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Cultura y representaciones sociales
versión On-line ISSN 2007-8110
Cultura representaciones soc vol.6 no.12 Ciudad de México mar. 2012
Reseñas
Coulangeon, Philippe, 2011, Les métamorphoses de la distinction. Inégalités culturelles dans la France d’aujourd’hui
Domingo García Garza
Paris, Grasset, Coll. Mondes vécus, 166 PP.
* Profesor-investigador a tiempo completo, Université Charles de Gaulle -Lille 3, CESSP/EHESS.
Poco más de treinta años después de La distinción, el célebre libro de Bourdieu sobre las prácticas culturas, Philippe Coulangeon publica uno sobre lo que él llama las "metamorfosis" contemporáneas de la distinción social. ¿Qué ha ocurrido con la cultura en el transcurso de las tres últimas décadas? La idea defendida por el autor es que la cultura sigue teniendo un peso decisivo en las trayectorias sociales y que la diferenciación de los estilos de vida continúa siendo eminentemente económica y no sólo cultural o simbólica. El argumento principal del autor es que el efecto distintivo que ofrece la posesión de "capital cultural" se "metamorfoseó". Sin embargo, el interés de esta publicación no sólo reside en el hecho de poner de relieve lo anterior, sino en arrojar pistas interesantes de cómo y en qué consistió esta mutación.
Coulangeon aborda, en un osado ejercicio de divulgación académica, la espinosa cuestión de la democratización cultural. Esta entrega no es azarosa. Merece la pena evocar que ésta obedece a dos factores. Primero, ocurre después del Coloquio Internacional llevado a cabo en París (Trente ans après "La Distinction", INHA, 4-6 nov. 2010) cuyo objetivo era reflexionar sobre la validez de la teoría bourdieusiana en donde participaron investigadores del mundo entero. Segundo, dicha reflexión surge a raíz el debilitamiento de la cultura en Francia, erosionada en gran medida por la reducción presupuestal impuesta por la ortodoxia neoliberal y la devaluación cultural de sus actuales élites políticas.
Les metamorphoses de la distinction, cuyo título original debía ser "El triunfo de los filisteos", no es producto de una encuesta empírica ni tampoco un balance de una escuela de pensamiento. Se trata más bien de una recapitulación histórica, teórica y metodológica de las numerosas investigaciones hechas a nivel mundial sobre la cultura desde la teoría social de Bourdieu también llamadas Distinction Studies. El autor revisa las primeras investigaciones ya clásicas sobre la cultura y la desigualdad social medidas a través del éxito escolar, la reproducción que ésta engendra, la legitimidad cultural, la violencia simbólica, la progresiva masificación de la cultura hecha posible gracias a los medios de comunicación, en fin, la frecuencia y el acceso a los dispositivos culturales.
Gracias a un gran número de estadísticas y resultados cuantitativos, el segundo capítulo trata de medir el impacto de la expansión de la educación y el consecuente aumento del nivel educativo. La masificación de la educación indujo ciertamente una devaluación de los títulos escolares, pero ésta no suscita forzosamente consenso en Francia. Sus argumentos requieren una elegante refutación académica al llamado "pesimismo cultural". En el libro desmonta los ataques a la "escuela republicana" al desenmarañar y denunciar los sesgos ideológicos, así como las aproximaciones en las que se basan generalmente sus conservadores críticos.
Otro de los temas álgidos, y quizás el corazón del debate político-académico en el mundo entero, es aquel relativo al fracaso de la democratización de la cultura. El autor hace la distinción entre dos tipos de políticas culturales: 1) la primera retiene de la democratización de la cultura su concepción universalista o "legitimadora", cuyo objetivo es reducir las desigualdades de acceso a la cultura "erudita"; 2) la segunda corresponde al "desarrollo cultural" basado en lo que se da a llamar el "relativismo cultural", que, a diferencia de la primera, concibe los desfases de acceso a los dispositivos culturales en términos de diferencia y no de desigualdad. Aunque son diferentes en la forma en que atacan el mismo problema (el acceso a la cultura) se enfrentan a la misma dificultad: la fuerza de la herencia familiar sigue siendo determinante en la formación de las disposiciones culturales y las subvenciones estatales sólo tienen un impacto limitado ante la desigualdad familiar. Al peso de la herencia familiar debemos además agregar el impacto del origen social, cuyo peso se observa más claramente cuando se estudian las diferencias del gusto en personas que poseen propiedades sociales equivalentes. El autor concluye que sus resultados, y el de otras investigaciones a nivel mundial, confirman la validez de la polémica noción del habitus.
El último capítulo es quizás el más interesante porque presenta una idea novedosa: el autor sugiere que no asistimos a un debilitamiento de las fronteras simbólicas entre los grupos sociales sino más bien a su redefinición. Lo anterior conduciría a dos tipos de comportamiento: la "voracidad cultural" (cúmulo de actividades correlacionadas con los recursos económicos) y el "eclecticismo cultural" (la trasgresión del registro "popular" al "erudito"). He aquí algo en lo que todo mundo podría estar de acuerdo: el eclecticismo no implica la extinción de las normas de legitimidad cultural, sino su redefinición (por efecto de la internacionalización de la economía de los bienes simbólicos). Los efectos distintivos no emanarían del consumo de bienes culturales "legítimos", sino de la movilización de nuevos recursos sociales como el dominio de lenguas extranjeras y la familiarización con otras culturas.
El autor no sólo atrae nuestra atención sobre la diversidad del consumo cultural sino sobre el tipo de transgresión gracias a la cual se consume la cultura. Apoyándose en el caso del "eclecticismo musical", tema en el que es especialista; el autor sugiere que la música no se consume de manera aleatoria: las clases acomodadas consumen una diversidad musical más grande que los otros grupos sociales, pero guardan también una distancia más pronunciada con respecto a los géneros "menores" (rap, heavy-metal, hip-hop); géneros que son, al mismo tiempo, los más apreciados por los grupos sociales situados en la parte inferior de la escala social. Lo mismo pasaría con otras prácticas de difusión masiva como la televisión y el cine. Coulangeon defiende lo que él llama los fundamentos materiales, sociales y económicos de la desigualdad en la que se basa la diferenciación cultural. Esta misma desigualdad determinaría la evolución de la dominación social, que se incrementa si le agregamos los factores de movilidad internacional y cosmopolitismo. La diferencia estribaría en que el dominio de los nuevos atributos culturales de la dominación gracias a la adquisición de "capital cultural" requieren hoy menos tiempo que antes.
A modo de conclusión el autor sugiere que las nuevas formas de difusión cultural han contribuido a la disolución de las fronteras culturales entre lo "popular" y lo "erudito". Dicha disolución es consecuencia de la pérdida del monopolio cultural que solía ejercer la escuela. El alza del eclecticismo cultural es una manifestación de este fenómeno, pero esta nueva actitud cultural caracterizaría sobre todo a ciertas categorías (las que ya gozaban de un acceso a la cultura). La redefinición de las normas de legitimidad cultural haría posible, entre otras cosas, la valorización de las políticas culturales. Dicha valorización permitiría, según el autor, conciliar la cultura y la educación con su (olvidado) proyecto emancipador.