INTRODUCCIÓN
Las condiciones de vivienda de una población, el acceso a servicios públicos, el ambiente social familiar, los factores socioeconómicos y la seguridad alimentaria, influyen en la calidad de vida y el estado de salud de la sociedad (Bellido-Guerrero y De-Luis-Román, 2006; Monroy-Torres, 2009).
El Consejo Nacional de Evaluación de la Politica de Desarrollo Social (CONEVAL, 2009), considera que: "una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una carencia social (en los seis indicadores de rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación) y su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias; y en pobreza extrema cuando son más de tres indicadores de carencia, además de estar por debajo de la línea de bienestar".
De acuerdo a cifras del CONEVAL (2012), en el estado de Guanajuato, más de la mitad de la población vivía en situación de pobreza y pobreza extrema (56.7 %), clasificándose el 48.6 % en situación de pobreza, y el 8.4 % en pobreza extrema. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 (Gutiérrez y col., 2012), reveló que solo el 30.0 % de los hogares mexicanos presentaron seguridad alimentaria, cifra ligeramente superior a la que registró el estado de Guanajuato (28.8 %) (ENSANUT, 2012b). La población tiene seguridad alimentaria "cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias, a fin de llevar una vida activa y sana" (FAO, 1996; 2011).
La Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2010), estableció como un derecho humano índispensable para una vida digna el poder disponer de agua suficiente, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible para uso personal y doméstico. Al respecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006) estableció que para considerarla suficiente debe estar disponible en forma continua para el uso de la población, con un volumen adecuado. Se define como inocua, cuando está libre de riesgos microbiológicos y toxicológicos para la salud humana, al emplearla para consumo directo, preparación de alimentos o en las necesidades del hogar; y para denominarse aceptable debe tener características organolépticas adecuadas para su consumo.
La OMS (2007), dio a conocer que 1 100 millones de personas carecen de acceso a agua potable, y un número mayor, consume agua contaminada; cada año se registran cerca de 4 000 millones de casos de diarrea, el 88.0 % de estos se atribuyen al consumo de agua insalubre y a deficiencias de saneamiento e higiene. La contaminación del agua se complica, cuando además de las bacterias o microorganismos biológicos, existe la presencia de arsénico (As), plomo (Pb) y mercurio (Hg), entre otros (FAO, 2013; Ruiz y col., 2013).
El As es un metaloide y se presenta en su forma orgánica e inorgánica, siendo esta última la más tóxica (Nandaná y col., 2012). Las vías de ingreso del As al organismo son a través de la piel, inhalación e ingestión. El 90 % del As inorgánico se incorpora por via orai; genera daño renal, hepático, y daña otros órganos y sistemas. Clínicamente, la toxicidad por As se identifica por lesiones en la piel (melanosis, hiperqueratosis, leucomelanosis, despigmentación) (Nandaná y col., 2012). También, causa estrés oxidativo, lo que lleva a apoptosis y aumento en el riesgo de desarrollo de cáncer (Nandi y col., 2005; Liu y Waalkes, 2008).
El As se encuentra distribuido en el agua superficial y subterránea (Nordberg y col., 2011). La actividad minera, la perforación al subsuelo o excavaciones en general, promueven la incorporación del As a la reserva natural de agua subterránea (Nordberg y col., 2011). La arsenicosis es una enfermedad crónica que resulta de beber agua con altos niveles de As durante un largo periodo (de 5 a 20 años) (Putila y Guo, 2011). En las poblaciones que consumen agua con más de 1 parte por millón de As, se incrementa la incidencia de cancer al 25 % del total de las enfermedades. Actualmente, más de 35 países en desarrollo consumen agua contaminada con As (Putila y Guo, 2011).
De acuerdo a la OMS y la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés: Enviromental Protection Ambiental), el límite permisible de As en agua de consumo es de 0.01 mg/L (OMS, 2008); la Secretaría de Salud en México, en la Norma Oficial 127-SSAl-1994: "Salud ambiental, agua para uso y consumo humano-límites permisibles de calidad y tratamientos a que debe someterse el agua para su potabilización", establece aún el límite de 0.05 mg/L de As en agua de consumo (NOM-127-SSA1-1994).
En el estado de Guanajuato, desde el 2003, se han realizado diversos estudios en zonas contaminadas con el metaloide (San Agustín, Irapuato y Cútaro, Acámbaro), que presentan concentraciones de As en el agua de consumo y de pozo, por arriba de lo que marca la norma (Monroy-Torres y col., 2009a; 2009b; 2016). En 2009, se encontró que niños en edades entre 7 y 14 años, provenientes de hogares ubicados en las dos localidades previamente mencionadas, se expusieron al As a través del consumo de agua de la llave o del pozo de la comunidad, y presentaron concentraciones de As en cabello por arriba de la norma (1.30 mg/kg, 95.0 % 1С: < 0.006 - 5.94) (Monroy-Torres y col., 2009a). También se detectaron niños con niveles altos del metaolide en cabello, a pesar de no consumir agua de la llave o del pozo de la comunidad, como agua de uso para saciar la sed, por lo que se analizaron otras fuentes de exposición, en ambas localidades, identificando que una de las principales fuentes de exposición al As fue a través del agua usada para preparar los alimentos y bebidas, ya que en ambos casos se usaba agua de la llave o del pozo. Un estudio de seguimiento para las dos comunidades de San Agustín, y Cútaro, realizado por Monroy-Torres y col. (2016), reveló que en el 65 % de los hogares usaron ollas de peltre (recipientes que contienen As en su composición) para preparar alimentos. Por otro lado, el agua de pozo se empleaba para dar de beber a los animales y para regar los cultivos. Un 44 % de las familias de las dos comunidades analizadas consumían leche de vaca que se adquiría en establos de la localidad (Monroy-Torres y col., 2009b). El As se incorpora al organismo e a través de los alimentos de origen animal y vegetal, sobre todo cuando se tienen prácticas de monocultivo (Datta y col., 2012). Además, un bajo consumo de vitaminas y minerales, que provienen de la ingesta de frutos y vegetales, puede incrementar la exposición al metaloide, ya que se sabe que el consumo de antioxidantes, que abundan en los alimentos de origen vegetal, mejora la detoxificación y metabolismo del metaloide (Hall y Gamble, 2012). Otros factores de riesgo nutricional, es la ausencia de la lactancia materna exclusiva, lo cual genera que se use agua con el metaloide para preparar leche en polvo. La práctica de la lactancia materna, cuando la madre no está expuesta al As, beneficia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, al ser un alimento y bebida disponible y asequible (UNSCN, 2014; OPS, 2016).
Monroy-Torres y col. (2009 b), encontraron que del 90 % al 94 % de las madres de familia de Guanajuato utilizaban agua contaminada con As para consumo directo (agua de la llave o de pozo para beber o bañarse) y para la preparación de alimentos, incluso aun conociendo el potencial toxicológico del metaloide, pero con una limitante económica para comprar agua de garrafón (Monroy-Torres y col., 2009b).
El objetivo de este trabajo fue determinar los principales factores de riesgo toxicológico por la exposición prolongada a la contaminación con arsénico presente en agua, en población que habita en zonas donde se han detectado altos niveles de este metaloide, de los estudios previos de las comunidades de San Agustín, Irapuato y Cútaro, Acámbaro.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se realizó un estudio analítico de corte transversal durante junio de 2012 a julio de 2013.
La población de estudio fue de 30 jefas de familia, cuyo criterio de selección fue ser habitantes permanentes de las localidades de San Agustín, Irapuato y Cútaro, Acámbaro, estado de Guanajuato, México, donde se encontraron concentraciones del metaloide en agua, fuera de norma (0.95 mg/L en San Agustín y 0.11 mg/L en Cútaro) y en elevados niveles en muestras de cabello de los niños expuestos (1.30 mg/kg, 95.0 % 1С: < 0.006 - 5.94) (Monroy-Torres, 2009; Monroy-Torres y col., 2009b, 2016).
De acuerdo al Sistema de Apoyo para la Planeación del Programa para el desarrollo de Zonas Prioritarias (PDZP) de la Secretaría de Desarrollo Social, de 2010, la localidad de San Agustín, Irapuato, cuenta con una población de 1 329 habitantes, mientras que Cútaro, Acámbaro, cuenta con 262 habitantes (SEDESOL, 2010a; 2010b). El tamaño de la muestra fue por simple disponibilidad de la cohorte de estudios previos de una muestra original de 55 (sólo aceptaron participar 30 jefas de familia, las cuales dieron su autorización y consentimiento informado por escrito).
El proyecto fue aprobado por el Comité de Investigación del Departamento de Medicina y Nutrición de la Universidad de Guanajuato.
Para determinar los factores de riesgo que promueven la exposición al As, se aplicó una encuesta de 28 ítems, los cuales integraban la evidencia de los principales factores de riesgo que aumentaban la exposición al metaloide, derivados de estudios previos de las comunidades San Agustín, Irapuato y Cútaro, Acámbaro (Monroy-Torres, 2009; Monroy-Torres y col., 2009b), así como del acervo científico recopilado en este tiempo de las citas bibliográficas que fundamentaron los trabajos de las publicaciones de Monroy-Torres y col., del 2009 al 2013. La encuesta de 28 ítems se clasificó de la siguiente manera: 1.1. Condiciones de vivienda de una población (material del que está construida la casa); 1.2. Servicios públicos (teléfono, agua, drenaje y alcantarillado, frecuencia de la recolección de basura); 1.3. Datos socioeconómicos (ingreso económico aproximado); 1.4. Actividad agrícola y ganadera (tierras de cultivo para autoconsumo, animales para consumo); 1.5. Acceso al agua de consumo (usos, distribución, accesibilidad e inocuidad del agua, conocimiento de los métodos de desinfección o potablización); 1.6. Problemáticas asociadas a la carencia de agua y a los bajos ingresos económicos; y 1.7. Agua para preparación de alimentos y bebidas.
Para conocer la seguridad alimentaria de los hogares, se aplicó a las 30 jefas de familia la escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (ELCSA, 2012), validada y adaptada para México. Esta escala clasifica a los hogares en categorías, y para su interpretación se usó el puntaje de la escala establecido:
a) Hogares seguros (2 o menos respuestas afirmativas).
b) Hogares con inseguridad alimentaria sin hambre (3 a 7 respuestas afirmativas).
c) Hogares con inseguridad alimentaria con hambre moderada (de 8 a 12 respuestas afirmativas).
d) Hogares con inseguridad alimentaria con hambre severa (más de 13 respuestas afirmativas).
Posteriormente, se procedió a aplicar estadistica descriptiva (porcentajes) a las principales variables. Se usó el paquete estadístico NSCC®, versión 2006.
RESULTADOS
La edad promedio de las 30 jefas de familia estudiadas fue de 45 ± 11 años. El nivel de escolaridad fue de primaria concluida en el 63 % de la muestra, y de secundaria terminada en el 28.0 %, el resto no recibió educación formal.
Factores de riesgo que promueven la exposición al As
El 83 % de las familias poseían casa propia; 87 % de los hogares estaban construidos con ladrillo y 93 % contaban con piso de cemento (Tabla 1).
El 93 % de las familias tenía acceso a agua de la llave, considerada no potable. Ninguna de las familias contaba con servicio de drenaje y alcantarillado; 90 % refirió que el camión recolector pasaba por sus casas de 1 a 2 veces por semana. El 80 % poseía servicio de electricidad y el 43 % servicio de telefonía.
El 46 % de las familias tenía un ingreso mensual de 1 000 а 3 000 pesos, у el resto contaba con un ingreso mensual inferior a los 1 000 pesos. En el 54 % de las familias el ingreso mensual era aportado por un integrante, en el resto provenía de dos o más miembros de la familia.
El 47 % de las familias poseía tierras destinadas al cultivo, de esas familias, el 86 % consumía los alimentos cultivados y el resto los utilizaban para comercio; 63 % de las familias criaba animales de granja, 83 % tenía animales como mascotas, predominando perros y gatos.
Acceso al agua de consumo
El 4 % de las familias tuvieron falta de acceso a agua en los últimos 3 meses, 24 % asociaron haber enfermado con el consumo de agua en el mismo periodo. El 11 % de las familias conocía a través de pláticas recibidas por el centro de salud, que el agua contaminada puede transmitir enfermedades, por lo que es necesario desinfectarla o potablizarla antes de consumirla. El 5 % de las familias tuvo que desviar recursos económicos destinados a alimentos para comprar agua de garrafón (comercial), dado que conocían del riesgo de consumir agua contaminada con arsénico.
Agua para preparación de alimentos y bebidas
El 83.3 % de las familias preparaban sus ahmentos con agua de la llave (26.7 %), pozo (13.3 %) o de pipa (43.3 %) y solo un 16.7 % usaba agua de garrafón. En el caso del consumo de agua fresca o para preparación de bebidas de sabor, el 60 % utilizaba agua de garrafón, 26.7 % agua de pipa, 10 % agua de la llave y 3.3 % agua de pozo. En el aseo personal, el 58.6 % de las familias usaban agua de la llave, 31 % de pipa y 10.3 % de pozo.
Seguridad alimentaria
El 70 % de las familias presentaron algún grado de inseguridad alimentaria leve a severa (Tabla 2). El 63 % de las jefas de familias presentaron un nivel de escolaridad bajo (primaria), lo cual puede asociarse a condiciones desfavorables socioeconómicas y por ende alimentarias.
DISCUSIÓN
El consumo de agua potable es indispensable para prevenir enfermedades. "El agua y el saneamiento son uno de los principales temas para el desarrollo de las naciones, ya que el problema de enfermedades ocasionadas por la contaminación del agua por agentes biologicos y compuestos orgánicos tóxicos, afecta la calidad de vida de la población. Es de importancia internacional el encontrar tecnologías económicas, efectivas, accesibles y que no dañen el ambiente para purificar el agua; en la actualidad, se utilizan tecnologías convenciónales como la aplicación de cloro y la ozonización para la desinfección del agua. Sin embargo, tiene un alto costo económico para lograr la sostenibilidad (OMS, 2007)".
La carencia de las familias de ambas comunidades, de los servicios básicos públicos, es un indicador de pobreza (CONEVAL, 2009; 2012; ELCSA, 2012) que las pone en riesgo de exposición a contaminantes. El agua contaminada que no recibe un adecuado tratamiento se convierte en un factor de riesgo para la salud de la población (OMS, 2000; 2004; 2011), por lo que el 83.3 % de las familias de las comunidades estudiadas, que no utilizaban agua potable de garrafón para preparar alimentos estaban en alto riesgo de contaminación bacteriana y por As, y a sus efectos tóxicos. Y aunque disminuía el riesgo de contaminación bacteriana y por As para consumo diario o preparación de bebidas, al utilizar el 60 % de las familias agua de garrafón, el resto quedaba en riesgo, y en riesgo grave el 3.3 % que usaba agua de pozo.
La mayoría de las jefas de familia encuestadas manifestó preocupación por la falta de acceso a la red municipal de agua (63 %), lo cual refleja que aún cuando existe abastecimiento de agua no potable en las comunidades, puede haber ausencia de la misma en cualquier momento, lo cual agrega la compra de agua por medio de un transporte (pipa), que en México es habitual cuando no se cuenta con una red de abastecimiento.
La mayoría de las familias perciben una mejor protección al agua cuando esta se hierve o se clora, porque estas han sido las medidas que se han dado por años para tratar el agua de bacterias, virus y parásitos, pero eliminar el riesgo por metales tóxicos requiere de otros tratamientos (OMS, 2011).
La falta de drenaje y alcantarillado, en los hogares de las familias de las dos comunidades analizadas, imposibilita que el agua se deseche de forma adecuada, lo que puede representar un foco de infección, provocando el incremento en la morbilidad por enfermedades intestinales, que al respecto, el 24 % de las jefas de familia encuestadas refirió haber padecido con el consumo del agua en los últimos tres meses.
Los ingresos económicos de las familias de las comunidades de San Agustín y Cútaro eran muy bajos, al percibir el 54 % un ingreso mensual inferior a los 1 000 pesos, y 46 % percibía un ingreso mensual de 1000 a 3 000 pesos.
El 47 % de las familias tenían huertos o tierras de cultivo como es una estrategia para compie-mentar su alimentación; sin embargo el esfuerzo no fue suficiente, ya que el 70 % de las familias manifestaron algún nivel de inseguridad alimentaria. Esto implicó que algunas familias tuvieran que sacrificar la compra de agua potable, por la adquisición de alimentos, lo cual sucedió con el 13.3 % de las familias que usaron agua de pozo para preparar alimentos o el 3.3 % que la usaron para consumo como agua fresca o para la preparación de bebidas, incrementando el riesgo de intoxicación por As. Adicionalmente, los alimentos producidos de huerto podrían estar contaminados con As si se utiliza agua de pozo contaminada para el riego (Monroy-Torres, 2009; Monroy-Torres y col., 2009a).
La inseguridad alimentaria es un problema que afecta a todos los países de Latinoamérica, y México no es la excepción (CONEVAL, 2012). Los resultados de este estudio coinciden con la media nacional reportada por la ENSANUT (2012a), de que el 70 % de los hogares presentan algún grado de inseguridad alimentaria.
La inseguridad alimentaria contribuye a una mayor exposición a los efectos al As, sobre todo en la población de niños y jóvenes (FAO, 1996; OMS, 2000), lo cual es grave, ya que existen datos estadísticos que demuestren que por cada incremento del 50 % en la concentración de As podría haber una disminución aproximada de 0.5 puntos en el coeficiente intelectual de jóvenes entre 5 a 15 años (Rodríguez-Barranco y col., 2013).
Una alimentación variada promueve y asegura un consumo adecuado de nutrimentos esenciales para el crecimiento y desarrollo en las primeras etapas de la vida, y en la mujer embarazada, así como asegura el mantenimiento y buen funcionamiento en la etapa adulta. La inseguridad alimentaria se ha asociado con esta falta de variedad, generando deficiencias nutrimentales y a la vez obesidad y sobrepeso, por lo que al haber esta asociación con un mejor estado nutricio y la seguridad alimentaria, debería haber mayor protección a los efectos del As en el cuerpo (Mundo-Rosas y col., 2013). Sin embargo, el ingreso económico de las familias estudiadas es insuficiente para asegurar el acceso a una canasta básica que aporte los nutrientes adecuados y en proporción suficiente. Aunado a esto, la falta de acceso a agua potable, obliga a las familias a adquirirla por medio de la compra, disminuyendo el ingreso para la compra de alimentos (Carvalho, 2006). Además, cada familia estudiada estuvo integrada en promedio de 4 a 5 miembros, y la mayoría eran menores de edad, lo que limita la posibilidad de que cada integrante cubra sus necesidades nutricionales, con el acceso a una alimentación adecuada, que le permita desarrollarse de forma óptima, lo cuál solo se logra cuando la población сuenta con seguridad alimentaria (FAO, 1996).
Existen ciertos factores nutricionales que influyen en el metabolismo del As en los adultos, y se considera que los niveles nutricionales bajos (reflejados en parte por la falta de varias de las vitaminas В y de antioxidantes) confieren una mayor susceptibilidad a la toxicidad por As. Los niños pueden metabolizar el arsénico más eficientemente y excretarlo con mayor facilidad si cuentan con los insumos nutrimentales. El metabolismo del As requiere de reacciones de metilación, donde participa el aminoácido metionina y la vitamina ácido fólico (Hall y Gamble, 2012; Hall y col., 2009).
Los factores de riesgo identificados para el consumo de agua con As en 30 familias de comunidades del estado de Guanajuato, refleja una alta vulnerabilidad para que se desarrollen los efectos adversos del metaloide en el organismo. Estos factores, que han sido ampliamente descritos en la literatura científica, deben ser y seguir siendo integrados en las evaluaciones de riesgos ambientales y para el establecimiento de soluciones para mitigar la exposición al As en este tipo de poblaciones. Desde la salud pública, específicamente desde la promoción de una correcta alimentación, se podrían generar nuevas estrategias de intervención que coadyuven con la disminución de los efectos adversos que tiene el As en el organismo, si el estado nutricio en la población es adecuado, pero para ello, se requieren instrumentos o propuestas de tamizaje que identifiquen el nivel de riesgo, y por ende, el diseño de diferentes estrategias terapéuticas para contener la exposición o el daño en el organismo, una vez que ingresa. Es importante continuar trabajando en la promoción de una alimentación correcta, un buen estado nutricio y cuidado del medio ambiente.
Una de las limitantes de este estudio fue el no contar con un tamaño de muestra que fuera representativo para el total de la población para ambas comunidades, sin embargo, con los estudios previos y la evidencia integrada de 2009 a 2013, se pudieron identificar los principales factores de riesgo.
Cabe señalar que, durante y al final del estudio, se mantuvo la comunicación del riesgo a la población, con las vocales de las comunidades, delegado y con los médicos de los centros de salud, sobre los niveles de As encontrados en el agua de consumo. Además de dar información y reporte a los centros de salud y jurisdicciones respectivas, entregando los resultados impresos y verbales; así como a las jefas de familia y maestros, cuyos contactos fueron a través de los directores de las escuelas y con el secretario de salud. Sin embargo, el nivel de escolaridad dificulta que sean capaces de generar sus propios esquemas de intervención, una vez que conocen la problemática. Por otra parte, es difícil alcanzar una estrategia sostenible, por lo altos costos que implica la purificación y abastecimiento de agua potable a la comunidad en riesgo, por lo que se considera que es importante, seguir buscando y promoviendo el tratamiento y acceso al agua potable en estas poblaciones. Es necesario trabajar con nuevos esquemas de tamizaje de exposición para un adecuado diagnóstico y tratamiento desde otros abordajes, como es el nutricio (salud pública).
CONCLUSIONES
Los principales factores de riesgo a la exposición al As en este estudio fueron la falta de servicios públicos (red de abastecimiento de agua, drenaje y alcantarillado) uso de agua de pozos, compra de agua de pipa y nivel de escolaridad. La inseguridad alimentaria, presente en el 70 % de los hogares, también resultó un factor de riesgo. El ingreso económico bajo de las familias, implicó que la compra de agua para la preparación de alimentos (16.3 %) y para agua de consumo (60 %), desplazara la compra de alimentos. Las deficientes condiciones tecnológicas, educativas, económicas, sociales, y dietéticas que viven las familias, aumentan el riesgo a la exposición al As, ya que los mecanismos para aumentar su detoxificación, requiere de insumos nutrimentales para proteger al organismo de las agresiones de este y otros contaminantes. Los principales factores de riesgo, identificados en este trabajo, podrán ser un insumo para el diseño de una escala validada para medir la seguridad al agua, que permita hacer un tamizaje de los riesgos a los que están expuestos la población de las comunidades en donde el agua del subsuelo está contaminada, y se puedan tomar acciones que minimicen la exposición al metaloide.