INTRODUCCIÓN
La migración hacia el vecino país del norte es común en México. Algunas comunidades rurales son sostenidas por las remesas de los migrantes, tal es el caso de Santo Tomás Tlapanalá y San Jerónimo Coyula, en el Estado de Puebla (Corona-Jiménez y Corona-Domínguez, 2014). La ciudad de Atencingo, Puebla, México se ha caracterizado durante los últimos 30 años como expulsora de migrantes hacia Estados Unidos, debido a que el flujo de migrantes es sostenido por las redes de esta comunidad (Espinosa-Márquez, 2013). Aunque últimamente, tras la baja en la economía estadounidense y el endurecimiento de las políticas migratorias, el retorno se ha convertido en una constante.
La migración de retorno ha sido estudiada desde finales del siglo pasado. En la década de los años 70 y 80 se inicia una reflexión sobre la problemática metodológica que plantea la definición del retorno, la unidad de análisis y las técnicas para el manejo de la información, de acuerdo con Fernández-Guzmán (2011). El autor señala que en ese periodo los estudios sobre el retorno se destacan principalmente en relación a Israel en el Medio Oriente, Estados Unidos y Canadá. En el caso de Norteamérica son estudios de carácter cuantitativo donde se analiza el comportamiento migratorio y general, a partir de la edad, sexo y raza de las personas. En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) define a los migrantes de retorno como las personas que emigraron a otro país, pero que en el momento de la entrevista del censo se encontraban en México (INEGI, 2015a).Sin embargo esta definición es muy limitada en su alcance, ya que no permite identificar con claridad a los diferentes tipos de migrantes de retorno.
Los autores Chapman y Prothero (1983), destacan que a pesar de que existen diferentes modelos teóricos para el análisis de la migración, se tiene que estudiar la compleja naturaleza del retorno a partir de diferentes niveles de análisis. En un nivel micro se puede considerar como población de estudio a los individuos y a las familias, mientras que a nivel meso debe observarse a la comunidad, y en un nivel macro a los países. En el mismo documento, estos autores (Chapman y Prothero, 1983), centran su estudio en el flujo continuo entre las comunidades de origen y destino; y logran por primera vez una separación respecto de la migración del retorno, la migración circular, la migración salario laboral, y los habitantes de ciudades fronterizas (commuters) que diariamente cruzan las fronteras políticas entre ciudades, estados y países.
Cerase (1974), señala que si bien existen diferentes tipos de retornados, no necesariamente todos ellos tienen un impacto positivo en las localidades de origen y mucho menos establecen relaciones productivas que faciliten el desarrollo de estas localidades. Las personas que emigran son recibidas en el lugar de origen en base a prejuicios y estereotipos respecto a la migración, agrupándolos en cuatro grandes categorías: la primera, la denominó el retorno de fracaso, y es aquella en la que el migrante es percibido como un extraño. Se considera que no logró adaptarse a la sociedad de destino y por ello regresa a su lugar de origen. El retorno de innovación, incluye a los migrantes que adquirieron habilidades durante su experiencia migratoria y que aplican en su empleo en el lugar de origen. Otra categoría, es el retorno de conservación, donde las personas que regresan pueden comprar extensiones de tierra y dedicarse a actividades agrícolas, producto del trabajo y el ahorro en el lugar de destino. Finalmente, establece la categoría del retorno-retiro, entendiéndose como el retorno con un sentido de jubilación.
El estudio metodológico del retorno debe realizarse basado en un modelo teórico y no sólo en el análisis de experiencias migratorias que caen en el ámbito de lo descriptivo (Gmelch, 1980), ya que esta última técnica no permite identificar las regularidades dentro del fenómeno, por basarse en el análisis de experiencias únicas sin un contexto que las una a otras. Al realizarse así, el carácter descriptivo de los estudios del retorno únicamente revisan las razones para volver, adaptarse y el impacto que tienen en las localidades de origen, identificando los sujetos a partir de sus experiencias y no de las regularidades de los migrantes de retorno en general.
Sakka y col. (1999), introducen en la migración de retorno el cambio de los roles entre hombres y mujeres. Desde este planteamiento, la migración y los estudios de género desarrollan líneas de investigación que abordan las transformaciones que en el mundo de la vida privada se realizan a partir de la migración; destacan estudios que aluden tanto las manifestaciones de la sexualidad, como el ámbito conyugal, fraternal y parental. Por ejemplo, del análisis de las historias de vida familiar, Espinosa (1998) aborda los cambios en los papeles de tipo social, cultural, económico y de género, que se desarrollan en las sociedades de origen a su retorno. Otro de los elementos que aporta Espinosa en su análisis, es el impacto de la Ley de Reforma y Control de la Inmigración de 1986 (IRCA), donde indica que la relación que sostienen los migrantes con las comunidades de origen y destino, sobre todo aquella que establecen con su familia, desarrolla un vínculo transnacional que posibilita o inhibe el retorno a partir de el sostenimiento o desaparición de los vínculos familiares y de amistad con el lugar de origen. Por lo que la decisión de retornar también es condicionada por su cercanía o lejanía con su origen.
Por otra parte, Durand (2004), elaboró un análisis costo-beneficio, respecto del cálculo que el retorno ofrece a los migrantes, considerando la diferenciación de la migración temporal, el retorno voluntario y el retorno generacional. Durand explica que evaluar los costos y beneficios económicos, sociales, culturales y familiares del retorno, implica una revisión del nuevo capital humano y social que tiene este individuo y que puede utilizar tanto para quedarse en el lugar de destino, como para retornar a la comunidad de origen.
Respecto de la movilidad de las poblaciones de retorno y a la ocupación al momento del regreso, en la comunidad de origen, Cobo (2008; 2011), utilizó la construcción de trayectorias laborales para jefes de hogar, migrantes de retorno y no migrantes, para explicar si existía movilidad social intergeneracional respecto del informante y sus ascendentes. Este mismo autor (Cobo, 2011) separó la internaciona-lización de los mercados de trabajo y revisó únicamente migrantes de retorno del sexo masculino. Por lo tanto, consideró al curso de vida individual y familiar como elementos importantes para el retorno y a la migración como un mecanismo formador de capital humano. En su artículo, Cobo (2011), asoció los desplazamientos y las experiencias de carácter laboral, a la adquisición de nuevos conocimientos que incrementan el capital humano. Para él (Cobo, 2011), es esencial estudiar la migración de retorno a partir de variables como el desarrollo laboral de los migrantes, eventos migratorios, décadas en que lo realizan, el ciclo de vida familiar, acceso a determinados mercados de trabajo, número de viajes y contexto migratorio.
Izcara-Palacios (2011), realizó un estudio del retorno de los jornaleros de Tamaulipas, donde apegándose a la teoría de la nueva economía de la migración laboral, explica que los empleados en la agricultura estadounidense retornan a sus comunidades de origen, debido a que se ubican dentro de una jerarquía social que es más baja que en la que se encuentran en su lugar de origen por un lado, y por otro, porque allí tienen acceso a menos bienes, debido a que en Estados Unidos los costos de estos son más elevados que en México.
El retorno puede representar un nuevo principio con mejores oportunidades para el individuo, ya que vuelve con una serie de conocimientos, habilidades, modificación de los marcos de referencia, interpretación distinta de la vida e incorporación a nuevas redes sociales, es decir personalmente ha cambiado, debido a la experiencia migratoria.
Para este trabajo, el migrante de retorno se define a partir de dos momentos en el tiempo; en el primero la persona realiza un ejercicio de valoración sobre sus recursos y medios, y a partir de esta, decide salir de su lugar de origen con un destino y objetivo particular. Por lo que en ese momento se convierte en migrante y comienza su experiencia como tal. Su calidad como migrante se caracteriza por una serie de particularidades personales y por el contexto de salida. Debido a dichas singularidades, la experiencia migratoria de cada uno es única e irrepetible. El segundo momento se da cuando el individuo retorna por decisión propia o bien por una situación ajena a su voluntad, y se reincorpora a la sociedad de origen.
El objetivo de este estudio fue identificar las regularidades que en el proceso de retorno experimentaron los migrantes de Atencingo Puebla, primordialmente en la interacción social en el lugar de origen, y cómo este cambio repercutió en su actividad laboral y en el empoderamiento en su entorno social, condicionando la decisión de quedarse o bien de regresar al país de destino.
MATERIALES Y MÉTODOS
Area de estudio
La localidad de Atencingo se ubica en el municipio de Chietla, que se sitúa al sur del Estado de Puebla, en el Valle de Izúcar. Chietla cuenta con 67 localidades y su población es de 33 935 personas (INEGI, 2015). En este municipio, un 20.74 % de las viviendas reciben remesas económicas, su índice de intensidad migratoria es de 2.035 y su grado de intensidad migratoria es muy alto. Además, ocupa el lugar 119 como expulsor de migrantes en el contexto nacional y es el tercero a nivel estatal (INEGI, 2015).
En el 2010, el 8.98 % de las viviendas del municipio de Chietla se registraban con algún miembro de la familia en Estados Unidos, por otra parte, el 3.4 % de los hogares contaba con migrantes circulares y el 9.13 % tenía migrantes de retorno (CONAPO, 2015). La ciudad más importante en Chietla es Atencingo, en ella habitan 10 879 personas, que equivalen al 32.06 % de total de la población del municipio. Además, el 44.69 % de sus residentes son personas menores a los 25 años de edad (INEGI, 2010). Estos datos permiten establecer que la migración es parte de la dinámica poblacional de Atencingo; sus pobladores migran con regularidad a otras ciudades en el interior de la República Mexicana y a Estados Unidos. Entre los destinos de los migrantes de Atencingo, en la Unión Americana, se encuentran las ciudades de Nueva York, Chicago, Minneapolis y Saint Paul.
Materiales
Se utilizó el concepto de mundo de la vida, como herramienta de análisis, ya que partir de él se construye el sentido que permite a los individuos interpretar y actuar en la realidad, así como reproducir y transformar estilos de vida y pensamientos en su vida cotidiana. El concepto proviene de la fenomenología trascendental, y su desarrollo en el ámbito sociológico lo realizó Schutz (1974; 2000), quien consideró que el mundo social no es algo independiente a los actores y sin resultado de sus prácticas. Por lo tanto, los actores dan significado y sentido a sus experiencias en las interacciones de su vida diaria. Por consiguiente, la vida cotidiana constituye una fuente de conocimiento a partir de la sedimentación de saberes y experiencias propias, o bien de conocimientos transferidos de una persona a otra (Schutz y Luchmann, 1973).
Métodos
Debido a que el grueso de los migrantes formaba parte de la población económicamente activa (INEGI, 2015), se entrevistaron aleatoriamente a los migrantes de retorno a la localidad de Atencingo, Puebla, de 24 a 45 años de edad, durante los meses de agosto de 2013 y agosto de 2014.
Se aplicaron 189 entrevistas semiestructuradas a personas de diferente género con experiencia migratoria en el trabajo de campo, habiendo realizado por lo menos un viaje a Estados Unidos. Para este estudio, se seleccionaron 22 del total de las entrevistas realizadas, considerando solo las que ofrecían información más detallada y completa.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
A partir del análisis de las entrevistas, se identificó que a mayor número de viajes, la adquisición de nuevos saberes, habilidades y conexiones sociales se incrementaron. Y que los procesos de readaptación y sincronización con el mundo de la vida influyeron directamente en el capital social adquirido durante la experiencia migratoria. Para los migrantes que retornaron, después de haber pasado en el lugar de destino un periodo mayor o igual a los tres años, el proceso de adaptación y sincronización con el lugar de origen fue más complejo y difícil. Para los migrantes de retorno que pasaron periodos menores a tres años en el lugar de origen y destino, fue más sencillo el proceso de adaptación y sincronización en el lugar de origen, debido a que mantuvieron las redes y el capital social adquirido en ambos lugares en un equilibrio constante.
Retornar, una decisión o un destino inexorable
Por otro lado, la diversidad de trayectorias laborales de los migrantes durante su experiencia en Estados Unidos, lejos de tener un efecto negativo, les facilitó la inserción en los mercados laborales locales: "Aunque ahí es diferente, porque ya los campos están muy limpios y yo hacía ese trabajo... antes trabajé en una fábrica y restaurantes; la verdad es que cuando me fui de México yo no sabía trabajar en nada, y pensé que al regreso no la iba a hacer, porque no sabía nada, pero ya trabajando y sabiendo el trabajo allá. aunque siempre tiene uno miedo de que no la va a hacer aquí..."(Ricardo, 2013).
Los entrevistados en esta investigación eran hombres y mujeres que se encontraban en plenitud de sus facultades físicas y mentales, y que regresaron (en algunos casos) con hijos e hijas; retornaron no sólo por la crisis económica o por el endurecimiento de la política migratoria que sufrió Estados Unidos desde el 2007, sino como un proyecto de vida. Este perfil coincidió con lo expuesto por Rivera-Sánchez (2011: 301-311), quien señaló la existencia de un retornado contemporáneo que presentaba características que le hacían distinto al estudiado en las zonas de migración tradicional de México, en la década pasada, y que para comprender la lógica del retorno y su interconexión con la lógica de emigración se debería pensar en hacer una tipología de los retornados, en consideración a su lugar de origen, destino y espacio donde se reinsertan en México.
Después del análisis de 22 entrevistas, se observó que para hombres y mujeres jóvenes que iniciaron su trayectoria migratoria entre los 14 y los 18 años, antes de haber contraído matrimonio, engendrado hijos y que realizaron al menos nueve años educación formal, el retorno implicó una decisión difícil que afrontaron en un contexto de problemas de tipo familiar. En este grupo existieron migrantes que realizaron estancias en el país de destino por periodos que van de 6 a 12 meses en promedio, y migrantes que en su primer viaje la experiencia duró más de 15 años.
Entre los entrevistados se identificaron cuatro grupos (Tabla 1), el primer grupo está formado por jóvenes, solteros, sin hijos y sin experiencia laboral en México, con múltiples viajes, nueve años de educación formal promedio, y no hablaban inglés de forma fluida. La sincronización con el mundo de la vida en la localidad de origen fue un proceso difícil de asimilar. Todos los entrevistados en este grupo refirieron haber retornado por una emergencia familiar, arreglar o gestionar alguna problemática patrimonial. En sus respuestas señalaron que el primer retorno tenía un carácter vacacional y de recreo, que se fue ampliando hasta que se agotó el dinero o fueron apresurados por sus patrones, amigos o familiares en Estados Unidos a regresar, para evitar la pérdida del empleo.
Por lo tanto, los esquemas de interpretación que utilizaron los integrantes del primer grupo para motivar sus planes de acción, en la mayoría de las ocasiones, estuvieron vinculados a los flujos de información que circulaban en las redes de familiares, amigos y paisanos en Estados Unidos. Una regularidad en ellos, es que se encontraban en una etapa de su ciclo de vida personal donde la movilidad era muy fácil, ya que no habían procreado hijos y en caso de estar unidos a una persona, esta unión era consensual y poco formal, por lo que el viaje no era consultado con la pareja y al retorno eran nuevamente hijos de familia, a diferencia de sus contemporáneos en la localidad de origen, quienes tenían hijos entre los 12 y 15 años. En el caso de las mujeres, sobre todo, el deber de cuidado que les era impuesto, les frenaba para restablecer las relaciones de amistad con los retornados.
Otro de los elementos importantes encontrados fue que los entrevistados señalaban que: "en México la obtención de un trabajo es más difícil que en Estados Unidos, ahí he obtenido trabajo en la mayoría de las ocasiones a partir de la recomendación de un amigo o paisano" (Lilia, 2014), por lo que difícilmente realizaban en su retorno a México una solicitud de empleo, ya que la expectativa, era que ocurriese lo mismo y alguien les consiguiera una entrevista de trabajo o el empleo, como lo señaló Ramiro (2013): "allá yo le conseguí a mi hermano la chamba, le dije al patrón que tenía un hermano más chico que podría ayudar con la delivery y asi llegó éste...". Adicionalmente, debido a la constante comunicación con los miembros de la red de paisanos y amigos en Estados Unidos, prevalecía la promesa de un mejor empleo en el vecino país del norte, por lo que consideraban que era mejor ahorrar para el cruce ilegal, que invertir ese capital en un emprendimiento individual en México, como lo indica Reyes (2014): "sí, al llegar allá primero entró mi primo Daniel, luego yo y David, y ya después mi cuñado, creo que hubo como tres años que estábamos en la cocina puros paisanos del pueblo".
Los entrevistados en este grupo refirieron, que la noticia de poder obtener un trabajo mejor remunerado en Estados Unidos, justo cuando se está acabando el dinero en México, les lleva a tomar la decisión de regresar a la vida de "puro trabajo" en el otro lado de la frontera. Una característica que presentó este grupo de personas, es que su experiencia laboral en México fue nula o inexistente antes de la experiencia migratoria. Además, de que el capital institucionalizado que adquirieron no era superior a los 9 años de educación formal; por lo tanto no se cubría ni el mínimo de la educación básica obligatoria exigida en México, según el Artículo 3ro. Constitucional y que en la localidad se requiere para un empleo con paga de salario mínimo. Aunque resaltó la formación educativa de las mujeres, que por lo general migraron después de 9 ó 12 años de educación formal y una capacitación para el trabajo; pero esta educación no fue utilizada en el trabajo desempeñado durante la experiencia migratoria. A pesar de que contaban con títulos de profesional técnico, los empleos que realizaron por lo general se ubicaron en el área de servicios alimentarios o de trabajo de manufactura, que les permitiera poseer capital incorporado a lo largo de la trayectoria migratoria.
En el caso de los varones, sus ocupaciones estaban relacionadas con los servicios de alimentos, construcción, mantenimiento y manufactura. En todos los casos fue muy desalentador para estos jóvenes retornados buscar empleo en la localidad y que el salario por una jornada de trabajo superior a 8 h no excediera el equivalente a seis dólares diarios; manteniendo la comparativa de que: "En Estados Unidos seré en una hora lo que en un día en México" (Ramiro, 2013).
Otra constante en este grupo fue que debido a su corta edad, tenían una gran capacidad de incorporar capital, lo que les facilitó crecer rápidamente en los empleos durante la experiencia migratoria; por lo que pasaron desde el escaño más bajo hasta el más alto, en periodos relativamente breves de tiempo, sobre todo en el ámbito de los servicios de alimentos y bebidas. Esto les provocó la expectativa, a su retorno a México, de que toda experiencia sería reconocida, sin embargo, la mayoría de los entrevistados refirieron sentirse discriminados, debido a que al solicitar empleo no pueden presentar ninguna certificación o un reconocimiento institucional de las habilidades para el trabajo que poseían y desarrollaron durante la experiencia migratoria, por lo que no podían aprovechar de forma inmediata sus conocimientos adquiridos en Estados Unidos. McLean y Kousis (1988), señalaron que en el caso de Grecia las habilidades de trabajo aprendidas en el extranjero no necesariamente coincidieron con aquellas que se requerían en el país de origen. Esto implica que no necesariamente los conocimientos adquiridos en el lugar de destino pueden capitalizarse en el lugar de origen. Esta frustración la explicó claramente Lorena (2013): "en México prefieren a los cocineros de escuela... no saben ni cortar una Juliana pero tienen título y eso es suficiente para que les den una oportunidad, y a uno ni la chanza de probar le dan".
En el caso de los mercados de trabajo en México, el capital institucionalizado si mostró ser susceptible de transformarse en capital económico y social, ya que los entrevistados reconocieron que las actividades, al menos en el sector de alimentos y bebidas fueron ampliamente reconocidas para las personas que se ubicaron durante su experiencia migratoria en este segmento del mercado de trabajo en las grandes ciudades, refiriendo un sistema de asignación de puestos y distribución de salarios, en razón de las habilidades mostradas y de los títulos presentados.
Los migrantes cuya experiencia migratoria se desarrolló en el sector manufacturero, reconocieron que el salario en México fue cubierto en razón a las habilidades presentadas en el trabajo, considerando que fue de suma importancia la capacitación y el conocimiento técnico, aunque no tuvieran ninguna aplicación en México los aprendizajes adquiridos durante su estancia en Estados Unidos. Los entrevistados que se emplearon en el sector manufacturero consideraron que en México la industria es nula. Aunque esta aseveración, se realizó a partir de que la única fábrica importante en la región era el ingenio de producción de azúcar de Atencingo, donde los puestos laborales son asignados a partir de una estructura sindical que permite a los empleados heredar sus puestos de trabajo a sus hijos e hijas, excluyendo a cualquier otra persona como solicitante. Esta desconexión entre los mercados de trabajo locales y los globales fue registrada por D'Aubeterre y Rivermar (2014: 21-22), quienes en su estudio por cinco municipios del Estado de Puebla, México, registraron a un ejército de desempleados que no fueron capaces de insertarse en los mercados de trabajo locales a partir de la experiencia laboral lograda en Estados Unidos. Rivera-Sánchez (2011: 312) también señaló que: son las ciudades intermedias y grandes áreas metropolitanas donde el sector manufacturero y de servicios ofreció mayor posibilidad de insertarse al mercado laboral y no las localidades de origen, debido a la desconexión entre los mercados de trabajo y las lógicas de inserción en los mismos.
Por otro lado, el segundo grupo estuvo formado por personas solteras, con una experiencia migratoria mayor a los 10 años y que incluyó al menos dos viajes, no existiendo una desconexión mayor a tres años con lo que sucedía en la localidad de origen, lo que les facilitó actualizar los marcos de referencia e interpretación que utilizaron al retorno. Sin embargo, al permanecer por periodos breves en la localidad de origen, su proceso de separación del origen fue incompleto, al mismo tiempo, su proceso de sincronización con el lugar de destino no concluyó. Por lo tanto, la mayor parte de sus juicios e interpretaciones utilizadas en el lugar de origen y destino se encontraban permeados por valores, creencias y condicionantes sociales de ambos lugares.
Por lo general, este grupo no participaba en ninguna de las actividades culturales, religiosas o deportivas organizadas por los miembros de la localidad de origen en el lugar de destino, debido a que en su mayoría hablaban inglés, como lo afirmó Raymundo (2013): "mi hermano ya ni corre, ni juega basket, allá siempre salía y después del partido íbamos por las chelas...aquí nada... ni a la iglesia". Los entrevistados refirieron haber establecido lazos de amistad con personas de diferentes grupos raciales, principalmente afroamericanos, nicaragüenses, salvadoreños, puertorriqueños y anglos. De este modo, sus actividades recreativas y deportivas estaban ligadas por lo general a los del barrio en el lugar de destino, como lo indicó Marcos (2014): "cómo extraño las fiestas de Nueva York, no sólo las de los mexicanos, las de los nicaragüenses a veces eran mejor, las chavas están bien buenas y se ponen bien buenas".
En el ámbito social, al momento del retorno, estos jóvenes manifestaron haber tenido dificultades para integrarse a las actividades deportivas de la localidad, tales como los torneos de basquetbol, volibol y el club de corredores, como lo dio a conocer Lidia (2014): "yo la neta extraño las tardes con mis amigas, allá jugaba voli con ellas en la playa en el verano o andábamos en bicicleta, aquí ya nadie de las que conocía quedan". Esto es debido a que sus contemporáneos se encontraban en Estados Unidos y a que las personas que participaban en estos clubes los señalaban como extraños. Sin embargo, después de algún tiempo (en promedio un año), ya que probaron su constancia, son igualmente admitidos y reconocidos en estas actividades, como lo indicó René (2014): "ya este año, nuestro equipo llegó a la semifinal contra Chietla, yo creo que el próximo si llegamos a la final, claro siempre y cuando el "figuras" (refiere a otro miembro del equipo y que es retornado también), no se lastime otra vez.".
En el segundo grupo los motivos del retorno son diversos, van desde problemas familiares hasta la deportación, por ello no existe una razón común para su retorno. Su vuelta a México puede ser voluntaria o involuntaria. Cuando el emparejamiento lo realizó en el lugar de destino era poco formal y representaba mayor facilidad para cambiar de residencia, por lo que a su retorno estas uniones se disolvieron, por ello al volver a su origen se les consideraba como solteros. Finalmente, su estrategia de inserción laboral al retorno fue a partir de las redes sociales que poseen, tal y como ocurre en el lugar de destino.
El tercer grupo lo conformaron jóvenes, emparejados y no necesariamente casados, algunos aún solteros con hijos, sin experiencia laboral en México y con un sólo viaje; eran retornados, cuya experiencia migratoria superaba a los 15 años. Refirieron no haber encontrado al retorno, "lo que esperaban" o "lo que habían dejado". En este caso, las diferencias fueron apreciables, reconocieron que la localidad de origen tenía una mejor infraestructura: "se aprecia la calidad de vida familiar, otorgan parques y jardines e incluso propugnan por una mejor administración de los recursos públicos" (Octavio, 2014). Este grupo manifestó que al retorno, la soledad se hizo manifiesta después de buscar establecer relaciones con los contemporáneos que ya no se encontraban.
En este grupo, la formación de uniones de pareja se prolongó, a diferencia de los contemporáneos dejados en la localidad de origen, al igual que en el primer grupo. Sin embargo, debido al largo periodo que duró la experiencia migratoria, en este grupo se encontraron personas que establecieron una pareja con oriundos de la localidad de origen a partir de interrelacionarse con ellos en el lugar de destino; así como personas que se emparejaron con personas de diferentes nacionalidades y grupos raciales, así como la experiencia que contó Ernesto (2013): "mi hermano se casó con una nicaragüense, lo que sea de cada quien esas mujeres están bien buenas y yo casi me quedo con una salvadoreña; mi hijo se vino conmigo, pero ni se le nota que es de origen salvadoreño". Asimismo, algunos de los entrevistados de este grupo refirieron que establecieron diversas uniones consensuales durante la experiencia migratoria (Ernesto, Melitón, Samantha, Rosa, Elia, Carmen y Martín, 2014), las cuales fueron formalizadas con la propuesta del retorno, sobre todo en la presencia de hijos menores, por lo general entre los cero y los seis años de edad. En este caso, la formación de los hogares al momento del retorno pasó de ser nucleares o monoparentales a ser nuevamente extensos, ya que el retorno no supuso sólo al hijo que se fue, sino a su pareja y a su descendencia. Dicha condición implicó el establecimiento de nuevas interrelaciones, entre personas que nunca se habían conocido; sabían de la existencia de unos y otros, pero por primera vez en el retorno la convivencia diaria les permitió establecer relaciones directas. Dicha condición implicó un cambio en la dinámica familiar y cuestionamiento sobre las interpretaciones que dan sentido al mundo de vida en la localidad de origen, sobre todo en relación a las actividades propias del género y el ejercicio del poder al interior de la familia.
El tercer grupo también dio a conocer la misma discriminación para la obtención de un trabajo que el segundo grupo; sin embargo, la movilización de hijos y pareja planteó la imposibilidad inmediata de nuevamente viajar en busca de un mejor empleo en Estados Unidos. Este fue el caso de Sandro (2013), quien afirmó que: "la neta si estuvo bien perro ese año, tal vez el próximo con lo de la zafra si me vaya otra vez. pero el problema es que ahora está bien caro irse sin papeles". Esta propensión a formar una familia y hacer el traslado de un núcleo a México, también implicó una planeación financiera más eficiente; los entrevistados refirieron haber ahorrado un capital económico considerable, a fin de establecer un negocio o invertir en el sector agropecuario de la localidad. En todos los casos, los integrantes del grupo manifestaron haber obtenido ayuda para el inicio de estos emprendimientos individuales de familiares, ya sean padres, abuelos, hermanos mayores o suegros y cuñados. Esta ayuda la evidenció Octavio (2014): "lo malo del negocio es que da bien sólo en tiempo de zafra, ves... mi suegra vende las tortas y con eso nos ayuda para la renta del local y a manejar el negocio; nosotros pusimos este negocio de mariscos, pero aunque hay calor y vendemos chelas no siempre hay lana, hay días en que no hay venta", lo que permite afirmar que el mantenimiento de las relaciones familiares a distancia y el capital social creado en el origen y mantenido en la distancia fue explotado al momento del retorno. Este contacto fue un elemento importante para el arraigo de los migrantes de retorno a su comunidad.
También en este grupo se identificaron personas que contaban con 9 a 12 años de educación formal en México, y que durante su experiencia migratoria asistieron a una escuela comunitaria para aprender inglés. Su educación y dominio del idioma les facilitó obtener empleos bien remunerados y contar con redes sociales, a partir de la familia en segundo o tercer grado, dejada atrás en la migración, en el lugar de destino. Muchos de ellos mantuvieron sus lazos con la comunidad religiosa y deportiva, lo que les aseguró el mantenimiento de su presencia en la comunidad de origen. El envío de remesas a familiares y para actividades comunitarias, facilitaron a los migrantes el establecimiento de sus negocios y el éxito de los mismos, al momento del retorno. Esta relación los mantuvieron activos y vigentes en las redes de la localidad.
Este grupo manifestó haber encontrado utilidad a las habilidades y capacidades desarrolladas durante la experiencia migratoria. Afirmaron que, los emprendimientos que realizaron, tuvieron sentido y fueron exitosos, debido a la experiencia adquirida en el ramo durante la migración. Este grupo de personas reconoció que no se encontraban por encima de todos, pero habían logrado mejorar su situación económica y posición social a partir de la migración. Fue el caso de Octavio (2014) quien aseveró: "yo estudié mecánica, porque pensé que me iba a quedar en el ingenio, pero me dio la cosquilla y me fui. creo que me fue mejor que otros que estudiaron y como allá siempre trabajé en restaurante, eso me ayuda".
En particular, refirieron administrar mejor sus recursos económicos y maximizar los beneficios de ellos a partir de su experiencia migratoria; nuevamente Octavio (2014), relató su experiencia: "yo creo que si no has trabajado antes en el negocio, no sabes ni en que te metes.". La migración les permitió acumular capital incorporado, que es explotado a partir de emprendimientos individuales que facilitan su reconocimiento social y la participación en partidos políticos. Además, a partir de la socialización de una imagen de migración exitosa, fortalecen su capital social en el lugar de destino. Aunado a ello, estas personas mantenían una constante vinculación e intercambio con sus contemporáneos que se encontraban en diversos lugares de destino en Estados Unidos, lo que les permitió asegurar el financiamiento para proyectos de mejora continua de la infraestructura de la localidad. Papail (2002), estudió la inversión que realizaron los migrantes al finalizar su ciclo migratorio en los Estados Unidos. Desde su punto de vista, la importancia de las remesas es que permiten potencializar inversiones productivas, que a lo largo del tiempo facilitan que estas personas, esencialmente asalariados, puedan convertirse en microempresarios, sobre todo en el área centro-occidente de México. Esta tendencia en el análisis del retorno fue recogida por Navarro-Ochoa (2003), quien en Michoacán, a partir de la historia de vida de seis migrantes retornados, analizó su inserción en el ámbito comercial con base en el desarrollo de actividades en el sector primario y secundario, que le llevaron a concluir que los retornados pueden ser un elemento que facilita la modernización y reactivación de las economías locales.
Es importante señalar que a pesar de que los emprendimientos realizados por los migrantes de este grupo fueron exitosos, no descartan la posibilidad de realizar un nuevo viaje al lugar de destino, que les ayude a solventar los gastos de la vida cotidiana en las temporadas donde no hay zafra o enfrentan crisis económicas.
Entre los entrevistados fue identificado un cuarto grupo, formado por personas que iniciaron su trayectoria migratoria entre los 15 y 33 años, después de haber establecido una unión consensual o un matrimonio, por lo que migraron con su pareja y retornaron en la fase de expansión familiar, es decir, en el momento en el que los hijos eran menores de 16 años, y las mujeres se encontraban en su periodo fértil.
En este grupo el principal motivo para retornar es la reunificación familiar y otorgar cuidados a padres o abuelos enfermos, además de resolver problemas patrimoniales producto del deceso de familiares o por convertirse en víctimas de diversos delitos. A pesar de tener una alta expectativa del reconocimiento al trabajo desarrollado en el lugar de destino, enfrentaron el problema de no poder integrarse al mercado de trabajo en México. Es de resaltar el papel de las mujeres que trabajaban en el lugar de destino y a su retorno no pudieron mantener su autonomía económica, debido a que socialmente quedan nuevamente sujetas al marido y no pueden continuar con su trayectoria laboral. Los varones se integran al trabajo agrícola principalmente en el cultivo de la caña de azúcar y sorgo, debido a que heredan bienes inmuebles destinados a la producción de estos cultivos. Además, en este grupo se tiene una alta expectativa del esparcimiento y de la integración a las actividades culturales y religiosas a su retorno, sin embargo, es en el ámbito religioso donde toman un papel activo y relevante en la planeación y organización de los eventos comunitarios.
En este grupo se encontró que las mujeres, a pesar de tener autonomía laboral y económica de destino, al momento del retorno perdieron su independencia y quedaron nuevamente sujetas al marido, aún cuando desarrollaban una trayectoria laboral en México, como lo indicó Clara (2014): "aquí trabajo con mi suegra, vendo con ella.pero aquí ni para tomarse una chela, las mu jeres que van a las barras aquí se ven mal. y ni para donde ir, a lo mejor a Izúcar, pero con los chamacos y la gente ni cómo hacerle". En el retorno, las mujeres compartieron actividades agropecuarias con sus parejas y tomaron un papel activo en la planeación y organización de diversos eventos culturales y religiosos de la localidad, esto lo mencionó Carla (2013): "aquí llegué a la caña.muchas veces, cuando mis hijos estaban niños, todos nos teníamos que ir a limpiar la caña, pues de ahí comíamos todos". Aunque esto no significa que obtengan un empoderamiento similar al que obtienen en el lugar de destino.
En este cuarto grupo resaltó la experiencia de dos mujeres, Carla y Clara (2013), quienes gracias a su participación en las redes dedicadas a la organización de eventos religiosos en las localidades de destino, lograron adquirir conocimientos que aplicarían durante el retorno al organizar eventos de este tipo en su localidad de origen.
Por otra parte, para Pedro y Ricardo (2013), el ingresar al mercado laboral a su retorno no implicó el aprovechamiento del capital incorporado durante la experiencia migratoria, pero reconocieron haber utilizado algunos de los conocimientos adquiridos durante la migración, en proyectos particulares de construcción y de trabajo agrícola. Si bien, los conocimientos adquiridos en el destino no fueron aprovechados en su totalidad, si fueron útiles una vez que retornaron a su comunidad de origen.
En el cuarto grupo, las personas entrevistadas también manifestaron tener más de tres años en su lugar de origen tras su retorno, por lo que durante este tiempo lograron una mayor adaptación al mismo y pudieron identificar con claridad las ventajas de su regreso, percibiendo que no es necesario regresar al lugar de destino para tener una calidad de vida que les permitiese "tener lo que necesitan" en la localidad de origen. Una vez establecido en su lugar de origen, la capacidad que tuvieron los migrantes de retorno para resolver las problemáticas que se les presentaron, determinó su permanencia en el sitio, evitando un nuevo proceso migratorio.
Al comparar las entrevistas por grupos, se identificó que en los individuos del cuarto grupo, el proceso de interpretación y búsqueda de sentido fue más complejo y difícil para adaptarse en el lugar de origen a su retorno, debido al mayor tiempo de permanencia en el lugar de destino, por lo que existió una mayor desincronización del migrante con el lugar de origen. Su visión sobre su localidad de origen se vio afectada por valores, creencias y percepciones válidas en el lugar de destino, cuyo choque provocó conflicto y una consecuente problematización individual, que en los casos en que fue resuelta, facilitó su decisión de permanecer en el lugar de origen una vez que retornó. Otro de los elementos que facilitaron su permanencia en el lugar de origen cuando retornaron, o en el retorno a la ciudad de destino, fue la fase del ciclo de vida individual en el que se encontraban los sujetos, ya que en el caso del cuarto grupo, una vez que se habían movilizado a la pareja y a los hijos de vuelta a su lugar de origen, resultó más com plejo y difícil optar por regresar nuevamente a Estados Unidos.
Por otro lado, es evidente que los migrantes retornados entrevistados, establecieron una distinción entre valores, creencias y deberes que les eran indispensables en el mundo de la vida en la comunidad de origen, y aquellos que eran importantes en el lugar de destino. Pero, es conveniente señalar que más que asociarlos a la trayectoria migratoria, los consideraron como un proceso que los llevó a "madurar o sentar cabeza". La distinción entre los mundos de la vida en el origen y el destino en el sentido individual fue claramente aplicable y permitió encontrar cuáles fueron las orientaciones que permitieron a los individuos interpretar sus acciones y darle sentido a la vida cotidiana. Sin embargo, resulta importante señalar que la falta de sincronización entre estos mundos de la vida, generaron un cambio en la conciencia colectiva respecto de determinadas situaciones, por ejemplo la participación política.
En otro orden de ideas, el capital social adquirido durante la experiencia migratoria influyó directamente en los procesos de readaptación y sincronización de los retornados en el cuarto grupo. Se encontró en los cuatro grupos de entrevistados, que a pesar de tener conocimientos y habilidades, al no contar con diplomas que los avalaron, tuvieron dificultades para incorporarse al mercado laboral. En el caso de los emprendimientos individuales para los migrantes del cuarto grupo, la suma del capital social y las redes sociales previas y durante la experiencia migratoria, resultaron ser esenciales para el éxito o fracaso de dichas empresas. Los entrevistados del tercer y cuarto grupo señalaron que en México fue sumamente complejo y difícil mantener a flote a una pequeña o micro empresa, por ello sus conocimientos y redes sociales fueron muy importantes para su éxito como empresarios. Este punto coincidió con lo registrado por D'Aubeterre y Rivermar (2014: 22) quien señaló: éstos proyectos autónomos son una de las salidas, sin embargo, el mantenimiento a largo plazo de estas empresas es uno de los mayores retos a los que se enfrentan. Por otra parte, un factor importante, para sostener y ampliar las redes de los migrantes, además de mantener una relación con familia y amigos en el lugar de origen, es aprender inglés. Los migrantes del cuarto grupo que durante la experiencia migratoria lograron aprender a hablar y escribir inglés consiguieron incrementar su capital cultural y social, y aunado a que las redes en las que se insertaron durante la experiencia migratoria eran más amplias, les facilitó mantener la puerta abierta para regresar a un trabajo en el lugar de destino. Las personas que lograron mantener las redes sociales que tenían en la localidad de origen, lograron reintegrarse con mayor facilidad a la sociedad de la localidad de origen.
La sincronización de los diferentes mundos de la vida fue un proceso más largo y difícil para los migrantes del cuarto grupo que retornaron, después de una estancia más prolongada en el destino. Mientras que para aquellos que se mantuvieron en el destino por periodos cortos, resultó ser un proceso de adaptación y sincronización con el lugar de origen de mayor facilidad. Pero debe reconocerse que el apoyo familiar recibido fue muy importante en su adaptación. En todos los casos, el capital social adquirido antes de la migración resultó ser fundamental en el proceso de retorno. La pertenencia a cierto grupo social o red familiar facilitó o canalizó de forma importante, las tensiones que en el individuo causó la sincronización de los diferentes mundos de la vida y el adaptarse a su regreso.
Para los migrantes de retorno que pasaron periodos menores a tres años en el lugar de destino el regreso a su comunidad de origen fue más sencillo, ya que resultó más fácil el proceso de adaptación y sincronización, debido a que mantuvieron las redes y el capital social adquirido en ambos lugares en un equilibrio. Esto se confirmó con el grupo de jóvenes solteros, quienes iniciaron su trayectoria migratoria a temprana edad y se mantuvieron en viajes continuos. La circularidad en su migración les facilitó el proceso de sincronización a partir del mantenimiento de relaciones sociales en la distancia, ya fuera a partir de la organización y participación de los eventos culturales y religiosos de los oriundos de la misma comunidad de origen en el destino, o a partir de relaciones familiares. Por lo tanto, si bien es cierto que ya se ha descrito en la literatura científica sobre la importancia del capital social en el retorno, un elemento sobre el cual se pudo indagar en este trabajo, con mayor profundidad, es el proceso de sincronización del mundo de la vida de los migrantes en el retorno, que es un elemento esencial en la materialización de su capital social y de sostenimiento de sus redes.
CONCLUSIONES
Una de las principales regularidades de los migrantes de retorno fue la relación entre la permanencia en el lugar de destino y la desincronización del migrante con su lugar de origen, por lo que sus valores, creencias y percepciones válidas en el lugar de origen chocaron con los del lugar de destino, formando una nueva escala de valores en el inmigrante. Esta nueva escala generó que al volver a su lugar de origen el migrante retornado tuviese que volver a pasar un proceso de readaptación y actualización de sus valores con los de la localidad de origen. La siguiente regularidad fue que las posibilidades de permanecer en el lugar de origen, después del retorno, estuvieron relacionadas con el proceso de adaptación de las experiencias vividas en el extranjero y las condiciones en el lugar de origen, es decir en la medida que sus experiencias pudieron ser útiles a su vida en el lugar de origen, fue más fácil su readaptación al volver a su país. En tercer lugar, el establecerse en el lugar de origen, después de una experiencia migratoria, estuvo relacionado con su incorporación al mercado laboral local, al emprendimiento de una empresa, al restablecimiento de sus redes sociales, al aprovechamiento de los conocimientos adquiridos en el extranjero y al establecimiento de una familia propia o el restablecimiento de lazos afectivos con esposa o esposo y con sus hijos y/o hijas. Finalmente, es importante considerar que una razón de peso para retornar y permanecer en el lugar de origen fue enfrentar un problema familiar que generó en los migrantes de retorno una responsabilidad ineludible que los obligó a quedarse en el lugar de origen. Por ello, su adaptación estuvo caracterizada por esta obligación.