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RIDE. Revista Iberoamericana para la Investigación y el Desarrollo Educativo

versión On-line ISSN 2007-7467

RIDE. Rev. Iberoam. Investig. Desarro. Educ vol.9 no.18 Guadalajara ene./jun. 2019

https://doi.org/10.23913/ride.v9i18.408 

Artículos científicos

Procesos creativos en el arte para la resignificación de la identidad: una aproximación psicoanalítica

Creation art processes for the resignification of identity: a psychoanalytic approach

Processos criativos em arte para a ressignificação da identidade: uma abordagem psicanalítica

Guadalupe de la Cruz Aguilar Salmerón1 
http://orcid.org/0000-0001-5052-5014

1Universidad de Guanajuato, México gugui65@gmail.com


Resumen

En el presente texto se muestran algunas conceptualizaciones teóricas sobre los procesos de creación en el arte y sus relaciones con la configuración de la identidad. Para esto, se ha tomado como referencia la tesis doctoral de Aguilar, 2016, titulada Procesos creativos y transformaciones subjetivas. La resignificación de la identidad a través de la experiencia artística dirigida, la cual tuvo como objetivo dar a conocer, por medio de la tradición psicoanalítica, la función que realizan los procesos de creación en el arte en la configuración de sí misma a partir de sus respectivos análisis y relaciones. En tal sentido, los criterios metodológicos de la presente investigación consistieron en indagar mediante la deducción lógica en los campos de la psicología, así como en algunos estudios del arte y la educación artística, aquellos elementos que dieran cuenta de manera específica de dichos fenómenos humanos y cómo estos se pudieran relacionar entre sí. De esta manera, se dedujo que el paradigma psicoanalítico ofrece la posibilidad de comprender, explicar y articular tanto procesos humanos como artísticos. En concreto, la estrategia empleada consistió en revisar de manera exhaustiva la bibliografía de Freud, Lacan, Laplanche y Pontalis, quienes aportaron múltiples elementos teórico-metodológicos para la comprensión de procesos humanos relacionados, por ejemplo, con la formación de la identidad y la creación, definidos en términos de fenómenos de sublimación. Mediante este análisis, en síntesis, se determinó que ambos comparten las mismas pautas, por lo que es posible recomendar una práctica de la experiencia artística como una propuesta de intervención para resignificar la identidad.

Palabras clave: proceso creativo; proceso simbólico; resignificación de la identidad; sublimación

Abstract

This text shows some theoretical conceptualizations about creation art processes and it relationships with the configuration of identity. For this, the doctoral thesis of Aguilar, 2016, entitled Creative Processes and Subjective Transformations. The resignification of identity through directed artistic experience, has been taken as reference, which aimed to make known, through the psychoanalytic tradition, the function performed by the processes of creation in art in the configuration of itself from their respective analyzes and relationships. In this sense, the methodological criteria for realize this research consisted in investigating through logical deduction, in the fields of psychology, some art studies and artistic education those elements that specifically account for these human phenomena and that could relate to each other. In this way, it was deduced that the psychoanalytic paradigm offers the possibility of understanding, explaining and articulating both human and artistic processes. In particular, the strategy employed consisted in exhaustively reviewing the bibliography of Freud, Lacan, Laplanche and Pontalis, who contributed multiple theoretical-methodological elements for the understanding of human processes related, for example, with the formation of identity and creation, defined in terms of sublimation phenomena. Through this analysis, in summary, it was determined that both share the same guidelines, so it is possible to recommend a practice of the artistic experience as an intervention proposal to resignify the identity.

Keywords: creative process; symbolic process; resignification of identity; sublimation

Resumo

O presente texto mostra algumas conceituações teóricas sobre os processos de criação na arte e suas relações com a configuração da identidade. Para isso, a tese de doutorado de Aguilar, 2016, intitulada Processos Criativos e Transformações Subjetivas, foi tomada como referência. A ressignificação da identidade através da experiência artística dirigida, que objetivou dar a conhecer, através da tradição psicanalítica, a função desempenhada pelos processos de criação na arte na configuração de si baseada em sua respectivas análises e relações. Nesse sentido, os critérios metodológicos da presente investigação consistiram em investigar, por meio da dedução lógica nos campos da psicologia, bem como em alguns estudos de arte e educação artística, os elementos que explicam especificamente tais fenômenos humanos e sociais. como eles poderiam se relacionar entre si Desse modo, deduziu-se que o paradigma psicanalítico oferece a possibilidade de compreender, explicar e articular processos humanos e artísticos. Em particular, a estratégia utilizada foi a revisão exaustiva da bibliografia de Freud, Lacan, Laplanche e Pontalis, que contribuíram com múltiplos elementos teórico-metodológicos para a compreensão dos processos humanos relacionados, por exemplo, à formação da identidade e da criação. , definido em termos de fenómenos de sublimação. Através desta análise, em resumo, foi determinado que ambos compartilham as mesmas diretrizes, por isso é possível recomendar uma prática da experiência artística como uma proposta de intervenção para ressignificar a identidade.

Palavras-chave: processo criativo; processo simbólico; ressignificação de identidade; sublimação

Introducción

El origen de este trabajo, así como de la tesis doctoral titulada Procesos creativos y transformaciones subjetivas. La resignificación de la identidad a través de la experiencia artística dirigida (Aguilar, 2016) surgió a partir del planteamiento de la siguiente interrogante: ¿es posible que los procesos creativos en el arte promuevan procesos para la resignificación de la identidad?, la cual se intentó responder mediante el análisis de algunos supuestos teóricos, así como a través de la observación empírica recabada en un taller de creatividad desarrollado para intentar comprender los procesos tanto de configuración de la identidad como los creativos de las personas.

En el presente documento, sin embargo, solo se ofrece una aproximación documental sobre los principios que sustentan a estos dos procesos con el fin de encontrar elementos comunes y constantes entre ellos que permitan sistematizar sus relaciones. En este sentido, la búsqueda en la literatura fue orientando la reflexión hacia el marco psicoanalítico, pues se trata de un campo que posee una comprensión teórico-metodológica profunda e integradora sobre las funciones psíquicas, las cuales se pueden explicar en términos de procesamientos simbólicos. Para esto, se revisaron distintas obras de Freud (1915a, 1915b, 1920, 1923, 1930) con el fin de profundizar en temas relacionados con el sistema psíquico, el inconsciente y sus funciones, la estructura anímica y demás elementos que configuran la identidad.

Asimismo, se examinaron los sistemas de referencia del yo de Lacan (1954c) correspondientes a lo real, imaginario y simbólico, donde lo simbólico otorga significado, y que Lacan (1954a), Laplanche y Pontalis (2004) conceptualizaron como una condición dialéctica y de cambio. En este sentido, y al seguir algunas pistas al respecto, se encontró que Freud siempre buscó una explicación plausible para los fenómenos de transformación, lo cual consiguió con el término sublimación, el cual empleó desde 1895 en unas cartas dirigidas a Fliess (Laplanche, 2002). De hecho, posteriormente (en 2015) propuso en Pulsiones y destinos de pulsión (1915b) algunos elementos centrales (definidos como fases) para entender este concepto. Ese mismo año, además, escribió un tratado sobre metapsicología que incluía estudios sobre el inconsciente, la represión, las pulsiones, los destinos de pulsión, entre otros. Este estaba compuesto por un texto acerca de la sublimación, el cual fue destruido por el autor, aunque los demás escritos llegaron a publicarse en Trabajos sobre metapsicología. Después, en 1920, en su obra Más allá del principio del placer, planteó una nueva forma de pulsión a la que le atribuyó la posibilidad de regular la energía libidinal, la cual fue definida en 1923 en El yo y el ello como pulsión de muerte. De esta manera, retomó el tema de la sublimación y estableció vínculos entre lo que el distinguió como la energía libidinal y el aparato anímico.

Finalmente, en El malestar en la cultura en 1930 volvió a plantear la sublimación como mecanismo de cambio, y aunque sus investigaciones al respecto quedaron pendientes, otros autores han ido aportando nuevas reflexiones. Por ese motivo, en este trabajo se han intentado articular los estudios sobre los procesos de configuración de la identidad de Freud (1923) y Lacan (1954c), las indagaciones más significativas sobre el concepto sublimación de Freud (1915a, 1930) y de Laplanche (2002), así como las aportaciones de Lacan (1954a, 1954c, 1960a, 1961) y Laplanche y Pontalis (2004) sobre los procesos de simbolización para el análisis y la creación del modelo de resignificación de la identidad a través de los procesos de creación en el arte.

Esto resulta muy significativo porque de acuerdo con las condiciones de la cultura actual, cada vez con mayor frecuencia se observan en los individuos características representativas de identidades fragmentadas, las cuales se encuentran inmersas en una multiplicidad de alternativas que se asumen bajo condiciones de inmediatez cambiante, así como en prácticas comunicativas emergentes por medio de las nuevas tecnologías u otras que se manifiestan mediante la búsqueda exacerbada del consumo, el éxito y la realización personal en una dinámica creciente en donde se vuelve menos factible detenerse y conectarse con el deseo esencial.

En síntesis, la propuesta de este trabajo se basó en definir un modelo de intervención legitimado por la investigación científica, el cual a través de los procesos creativos en el arte funcionen como dispositivos que le permitan al sujeto contemporáneo explorar procesos creativos para dar lugar a la reflexión de sí y la configuración de una identidad más auténtica.

Método

En el presente estudio se utilizó un método de trabajo con enfoque cualitativo tomado del Manual de investigación de ciencias sociales de Campenhoudt (2005), en el cual se contemplan los problemas de investigación social de manera global. En la primera etapa, denominada punto de partida o cuestión inicial, se estableció la siguiente pregunta: ¿es posible que los procesos creativos en el arte promuevan procesos para la resignificación de la identidad? Esta interrogante condujo a la segunda fase, llamada exploración, la cual consistió en realizar una indagación sobre diferentes marcos teóricos correspondientes a los procesos creativos en el arte y los procesos de configuración de la identidad del ser individual y del ser social.

Para esto, se exploraron diferentes posturas de la psicología (entre las que destacan el humanismo, la psicoterapia ericksoniana y el psicoanálisis), así como conceptos sobre el proceso creativo en el arte moderno y contemporáneo, y algunas propuestas sobre educación artística con el fin de encontrar relaciones. Todo esto produjo que se retornara al punto de partida o cuestión inicial, lo cual generó una retroalimentación que sirvió para definir la problemática como resultado de la ruptura. Esta apareció como consecuencia de encontrar en el psicoanálisis un marco referencial para dar respuesta a ambos procesos, así como establecer pautas y elementos en común. De este modo fue factible empezar a trabajar la problemática con diferentes modelos psicoanalíticos, que se articularon entre sí para construir el modelo de análisis, el cual se conformó en dos partes: la primera corresponde a la problematización y teorización de los modelos psicoanalíticos; la segunda consistió en la puesta en marcha de un taller de creatividad donde se hicieron presentes procesos de configuración de la identidad relacionados con procesos creativos en el arte.

De estos se efectuaron ciertas observaciones con las que fue posible analizar la información, articular los conceptos y sistematizar la propuesta para establecerla posteriormente como dispositivo o modelo de intervención. Con todo lo anterior se llegó a distintas conclusiones, donde finalmente fue posible dar cuenta de la resignificación de la identidad a través de la experiencia artística dirigida y confirmar la cuestión inicial (figura 1).

Fuente: Campenhoudt (2005, p. 26)

Figura 1. Esquema metodológico para abordar y resolver un proyecto de investigación sobre fenómenos humanos 

Resultados

El marco teórico-metodológico del psicoanálisis y sus relativas comprensiones sobre el sistema psíquico, la estructura anímica, los sistemas de referencia del yo, la función pulsional y el fenómeno de sublimación, así como sus funciones y relaciones fueron importantes para encontrar un orden simbólico como campo común para crear significados. Esta síntesis dio como resultado la construcción de un esquema (figura 2) como modelo metodológico para distinguir tales relaciones, explicar el proceso de sublimación y diseñar procesos de creación. Por dichos motivos, se convirtió en el elemento central sobre el que fueron construidas cada una de las sesiones del taller de creatividad y realizar sus objetivos.

Fuente: Aguilar, 2016

Figura 2 Esquema del proceso de sublimación 

En estos términos, y siguiendo el orden del Esquema del proceso de sublimación, es importante crear una crisis, en términos de reflexión, sobre un tema de interés que presente una relación dialéctica, de modo que al establecer un objetivo de trabajo orientado a la solución de dicha crisis a través de una meta (esto es, el medio artístico), el sujeto haga posible la resolución del conflicto mediante la creación del objeto artístico o la sublimación.

Esto quiere decir que toda necesidad de creación o cambio (deseo) implica una crisis que puede ocurrir por vacío o saturación, la cual se manifiesta en el sujeto como pulsiónpara satisfacer su deseo; en términos de Lacan (1954c) 1, esto corresponde a la realidad. Esta crisis fue dada por un tema de reflexión que tenía que resolverse a través de la experiencia artística. De esta manera, lo que hace posible, constituye y transforma al sujeto es la relación que construye con el objeto (el sujeto narcisista / el sí mismo), así como la forma y las características del desplazamiento de la meta (las acciones que realiza para obtenerla) en un espacio que se abre entre A y B por dichos desplazamientos, lo cual, según Lacan (1954c), es el trabajo de la imaginación o el proceso simbólico (esto da lugar a la transformación).

En este lugar, el sujeto se descoloca de la primera impronta del objeto para buscarla en otro lado, es decir, para que entre la impronta A y la impronta B sea posible abrir un campo simbólico, el cual “forma una estructura dialéctica acabada, completa” (Lacan, 1954a, p.15), es decir, “la relación que une el contenido” (Laplanche y Pontalis, 2004, p. 407). Esta descolocación, mediante el desplazamiento de la meta que busca otros campos, propicia que el objeto (el sujeto narcisista / el sí mismo) se instale en una nueva impronta B. Esto significa la aparición de un nuevo objeto (el sujeto narcisista / el sí mismo) -es decir, sublimar, simbolizar-, efecto que Lacan (1960a) deduce como transformación creadora. De esta manera, el objeto (el sujeto narcisista / el sí mismo) se elige como sujeto o como nuevo objeto a través de una serie de desplazamientos que se dirigen hacia otra categoría superior, sublimada, por la que se posiciona en una condición de crear un nuevo objeto (en este caso artístico) y de crearse a sí mismo como nuevo sujeto.

Discusión

Los procesos de configuración de la identidad

Para entender los procesos de configuración de la identidad fue necesario revisar profundamente la teoría del sistema psíquico y la estructura anímica en Freud (1923), así como el universo simbólico y los tres registros de lo imaginario en Lacan (1954a, 1954c), ya que entre estos se observó una estrecha relación para explicar un orden simbólico, el cual articula e integra distintas funciones para hacer pasar al individuo por diferentes fases por las que expande la conciencia de sí.

El sistema psíquico

Los tres niveles del sistema psíquico definidos por Freud (1923) fueron el consciente, el preconsciente y el inconsciente, los cuales regulan en el individuo la interacción consigo mismo en relación con la realidad exterior. Para Freud (1923) lo consciente se vincula con la percepción del momento presente, donde los fenómenos psíquicos no pueden sostenerse de forma permanente; es decir, son y pasan con rapidez, pues no pueden volver a ser, a menos que los susciten las mismas condiciones: “Por lo pronto, son cc todas las percepciones que nos vienen de afuera (percepciones sensoriales); y, de adentro, lo que llamamos sensaciones y sentimientos” (Freud, 1923, p. 3).

A estas ideas, Lacan (1954d) agrega que lo consciente es eso que aparece en cualquier momento y espacio, en tiempo presente, en la superficie, como representación de una imagen sensible con significado: “La conciencia es algo que se produce cada vez que tenemos […] una superficie tal que pueda producir lo que llamamos una imagen” (Lacan, 1954d, p. 24). Incluso señala que la conciencia es la llave de acceso para entrar en un orden superior: “Se estima que todo lo que es superior implica conciencia” (Lacan, 1954d, p. 23).

Por otra parte, y en cuanto al preconsciente, Freud (1923) explica que si bien este es un estado intermedio entre lo consciente y lo inconsciente, en realidad pertenece a este último porque facilita el acceso de contenidos a la conciencia: “Llamamos preconsciente a lo latente, que es inconsciente solo descriptivamente, no en el sentido dinámico, y limitamos el nombre inconsciente a lo reprimido inconsciente dinámicamente, de modo que ahora tenemos tres términos” (Freud, 1923, p. 2).

Freud (1915b) concibe como lo inconsciente al sitio más amplio y complejo del sistema psíquico, constituido por el conjunto de agentes representantes de pulsiones que se expresan en formas de deseo: “El núcleo del Icc consiste en agencias representantes de pulsión que quieren descargar su investidura; por tanto, en mociones de deseo” (Freud, 1915b, p. 45) Además, lo organiza en un sistema de dos niveles que se manifiesta por actos latentes y temporales o por procesos reprimidos. Freud (1915b) atribuye al inconsciente funciones tales como la ausencia de contradicción, la movilidad de carácter primario, la movilidad de metas condicionadas por su fuerza y los procesos atemporales que no responden a las exigencias de la realidad, de modo que se rige por los principios y regulaciones del placer-displacer.

En este sentido, Lacan (1954b) afirma que la identidad del sujeto se halla en el inconsciente, y lo inconsciente es una causa con características indefinidas, de formas discontinuas y vacilantes, como hendiduras, rupturas, silencio, vacío (Lacan, 1964); este representa lo no realizado, contenido, detenido y no dicho, no como una ausencia de concepto, sino como el concepto de la carencia, lo que en términos freudianos pertenece a los límites de la represión: “Algo perteneciente al orden de lo ‘no realizado’” (Lacan, 1964, p. 10).

Planteado lo anterior, se puede indicar no solo que el sistema psíquico está constituido por diversos procesos psíquicos, sino también que de la relación entre los diferentes niveles de consciencia donde se vinculan elementos opuestos surgen diversos campos simbólicos, donde se encontraron aquellos que dan origen a la sublimación y a la configuración de la identidad.

La estructura anímica

A partir de lo señalado por Freud (1923), en Aguilar (2016) fue planteada la identidad como una estructura anímica constituida por las relaciones establecidas entre un ello, un yo y un superyó: “La esencia del alma en un ello, un yo y un superyó” (Freud, 1923, p. 9). En estos términos, el ello se constituye como representante del deseo original, esto es, como continente de la energía libidinal que nace en el inconsciente y está regido por el principio del placer. El yo, que representa el principio de realidad, se encuentra como el mediador entre las sensaciones del ello y las percepciones del mundo externo, de tal suerte que se convierte en la conciencia del cuerpo: “El yo se encuentra bajo la particular influencia de la percepción” (Freud, 1923, p. 9), mientras que el superyó da forma al yo en términos de conciencia moral, con lo que define su carácter: “Participa en considerable medida en la conformación del yo, y contribuye esencialmente a producir lo que se denomina su carácter” (Freud, 1923, p. 6).

Según Freud (1923), el proceso de configuración de la identidad ocurre permanentemente, aunque es determinante durante las primeras etapas de vida, pues la configuración del yo es una sucesión infinita de investiduras de objeto resignadas, es decir, es una constante movilización de energía pulsional proveniente del ello y recibida por el yo. Esta energía movilizada, cuando se materializa en una representación u objeto externo, se trata primordialmente de la imagen de la madre. Freud (1923) define a esta energía movilizada como investidura de objeto, lo que quiere decir que en el sujeto quedan impresas las huellas de la experiencia que tuvo con la madre. De esta manera, se convierten en los filtros que definen su visión de vida, lo que le sirve al yo para contener el registro de todas las elecciones de objeto.

Conocer cómo una persona se relaciona con las elecciones de objeto o su resistencia a ellos es comprender su carácter: “El carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas” (Freud, 1923, p. 6). Igualmente, es importante indicar que el superyó no es solamente lo que queda de las primeras elecciones de objeto, sino que tiene también una enérgica formación reactiva ante estas, pues el proceso de estructuración del superyó se forma por identificación con los padres simultáneamente a la declinación del Edipo2, el cual reúne las condiciones tanto de prohibición como de ideal. De esta forma, en el proceso de configuración de la estructura del superyó, las investiduras de objeto que se originan en el ello como pulsiones eróticas son recibidas por el yo joven mediante la atención o la represión. En consecuencia, el superyó conserva en mayor o menor grado el carácter del padre; cuanto más intenso aparece el complejo de Edipo y cuanto más rápido se le reprime, más rigurosa aparece la conciencia moral y los sentimientos inconscientes de culpa, por encima del yo.

Por otro lado, cuando la energía libidinal proveniente del ello, se reorienta y cambia de meta, de modo que el yo, al sufrir tal modificación, realiza una sustitución que nuestro autor denomina institución de ese objeto en yo. Al alterar la dirección de la pulsión erótica, domina y ahonda su relación con el ello a costa de una gran permisividad contra su propia experiencia, por lo que busca corregir la pérdida del ello y se distingue a sí mismo objeto de amor, representando los rasgos del objeto resignado. En otras palabras, la institución de libido de objeto en libido narcisista implica la renuncia de las metas sexuales, lo que Freud (1923) distinguió como el principio de la sublimación: “¿No es este el camino universal hacia la sublimación? ¿No se cumplirá toda sublimación por la mediación del yo, que primero muda la libido de objeto en libido narcisista, para después, acaso, ponerle {ksetzen} otra meta?” (Freud, 1923, p. 6).

De acuerdo con Freud (1923), las primeras investiduras de objeto resignadas -como las identificaciones- improntan y moldean la personalidad de manera duradera en el individuo y se establecen en el superyó, de modo que aparece un ideal del yo construido como representante de exigencias que están en función de los valores más altos a los que aspira un individuo. En estos términos, cuando el individuo se mueve dentro de los márgenes del ideal del yo, se encuentra en la conciencia moral, por lo que quebrantarlo implica no solo polarizar las relaciones entre el ello y el superyó, sino también dar lugar a los conflictos de oposición entre el mundo interno y externo, en donde el yo registra una gran tensión, ya que se encuentra ante la posibilidad de ampliar sus marcos de referencia o frente al control y la culpa. Así, el ello, al promover un cambio de meta, obliga al superyó a transgredir sus propios límites, lo que significa la posibilidad de abrir espacio a la sublimación, es decir, a la aparición de algo nuevo en un nivel superior.

Explicado todo lo anterior, se puede decir que las funciones psíquicas y la estructura anímica, por sus relaciones entre opuestos, componen cada cual un campo simbólico y se articulan entre sí.

Los sistemas de referencia del yo

Uno de los sistemas de referencia del yo, siguiendo las ideas de Lacan (1954c), es la realidad, la cual es definida en términos generales como “el caos original” (p. 33). Con este concepto el mencionado autor se refiere a aquello externo no estructurado, no asimilado y, por tanto, no simbolizado por el individuo (“eso”), aunque necesario de elaborar, lo cual se hace posible por medio de un proceso ligado a la imaginación (lo imaginario), que se concibe como “el nacimiento del yo” (Lacan, 1954c, p. 33). Este segundo sistema de referencia del yo es un proceso que se encuentra profundamente ligado a las formas de percepción.

El tercer componente de ese sistema de referencia es lo simbólico, es decir, la elaboración que posiciona al individuo por mediación de lo imaginario frente a aquello simbolizado con lo que crea significados, esto es, “las posiciones del sujeto” (Lacan, 1954c, p. 33). Para comprender este proceso, Lacan (1954c) se apoya en la óptica para presentar el siguiente esquema (figura 3) donde se encuentran un objeto real, un objeto imaginario, un espejo cóncavo y un observador:

Fuente: Lacan (1954c, p. 36)

Figura 3 Relación entre la percepción y la construcción de la conciencia personal 

Según Lacan (1954c), las relaciones entre la percepción y la conciencia personal se hacen visibles en las imágenes ópticas y sus particularidades, pues algunas son reales y se refieren a objetos concretos, mientras que otras son subjetivas (llamadas imágenes virtuales), las cuales se pueden generar a partir de objetos reales. Por este motivo, Lacan (1954c) considera que el objeto real puede recibir el nombre de objeto virtual. Esto se debe a que cada punto del espacio real tiene correspondencia con otro punto en un espacio imaginario, principio fundamental de la óptica sin el cual no existiría como fenómeno. De esta manera, la imagen que construimos de nosotros mismos es como la del florero imaginario que contiene el ramo real; en consecuencia, nos podemos representar entre el nacimiento del yo y el surgimiento del sujeto, esto es, entre lo imaginario y lo simbólico, el cual define las posiciones del sujeto:

Digamos que la imagen del cuerpo -si la situamos en nuestro esquema- es como el florero imaginario que contiene el ramillete de flores real. Así es como podemos representarnos, antes del nacimiento del yo y su surgimiento, al sujeto (Lacan, 1954c, p. 36).

Por lo anterior, es necesario tramitar la percepción de lo real a través de la imaginación para simbolizar y construir significados, pues en esta relación -como en toda relación simbólica- los fenómenos reales conviven simultáneamente con los virtuales o subjetivos tanto en el espacio real como en el imaginario. Por ello, a veces no se encuentran claramente definidos y se pueden confundir, de ahí que sea fundamental establecer la diferencia, lo que significa elaborar la realidad, es decir, construir la identidad y las posiciones del sujeto, las cuales condicionan su lugar en el mundo simbólico. Además, según Lacan (1954c), el desarrollo y la evolución del sujeto dependen de la medida en que se inserta al mundo simbólico y se consolida finalmente mediante la palabra.

Dicho de otra forma, si bien es cierto que el objetivo del psicoanálisis es llevar al sujeto a la realización de su deseo, para Lacan (1954c) esto significa llevarlo al orden simbólico. En este sentido, es importante complementar la concepción que Lacan (1954a) establece para definir el orden simbólico, al que se refiere como una estructura dialéctica, terminada y completa, que tiene implícita su propio significado. Dicho de otra manera, “la relación que une el contenido” (Laplanche y Pontalis, 2004, p. 407). De esta manera, y en lo sucesivo, se han utilizado estas conceptualizaciones para hacer referencia a los procesos simbólicos.

La función pulsional

Para profundizar en la comprensión de los procesos de creación y sus relaciones con la configuración de la identidad, se orientó la búsqueda hacia el análisis de las pautas que los componen. Para ello, durante la investigación doctoral se realizó un estudio comparativo sobre diversos modos de creación, por lo que se configuraron algunas aproximaciones conceptuales con las que se explicaron los fenómenos de transformación, proyecto que permitió analizar, construir, aplicar e intervenir procesos creativos para la construcción de los sujetos.

Para empezar, y en lo concerniente a la realización del deseo, se analizó la función pulsional. En palabras de Freud (1915a), la pulsión puede ser concebida como representante psíquico de los estímulos que se mueven entre el cuerpo y el alma, es decir, “un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático” (Freud, 1915a, p. 29) o una energía nacida de una fuente interior del sujeto, movilizada por una necesidad, la cual cesa cuando logra su satisfacción, por lo que solo se realiza cuando la pulsión se dirige hacia una meta: “Será mejor que llamemos ‘necesidad’ al estímulo pulsional; lo que cancela esta necesidad es la ‘satisfacción’. Esta solo puede alcanzarse mediante una modificación, apropiada a la meta (adecuada), de la fuente interior de estímulo” (Freud, 1915a, p. 28).

De acuerdo con Freud (1915a), la actividad del aparato psíquico se rige por el principio del placer y es regulada mediante una sucesión de eventos organizados en función del placer-displacer, de modo que aumenta el estímulo cuando la necesidad aparece y disminuye cuando la satisface.

Para Laplanche (2002), por otra parte, la pulsión es un estímulo que detona un acto, es decir, “lo que pone en marcha” (Laplanche, 2002, p. 34) tanto si sucede en el cuerpo como en el aparato psíquico. En este sentido, Freud (1915a) le atribuye cuatro diferentes destinos: “El trastorno hacia lo contrario. La vuelta hacia la persona propia. La represión. La sublimación” (Freud, 1915a, p. 30), de cuales solo el último se convirtió en el objeto de estudio de este trabajo, pues se procuró explicar las aproximaciones a los procesos creativos como dispositivos de transformación.

Fases de la pulsión

Para que las pulsiones cumplan su objetivo es necesario que transiten las cuatro fases definidas por Freud (1915a): esfuerzo, meta, objeto y fuente de la pulsión. Al respecto, Freud (1915a) define el término esfuerzo como la cantidad de energía o fuerza psíquica que se pone en marcha para su realización: “Por esfuerzo {Drang} de una pulsión se entiende su factor motor, la suma de fuerza o la medida de la exigencia de trabajo que ella representa {repräsentieren}” (Freud, 1915a, p. 29). Esta no se puede medir, y corresponde a la dimensión del deseo por alcanzar. De acuerdo con Laplanche (2002), el esfuerzo es “lo que ‘impulsa’ a una acción” (Laplanche, 2002, p. 38).

La meta, en cambio, es concebida por Freud (1915a) como el fin último de la pulsión (aquello en lo que se satisface). Esta se puede lograr a través de una gran diversidad de caminos por los que es realizado el deseo:

La meta {Ziel} de una pulsión es en todos los casos la satisfacción […]. Esta meta última permanece invariable para toda pulsión, los caminos que llevan a ella pueden ser diversos, de suerte que para una pulsión se presentan múltiples metas más próximas o intermediarias, que se combinan entre sí o se permutan unas por otras (Freud, 1915a, p. 29).

Por otro lado, Laplanche (2002) amplia la comprensión del concepto meta al vincularla con una serie de acciones que se van ligando entre sí hasta que la última desencadena la descarga de energía libidinal. En estos términos, la meta no solo es realizada por la acción, sino que “es la acción” (Laplanche, 2002, p. 35) o lo concerniente a una serie de acciones. El concepto de meta es fundamental porque como acción o serie de acciones y sus respectivos cambios en la trayectoria suponen la sublimación: “Esta noción de meta es absolutamente capital para la teoría de la sublimación, en la medida en que esta supone una modificación, incluso una mutación de la meta” (Laplanche, 2002, p. 36). Además, estos desplazamientos de la meta van tocando campos distintos, con lo que se hace posible la relación de opuestos.

En cuanto al objeto, Freud (1915a) lo considera como el elemento en el que se realiza o alcanza la meta, es decir, la cosa donde es descargada la energía pulsional: “El objeto {Objekt} de la pulsión es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta, lo más variable en la pulsión” (Freud, 1915a, p. 29), definición que es complementada por Lacan (1961) al añadir que “el objeto es un punto de fijación imaginaria que da, bajo el registro que esté, satisfacción a una pulsión” (Lacan, 1961, p.61).

Ahora bien, para Laplanche (2002) la referencia de esto “variable” en Freud (1915a) significa siempre un sustantivo, es decir, una persona u objeto específico, una cosa externa o alguna parte del propio cuerpo; en pocas palabras, algo intangible o materializado de la realidad. En este sentido, la tradición psicoanalítica señala que el objeto que el individuo busca, es decir, la “relación de objeto” que desarrolla siempre es la misma, pues no la determina la pulsión, sino que la improntan los antecedentes de su historia, particularmente del vínculo con la madre, lo cual define todas sus relaciones, la percepción completa de la realidad y el desarrollo de su personalidad: “La noción de relación objetal aparece a la vez como un concepto global (‘holístico’) y tipificador de la evolución de la personalidad” (Laplanche y Pontalis, 2004, p. 359).

De acuerdo con Laplanche y Pontalis (2004), el concepto relación de objeto establece en el individuo los lazos entre el objeto y la meta. Luego, en este lugar común, la pulsión se encuentra condicionada por el objeto, aunque es posible modificarla al cambiar la trayectoria de la meta y conseguir la sublimación, lo cual sucede cuando se crea un campo simbólico.

Finalmente, la fuente es “aquel proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado {repräsentiert} en la vida anímica por la pulsión” (Freud, 1915a, p. 29). Este proceso biológico procede de la necesidad de satisfacer el deseo según dos maneras: una directa (ubicada en cualquier punto del cuerpo) y otra indirecta, referida como pulsión sexual: “Cualquier proceso somático, aun cualquier modificación difusa, cualquier acción -incluso psíquica- puede devenir en un segundo tiempo, ‘fuente’ de la pulsión sexual” (Laplanche, 2002, p. 36)

La pulsión de muerte

De manera permanente, como lo plantea Freud (1920), acontecen innumerables pulsiones que buscan realizar su función, ya que toda energía tiene su origen en las pulsiones implícitas en la naturaleza del individuo. Sin embargo, aunque no todas se presentan simultáneamente en cada una de las etapas de su desarrollo, estas solo se pueden observar por sus metas, por las necesidades que manifiestan y por la elección de objeto. En cambio, las que no son observables quedan estancadas en estados inferiores, de modo que al no resolverse por la vía del placer son desplazadas hacia otros destinos: “En el alma existe una fuerte tendencia al principio de placer, pero ciertas otras fuerzas o constelaciones la contrarían, de suerte que el resultado final no siempre puede corresponder a la tendencia al placer” (Freud, 1920, p. 2).

Este tipo de pulsión, según Freud (1923), se encuentra orientado a la autoconservación y representa el estado estático de lo inorgánico, por lo que lo llama pulsión de muerte: “Sobre la base de consideraciones teóricas, apoyadas por la biología, suponemos una pulsión de muerte, encargada de reconducir al ser vivo orgánico al estado inerte” (Freud, 1923, p. 9). En estos términos, la pulsión de muerte es una energía indiferente y desplazable que se halla activa tanto en el ello como en el yo, y proviene de un eros narcisista. Esta, además, es importante porque se trata de pulsiones de vida vueltas para sí, es decir, pulsiones desexualizadas por la resignación de objeto. En este sentido, se observa una libido movible que trabaja a favor del principio del placer porque evita las estasis y facilita las descargas, por lo que se ligan para trabajar juntas: “Las pulsiones de estas dos clases se conectan entre sí, se entremezclan, se ligan” (Freud, 1923, p. 10).

Para Lacan (1960b), por otra parte, la pulsión de muerte es como un agente energético al que le asignan escalas de intensidad y extensidad, las cuales, en relación con la energía libidinal, se sitúan como polos energéticos por medio de los cuales un organismo vivo equilibra su vida anímica al realizar funciones complementarias. En palabras de Lacan (1960b), “provoca que los dos polos o términos de la ecuación energética, en el sentido en que hay factor de intensidad y factor de extensidad, se vuelvan aquí heterogéneos” (p. 129).

Explicado lo anterior, se puede decir que el análisis de las funciones pulsionales y sus fases hicieron posible construir algunas conceptualizaciones con las que se explicó el fenómeno de sublimación como proceso creativo, el cual siempre es un ente de transformación en donde el proceso creativo es un proceso de creación de sujeto.

El proceso creativo = sublimación

Tomando como referencia los planteamientos de Freud (1923), Aguilar (2016) establece la sublimación cuando los desplazamientos de la energía libidinal llevan consigo cambios de meta de la pulsión y sus destinos: “Si esta energía de desplazamiento es libido desexualizada, es lícito llamarla también sublimada” (Freud, 1923, p. 10). Al respecto, Laplanche (2002) advierte que para entender esta teoría es necesario desviar la energía pulsional de su naturaleza sexual, lo que implica tomar distancia de todas las fases que la caracterizan (fuente, meta y objeto) y reorientar la energía libidinal para trasladarla a otros destinos: “Desexualizarse significaría separarse de su fuente, de su objeto, de su meta y cambiarlos por otros” (Laplanche, 2002, p. 41).

De hecho, y aunque en cierto sentido Laplanche (2002) le atribuye a Freud (1923) algunas vacilaciones relativas al cambio de meta como único principio de la sublimación [“una pulsión puede abandonar por completo su meta erótica -primero atenuarla, después inhibirla y finalmente cambiarla por acciones totalmente diferentes-” (Laplanche, 2002, p. 41)], la misma tradición posfreudiana complementó la teoría articulando los conceptos de meta y objeto, los cuales en este trabajo se intentaron distinguir como componentes de la creación artística. En tal sentido, la meta es planteada como una acción con intensión de dar forma al objeto definido como obra artística, en donde ambos, por sus relaciones, crean la experiencia artística. Además, retomar el concepto relación de objeto (que es la vinculación entre meta y objeto) es esencial para comprender las características que adquieren el hecho u objeto artístico.

Los cambios de la meta, por tanto, suceden simultáneamente con los cambios de objeto, donde cada elemento resuelve su función en relación con el otro. De este modo, la meta ya no es el elemento central, pues es en la interacción con el objeto donde ambos se desdibujan en un campo simbólico, el cual “forma una estructura dialéctica acabada, completa” (Lacan, 1954a, p. 15), es decir, “la relación que une el contenido” (Laplanche y Pontalis, 2004, p. 407) que da lugar a la aparición de algo nuevo: la obra artística, lo sublimado.

De esta manera, y al explicar con Lacan (1954c) los procesos de simbolización desde el sistema de referencia del yo, se puede comprender y dar cuenta del fenómeno de sublimación como proceso simbólico y creativo, pues esta visión amplía las compresiones, ya que este proceso se realiza al incorporar lo real mediante lo imaginario para generar significados, es decir, lo real como aquello que requiere ser resuelto a través de algo nuevo y se convierte en fuente de la pulsión, la cual busca mediante el imaginario -que es la relación entre la meta y el objeto, es decir, la experiencia artística- la sublimación o el proceso simbólico que una vez concluida “forma una estructura dialéctica acabada, completa” (Lacan, 1954a, p. 15). Dicho de otra manera, es “la relación que une el contenido” (Laplanche, J. y Pontalis, J., 2004, p. 407), donde lo simbólico es la síntesis, la resolución de la necesidad en otro nivel, la sublimación, el objeto artístico.

Ahora bien, para ampliar esa idea, se debe tomar en cuenta la explicación de Lacan (1960a), quien afirma que la sublimación es la transformación del objeto en cosa, la cual aporta al objeto una dignidad de la que antes carecía, es decir, fija un nuevo significado y le confiere valor: “La sublimación es ésta: que eleva un objeto […] a la dignidad de la Cosa” (Lacan, 1960a, p. 60). La cosa en su estado original, por tanto, constituye lo real, que también se trata de lo real del sujeto y es eso real inicial lo que tras el proceso de la imaginación deviene significante. Así, cuando acontecen elementos significantes se va construyendo el sistema psicológico del individuo, que además se encuentra condicionado por la homeostasis y por el principio del placer. Esta organización significante, de hecho, se extiende por todo el aparato anímico. De este modo, si el campo primero de la cosa es lo real, por las mismas razones, debido a la imaginación, se convierte en símbolo, lo que involucra también un esfuerzo por parte del sujeto para simbolizar.

En este esfuerzo, la energía libidinal que surge en forma de pulsión a partir de una necesidad3debe ser desplazada a través de la relación entre la meta (acción) y el objeto (sujeto), para dar origen a la cosa, es decir, el objeto (sujeto), el cual cumple su función al circunscribir la cosa para contenerla, presentarla y validarla.

Dicho esto, y siguiendo a Lacan (1960a), se puede señalar que fue posible determinar que toda creación artística, intelectual o científica siempre es un intento por contextualizar, hacer presente y legitimar la cosa, lo que también significa contextualizarse, hacerse presente y legitimarse como sujeto.

Conclusiones

A partir de las anteriores reflexiones, se puede afirmar que la mayor aportación del análisis de esta propuesta ha sido la sistematización del Esquema del proceso de sublimación, el cual ha servido para intentar ofrecer una explicación plausible de la sublimación. Asimismo, ha hecho posible distinguir las relaciones y las fases entre los procesos de configuración de la identidad y los creativos en el arte, lo cual lo convierte en un esquema de intervención válido para ser orientado hacia los objetivos convenientes, pues tiene la facultad de ajustarse al diseño de procesos de creación en diversos contextos, siempre y cuando se articulen los humanos con los creativos en el arte.

Por otra parte, vale destacar que si bien es cierto que se han diseñado esquemas independientes para trabajar reflexiones específicas donde ha sido necesario resignificar la experiencia vital (p. ej., la comunicación interpersonal, el manejo de las emociones, los procesos de duelo, la prevención de la violencia o la calidad de vida), también lo es que el usado en este trabajo se puede considerar para futuras investigaciones enfocadas en ámbitos donde existen diversas problemáticas sociales (p. ej., adicciones, violencia o embarazo adolescente, es decir, donde sea indispensable promover cambios en la subjetividad).

Igualmente, otra de las fortalezas de esta investigación tiene que ver con el marco teórico y metodológico del psicoanálisis, ya que además de ser un campo integrador, sirve para visibilizar procesos de los que otros marcos no tienen interés. Esto permitió comprender de manera más profunda y precisa las fases, las funciones y las relaciones de los procesos psíquicos.

Además, al haber seguido este modelo de intervención -y contrario a lo que señalaba Freud (1930)-, se ha podido establecer que la sublimación es un proceso susceptible de aprendizaje. Por ende, es importante agregar que el proceso creativo en el arte es un elemento transversal que relaciona a cualquier opuesto.

Ahora bien, en cuanto a las limitaciones de esta indagación, una de las más significativas tal vez haya sido el uso del lenguaje psicoanalítico, el cual en muchas ocasiones resulta un tanto restringido para facilitar la comprensión. Asimismo, vale comentar que a pesar de que el psicoanálisis sigue siendo un marco rígido y determinista, su teoría no se limita a las posibilidades del sujeto, quien, aunque depende de ciertas dinámicas, no es dichas dinámicas. De hecho, y a partir de la comprensión de este marco, también se ha podido notar que muchos procesos del sujeto (como otras relaciones) ya no son dirigidas por el inconsciente, sino por un sujeto consciente de sí, de su propia búsqueda y sus significados.

Finalmente, y tomando como sustento las reflexiones presentadas, se puede responder la pregunta de investigación inicial, es decir, que los procesos creativos en el arte promueven procesos para la resignificación de la identidad, de tal suerte que siempre, siempre, siempre, crear es crearse.

Referencias

Aguilar, G. (2016). Procesos creativos y transformaciones subjetivas. La resignificación de la identidad a través de la experiencia artística dirigida (tesis doctoral). México, Universidad de Guanajuato. Doctorado en Cultura y Arte. [ Links ]

Campenhoudt, Q. (2005). Manual de investigación en ciencias sociales. México: Limusa. [ Links ]

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Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. En Obras completas (vol. XVIII). Buenos Aires: Amorrortu . [ Links ]

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Laplanche, J. (2002). La sublimación. Problemáticas III. Buenos Aires: Amorrortu . [ Links ]

Laplanche, J. y. Pontalis, J. (2004). Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós . [ Links ]

1Aunque no están incluidos en el esquema, es útil mencionarlos para ampliar la comprensión de esta teorización.

2Omitiré el complejo de Edipo, ya que no es central para la comprensión de este texto.

3Este término fue empleado por Freud (1915a) como deseo, mientras que Lacan (1960a) lo usó como vacío. En Aguilar (2016) este fue planteado como crisis para referirse a aquello que precisamente envuelve al objeto (sujeto) como situación de la realidad que pide ser reflexionada y resuelta.

Recibido: Junio de 2018; Aprobado: Octubre de 2018

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