INTRODUCCIÓN
El impacto de la migración en la realidad yucateca ha generado profundas huellas en su cotidianidad, donde los recuerdos, deseos, bienes y prácticas se organizan y dan sentido a su identidad. En el marco de este movimiento de población, desde el 2003 el gobierno del estado de Yucatán cuenta con un Departamento de Atención al Migrante al interior del Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya de Yucatán (Indemaya). Este departamento ha estado trabajando durante algún tiempo sobre un diagnóstico de la migración (interestatal, intermunicipal, peninsular e internacional) en todos los municipios yucatecos. Como quiera, el proceso migratorio que ocurre entre los yucatecos explica las dinámicas de intercambio de capitales sociales y humanos que alimenta las redes de paisanaje y establece espacios que van creando sentido de pertenencia dentro y fuera de la entidad y del país (Re, 2006; Iglesias, 2011; Be, 2019).
Pese a que la incorporación de los yucatecos al Programa Bracero (1942-1964) fue relativamente tardía y el número de braceros yucatecos no fue significativo, el movimiento migratorio yucatecos no se detiene, tal como refieren Lewin (2008), Cruz y Baquedano (2020), y Pineda et al. (2022). Al mismo tiempo, surge un movimiento de corte urbano hacia Mérida, la capital del estado, y ya en la década de 1970, la migración yucateca se dirige hacia Quintan Roo para construir Cancún y posteriormente la llamada Riviera Maya. Estos antecedentes son terreno fértil para un éxodo a Estados Unidos que desde los años ochenta del siglo pasado fue conformándose hasta hacerse visible en la siguiente década. Es así como la población yucateca comienza a migrar a un ritmo más acelerado y a través de redes sólidamente establecidas, tanto interregional como internacionalmente (Be, 2015).
Para el caso de la migración interna o interregional, de acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda 2020, unos 38 mil yucatecos se encuentran en diversas partes del país, mientras que a nivel internacional, unos 5 mil yucatecos están en el extranjero (Pineda et al., 2022). Sobre la migración interregional, específicamente la migración yucateca a Baja California, si bien no es un estado de atracción migratorio como Quintana Roo o Campeche, existe un flujo de familias yucatecas que han construido una vida más allá del terruño. En ese sentido, surge la siguiente interrogante: ¿cómo se conforman las identidades de los migrantes yucatecos establecidos en Baja California, a partir de poner en juego los elementos culturales que dan sentido a sus experiencias de vida? Para tratar de responder a la pregunta, este estudio de carácter exploratorio busca indagar sobre la conformación de las identidades entre los migrantes yucatecos radicados en Baja California, a partir de diversas interpretaciones que elaboran las personas a la luz de las dimensiones socioculturales que conforman lo que he denominado herencia cultural maya (Be, 2011).
A partir de una aproximación cualitativa y bajo los estudios de caso (Simons, 2009; Yin, 2018), se busca explicar la manera en cómo los migrantes yucatecos que residen en este estado fronterizo del noroeste de México, reelaboran sus experiencias de vida al encontrarse en un sitio diferente al de su lugar de origen, así como los ajustes o tensiones que experimentan ante los contextos que les interpelan. Con ello, se busca advertir la manera en cómo estos aspectos socioculturales, se construyen, reinventan o se actualizan en esta entidad bajacaliforniana. Aspectos como el género, el trabajo y la familia son ejes de discusión entre estos migrantes yucatecos bajo un enfoque del parentesco como clave para comprender las formas de intercambio que existen entre los actores sociales, sus interacciones y el contexto sociocultural en el cual se sitúan (D’Aubeterre, 2002; Olavarría, 2002; Salvatori y Terrón-Caro, 2019).
Con base en estas reflexiones sobre la identidad y el bagaje sociocultural de los migrantes yucatecos en el lugar de destino, este artículo se divide en seis apartados. En primer lugar, se presenta una discusión analítica sobre la identidad enmarcada en la migración yucateca, tanto a nivel interna (interregional) como internacional, donde se transforman, se negocian y reinventan las pertenencias. En el segundo apartado se elabora una discusión sobre el parentesco y su relación con el género en donde se determina los cuerpos, pero también la reinterpretación de mujeres y hombres a la luz de las nuevas demandas del entorno. En seguida, se realiza una caracterización puntual de la migración interregional yucateca y los elementos socioculturales que entran en juego. En cuarto lugar, se detalla el abordaje metodológico que da sustento al estudio. Posteriormente, se discute la incursión de estos migrantes yucatecos en la ciudad de Ensenada, Baja California, en cuanto al hecho de migrar (sus motivos), su integración en la ciudad de destino, la culinaria regional yucateca, y la identidad. Se concluye con unas reflexiones finales sobre la importancia y relación del bagaje sociocultural, su herencia cultural maya, materializado en la identidad, a la luz de la migración interregional.
LO IDENTITARIO EN EL MARCO DE LA MIGRACIÓN YUCATECA
Los movimientos de población a razón de la búsqueda del bienestar social, laboral y familiar, aunado a las crisis de seguridad o el desplazamiento forzado, han contribuido al flujo de personas, bienes y prácticas, de un sitio a otro. En ese sentido, los procesos migratorios son parte explicativa de la realidad que actualmente se vive en el estado de Baja California. En dicha entidad, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2020, se registran 560 personas del estado de Yucatán, 54% hombres y 46% mujeres (Inegi, 2020). Por supuesto, el número no refleja la dinámica que ocurre en entidades como Sinaloa, Chiapas o Guerrero, por mencionar algunos; no obstante, el escenario fronterizo no resulta ajeno a la experiencia migrante yucateca donde se ponen en juego sus pertenencias socioculturales.
El hecho de migrar implica un encuentro social y cultural, que trastoca y da sentido al bagaje individual y social del migrante. El estar en una dinámica de interacción comunicativa permite que se matice el nuevo espacio físico, social y cultural con las experiencias y vivencias del “recién llegado”, matizado por procesos de dominación y subordinación que el nuevo espacio ejerce. Al mismo tiempo que los lugares de origen y destino se entrelazan y, por ende, acortan las distancias, las prácticas socioculturales, aquellas que aprendimos en el lugar de origen, son recreadas en el lugar de destino mediante la familia, el paisanaje y la red de relaciones sociales que conectan los lugares de origen y destino en un mismo espacio translocal, como refiere Castellanos (2010), o bien, transnacional, bajo los planteamientos de Fortuny (2004).
Esto se refleja en lo que se propone como herencia cultural maya (Be, 2011), donde las prácticas, discursos, normas y costumbres de la cotidianidad de los yucatecos se inscriben en una elaboración y/o reinvención de sus pertenencias, lo concerniente a sus identidades y de aquello que corresponde a la cultura maya. Esta propuesta analítica nos permite discutir, desde los actores sociales, aquellos elementos que entran en el plano social, entre lo público y lo privado de la vida cotidiana, y los contrastes, ajustes y/o tensiones que se materializan ante nuevos escenarios intersubjetivos e intercomunitarios. Desde la migración es posible advertir estas interpretaciones que los yucatecos, a la distancia, realizan con respecto a sus pertenencias, es decir, a sus identidades.
Bajo esta configuración identitaria, Bourdieu ([1977] 2013) propone acercarnos a la conceptualización de la identidad a partir de las prácticas sociales. Dicho autor plantea una teoría de la práctica que pone acento en la construcción de la realidad por parte de las personas quienes construyen su realidad y sus pertenencias a partir de sus prácticas y habitus.1 Bajo este contexto, el habitus es el proceso por el que lo social se integra en las personas y logra que las estructuras objetivas concuerden con las subjetivas, dando lugar a procesos de reconstrucción identitaria.
Estas formaciones y transformaciones de lo identitario cobran relevancia con Giménez (2005) donde lo simbólico corresponde a significados y/o representaciones que se inscriben en los cuerpos de las personas, tanto subjetivamente como en su praxis, donde la cultura se vuelve una cultura interiorizada por ser habitus en el sentido bourdiano, además de identitario. En ese sentido, el estar en un espacio diferente del que se proviene, va creando visiones identitarias diferentes las cuales son continuamente negociadas, reconstruidas e influenciadas por elementos nuevos de las culturas en contacto y que ahora son llamadas translocales o transnacionales, donde el conceptualizarse como migrante yucateco está tomando nuevos matices.
EL PARENTESCO COMO ANÁLISIS CRÍTICO
En todo proceso social, el estudio del parentesco da la clave para entender muchas de las relaciones o formas diversas en que los actores sociales se relacionan entre sí y con su contexto sociocultural. El espacio ocupado/asignado a mujeres y hombres está mediado por las reglas que el parentesco establece y que, a su vez, son reproducidas por las personas que integran un grupo, donde estos sistemas de relación están inmersos en la base social de la que se rigen, de ahí que, no cabe duda al aseverar lo expresado por Lévi-Strauss que “la cultura modelaría la naturaleza, no al revés” (2000, p. 39), donde las reglas sociales están en el lenguaje, en la transmisión del conocimiento y no en la naturaleza. Y en el caso de los estudios migratorios, la presencia del parentesco en sus explicaciones es innegable, pues el hecho sociocultural está presente en los migrantes.
El movimiento población de los grupos domésticos y sus experiencias de vida resultan ser únicos e irrepetibles, pero es necesario señalar que la decisión de migrar, sus motivos y la decisión sobre quién se va y en qué momento, está mediado por una serie de normas y expectativas que regulan a hombres y mujeres (Hernández e Higareda, 2018). Así, el bagaje cultural es el mediador entre mujeres y hombres estableciendo los criterios que organizan su vida social y comunitaria. Por lo que la dimensión cultural del parentesco funge pues como dispositivo de organización social, definiendo los papeles y espacios a los que pueden acceder mujeres y hombres de una sociedad determinada (Olavarría, 2002, 2010; Medina, [1975] 2009; Villalta y Tiscornia, 2014).
Y esto es posible caracterizarlo a partir de la valencia diferencial de los sexos de Françoise Héritier (1996), al referirse a la división de los sexos como una construcción, un artefacto social donde la construcción social de género sólo puede entenderse en el marco de una teoría general del simbolismo. Pero aquí hay que plantear otros elementos que marcan estas diferencias y es la cuestión del poder. Desde sus perspectivas analíticas, Godelier (2000) como Bourdieu (2000) plantean la dimensión de poder dentro de las relaciones sociales. Godelier (2000) parte del principio que la transmisión de riquezas y recursos están regidos por las leyes de la herencia y sucesión de acuerdo con el género y el orden de nacimiento. El parentesco funge como un mediador, codificador o traductor de las relaciones sociales básicas, por lo que el orden social es, a su vez, una diferencia sexual, un denominado orden sexual.
Bourdieu (2000) plantea que le parentesco configura una economía política de la reproducción, pues en el caso de las mujeres, éstas están inmersas a la dominación del aparato político, religioso y masculino; por lo que las estructuras de dominación son un constante reproductor de lo social y cultural constantemente matizado y reinterpretado por los aparatos de control, llámese Iglesia, Estado o familia. Por supuesto, la división sexual del trabajo no queda fuera, con la hegemonía masculina quedan establecidos los escenarios y espacios que corresponden a hombres y mujeres, marcando los espacios públicos y privados respectivamente. El parentesco, en efecto, está inmerso en los géneros. Las unidades domésticas y los espacios laborales fungen entonces, como categorías de análisis en donde es posible observar como la diferenciación sexual, asumida desde el lugar de origen, se resignifica en el nuevo escenario de arribo donde los elementos socioculturales aprendidos e interiorizados en el terruño, son recreados en los lugares de destinos, por lo que los papeles asignados a los individuos también se reconstruyen (D’Aubeterre, 2002; Salvatori y TerrónCaro, 2019). Los aportes científicos que conforman a esta teoría, nos permiten ver cómo los elementos de dominación y los espacios públicos/privados se presentan en el nuevo contexto donde se encuentran los migrantes, por lo que nos facilita percibir cómo las expectativas y los roles matizados en los cuerpos de las personas se presentan ante las nuevas exigencias que el entorno les hace.
MIRADAS A LA MIGRACIÓN INTERREGIONAL YUCATECA
Para comprender la incorporación de la migración como fenómeno y proceso en la cotidianidad de los yucatecos, es importante revisitar algunos estudios. Uno de ellos es presentado por Bianet Castellanos (2010) sobre la incursión de la población maya en la economía global, como la que se experimenta en Cancún, Quintana Roo, uno de los polos turísticos más emblemáticos del país. Desde una perspectiva de género aborda el caso de los migrantes yucatecos de Kuchmil, quienes experimentan un cambio en las nociones de género, la clase y el trabajo, entre otros elementos que les permiten reforzar sus lazos de parentesco y con la comunidad de origen, al mismo tiempo que se inscriben a una economía polarizada que les interpela.
Un acercamiento a la conexión entre la migración interregional e internacional es presentado por Pedro Be (2015) donde el caso de una familia extensa que sale de Telchac Pueblo, Yucatán, con destino primero a Cozumel, Quintana Roo y después a Oxnard, Ventura, en California, permite discutir las decisiones que propician la migración ante la economía precaria y las exigencias familiares que regulan los cuerpos. En este caso, el papel del género se reinterpreta a la luz de las necesidades de trabajo y de mejores oportunidades de vida, además de la reunificación familiar. En ese sentido, el capital social y humano adquirido por las redes familiares y de paisanaje, permiten inscribirse al flujo migratorio y, además, lanzarse a una movilidad internacional.
En 2016, Martín Echeverría y Pedro Lewin indagaron el concepto que denominan “cultura de la migración” (p. 11) en 1 243 adolescentes de educación básica y media superior del estado de Yucatán. Esta conceptualización que proponen se refiere a aquellas decisiones que impulsan a las personas a salir de sus comunidades hacia Mérida, la capital yucateca, u otros destinos como Quintana Roo o Estados Unidos. Entre sus hallazgos, demostraron que existe una prominente expulsión de los varones en busca de mejores oportunidades de vida, debido a las redes sociales en las que interactúan y otras fuentes de información que propician el hecho de migrar, así como también por el modelaje recibido por la familia, donde la educación formal se convierte en un aspecto para emigrar dado el bagaje adquirido en las aulas para acceder a mejores ingresos.
Sobre los efectos de la migración y la influencia urbana en la manera de adquirir y consumir productos alimenticios en dos comunidades mayas yucatecas de Abala y Chemax, respectivamente, es discutido por María Guadalupe Gutiérrez y Miguel Ángel Magaña (2017), donde sostienen que la disponibilidad y acceso de los alimentos junto con la economía doméstica, se relaciona con el consumo de la dieta familiar. El traspatio y la milpa se ubican en segundo plano, influyendo de manera negativa en el buen comer, prefiriendo otros elementos por ser más accesibles y baratos. Además, la migración masculina es un eje de influencia en estos cambios, lo que influye significativamente en la adquisición de alimentos y la puesta en marcha de autoempleo, la elaboración de artesanías y/o el intercambio de productos en el seno familiar.
Pedro Lewin y Estela Guzmán (2018) abordaron un primer diagnóstico de la migración con población indígena migrante de Chemax, Yucatán hacia Tulum, Quintana Roo. A partir de una metodología mixta, los autores abordan aspectos como la educación, la salud, las aspiraciones laborales, los elementos culturales e identitarios con los cuales refieren que esta migración, además de mejores condiciones laborales y de vida, implica interactuar con otras formas de concebir el mundo, donde los lugares de origen y destino se transforman de manera simbólica. De ahí la importancia de estudios que permitan indagar las dinámicas que le dan sustento a la migración, los riesgos en la reproducción cultural, el uso de la lengua maya, así como las modificaciones en cuanto conductas y actitudes entre los ausentes y quienes no migraron.
El conjunto de estudios migratorios generados en el estado, cuyas experiencias de intercambio constante de bienes, valores, relaciones y costumbres, nos refiere al dinamismo de la vida social, cultural, económica y/o política de los migrantes yucatecos y, al mismo tiempo, reconfigura ambos espacios sociales es un escenario translocal (Castellanos, 2010) y transnacional (Fortuny, 2004). De ahí la importancia de incentivar la investigación que ponga en evidencia las decisiones, reacciones y modificaciones que los migrantes yucatecos experimentan al encontrarse en un contexto sociocultural diferente al suyo y, por ende, las reelaboraciones ante dicha realidad. Aquí están puestas las bases para discutir la conformación de los migrantes yucatecos a la luz de sus nuevas experiencias, más allá del terruño.
METODOLOGÍA
En la comprensión de la realidad social, se emplea el paradigma constructivista (Guba y Lincoln, 2002), para enmarcar la perspectiva del interaccionismo simbólico (Bautista, 2021; Gadea, 2018). Bajo una mirada principalmente cualitativa, los datos que aquí se discuten se inscriben en los estudios de caso (Simons, 2009; Yin, 2018), entre otras herramientas metodológicas como la entrevista a profundidad y la observación. Este abordaje metodológico permite descubrir el significado de las cosas al centrar su atención en la particularidad, la unicidad y la singularidad de el/los actor/es social/es que desde sus esquemas interpreta su mundo de vida, es decir, los discursos, las narrativas y los textos desde su singularidad (Neiman y Quaranta, 2006; Simons, 2009).
Para los fines que se buscan en esta investigación, se emplean dos tipos de lectura propuestos por Lindón (1999) sobre la información recolectada. Una lectura horizontal y otra vertical para encontrar los puntos de intersección, de cruce entre los actores sociales y los tópicos que guían sus discursos (el hecho de migrar, el sentido de pertenencia, la herencia cultural maya, por citar algunas dimensiones analíticas). Asimismo, dado el principio de confidencialidad, con apoyo del consentimiento informado (Martínez, 2017; Ruvalcaba, 2019), los nombres, situaciones y/o eventos son modificados para salvaguardar la integridad de las y los participantes. En ese sentido, el consentimiento informado se dispone como un medio para que los participantes conozcan el alcance del estudio y su acción dentro del mismo.
La información que aquí se presenta corresponde a dos familias cuyos integrantes son de origen yucateco y residen en el municipio de Ensenada, Baja California. Una de las familias lleva más de 20 años radicando en esta ciudad, cuyas hermanas, Silvia de 47 años y Eugenia de 45, son docentes en una universidad. La otra familia corresponde a una pareja de esposos quienes llegaron al lugar en 2013. Se trata de un matrimonio con nueve años de casados, Amanda y José, de 32 y 33 años, respectivamente. Todos los participantes son originarios de la ciudad de Mérida, Yucatán, y emigraron a Baja California para estudiar un posgrado, por trabajo o reunificación familiar. Estos datos se discuten a detalle en el siguiente apartado.
ANÁLISIS Y DISCUSIÓN DE RESULTADOS
Un primer elemento de análisis corresponde a la decisión de migrar y dejar el lugar de origen para asentarse en otro sitio por razones laborales, de estudio, o simplemente por mejorar las condiciones de vida, como lo mencionan Cruz-Manjarrez y Baquedano-López (2020), Re (2006), y Pineda et al. (2022). En su caso, Amanda y José nos refieren que el estudio fue uno de los elementos importantes para dejar la capital yucateca:
Llegué a Ensenada en 2013 porque yo quería estudiar la maestría. Un maestro de la licenciatura me dijo de este lugar y me convenció para que viniera aquí a estudiar la maestría, exactamente aquí porque mi maestro estudió aquí en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California, el CICESE. Eso fue en julio (José, comunicación personal, 6 de marzo de 2023).
En mi caso, llegué después porque aún no había terminado la licenciatura, porque me atrasé por un crédito, y como no podía titularme por eso, y entonces aproveché para hacer una tesis. Y también estaba buscando una maestría para pues igual como con él [sic], y vi que justo el Instituto de Investigación y Desarrollo Educativo de la UABC, el IIDE, tenía una investigadora que se dedicaba en lo que yo estaba haciendo mi tesis que era la educación indígena [sic]. Y ya cuando él fue [a Yucatán] de vacaciones en diciembre, fue cuando nos casamos. Él se regresó en enero [a Ensenada]. Ya hice mi examen de grado que fue el 8 junio y el 9 de junio vine para acá. Al día siguiente del examen me vine para acá y ya lo alcancé [sic].
(Amanda, comunicación personal, 6 de marzo de 2023).
A primera vista, la decisión de migrar tiene un sentido educativo formativo con la incursión al posgrado, pero también se apoya en la decisión de formar una nueva familia y buscar opciones donde ambos, Amanda y José, construyan su ideal de pareja. Asimismo, la decisión de casarse les tomó cuatro años, tiempo que sirvió para conocerse más y tomar la decisión de ir a Baja California.
Por otro lado, con Silvia y Eugenia fue una cuestión de reunificación familiar con parientes que ya vivían en Ensenada, además de la oportunidad de obtener buenos empleos. En 2004, Silvia se fue Estados Unidos para trabajar debido a la situación de la familia, además de la oportunidad de tomar decisiones “como adulta”:
[…] yo estaba ahí en Estados Unidos junto con mi hermano. Nunca habíamos vivido con un hombre y mi papá se fue, mi hermano se fue, y eran puras mujeres en casa, y ahora era vivir con uno [sic]. Era mi hermano, pero era muy diferente. Yo no tenía dinero, no hablaba el idioma, no era libre de agarrar el carro e irme a cualquier lado [sic], ese es el choque cultural, muy ahogante… entonces cuando llega la propuesta [de irme al otro lado con mi hermano] me acuerdo de sus palabras:
-solo te vas un mes y es todo-.
Entonces le dije:
-a ver, tengo 28 años, soy soltera, conozco de gastronomía… de aquí no me suelto.
Mi hermano me dijo:
-un año sí te voy a ayudar, estudia inglés para que puedas buscar un buen trabajo-. Pero la verdad sí fue complicado, muy complicado, y durante cinco años fue así, yo allá, [y mi mama y hermana en Ensenada] (Silvia, comunicación personal, 7 de marzo de 2023).
Indudablemente, las oportunidades de migrar conllevan asumir responsabilidades y confiar en el apoyo familiar, tal como lo experimentó Silvia, pero también de asumir retos que en su momento fueron difíciles donde los mandatos familiares se hicieron presentes con el control que quería ejercer su hermano sobre ella por el hecho de ser mujer, y como ya ha sido estudiado por D’Aubeterre (2002), Castellanos (2010) y Be (2015). Lo importante es que Silvia continuó en contacto con su familia y mientras ella se encontraba en Estados Unidos, Eugenia asumió el papel de cuidadora de la casa y de su mamá, allá en Ensenada.
La ciudad de destino, por su parte, funge como un laboratorio sociocultural donde se presentan y ocurren situaciones catalogadas como positivas, pero que también implica situaciones que marcan distancia entre unos y otros, tal como lo han reportado Lewin y Guzmán (2018). Es ahí donde encuentran apoyo, se integran con otros migrantes de Sonora y Sinaloa, además de un ejercicio reflexivo sobre diferencias y similitudes entre el lugar de origen y el destino. Es Amanda quien lo expresa de la siguiente manera:
Para mí, todas las personas que hemos conocido han sido muy amables, la verdad… al contrario, yo sentía mucho interés de la gente de saber cómo es allá [sic][en Yucatán], que también es mucho de la idea de que Yucatán “ah, es Cancún” [sic] (se ríe). Pero también he hecho varias amistades aquí también. Aquí, por ejemplo, también tenemos un grupo que somos ocho personas, que nadie es de aquí [de Baja California]. Son de Hidalgo, de la Ciudad de México, de Sinaloa, y nos reunimos pues aquí, son nuestro grupo, nuestra familia de aquí… (Amanda, comunicación personal, 6 de marzo de 2023).
El reconocerse como parte de un país con una diversidad sociocultural, se muestra en el testimonio de Amanda, quien admite que Baja California es un buen lugar para vivir sin que experimentara situaciones de rechazo, discriminación o cierta evaluación sobre su conducta. En tanto, Silvia y Eugenia muestran una imagen de recelo, de cuidado y observación ante “lo diferente” y cuyas particulares regionales salen a relucir en la interacción:
Yo pienso que sí, que del centro [del país] somos muy confiados, pues como somos confiados creemos que las demás gentes son confiadas, y aquí no, bueno, como saben, en Mexicali casi toda la gente te está regañando (se ríen), y luego a veces como que les da desconfianza que seas tan confiado. A veces eso de que eres cortés y lo malinterpretan también [sic]. Por ejemplo, Eugenia, […] a una maestra que viene de la ciudad de México, cada vez que la ve le dice “mi vida”, “mi amor”, “mi corazón”... pero somos así, o sea, es como nuestra manera desde niños que nos hablamos así [sic] [para demostrar afecto], y aquí pues no. (Silvia, comunicación personal, 7 de marzo de 2023).
Las formas de relación entran en contraste con las dinámicas propias del lugar. Ya que Silvia y Eugenia presentan una idea diferente a la de Amanda, pues la desconfianza y la evaluación sobre su conducta, por ejemplo, son elementos que entran en perspectiva con las formas de relación en Ensenada. Al mismo tiempo que esta desconfianza crea cierta competencia en los trabajos que estas hermanas desempeñan (laboran en educación superior) dada la franqueza con la que se relacionan y coloca en perspectiva los recursos personales y sociales, sus capitales, para situarse en la vida cotidiana de la ciudad.
Otro aspecto relevante en el lugar de destino atañe a la comida como elemento propio de su herencia cultural maya (Be, 2011). Ese momento donde los olores, los recuerdos y las recetas se hacen presentes en el marco de la migración (Fortuny, 2004). La preparación de los alimentos en familia, con los sabores y toque personal de las madres o abuelas en la elaboración de platillos regionales, son imágenes que surgen a la distancia entre los participantes. Se extraña en demasía la comida yucateca. Así lo manifiestan José y Amanda:
Casi no hacemos comida yucateca porque no hay tiempo, pero algunos ingredientes los utilizamos para hacer cochinita.2 Yo quería hacer lechón,3 mi mamá me dio la receta, pero creo que esa vez no había naranja agria en el supermercado, pero sí tengo planeado hacer lechón (José, comunicación personal, 6 de marzo de 2023).
Lo que más extraño es la comida. Para mí siempre ha sido la comida, extraño mucho la comida yucateca. Cocino comida yucateca, pero cosas fáciles como escabeche, frijol con puerco… pero cosas difíciles no, esos ya son guisos de señora (se ríe).
(Amanda, comunicación personal, 6 de marzo de 2023).
Por su parte, Silvia y Eugenia nos cuentan sobre su experiencia en el tema de la comida, sus ingredientes y la adaptación culinaria de los platillos yucatecos en Ensenada:
[…] es impresionante el tema de la gastronomía que extraña uno. O sea, sí cocinas tu frijol con puerco, pero algo te hace falta, un aguacate, un limón… o sea, no es cien por ciento nuestra cultura gastronómica […] y obviamente pues somos frontera, y pues las frutas y verduras [de allá de Yucatán] es imposible pasarlo [sic]. Lo que sí hemos visto es como que de repente adaptan este tema cultural, adaptan la comida del lugar. Por ejemplo, mi tío en su casa vendía cochinita, pero mi tía era ensenadense, entonces era como la cochinita (que daban consomé, como la birria) y eso no existe en nuestra cultura, es un taco de cochinita, una torta de cochinita. Mi tía hacía que mi tío quitara el cuero del cerdo y solo le dejaba la piel para hacer la cochinita, para que no tuviera nada de grasa, por eso les daba su consomé de cochinita[sic]… pero la grasa es esencial, le da sabor (Silvia, comunicación personal, 7 de marzo de 2023)
Pero eso sí, estamos perdiendo las tradiciones, o sea, por ejemplo, antes cuando recién llegamos a Ensenada todavía comíamos como en Mérida. Ahorita ya no, ahorita ya es pollito con ensalada, arrocito, carne molida con papas, nopales… al final nos adaptamos [sic].
(Eugenia, comunicación personal, 7 de marzo de 2023).
Con las reflexiones presentadas por Amanda y José, así como los de Silvia y Eugenia, es notoria la cultura gastronómica yucateca en la comida del norte. Es un elemento de identidad que requiere de reglas a seguir y cuyas recetas se transmiten de generación en generación, al mismo tiempo que se adaptan los guisos yucatecos a los ingredientes que se tienen en el lugar de destino. La cochinita, uno de los platillos emblemáticos de la cocina yucateca, implica una elaboración donde la carne del cerdo y la grasa son indispensables en su preparación. Por otra parte, estas reinvenciones de las que nos habla Silvia son motivo de escrutinio por tratarse de un tema “casi sagrado”, considerando esas reinvenciones un sacrilegio. Es un tema de referencia identitaria.
Las pertenencias y su puesta en perspectiva, como último elemento de discusión de esta sección, permite analizar la identidad a distancia. Es decir, la capacidad para hacer ese contraste que refiere el lugar de origen, pero también los elementos que lo recuerdan y que provee el lugar de destino (Be, 2011; Cruz-Manjarrez y Baquedano-López, 2020; Lewin y Guzmán, 2018). Sobre ello, los participantes comparten su punto de vista:
Yo soy de Yucatán. Allá crecí y allá aprendí. Mi niñez, mi adolescencia, todo lo que me formó mi personalidad está allá. Yo no siento que cuando me vaya de aquí [de Ensenada], vaya dejando una parte de mí… no lo siento. Yo lo que soy, soy mi familia. (Amanda, comunicación personal, 6 de marzo de 2023).
He estado un tercio de mi vida aquí, pero no siento que pertenezca [a Ensenada], más por mis planes a futuro [de irme a Vancouver, Canadá]. Es un lugar que tengo de paso.
(José, comunicación personal, 6 de marzo de 2023).
También nos ha pasado como que identifican algo, y dicen:
-¿Tú no eres de por aquí, verdad?-. Y cuando viajamos a Mérida nos dicen lo mismo:
-¿Tú no eres de aquí, verdad?- (se ríen). Entonces ya somos como la India María… ni de aquí, ni de allá. Entonces allá en Yucatán no, que no eres de aquí, y acá en Baja California no, que no eres [sic]… y ya perdí mi identidad…
(Eugenia, comunicación personal, 7 de marzo de 2023).
Sí, Eugenia me dice que yo soy más de aquí [de Ensenada] que de Yucatán. Soy de la “carnita asada”, “tortillas de harina”, y te empieza a repetir cosas de aquí de la ciudad [sic] (se ríe). ¿Pues de dónde soy?
(Silvia, comunicación personal, 7 de marzo de 2023).
Los contrastes entre el “yo” y el “ustedes”, las identidades en juego, permiten reflexionar aquello que se conserva, pero también aquello que se transforma (Fortuny, 2004; Giménez, 2005; Re, 2006). Estos migrantes colocan en la discusión los aspectos que les caracterizan, sus aspectos identitarios, y retoman del lugar de acogida aquellos que, en cierto sentido, integran de manera sutil a su herencia cultural maya. La búsqueda por aquello que los conecta con el lugar de origen, como en este caso la culinaria yucateca, sirve de reflexión, de añoranza y de vínculo con sus familias, amistades y espacios de Yucatán que tratan de recrear en Ensenada. A pesar de la distancia, y la evaluación de su comportamiento ante los otros, su identidad yucateca ocupa un lugar central en sus vidas cotidianas.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
A lo largo de este trabajo se ha tratado de mostrar la importancia de la identidad para dar cuenta de las modificaciones surgidas en las estructuras culturales de los migrantes. Es posible decir que se producen cambios a nivel individual y, a su vez, son reflejo de una realidad social compartida. Muchos aspectos que se cruzan en el camino ofrecen a los actores sociales un lugar más activo y central para la formación y transformación de sí mismos, al enriquecer tanto sus experiencias como sus prácticas, las cuales les proporcionan una variedad de significados (Bourdieu, [1977] 2013; Fortuny, 2004; Giménez, 2005). La importancia del parentesco en la conformación de las redes sociales y su impacto en los lugares de origen y destino, las unidades domésticas y los espacios laborales fungen como categorías de análisis en donde es posible observar como la diferenciación sexual, asumida desde el lugar de origen, se resignifica en el lugar de acogida (D’Aubeterre, 2002; Olavarría, 2002; Salvatori y Terrón-Caro, 2019).
Los componentes socioculturales aprendidos e interiorizados en el lugar de origen, son recreados en el lugar de destino, por lo que los papeles asignados a los sexos, también se reconstruyen. Los aportes científicos que conforman la teoría del parentesco (Héritier, 1996; Olavarría, 2002, 2010; Medina, [1975] 2009; Villalta y Tiscornia, 2014), nos permiten ver cómo los elementos de dominación y los espacios públicos/privados se presentan en el nuevo contexto donde se encuentran los migrantes. Esto nos permite ver cómo los géneros, lo femenino y lo masculino, se presentan ante las nuevas exigencias que este espacio-lugar les otorga. No está demás mencionar, a través de los múltiples estudios sobre la migración femenina, que las mujeres ocupan espacios asignados a los hombres, desempeñando roles y atribuciones de índole masculina (D’Aubeterre, 2002; Hernández e Higareda, 2018; Salvatori y Terrón-Caro, 2019). Hoy día, las mujeres cuentan con sus propias redes sociales, son autosuficientes, reciben apoyo de sus familias y reproducen la organización familiar, del parentesco.
Si consideramos que el hecho de migrar es una decisión tanto individual como familiar, entonces el parentesco cobra pertinencia en el análisis social. Las maneras en que hombres y mujeres se relacionan, la actividad sexual, los espacios laborales, las decisiones tomadas sobre quién debe migrar, entre otros, podrán ser ampliamente documentados desde los planteamientos de esta propuesta teórica (Olavarría, 2002; Medina, [1975] 2009). Un hecho innegable es que al estar en el nuevo escenario sociocultural, sea de migración interna o internacional por ejemplo, se produce una reconstrucción constante de sus pertenencias e identidades en el marco de las relaciones intersubjetivas e intercomunitarias donde las personas colocan en primer plano su herencia cultural maya (Be, 2011).
Materializar los cambios producidos en los valores, creencias, comportamientos y experiencias, por ejemplo, se traducen en procesos de aceptación de la diferencia, de vinculación con la posibilidad de innovación. Al mismo tiempo, se podrá contar con elementos que maticen la vida de los migrantes, los ajustes, modificaciones o reconstrucciones que hagan de sí mismos, como miembros de un orden universal que nos permite explicar y comprender la coherencia de su grupo social, reelaborando y reinterpretando su existencia a partir de sus procesos socioculturales. Entonces, se puede concluir que el migrante representa un actor social activo guiado por la influencia de sus estructuras sociales, culturales, económicas y políticas, que intervienen en la creación y conformación de su realidad social.