Tras la Guerra de Corea2 de 1950 a 1953, la península quedó prácticamente devastada. La infraestructura física desarrollada sobre todo durante la ocupación japonesa: carreteras, puentes, ferrocarriles, aeropuertos, puertos, etc., quedó en estado deplorable. Las fotos del centro de Seúl y del río Han tras la guerra dan muestra de la destrucción y muerte que dejó a su paso el evento bélico más destructivo que Corea ha experimentado en su historia. Es imposible imaginar visitando hoy la capital de la República de Corea, que su primera industria de exportación fueran pelucas y pestañas postizas.
En la actualidad Corea es nada menos que el primer productor de barcos a nivel global. Hyundai Heavy Industries es la empresa constructora de barcos más grande del mundo y opera el astillero más grande que existe, participando con 35.4% de la producción total de buques. Es también el primer exportador de productos derivados del petróleo en Asia. Sk Energy opera la tercera refinería más grande del mundo en la ciudad de Ulsan con una capacidad de 840,000 bpd. Asimismo, a nivel mundial Corea es el cuarto mayor productor de autos, el grupo Hyundai-KIA es el productor número uno considerando las utilidades y opera la planta de mayor capacidad de producción de vehículos en Ulsan de donde cada 10 segundos sale un automóvil ensamblado. Tan sólo en 2015 esta compañía produjo un millón 53 mil autos. Corea es también el primer productor de semiconductores, liderando en el mercado de semiconductores de memoria.
Estas cifras dan muestra del rápido y sólido crecimiento económico de Corea, producto de una serie de políticas industriales y de políticas públicas que fueron diseñadas e implementadas en diferentes etapas, encaminadas a convertir al país en desarrollado en el largo plazo, y para poder competir con las economías circundantes lideradas por Japón, enemigo histórico de Corea. El día de hoy en las industrias de autopartes, manufactura de vehículos y en la eléctrica y electrónica Corea ha superado en diversas geografías en ventas internacionales y presencia de mercado a sus competidores, no sólo japoneses sino también estadounidenses y europeos.
De acuerdo con cifras oficiales del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía nacional de Corea es la onceava a nivel mundial. Sólo Brasil, del hemisferio latinoamericano, está por encima, en la posición nueve, mientras que México es la décimo quinta. Sin embargo, con base en el International Monetary Fund World Economic Outlook, en el año 2030 Corea se ubicará como la séptima economía mundial, subiendo cuatro lugares, con lo cual rebasará a Brasil, quedando éste en octavo lugar, mientras que México, por su lado, sólo subirá un lugar y se encontrará en el sitio décimo cuarto.
Por si fuera poco, además de los grandes avances que ha tenido Corea en el campo del desarrollo industrial, científico y tecnológico, así como por el fortalecimiento de la presencia de sus marcas y productos en el comercio global, también son de reconocer sus magros avances en la consolidación de su sistema democrático. Si bien hay una fuerte crítica permanente de los ciudadanos coreanos por sus políticos y por los casos de corrupción que se han presentado de manera reiterada, han logrado construir una sólida sociedad civil. Su más reciente logro fue que pudieran procesar a la presidenta por tráfico de influencias y corrupción.
Como era de esperarse, la destitución y procesamiento judicial de la presidenta Park Geun-Hye ha causado caos y confusión política; sin embargo, la mayoría de la población coreana confía y cree ahora más que nunca en sus instituciones democráticas y de impartición de justicia. Esta situación se ve reflejada en el reporte de Naciones Unidas titulado E-Government Development Index, que enumera a los primeros 10 países que tienen transparentados sus procesos públicos; Corea es el tercero, sólo después de Gran Bretaña y Australia. No hay ningún país de América Latina entre los primeros 10, y tampoco aparecen Estados Unidos o Canadá.
Dado lo pequeño de su territorio y población, las fortalezas geopolíticas de Corea radican en los factores económicos y tecnológicos, así como en el poder blando.3 La vecindad en la cual está ubicada Corea, rodeada por Corea del Norte, China, Japón y Rusia, ha marcado históricamente la política exterior de este país. Con una población que no sobrepasa los 50 millones de habitantes4 y con un territorio (99,720 km2) que podría caber en el estado mexicano de Durango,5 aunado a la cantidad limitada de recursos naturales (minas, yacimientos de gas y petróleo, así como tierra cultivable), Corea ha puesto el énfasis en fortalecer su desarrollo económico con industrias de base tecnológica, haciendo de la innovación científica el principal insumo de sus industrias. Y paradójicamente fue la crisis financiera de 1997 el mayor parteaguas para Corea. Las políticas de ajuste que hizo a su economía aceleraron y fortalecieron sus industrias para ganar competitividad, así como para asegurar, a través del bilateralismo, el acceso a insumos y mercados internacionales. Una de las políticas que implementó fue el reforzamiento de sus industrias culturales.
Fue también a partir de la crisis financiera de 1997 cuando Corea empezó a fortalecer su política de imagen país a través, sobre todo, de sus industrias culturales. El Hallyu, traducido como la Ola Corea o K-pop, es uno de los productos de exportación más importantes de Corea. En 1999 el presidente Kim Dae Jung, quien se hizo llamar “presidente de la cultura”, estableció la Ley Básica para la Promoción de la Industria Cultural, a partir de la cual se empezó a destinar mayor presupuesto gubernamental para tales efectos. Para 2015 la industria de contenidos estaba produciendo un valor de cerca del doble de lo que generaba la industria del acero.
La industria de contenidos inició a partir de la exportación de telenovelas (dramas) y posteriormente de música pop. Sus mercados de exportación más importantes habían estado básicamente en Asia, sin embargo, a partir del año 2000 se aceleró la penetración de estos productos en Europa y en América Latina. A partir de 2012 el Gobierno coreano lanzó la “Generación Hallyu 3.0”. En 2013 el Gobierno incrementó en 27.3% el presupuesto a su proyecto de Hallyu, equivalente a $68.7 millones de dólares, consolidando un presupuesto de casi $320 millones de dólares en 40 áreas de negocio. Varios estudios han demostrado que gracias a la imagen país que las industrias culturales han generado de Corea, las exportaciones coreanas se han incrementado. El cálculo es de $4.87 mil millones de dólares por año lo que reporta esta industria a la economía de Corea.6
Los costos sociales del rápido desarrollo económico, los efectos de mediano y largo plazos de crisis financiera asiática y los cambios globales no sólo geopolíticos, también tecnológicos, son las columnas de la encrucijada que tiene Corea en los albores del siglo XXI. Y es justo debido a estos retos nuevos y añejos que Corea ha diseñado una política exterior mucho más agresiva, en el buen sentido de la palabra, hacia América Latina, región sólo superada en importancia para Seúl por el este y el sudeste Asiático.
En este tenor es prioritario que México haga una evaluación de su relación con Corea, no sólo tomando en cuenta aquellos temas en los que México y Corea puedan y deban cooperar dependiendo de las dimensiones de sus respectivas economías y su interacción con las cadenas globales de producción, también desde los retos que tiene hoy México considerando la nueva situación que guarda nuestra relación con Washington bajo la administración Trump, y también por los enormes retos que están planteando los cambios tecnológicos bajo lo que se ha denominado como industria inteligente o industria 4.0. Corea ha implementado una serie de estrategias a través de sus agencias de diseño de políticas públicas (o Think Tanks) para enfrentar esta nueva revolución industrial, las cuales México debe incluir en la agenda de cooperación en el marco de las relaciones con Corea.
En muy pocos años México se convirtió en el socio más importante para Corea en América Latina, lugar que ocupaba Brasil. El preludio del relanzamiento de una nueva relación se suscita en la celebración este año del 55 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y Corea, relación que inició en 1962. Corea se convirtió en el sexto socio comercial de México y el cuarto proveedor externo de productos a la economía mexicana, sólo detrás de Estados Unidos, China y Japón. El comercio entre México y Corea fue en 2016 de $14,619 millones de dólares, superando el que Corea tiene con Brasil, Argentina, Colombia y Chile. En 2015 las exportaciones mexicanas al mercado surcoreano crecieron en 36.7%, el mayor dinamismo entre los principales 35 destinos de las ventas externas de productos mexicanos, y llegaron así a $2,770 millones de dólares. La inversión extranjera directa acumulada por empresas coreanas en México alcanzó los $5,600 millones de dólares, convirtiéndose Corea en la 14a fuente de inversión extranjera para el país. Hoy hay más de 1,800 empresas coreanas ubicadas en diversas entidades del territorio nacional, esta cifra es superior a las 1,100 empresas japonesas radicadas en México. Tan sólo la inversión de la planta de KIA Motors en el municipio de Pesquería en Nuevo León supera los $1,500 millones de dólares y se proyecta que esta cifra se pueda duplicar.
Mirando hacia el futuro de la relación, México no sólo debe seguir estudiando y, en muchos casos, aprendiendo del modelo de desarrollo económico de Corea, por ejemplo, de su política industrial, sus políticas públicas, de gobierno electrónico, entre otras más, también se debe plantear una estrategia de cooperación más profunda. Corea y México son actores internacionales importantes, participan en diversos foros de cooperación económica y comercial, como el G-20, el Foro Económico de Cooperación Asia Pacífico (APEC), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y recientemente en mikta.7 Si bien es cierto que la inversión de empresas coreanas en México ha alcanzado un récord histórico y que nuestro comercio con Corea se ha incrementado de manera importante en la última década, existen áreas de oportunidad significativas para que la relación no sólo crezca y se fortalezca, sino que también ayude a México a fortalecer su sector industrial y de servicios en el siglo XXI.
Por ejemplo, en materia de exportación, cinco fracciones arancelarias explican el 57.9% de lo que se exporta a Corea, mayoritariamente materia prima.8 Esto representa un gran reto dado que no sólo el déficit comercial se ha incrementado,9 sino la disparidad en la relación comercial. Mientras que México exporta productos con poco valor agregado, sus importaciones desde Corea son lo opuesto. Este problema se suele atemperar dado que esas importaciones de valor agregado se terminan ensamblando en México para su re-exportación a Estados Unidos. Con Trump a punto de renegociar el TLCAN, esta situación puede cambiar drásticamente. Además, si bien hay una Ley de Inversión Extranjera Directa, no hay en México una verdadera estrategia de atracción de inversión,10 particularmente de las industrias asiáticas. Escándalos como el de KIA Motors en Nuevo León dan cuenta de esta carencia.
Por otro lado, si bien es cierto que México se ha convertido en una potencia en producción y exportación de agroalimentos y que Corea es ahora uno de los destinos más importantes en Asia, también lo es que mucha de la exportación de estos productos es triangulada vía Estados Unidos, sobre todo de los productores agrícolas de Sinaloa, región líder en México en este sector. Asimismo, cabe destacar que la inversión de empresas mexicanas en Corea es prácticamente insignificante. Por ejemplo, de las decenas de restaurantes que hay en Seúl y su área metropolitana que dicen servir comida mexicana, casi en su totalidad los dueños son coreanos.
Éstos y otros retos en la relación bilateral explican la dificultad en avanzar hacia la implementación de un tratado de libre comercio (TLC) bilateral. Mientras que para Corea, México es prioritario desde hace años, diversos sectores en México, particularmente las cámaras industriales, se han opuesto al acuerdo. Corea cuenta con tratados de libre comercio con Chile, Perú y Colombia, los tres socios con los que México comparte el proyecto de la Alianza del Pacífico y sin embargo México no sólo no tiene prisa en negociar un acuerdo de libre comercio, tampoco ve la necesidad de hacerlo. En 2005 ambos países firmaron el Acuerdo de Asociación Estratégica para la prosperidad compartida. En 2008 se intensificaron las negociaciones, pero no avanzaron. En abril del año pasado la presidenta Park Geun-hye llevó a cabo una visita oficial del alto nivel cuyo principal propósito fue precisamente relanzar las negociaciones de éste tan buscado TLC.
El momento de política interna que vive Corea y en el que próximamente entrará México de cara a las elecciones presidenciales en 2018, no dejarán mucho espacio para que se pueda llegar a firmar este acuerdo en el corto plazo. Sin embargo, la relación bilateral debe ir fortaleciéndose en casos muy puntuales de tal manera que aquellas voces que desde México hoy se oponen, puedan ir encontrando justificaciones para seguir avanzado. Se debe fortalecer aún más el intercambio académico priorizando proyectos de investigación en ciencia y tecnología con una agenda estratégica y acompañada de fondos. Por ejemplo, Japón y México han celebrado dos cumbres de rectores y en noviembre se celebrará la tercera en Hiroshima. China y México han celebrado dos cumbres, recientemente este año en Beijing. Corea y México no han organizado ninguna hasta el momento. Otra área de oportunidad es trabajar en materia de política industrial compartida. Es decir, no sólo que Corea pueda transferir tecnología a las pequeñas y medianas empresas mexicanas para que puedan cumplir con los estándares de calidad y volúmenes de producción para convertirse en proveedoras de KIA, LG, Samsung, Daewoo, entre otras empresas coreanas apostadas en el país, sino que se puedan diseñar e implementar programas donde los emprendedores mexicanos y las Start ups con base tecnológica puedan aprovechar los ecosistemas de innovación y emprendimiento que Corea ha desarrollado de manera exitosa.
Corea y México tienen agendas e intereses compartidos. Ambas economías han apostado por el fortalecimiento de organismos internacionales que velen por asegurar la apertura de mercados y combatir el proteccionismo; ambos países dependen en gran medida de los mercados externos para su desarrollo. Corea y México son potencias medias que tienen que sortear las complejidades de lidiar con poderosos vecinos. Ambos han trabajado en la marca país y ambas apuestan a las industrias culturales. Son economías complementarias, ambas pueden ganar de seguir ampliando los mecanismos de cooperación. México debe plantear a Corea una agenda con proyectos puntuales de cooperación, con interlocutores que sepan cómo hacer puentes internamente con los sectores académico, público y privado y sus contrapartes en aquel país y, muy importante, con un calendario que trascienda los cambios políticos en ambos lados del Pacífico. Seúl y la Ciudad de México estarán conectadas por vuelos directos, esto debe ser un símbolo del progreso que debe haber en el plano de una verdadera agenda compartida para el mutuo beneficio y bienestar compartido.