El capital mismo es la contradicción en proceso,
[por el hecho de] que tiende a reducir a un mínimo
el tiempo de trabajo, mientras que por otra parte
pone al tiempo de trabajo como única medida
y fuente de la riqueza.
Max1
Las migraciones en esta perspectiva
Constituyen un campo fundamental de investigación:
no hay capitalismo sin migraciones.
Mezzadra2
Introducción
Este artículo de dos plumas deriva de dos preocupaciones sociológicas: la situación de acogida y atención que viven migrantes (o transmigrantes centroamericanos) en México, como es el caso de la experiencia pastoral del Padre Solalinde “Hermanos en el camino” en Ixtepec (Oaxaca) y la imperiosa necesidad teórica de comprender la articulación entre las migraciones contemporáneas, sus crisis, sus éxodos y sus caravanas, y el contexto económico y político actual que solemos descifrar a través del concepto de globalización.3 Cada año, en Ixtepec, migrantes, principalmente centroamericanos en tránsito, llevan a cabo una ceremonia, el viacrucis del migrante, para significar su experiencia de éxodo y la compasión que esperan encontrar por ello. Lo anterior constituye uno de los antecedentes para comprender la genealogía de las caravanas centroamericanas iniciadas en octubre de 2018. Asimismo, consideramos importante emprender una reflexión que permita remozar la histórica relación existente entre capitalismo y migraciones, la cual tiene epicentro la recomposición social de las formas del trabajo. Esta consiste en la liberalización de esta institución implicando el fin paulatino del modelo del trabajo asalariado, de los empleos estables y la precarización de las condiciones laborales.
Por tanto, este artículo procura explorar el siguiente campo problemático relacionado con las migraciones internacionales en tiempo del capitalismo contemporáneo y ejemplificado en el dramático viacrucis de las llamadas caravanas centroamericanas, entre octubre de 2018 y enero de 2019:
En primer lugar, conviene aclarar que nuestra reflexión no busca entender a las caravanas solamente como un fenómeno de emergencia humanitaria que induzca respuestas de una gobernanza humanitaria,4 sino procura problematizarlo como síntoma de una crisis correspondiente al declive del modelo neoliberal como rostro contemporáneo del capital. Ante la magnitud de este reto teórico, no huelga decir que tan solo podemos señalar algunas pistas de análisis para reflexionar, más allá de dicha emergencia. Una de ellas tiene que ver con la ya mencionada dislocación creciente de la relación migración-trabajo como resultado de la transformación del capitalismo contemporáneo en una forma global y financiera. Otra refiere a la desaparición paulatina del trabajo asalariado y su transformación en formas de autoempleo y autoexplotación (con la proliferación de la uberización de los servicios a la persona). El trabajo como institución aparece cada vez fragmentado y sus formas de ejecución se dividen entre cada vez más aspirantes. Por tanto, hemos de preguntarnos si entregar comida a domicilio, ser taxista a destajo o si vender chicles y lavar parabrisas en la calle constituyen realmente empleos o bien son ante todo el signo de una precariedad laboral. Asimismo, hemos de preguntarnos, bajo este contexto laboral, qué sucede cuando existen aspirantes a ocupar estos empleos que proceden del exterior de las fronteras nacionales de países como México o los Estados Unidos. La observación indirecta5 de las caravanas de centroamericanos que pretendieron transitar por México para llegar a los Estados Unidos y conseguir allí una vida mejor, es decir, un trabajo estable, constituye otra cara del problema para analizar dicha dislocación.
Y en segundo lugar, expresar las problemáticas migratorias en términos de “caravanas”, “éxodos”, “desplazamientos forzados”, “viacrucis” o “patologías sociales”6 induce un giro semántico que consiste en mostrar el rostro de lo que en realidad las migraciones son: esto es, un proceso anónimo de expulsión7 de un país hacia otro, en una situación de macro dependencia económica como es el caso de México y Centroamérica frente a los Estados Unidos. Para ello, pretendemos recuperar una vertiente de la crítica del capital que elabora Marx a través del concepto de valor y constituye lo que algunos autores, como Robert Kurz,8 consideran el perfil “esotérico” (es decir, no tradicional) de la obra de Marx.9 Consideramos que esta fuente constituye el asidero heurístico de nuestra argumentación.
En otras palabras, planteamos articular la observación del ritual del viacrucis del migrante que se celebra, año con año, a través de la experiencia pastoral del padre Alejandro Solalinde en Ixtepec (Oaxaca) con una reflexión inspirada en la crítica del valor (i.e. wertkritik) que encuentra su origen en la parte “esotérica” de la obra de Marx y cuyas hipótesis se trasladan al campo de una economía política de las migraciones contemporáneas. Es importante tener en cuenta que dicha etnografía constituye un antecedente objetivo para entender el significado de la experiencia colectiva vivida en las caravanas a partir de octubre de 2018. En otros términos, este artículo cobra dos formas: 1) una investigación en curso sobre el viacrucis del migrante y a partir de ello, y 2) un ensayo teórico para echar luz sobre lo que la etnografía pone de manifiesto mas no explica. Compaginamos, así, la descripción con el concepto. El testimonio tanto como la teoría.
Sin embargo para lograr este cometido, conviene enfrentar y superar dos problemas magnos: la tiranía de las emociones que expresa el sensacionalismo periodístico que crea simpatía y empatía artificiales para con los migrantes centroamericanas en tránsito hacia ningún destino,10 por un lado; y el sospechocismo (por no decir el complotismo) malévolo y conservador que consiste en negar la cruda realidad migratoria al responsabilizar al otro migrante por la desdicha que sufre, logrando así poder lavarse la mano ante cualquier responsabilidad posible y guarecerse, además, bajo la sombra de la respetabilidad moral, por otro. Dichos problemas constituyen un reto político que consiste en La inclusión del otro.11
El artículo se conforma de tres apartados. El primero es descriptivo y procura relatar y comentar los principales episodios de las caravanas centroamericanas acaecidos, entre octubre de 2018 y marzo de 2019; el segundo se centra en una lectura antropológica de la dinámica religiosa, social y política de las caravanas y por ello gira en torno del concepto de “viacrucis del migrante” (como bien hubiese dicho Clifford Geertz, se trata de un concepto cercano a la experiencia de las propias personas en situación migratoria) cuyas formas y significados explora y se analizan en el apartado dedicado al padre Solalinde, y el tercer apartado emprende la construcción de un camino de interpretación teórica acerca del devenir de las migraciones contemporáneas y consiste en echar mano de algunos textos de la obra de Marx y comentarios sobre estos para dimensionar el problema que subyace el desplazamiento de personas de un lugar a otro, al tiempo que no supera el capitalismo actual las crisis financieras que produjo; desconocemos aun si se trata de su colapso terminal como forma hegemónica de organización social y producción o su regeneración, a través de la emergencia de una nueva forma de dominación. Consideramos que las caravanas despertaron una serie de signos que constituyen buenos indicadores para comprender lo que está en juego hoy en día, cuando de migraciones internacionales estamos hablando.
Las caravanas centroamericanas con rumbo a los Estados Unidos, octubre de 2018-marzo de 2019
Primero que nada y para contextualizar el paso de las llamadas caravanas por el territorio mexicano, es importante enfatizar el surgimiento y/o el afianzamiento de un fenómeno de triangulación geopolítica en los procesos migratorios. Con ello se toca el tema de los territorios de tránsito (regiones, países y zonas de tránsito que recorren los migrantes para llegar a su destino) entre los países de salida y destino con las interacciones que se despliegan en ellos y la extraterritorialidad creciente de las políticas migratorias de los Estados Unidos, así como de la Unión Europea. He ahí el caso de las caravanas de personas centroamericanas de octubre de 2018 y marzo de 2019 y su paso accidentado por México12 que pusieron de relieve, muy a su pesar, el tema de la externalización de políticas migratorias (reducidas en realidad a acciones de control de los flujos migratorios) de los países del primer mundo hacia países fronterizos o periféricos obligados o incitados estos a adoptar dichas políticas como si fueran expresión de su propia soberanía nacional. En este sentido, todo el territorio mexicano se ha convertido en una amplia frontera al servicio de políticas dictadas desde la Casa Blanca y México en un tercer país seguro.
Si bien las redes sociales tienen un formidable poder de convocatoria para hacer brotar protestas sociales en tiempos y espacios menos esperados o escasamente propicios, es difícil imaginar que solo dicho poder haya podido provocar la partida el 12 de octubre de 2018 de varios cientos de hondureños, originarios principalmente de San Pedro Sula, y entre los cuales corrió la voz sobre la necesidad de huir de la violencia y la pobreza que aquejan a esta región de Honduras, desde hace años. Otras explicaciones ha de haber; otras contingencias se suscitaron; otros factores y agentes intervinieron en ello para que terminemos de pensar, como nos han acostumbrado los medios masivos, que los sucesos migratorios no son repentinos, no caen del cielo como si fueran fenómenos naturales. Podríamos decir que existen elementos superficiales y otros más profundos, sucesos contingentes por un lado y hechos estructurales por otro. Trataremos a continuación de tener en cuenta y analizar el contraste entre superficie y profundidad, fenómeno y proceso.
Para iniciar este relato,13 precisa señalar algunos hechos claves. Entre octubre de 2018 y marzo de 2019, se suscitaron 6 situaciones de desplazamiento de población cuya geografía se extendió desde el triángulo norte de Centroamérica hasta la frontera Estados Unidos-México, en Tijuana. La ruta de la primera caravana del pasado 12 de octubre recorrió el siguiente itinerario conformado por las localidades y ciudades: partió de San Pedro Sula y atravesó sucesivamente Santa Rosa de Copán, Ocotepeque (Honduras), Esquipulas, Ciudad de Guatemala, Ciudad Tecún Umán (Guatemala), Ciudad Hidalgo, Arriaga, Juchitán, Mapastepec, Pijijiapan, Sayula de Alemán, Córdoba, Ciudad de México, Querétaro, Irapuato, Guadalajara, Escuinapa, Navojoa para llegar finalmente Tijuana (México), el pasado 16 de noviembre. Las siguientes caravanas emprendieron un camino similar. Sus integrantes estaban compuestos de madres solteras, menores, familias, adultos mayores, jóvenes de ambos sexos. También las caravanas incluyeron a nutridos grupos de campesinos e indígenas cultivadores de café orillados por las continuas sequías que aquejan el campo en el triángulo norte y la caída del precio del aromático a nivel internacional.14 Según asociaciones civiles, uno de los motivos que impulsó las caravanas son los feminicidios y maltratos infligidos a las mujeres centroamericanas. Estos súbitos movimientos demográficos, conocidos como “caravanas de migrantes centroamericanos”, implicaron en total la participación de alrededor de 10 000 personas originarias principalmente de Honduras y en menor medida de El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Esta cifra es una aproximación y por tanto es cuestionable, ya que las fuentes que la proporcionan son tan numerosos como diversas (ONG, INAMI, Autoridades locales, UNICEF, ACNUR, medios masivos, etcétera). Contrario a los fantasmas xenófobos sobre la invasión de México por centroamericanos que desataron reacciones diversas de racismo y repudio en varios puntos del país,15 el número arriba mencionado no se equipara con las cifras del INEGI acerca de la presencia en México de residentes de origen hondureños (40 587 en 2018), Guatemaltecos (55 025 en 2015) y salvadoreños (8 088 en 2010) sin hablar de los descendientes estimados de dichas comunidades nacionales (500 000 guatemaltecos y 180 000 salvadoreños en 2015). Los medios de transporte utilizados para recorrer los 3 483 kilómetros que separan en línea recta San Pedro Sula de Tijuana fueron principalmente autobuses, trenes, camiones de redilas y caminando.
El propósito de los integrantes estas caravanas ha sido no solo huir la violencia que asola a varias partes de Centroamérica, así como la pobreza endémica que aqueja a gran parte de la población del triángulo norte, sino inspirarse del viacrucis de marzo de 2018 que consistió en una marcha iniciada en Chiapas y con destino a los Estados Unidos, emprendida por 1 500 centroamericanos, simpatizantes y activistas con el lema “Todos somos americanos por nacimiento” y con el objetivo de visibilizar la situación social y económica y la inseguridad en los países del triángulo norte. Su estrategia para lograr su cometido migratorio ha sido unirse y hacer alarde de sus disposiciones gregarias para enfrentar airosamente los peligros, asechanzas y vicisitudes de este interminable camino.
Otro dato interesante sobre la primera caravana es la duración de su periplo que se cumplió en un mes, ya que una primera vanguardia llegó a Tijuana el 12 de noviembre. Estaba conformada por 75 personas, muchas de ellas pertenecientes a la comunidad LGBT, lo cual aparece como otro dato relevante acerca de la naturaleza compleja de la caravana integrada tanto por personas en situación migratoria como por solicitantes de asilo político. Otro foco de atención consiste en cerciorarse sobre la situación económica en el departamento hondureño de Cortés, cuya cabecera es San Pedro Sula. Se trata de una región económicamente muy dinámica (más de 40 % del PIB hondureño) con ciertos sectores particularmente boyante como el cultivo del banano para la exportación a los Estados Unidos; la presencia de un aeropuerto internacional cuyo tráfico desplazó él de la capital Tegucigalpa, así como la existencia del puerto comercial de Puerto Cortés que facilita los enlaces marítimos con Centroamérica, México y Estados Unidos son datos que completan esta somera semblanza sobre dicha contexto geopolítico. Asimismo, San Pedro Sula forma parte de las 30 ciudades más violentas en el mundo (con un índice de criminalidad muy alto: 170 por 100 000 habitantes, en 2014) debido, en parte, a la presencia de maras (como la M18). No obstante, lo anterior cabe preguntarse cómo explicar la paradoja existente entre el significativo crecimiento económico de San Pedro Sula y su departamento en las últimas décadas y los factores de pobreza que, junto a la inseguridad y la contaminación ambiental, orillaron personas a dejar el norte de Honduras para emprender el viaje hasta los Estados Unidos vía México.
Cabe recalcar, finalmente, en todo este proceso la confusión representacional recurrente en el lenguaje político, institucional y mediático en torno al fenómeno de las caravanas y acerca de la definición jurídica de sus integrantes; estos fueron considerados indistintamente como “migrantes” y/o “refugiados”, lo cual remite a un traslape conceptual entre migración laboral y derecho de asilo. Entre una problemática económica y otra relacionada con la hospitalidad. A continuación, proporcionamos una relación de los principales acontecimientos relacionados con las caravanas centroamericanas, entre octubre de 2018 y marzo de 2019.
El 11 de octubre de 2018, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, señaló, en una conferencia de prensa, la necesidad para los gobiernos de los países del triángulo norte de reforzar su política de control de sus fronteras nacionales para evitar un incremento de la migración indocumentada y les invitó a comentar a sus conciudadanos a no salir de ahí para buscar “el sueño americano”. Esta declaración del segundo mandatario, que constituye una clara señal de externalización de la política migratoria estadounidense, resultó ser contraproducente, ya que el exdiputado, periodista y activista hondureño Bartolo Fuentes16 convocó paralelamente, en su cuenta Facebook, a una caminata del migrante para el 12 de octubre e invitando a los interesados a reunirse en la central de autobuses de San Pedro Sula, a las 8:00 am. Alrededor de 160 personas acudieron a la cita. Al final del día había más de 700 personas congregadas ahí. Al día siguiente un contingente procedente de Tegucigalpa se unió a los de San Pedro Sula, en la localidad de Cofradía y la caminata sumaba, entonces, a más de 1 300 personas. Inició su recorrido la caravana y se dirigió a la ciudad fronteriza guatemalteca de Esquipulas, a la cual arribó el 16 de octubre. El 17 de ese mes, el grupo de caminantes se encontraba en Ciudad Guatemala y el 18 en Tecún Umán, en la frontera con México.
El martes 16 de octubre, en Ciudad Guatemala, Bartolo Fuentes fue arrestado por la policía guatemalteca y regresado a Honduras y entregado a las autoridades de su país donde se le tenía que definir su situación jurídica, ya que era acusado de haber organizado la caravana al contratar autobuses y sembrar entre sus connacionales falsas esperanzas de regularización y empleos en México tanto como en los Estados Unidos. El activista hondureño fue tachado, además, de ser un “pollero” y de haber actuado en beneficio propio, cuando el interesado aseguraba que el objetivo de la caravana -como había sido el caso con las anteriores y en particular con el viacrucis del 26 de marzo de 2018 que reunió a más de 700 personas en la frontera entre México y Guatemala- siempre consistió en visibilizar los problemas sociales y políticos que orillan a las personas a dejar su familia, su región y su país en busca de una vida mejor y llamar la atención de los gobiernos para poner fin a la situación de violencia y extrema pobreza que impera en el triángulo norte.
No podemos resistir el antojo sociológico de establecer un paralelismo entre el inicio de la caravana del 12 de octubre y el conversatorio diplomático que reunió al canciller del gobierno mexicano entrante, Marcelo Ebrard, con sus homólogos de Guatemala, El Salvador y Honduras y tuvo lugar en la capital catracha, Tegucigalpa, los días 16 y 17 de octubre. Dicho encuentro tenía por objetivo el diseñar un plan político acerca “De la disuasión al desarrollo: hacia una nueva estrategia migratoria entre México y el Triángulo Norte de Centroamérica” bajo los auspicios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ¡extraña coincidencia! Lo menos que se puede comentar al respecto es la brecha existente entre la realidad social y migratoria y las iniciativas políticas que pretenden corregir los problemas que atraviesan y moldean la misma.
Un día después de la reunión cumbre de Tegucigalpa, los integrantes de la caravana intentaron en vano abrirse camino entre las fuerzas policiales mexicanas que custodiaban la frontera para negar el paso a los centroamericanos, en el extremo del puente Rodolfo Robles sobre el río Suchiate. Entre el 18 y 20 de octubre, en ese lugar, varios cientos de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos alcanzaron al primer contingente y engrosaron sus filas. Algunos intentaron cruzar el río con balsas de fortuna. La mayoría aguardaba en el puente que se convirtió en un larguísimo albergue a cielo abierto. La tensión se incrementó el día 19 y se suscitó un enfrentamiento entre centroamericanos y fuerzas policiales; estos arrojaron gases lacrimógenos y aquéllos respondieron con piedras lanzadas con resorteras. La confusión, el miedo y las amenazas mutuas se apoderaron del puente y sus alrededores.
Antes bien, las autoridades mexicanas confesaron su impotencia ante la repentina oleada humana. Según estimaciones de las autoridades de Ciudad Hidalgo, se encontraban poco más de 5 000 personas aposentadas en el puente con el claro cometido de cruzar la frontera lo antes posible. Por ello, el secretario de relaciones exteriores del Gobierno mexicano saliente, Luis Videgaray Caso, solicitó el apoyo de la ONU, mediante la intervención del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El personal del Instituto Nacional de Migración (INAMI) estaba desbordado y no pudo atender, a cabalidad, las múltiples solicitudes de asilo político. En este acápite, la prioridad estaba dada a las familias con niños, las mujeres embarazadas, madres solteras y otras personas vulnerables. A su vez, el gobierno guatemalteco en coordinación con su homólogo hondureño procuró brindar asistencia a los “caravaneros”, esfuerzo al cual se sumó la Cruz Roja Guatemalteca, ONG locales y transnacionales17 y buenos samaritanos locales. Se implementó, oficialmente, el plan binacional (Guatemala-Honduras) “retorno seguro” para quienes lo hubieren solicitado. Se calculó que cerca de 1 200 hondureños solicitaron dicho apoyo. Según otras fuentes en realidad son más de 3 400 hondureños que decidieron finalmente retornar a su país, después del episodio del puente Federico Robles en Ciudad Hidalgo y Tecún Umán.
El 20 de octubre, el gobierno hondureño procedió unilateralmente al cierre de su frontera con Guatemala con el motivo de resguardar la integridad física de sus connacionales que pretendían emigrar. Sin embargo, ese mismo día partió de Honduras una segunda caravana conformada de varios cientos de personas con destino a la frontera mexicana y con la intención de llegar también a los Estados Unidos. El 21 de octubre más de 7 000 centroamericanos habían cruzado la frontera México-Guatemala,18 según autoridades municipales locales (Ciudad Hidalgo y Tapachula). Ante los titubeos administrativos y la lentitud de la atención a sus solicitudes de asilo, muchos solicitantes centroamericanos desganados decidieron seguir con su camino y viajaron a Huixtla, lugar a donde habrían de llegar el 23 de octubre. Un día antes, se registró la muerte de dos nacionales hondureños tras caer ambos accidentalmente de un transporte de fortuna, en Chiapas.
Mientras tanto, el presidente Trump amenazó con cerrar y militarizar la frontera con México y responsabilizó a los gobiernos mexicano y centroamericanos por la situación migratoria. Además, el mandatario estadounidense presionó con retirar apoyos financieros y cancelar inversiones estadounidenses para dicha región. El 14 de octubre, cuando la primera caravana, aún no había dejado el territorio catracho, la embajada de los Estados Unidos en Honduras publicó un comunicado en el cual desalentaba a los migrantes hondureños a emprender el viaje a los Estados Unidos, recalcando los mecanismos de manipulación y engaño que estaban sufriendo a través de los mensajes emitidos por los promotores y activistas de las caravanas.
Para contrarrestar la progresión de las dos primeras caravanas, el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) implementó el plan “Estás en tu casa” cuyo objetivo era doble: ofrecer trabajo y documentación migratoria a quien lo solicitase toda vez que aceptaba permanecer en los Estados de Chiapas y Oaxaca por un lado y disuadir a los integrantes de la caravana a llegar a los Estados Unidos cumpliendo así su papel de auxiliar de la política de externalización migratoria de los Estados Unidos. Es interesante ver que para el caso de México se trató de redoblar esta expresión al considerar dichas entidades sureñas como zona franca de externalización propia de México, pues los territorios de Chiapas y Oaxaca se convirtieron en la nueva frontera de México-Guatemala. Sus nuevos confines.
No obstante esta apresurada iniciativa, la caravana siguió su camino a través de los Estados de Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Puebla, la Ciudad de México, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Sonora y finalmente Baja California, llegando el grueso del contingente centroamericano a Tijuana, el 16 de noviembre de 2018. Vale señalar que el 9 de noviembre, la caravana se dividió en dos grupos: el primero, conformado principalmente por hombres jóvenes de unos mil individuos decidieron continuar su camino, mientras el segundo, constituido de alrededor de 5 000 personas (mujeres embarazadas, niños y gente de más edad) prefirió quedarse en las instalaciones de Magdalena Mixhuca para descansar y tomar fuerza para emprender de nuevo el camino rumbo a Tijuana. A lo largo de este recorrido la caravana acampó en varios puntos del país suscitando reacciones encontradas entre la población mexicana. Recibió el apoyo de autoridades municipales y estatales (Ciudad de México, Jalisco, Querétaro, entre otros) a través de estancia en albergues, alimentos, atención médica, transportación, etcétera. Pero también dos adolescentes hondureños fueron asesinados en Tijuana, a mediados de noviembre de 2019. Asimismo, hubo incomprensión entre ambos bandos cuando una mujer hondureña se quejó en una ocasión del plato de frijoles que le sirvieron y que consideró “fatal”, lo cual desató, en las redes sociales, una serie de comentarios (y memes) hostiles entre mexicano en contra de los centroamericanos.19 Esta situación de repudió y tensión culminó en Tijuana en varios enfrentamientos entre centroamericanos y agentes de la patrulla fronteriza norteamericana con la participación de las fuerzas policiacas mexicanas.
El 26 de noviembre se desató una jornada de violencia cuando alrededor de 500 centroamericanos intentaron cruzar la frontera con Estados Unidos e ingresar por la garita de San Ysidro. Conformados por hombres mismos que mujeres, niños y bebés lactantes fueron detenidos y repelidos por más 5 500 agentes de la patrulla fronteriza desplegados ahí que no escatimaron recursos para cumplir su orden y usaron gases lacrimógenos, macanas y dispararon balas de goma contra los “invasores”. Unos 39 centroamericanos de entre estos fueron arrestados por autoridades mexicanas mientras 42 lo fueron por sus similares estadounidenses. Al poco tiempo, autoridades mexicanas deportaron a su país de origen a 100 manifestantes centroamericanos que participaron en dicho cruce irregular. Las siguientes caravanas, menos numerosas y menos mediatizadas, siguieron patrones de desplazamiento similares a la primera y segunda caravana con la diferencia que, con respecto a estas, se incrementó la participación de nacionales de El Salvador.
A manera de recapitulación, podemos subrayar los siguientes elementos para apreciar el fenómeno de las caravanas y sentar así las bases de una comprensión crítica:
La caravana es una suerte de movimiento social heterogéneo que convoca a distintas clases de personas (edad, sexo, situación matrimonial diversa, orientación sexual amplia, procedentes del campo tanto como citadinos, etcétera) que manifiestan distintos motivos por los que decidieron unirse a la caravana: busca de un trabajo y una vida mejor, solicitud de asilo por discriminación, menores que huyen la violencia de las pandillas, activistas que aprovechan esta coyuntura para visibilizar los problemas sociales y económicos que aquejan los países del triángulo norte. En este sentido la caravana es una protesta social abigarrada que concentra elementos sociales y culturales diversos y en ocasiones contradictorios (es decir, personas “honestas” con otras con antecedentes judiciales). Es el propio andar de la caravana que ha transformado paulatinamente los motivos de sus integrantes en una sola causa social y política. Existe, por tanto, una relación teórica entre las caravanas centroamericanas y los movimientos sociales. De lo anterior se desprende que las caravanas no son exclusivamente un compuesto de personas vulnerables y pasivas, sino se trata de una movilización de gente vulnerada. Una suerte de agencia de las víctimas de la violencia subjetiva (criminalidad, pandillerismo y tráfico) y objetiva (sistema de explotación y producción capitalista que incrementa la brecha entre ricos y pobres y afecta el medio ambiente) que impera en el norte de Honduras.
Una vez más cuando se trata de un movimiento social -lo que es pragmáticamente el fenómeno de la caravana- y una cruzada por la fe, a través de la metáfora del viacrucis que caracteriza este desplazamiento masivo, existe una reacción intelectual, política y mediática que consiste en desacreditar, deslegitimar el proyecto de la caravana y menoscabar los valores en los que descansa. Consiste, básicamente, en argumentar que los integrantes de la caravana conforman un grupo de personas vulnerables (es decir, tontas o estúpidas) manipuladas y engañadas por un puñado de activistas que buscan únicamente servir su interés y satisfacer su codicia. Bajo este enfoque (o mejor dicho, de acuerdo con este sesgo), que corresponde a la postura de la embajada de los Estados Unidos en Honduras en particular y al gobierno de Donald Trump en general, todo lo que busca visibilizar la caravana como colectivo obrando al unísono por una causa central y justa se empaña, se diluye, se evapora y se disipa a través de una campaña retórica fundada en la xenofobia, es decir, la cancelación de la hospitalidad. Lo que se encuentra soterrado bajo este juicio es la idea que la caravana es un acto, a final de cuentas, de desobediencia social implícita20 que puede convertirse mañana en una oposición política.
De lo anterior, se desprende la idea expresada párrafos arriba acerca de la aparente confusión entre “migrante” (es decir, persona en situación migratoria) y refugiado. Muchas de las últimas políticas e iniciativas migratorias tanto en la Unión Europea (alrededor del acuerdo de Schengen sobre el control de las fronteras de los países de la Unión) como en los Estados Unidos, han consistido en coartar el derecho de asilo y reducir todos los movimientos de población a procesos migratorios sobre los cuales dichas potencias políticas y económicas ponen su estampilla para determinar cuáles son los legales y cuáles no. El asilo, es un concepto que forma parte del lenguaje de la hospitalidad y remite a una economía del don (reciprocidad) situada a años luz de la lógica del capital que procura convertir todo y a todos en mercancía de la cual es siempre posible extraer el valor.
Finalmente, el fenómeno de las caravanas centroamericanas es una muestra de la exclusión de personas consideradas, desde la lógica del capital, como vidas desechables21 y sobrantes. De alguna manera, las caravanas muestran el rechazo implícito de personas que optaron por migrar a los Estados Unidos en vez de seguir formando parte de un ejército de reserva cada vez más marginado en tiempo de dominación real por el capital.22
El fenómeno de las caravanas, que se suscitaron entre octubre de 2018 y marzo de 2019 y al cual podemos añadir antecedentes fehacientes,23 constituye un abigarrado movimiento de personas que no solo buscan una vida mejor, pero inician un proceso que consiste en poner en jaque el capital. Por ende, hondureños del departamento de Cortés, una de las regiones económicas más boyantes de Honduras, decidieron huir no solo de la pobreza, la falta de oportunidades, las violencias de género, la criminalidad de las pandillas, sino también develar la gran contradicción que impera en esa región donde el desarrollo económico se logra a costo de todos para el beneficio exclusivo de unos cuantos. Se puede ver a las caravanas de centroamericanos como un mensaje político andante, una protesta social que salió de San Pedro Sula para recorrer más de 3 500 km para llegar a la puerta de Estados Unidos y organizar ahí un plantón. En las caravanas se echa mano de todos los recursos humanos para llevar a cabo el cometido de esta protesta. La religión y sus valores ocupan en ello un lugar prominente. La referencia al viacrucis de Jesús Cristo es una fuente de inspiración inconmensurable para los integrantes de la caravana. Una manera de fundar su acción y dotarla de un horizonte místico. La caravana es una, el sufrimiento de todos sus integrantes es único, su lucha es común y su esperanza para una vida mejor totalmente compartida. A continuación, y para ilustrar lo anterior, recuperamos elementos analíticos de una etnografía sobre la celebración del viacrucis del migrante en Ixtepec (Oaxaca) a partir de la obra pastoral del padre Solalinde.
El “Viacrucis del migrante” y su semántica: Etnografía en Ixtepec en torno a la experiencia pastoral del padre Alejandro Solalinde
Durante una entrevista a Alejandro Solalinde, le preguntaba24 cuáles eran los principios teológicos que sustentaban su pastoral social con los migrantes. Para él, todo había surgido con la experiencia en la sierra mixteca de San Pedro Teozacoalco, la convivencia con la gente de la sierra le había enseñado a reinterpretar el sentido litúrgico del sufrimiento que se representa en Viacrucis. Como el inicio de toda historia anecdótica, decía:
Te voy a comentar una cosa que me pasó. Yo no entendía todo eso y, si no hubiera vivido lo que viví en la montaña con los indígenas mixtecos no hubiera entendido. Fíjate, es muy chistoso; hay un pueblo que se llama San Pedro Teozacoalco, con gente muy católica que me dio una gran lección. Ellos tienen unas imágenes bonitas, cuidadas, además, a los sacerdotes los quieren mucho y me acuerdo de que esa vez, el jueves santo, sacaron una cantidad de imágenes, el viernes santo igual […]. Entonces, con mucha alegría el sábado santo abrimos la gloria. Pero el domingo en la misa de resurrección otra vez llevaban las imágenes del viernes santo, me enojé con ellos, fíjate, y les dije: oigan, ¿qué les pasa?, ¿están locos o qué?, ya es domingo de resurrección, que no entienden. ¿Por qué andan con imágenes de viernes santo en domingo de resurrección? Y fíjate lo que me dijo una señora; porque son muy cariñosos ahí, me dijo -Pues sí padrecito, ya es domingo de resurrección, pero viera que nosotros todavía seguimos en nuestro viernes santo- Así me lo dijo, con el sufrimiento, con el dolor […], eso nunca se lo dijo el párroco, era decisión de ella, pero, ¿quién se los aconsejo?, ¿quién se los dijo?, quién fue tan audaz de rebasar los textos litúrgicos para darle un nuevo sentido, porque se les dispara el viernes santo y lo pasan a un tiempo nuevo. Eso a mí, se me hizo increíble. Y ahí aprendí que no importa que el tiempo litúrgico sea el de pascua, la gente sigue viviendo su viernes santo, especialmente los migrantes.25
La experiencia en la sierra alta mixteca dio otras interpretaciones al tiempo litúrgico, estas vivencias fueron puntos de encuentro con las ideas que venían con él, y a la vez, las complementó con la pastoral social en los años venideros. Con el tiempo, pidió su tercer permiso que lo acercó a la diócesis de Tehuantepec, de acuerdo con la entrevista de Emiliano, ahí él ejercía como sacerdote de San Pedro Comitancillo. Sin embargo, las diferencias entre los sacerdotes de la diócesis lo cansaron y solicitó permiso para realizar estudios de psicología en Guadalajara, cuando regresó estableció un consultorio de terapia familiar en El Espinal, en el lugar dio consultas hasta el 14 de mayo de 2006, en esa fecha tuvo su primera experiencia con un migrante nicaragüense que se encontraba con su cuerpo destrozado.26
El acercamiento a los migrantes
Alejandro regresó a Oaxaca y volvió a solicitar otro permiso al obispo de la diócesis de Tehuantepec, Felipe Padilla Cardona. El obispo, a finales de 2005, le otorgó un periodo de un año para que decidiera en cuál parroquia haría su labor sacerdotal, pero Solalinde aspiraba una labor diferente, que lo acercara a todas aquellas personas que la jerarquía católica las observa muy distantes. Esas inquietudes se las propuso al obispo, le dijo que deseaba una labor pastoral que se enfocara a trabajar con migrantes, con enfermos, con presidiarios, familias en crisis. Esas eran las opciones que proponía, me comentaba Solalinde.
De esa manera, en 2006 decidió conocer sobre las experiencias de los migrantes, deseaba caminar con ellos en las vías, acercarse a ellos en los trenes para observar detenidamente qué sucedía; así fue como estableció una ruta entre la ciudad de Arriaga e Ixtepec. En ese año supo de los problemas que tenían los migrantes que venían de Centroamérica, vio que sus problemas estaban relacionados con el crimen organizado, agentes policiales y agentes de migración. La situación para los migrantes parecía un universo de infortunios.
Durante ese momento, Solalinde consideró que era importante cocinar grandes ollas de comida para alimentar a los viajeros, esta fue una labor cotidiana. En el lapso, Martha Izquierdo, una periodista nacida en el estado de Veracruz se enteró de la labor de Alejandro y decidió realizar un trabajo conjunto;27 entregar bolsas con alimentos en las vías del tren para los centroamericanos.
Ese parecía un trabajo periódico, pero no era el único. Los peligros que enfrentaban los migrantes y las violaciones a sus derechos como seres humanos condujeron a Solalinde a empezar a perseguir a los agentes de migración y agentes policiales porque veía que estaban implicados.
El periodista salvadoreño Oscar Martínez, en ese contexto, documentó los problemas que significaban el tránsito por México para los centroamericanos. Sus notas periodísticas describieron cómo los abusos hacia los migrantes pasaron de pequeños asaltos perpetrados por grupos delictivos que actuaban en los estados de Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Veracruz a la que Martínez denominó: “industria del secuestro masivo”. El auge de esos eventos concordó con el sexenio de Felipe Calderón y la militarización del combate al narcotráfico. El problema era grande y la única institución mexicana que investigó los casos fue la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), hizo los esfuerzos para documentar los abusos que vivían los migrantes. “Entre septiembre de 2008 y febrero de 2009 registró 9 mil 758 secuestros; entre abril y septiembre de 2010, 11 mil 333”.28 El panorama era abrumador, parecía el gran elefante blanco que nadie veía.
La labor que Solalinde estaba ejerciendo con los migrantes fue motivo suficiente para ser amenazado de muerte, debido a esas circunstancias en 2006 el Episcopado Mexicano para la región sureste de México, que administra los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero lo designó como coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana de la diócesis de Tehuantepec.29
Además, percibió que el nombramiento no representaba un cargo serio, siempre pensó que era un título simbólico. Aunque tenía una responsabilidad con los migrantes, el apoyo del obispo de la diócesis se mantuvo distante.
En esa época, no consideraba que el albergue era una posibilidad que podía aliviar el problema para los migrantes que llegan a la ciudad de Ixtepec, porque imaginaba que el párroco de la ciudad podía obrar para ayudar a los migrantes que necesitaban de acompañamiento humanitario. Todo cambió en 2006, los agentes policiales asaltaron a los migrantes que se desplazaban en el tren y un contingente de 70 migrantes logró escapar y buscó refugio en la ciudad, se ocultaron de las autoridades policiales esperando a que todo estuviera en plena quietud. Se ocultaron, pero a la vez perdieron el tren que los llevaba a Medias Aguas.30
Alejandro, supo de los sucesos y decidió buscar las maneras para asistir a los migrantes que estaban varados en la ciudad, pensó que el párroco Alfonso Girón podía ayudarlo en sus peticiones. No obstante, comprendió los estigmas negativos arraigados en la jerarquía católica, los representantes de la iglesia veían problemas en los migrantes y no miraban a seres humanos necesitados. La escena que se dibujó en la petición era la siguiente:
Solalinde acudió con el cura Alfonso Girón -párroco de Ixtepec- para pedirle que albergara en su iglesia a los más de 70 migrantes que habían huido del asalto […] Hasta ese día, Solalinde no se había planteado la necesidad de un albergue porque pensaba que cada iglesia debía ser casa de Dios y alojar a los necesitados. Creía que bastaba con pedirle al párroco su solidaridad para que abriera las puertas de su templo. -Poncho, ¿no puedes darle hospedaje a los migrantes, son como 70? -pidió Solalinde. -No pueden estar aquí, ¿qué tal que nos roban?... Va a ser una quemada. Si recibo esa gente, (mi comunidad) no lo va a aceptar. -Entonces, ¿qué enseñas en tu iglesia? -contestó Solalinde irritado-. Si no les enseñas que Jesús está en la persona de los necesitados, entonces, ¿qué les estás enseñando?31
En el suceso hubo una valiosa lección, ahora sabía que un albergue en la ciudad sería importante. Además, su permiso estaba por concluir y el obispo Felipe Padilla Cardona volvió a preguntarle si había decidido una parroquia para trabajar. La respuesta fue negativa, él había resuelto cuál debía ser su labor pastoral.
Al presenciar el contexto, entendió que la asistencia pastoral hacia los migrantes no era suficiente, era necesario crear las condiciones para brindar refugio, seguridad y descanso. Razón por la cual, el albergue pareció la mejor solución, no obstante, antes de su fundación, el 10 de enero de 2007 se produjeron secuestros cometidos hacia los migrantes. Eventos que catapultaron a otras esferas públicas la presencia de Alejandro.
En el desarrollo de la entrevista, él relataba los secuestros en la ciudad de Ixtepec en el orden siguiente. El 12 de diciembre de 2006 se perpetró el primer secuestro masivo, después se realizaron cinco secuestros más, el sexto y último ocurrió en la ciudad de Ixtepec el 10 de enero de 2007. Todo parecía complejo, no había formas judiciales para resolver los problemas, en esas circunstancias Solalinde consideró seguir procesos para encontrar soluciones. Al principio solicitó ayuda a Felipe Padilla, obispo de la diócesis de Tehuantepec, él sugería que debía enviarse una carta al secretario de gobernación Francisco Ramírez Acuña y esperar para saber qué decidían en gobernación.
Ese procedimiento le pareció que solo dilataba más las situaciones, entonces tomó la decisión de hacer actos de denuncia pública con la ayuda de la periodista Martha Izquierdo, el periódico el Universal y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN). Esa fue la única alternativa para visibilizar las violaciones hacia los migrantes, sobre todo, el último secuestro del 10 de enero.
Vinculado con los hechos, hubo otros periódicos de Oaxaca que relataron los sucesos del 10 enero. De esa manera, El Sol del Istmo, El Imparcial y Punto Crítico también mencionaron los acontecimientos; el manejo de los datos y la secuencia de los hechos se realizó de manera disímil en los periódicos, esto se percibe en las afirmaciones sobre el número de los migrantes implicados en los diferentes momentos de los acontecimientos y la estructuración del orden cronológico, aun así, la novedad de las noticias se caracterizó por dos razones: salió a la luz pública las implicaciones de la policía municipal con el crimen organizado para secuestrar a los migrantes y, en las denuncias se retomaron los testimonios de los migrantes y de Alejandro Solalinde.
De acuerdo con los artículos de los tres periódicos, el 9 de enero de 2007 por la noche, llegó a la ciudad de Ixtepec un contingente con un aproximado de 700-800 migrantes. En la madrugada del 10 de enero, los policías emprendieron una persecución sobre los migrantes, muchos de ellos fueron acorralados, golpeados y apuntados con fusiles; la mayoría escapó, pero la suerte no fue la misma para 12 migrantes que fueron capturados y conducidos a una casa de seguridad localizada en la calle Macedonia Alcalá, colonia Moderna. De acuerdo con la columna periodística de Contrapunto,32 la casa era propiedad de Uriel Santiago, habitante del lugar del cual no se aportan mayores datos. En la mañana del 10 de enero, Alejandro supo sobre el incidente y decidió apoyar a 18 migrantes que habían decidido rescatar a los 12 capturados. Llegaron a la casa, las víctimas y los captores habían desaparecido. Cuando salieron de la casa agentes de la policía municipal los esperaban, tenían la orden de captura para los 18 migrantes. Después de lo que había sucedido el arresto se volvió una acción de golpes, Solalinde intentó proteger y disuadir a los policías para evitar confrontaciones, pero el resultado fue inesperado y terminó en la cárcel junto con los migrantes. La escena era una atmósfera de incertidumbres, había 12 desaparecidos con implicación directa de los agentes policiales, Alejandro fue liberado 4 horas después,33 la experiencia y la consecución de los eventos “puso al descubierto una red de secuestradores de migrantes que operaban en complicidad con policías municipales y ministeriales”.34
El incidente tuvo soluciones insospechadas, los 18 arrestados fueron deportados a sus países de origen, mientras que “algunos de los secuestrados aparecieron en Juchitán, a 20 kilómetros de allí; otros fueron llevados a Estados Unidos a cambio de que no declararan”.35
Después de esos sucesos, el albergue Hermanos en el Camino se fundó el 7 de febrero de 200736 como una estrategia para reaccionar a los problemas de los secuestros de los migrantes. La fundación, no cambió las relaciones conflictivas entre Solalinde y el obispo de la diócesis de Tehuantepec, Felipe Padilla. La compra del terreno no fue sufragada con el dinero de la diócesis, al contrario, gestionó recursos para pagar el costo del inmueble. Aun así, me explicaba que el albergue pertenece administrativamente a la diócesis de Tehuantepec, aunque no proporcionó fondos. Es posible que el albergue pertenezca administrativamente a la diócesis como parte del vínculo que Alejandro tiene con ella; a pesar de eso, en una entrevista admitía que el traspaso legal del albergue a la diócesis todavía está en el plano de las conversaciones. El panorama parece confuso y por eso volví a preguntar si el albergue pertenece a la diócesis, él contestaba con un relato para describir su relación con la diócesis, sus palabras eran:
Todo esto está a nombre de la diócesis de Tehuantepec A.R., jurídicamente he puesto todo a nombre de la diócesis, cuando el obispo quiera nos puede correr de aquí. ¿Por qué lo he puesto?, porque esto no es obra mía, porque es obra de Dios y la iglesia se queda, nosotros pasamos, somos transitorios. Entonces la iglesia como institución tiene que hacerse cargo de esto, me entiendes. A lo mejor un día me voy y ponen un padre muy malo, pero es a ese al que mandaron. Ayer hablé con el apoderado legal de la diócesis para decirle que necesitamos platicar, el padre Roberto, que vamos a platicar para seguir poniendo esto en armonía legal de la diócesis. Pero además te voy a decir una cosa, yo me puse en paz con mi obispo y el obispo Oscar Contreras, él se puso en paz conmigo, me tuvo que aceptar como soy, tuvo que aceptar este camino, desde mi relación con Felipe Padilla, el obispo anterior, yo lo tuve que poner en su lugar como adulto que soy, no soy vasallo de ninguna corte, es un pueblo de Dios fundado por él y todos tenemos la misma dignidad. Aunque, reconozco la autoridad, porque la iglesia está hecha de autoridad; la reconozco y la respeto, pero, en cuestión de conciencia, justicia sé que la obediencia mayor está en el reino de Dios.37
Aun reconociendo que Solalinde relaciona el albergue con la administración de la diócesis, la constitución del albergue Hermanos en el Camino como una Sociedad Civil se efectuó hasta el 27 de julio de 2010. En el acta constitutiva aparece José Alejandro Solalinde Guerra como “director general y representante legal”.
Los sucesos del 10 de enero de 2007 no solo impulsaron una labor de denuncia y la creación de redes con sectores periodísticos. Siguiendo esa línea, Solalinde comprendió que era importante empezar a utilizar mecanismos para denunciar socialmente las violaciones hacia los migrantes. De esa manera, después del 10 de enero tuvo lugar el primer viacrucis del migrante, el cual se caracterizó en el contexto de los secuestros.
La génesis de los viacrucis del migrante en la ciudad de Ixtepec, Oaxaca
Qué mejor manera para empezar a explicar el viacrucis del migrante que haciéndonos las preguntas: ¿cómo se ha venido construyendo los marcos sociales del sufrimiento?, ¿qué es el viacrucis del migrante?, y ¿qué significan ambas cosas para Alejandro Solalinde, activistas y migrantes? Para responder estas inquietudes es pertinente hacer un dibujo a vuelo de pájaro del viacrucis histórico que se desarrolla cada Viernes Santo y los elementos centrales de este. Esto es importante para establecer diferencias, significados, usos sobre los cuerpos dolientes e interpretaciones que los migrantes centroamericanos, así como los activistas, los migrantes activistas que están involucrados con el trabajo que desarrolla la pastoral social que Alejandro Solalinde ha construido.
El viacrucis litúrgico que se representa cada Semana Santa tiene sus orígenes en la Contrarreforma desarrollada en el concilio de Trento,38 entre 1545 y 1563, uno de los aspectos más trascendentales de la contrarreforma es el valor que se dio “a todas las celebraciones penitenciales que tenían como fin primordial el conmemorar la Pasión de Cristo y el hacer revivir a ésta como fuente fundamental de la Redención”.39 De esta forma, el sentido de la “Pasión de Cristo” es un modo para introducir la idea del sufrimiento, es decir, hay que sufrir y escudriñar en la carne los mecanismos para después tener una redención.
El sentido político del sufrimiento es un elemento relevante que me interesa resaltar, es importante que destaque y establezca relación con lo que se dice sobre el dolor que se muestra en el viacrucis del migrante. Algunas pistas sobre el uso del sufrimiento las encontramos en la contrarreforma de Trento, durante ese momento la exaltación del cuerpo que sufre es central,40 ahí se manifiesta que el atractivo de la pasión no se establece solo en el discurso o el icono, sino en la construcción de una imagen pasional que caracteriza su fuerza en la iconografía que se exhibe.41 Así, encontraremos que la iconografía perseguía “poner masivamente ante los ojos de los fieles las imágenes de una devoción centrada en el culto del cuerpo doliente”.42
La construcción del sufrimiento, como parte de procesos sociales, se revitalizó en el siglo XIX, de tal manera que las representaciones y los usos del cuerpo pasaron a ser esenciales en la espiritualidad y la moral basada en una cultura somática.43 Así, cuando pienso en el cuerpo doliente que se muestra en el viacrucis litúrgico comprendo que no es solo una metáfora que representa el movimiento secuencial de la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo, también es el “acto litúrgico por excelencia de una espiritualidad que hurga en el sufrimiento y la mortificación de la carne la posibilidad de la misericordia”. Una misericordia para la redención.
Siguiendo este punto de vista, he encontrado que del acto litúrgico se retoman elementos para explicar las similitudes que hay entre los migrante y el viacrucis de Cristo, en otras palabras, ambos han vivido el sufrimiento y para demostrarlo se hace uso de la exhibición corporal. Estos son elementos centrales, pero es importante resaltar que no son las únicas características que se trasladan a los migrantes, existen muchos significados e interpretaciones sobre el acto litúrgico, pero llama la atención cómo algunas explicaciones que se hacen sobre el viacrucis litúrgico son útiles para establecer conexiones con las experiencias traumáticas de los migrantes. ¿Cómo lo explico?, recuerdo una conversación con Alejandro Solalinde, en esa ocasión quería profundizar mi conocimiento sobre el viacrucis del migrante y en el diálogo él decía -debes entender que el viacrucis es el mayor acto de injusticia que se ha cometido contra alguien inocente-, con ello comprendía que su interpretación no solo se basaba en una formación teológica, sino, en ideas que surgieron con las Conferencias del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992). Que también serían fundamentales para explicar su pastoral con los migrantes.
Durante el diálogo, él insistía que el viacrucis litúrgico debe entenderse con la condena de Jesús a la muerte:
Ahí empieza su Vía Crucis, es decir, emprende su camino hacia la cruz. […] el viernes santo litúrgico, guió a Jesús a la muerte, al morir, aparentemente se acaba todo, pero, el tercer día él resucita. Al resucitar cierra el ciclo de la pascua y podríamos decir que Cristo no solamente venció a la muerte en la cruz haciendo un acto supremo de amor, además, él fue glorificado y transformado por el padre.44
Esta parecía ser una interpretación teológica y política a la vez sobre un evento bíblico, además, de la reafirmación de los valores de la vida, pasión, muerte y redención, en el cual, este último valor solo es posible a través de la misericordia. Estos aspectos seguían haciendo énfasis sobre la necesidad de vivir los infortunios para acceder a las recompensas. Pero, a la vez, es un sentido que se interpreta constantemente en cada contexto.
Pero ¿qué sucede cuando el sentido de la misericordia y de la exhibición corporal tiene usos políticos?, y a través de estos elementos se pretende llamar la atención sobre cómo los migrantes se han vuelto objeto de injusticias sociales. La compasión no es solo una caracterización para buscar la misericordia social, sino más bien, entenderla como una estrategia para presentarse a sí mismos, y por los activistas el cual tiene mucha relación con los usos que se hace sobre los cuerpos que sufren. Además, siguiendo a Veena Das, este sufrimiento no es auto infligido, sino más bien, es producto de un proceso en el que está implicada la sociedad.
Siguiendo estas percepciones, ¿cuál es la imagen que han construido los activistas, migrantes activistas y Alejandro Solalinde sobre el viacrucis del migrante?, en una pastoral con una opción referencial por los migrantes. Dicho de otra manera, ¿cómo se debe entender el viacrucis del migrante?, y el rostro de los sufrientes. En otra conversación con Alejandro él hacía estas preguntas, y en sus respuestas me explicaba:
Para nosotros, de acuerdo al calendario litúrgico, el sábado en la noche es cuando se abre la gloria, ahí dejamos el Vía Crucis y empezamos el tiempo de pascua, pero esto no sucede con los migrantes. Los migrantes, aunque sea domingo de resurrección, ellos siguen viviendo su viernes santo, siguen llevando su camino hacia la cruz. Esto es el fundamento teológico del Vía Crucis del migrante; cuando decimos Vía Crucis del migrante, estamos haciendo una migración de sentido, porque pasamos de la celebración histórica de Jesús al Vía Crucis que está viviendo la humanidad en general, todo aquel que sufre, así como los migrantes cuando son objeto de la violencia en sus lugares de origen, de tránsito y destino.45
El fundamento teológico del viacrucis del migrante no solo hace una “migración de sentidos”, los migrantes centroamericanos, al igual que el Jesús bíblico caminan por lugares donde son vulnerados, además, sufren traiciones por los cercanos o extraños. Sobre esta mirada hay dos diferencias teológicas que la pastoral de Alejandro enfatiza, a la vez explican el punto en donde se separan con el acto litúrgico de la iglesia católica, me refiero al sentido de continuidad y representación. Con el primero, observamos que el sufrimiento cobra un significado de continuidad que se sale del tiempo espacial establecido en el acto litúrgico, esto se debe a que el sufrimiento de los migrantes no es un estado que se vive en un tiempo y espacio, más bien, el tiempo juega como artilugio de un constructo social que señala lo que sucede, pero a la vez, nos narra la experiencia de vivencias indefinidas.
El segundo, constituye la separación con lo que se exhibe en el tiempo litúrgico y el tiempo del viacrucis del migrante. El acto litúrgico se caracteriza porque expresa los valores de la vida, pasión, muerte y resurrección, hurgando en la carne del cuerpo que sufre para recordarle a los fieles una de las maneras para aspirar a la misericordia, pero, además, es un acto que se sitúa en un sentido único: la compasión. El viacrucis del migrante se debe entender más allá de la acción compasiva que debe tenerse para los que sufren, incluso si se entiende como aquellas circunstancias relacionadas con el cuidado por el otro que muestra ser:
[…] un tema de nuestra época que, como bien lo han argumentado pensadores de la talla de Leonardo Boff (2012), Karen Armstrong (2011), Emmanuel Levinas (1995) y Enrique Dussel (2011), entre otros, responde a la inusitada crisis de la humanidad.46
El sentido que Alejandro Solalinde ha retomado de la opción preferencial por los pobres, para luego incorporarla a la pastoral social que ha ido construyendo, ha significado:
Reconocer que, si Cristo se encarnó, está encarnado en los pobres de América Latina, de ahí que sea la opción preferencial por los pobres más pobres, […]. Otro, hay que seguir a Jesús, […], el seguimiento a Jesús implica reconocerlo en los demás, sobre todo, en los más pobres, significa proseguirlo, pero, también, seguir su causa; no solamente hay que seguir a Jesús, sino que, hay que proseguir su causa, es decir, el reino de Dios. Y ahí, encontramos todos los fundamentos para hacer una lectura de la sagrada escritura, una nueva lectura de los evangelios desde América Latina. No desde Europa, porque la teología europea no da para mucho, no da para esto, sí, es muy genérica y no aterriza.47
El concepto de los más pobres es un término complejo y diverso porque llevan a preguntarnos ¿quiénes son pobres?, ¿en qué contextos?, ¿cómo se pueden caracterizar?, sobre todo, ¿cuáles son los pobres de ahora?, o ¿cuáles son los sufrimientos de estos nuevos pobres? Para Alejandro Solalinde, no ha sido una tarea sencilla. Quizá lo fácil ha sido reconocer a los “más pobres” en los migrantes centroamericanos que son vulnerados en el tránsito por México, lo más complicado ha sido cómo relacionar la opción preferencial por los más necesitados con los intereses de la pastoral social de la movilidad humana de la Diócesis de Tehuantepec.
Un guijarro en el zapato del capital: tres modalidades para comprender las caravanas de centroamericanos
Los guijarros son piedritas que embellecen algunas playas del mundo y han sido esculpidos por la impredecible voluntad de la naturaleza. Las personas en situación migratoria son, a su vez, seres humanos esculpidos por los accidentes inicuos de la vida social y económica que caracterizan, sin mayor temor a equivocarse, la suerte que corre los 80 % por ciento de la población mundial llamados “pobres” y caracterizados, a menudo, como “vulnerables”. Dicho de otra manera, el movimiento de las caravanas se emparienta con la expresión de una desobediencia civil contra el orden global del capital. Se antoja pensar que es así que debemos pensar y representarnos la otra cara de la moneda de lo que se ha dado en llamar “crisis migratorias”.
Existen, al menos, tres maneras de representar el impacto que provocaron dichas caravanas desde la perspectiva de los sedentarios que incluye de facto las ciencias sociales que estudian las migraciones internacionales. Dichos autóctonos son indistintamente políticos, sociedad civil, organizaciones sociales, activistas, buenos samaritanos, instituciones religiosas, servidores públicos, pero también grupos hostiles a la migración y a los extranjeros, lobbies económicos, redes sociales, entre otros. Con estas categorías tan vagas como sociológicamente imprecisas (aplican tanto para Estados Unidos, México y Centroamérica como cualquier otra parte del Mundo) queremos insistir en que nadie permaneció fuera, de un modo u otro, de la interacción directa e indirecta con el movimiento de las caravanas. Estas tres maneras las calificamos con tres criterios morales para determinar las reacciones frente a dicho movimiento: posturas empáticas; posturas reaccionarias y posturas críticas.
Esta primera postura se construye a partir de la definición de una economía moral dictada por la activación de recursos emocionales que enfatizan las experiencias de simpatía, diapatía48 y empatía (afectiva) para con los migrantes. Describe este eje una política y una economía de las emociones que definen no solo lo políticamente correcto (aquello que es imperativo creer y lo que es moralmente necesario rechazar). Define también un maniqueísmo del bien y del mal: El migrante es un nuevo buen salvaje, y es necesario estar de su lado y a su lado porque es el sitio justo, correcto y aceptable. Es la postura del buen samaritano. De ahí surge una serie de conexiones analíticas e interpretativas en torno a la acción como expresión de un humanismo, a través del altruismo. La acción social a favor de los migrantes es menester de los justos. También esta posición conecta con la idea de recibir, a cambio, los frutos de un reconocimiento y un prestigio moral. Sin embargo, existe una contradicción que consiste en el frágil equilibrio relacional existente entre quien ayuda y quien recibe la ayuda. Mientras este permanezca en una situación de indefensión, aquel seguirá beneficiándose simbólica y moralmente por su entrega, disposición, esmero y altruismo “desinteresado”. En cambio, en cuanto el vulnerable haya logrado salir de su situación de indefensión, la relación altruista se derrumba y pierde su razón de ser. He ahí dos niveles:
El primero es intersubjetivo y significa que la relación altruista se encarna en personas concretas ya sea miembros de una ONG, servidores públicos, integrantes de una congregación religiosa, mismos que individuos vulnerados por situaciones políticas, sociales y económicas por las que están pasando; la obtención de una forma de autonomía, es decir, el fin de su vulnerabilidad (su dependencia con respecto a quienes les brindan su apoyo irrestricto) puede aparecer, si bien como una pérdida (o un duelo) para quienes dedican al prójimo sus esfuerzos, cobra también la forma de un sentimiento de autosatisfacción por la labor altruista realizada.
El segundo nivel es de orden objetivo y significa que la vulnerabilidad constituye un todo fenomenal que no se reduce a la suma-resta de quienes la padecen y están atrapados en ella. Por tanto, atender al vulnerable con creces, dedicándole tiempo, energía, recursos e ilusiones no es resolver la vulnerabilidad que los aqueja. En este sentido, la doctrina y el modus operandi del buen samaritano ofrece un campo de reflexión sobre la crítica del altruismo desde la economía política. No parece exagerado pensar que, en ciertas ocasiones, la dimensión intersubjetiva del altruismo es una fuente libidinal que alimenta el narcisismo de quien dedica devotamente su vida a la ayuda del prójimo. El otro, es decir, el vulnerable, se convierte en la causa moral y objetiva del reconocimiento del buen samaritano.49 El altruismo, por tanto, no es un acto desprovisto de interés desde el punto de vista de quien aboga por él. Mientras tanto la vulnerabilidad aparece como una fatalidad que atrapa con sus garras injustamente a inocentes prójimos. Todo el esfuerzo altruista consiste, por ende, en sacar a todos de esta calamidad.
La segunda postura del autóctono consiste en manifestar rechazo, repudio y odio hacia el otro. En este sentido, existe una distancia inconmensurable entre el drama del otro sufriendo y la frialdad autística que anula esta autenticidad vivencial por parte del autóctono. El “migrante”, es decir, la persona en situación migratoria, se le considera, a menudo, una fuente de problemas desde el punto de vista del nativo. En las sociedades multiculturales de hoy en día, es decir, prácticamente todas, la integración de grupos, comunidades e individuos procedentes de fuera ha sido, a menudo, un proceso largo, doloroso y sinuoso. Esta segunda postura expresa una forma de reacción en el sentido político de la palabra; es decir, a diferencia del conservadurismo, la reacción no consiste en mantener el orden imperante, sino en restablecer un orden pasado al cual se anhela obtener su reactivación.50 Si bien las posturas empáticas significan en palabras psicológicas y emotivas, una proximidad relacional, una misericordia dictada por el sufrimiento del otro, existe, sin embargo, un caparazón moral y sentimental expresado por ciertos sectores de la población (a través de su constitución identitaria como grupos nacionales) que no comparte este sentimentalismo hacia el otro en tanto que vulnerable y sobre-producto individualizado de un proceso masivo llamado migraciones contemporáneas. Este lente (oscuro) examina la caravana y sus integrantes con escrutinio y suspicacia. No quiere caer en la tentación de dejarse llevar por lo que considera son apariencias. El sufrimiento de los migrantes de la caravana es un señuelo, una estratagema para ingresar a México y burlar así las leyes migratorias de este país, así como engañar a quienes están al servicio de su aplicación. Llorar, sufrir, enfermarse, claudicar, pasar hambre, delirar, gritar de dolor e incluso no hacer nada, no decir nada, estar pasivo, no serían actos sinceros sino un teatro que se vuelve el salvoconducto de los vulnerables que no usan pasaportes, ni visas migratorias y a quienes, además, nadie les pidió que dejaran su país para llegar a México. La afirmación anterior rima con una forma de autismo deliberado frente a la inmediatez de la situación formal que se vive dentro de la caravana y que, además, suscita la gran emoción de otros, propios como extraños. Las posturas reaccionarias pretenden, entonces, encontrar una explicación a todo lo que está pasando, más allá de las apariencias sentimentales. Para ellas, la explicación sobre lo que está pasando con las caravanas está detrás. Este deíctico designa en realidad lo que está sucediendo, a menudo, en Centroamérica, y en el triángulo norte. Según dichas posturas reaccionarias, existe una primera tesis -o explicación- que consiste en decir que:
Los integrantes de la caravana son en definitiva corresponsable (y/o coproductor) de las violencias subjetiva y objetiva que los aqueja. No son blancas palomas. Huyen de la violencia en la medida que la desataron también o vivieron de ella por un tiempo. Por tanto, la caravana es un factor que contribuye a introducir en México más de la violencia que hay ahora.
Otra tesis, plantea que la caravana es el fruto de una manipulación orquestada por políticos o activistas centroamericanos como ha sido el caso sonado de acusaciones al periodista, político y luchador social Bartolo Fuentes.51 Esta segunda postura corresponde por mucho a la diplomacia del gobierno de Donald Trump desplegada por su secretario de Estado, Mike Pompeo. Se han arropado en un discurso conminatorio las autoridades estadounidenses para compeler a los gobiernos de Honduras y Guatemala (incluyendo al de México) a frenar la salida considerada (injustificadamente) masiva de los “caravaneros” o para organizar su regreso a Honduras desde México o Guatemala. Es evidente que esta posición diplomática descansa en la hegemonía que ejerce los Estados Unidos en la región centroamericana. De alguna manera, esta posición también se alimenta del odio y del racismo hacia las poblaciones centroamericanas pobres y marginadas y se traduce por el desdén hacia la suerte que estas corren al permanecer ahí. En ello, existe, paradójicamente, un punto de conexión emocional con la postura anterior.
La última postura quiere ser reflexiva y crítica. Es sociológica. Busca romper con el sentimentalismo que caracteriza las posturas anteriores y oscilan entre el amor y el odio hacia el extranjero en tanto que “migrante”. Más allá de los matices y caricaturas para morigerar o deformar la expresión situada de ambas posturas, existe la necesidad de responder la pregunta: ¿Qué dice el fenómeno de las caravanas del mundo en que vivimos? El camino que emprendemos para responder esta apremiante pregunta consiste en cómo articular una observación directa del ritual del viacrucis del migrante que se celebra año con año, a través de la pastoral del padre Alejandro Solalinde en Ixtepec (Oaxaca) con la crítica del valor que encuentra su origen en una lectura remozada de la obra de Marx y cuyas hipótesis se trasladan al campo de una economía política de las migraciones contemporáneas.
La noción de laberinto migratorio procura unir ambos cabos de la reflexión. El ritual de viacrucis del migrante es una suerte de parábola de lo que son hoy las migraciones internacionales: un flujo ininterrumpido de desplazamientos inducidos y/o forzados en él que permanecen atrapados cientos de miles de individuos en todo el orbe. Las migraciones contemporáneas no son tales por ser nuevas o coyunturales, sino parecen inaugurar una nueva etapa del capital, esto es, el éxodo masivo de supernumerarios. Estos “sin trabajo” no solo huyen de zonas de pobreza, es decir, regiones de expulsión (por ejemplo, los países de la África subsahariana), sino proceden de comarcas prósperas como es el caso del departamento de los Cortes y de su cabecera San Pedro Sula.52 La financiarización de la economía mundial y el declive de la economía real (y local) marcan una nueva etapa que corresponde a la dominación real del capital que desplaza el capital variable (el trabajo) en beneficio del capital fijo (máquinas y tecnología). El trabajo, como relación asalariada depositada en el contrato, tiende a desaparecer paulatinamente y deja su lugar al trabajo eventual, a la precariedad. No obstante, de acuerdo con el libro 1 del Capital de Marx,53 el valor solo se extrae del trabajo humano y concreto, cuyo resultado es la producción y circulación de una mercancía con un valor de uso para quien la quiera adquirir, ya que las máquinas no producen valor, sino una aceleración de la circulación de este. En otras palabras, no se puede explotar a una máquina, pero al trabajador sí. En ello radica la principal contradicción del capital y su crisis en torno a la tasa de ganancia. Si bien las ganancias aumentan año con año, gracias a la especulación bancaria, la tasa de ganancia disminuye cada vez más. La consecuencia de lo anterior es el aumento demográfico de supernumerarios, ya que el tiempo de trabajo tiene que dividirse entre cada vez más gente. El trabajador se convierte exclusivamente en consumidor sin recursos para ello.54 Esta pequeña digresión a partir de la teoría de la crítica del valor inspirada en Marx nos permite observar con un lente distinto las caravanas de centroamericanos que hicieron de la búsqueda de un empleo uno de los motivos principales de su partida de Honduras. Buscan trabajo al tiempo que este se vuelve cada vez más escaso y difuso.55 Su andar por Centroamérica y México se convierte en una protesta social implícita e itinerante para denunciar la dominación real que impone el capital. Atrapados en las caravanas, ejecutan sus integrantes un viacrucis sin destino que consiste en dar vueltas a la geografía centroamericana para simbolizar la crisis del capital, sus contradicciones y las injusticias sociales que produce.
Reflexiones finales: Las migraciones internacionales hoy o “el derecho de estar en órbita”
En este artículo procuramos construir un primer mirador crítico para observar las migraciones contemporáneas y la actualidad trágica como resultó ser el fenómeno de las caravanas de centroamericanos. Su altura no está aún lo suficientemente alta para permitir atisbar o vislumbrar todos los aspectos de dicha realidad. Por tanto, la crítica que construimos está aún en ciernes por el hecho de colocarse, a final de cuentas, desde las posiciones de quienes fuimos espectadores amigables, hostiles o especulativos del paso de las caravanas. Hace falta aún integrar un punto de vista propio y representativo de estas. La etnografía del viacrucis del migrante en Ixtepec y de la pastoral del padre Solalinde procuró corregir esta deficiencia. Es muy difícil ser profeta y anticipar si las caravanas de centroamericanos son el principio o el final de un proceso social y económico que resulta de la explotación de Centroamérica por intereses foráneos, principalmente norteamericanos y asiáticos.56 Pero tampoco sería muy ingenuo creer que lo sucedido fue tan repentino como irrepetible.
No obstante lo anterior podemos aducir una serie de pistas para la investigación sobre la relación entre migraciones y capital. La primera es de índole teórico-metodológica. Plantea una distinción entre migraciones como estructuración del capital y migraciones como experiencias de vida. Así pues, para analizar el capitalismo por lo que es -una relación social impuesta con fuerza y violencia- hay que tomar distancia y observar sus manifestaciones de manera global. Para dar cuenta de la fenomenología de las migraciones es necesario recurrir al empirismo que constituye, entonces, otro momento de observación del capital y sus efectos. La subjetividad no deja ver, en primera instancia, el objeto del capital: un sistema de explotación, extorsión y acumulación desenfrenado. Las migraciones se despliegan en experiencias de subjetividades individuales y colectivas (dimensión fenomenológica). Se trata de las emociones y testimonios de personas en situación de experiencia migratoria. Finalmente, las migraciones contemporáneas son una expresión más del capitalismo autómata que consiste en una suerte de máquina infernal salida del control humano, a través de la fetichización de la mercancía convertida en orden natural.
Otra veta que indica el desenlace de este artículo consiste en emancipar el pensamiento socio-antropológico de la camisa de fuerza que representa el paradigma político-científico de las migraciones internacionales. Las caravanas abogaron por el derecho de libre circulación cumpliendo así la voluntad filosófica plasmada en el artículo decimotercero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este esfuerzo por reformar el pensamiento científico descansa en la sustitución del paradigma migratorio por el paradigma circulatorio57 y se ejemplifica a través de iniciativas políticas que se implementaron en Ecuador y en la Ciudad de México, donde el principio de dicho artículo está operando: libre circulación y derecho de arraigo para extranjeros.
Todo ello apunta hacia terminar con lo que de manera humorística el filósofo Javier De Lucas llama el derecho de estar en órbita,58 es decir, el derecho de no molestar a nadie por ser un indeseable, es decir, una persona en situación migratoria cuya vida es desechable. Todo ello, apunta a que no haya más migrantes, sino personas circulando libremente de un país a otro, convirtiendo de facto dichas decisiones y prácticas de ir y venir en uno de los derechos humanos imprescindibles.