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RIDE. Revista Iberoamericana para la Investigación y el Desarrollo Educativo

versión On-line ISSN 2007-7467

RIDE. Rev. Iberoam. Investig. Desarro. Educ vol.14 no.28 Guadalajara ene./jun. 2024  Epub 26-Jun-2024

https://doi.org/10.23913/ride.v14i28.1778 

Artículos científicos

Resignificación de las prácticas masculinas en los rituales fúnebres durante el covid-19

Resignification of masculine practices in funeral rituals during COVID-19

Ressignificação das práticas masculinas nos rituais fúnebres durante a covid-19

1Universidad Autónoma del Estado de México, México anabel.flores.ortega@uabc.edu.mx


Resumen

La pandemia causada por el virus de covid-19 transformó la realidad en la que vivimos, desde lo social a los ámbitos más íntimos. Por ejemplo, las restricciones gubernamentales implementadas obligaron el cierre de los cementerios, lo cual afectó a los espacios y a las actividades desarrolladas por hombres y mujeres en rituales fúnebres. Por eso, el objetivo de esta investigación es analizar cómo los varones resignificaron sus prácticas en las ceremonias fúnebres durante la emergencia sanitaria del virus de covid-19 en una comunidad del Estado de México. Para ello, se empleó un método cualitativo, mediante una etnografía en la comunidad, así como entrevistas en profundidad a los varones que durante varios años se han encargado de realizar actividades en los funerales del pueblo, lo cual les permite cumplir con su lugar dentro de lo que Connell llama orden de género (Connell, 1987). Los principales hallazgos muestran que los varones resignificaron sus prácticas para cumplir con el mandato de ser buen hombre, esposo y padre que debe proteger a su familia. También, se halló que los rituales funerarios actualmente presentan resistencias, aunque los varones buscan volver a instaurarlos para volver a la estructura y el orden previamente establecido.

Palabras clave: masculinidades; rito; duelo; covid-19

Abstract

The pandemic caused by the Covid-19 virus has transformed the reality in which we live, affecting both the social and the most intimate aspects of our lives. Government restrictions mandated the closure of cemeteries, thereby fracturing the spaces and activities traditionally associated with both men and women in funeral rituals. Against this backdrop, the objective of this research was to analyze how men redefined their practices in funeral ceremonies during the COVID-19 health emergency in a community in the State of Mexico. The method employed was qualitative; it involved ethnographic research within the community, alongside in-depth interviews with men who have been responsible for conducting activities at funerals in the town for several years, while conforming to their roles within what Connell refers to as the gender order (Connell, 1987). The primary findings indicate that men redefined their practices to meet the expectations of being a good man, husband, and father, responsible for protecting their families. Additionally, it is evident that funeral rituals encountered resistance, as men sought to reestablish them to conform to the previously established structure and order.

Keywords: Masculinities; rites; mourning; COVID-19

Resumo

A pandemia provocada pelo vírus covid-19 transformou a realidade em que vivemos, desde o social até às áreas mais íntimas. Por exemplo, as restrições governamentais implementadas obrigaram ao encerramento de cemitérios, o que afetou os espaços e atividades realizadas por homens e mulheres em rituais fúnebres. Portanto, o objetivo desta pesquisa é analisar como os homens redefiniram suas práticas nas cerimônias fúnebres durante a emergência sanitária do vírus covid-19 em uma comunidade do Estado do México. Para isso, utilizou-se um método qualitativo, através de etnografia na comunidade, bem como entrevistas em profundidade com homens que há vários anos se encarregam de realizar atividades nos funerais da cidade, o que lhes permite cumprir o seu lugar dentro comunidade, o que Connell chama de ordem de gênero (Connell, 1987). As principais conclusões mostram que os homens redefiniram as suas práticas para cumprir o mandato de ser um bom homem, marido e pai que deve proteger a sua família. Além disso, constatou-se que os rituais fúnebres apresentam atualmente resistências, embora os homens busquem restabelecê-los para retornar à estrutura e ordem previamente estabelecidas.

Palavras-chave: masculinidades; ritual; luto; covid-19

Introducción

“La especie humana es la única para la que la muerte está presente durante toda su vida, la única que acompaña la muerte de un ritual funerario, la única que cree en la supervivencia o en la resurrección de los muertos”.

Edgar Morin en El hombre y la muerte (1974)

Como resultado de mi extensa investigación durante mi doctorado en Estudios Socioculturales -centrada en el análisis de la construcción de significados del juramento para dejar de beber en relación con los proyectos de identidad masculina entre los hombres de la comunidad de San Matías Cuijingo, ubicada en el Estado de México- he logrado identificar la arraigada presencia de rituales que perduran a lo largo de las generaciones en esta localidad. En particular, los rituales funerarios destacan como elementos fundamentales, los cuales incorporan una serie de prácticas que tanto hombres como mujeres deben observar meticulosamente para garantizar el éxito de la ceremonia y asegurar que el fallecido alcance el destino prometido en el más allá1.

Estas prácticas, heredadas y transmitidas de generación en generación, han establecido una estructura sólida que perdura en el tiempo y se mantiene como una parte esencial del tejido social y cultural de San Matías Cuijingo. A través de mi investigación, he constatado cómo estos rituales funerarios, más allá de su significado intrínseco en el ámbito espiritual y conmemorativo, desempeñan un papel fundamental en la construcción y afirmación de la identidad de género, tanto masculina como femenina, en esta comunidad. De hecho, más allá de su carácter meramente ritual, actúan también como vehículos para la transmisión de valores, tradiciones y roles de género, por lo que contribuyen a la formación de una comprensión colectiva de la identidad y la relación con el pasado.

Sin embargo, en el año 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una alarma sobre la aparición de un nuevo virus (denominado SARS-CoV-2) propagado a través de diminutas partículas de secreciones respiratorias entre seres humanos, el cual ingresa al organismo por vía respiratoria y se caracteriza por su alta capacidad de contagio. Los primeros informes indican que el virus tuvo su origen en la ciudad de Wuhan, en China. Para el 11 de enero de 2020, se confirmó el primer fallecimiento relacionado con este. El 30 de enero de 2020, la OMS declaró oficialmente al SARS-CoV-2 como una emergencia de salud pública de alcance internacional, lo cual desencadenó alertas y medidas preventivas en todas las regiones del mundo. La rápida propagación del virus y su capacidad para causar enfermedad respiratoria grave, que en muchos casos llevaba a la neumonía y en algunos casos resultaba en la muerte, generaron una respuesta global sin precedentes.

La declaración de emergencia de salud pública por parte de la OMS llevó a que los países tomaran medidas drásticas para contener la propagación del virus, lo cual incluyó el cierre de fronteras, la imposición de restricciones de movimiento, el distanciamiento social y la implementación de protocolos de higiene y seguridad en todo el mundo. Además, se incentivó la investigación científica para comprender mejor la naturaleza del virus, así como pruebas de diagnóstico para hallar tratamientos y vacunas efectivas.

La situación derivada de la emergencia del SARS-CoV-2 provocó una respuesta global coordinada, con la colaboración de gobiernos, organizaciones internacionales, instituciones de salud y científicos de todo el mundo. La pandemia resultante, conocida como covid-19, tuvo un impacto significativo en la salud pública, la economía, la sociedad y la vida cotidiana en todas las partes del mundo. En México, el primer caso reportado se registró el 27 de febrero del 2020. Para marzo del 2020, el país entró a la fase 2 de contingencia sanitaria, por lo que se implementaron estrategias como el distanciamiento social y el confinamiento.

Según los datos proporcionados por la Secretaría de Salud del Estado de México en 2022, se reportaron 186 139 casos confirmados de covid-19, con un total de 24 730 fallecimientos debido a esta enfermedad. Estas cifras ponen de manifiesto la magnitud del impacto de la pandemia en la región, que se ha contado entre las más afectadas en términos de contagios y fatalidades.

En el caso específico del municipio de Juchitepec y su delegación Cuijingo, las estadísticas oficiales reflejan 102 casos confirmados y 10 fallecimientos. No obstante, es crucial considerar que estos registros solo reflejan los casos sometidos a pruebas que resultaron positivos para el virus. Asimismo, es importante tener en cuenta que muchos miembros de la comunidad pudieron haber contraído la enfermedad sin someterse a pruebas, lo que probablemente llevó a una subestimación considerable del verdadero impacto en la región.

En este contexto, la reticencia a buscar atención médica y la renuencia a acudir a hospitales por temor a un desenlace fatal pudieron haber contribuido a una subestimación adicional de los casos y fallecimientos en la zona. Los testimonios recopilados y las observaciones directas sugieren que el número real de víctimas en la comunidad de Cuijingo pudo haber superado significativamente las cifras oficiales, con la posibilidad de un número aún mayor de fallecidos en Juchitepec en general. Estos datos resaltan la necesidad de una evaluación más amplia y exhaustiva del impacto real de la pandemia en la región.

Derivado de ello, en San Matías Cuijingo, ubicado en el municipio de Juchitepec, los líderes locales tomaron medidas adicionales para hacer frente al virus, con un conjunto de directrices específicas para el manejo de los fallecimientos relacionados con el virus. En tal sentido, se instó a la población a proceder con el entierro inmediato de cualquier persona que hubiera muerto a causa de covid-19 o incluso si se sospechaba que la causa de la muerte podría estar relacionada con el virus. Además, se implementaron restricciones en las prácticas tradicionales de duelo, como rezos y ceremonias, y se solicitó que los ataúdes no fueran abiertos.

Estas medidas tuvieron un impacto significativo en diversos aspectos de la comunidad. Por ejemplo, a nivel sociocultural, la imposición de limitaciones en las prácticas de duelo y el distanciamiento social necesario para prevenir el contagio generaron tensión en el pueblo, donde los rituales funerarios y las expresiones de luto tienen un significado cultural y social profundo. Asimismo, la falta de ceremonias y rituales impactaron en la forma en que la comunidad procesa el duelo y se apoyaba mutuamente en momentos de pérdida.

En efecto, la adopción de medidas excepcionales, como la no apertura de ataúdes, influyó en las formas tradicionales de despedida y en la aceptación pública de la realidad de la pandemia y sus consecuencias. En otras palabras, la comunidad se vio enfrentada a la necesidad de equilibrar las medidas de salud pública con las prácticas y valores arraigados en su identidad y cultura.

La implementación de restricciones en San Matías Cuijingo tuvo un profundo impacto en la estructura social y cultural de la comunidad. Las prácticas y rituales fúnebres, que habían sido una parte integral de la vida de la comunidad a lo largo de los años, se vieron alteradas significativamente debido a las medidas necesarias para frenar la propagación de covid-19. Esta situación generó una serie de transformaciones en diferentes aspectos, lo que cambió la forma en que la comunidad interactuaba con los fallecimientos y el duelo en su vida diaria. La adaptación a estas nuevas circunstancias alteró las rutinas y las formas habituales de relacionarse con la muerte y el luto. De hecho, los roles de género que habían estado presentes en los rituales fúnebres anteriores también se vieron afectados.

Esta resignificación de prácticas masculinas se reflejó en el hecho de que los hombres que tradicionalmente llevaban a cabo ciertas acciones dentro de estos rituales se vieron obligados a reconsiderar sus roles en este contexto modificado. Por ejemplo, anteriormente se esperaba que los varones se encargaran de la recolección de leña y la entrega de cigarros y licor durante los rezos; sin embargo, con la pandemia, tuvieron que frenar estas prácticas y aceptar su nueva realidad.

Ahora bien, los estudios académicos que se han interesado por conocer los efectos de la supresión de rituales funerarios en la población han focalizado su atención en entender cómo llevaron a cabo el duelo los familiares de las personas fallecidas durante la pandemia. Un ejemplo es la investigación de Oliveira et al. (2020), donde se destaca que la supresión de los rituales fúnebres representó una experiencia traumática en la mayoría de los casos., ya que los familiares, al perder a sus seres queridos de forma súbita y no poder realizar los rituales debidos, experimentaron incredulidad e indignación.

Otro estudio relevante, interesado en conocer las consecuencias de las restricciones fúnebres, es el realizado por Padilha et al. (2022), quienes señalan que los familiares del fallecido tuvieron que elaborar otras formas de expresión para manifestar su pérdida.

En el ámbito de la psicología, la investigación realizada por Robayo Carrillo (2021) se centró en analizar cómo las personas llevan el duelo cuando han perdido a algún familiar por covid-19 y qué tipos de traumas se derivan de esta experiencia. Además, las investigaciones sobre los rituales fúnebres en pandemia han explorado la modificación que han tenido estas prácticas, como lo evidencia el trabajo de Sánchez y Restrepo (2022). Estos autores, a través de entrevistas semiestructuradas, se acercaron a la forma de ritualizar el duelo durante la pandemia, con lo cual mostraron los cambios en los rituales funerarios y cómo la comunidad ha interactuado ante estas nuevas circunstancias. Además, destacan que las personas tienden a prolongar su duelo debido a que no pudieron realizarlo de manera tradicional.

Por otra parte, la pandemia de covid-19 ha generado un interés significativo en entender su impacto en diversas esferas, incluidas las relaciones de género. Por ejemplo, la antropología ha contribuido a esta comprensión a través de una variedad de estudios que analizan cómo la pandemia ha afectado de manera diferencial a las personas en función de su género. Algunos de los temas de investigación y hallazgos relevantes incluyen el impacto diferencial que revela cómo la pandemia ha exacerbado las desigualdades de género preexistentes. Esto incluye la carga desproporcionada de responsabilidades de cuidado en las mujeres (Amilpas, 2020), así como un aumento en la violencia de género durante los confinamientos (Vallejo y Trejos, 2022).

Sin embargo, cabe señalar que, a pesar de estos estudios, la literatura aún carece de un enfoque sobre la presencia del género en los rituales fúnebres durante la pandemia de covid-19. Es decir, no se ha abordado cómo se ha reestructurado el orden de género (Connell, 1985) en las prácticas y rituales fúnebres durante este periodo, específicamente en el rol desempeñado por los hombres en los procesos de duelo.

Por eso, a través de un análisis etnográfico y entrevistas en profundidad, el objetivo de esta investigación es analizar cómo los hombres han reinterpretado sus roles en las ceremonias fúnebres durante la crisis de salud causada por el covid-19 en la comunidad de San Matías Cuijingo, Estado de México.

El presente artículo sigue la siguiente estructura: en primer lugar, se expone la metodología utilizada en el estudio, proporcionando los enfoques y técnicas empleadas para recopilar y analizar los datos. Posteriormente, se presentan los ejes teóricos y conceptuales que guiaron y fundamentaron el análisis. En la sección de resultados, se describen los hallazgos clave derivados del estudio. La sección de discusión se centra en analizar a fondo los resultados a la luz de la literatura existente y los marcos teóricos previamente mencionados. Seguidamente, se presentan las conclusiones derivadas del estudio. Por último, se abordan las limitaciones del estudio y se explican las posibles debilidades metodológicas o sesgos que podrían haber influido en los resultados.

Ejes teóricos

Para cumplir con el objetivo planteado me enfoqué en el concepto género, ya que es un vector importante en la experiencia vivida. Los feminismos han tenido un papel relevante en intentar explicar dicho término con el propósito de visibilizar las desigualdades y la condición de las mujeres, y procurar una sociedad más igualitaria (Bartra, 2010; Eichler, 1987). Siguiendo a Lamas (2010), entiendo al género como el conjunto de creencias y prescripciones que se construyen socialmente tomando como base la diferencia sexual. La construcción social sirve para clasificar a las personas dependiendo del cuerpo de hombre o mujer, por lo que funcionan para catalogar lo propio de mujeres y hombres, así como establecer obligaciones sociales a cada género.

Por ende, se retoma el concepto orden de género propuesto por Connell (1987), que se refiere al “inventario estructural” que reproduce el sistema en una sociedad entera, lo cual lo diferencia de regímenes de género como el inventario estructural de una institución específica. Es decir, el orden de género es el sistema de organización social que produce las relaciones de poder y jerarquía de reproducción entre hombres y mujeres, estableciendo normas y prácticas que corresponden a hombres y mujeres.

El orden de género, por tanto, implica una jerarquía social y cultural que asigna roles, expectativas y comportamientos específicos a hombres y mujeres en función de sus identidades de género. Estas normas y expectativas se refuerzan a través de prácticas sociales, instituciones y discursos que perpetúan y refuerzan las concepciones tradicionales de lo que se considera masculino y femenino en una determinada sociedad. Así, el orden de género se establece en torno a la convicción generalizada de la “naturalidad” de las disparidades entre hombres y mujeres. Esta concepción presupone que las mujeres exhiben intereses y prácticas distintas de los hombres, y que estas diferencias son consideradas como intrínsecas y fijas en la sociedad. Estas prácticas se dan de manera ritual en lo cotidiano, de ahí que Lardellier (2015) plantee lo siguiente:

[Un rito ] es un contexto social particular, instaurado en el seno de un “dispositivo espectacular” que se caracteriza por un conjunto codificado de prácticas normativas y por un fuerte valor simbólico para sus actores y sus espectadores. Posee una capacidad de “desfuncionalizar” gestos, palabras y objetos para reinvertirlos simbólicamente (p. 20).

De esta manera, los varones al tener ritos definidos en los rituales fúnebres producen y reproducen el orden de género, ya que “el orden del rito es normativo” (Ladellier, 2015, p. 20), y lleva consigo prácticas y significados de lo que debe ser un hombre.

En el caso de las mujeres, históricamente se les ha asignado la responsabilidad de brindar apoyo emocional durante el duelo, pues se espera que ellas ofrezcan consuelo y cuidado emocional a los familiares y amigos afectados, y muestren su dolor de manera abierta y evidente. En cambio, a los hombres se les asignan tareas más prácticas y físicas, como la coordinación logística del funeral y la participación en actividades específicas durante la ceremonia, como cargar el ataúd o liderar ciertos rituales. Esta distribución de roles refuerza la idea de que las mujeres se ocupan del aspecto emocional y relacional, mientras que los hombres se encargan de asuntos más prácticos y físicos. De lo anterior, se puede inferir que estos roles asignados se basan en expectativas y estereotipos de género preestablecidos que reflejan las normas sociales y culturales en torno a las responsabilidades y comportamientos considerados apropiados para cada género.

Tomando en consideración lo anterior, para este estudio, hablar de masculinidades hace referencia a que los significados atribuidos al ser hombre no son hechos acabados, sino que son un objeto de disputa cotidiana por medio de juegos de competencia, prueba y asignación (Núñez, 2007). Por lo tanto, considero que la construcción de lo que significa ser hombre envuelve un proyecto identitario que no se encuentra acabado, de ahí que lo defina como un proyecto de identidad masculina (Flores, 2021). Pensarlo de esta manera indica que la identidad masculina es un proyecto social, en el que están presentes las concepciones de género; además, como un proyecto, implica que la identidad masculina se desarrolla constantemente, no es algo estático.

Además, se expone el carácter performativo de la identidad masculina, que genera una serie de efectos y se manifiesta en actos rituales cotidianos mediados por normas de género. El proyecto de identidad masculina presupone que este carácter performativo de género nos precede; son actos rituales que se han repetido infinitamente y que los hombres encarnan. Sin embargo, pueden reinterpretarse, lo que implica que los significados de la masculinidad pueden cambiar. A través de la narración de sus vidas, los hombres revelarán los significados de la masculinidad en sus experiencias diarias, los cuales dependen del contexto social y cultural de la comunidad.

A partir del marco teórico propuesto, se destaca el papel fundamental de las ceremonias fúnebres en la comunidad de San Matías Cuijingo en la construcción de significados y en la configuración de la vida cotidiana. Estos rituales, arraigados en el transcurso del tiempo, aportan estructura, orden y sentido a la vida diaria de la comunidad, según señala Torres (2006). A través de sus simbolismos y rituales, las ceremonias fúnebres establecen una conexión profunda con la identidad y los valores de la comunidad.

En San Matías Cuijingo, los ritos funerarios trascienden la sola despedida, pues están impregnados de significados entrelazados con la construcción de la masculinidad. Estos ritos se relacionan con una práctica cotidiana específica: el consumo de alcohol, llevado a cabo principalmente por los hombres, y forman parte de las dinámicas subjetivas masculinas que también se manifiestan en los rituales de luto.

La conexión entre las ceremonias fúnebres y el consumo de alcohol, junto con la división de actividades por género durante los rituales, refuerza la noción propuesta por Connell sobre el orden de género. En este contexto, existen normas y prácticas aceptadas por la comunidad que definen lo que se considera natural o de sentido común para hombres y mujeres. La asignación de roles basada en el género en las ceremonias fúnebres ejemplifica cómo estas dinámicas de género están arraigadas en las prácticas tradicionales y se reflejan en los rituales que moldean la vida diaria y la identidad de la comunidad.

Se plantea, por tanto, que las ceremonias fúnebres en San Matías Cuijingo no solo tienen significados profundos y simbólicos, sino que también desempeñan un papel crucial en la construcción y reproducción de las identidades de género, particularmente la masculinidad. La interacción entre los rituales, el consumo de alcohol y las dinámicas de género ilustra cómo los ritos funerarios no solo son una parte esencial de la vida cotidiana, sino que también ofrecen una ventana para comprender las estructuras de género y su impacto en la comunidad.

Metodología y contexto

Considerando el objetivo señalado para este estudio, opté por llevar a cabo la investigación mediante una metodología cualitativa, la cual se centra en profundizar en las realidades, relaciones y dinámicas estructurales (Fernández, 2002). Esta metodología me permitió explorar a fondo las experiencias de los hombres durante los ritos fúnebres en tiempos de pandemia, lo que facilitó el análisis de cómo reinterpretaron sus roles dentro de estos rituales. Siguiendo este enfoque, realicé una etnografía en la comunidad junto con entrevistas en profundidad a dos hombres que, a lo largo de varios años, se han encargado de llevar a cabo diversas actividades en los funerales del pueblo, respetando su posición dentro de lo que Connell (1987) define como el orden de género.

La etnografía se enmarca en la metodología cualitativa, la cual representa un proceso de análisis y comprensión de cómo un grupo vive, lo cual sirve para dibujar un retrato de su estilo de vida (Paz, 2003). La etnografía no solo permite un estudio descriptivo de las culturas, sino que también posibilita el acceso a diversas realidades sociales. Su aplicación en este estudio facilitó la descripción e interpretación de los rituales fúnebres previos a la pandemia, así como el análisis de cómo evolucionaron durante este periodo. Las observaciones etnográficas se llevaron a cabo a lo largo de 2021 y a principios de 2022.

En concreto, se efectuaron entrevistas en profundidad con el objetivo de determinar las narrativas de los individuos dentro del entramado sociocultural en el que desenvuelven su vida. A través de estas entrevistas, se logró acceder al ámbito individual y subjetivo en relación con el entorno social y colectivo (Alonso, 1998). Estos encuentros cara a cara entre el investigador y los interlocutores no solo buscaron obtener respuestas, sino también aprender cuáles preguntas formular y de qué manera hacerlo (Taylor y Bogdán, 1987). En el contexto de esta investigación, las entrevistas en profundidad permitieron captar las experiencias de los hombres y evidenciar que durante la pandemia tuvieron que idear estrategias para llevar a cabo los procesos de duelo y para cumplir con sus deberes dentro de la comunidad.

Como ya se mencionó, el estudio se llevó a cabo en la comunidad rural San Matias Cuijingo, ubicada en el oriente del Estado de México. Esta es una población de origen prehispánico, que cuenta con 7532 habitantes: 3832 son mujeres y 3700 son varones (INEGI, 2010). Sus principales fuentes de ingreso provienen de los trabajos temporales en Canadá, el trabajo en el campo y el comercio de hoja de maíz y de la venta de manzanilla.

El trabajo de campo en el que se recolectaron los datos para esta investigación se llevó a cabo durante el 2021 e inicios del 2022 en la comunidad. En el 2021 se realizaron observaciones prolongadas en la comunidad para conocer los significados, la interacción y el lenguaje de la comunidad (Creswell, 1998).

Para realizar la observación etnográfica y las entrevistas, se trabajó con una guía tanto de observación como de entrevistas en la que se operacionalizó el objetivo de investigación con el propósito de generar un esquema conceptual que ayudó a orientar el análisis. De esta manera, se pudieran conseguir componentes observables, partiendo de los conceptos abstractos a lo concreto (Avalos, 2014). Para contactar a los interlocutores, recurrí al muestreo por cadena o redes (bola de nieve), lo que me permitió identificar a participantes clave para agregar a la investigación (Morgan, 2008).

Todas las entrevistas se transcribieron literalmente y se destacaron temas en común, para lo cual se prestó especial atención a las metáforas discursivas relacionadas con el género. De esta forma, se construyó una unidad hermenéutica que recopila los datos y análisis del presente documento. Inicialmente, se leyeron y releyeron repetidamente los relatos de vida con la finalidad de realizar la codificación y captar algún tema emergente. La primera codificación se llevó a cabo en el programa Atlas ti con el fin de lograr la operacionalización de conceptos previos. A partir de sus narraciones, se realizó el siguiente análisis e interpretación.

Resultados

Para analizar cómo los varones han resignificado sus prácticas durante la pandemia de covid-19, se trabajó con dos ejes: 1) ritos funerarios antes de la pandemia, específicamente en las prácticas realizadas por los varones durante los funerales, y 2) ritos funerarios durante la pandemia, analizando y describiendo de qué manera han cambiado las prácticas masculinas en los ritos fúnebres.

Antes de la pandemia

Los rituales funerarios desempeñan un papel fundamental en ayudar a las familias de los fallecidos a adaptarse a las circunstancias cambiantes y gestionar el proceso de duelo. Estos rituales, establecidos como una serie de acciones a llevar a cabo cuando alguien fallece, proporcionan un medio estructurado para enfrentar y asimilar la pérdida. Además, actúan como el punto de partida para el proceso de duelo, de modo que las personas comiencen a elaborar emociones y encuentren formas de dar sentido a la muerte.

La idea de que el duelo debe ser impuesto por el grupo, según Durkheim (2000), sugiere que las comunidades establecen normas y prácticas que guían cómo debe llevarse a cabo el proceso de duelo. En el caso de la comunidad de San Matías Cuijingo, estas prácticas funerarias han sido definidas y transmitidas a lo largo de los años, lo cual ha establecido una estructura específica para vivir y experimentar el luto en ese contexto. Sin embargo, con la irrupción de la emergencia sanitaria causada por el covid-19 y las subsiguientes medidas restrictivas, estas prácticas tradicionales se vieron afectadas y modificadas.

Específicamente, la comunidad se entera de un fallecimiento cuando suenan las campanas de la iglesia, sonido que se convierte en un elemento simbólico con diversos significados para los pobladores. Cuando las campanas repican nueve veces, indica que alguien del pueblo ha fallecido. De esta manera, la comunidad comienza a preguntarse quién fue la persona fallecida y se inician los preparativos para las actividades rituales del funeral. Una de las primeras acciones consiste en llamar a los padrinos de bautizo de la persona fallecida para que vistan al difunto. En caso de que no estén disponibles, son las mujeres de la familia quienes asumen esta responsabilidad.

Una vez vestido el difunto, los hombres de la familia confeccionan huaraches de cartón con listones blancos para colocar en los pies del fallecido, mientras que en su mano se coloca una vara de rosa de castilla. En el caso de jóvenes que mueren “castos”, además de la vara de castilla, se les coloca en la otra mano un jarro, pues se cree que, al llegar al reino de los cielos, el joven empleará el jarro para obtener agua, continuar su trabajo como campesino y buscar a una mujer honrada con quien pasar la eternidad. Esta práctica refleja el peso ideológico de la heterosexualidad obligatoria y el papel del padre-esposo para los hombres de la comunidad, ya que incluso en el más allá después de la muerte, se espera cumplir con la heterosexualidad y el matrimonio heterosexual.

Otra práctica de los hombres en los funerales es la tradición de “ir a rascar”. Según uno de mis interlocutores, ir a rascar es una costumbre del pueblo porque “se sabe que la vida es prestada y esperamos que cuando muramos alguien nos apoye rascando” (Luis, 42 años). En el pueblo, se acostumbra que los hombres vayan a rascar si conocen a la persona fallecida. Para ello, se reúnen aproximadamente entre 15 y 20 varones, aunque, según los relatos de mis interlocutores, solo cinco personas se dedican a rascar, mientras que los demás participan en una especie de convivio.

Según Carlos, uno de mis colaboradores “es un tipo de fiesta donde hay alcohol, cerveza y pulque” (Carlos, 45 años). Incluso los hombres del escuadrón de la muerte2, que son varones que se han entregado al alcohol, van a rascar porque saben que habrá alcohol gratis, y muchos de los hombres que participan terminan ebrios.

Otra actividad que revela la división de género en los rituales fúnebres es el velorio de cuerpo presente, que consiste en los primeros rezos que recibe el difunto, lo cual generalmente comienza al atardecer y se extiende toda la noche. Es común observar a las mujeres dentro de la casa rezando o preparando té, mientras que los hombres se encargan de buscar leña para hacer una fogata que debe mantenerse encendida toda la noche. Además, suelen ser los responsables de distribuir licor y cigarros a otros hombres presentes.

La descripción de la fase posterior al velatorio en los rituales fúnebres de San Matías Cuijingo ofrece una perspectiva más profunda de cómo la comunidad honraba y despedía a sus seres queridos fallecidos antes de la emergencia sanitaria causada por el covid-19. El proceso de preparación para el entierro involucraba diversas prácticas y elementos vinculados tanto a aspectos simbólicos como a dinámicas de género presentes en la comunidad.

La celebración de una comida después del velatorio, que incluía un banquete elaborado y específico, representaba una forma de rendir homenaje al difunto y ofrecer un espacio de reunión para la comunidad en duelo. La responsabilidad de preparar este banquete recaía en las mujeres de la comunidad, lo cual refleja la división de género en roles y tareas durante las prácticas funerarias. El menú, compuesto por platillos tradicionales como mole, frijoles ayocotes, arroz y tortillas hechas a mano, llevaba consigo un valor cultural y simbólico. La inclusión de bebidas como pulque o licor de alta calidad resaltaba la importancia de brindarle al difunto una despedida digna y respetuosa. Además, la presencia de una banda musical o incluso un mariachi durante la comida añadía un elemento de solemnidad y celebración en honor al fallecido.

Esta descripción resalta cómo las prácticas funerarias no solo representan momentos de luto y despedida, sino también de reunión comunitaria y expresión cultural. La participación activa de las mujeres en la preparación del banquete, junto con la presencia de elementos musicales y culinarios significativos, ilustra cómo estas prácticas están profundamente arraigadas en la identidad y la vida cotidiana de la comunidad. Estos rituales no solo cumplen la función de actos simbólicos de despedida, sino que también refuerzan los lazos sociales y culturales entre los miembros de la comunidad.

El proceso posterior al velatorio, que implica la carga del ataúd, rezos y actividades durante los días siguientes al sepelio, resalta aún más las normas y expectativas de género arraigadas en las prácticas funerarias. La responsabilidad de transportar el ataúd hacia el cementerio recae principalmente en los hombres, lo que evidencia una clara diferenciación de roles basada en el género. Los hombres asumen el papel físico de cargar el ataúd, posiblemente para reflejar nociones culturales de fuerza y resistencia física. Además, la participación ocasional de mujeres en la carga de ataúdes, especialmente en el caso de bebés o niños, indica una adaptación de roles en situaciones específicas.

La continuidad de la división de género en los nueve días de rezos indica cómo estas normas perduran en todas las etapas del proceso funerario. Las mujeres deben llevar a cabo los rezos diarios y preparar las comidas, mientras que los hombres se encargan de tareas específicas como distribuir alcohol y cigarros, así como recolectar leña. La participación exclusiva de los hombres en estas actividades resalta la persistencia de roles de género tradicionales, como se ilustra en la figura 1, donde se observa a los hombres recogiendo leña.

Figura 1 Hombres recogiendo leña (2021) 

La imagen de los varones recolectando leña, con la observación de que a menudo consumen alcohol al finalizar esta tarea, resalta la intersección entre las prácticas culturales, de género y el consumo de alcohol en la comunidad. Este comportamiento puede reflejar la conexión entre las actividades comunitarias y ciertas prácticas culturales asociadas con la masculinidad y la camaradería.

Luego, al finalizar los nueve días, se debe colocar una cruz en la cabecera de la tumba y se hace un bordo de tierra. En Cuijingo a esto se le conoce como sombra, y representa un cerro sagrado en el cual fue enterrado. Esta descripción pone de relieve cómo las prácticas funerarias no solo son una cuestión de conmemoración y luto, sino que también evidencian y refuerzan las normas de género y los roles tradicionales dentro de la comunidad. Cada etapa del proceso funerario revela una estructura de género en la que se definen claramente las funciones y tareas asignadas a hombres y mujeres.

Sin embargo, es importante considerar cómo estas normas se vieron trastocadas al enfrentarse a desafíos o adaptaciones en el contexto de la pandemia de covid-19 y las restricciones asociadas, por lo que los varones han tenido que resignificar las prácticas masculinas y han tenido que buscar maneras para poder ocupar un lugar dentro del orden de género en los rituales funerarios en la nueva normalidad, como se mostrará en el apartado siguiente.

Después de la pandemia: resignificando las prácticas

El cambio en el significado y el uso de las campanas en la comunidad durante la contingencia de la pandemia de covid-19 es un ejemplo concreto de cómo las prácticas culturales pueden verse transformadas en momentos de crisis. El toque de campanas, que solía tener un significado simbólico específico, se convirtió en una señal constante y a menudo inquietante durante la emergencia sanitaria. Al respecto, mis colaboradores mencionaron lo siguiente:

Había mucho miedo, tocaban las campanas a las dos o tres de la mañana, uno estaba acostumbrado a que fuera por la mañana o la tarde, pero pues ahora podías escuchar las campanas siempre, no había una hora establecida. Yo despertaba a mi esposa para decirle: “Oye las campanas; seguro ya murió otra persona”. Hubo un tiempo en que mi esposa ya ni podía dormir porque sentía feo; pensaba que un día de esos sería uno de sus familiares (Carlos, 45 años).

Hubo un tiempo en los que repicaban a todas horas, eran como cuatro o cinco muertos en un día, se quiera o no, pues si te daba una especia de miedo o hasta horror escuchar seguido las campanas (Luis, 42 años).

Los fragmentos anteriores nos muestran cómo el miedo y la incertidumbre que rodearon la pandemia provocaron un cambio en las normas de uso de las campanas. Por ejemplo, la ausencia de un horario establecido para el repique de las campanas generó ansiedad y preocupación en la comunidad. Además, la frecuencia y la sorpresa de escuchar las campanas en plena madrugada aumentaron el temor y el sentimiento de vulnerabilidad.

El testimonio de Carlos evidencia la transformación completa en la relación con el sonido de las campanas. En lugar de ser una señal comúnmente asociada con rituales fúnebres y luto, el repique de campanas se convirtió en un recordatorio constante de la presencia del virus y la posibilidad de nuevas pérdidas. La preocupación de Carlos por la seguridad de sus seres queridos se intensificó como resultado de este cambio, lo que subraya cómo la incertidumbre y el miedo pueden afectar profundamente las percepciones tanto individuales como colectivas.

Esta alteración en la práctica del toque de campanas resalta cómo las crisis pueden modificar el significado de las arraigadas tradiciones culturales y cómo las comunidades enfrentan desafíos inesperados. Asimismo, ilustra cómo los rituales y símbolos culturales pueden ser redefinidos y reinterpretados en respuesta a circunstancias extraordinarias, y cómo estas reinterpretaciones pueden tener un impacto emocional y psicológico considerable en las personas.

Bremmer (1978) señala que los funerales no se limitan únicamente al entierro o la cremación, sino que involucran una serie completa de rituales. La irrupción de la pandemia, que modificó el intrincado entramado ritual ya establecido en esta comunidad, provocó que las personas reinterpretaran los significados previamente arraigados. El repicar de campanas ahora se asociaba con el miedo, un sentimiento que impregnó la subjetividad de las personas y que se manifestó en la manera en que los hombres se organizaron en los rituales fúnebres durante la pandemia.

Por otro lado, las actividades de rascar y recolectar leña se interrumpieron no solo debido a las restricciones impuestas, sino también por el temor al contagio. Uno de mis colaboradores expresó al respecto:

Ya no dejaban ir a raspar o ir por leña, de cualquier manera, aunque se hubiera podido, quieras o no, había miedo, no lo reconocíamos, pero sí había miedo de reunirnos. Además, sobre todo pensando que si me contagiaba, podía contagiar a mi mamá o a mi familia (Carlos, 45 años).

El testimonio de Carlos resalta cómo la percepción del riesgo y el temor al contagio durante la pandemia afectaron no solo las prácticas culturales, sino también la disposición de las personas para participar en actividades tradicionales. La restricción y alteración de actividades como rascar o recolectar leña, que formaban parte de los rituales funerarios y de género, se vieron influenciadas tanto por las medidas impuestas como por la preocupación por la propagación del virus. El miedo al contagio, en particular la posibilidad de infectar a seres queridos, emergió como una preocupación central.

Aunque Carlos señala que quizás no se reconocía plenamente, el temor a reunirse y realizar actividades en grupo afectó las decisiones y acciones de las personas en la comunidad. La percepción de que las interacciones podían resultar en la transmisión del virus cambió drásticamente la forma en que las personas evaluaban y participaban en sus prácticas tradicionales.

El hecho de que las actividades de raspar y recolectar leña se suspendieran, a pesar de que quizás podrían haberse llevado a cabo con precauciones adicionales, resalta la importancia del miedo en la toma de decisiones en este contexto. Este cambio en el comportamiento revela cómo la percepción del riesgo y la necesidad de proteger a la familia y la comunidad pueden superar la adherencia a las prácticas culturales arraigadas. Además, aunque el consumo de alcohol forma parte de las dinámicas de la subjetividad masculina, muchos tuvieron que reducir su ingesta no solo en los rituales fúnebres, sino también en su vida diaria. Algunos consideraron el alcohol como una especie de escudo para protegerse del covid-19, como me comentó uno de ellos:

Casi no tomaba... pero bueno, dicen que con el alcohol te limpias, ya ves, los del escuadrón de la muerte ninguno de ellos ha muerto, por eso yo digo que el alcohol los protege para que no se contagien (Luis, 42 años).

El testimonio de Luis revela una diversidad de actitudes y perspectivas en torno al consumo de alcohol durante la pandemia de covid-19 en la comunidad. Aunque esa práctica forma parte de las dinámicas de la subjetividad masculina, la crisis sanitaria llevó a algunas personas a reducir su consumo, tanto en los rituales fúnebres como en su vida diaria.

Sin embargo, para otros el alcohol adquiere un significado diferente: una especie de protección contra el contagio de covid-19. El comentario de Luis acerca del “escuadrón de la muerte” y su aparente inmunidad al virus debido al consumo de alcohol ejemplifica cómo las creencias y narrativas pueden influir en la percepción del riesgo y en las estrategias de protección.

Aunque la veracidad de tal afirmación puede ser cuestionable desde una perspectiva médica, el relato ilustra cómo ciertas interpretaciones culturales y personales pueden dar lugar a decisiones y comportamientos específicos. La relación entre el alcohol y la prevención del contagio del covid-19, como menciona Luis, puede haberse originado en parte como un mecanismo de afrontamiento frente a la incertidumbre y el temor generados por la pandemia. En momentos de crisis, las personas a menudo buscan formas de sentirse más seguras y protegidas, incluso si estas formas pueden no estar respaldadas por evidencia científica. Las actitudes hacia el consumo de alcohol, ya sea como una forma de moderación para reducir riesgos o como una posible protección, muestran cómo las personas buscan adaptarse y enfrentar la situación de la mejor manera posible, incluso si estas decisiones están influenciadas por percepciones subjetivas y narrativas culturales.

Por otro lado, aunque en el orden de género establecido se marca que los varones son los encargados de ir a rascar, se les pidió a los varones que esa actividad se suspendiera. El municipio contrató una máquina que rascaba entre cuatro o cinco hoyos en un día. Para los varones, esto era un mal presagio, según sus narraciones:

Que rasquen dos hoyos es malo porque llamaba a los muertos y eso hace que mueran otras personas, por eso las muertes no paran porque hay hoyos abiertos que están llamando a la muerte (Luis, 42 años).

El relato de Luis muestra cómo las creencias culturales y las narrativas espirituales pueden influir en las respuestas y en la percepción de eventos en una comunidad. Aunque la práctica tradicional dictaba que los varones eran los encargados de ir a rascar, esta actividad fue suspendida y reemplazada por una máquina contratada por el municipio. Sin embargo, la llegada de esta máquina no se recibió con entusiasmo por todos, ya que algunas personas interpretaron la acción de raspar como algo más que un simple proceso físico. La creencia de que raspar dos hoyos era considerado un mal presagio que llamaba a la muerte, según la narración de Luis, destaca la manera en que las interpretaciones simbólicas y míticas pueden influir en la percepción de los eventos y en la toma de decisiones. Asimismo, la noción de que la actividad de rascado podía estar relacionada con la muerte, y que podría atraerla de alguna manera, refleja una comprensión espiritual y cultural profunda en la comunidad. Esta creencia podría haber reforzado la aprensión y el temor en un momento de incertidumbre y crisis, como lo fue la pandemia del covid-19.

Además, como ya no se podrían abrir los ataúdes porque estos llegaban tapados, ya no se podían realizar el ritual completo. Por tanto, los varones no podían hacerles unos huaraches o ponerles una vara de rosa de castillas a los difuntos. Al respecto, uno de mis interlocutores comentó:

Ya no se entierra a los difuntos como se manda, y que esto llamando a la muerte; por esos la pandemia no para (Carlos, 45 años).

La idea de que no realizar ciertos rituales, como ponerles huaraches o una vara de rosa de Castilla a los difuntos, puede estar “llamando a la muerte” refleja una comprensión simbólica profunda en la comunidad. En muchas culturas, los rituales funerarios cumplen funciones más allá de la despedida física, como honrar y guiar al difunto en su viaje al más allá, lo que puede tener implicaciones espirituales y sociales significativas. La percepción de que no se estaba “enterrando a los difuntos como se manda” podría haberse originado en la idea de que estos rituales son parte integral de la protección y guía espiritual del difunto y de la comunidad en general. La interrupción de estas prácticas tradicionales, en la mente de algunos, se puede interpretar como un factor que contribuye a la propagación continua de la pandemia.

Como consecuencia, el papel de los varones en el orden de género durante la pandemia tenía que ser otro, debía resignificarse. Los varones dejaron de ir a rascar, de ir por la leña; muchos de ellos optaron por no exponerse, por quedarse en casa. Luis mencionó:

Todo mundo estaba cuidando a su gente, a su familia, no queríamos que hubiera más muerto, menos de los nuestros. Escuché que hay varias familias que perdieron hasta cuatro o cinco personas. Hubo quienes perdieron a sus esposas o a sus hijos, yo por eso mejor me calmo, mejor casi no salgo (Luis, 42 años).

Estos relatos se relacionan con la noción de los hombres desempeñando el papel de guardianes de sus familias. No obstante, el otro hombre entrevistado señaló que estaban dispuestos a asumir riesgos y desafiar restricciones, como se refleja en la última cita de Carlos:

Aunque no estaba permitido, organizábamos funerales; a muchos de nosotros no nos importaba. Hubo varios casos en los que sentíamos la responsabilidad de darle un funeral adecuado a nuestro ser querido fallecido (Carlos, 42 años).

El relato de Carlos resalta su disposición a desafiar las restricciones y normas sociales que prohibían la organización de funerales. A pesar de la prohibición social, Carlos y otros hombres estaban dispuestos a llevar a cabo estos actos. La principal razón detrás de esta decisión era su profundo sentido de responsabilidad hacia sus seres queridos fallecidos. Es decir, sentían la necesidad moral de proporcionar un funeral adecuado y respetuoso para honrar a quienes habían perdido. Este relato subraya la importancia de la familia y el compromiso de estos hombres de asegurarse de que sus seres queridos recibieran el respeto y el tributo que merecían, incluso si eso implicaba desafiar las normas establecidas.

Sin embargo, a principios de 2022, debido a la disminución de contagios, el gobierno estatal y municipal decidieron levantar las restricciones sanitarias en el municipio. De esa forma, los rituales fúnebres se llevaron a cabo de la misma manera que durante años anteriores, con lo cual se reestableció el orden de género.

Discusión

Los hallazgos del estudio destacan que, en conjunto, las restricciones impuestas en respuesta a la pandemia de covid-19 ocasionaron cambios profundos en la vida de la comunidad de San Matías Cuijingo. De hecho, las modificaciones en las prácticas funerarias, la vida cotidiana y los roles de género revelan cómo las crisis pueden dar lugar a cambios socioculturales significativos y desafiar las normas y valores previamente arraigados en la comunidad.

Al respecto, Harari (2020) señala que el impacto de la pandemia transformó de manera significativa la percepción de la vida y la muerte, así como la forma en que interactuamos y organizamos nuestras sociedades. En consecuencia, la comunidad de Cuijingo se vio obligada a ajustar su relación con la vida y la muerte.

La discusión sobre la resignificación de las prácticas de los hombres durante la pandemia de covid-19 en relación con los ritos funerarios arroja luz sobre la intersección de las normas culturales, de género y las circunstancias excepcionales. Asimismo, la pandemia reveló la capacidad de las comunidades para adaptarse a situaciones extraordinarias, pues las restricciones y el temor al contagio llevaron a una rápida reevaluación de las prácticas funerarias y de género. En otras palabras, la prioridad se desplazó de seguir rituales tradicionales a proteger a la familia y a la comunidad.

En este sentido, Bauman (2013) sugiere que el miedo es un mecanismo relevante que intensifica ciertos temores, de modo que el cambio en la percepción del significado de las campanas y las prácticas funerarias ilustra cómo las tradiciones culturales pueden ser reinterpretadas en momentos de crisis. Es decir, los rituales funerarios no son simples acciones mecánicas, sino que poseen un profundo significado simbólico y espiritual que puede evolucionar.

Por otra parte, cabe mencionar que la pandemia no solo tuvo efectos físicos, sino también emocionales y psicológicos en la comunidad. Por ejemplo, el miedo, la ansiedad y la preocupación por la seguridad de los seres queridos influyeron en las decisiones y acciones de las personas, lo que demuestra cómo las crisis pueden afectar profundamente la psicología y la percepción individual. Esto se alinea con lo planteado por Thomas-Sábado (2020), quien afirma que el covid-19 generó miedo, ansiedad e incertidumbre al ser percibido como una amenaza real.

Por otra parte, es crucial resaltar que las respuestas de los varones no fueron uniformes, pues algunos optaron por acatar las restricciones y proteger a sus familias, mientras que otros desafiaron las normas para brindar un funeral digno a sus seres queridos. Esto indica la diversidad de actitudes y enfoques presentes en la comunidad. Además, apunta a que los proyectos de identidad masculina no son estáticos, sino que evolucionan y entran en conflicto (Flores, 2021). De esta manera, no existe un proyecto de identidad único que defina la forma en que los varones respondieron a la crisis sanitaria.

Asimismo, la reinstauración de las prácticas tradicionales después de que se levantaron las restricciones sugiere que las normas de género arraigadas en la comunidad se mantuvieron fuertes. Una muestra es que las estructuras de género previas se reafirmaron una vez que se levantaron las restricciones. Además, a pesar de los desafíos y cambios temporales, la comunidad demostró una fuerte resiliencia cultural. La preservación de prácticas tradicionales, como el rol de los varones en los rituales funerarios, destaca la importancia de la identidad cultural y el sentido de comunidad.

En conclusión, la pandemia del covid-19 provocó una serie de trasformaciones en las prácticas funerarias y de género en la comunidad, lo que evidenció la capacidad de adaptación de las personas en tiempos de crisis. En tal cernido, las respuestas individuales variaron, pero en última instancia, las prácticas culturales y de género se reafirmaron una vez que se levantaron las restricciones, lo que muestra la importancia de estas normas en la comunidad.

Finalmente, si bien esta investigación proporciona una visión valiosa de cómo las comunidades enfrentan desafíos inesperados y cómo las normas culturales y de género influyen en sus respuestas, también es necesario indicar algunas limitaciones. En primer lugar, debido a la pandemia, solo se pudieron entrevistar a dos varones. En otras palabras, aunque es un estudio cualitativo y no busca representación numérica, sería relevante incluir la perspectiva de más varones, no solo de esta comunidad, sino también de otras zonas urbanas, para analizar cómo otros hombres resignificaron sus prácticas durante esta emergencia sanitaria. En futuras investigaciones, además, se recomienda recopilar las narrativas de las mujeres, ya que en el orden de género ellas también tuvieron que cambiar su papel en la comunidad, lo que podría complementar este estudio.

Conclusiones

A lo largo de su historia, los hombres de la comunidad de San Matías Cuijingo han ocupado un lugar claramente definido en el entramado de género, el cual establece prácticas específicas a seguir durante los rituales funerarios. Sin embargo, la llegada de la pandemia trastocó este orden de género tradicional, lo que llevó a los hombres a reinterpretar y ajustar ciertas prácticas en busca de una nueva perspectiva: la de ser padres y cuidadores responsables, dispuestos a evitar cualquier escenario que pudiera representar un riesgo para sus familias, aunque cabe destacar que esta redefinición de roles y prácticas durante la pandemia no fue de carácter permanente, ya que desde principios de 2022, los rituales funerarios han vuelto a celebrarse de acuerdo con la costumbre, lo que ha obligado a los hombres a retomar las prácticas y rituales anteriores.

En consecuencia, se podría argumentar que estos rituales funerarios representan un espacio de resistencia, donde los hombres buscan restablecer la estructura y el orden que se habían establecido anteriormente. Esto quiere decir que el proceso de adaptación seguido por el retorno a las prácticas previas evidencia cómo las circunstancias cambiantes pueden influir en las dinámicas de género y en las prácticas culturales arraigadas. Por tanto, la lucha por mantener y recuperar estos rituales, a pesar de las alteraciones temporales, destaca la importancia de la continuidad y la tradición en la construcción de la identidad masculina en la comunidad.

Futuras Líneas futuras de investigación

Esta investigación tiene el potencial de enriquecer y avanzar en el subcampo de los estudios de género de los hombres y las masculinidades (Núñez, 2007). Además, explora de manera profunda cómo los hombres redefinen su papel y participación en el contexto de las prácticas funerarias, especialmente cuando se enfrentan a situaciones que desafían las normas tradicionalmente asignadas a hombres y mujeres en estos rituales de despedida. Asimismo, puede contribuir significativamente a las investigaciones de género y su relación con los ritos y ceremonias fúnebres.

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1De acuerdo con la propuesta de Durkheim (2000), entiendo un rito como una práctica vinculada a lo sagrado, basada en normas que emanan de la tradición y que son preservadas y transmitidas por las comunidades, ya sea de forma oral o escrita.

2El escuadrón de la muerte está compuesto por hombres de mediana edad que pertenecen a diferentes niveles socioeconómicos. Tienen un hábito común de consumir alcohol de manera ininterrumpida, sin importar el lugar, el día de la semana o la hora. A menudo, comienzan a beber temprano en la mañana y continúan durante todo el día. Algunos de ellos son buscados por sus familias para que descansen o se alimenten, mientras que otros optan por dormir en la calle y luego retoman el consumo al día siguiente.

Recibido: Mayo de 2023; Aprobado: Enero de 2024

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