Si existe una palabra que pudiera captar la esencia de la novela El samurai por el autor Rafael Reyes-Ruiz, sería la de “manguekyô” o caleidoscopio en japonés. Los personajes de esta novela son previos compañeros de vivienda -cohabitaron años atrás en el Ansonia en San Francisco- que provienen de distintos países. La novela comienza con el reencuentro de ellos y la narración se va desenvolviendo por medio de los distintos caminos que deciden seguir. De esta forma, las piezas de múltiples colores de dicho caleidoscopio irán uniéndose y separándose para ir creando una compleja red de relaciones. La trama, entonces, consistirá en el desarrollo de estos encuentros, desencuentros y búsquedas que irán conformando una intriga.
El samurai es una novela que forma parte de una trilogía, aunque puede leerse por sí sola. Estamos ante una obra ágil y de fácil lectura, cuyos ejes temáticos son: la globalización y la búsqueda. El primer tema se puede apreciar por medio de los mismos personajes que llegan a conocerse en San Francisco; extranjeros cuyos caminos convergen por diversos motivos. Eventualmente, tras el reencuentro, algunos de ellos decidirán irse a trabajar a Japón como instructores de idiomas y así emprenden una nueva vida de inmigrantes en dicho país. De tal manera, los personajes son el reflejo del estilo de vida de muchos que deciden residir y forjar sus vidas en otros ámbitos. En este mundo transnacional real y ficcional, ya no es imperativo vivir donde uno nace. Al contrario, es algo común transitar por varios países ya sea por motivos laborales o educativos. El mismo autor encarna esta existencia de trotamundos. Precisamente en la adenda, cuyo título es “El cruce de Roppongi”, se resume acertadamente este tema: estamos ante diversos caminos que coinciden y se dispersan, mostrando así nuestra vida en transición. Este cruce de Roppongi es un símbolo perfecto de dicha globalización, ya que es el punto de encuentro de muchos extranjeros -sean residentes o turistas- pero que no permanecen en el lugar y siguen sus propios rumbos.
Por su parte, el segundo tema, sobre la búsqueda, es más evidente al enfocarnos en los dos personajes principales: Elena y Ricardo. Aunque en el Ansonia solamente son amigos, el reencuentro une a estos personajes de manera sentimental. No obstante, al seguir leyendo descubrimos que hay una cercanía entre ellos que va más allá del amor. Este lazo se debe a que ambos están buscando a alguien que representa un vacío en sus vidas. Estas respectivas búsquedas conformarán el misterio que catalizará la consecuente lectura atenta. Como público lector, nos entra la curiosidad por saber a quiénes buscan y si finalmente logran reencontrarse con sus seres queridos.
En el caso de Elena, ella busca a su padre de quien no sabe nada y lo único que posee es una foto. Lo describe como un japonés alto y delgado. En una ocasión Elena le menciona a Ricardo: “(…) siempre he sentido que no soy quien debía ser, que me falta una pieza en el rompecabezas de mi vida, y que esa pieza tiene que ver con mi padre” (p. 69). Tras haber visto a una persona parecida a la de la foto una noche en North Beach en San Francisco, Elena decide emprender seriamente la búsqueda de su padre. Aunque hablamos de solamente un instante, este hombre que le hace pensar en Alain Delon en la película El samurai, es motivo de una inquietud que emerge en Elena. Asimismo, le impulsa el deseo innato de completar ese rompecabezas; encontrarse con su identidad. Fortuitamente, Elena consigue mudarse al país de su padre ya que la contratan como una maestra de inglés, y así se aproxima a la verdad que se esconde detrás de la incógnita que es su padre.
Ricardo, por otra parte, se decide por seguir una carrera de abogado y trabaja en una firma de abogados mientras estudia para ingresar a una facultad de derecho. Uno de los casos donde funge como traductor de documentos en portugués, tiene que ver con un litigio de propiedades en Macao. Las investigaciones lo llevan a sospechar que hay vínculos entre estas propiedades, una compañía japonesa y el tráfico de mujeres. Así va creciendo la sospecha de que hay una red internacional de trata de blancas que involucra a varias personas de Asia y América Latina. Para Ricardo, esto también se vuelve en una búsqueda personal ya que sospecha que su prima, Adriana Torres, ha sido víctima de este tráfico. Según Ricardo, a su prima le habían prometido que iba a trabajar como enfermera en Japón y decide irse de Colombia, pero le pierden el rastro y se sospecha que trabaja como prostituta. Aunque Ricardo decide no mudarse a Japón junto a Elena, los sigue atando este deseo por saber en dónde han parado tanto el padre como la prima.
Las dos búsquedas, la de Elena y la de Ricardo, posteriormente conducen a un reencuentro entre ellos; ahora en Tokio. En este momento comienza a hilvanarse el misterio. Hay algo detrás de las dos búsquedas que hacen que se crucen los caminos. Comenzamos a asomarnos ante la intriga que alentará al lector a hacerse preguntas y a seguir leyendo hasta el final. ¿Quién es en realidad el padre de Elena? ¿Qué es lo que hace? ¿Dónde se encuentra la prima de Ricardo? ¿Podrá salvarla de la prostitución? Es de esta manera que poco a poco nos vamos enterando cómo es que la relación entre Elena y Ricardo se extiende a otros ámbitos que tienen que ver justo con el padre y la prima, así como las conexiones con las otras novelas de esta trilogía. Y así, el “manguekyô” vuelve a girar.
Uno de los atractivos de esta novela es que retrata la vida del inmigrante en Japón, quien enfrenta las duras realidades detrás de las fachadas ambiguas del país. Aunque algunos personajes terminan asentándose en Japón por motivos laborales, otros están en el país para destapar verdades detrás de ciertas incógnitas. Junto a estos protagonistas, los lectores descubrimos que el intercambio global también se presta para incurrir en negocios turbios donde inevitablemente hay víctimas. Tanto las organizaciones criminales transnacionales como la trata de blancas y el tráfico de personas, nos obligan a preguntarnos sobre el lado oscuro de la globalización. Asimismo, en esta novela nos encontramos ante una representación de la crisis del sujeto contemporáneo, que se encuentra en constante búsqueda de un pasado y una identidad para ayudarle a navegar sus vicisitudes. De tal forma, estamos ante una novela que apunta hacia otras conexiones no tan evidentes que hay entre Japón y América Latina, así como una búsqueda identitaria que caracteriza al sujeto migrante dentro del mundo globalizado.
Para los lectores interesados en descubrir los nuevos horizontes que conforman la literatura actual hispanoamericana, podría decirse que El samurai y la trilogía a la que pertenece representan el hecho de que ya no es necesario escribir sobre o desde una frontera delimitada por el origen. Las novelas y los novelistas hispanoamericanos han cruzado fronteras para hablar de otros mundos. Asimismo, los personajes en estas novelas reflejan las experiencias diaspóricas de muchos hispanoamericanos, integrados en espacios transnacionales.