Introducción: despliegue de espacios urbanos
Una de las vías, a través de la cual las sociedades del mundo occidental han evidenciado la importancia y necesidad de la organización colectiva, es la instauración de los espacios donde se desenvuelve la cotidianidad de los individuos: lugares de residencia, espacios de tránsito peatonal o de cualquier tipo de vehículos, vías de conexión entre sitios distantes, indicación de fronteras entre zonas específicas, zonas de pasaje restringidos1, amplias explanadas rodeadas de edificios para ceremonias, ritos, acuerdos y negociaciones2, alumbrado común, espacios de recreación (baños públicos, lugares de cuidado del cuerpo, jardines, plazas, alamedas, teatros abiertos, calzadas peatonales junto a los ríos o el mar), espacios para enterrar a los muertos y para aislar a los enfermos, líneas de transporte público (carruajes, diligencias, autobuses, metro), mercados, circuitos de drenaje, redes de agua, energía eléctrica y gas, por citar algunos3.
A partir de fines del siglo XVIII, se inician los trabajos para el crecimiento de las ciudades en tránsito hacia el progreso democrático capitalista: las zonas destinadas para viviendas e industrias, las vías por donde llegan los alimentos perecederos, los materiales de construcción, las manufacturas artesanales, las calles donde se concentran los comercios, el trazado e instalación de los “caminos de hierro” para los ferrocarriles, la construcción de las estaciones de trenes, el levantamiento de edificios de alturas antes impensables, todo ello en estrecha relación con los nuevos materiales que van ofreciendo los trabajos realizados desde la química, la física y la ingeniería4, para implementar un urbanismo sectario5 adecuado a la competencia entre ciudades civilizadas listas para disputarse los premios arquitectónicos mundiales6 e impresionar a sus visitantes. Hegel, por ejemplo, le cuenta a su esposa:
París es una ciudad de vieja riqueza en la que, desde hace muchos años, los reyes amigos de las artes y del fasto y, en últimas fechas, el emperador Napoleón, así como aristócratas ricos y, claro, un pueblo activo e industrioso, valiéndose de cualquier estrategia, han acumulado todo tipo de riquezas: el palacio, los establecimientos públicos (cada Facultad de la Universidad, por ejemplo, posee un palacio como el edificio de nuestra Universidad) hay a montones. El mercado de vinos, un edificio que sólo contiene cavas, es algo verdaderamente grandioso.7
Los ya experimentados constructores y administradores de grandes obras (canal de Suez, puertos, puentes, líneas férreas), la producción galopante de nuevos materiales y la fiebre por ser parte de la carrera hacia la modernidad protegida desde una democracia incipiente, marcan los albores del siglo XX para, además de continuar con el crecimiento de las ciudades, la urbanización de las pequeñas aglomeraciones de habitantes, la conexión de los territorios nacionales con carreteras y más líneas de ferrocarril: i) promover la proliferación de la imagen de ciudades con rascacielos; ii) iniciar condiciones para que los ciudadanos, sin capacidad económica, puedan poseer o ser propietarios de casa; iii) atender la necesidad “imperiosa” de vías que permitan la circulación del el automóvil; iv) inaugurar la reunión de comercios de todos tipos al interior de atmósferas cerradas gracias a la climatización, y v) por último, abrir el turismo citadino que arriba a las urbes en busca de museos, exposiciones y los sitios donde se hizo la historia de occidente, con la consiguiente construcción de aeropuertos, más infraestructura ferroviaria, hoteles, centros nocturnos y restaurantes.8
En la transición entre el último tercio del siglo veinte y el siguiente milenio, se ubica la codiciada construcción desde una paz capitalista, ahora en cualquier tamaño de ciudad, de altos edificios climatizados sellados a la circulación del aire exterior, la creación de vecindarios cerrados (gated communities) solicitados por la población con grandes recursos, la expulsión de habitantes del centro de las ciudades para restaurarlo y convertirlo en barrio privilegiado por su historia y su acondicionamiento con pretenciosos y caros comercios de moda, es decir, las prácticas de gentrificación9, la instalación de viviendas precarias en los cinturones que rodean a las grandes ciudades, con gente en condiciones vulnerables en lo económico, social, político y cultural10, así como el contagio planetario del pretender la conexión de enormes zonas geográficas para articular las llamadas megalópolis11.
El mundo occidental y los países occidentalizados han encontrado en los contenidos que caracterizan la democracia moderna, propuestas para todos los estratos de la población: cuando ofrecen el progreso y la igualdad de oportunidades, al proclamar la libertad de los individuos y gobiernos de mediación entre ellos (al reclamarse protectores de los derechos humanos, la calidad de vida, el confort y el bienestar de los ciudadanos), un Estado que, a pesar de los peligros, exaltan los alcances de las tecnologías, la agroindustria y las conexiones globales. El espectro de propuestas, entonces, se multiplica y el individuo moderno queda rodeado de opciones para darle sentido a su vida y adoptar, o no, los objetivos de su entorno.12
¿Cómo se traducen las organizaciones del espacio público y productivo en la vida cotidiana de las poblaciones? ¿Cómo se atienden las necesidades del espacio privado cuando solo una minoría de los habitantes posee propiedades inmobiliarias? ¿Cómo se resuelven las necesidades del espacio privado cuando los individuos carecen de recursos económicos?
En este artículo, se pretenden exponer algunas condiciones por las que se han instaurado espacios de vivienda social en diferentes países, con una focalización en América Latina (Argentina y Chile). En el mundo occidental y occidentalizado, saberse acreedor a solicitar una vivienda a pesar de no tener los recursos económicos suficientes, fue un largo proceso de discusión en lo social y cultural, primero, y después, en lo político y económico. Las argumentaciones que se encuentran en los discursos, ensayos o panfletos de intelectuales cercanos a los obreros y campesinos, durante el siglo XIX, debieron penetrar las discusiones de los trabajadores quienes las manifestaban públicamente13, así como los debates en los espacios políticos cercanos a los dueños del mundo industrial, para convertirse en leyes y programas.
La fuerza de los argumentos, y el escepticismo hacia ellos, provenía de la opción clara de una modificación revolucionaria, que llevaría a todos a nuevos lugares en el tablero social. Propuestas de cambios profundos y radicales llegaron durante el primer cuarto del siglo pasado, y los países testigos del cambio procuraron disminuir las presiones sociales locales con reformas en las condiciones de trabajo y en la vida misma de los trabajadores, como la vivienda social. Los otros mundos posibles, después de una larga agonía, cerraron puertas y ventanas en 1989, con la caída de los regímenes que le hacían contrapeso a la “paz capitalista”. Desde entonces, las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad se enfrentan a ser estigmatizadas por sus conciudadanos, o a la invisibilidad social porque la presencia clara de socialización es otorgada al individuo consumidor14, o a la sordera de gobiernos que, aunque cambien, reproducen las mismas posturas y objetivos.
Se expondrán entonces, por un lado, algunos procesos y procedimientos a través de los cuales se indican, delimitan, disputan, distribuyen y norman, al interior de regímenes democráticos, los espacios del tejido urbano, en específico, la vivienda; por otro lado, se pretende mostrar su vinculación con la constitución misma de los individuos, quienes, al luchar por mejores condiciones de vida cotidiana se nutren de objetivos y expectativas derivadas de la idea de sociedad que los rodea y atraviesa.
Vía de abordaje: genealogía de la subjetivación
Como todos sabemos, una de las apuestas de Foucault fue el análisis de las prácticas que configuran la subjetivación de los individuos, es decir, porque no hay un “sujeto dado”, porque el sujeto no es una “esencia”, entonces, es necesario localizar los elementos que lo atraviesan; es esto lo que se pretende con el recorrido genealógico.
Hay que deshacerse del sujeto constituyente, deshacerse del sujeto mismo, es decir lograr un análisis que pueda dar cuenta de la constitución del sujeto en su trama histórica; eso es a lo que yo llamaría una genealogía, es decir una forma de historia que diera cuenta de la constitución de saberes, de discursos, de dominios de objetos, etc., sin tener que referirse a un sujeto, sea a uno transcendente en relación con el campo de acontecimientos, o uno que corra con su identidad vacía a lo largo de la historia.15
El planteamiento genealógico alcanza, en los últimos años de la obra de Foucault, la precisión del objetivo y el sentido de su desarrollo: se trata de estudiar lo que se piensa, se dice, se hace, como “eventos históricos” para ubicar sus condiciones de emergencia, así como abrir los intersticios para dejar las prácticas que, hasta el momento, se han seguido; porque, la postura crítica que busca Foucault,
[…] será genealógica en el sentido que no deducirá de la forma de lo que somos lo que nos es imposible hacer o conocer; sino que la crítica identificará de lo contingente que nos ha hecho ser lo que somos, la posibilidad de ya no ser, hacer, o pensar lo que somos, hacemos o pensamos.16
La inteligibilidad de los procesos de constitución del sujeto, requiere, por un lado, transitar por los caminos a través de los cuales los sujetos serán capaces de conocer, analizar y, quizá, modificar sus acciones, y, por otro lado, entender que para realizarlo es necesario abordar los modos de actuar y de pensar como “prácticas”17, sin etiquetas preestablecidas ni supuestas maneras autorizadas o mejores a las cuales aspirar.
Pensar y actuar, es decir, exponer proyectos, objetivos, preocupaciones, argumentos, expectativas, en paralelo a implementar acciones, programas, técnicas, instrumentos, espacios, materiales, reglas y normas, son ejercicios que realizan todas las figuras participantes de la sociedad (individuos, instituciones, colectivos, etcétera), porque es así como confluyen, se cruzan, se distribuyen, se articulan las diferentes esferas de la sociedad.
Somos seres que viven y que piensan […] Todo el mundo piensa y actúa al mismo tiempo. La manera por la cual la gente actúa y reacciona está ligada a una manera de pensar, y esta manera de pensar está, naturalmente, ligada a la tradición.18
El recorrido genealógico que se propone en este texto, pretende mostrar cómo, en los diferentes procesos de organización de la sociedad, se instauran modos variados para el vivir colectivo de los sujetos, a través del pensar y actuar, con los que se sostienen y argumentan los objetivos y prácticas de cada sociedad, por ejemplo, el habitar.
Baruch de Spinoza, filósofo del siglo XVII, pensaba, igual que Foucault, que el individuo está constituido, esencialmente, por las ideas del exterior que lo atraviesan. Spinoza muestra esto con el ejemplo de un hombre que desea habitar una casa19 que, por ser consciente de querer una cierta casa, parecería haber sido él quien generó la idea de su casa. Spinoza afirma que esto es ser ignorantes de las causas que nos determinan porque, en realidad, las elecciones que se puedan hacer de una vivienda, difícilmente son una elección ajena al marco en el que nos desenvolvemos.
Veamos esto con mayor detenimiento: cuando una mujer (u hombre) decide construir una casa, no solo deberá proveerse de los materiales necesarios para levantar las diferentes secciones planeadas, sino que “tendrá en mente” un cierto tipo de casa (y no otra) que coincidirá con: los recursos económicos y de tiempo que tenga, el terreno donde se levantará la vivienda, los requisitos de construcción de la oficina del Gobierno municipal, el número de albañiles o trabajadores de la construcción que contrate, el ingeniero o arquitecto que la/o asesore (si existe), el sistema de agua, drenaje, electricidad y gas de la zona, el clima en la región, etcétera. Todas las condiciones anteriores están atravesadas por diversos modos de hacer, obrar y actuar y modos de pensar que, en general, nadie considera en sus particularidades. Profundicemos, nada más, en uno de esos elementos: la casa que “tiene en mente”, con, supongamos, cuarto(s), baño(s), sala(s), comedor(es), patio(s), cochera(s), jardín, parecería ser producto de una decisión personal cuando, en realidad, responde a las características colectivas socializadas en relación con cualquier casa que se construya (no importa el tamaño, ni los muchos o pocos recursos económicos). En el siglo XVII en Francia, era impensable que el palacio real incluyera baños20; su paulatina introducción ocurrió hasta el siglo XIX: fue cuando las casas de la clase alta tenían un baño para toda la vivienda, mientras que, en los edificios donde vivían numerosas familias, había uno por piso.21 Podríamos continuar este ejercicio con los materiales a usar en la construcción que supondrían ser una elección de quien construye, cuando, en realidad, obedecen a la disponibilidad de su existencia con los proveedores, a los dictados de la moda, a su resistencia y conveniencia (actualmente, comprobada en laboratorios de ciencias aplicadas o ingeniería), al presupuesto destinado para la obra, al hecho de contar con los técnicos que saben cómo instalarlos, etcétera.
Dicho de otra manera, si pretendemos comprender las condiciones en las cuales se habilita el hacer y el pensar de las mujeres y los hombres, en relación con la vivienda que “desean” ocupar, es necesario anular toda separación entre su pensar y su hacer, o, como señala Spinoza, para entender las condiciones que llevan a un hombre (o mujer) a construir una casa, es necesario dejar de confundir sus deseos y acciones, con las causas que determinan los deseos y las acciones. Ni el mismo Rey Sol (Luis XIV) pudo evitar “desear” un palacio de Versalles sin baños.
Estas son las herramientas que recuperamos para abordar, esencialmente, dos dimensiones de la organización de la sociedad donde se juegan las relaciones entre los hombres: el entramado de los colectivos, los grupos, las relaciones múltiples y el que corresponde al tejido que configura el hacer y pensar de los individuos. Cierto, son dimensiones estrechamente ligadas que justo confirman lo que arriba expusimos como las prácticas de subjetivación: se trata de identificar cómo es que hombres y mujeres van asumiendo, reconociendo, adoptando, necesidades, deseos, valores (entre otros) de la colectividad que los rodea; es así como se constituyen en sujetos enlazados a una cierta idea de sociedad, de futuro, de sí mismos, de los otros. Describir procesos genealógicos es abordar problemas (no periodos), una genealogía es un trayecto de recuperación de escenarios suficientes que permitan describir y evidenciar como se entretejen los componentes (en este caso de la constitución del sujeto) que llevan a un individuo a instalarse en una postura frente a la sociedad, o a cualquier otro grupo en relación con una situación, o manera de vida, o problema específico22. Todo trayecto de la subjetivación se desenvuelve en el espectro de lo que atraviesa al individuo desde el exterior, y las condiciones que tiene para entender, o no, que su hacer y pensar en y de su existencia no son ajenos a los marcos instaurados en los espacios donde transcurre su vida.
Los modos de producción del espacio urbano
Expondremos, entonces, con base en diferentes dimensiones de organización de la sociedad, algunos procesos puestos en marcha para la disposición y uso del espacio urbano, en general, y de la vivienda, en particular; se aludirá a la articulación de posturas para argumentar, sostener y promover usos específicos, distribuciones precisas, construcciones planificadas y necesidades convenientes con el fin de participar en los proyectos de civilización, progreso, sentido de una sociedad de vanguardia, formas de relacionarse entre individuos y países, que serán atractivos a diferentes estratos de cada sociedad.
Las aproximaciones a planteamientos promovedores de viviendas (para gente con recursos y sin ellos), así como estrategias implementadas para ofrecer habitaciones privadas en las ciudades desde condiciones concretas, será desplegar momentos y situaciones que se articulan desde distintas esferas de lo social; dicho de otra manera, se trata de mostrar los movimientos individuales, institucionales, colectivos, grupales y sus combinaciones: i) donde gobiernos y gente con una amplia capacidad económica imponen fronteras y crean territorios jerarquizados, con el apoyo de arquitectos, ingenieros, urbanistas, abogados; ii) donde ciudadanos en condiciones vulnerables se instalan en espacios adaptados para sus recursos, con condiciones mínimas de bienestar, y iii) donde los circuitos inmobiliarios y financieros ofrecen terreno y viviendas coherentes con el proyecto de una sociedad del progreso y el confort que no siempre coincide con la realidad de los trabajadores. El breve recorrido comprende de la cuarta década del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX limitándonos a situaciones del mundo occidental.
i) Gobiernos y gente con una amplia capacidad económica imponen fronteras y crean territorios jerarquizados, con el apoyo de arquitectos, ingenieros, urbanistas, abogados
Las mejoras introducidas en los transportes (calderas de vapor), el crecimiento de la circulación de mercancías, provocaron que aumentarán las necesidades de superficie para las maniobras de carga y descarga, en los puertos tradicionales. En Barcelona, la inauguración del tren de Barcelona a Mataró en 1848, la instalación de telares mecánicos en la zona de Cataluña, la cancelación de la protección a los gremios que los llevó a convertirse en mano de obra industrial, así como el aumento de los barcos entrantes al puerto, llevó al proyecto del ensanche de Barcelona que planificaría Ildefonso Cerdá; la articulación entre la ampliación y las líneas de ferrocarril era obligada23.
Por otro lado, transformar el paisaje urbano de París, es justo lo que decide Haussmann al inaugurar los bulevares, esas largas y anchas extensiones sin obstáculos para los paseos en vehículos, crear un espacio urbano adornado con árboles, bellos edificios uniformes, la suficiente distancia entre aceras para la circulación del aire y de olores incómodos. La remodelación parisina promovida y financiada por el Gobierno al principio de la segunda mitad del siglo XIX, fue la señal mundial para actuar sin miramiento alguno ante demoliciones, tiempos de reconstrucción de calles y edificios, o la contratación masiva de mano de obra barata que aumenta la población de la ciudad: “La subida de los precios de alquiler empuja al proletariado a los arrabales. Los barrios de París pierden su propia fisonomía. Surge el cinturón rojo. Haussmann se dio a sí mismo el nombre de ‘artiste démolisseur’”24.
El crecimiento de las ciudades, sin embargo, no era solo por el aumento de la población, fue también por las incontables actividades inauguradas a las que había que darles un espacio: las fábricas, almacenes para el carbón (energía), instalaciones para los trabajadores del transporte, vías para el paso de mercancías y materias primas. El suelo se convierte en objeto de consumo, y su distribución se realiza en aras de la mejor ganancia posible. En el siglo XIX, la cuadrícula de planificación de la distribución del espacio, en Estados Unidos, se concentró en manzanas rectangulares y construcciones con frentes angostos y fondo largo (trazado de damero), dejando que el Gobierno atendiera las demandas en la vía pública:
Las diligencias públicas fueron seguidas por los ferrocarriles, las balsas de vapor, los puentes, los tranvías eléctricos, los subterráneos y los trenes elevados, aunque no siempre en el mismo orden cronológico. Cada nueva ampliación de la ciudad, cada nuevo aumento de población, podían justificarse como seguro contra la inversión excesiva en estos servicios público y como una garantía más del aumento general de los valores inmobiliarios, no solo dentro de los límites de la ciudad, sino incluso en los territorios circundantes, que no formaban parte del municipio.25
ii) Ciudadanos en condiciones vulnerables se instalan en espacios adaptados para sus recursos, con atenciones mínimas para su bienestar
No es inútil subrayar que la vertiginosa inversión para industrializar a los países del siglo XIX, no tenía ninguna posibilidad de pensar en el alojamiento de los trabajadores; no solo porque no era un insumo necesario para los negocios, sino porque, en un principio, no existía ninguna preocupación de los gobiernos por los habitantes que no importaban: ni en términos de formularles peticiones como ciudadanos, ni de discutir los proyectos que proponían o de obstaculizar sus actividades, como sí sucedía con las clases altas. En todo caso, las medidas a tomar por las condiciones de vivienda de los trabajadores se inician, por cuestiones de higiene susceptibles de afectar a la clase económica y políticamente poderosa: las enfermedades de las familias hacinadas podían contagiar a las familias ricas.
En ese sentido, las descripciones de la vivienda de las clases populares, en Londres, subraya la carencia de salubridad, no solo como una idea ya recuperada de las explicaciones científicas en las que se apoyan los gobiernos, sino como el motor que empuja hacia proyectos de transformaciones en las ciudades.
A medida que las clases acomodadas van abandonando ciertos sectores, los especuladores levantan en los espacios libres viviendas precarias, no pocas veces de madera, para amontonar en ellas la mayor cantidad posible de inquilinos. Cada cuarto, cada granero, cada sótano son, no sólo alquilados, sino subalquilados, y hasta sub-sub-alquilados. Tres o cuatro familias suelen ocupar la misma pieza, que les sirve a la vez de dormitorio, de cocina y de taller. La promiscuidad desafía toda descripción.26
Las transformaciones productivas que cambian la cotidianidad laboral y social, tienen consecuencias en la demanda de vivienda para los hombres y mujeres que llegan en busca de trabajo. En toda España, desde la segunda mitad del siglo XIX se construyen habitaciones para obreros con tamaños que oscilan entre 15 y 50 metros cuadrados; son conjuntos de cuatro hasta diez viviendas, aproximadamente, con recámara, estancia, baño, cocina y lavaderos comunes.
Entre ellas podemos citar los chiqueros murcianos, las casas corredor o las corralas madrileñas y sevillanas, los patios y ciudadelas de muchas ciudades asturianas, las ciudadelas o portones canarios, o los denominados cuarteles de las regiones mineras leonesas y asturianas; esta tipología se trasladó a algunas ciudades iberoamericanas apareciendo allí las llamadas las casas chorizo platenses, o los numerosos conventillos de Buenos Aires, construidos entre los años de cambio del siglo XIX al XX con la llegada masiva de inmigrantes.27
En Barcelona, a esas habitaciones se les llamará pasillos en el primer tercio del siglo XX, porque estaban fincadas en torno a un pasillo o patio; su particularidad, en esta ciudad, es que fueron construidas al interior de las manzanas para clase media (diseñadas por Cerdá), ahí donde había indicado los espacios verdes; los dueños de los edificios (autorizados ya de siete pisos), entonces, alquilaban las viviendas del pasillo a un precio inferior al alquiler de los departamentos. El indicar la construcción de estas viviendas de rentas de bajo costo, al momento de solicitar la autorización de construcción, facilitaba los trámites.28
De la misma manera, en París, Lucien Ferrand, un joven “experto” de la “habitación barata”, rama inmobiliaria desarrollada para construir y alquilar o vender viviendas a los trabajadores, cuenta en 1906 cómo, desde un siglo antes, se habían adaptado construcciones para esos fines.
El gran defecto de todas, o casi todas las casas de renta baja, es de no haber sido construidas para quienes las habitan actualmente. Construidas, con frecuencia, hace más de un siglo, para alojar a la población acomodada que las abandonó y, ahora, su disposición interior no responde al lugar higiénico que necesita la clientela actual. […] como ya no existe ningún locatario dispuesto a rentarla toda, se comenzó por dividir el espacio en dos, después en tres y así sucesivamente, a medida que el locatario pedía menos espacio y, sobre todo, una renta más baja […].29
iii) Los circuitos inmobiliarios y financieros ofrecen terreno y viviendas coherentes con el proyecto de sociedad del progreso y el confort que no siempre coincide con la realidad de los trabajadores
La vivienda para las “clases bajas” en los albores del siglo XX, sea en propiedad (raros casos) o en alquiler, son una insuficiente propuesta desde instancias privadas, que encuentran en las propiedades inmobiliarias importantes ganancias. Ese es el negocio que promueve Lucien Ferrand después de narrar las condiciones de vida de la población pobre en Francia30. Ofrecer instalaciones con las características dictadas por el discurso higiénico y a un precio competitivo, se considera un acto de filantropía ciudadana dirigido a los pobres y una excelente inversión para los dueños.
Es importante recordar que, a lo largo del siglo XIX se inician, los escaparates que pretenden ser la realización del confort y civilización, se promueven las reuniones llamadas internacionales para escuchar, tomar nota de las novedades de los países occidentales del planeta y llevar las noticias a otras latitudes; la industria y los nuevos medios de transporte lo permiten, todos pueden conocer, ver y desear las nuevas condiciones de vida.
Las “exposiciones universales” que reúnen lo último de la producción industrial, avances científicos y aplicaciones de la ciencia en la vida cotidiana, son instaladas en ciudades con capacidad para recibir a miles de expositores y visitantes31. En la exposición de 1889, se organizó, al pie de la torre Eiffel, reunir reproducciones de viviendas que representaran la “Historia de la habitación”, se instalaron cuarenta y cuatro tipos de habitación para mostrar la evolución de la humanidad, pues se expusieron casas de diferentes épocas, países, materiales, culturas; “Para algunos la muestra constituía la prueba científica de la evolución de la humanidad de la barbarie a la civilización […]”.32
En las sociedades occidentales, los grupos en el poder y dueños de la riqueza, promovieron entre los trabajadores que vivir conforme a la higiene, era una decisión que iniciaba el contacto con la civilización y el progreso; los obreros, por su parte, además de argumentar la necesidad de mejoras en sus condiciones laborales, empezaban ya a cuestionarse sobre el sentido de su hacer, sobre el futuro de sus hijos y las atmósferas asfixiantes en las que vivían33. Las decisiones tomadas desde el Estado, es claro, ya no podían ser indiferentes a las críticas de la sociedad democrática inequitativa y desigual que gobernaban; es así como emergen reformas y políticas que reducen las dificultades de habitación, el alza de las rentas, la ausencia de servicios urbanos mínimos.
El gran cambio que representa convertirse en propietarios, no será realidad para muchos hasta el siglo XX, cuando la idea de seguridad interna de la sociedad, incluya la defensa del sistema de gobierno amenazado, esta vez, por las masas organizadas dispuestas a enarbolar y defender otras formas de vida: “No nos engañemos; el desarrollo de una verdadera ‘clase media patrimonial’ constituye la principal transformación estructural de la repartición de riquezas en los países desarrollados del siglo XX”.34
Producción de viviendas
La carrera por el crecimiento de la industria (acero, textiles, herramientas, papel, vidrio, maquinaria, automóviles) es paralela al aumento del comercio y el consumo, se fomenta el mercado nacional enseñando a la población las bondades de nuevos estilos de vida a los que pueden aspirar. Un nuevo estilo de vida incluye, por supuesto, un espacio propio, que permita recibir a los amigos, que separe a los hijos de los padres, que tenga las condiciones de higiene adecuadas y se encuentre en calles limpias. Si no se tiene eso, dice L. Ferrand, es fácil pensar que el hombre acumule odio contra la sociedad y su organización.35
De todas partes en los lugares burgueses se quejan de la marea ascendente del socialismo, de las huelgas violentas y de las tentativas revolucionarias o, mínimamente, del desarrollo de las teorías anarquistas; incluso, hay algunos que están tan espantados que preparan su huida con todo y sus bienes. ¿No valdría la pena buscar de dónde viene ese movimiento? ¿Por qué se escuchan esos llamados a la violencia? Y ¿por qué la armonía, la paz social que deberían reinar en una democracia más que en cualquier otro lugar, parecen alejarse de nosotros?36
Es así como Ferrand argumenta la necesidad de desarrollar la “habitación barata” desde la iniciativa privada; insiste en las bondades económicas del negocio y en las sociales al procurarse una sociedad con gente a gusto con su vida, evitando miedos y rencores.
Las propuestas de vivienda para trabajadores sin recursos, sea adquirida o por el pago de rentas moderadas, asumidas por el Estado, se inicia en el siglo XX en los países escandinavos; Reino Unido legisla al respecto en 1919 y otros países de Europa pondrán en marcha programas habitacionales en el periodo de entreguerras; pero será hasta después de la Segunda Guerra Mundial que se cubrirá la demanda en algunos de ellos, o se confirme su inexistencia como sucede en Grecia37.
De igual manera, la vivienda social es el canal para “dar”, “ofrecer” a los diferentes estratos de la sociedad, un poco de los resultados del conocimiento aplicado: no solo una vivienda, sino el modo de acceder a ella con el tranvía, o el tren o el bus; no solo un trabajo, sino herramientas y máquinas que se requieren para hacerlo; no solo la idea de familia, sino prácticas específicas que demostrarán su realización, consolidación e inserción en la “red de familias modernas” (escolarización, aspiraciones laborales, aspiraciones de reproducción); no solo la pertenencia a una clase y una nación, sino la información suficiente (periódicos, enciclopedias, suplementos, cine, noticieros antes de la exhibición de las películas) y accesible, para informarles de las pruebas fehacientes del avance de su país y, consecuentemente, del reconocimiento al que se hace acreedor cada ciudadano. Los gobiernos occidentalizados del siglo XX buscarán atraer y fascinar a los ciudadanos hacia la sociedad del confort, la imitación de las grandes urbes, las pretensiones de desarrollo ilimitado y, si es posible, la seguridad inmobiliaria.
Con base en lo anterior, en los dos apartados siguientes, se busca evidenciar tres momentos específicos en relación con individuos sin recursos económicos y con necesidad de vivienda, ubicados en el desarrollo económico de países democráticos en la región de América Latina en el siglo XX y el XXI.
El primer momento es cuando i) emerge una población trabajadora que comparte las ideas de movilidad social y mejora promovidos con base en el despliegue económico en el siglo XX, ii) los gobiernos de régimen democrático se enfrentarán a demandas sociales de las poblaciones que saben de otras opciones presentes en la atmósfera mundial (socialismo, comunismo, etcétera); son gobiernos que deberán otorgar apoyos (salud, vivienda, educación) e insistir en la adopción de modos de vida propios de las libertades democráticas.
El segundo momento se ubica cuando i) los ciudadanos sin recursos, sin empleos seguros, sin protección social, realizan tomas de terrenos para instalar viviendas frágiles; ii) los gobiernos permitirán algunas de dichas ocupaciones, y apoyarán -en el mediano y largo plazo- algunas mejoras de las zonas (servicios de electricidad, agua, drenaje, propiedad personal del terreno, conexión urbana), sabiendo que tienen ahí un número importante de votos.
En el tercer momento, con el fin de las opciones políticas socialistas en el planeta y las nuevas geopolíticas económicas y financieras, se presenta una abismal fractura social y económica en los países democráticos traducida en una fragmentación territorial; i) en relación con los sujetos, se encuentran franjas importantes de la población en condiciones de vulnerabilidad profundas: la gente no solo se sabe excluida, relegada, sino que constata la ausencia de alternativas; su voto útil le permite recibir apoyos esporádicos e insuficientes para resolver cualquier cosa; ii) los gobiernos promoverán proyectos de mejora sin grandes recursos, buscarán mediaciones con organizaciones civiles aglutinadoras de habitantes de zonas “ocupadas” y mantendrán sus propuestas en tiempos de elecciones de representantes políticos.
Los individuos conocedores de las condiciones que los rodean y configurados a través del peso que su presencia puede imprimir en la sociedad, se asumen con la fuerza que su participación añadiría a las demandas y manifestaciones frente a los gobiernos; con los dos casos que exponemos a continuación, se puede ver el recorrido de producción de un sujeto que se piensa a sí mismo como acreedor, o no, a espacios habitacionales que cubran condiciones dignas de una vivienda. Se mostrará así que, en América Latina, se identifica una estrecha conjunción entre las prácticas socio-políticas-económicas en un país con los modos de pensar de sus habitantes.
Cuando una vivienda transforma la vida
En Argentina, durante el primer Gobierno peronista38, atender las necesidades de las crecientes masas obreras en un país que se industrializa gracias a la Segunda Guerra Mundial implicó, no solo un ejercicio político de conciliación con las clases no protegidas por el estado, sino la coincidencia de divulgación de una idea de familia individualista, ciudadana, católica, integrada a la aspiración de la igualdad social39. La población argentina de bajos recursos es apoyada para entrar al mundo de la propiedad:
Todas las casitas las había entregado en arrendamiento la Fundación Eva Perón. Hace unos días la señora Evita dispuso concedérnosla en venta, mediante el pago de cómodas cuotas mensuales y todos nosotros hemos optado por comprarlas ¡Gracias a Evita tenemos nuestra casa propia!40
En los años siguientes, los gobiernos argentinos lanzan medidas de vivienda social conforme a las recomendaciones de los organismos internacionales, que van acompañadas de préstamos e instrucciones sobre la integración de la economía interna en lo financiero, productivo y social41; las campañas de fomento a la vivienda social coinciden con las etapas de delimitación de influencia del bloque soviético y el estadounidense hasta, grosso modo, la década de 1980; uno de los tramos, sin duda, estaría marcado por la Alliance for progress lanzada en 1961 por Estados Unidos.
Paralelo al apoyo de la vivienda social argentina, los problemas de habitación en Buenos Aires han generado diferentes situaciones informales e irregulares que, sin embargo, han recibido, por momentos, el apoyo de los gobiernos: las villas miseria, los nuevos asentamientos urbanos, los conventillos e inquilinatos, y otros espacios abandonados o la calle misma, en donde viven cuatrocientas mil personas42. Si se decide la remoción de la gente de los terrenos, en general, se lleva a cabo a través de la fuerza y con argumentos como “reforma” o “reestructuración” provisionales, cuando, en realidad, el suelo ya está destinado a construcciones de altos rendimientos43.
Los últimos años, la ciudad de Buenos Aires ha acrecentado la liberación de espacios irregulares por una clara política de gentrificación que pretende convertir espacios céntricos en costosos lugares combinados con vivienda, comercio, oficinas, galerías, esparcimientos, como en Puerto Madero44; en el mismo sentido, en Buenos Aires las viviendas de lujo han aumentado “más de cuatro veces”, así como en sus franjas suburbanas, se han multiplicado los lugares cercados (barrios cerrados o country club) para grupos de muy altos ingresos: “en 1994 sólo 1 450 familias residían en este tipo de barrios, mientras que al finalizar la década dicho número fue estimado en alrededor de 35 000”45. Las nuevas políticas de la ciudad parecen seguir lo que señaló el responsable de la Comisión Municipal de la Vivienda a finales de la década de 1970: “vivir en Buenos Aires no es para cualquiera sino para el que lo merezca, para el que acepte las pautas de una vida comunitaria agradable y eficiente. Debemos tener una ciudad mejor para la mejor gente”.46
El Gobierno de Buenos Aires, no obstante, también ha tenido que ofrecer algunas opciones, tanto jurídicas como urbanísticas, para resguardar a los habitantes de los espacios informales. Se han hecho regulaciones urbanas que proveen de servicios, aunque no otorguen documentos de dominio; más aún, en las instalaciones por “loteos económicos”47 del Gran Buenos Aires, existieron intermediarios para la venta informal de los lotes, así como para los préstamos bancarios ofrecidos. Dicho de otra manera, el Estado permitió las ocupaciones, y después las formalizó con “políticas de regulación”48.
Los dramáticos descensos económicos en Argentina, han provocado una “densificación de barrios pobres y marginales” pues van a refugiarse personas sin trabajo o que han visto reducirse sus ingresos, generando una reorganización del día a día de los pobladores. Al ser mayoría los desempleados en las villas, los residentes que antes luchaban por mejoras en sus viviendas, ahora se baten por trabajo o apoyo de los gobiernos; sus tácticas y estrategias de presión han logrado la adjudicación de “planes” que asignan módicas ayudas mensuales a los integrantes de la organización, a cambio de las cuales deben trabajar cuatro horas al día en labores de apoyo a la comunidad49.
La Villa 20 de Lugano en Buenos Aires, se instaló en unas hectáreas colindantes a su terreno, para presionar y solicitar el cumplimiento de la urbanización de su villa, prometida desde 2005, los peticionarios, asesorados por profesionales de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos, presentaron sus propuestas de viviendas; uno de sus dirigentes explicaba:
El nuestro es un plan de urbanización integral. No sólo propone abrir calles, sino cómo se van a hacer las cloacas, los tendidos de gas y de luz, que hoy son como una tela de araña, y cómo van a ser las viviendas […] Ojalá que lo acepten. Estamos cansados de que nos vean como la lacra de la sociedad. Queremos que nos incluyan.50
Financiar la vivienda social y no detener los asentamientos irregulares o informales, era la respuesta de los diferentes niveles de Gobierno, ante una población cultivada en la lucha política, en el ejercicio de acciones que respaldaran sus derechos civiles y sociales y, además, interesada en prácticas del régimen político que implicaran una organización social con distribución económica equitativa y equilibrada.
En otras provincias de Argentina, por ejemplo, Córdoba, la gente ha vivido procesos semejantes a los de Buenos Aires, al tener que instalarse en asentamientos irregulares; el hecho de alquilar un cuarto en una “villa”, puede generar la incomodidad del habitante que sabe que se trata de una disminución social, es el ingreso a espacios donde la lucha individual es el único camino.
Yo no decía nada al principio, es como que no lo decía o sea, a mis parientes, a mi mamá, o sea, porque era “¿cómo vivís en una villa?”. O sea… “¿no tenés miedo?”. Y bueno, era lo que había en ese momento, pero al principio no lo decía porque de verdad por la discriminación que hay. Yo decía vivir en una villa no… y bueno, hasta que con el tiempo, hasta a mis parientes les costaba venir a visitarme… En los noventa creció un montón, en el 89 en la época de Alfonsín, cuando se vino la hiperinflación… Nosotros vemos que de hace aproximadamente cuatro años volvía a dar como un avance, que hoy en día lamentablemente para nosotros es doloroso decirlo, no tenemos terreno en villa La Tela. No hay terreno en villa La Tela significa que muchísima gente se tiene que venir a vivir a estos lugares porque no tiene posibilidades de comprarse un terreno.51
Los últimos cuarenta años han reducido las opciones de trabajo y movilidad social, en paralelo a una amurallada presencia habitacional de las clases con altos ingresos quienes, o levantan bardas en barrios cerrados, o instalan cámaras de vigilancia para identificar a los intrusos en las zonas gentrificadas. Los habitantes sin recursos económicos, sin trabajo, sin vivienda, no tienen, como antaño, un planteamiento que les insinúe que pueden direccionar sus energías y batirse por otro proyecto de vida y sociedad; los gobiernos no titubean en recordarles su vulnerabilidad:
[La funcionaria del Instituto] viene todos los días y te dice ‘vos no tenés derecho, vos estás en una tierra que es del Estado, vos te tenés que ir’. Yo tengo una casa de material que me costó mucho construir, pero ella me dice que no vale nada porque está sobre una tierra que es del Estado, me dice que tendría que haberla hecho en otro terreno… yo si tuviera plata me hubiera comprado un terreno, pero no tengo.52
Las restricciones de los gobiernos para canalizar recursos suficientes de protección social, en el siglo XXI, generan incertidumbre permanente en los ciudadanos; les ofrecen revisar sus solicitudes para trabajar, tener un salario y habitar una casa con requisitos mínimos, sin ofrecerles fecha precisa de la respuesta.
Viviendas inconclusas
Antes de los primeros programas de apoyo a la vivienda de las clases populares en Chile a lo largo del siglo XX, las poblaciones sin recursos vivían en “cuartos redondos” que eran habitación cerradas sin otra ventilación que la puerta de entrada; las mejoras a las condiciones de las clases obreras en Chile, normaron la construcción de los “conventillos”, es decir, ahora serían “cuartos redondos” sucesivos en línea recta. Las medidas tomadas desde los gobiernos, apoyadas en las populares y científicas reglas de higiene pública, no fueron de gran impacto; los números concernientes a la falta de vivienda en Chile eran claros: “en 1952 el déficit alcanzaba las 156 205 viviendas, en 1960 era de 454 000 y en 1970 se llegaba a las 592 324”53. Fueron varios los programas implementados en las siguientes décadas, posteriores al conveniente hábito del ahorro en las clases populares; se construían y vendían alojamientos para las clases sin recursos, o se distribuía el suelo y se entregaban lotes con “caseta sanitaria” instalada: “[…] la cual corresponde a una unidad constructiva que consta de baño o lavabo, cocina y un recinto para lavadero o fregadero, a partir del cual los beneficiarios deben construir o adosar sus viviendas para consolidarla definitivamente […]”, o la autoconstrucción54. El recrudecimiento del déficit se confirma con la gran cantidad de asentamientos irregulares llamados “campamentos”, donde los habitantes, también, participaban en grupos políticos reclamando cambios de régimen y de sociedad; estos colectivos fueron erradicados con diferentes intensidades por los gobiernos, incluido el periodo dictatorial.
Desde la instauración de la Corporación de la Vivienda (CORVI) en 1953, hasta la creación de cada Empresa de Gestión Inmobiliaria Social (EGIS) como medidas gubernamentales, se puede identificar un proceso de doble privatización: por un lado, el esquema de construcción de vivienda con amplias ganancias, por el otro, las demandas colectivas por un techo asegurado se transformaron en solicitudes individuales sin mucho peso55.
Los avances en Chile en relación con la carencia de alojamientos, se confirman cuando el censo del 2002 informa que “un 72.5 por ciento de los hogares chilenos ocupaban una vivienda que era propia o que estaban pagando”56.
Los ciudadanos sin casa (el 27.5 % restante), sin embargo, continúan con las tomas de suelo para instalarse y construir. Los asentamientos irregulares de Viña del Mar, por ejemplo, una de las cinco ciudades más importantes de Chile, se encuentran en zonas con edificios de vivienda social, que se pueden caracterizar como espacios con escasas condiciones de servicios urbanos y con población socioeconómica de menores recursos, es ahí donde los residentes no pusieron objeciones a su llegada. Ciertamente, estos asentamientos son posibles por la falta de medidas de desalojo o prohibición de las autoridades locales, porque se instalan en terrenos que no generan conflicto económico y porque se encuentran en las zonas urbanas menos consolidadas57. En otros términos, los olvidados de la vivienda se aproximan a las zonas donde se construyeron viviendas sociales para gente de bajos recursos, con servicios inconclusos y deficientes.
Los habitantes propietarios de vivienda social en Villa del Mar, se quejan de la reducida superficie del lugar, estar en departamentos y no en casas, de problemas de transporte, entre otros58, reclamos que coinciden con los formulados por los residentes en Santiago.
Las demandas públicas de los pobres de Santiago se refieren hoy, principalmente, a la calidad de la vivienda social, al equipamiento e infraestructura urbana de su sector (entre otras cosas para evitar inundaciones), a los servicios de transporte público, a la protección contra la delincuencia y al rechazo u objeción a proyectos de inversión u obras públicas que puedan amenazar la calidad de vida de su barrio y sector, afectar su salud y su principal inversión económica59.
Las enérgicas solicitudes de habitación que podían, en los años sesenta o setenta del siglo pasado, provocar temores de explosiones “sociales”, o estar conducidas por un contundente deseo de búsqueda de otro tipo de sociedad, en el siglo XXI, se concentran en peticiones por una inclusión efectiva y eficaz: mejores espacios interiores para los usuarios de la vivienda, vías de movilidad, servicios urbanos completos, como lo demuestra el importante número de sociedades civiles generadas para presionar, negociar y lograr que se cumplan las mejoras60.
En Argol, una ciudad de casi cincuenta mil habitantes que se encuentra a 550 km al sur de Santiago de Chile, la vivienda social también existe61. A pesar de los resultados que un estudio cuantitativo (índice de similitud de Duncan) arroja, al indicar una segregación socioespacial moderada, sus ocupantes no tienen la impresión de ser excluidos sociales, ni de estar afectados por la segregación socioespacial; los transportes circulan y conectan con la ciudad, hay comercios y servicios, las clases medias instaladas en los alrededores indican una mixtura socioeconómica sin grandes contrastes, como comenta un habitante del lugar:
Angol se está expandiendo para donde se puede, indistintamente de las clases sociales […] pero dentro de los espacios que quedan se van haciendo los comités de vivienda o los condominios, es en cualquier lado, es donde ellos encuentren un lugar. Por ejemplo Villa Betel, están al lado de un supermercado y al lado de la Avenida principal de Angol, entonces no pasa lo que pasa en las ciudades grandes.62
Entre las demandas de los residentes pobres de Santiago, las mencionadas también de Viña del Mar y la normalidad displicente de los usuarios de vivienda social en Angol, se puede apreciar una diferencia en las actividades que atentan, o no, a su cotidianidad. Los habitantes de vivienda social en Santiago se manifiestan abierta e infatigablemente contra la instalación de dos rellenos sanitarios que ponen en peligro su calidad de vida, el valor de sus viviendas y la justicia a la que se saben acreedores63. En Angol, la situación misma de la pequeña ciudad, parecería no atraer proyectos dañinos a la comunidad.
Además, en las zonas de vivienda social de Santiago, los ocupantes buscan el reconocimiento que los incorpore a la ciudad capital; sus largas luchas se cumplieron parcialmente: “Hoy el poblador es una realidad y su lucha es dejar de ser poblador y transformarse en santiaguino o chileno”64; en Viña del Mar, el desafío son la marginación y las dificultades diarias por los insuficientes servicios, condiciones compartidas por residentes con viviendas de orígenes distintos. La precariedad de la vivienda social y el asentamiento irregular se juntan al final del camino:
Vengo del campamento senador mate65 en Recoleta […] si pudiese volvería a Santiago porque toda mi familia está allá, además perdí las comodidades que uno tenía allá, en Santiago había más locomoción para salir, yo estaba más cerca del centro, acá no […] pero es difícil porque yo soy propietaria acá, tendría que vender, pero acá las casas nadie las va a comprar.66
A manera de conclusión
Las trayectorias de la vivienda social en Chile y Argentina, no solo permiten confirmar las prácticas de los individuos en su pensarse ciudadanos, habitantes, mujeres y hombres con derechos a vivir en un espacio propio, sino también la importancia de subrayar las diferencias entre el mundo occidental y las sociedades occidentalizadas. En efecto, en cuanto a vivienda social se mostró cómo hay planteamientos adoptados del occidente, pero, no es menor que, en los momentos de su implementación, existen particularidades que evidencian distancias y divergencias.
Las prácticas a través de las cuales los individuos se piensan a sí mismos (ejercicio de subjetivación) no es producto de ideas individuales, ni espontáneas, ni geniales, son el resultado de las condiciones que los rodean en las diferentes dimensiones que constituyen a las sociedades: políticas, económicas, culturales, sociales, tecnológicas, y que, al atravesarlos, al estar presentes en el día a día de las sociedades, les ofrece opciones para trabajar, pensarse, disentir, habitar, poseer, desear, usar su tiempo libre, etcétera. Cuando los mundos occidentales construían un mundo industrial, lo hicieron con base en una cierta idea de sociedad donde las ciudades, los servicios públicos ahí desarrollados, los lugares de empleos, la multiplicación de espacios de recreación y consumo, iban a la par de una cierta idea de vivienda que otorgaba un lugar en el entramado social. El desarrollo de las viviendas sociales no fue un acto generoso de ningún gobierno, sino una de las tácticas para incorporar a los trabajadores a un proyecto de sociedad, de la misma manera que, cuando los cambios del país y del entorno mundial lo permitieron, el estado redujo al mínimo su preocupación por apoyar a los ciudadanos en condiciones de vulnerabilidad. Es este recorrido el que quisimos mostrar a través de la vivienda social.
En las luchas por la vivienda para gente sin recursos, se concentran resabios de antiguas estrategias de presión que ya no logran impactar ni fisurar el tejido de las sociedades actuales; todos sabemos que los sueños y las utopías revolucionarias se diluyeron, que la lucha por las viviendas continúan a pesar de la inseguridad permanente que depende de leyes y normativas, de segregación residencial, de desalojos y reubicaciones en periferias sin equipamiento, de procesos de gentrificación67; el Estado, los sistemas financieros, el comercio y la producción transnacional, los servicios globalizados, los análisis académicos, ahora, dosifican, regulan, programan, analizan, la paulatina incorporación de quienes solicitan estar adentro sin objetar sus reglas.
En la tercera década del siglo XXI, vemos cómo se estrecha el marco en el que se formulan los deseos y las necesidades para ser acreedor a una vivienda segura; no porque las peticiones de hoy sean menores, sino porque su hacer y pensar están cercados por los límites propios de la supervivencia impuesta.