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Cultura y representaciones sociales
versión On-line ISSN 2007-8110
Cultura representaciones soc vol.10 no.19 Ciudad de México sep. 2015
Reseñas
Eduardo González Castillo, Juventud, espacio urbano e industria cultural. Un estudio del medio sonidero
New York, Peter Lang, 2015.
Juventud, espacio urbano e industria cultural es un libro que se inserta dentro del conjunto de trabajos que ven en la cuestión de lo popular diferentes preguntas irresueltas y erróneamente abandonadas por la academia latinoamericana de finales del siglo pasado. Lo popular representa, desde la perspectiva a la que el libro se adhiere, una especie de anomalía kuhniana que descuadra persistentemente el paradigma que se instaló como dominante entre los estudios sobre cultura latinoamericana desde finales de los noventas. Grosso modo, este paradigma enfatizó el carácter moderno de la noción de lo popular y apuntó hacia la necesidad de reformular la problemática que la misma describía adaptando los conceptos y la terminología propios al pensamiento postmodernista que entonces se propagaba con fuerza entre la academia. La cuestión de lo popular fue así presentada no cómo una pregunta, sino como una respuesta simple y general, incapaz de aprehender las sutilidades identitarias (étnicas, de género o generacionales) que se encuentran activas en la conformación de las diferentes poblaciones a las que aludía. A esta crítica de tinte postmodernista se agregó el estudio (y la celebración) de lo híbrido y, de modo importante, un desinterés constante y creciente hacia toda temática que evocara dentro de su análisis la noción de clases sociales, de desigualdad, de explotación o de capital. Émulo de la evolución de los estudios culturales británicos (que pasaron del estudio de las subculturas de clase al del consumo y el placer postmoderno), este movimiento académico terminó adquiriendo los rasgos de la vulgata que decía criticar: una academia snob, lista para desdeñar, con un manojo de respuestas hechas, los estudios o las problemáticas teóricas que recurrieran a términos o a debates como los mencionados.
El investigador Pablo Alabarces ha ya señalado que una característica importante de los trabajos realizados dentro del paradigma postmoderno que se hizo entonces dominante fue el de limitarse de modo importante, para el análisis de la cultura, a la realización de estudios de consumo. Según este mismo autor, este ímpetu "consumólogico" estuvo asociado de modo importante a una comprensión parcial de la noción de mediación tal y cómo fue desarrollada por Jesús Martín-Barbero en su De los medios a las mediaciones. En efecto, en lugar de ver a la mediación como a una dinámica cultural y comunicativa mayor, que comprende prácticas tanto de consumo como de producción cultural (de diferente índole y escala), la mediación fue más bien entendida como una invitación a abstraer las prácticas culturales de las relaciones socioeconómicas y políticas en las que está inserta y a estudiarla únicamente en términos de lo que el estudio del consumo mediático puede decirnos de la cultura. Alabarces marca un muy buen segundo punto cuando subraya el hecho de que este proceso académico de sustracción de lo económico y de lo político del análisis de la cultura ocurrió en el contexto de una violenta reestructuración neoliberal de las sociedades latinoamericanas y, además, en una época de estancamiento de los procesos de democratización que emergían tímidamente en América del Sur en los noventas.
A nivel teórico, una de las consecuencias más importantes de este paradigma fue la de lo que podemos llamar la perversión de lo político. Perversión porque lo político-social fue degradado al ámbito de lo privado y porque la visión foucaultiana que celebra la acción transgresora individual se instaló como modo dominante de pensar la política subalterno. Algunas de los posicionamientos teóricos más maltratados (y quizás también, más desvirtuados) dentro de este orden de ideas fue el de la Escuela de Fráncfort. Así, si bien se tendía a desechar toda alusión a la crítica del capitalismo que los miembros de esta escuela desarrollaron, al mismo tiempo se recuperaba algunos de sus conceptos sólo para reformarlos y para, de este modo, evocar con muy poco rigor algunos de los debates entorno a los que estos filósofos alemanes desarrollaron sus ideas. Este fue el caso de la noción de industria cultural, que fue resemantizada por algunos autores para abordar prácticas de consumo mediático, pero aisladas de las relaciones de poder dentro de las que están insertas. La noción de cotidianeidad, tal y como fue desarrollada por Michel De Certeau fue también de gran utilidad para esta empresa. De este modo, al desdibujamiento de lo político-social correspondió la celebración de lo político-íntimo. Como en el caso del historiador francés, muchos de los trabajos realizados dentro de este marco vieron en lo cotidiano el ámbito de la creatividad y de la transgresión del petit peuple. Empero, tal y como lo señaló Carlos Reynoso en su Apogeo y decadencia de los estudios culturales, lo anterior fue posible gracias a la primacía que este enfoque daba a la retórica y a las figuras coloridas del lenguaje en la descripción y el análisis social. Todo lo cual fue acompañado por cierto silencio (y quizás por una suerte de ceguera sociológica) ante el hecho de que lo cotidiano también existe para los grupos de poder y de que, como Marcel Proust lo mostró con majestuosidad, lo florido, original y creativo no está ahí ausente.
Juventud espacio urbano e industria cultural es un libro que se inserta en este debate y pone al centro de su reflexión la relación entre industria cultural y cultura popular. Al centro de la reflexión de la obra está precisamente la cuestión de la relación entre poder y cultura, abordada desde un punto de vista crítico del paradigma dominante. Un desafío importante que busca enfrentar el libro es, por lo mismo, el de conciliar dos conceptos aparentemente contrapuestos para el estudio de las prácticas subalternas: el de hegemonía y el de industria cultural. En efecto, si la noción gramsciana de hegemonía sugiere que la dominación absoluta no existe al nivel de la cultura, sino que lo que existe son procesos de negociación cultural constante: ¿cómo es posible conciliar dicha noción con un enfoque que busca recuperar la fuerza de la noción de industria cultural? La respuesta que el libro ofrece apunta hacia la existencia de una industria cultural fragmentada, en la que la dominación se ejerce no tanto a partir de una cultura única, sino a partir de culturas diversas, entretejidas de modo contradictorio en la reproducción del orden dominante desde lo cotidiano. Dentro de este enfoque, la cotidianidad de las prácticas subalternas adquiere un sentido diferente del que De Certeau le asigna: para el libro, lo cotidiano existe como un espacio contradictorio en el que la reproducción y el rechazo del orden dominante se entretejen para formar una unidad contradictoria. En consecuencia, lo popular no aparece como un conjunto de prácticas ajenas a la industria cultural, sino como un conjunto de prácticas que participan en su construcción a partir de posiciones específicas. En el caso sonidero abordado, dichas posiciones conciernen la inserción particular de los grupos subalternos estudiados tanto dentro de la economía capitalista urbana como dentro de las redes clientelares que dan forma a lo político entre algunas de los grupos subalternas del México contemporáneo.
El libro se desprende de una investigación de larga data. De hecho, reúne los resultados de trabajos de investigación realizados por su autor en diferentes momentos a lo largo de los últimos quince años. La parte etnográfica concierne en gran medida una investigación realizada a finales de los noventa e inicios del nuevo siglo. Sin embargo, información recogida en el marco de investigaciones posteriores, que tuvieron lugar a lo largo de la primera década del nuevo siglo, completan el retrato etnográfico del medio sonidero y muestran la pertinencia del debate sobre las prácticas culturales subalternas en el violento México contemporáneo. En su parte teórica (que ahonda en los debates aquí mencionados), el libro presenta un marco conceptual que concierne debates diferentes pero interrelacionados: juventud, espacio urbano, consumo cultural, cultura popular e industria cultural. La segunda parte del libro contiene un esbozo de la historia de la ciudad en la que el fenómeno sonidero fue abordado: la ciudad mexicana de Puebla. Dentro de esta parte del trabajo, uno de los objetivos del autor es mostrar cómo la evolución de las prácticas populares dentro de esta ciudad ha estado estrechamente relacionada con diferentes prácticas y componentes de la economía popular urbana. La tercera y última parte del libro presenta la información histórica y etnográfica necesaria para comprender el medio sonidero en tanto que manifestación de una cultura popular urbana y en tanto que indicador de una industria cultural fragmentada. Esta parte del libro incluye la revisión tanto del contexto urbano que ha favorecido la emergencia y permanencia del medio sonidero como del conjunto de prácticas y de bienes culturales que le dan vida. En esas páginas la obra muestra, mediante múltiples testimonios, las dificultades que los sonideros enfrentan para el desarrollo de sus prácticas, la inserción de los sonidos en el espacio urbano, la importancia de la emigración para el medio y los placeres que los jóvenes sonideros asocian a esta práctica, entre otros temas.
Los investigadores interesados en el estudio de las prácticas culturales de las poblaciones subalternas encontrarán en este libro una serie de propuestas cuya discusión busca abordar las preguntas que el debate sobre lo popular conlleva.