históricas, definido a través de la coexistencia de distintos modos de producción (heterogeneidad estructural), clasificados a groso modo en un sector desarrollado y otro rezagado, articulados a través de relaciones recíprocas (funcionales) entre las partes interconectadas de cada uno de estos. En términos generales, se subrayan como causas del dualismo los mecanismos de segregación y exclusión social asociados al territorio y a la condición étnica. Algunas de las particularidades del caso chiapaneco, en contraste con el resto de México, encuentran su origen en la etapa colonial, como ocurre con la implantación del esquema tributario cuasi-monetizado que obligó a los indígenas a insertarse en el sistema dominante de una manera desventajosa. Otras particularidades se deben, por ejemplo, a la tardía revolución y a la inconclusa reforma agraria que tuvieron lugar en la entidad y que fueron manipuladas en favor de los intereses económicos de la élite local.
La persistencia de estos viejos problemas asociados a la posesión y acceso a las fuerzas productivas en detrimento de la población indígena se hizo evidente en la coyuntura política de 1994, cuando el dualismo estructural de la entidad se acentuó por la forma de inserción de la economía mexicana a la dinámica de los mercados mundiales. La apertura comercial, específicamente la incorporación de México al TLCAN, y el involucramiento en el proceso de globalización por la vía neoliberal depararon efectos desiguales entre regiones del país y al interior de las propias regiones. Las entidades de la frontera norte aprovecharon mejor las oportunidades surgidas en el nuevo contexto. Su proximidad geográfica con el mercado de Estados Unidos, la capacidad adquirida para producir manufacturas y la disponibilidad de un sector agropecuario de alta productividad, fueron claves para ello. El sur del país, ubicado lejos de los nuevos mercados, mal comunicado, con una mano de obra menos cualificada, una industria manufacturera artesanal sin peso en la economía, un sector agrícola de bajísima productividad y acceso mínimo a los flujos de capital, no resultó atractivo para las dinámicas globales.24 A ello se sumó la necesidad de enfrentarse a sistemas que operan con otros estándares de productividad. De este modo, el aumento de la competencia debido a la liberalización de los mercados no sólo afectó negativamente a los productos agrícolas sino que también dificultó la emergencia de una industria de transformación.25 La globalización por la vía neoliberal ha generado zonas de inclusión y de exclusión, incrementando las desigualdades regionales,26 pero también intrarregionales. En Chiapas, la situación se complica al considerar la coexistencia de segmentos precapitalistas, no capitalistas, con capitalistas atrasados. En las áreas más rezagadas, donde predominan las relaciones precapitalistas, la descomposición de esas formas productivas se ha acelerado. La economía local indígena apenas produce bienes o servicios a los que se asigne valor fuera de su propia esfera, al tiempo que está sujeta a la economía nacional en la medida en que demanda algunos bienes de consumo de los que no puede autoabastecerse. Además, estas comunidades indígenas han dejado de corresponderse con la sociedad rural campesina dependiente del acceso a la tierra o que tiene a la agricultura como eje de la organización de la reproducción de la unidad doméstica.27 El rápido crecimiento poblacional, la inexistencia de nuevas tierras para la agricultura y la mínima incorporación de tecnología han llevado a situaciones de ultra-minifundismo y a la aparición de rendimientos decrecientes que han puesto freno a la expansión de la producción. Se ha llegado al punto en que la actividad primaria de las familias indígenas no garantiza su subsistencia, lo que obliga a completar sus ingresos con ayudas públicas y a su emigración fuera de las comunidades en busca de trabajos que reporten alguna remuneración.28
De esta manera, las nuevas lógicas de reproducción del valor y de reproducción social han reintegrado a los indígenas en los mercados de acumulación bajo la forma de mercancía, fuerza de trabajo, que reditúa beneficios tanto a las economías de destino como a las locales por medio de las remesas familiares.29
Técnicas de análisis y fuentes de información
Con el fin de verificar si en las décadas más recientes se han acentuado ciertas diferencias estructurales entre las áreas más y menos rezagadas de Chiapas, así como la coincidencia de estas zonas con las habitadas por población indígena; en primer lugar, se comprueba la dirección y la intensidad de la relación que mantienen distintos indicadores de bienestar con los porcentajes de población indígena. Este análisis se realiza a nivel municipal para los años 1990, 2000 y 2010.
Como indicador de la proporción de indígenas residentes en cada municipio se utiliza el porcentaje de población que habla alguna lengua indígena. Al respecto de esta variable, CDI-PNUD30 señala que “la lengua se constituye en un instrumento útil para identificar a la población indígena, sin embargo la limitación del universo indígena a la población que habla lengua indígena puede ser una restricción con importantes consecuencias”. Pese a estos inconvenientes, el tratamiento que se pretende realizar con esta variable -medida en términos relativos para todos los municipios-, así como la práctica habitual de asociar ambas características, lleva a la elección del número de hablantes de lengua indígena como indicador aproximado del tamaño real de su población. El porcentaje de residentes que habla lengua indígena en cada municipio de Chiapas se conoce a partir de los datos de los censos de población.31
Los indicadores de bienestar a los que se recurre son: el índice de marginación (IM), disponible para los años 1990, 2000 y 2010;32 el índice de rezago social para 2000 y 2010;33 el índice de desarrollo humano de 2000 y 2010;34 los porcentajes de población en situación de pobreza alimentaria, de capacidades y de patrimonio de los años 1990, 2000 y 2010;35 y el porcentaje de población en pobreza multidimensional de 2010.36 La relación entre estos indicadores y el porcentaje de indígenas se mide a través del coeficiente de correlación lineal de Pearson, r, que se calcula como la covarianza de las variables dividida por el producto de sus desviaciones estándar, y que toma valores comprendidos entre -1 y 1, indicando ausencia de relación entre las variables en caso de ser igual a 0, y mayor intensidad de la relación a medida que se aproxima a 1 o -1. El signo del coeficiente muestra el sentido de la relación: directa si es positivo, e inversa si es negativo.
Una vez comprobada la relación entre la condición indígena de los residentes y la pobreza, el menor desarrollo, la marginación, etc., así como la persistencia de estas relaciones a lo largo del tiempo, se analiza la distribución por municipios y la localización espacial de aquellos que presentan mayores y menores porcentajes de indígenas. Como se verá, existe una dicotomía muy marcada a este respecto, que da lugar a una concentración de municipios con altos porcentajes de residentes indígenas en regiones muy específicas del territorio chiapaneco.
Finalmente, se indaga qué variables específicas definen la estructura dual que se ha descrito, que cabe esperar se haya profundizado en las últimas décadas y que opera con fuerza a través de la pertenencia étnica. Para ello, se presta atención a los indicadores que contienen información para el periodo temporal más amplio, desde 1990 a 2010, que son: el IM y los porcentajes de población en pobreza alimentaria, de capacidades y de patrimonio. El porcentaje de pobreza alimentaria, por ejemplo, muestra la proporción de residentes que no pueden adquirir la canasta básica alimentaria, aun si hicieran uso de todo el ingreso disponible en su hogar en comprar sólo los bienes de dicha canasta. Para medir la pobreza de capacidades y de patrimonio se añaden más elementos a esa canasta (salud, vestido, vivienda,…) pero, en esencia, se trata de indicadores del ingreso de las familias. Por otra parte, el IM se compone de cuatro dimensiones y nueve variables: educación (descrita por dos variables), vivienda (cinco variables), distribución de la población (una variable) e ingresos monetarios (una variable). Esta última dimensión, medida a través del porcentaje de población ocupada con ingresos de hasta dos salarios mínimos, debería presentar un comportamiento semejante al de los porcentajes de pobreza, ya que también expresa capacidad de ingreso, aunque sólo sea a través del factor trabajo. Además, es la dimensión que mantiene un vínculo más estrecho con las dinámicas de mercado, por lo que podría mostrar tendencias diferentes y arrojar luz sobre la hipótesis de trabajo.
Para facilitar la comparación de los niveles y evoluciones de las distintas carencias, los municipios se agrupan en tres estratos (a, b y c) en función del porcentaje de indígenas residentes. El hecho de que los municipios de Chiapas se caractericen por tener porcentajes muy altos o muy bajos de indígenas ayuda a definir estos estratos. Hay pocos casos con porcentajes similares de uno y otro grupo. Incluso en estos últimos municipios, la heterogeneidad y mezcla no es más que aparente, resultando de la agregación de localidades o barrios marcadamente indígenas con otros no indígenas. De esta manera, se definen los tres conjuntos siguientes: a) de “municipios no indígenas”, formado por los 60 municipios que en 2010 contaban con menos de 10% de población que decía hablar lengua indígena; b) integrado por 37 municipios que en 2010 tenían entre 10 y 90% de hablantes de lengua indígena; y c) de “municipios indígenas”, con más de 90% de población hablante de lengua indígena (21 municipios). Cabe destacar que estos grupos, establecidos a partir de los datos de 2010, se corresponden casi perfectamente con los que se pueden obtener para 1990 y 2000 siguiendo el mismo criterio.37
Los porcentajes de pobreza y las nueve variables que integran el IM se recalculan para los tres conjuntos de municipios. Esta información permite comparar las carencias entre grupos. A partir de lo argumentado, cabe esperar que los rezagos sean mayores en el grupo c) y menores en el a). Los valores correspondientes al grupo b) deberían situarse entre los de c) y los de a). Además, facilita el análisis de la evolución de las carencias a lo largo del tiempo, que, según la hipótesis de trabajo, deberían reducirse más en el grupo a) que en el c), especialmente en aquellas variables más ligadas a las dinámicas del mercado. Con el fin de estudiar estas evoluciones temporales se recurre al concepto de variación relativa o tasa de variación:
que arroja resultados adimensionales, a los que no se asocian unidades de medida, siendo esto lo que hace posible la comparación de sus valores.
Los comentarios de estos resultados se complementan con información recabada en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas acerca de la actividad laboral que desempeñan los indígenas residentes, así como los que se desplazan desde los municipios cercanos hasta este núcleo urbano, que funge como cabecera de la región Altos.38
Resultados: evidencia de dualismo y del desigual impacto de la globalización neoliberal
Los datos del Cuadro 1, con coeficientes altos, más próximos a la unidad que a cero, muestran la existencia de relaciones bastante intensas entre la composición étnica y los distintos indicadores de bienestar mencionados. En aquellos municipios donde reside un mayor porcentaje de población que habla lengua indígena, se observa mayor marginación, rezago social y pobreza, así como menores niveles de desarrollo humano. Además, estas relaciones se mantienen a lo largo del tiempo. No existe una tendencia unánime hacia la intensificación o el debilitamiento de las relaciones, siendo su persistencia la característica más destacable.
1990 | 2000 | 2010 | |
---|---|---|---|
Índice de marginación | 0.737 | 0.716 | 0.715 |
Índice de rezago social | --- | 0.749 | 0.809 |
Índice de desarrollo humano | --- | -0.812 | -0.755 |
Pobreza alimentaria | 0.654 | 0.617 | 0.734 |
Pobreza de capacidades | 0.642 | 0.602 | 0.705 |
Pobreza de patrimonio | 0.607 | 0.569 | 0.617 |
Pobreza multidimencional | --- | --- | 0.622 |
Fuente: elaboración propia a partir de las fuentes de datos señaladas en las notas a pie de página. 29 a 33.
Al menos en el caso de los municipios de Chiapas, la pertenencia étnica se revela como un factor clave en la determinación de las condiciones de vida. El dualismo comentado encuentra un paralelismo claro en la dicotomía indígena-no indígena. El caso es que la diferenciación étnica por áreas geográficas es muy marcada en el estado. Como se observa en la Gráfica 1, en el año 2010, prácticamente la mitad de los municipios tenía menos de 10% de residentes indígenas. En el otro extremo, se encuentran 22 municipios en los que más de 90% de los residentes hablaban lengua indígena. Esta polarización facilita la identificación de aquellos municipios en los que cabe esperar mayores rezagos estructurales, así como dinámicas diferenciadas en las últimas décadas. Cabe señalar, además, que estos 22 municipios, así como los 36 con porcentajes de indígenas comprendidos entre 10 y 90%, o los 60 municipios sin apenas indígenas, se localizan en regiones espacialmente bien definidas. En concreto, la zona de mayor concentración de población indígena se corresponde con la antigua región de Los Altos y el noroeste de la Selva (Mapa 1), que a partir de 2011 pasaron a denominarse regiones Altos Tsotsil-Tseltal y Tulijá Tseltal Chol, respectivamente. En la mitad sur del estado, las regiones Soconusco, Istmo Costa, Sierra Mariscal, Frailesca, Meseta Comiteca Tojolabal, Metropolitana y Valles Zoque, así como en la región Norte, la proporción de indígenas residentes es mínima.
Fuente: Elaboración propia con el programa sCINCE 2010 del INEGI y datos del Censo de población y vivienda 2010.
Al prestar atención a los niveles y a la evolución de las variables componentes del IM (Cuadro 2) se advierte el importante rezago estructural que padecen los municipios indígenas en relación a los otros dos grupos, pero especialmente al de municipios con menor proporción de residentes indígenas. El porcentaje de población de 15 años o más analfabeta era más del doble entre los indígenas, tanto en 1990 como en 2010. El ritmo de reducción de esta carencia fue idéntico en los tres grupos de municipios. Situaciones y dinámicas similares se observan para el resto de variables. Los rezagos que afectan a la población sin primaria completa, viviendas sin drenaje ni excusado, y viviendas sin energía eléctrica se redujeron ligeramente menos en los municipios indígenas; que, en cambio, disfrutaron de mayores avances en términos de viviendas sin agua entubada y viviendas con piso de tierra. Dos variables se redujeron a un ritmo sustancialmente menor en el grupo indígena: el porcentaje de viviendas con algún nivel de hacinamiento y la población en localidades con menos de 5 000 habitantes. Finalmente, una carencia incluso aumentó, mientras se reducía en el resto de la entidad: el porcentaje de población ocupada con ingreso de hasta dos salarios mínimos.
Componentes del IM | Grupo | 1990 | 2000 | 2010 | Variación relativa |
---|---|---|---|---|---|
% de población de 15 años o más analfabeta | a) | 21.74 | 16.77 | 12.99 | -40.25 |
b) | 39.19 | 29.64 | 22.75 | -41.95 | |
c) | 56.29 | 45.58 | 33.72 | -40.10 | |
% de población de 15 años o más sin primaria completa | a) | 55.40 | 44.22 | 32.11 | -42.05 |
b) | 71.64 | 58.80 | 42.95 | -40.05 | |
c) | 79.58 | 68.42 | 51.23 | -35.63 | |
% ocupantes en viviendas sin drenaje ni excusado | a) | 33.33 | 14.06 | 3.39 | -89.82 |
b) | 46.74 | 22.64 | 6.24 | -86.66 | |
c) | 78.14 | 40.61 | 10.23 | -86.91 | |
% ocupantes en viviendas sin energía eléctrica | a) | 23.34 | 8.33 | 2.13 | -90.85 |
b) | 47.10 | 15.81 | 5.71 | -87.87 | |
c) | 65.35 | 23.79 | 7.63 | -88.32 | |
% ocupantes en viviendas sin agua entubada | a) | 40.13 | 26.36 | 24.29 | -39.47 |
b) | 41.58 | 18.18 | 15.55 | -62.60 | |
c) | 52.57 | 32.42 | 27.99 | -46.76 | |
% viviendas con algún nivel de hacinamiento | a) | 71.03 | 61.00 | 48.33 | -31.96 |
b) | 77.06 | 70.01 | 60.14 | -21.96 | |
c) | 83.78 | 78.50 | 71.95 | -14.12 | |
% ocupantes en viviendas con piso de tierra | a) | 37.70 | 28.39 | 12.36 | -67.21 |
b) | 63.13 | 52.52 | 18.07 | -71.38 | |
c) | 88.70 | 82.01 | 25.48 | -71.28 | |
% población en localidades con menos de 5,000 habitantes | a) | 56.18% | 50.40 | 47.03 | -16.29 |
b) | 75.58% | 69.62 | 65.19 | -13.74 | |
c) | 97.60% | 95.48 | 90.73 | -7.04 | |
% población ocupada con ingreso de hasta dos salarios mínimos | a) | 76.34% | 70.93 | 62.56 | -18.04 |
b) | 83.75% | 81.90 | 77.98 | -6.89 | |
c) | 91.71% | 90.26 | 92.56 | 0.93 |
Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes de datos señaladas en la nota a pie de página número 31.
La variable más ligada a las dinámicas del mercado, que refleja la capacidad de obtener ingresos mediante el factor productivo más abundante en esta población, lejos de mejorar, sufrió un deterioro, ampliando la brecha existente en las condiciones de vida de los municipios indígenas y no indígenas de Chiapas. En 2010, 92.56% de los ocupados residentes en municipios indígenas tenía un ingreso que no superaba los dos salarios mínimos.
Esta evolución tiene reflejo en los porcentajes de pobreza (Cuadro 3), que aumentaron en los municipios indígenas mientras se reducían (o aumentaban menos) en aquellos con menor proporción de indígenas. En los primeros, la pobreza alimentaria se elevó desde 66.58% en 1990 hasta 77.79% en 2010. En los segundos incluso se redujo (de 38.64% a 37.44%). Lo mismo ocurrió con la pobreza de capacidades. La pobreza de patrimonio experimentó variaciones menores; no obstante, ilustra las condiciones de vida de los indígenas chiapanecos: en 2010, 95.79% no podían adquirir la canasta alimentaria, así como realizar los gastos necesarios en salud, vestido, vivienda, transporte y educación, aun utilizando la totalidad del ingreso del hogar en la adquisición de estos bienes y servicios.
Variables | Grupo | 1990 | 2000 | 2010 | Variación relativa 1990-2010 |
---|---|---|---|---|---|
% Población en pobreza alimentaria | a) | 38.64 | 43.65 | 37.44 | -3.10 |
b) | 52.28 | 64.92 | 58.34 | 11.59 | |
c) | 66.58 | 78.94 | 77.79 | 16.83 | |
% Población en pobreza de capacidades | a) | 47.76 | 52.68 | 47.46 | -0.63 |
b) | 61.34 | 72.12 | 67.44 | 9.94 | |
c) | 74.54 | 84.78 | 85.11 | 14.17 | |
% Población en pobreza de patrimonio | a) | 69.51 | 73.15 | 70.97 | 2.11 |
b) | 80.41 | 86.08 | 84.85 | 5.51 | |
c) | 89.18 | 94.41 | 95.79 | 7.41 |
Fuente: Elaboración propia a partir de la fuente de datos señalada en la nota a pie de página número 32.
Como se planteaba en la hipótesis de trabajo, en las últimas décadas, el dualismo estructural de la economía chiapaneca parece haberse acentuado, operando en detrimento de las poblaciones indígenas, especialmente en aquellas variables más ligadas al mercado, como son los salarios. Las otras componentes del IM siguen presentando brechas muy importantes, que en unos casos han tendido a cerrarse y en otros a ampliarse, aunque levemente. En el mejor de los casos, no parece que el proceso de globalización por la vía neoliberal haya reportado beneficios para estos enclaves precapitalistas, conectados de manera asimétrica con el resto de la economía estatal y nacional. Al contrario, la escasez de tierras, la caída de los precios del café, la crisis de producción de granos básicos, sumado a la guerra de baja intensidad y a los conflictos político-religiosos de las comunidades, han reducido las oportunidades de generación de ingreso. Como también señalan Martínez y Peláez39 o Villafuerte,40 la expansión de las ayudas gubernamentales no ha impedido que las cifras de pobreza continúen aumentando.
En este escenario, la estrategia de sobrevivencia de estas poblaciones se ha basado en la emigración. En los últimos años, un importante número de indígenas se ha desplazado desde las áreas rurales hacia las ciudades del estado. En los municipios de origen, el empleo se concentra en el sector primario y por encima de 80% de los ocupados tiene ingresos inferiores a dos salarios mínimos (Cuadro 4). Concretamente, en 18 de los 22 municipios de amplia mayoría indígena, más de 90% de los ocupados cobra menos de dos salarios mínimos.
Municipio | Porcentaje de población ocupada que trabaja en cada sector de actividad económica | |||
---|---|---|---|---|
Primario | Secundario | Comercio | Servicios | |
El Bosque | 86.85 | 4.42 | 2.44% | 5.81 |
Chalchihuitán | 94.22 | 1.35 | 0.54 | 1.84 |
Chamula | 63.48 | 18.71 | 11.39 | 6.04 |
Chanal | 94.78 | 1.59 | 0.44 | 2.74 |
Chenalhó | 80.52 | 11.80 | 2.31 | 4.79 |
Chilón | 85.50 | 3.50 | 2.50 | 7.67 |
Huixtán | 84.72 | 7.62 | 1.49 | 4.67 |
Larráinzar | 75.46 | 16.63 | 2.05 | 4.97 |
Mitontic | 80.54 | 9.38 | 4.37 | 4.31 |
Ocotepec | 75.37 | 8.84 | 3.85 | 11.00 |
Oxchuc | 90.20 | 1.74 | 0.87 | 6.93 |
Pantelhó | 81.71 | 6.75 | 4.87 | 6.21 |
Sitalá | 87.55 | 3.43 | 2.81 | 4.87 |
Tapalapa | 67.14 | 8.66 | 5.63 | 15.80 |
Tenejapa | 88.02 | 3.94 | 2.18 | 5.11 |
Tila | 82.48 | 4.71 | 4.23 | 8.58 |
Tumbalá | 86.00 | 2.24 | 2.68 | 8.39 |
Zinacantán | 65.52 | 12.62 | 15.71 | 5.73 |
San Juan Cancuc | 96.45 | 1.30 | 0.60 | 1.51 |
Aldama | 92.43 | 3.46 | 0.93 | 2.34 |
San Andrés Duraznal | 85.90 | 5.81 | 3.08 | 4.41 |
Santiago el Pinar | 93.63 | 3.11 | 0.44 | 2.37 |
San Cristóbal de las Casas | 11.11 | 19.02 | 19.71 | 49.21 |
Tuxtla Gutiérrez | 1.50 | 17.16 | 22.85 | 57.51 |
Chiapas | 42.76 | 13.51 | 13.86 | 29.04 |
Fuente: Elaboración propia con datos del Censo de población y vivienda 2010 del INEGI.
No obstante, su llegada a los núcleos urbanos y la consecuente sustitución de las actividades agrícolas por las relacionadas con el sector terciario, destacando el comercio, tampoco ha supuesto una mejora significativa de sus condiciones de vida. Su situación específica en los municipios de destino, donde son minoría, no es la que indican las cifras promedio, en las que aparecen mezclados con el resto de la población. Estrada ya encontraba que los indígenas residentes en la ciudad de San Cristóbal de las Casas se ocupaban, principalmente, en las actividades de servicio doméstico, construcción (como albañiles), turismo, comercio y transportes.41
Se ha podido comprobar que en la actualidad, el trabajo doméstico en la ciudad está saturado. No obstante, sigue representando la principal puerta de entrada de las mujeres indígenas al trabajo urbano. Los empleos pueden ser permanentes (de planta), por jornada (de entrada por salida), o por actividad: lavando y planchando. Las jornadas laborales son de más de ocho horas, sin contrato, sin seguro social, sin día de descanso pagado, sin vacaciones y con un salario inferior al mínimo.
Para los varones indígenas, la construcción es la fuente de empleo más importante, desempeñándose básicamente como albañiles y peones. Sus empleos son temporales, de uno a seis meses de duración según el contrato acordado y el tipo de obra a realizar. Otras actividades relevantes, guardan relación con el turismo, donde los indígenas son un gancho para los visitantes europeos y estadounidenses, al tiempo que representan un insumo barato para las empresas dedicadas a esta actividad, que los integran como meseros, mozos, bodegueros, empleados de mostrador, jardineros, sirvientes, cocineros, cargadores o elementos de escaparate. Las condiciones laborales en que se desempeñan son precarias. Se les contrata de palabra, sin contrato que proteja sus Kderechos, siendo los patrones los que deciden la temporalidad y duración de las jornadas laborales.
El comercio informal, en un lugar establecido, por parte de los indígenas es resultado de la apropiación de espacios económicos por líderes indígenas. En las plazas y mercados establecidos se comercializa todo tipo de bienes, incluyendo artesanías. Actualmente existen organizaciones sociales que controlan el acceso a estos mercados, beneficiando a un número reducido de indígenas migrantes, pero excluyendo a un porcentaje importante de la población de comercializar sus productos en estos lugares. A estos obstáculos se suma el intermediarismo, debido a la creación de cooperativas de transporte que comunican los parajes indígenas con las cabeceras municipales y con el centro rector de la región.
En cualquiera de los casos, el reducido dinamismo de las ciudades de Chiapas se ha constituido en el principal factor limitativo de la estrategia de migración rural-urbana. Los núcleos urbanos han sido incapaces de generar los suficientes empleos de calidad como para absorber a la población excedente de las áreas rurales. Esto ha obligado a los indígenas, pero también a los no indígenas, a buscar alternativas lejos de la entidad, ya sea en la construcción o en el sector servicios de la Riviera Maya, en la maquila de la Frontera Norte, en el Distrito Federal o, superando la frontera nacional, en los Estados Unidos de América, como detallan algunas investigaciones.42 Esta solución tiene el claro inconveniente del desarraigo y la descomposición de los núcleos familiares, ya que los emigrantes, en muchas ocasiones, no viajan en compañía de sus parientes, que quedan en Chiapas a la espera de noticias y remesas.
Reflexiones finales
Como se ha mostrado, Chiapas es un estado altamente heterogéneo, con un modelo económico dual en el que la exclusión social está asociada al territorio y a la condición étnica. El atraso económico de los pueblos indígenas es un problema multidimensional con profundas raíces históricas, que se ha agravado en las últimas décadas. Se habla de la existencia de un dualismo estructural inducido a partir de hechos históricos que explican la escasa dotación y desarrollo de las fuerzas productivas de las economías indígenas. La brecha entre los municipios indígenas y no indígenas de la entidad, lejos de cerrarse, ha continuado creciendo a partir de la inserción de la economía mexicana a la dinámica de la economía mundial, especialmente en aquellos aspectos más ligados a la acción del mercado: los salarios, en particular, y la generación de ingresos, en general.
La concentración de indígenas en el sector informal evidencia las contradicciones del modelo de articulación y la incapacidad de la economía rectora para dar empleo a los excedentes de mano de obra rural. Retomando las ideas del dualismo clásico de Lewis (1954), el polo dinámico debería absorber el exceso de mano de obra del polo atrasado. Sin embargo, en el actual contexto de globalización neoliberal, la periferia no sólo carece de ciudades dinámicas sino que, además, soporta un crecimiento de la población explosivo debido a que su transición demográfica no se ha dado de forma endógena, a diferencia de lo ocurrido en los países pioneros en la industrialización.
En el actual esquema global, la inserción en mercados laborales dinámicos, del centro del sistema o de los enclaves en la periferia, requiere migraciones de más larga distancia, siendo esta estrategia de sobrevivencia la que se ha acabado imponiendo en los años más recientes ante el deterioro de los mercados locales y la limitada capacidad de las políticas públicas para mejorar las condiciones y combatir los rezagos heredados. Las implicaciones de estos cambios en los patrones de reproducción social de las poblaciones indígenas están por ver, pero sin duda, resultarán importantes ya que suponen alteraciones fundamentales en comunidades para las cuales “la tierra y el territorio son más que trabajo y alimento: son también cultura, comunidad, historia, ancestros, sueños, futuro, vida y madre”, como menciona Aubry.43