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Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.11 no.21 Ciudad de México sep. 2016

 

Reseña

Un viaje por el mito y la música (2015)

Gonzalo Camacho Díaz* 

* Etnomusicología. Facultad de Música-UNAM

Imaginarios musicales. Mito y música. Vols. 1 y 2p. Solares, Blanca. Cross, E.; García de León, A.; Estrada, J.; Kolb, R.; Viesta, F.; Camacho, Gonzalo.


El recorrido por las páginas del libro “Imaginarios Musicales I y II” devela la riqueza que brinda el entrecruzamiento de las múltiples miradas sobre el tema del mito y la música. Campo de reflexión y creación infinita, de diálogo constante. Es el resultado de una convocatoria abierta a todos los campos disciplinares, una provocación para abandonar el ostracismo al que conduce la especialización. Un reto a perder el miedo de extraviar los límites de nuestros campos de conocimiento, y en consecuencia, a perdernos en las fronteras del diálogo disciplinar. El libro Imaginarios Musicales nos conduce al entrecruzamiento de las disciplinas, nos emplaza en las fronteras en donde, como diría el semiólogo Iuri Lotman, el intercambio de información, el dialogismo es profuso y acelerado. En donde se ponen en acción los diferentes mecanismos de traducción semiótica. El recorrido cruza la filosofía, la historia del arte, la musicología, la literatura, la antropología, la historia, la etnomusicología, la sociología, la historia de las religiones, por mencionar algunas disciplinas. Por ello, el libro se ubica muy bien en cualquiera de estos campos disciplinares. Para mí, se trata de un libro de etnomusicología, sobre todo, considerando el carácter indisciplinario de esta indisciplina musical.

De igual manera, Imaginarios Musicales, cruza por diferentes paradigmas teóricos, explícitos o implícitos, con lo cual, el lector tendrá la sensación de haber visto diferentes paisajes y salir con un gran álbum fotográfico. Con el inconveniente de no saber cuál de ellas subirá a las redes sociales y los múltiples cambios de perfil realizados en el Facebook. Se problematiza el tema de la música y el mito desde diferentes perspectivas. Con ello se abren horizontes, a partir de los cuales el lector encontrará similitudes y diferencias que enriquecerán su reflexión. ¿Cómo evitar pensar en la similitud entre Orfeo, quién con su lira controla a los animales y a las ferias, y el arpa en la Huasteca potosina, cuya música convoca a los animales del monte a bailar? Es ineludible asombrarse ante la relación entre el silencio/ ruido de John Cage y el silencio/ruido de Juan Rulfo. Entre el Hades griego, el inframundo nahua y la Comala rulfiana. Pienso en las similitudes y diferencias entre el rito perfilado en La Consagración de la Primavera de Stravinski, la ritualidad del compositor Maurice Ohana y los ritos presentes en la India y en las culturas nahuas de México. La tensión siempre presente entre lo apolíneo y lo dionisiaco desde tiempos míticos hasta la actualidad. Sin duda, uno puede autoconocerse en el presente a través de incursionar en el universo mítico.

El libro se acompaña de un gran número de imágenes que están muy lejos de ser ilustraciones. Son otros campos narrativos que invitan a realizar un recorrido por un imaginario particular. También en el libro encontrarán una guía de escucha de muchas obras musicales, lo cual recomiendo ampliamente después de leer los escritos que las refieren. De la ópera Orfeo y Euríce de Monteverdi a el Quijote de Manuel de Falla. San Francisco de Asís de Messiaen. El Concerto Grosso de Julian Orbón, Moisés y Arón de Schönberg, entre muchos otros.

Se puede acceder al libro Imaginarios Musicales por cualquiera de los textos reunidos, y siguiendo cualquier orden. Aún si se sigue el orden propuesto, se tendrá la percepción de haber hecho una lectura que rompe con la linealidad de un texto. En lo particular, el libro me llevó a rebasar sus propios límites, como cualquier imaginario. Me hizo pensar en la obra sinfónica de Luciano Berio quién retoma un mito recopilado por Levi-Strauss. El mito se enuncia en la obra musical, la palabra mítica deviene en música. La palabra ha recuperado la belleza de su sonoridad al desnudarse de su indumento semántico. La oposición entre música y mito se disuelve en la Sinfonía de Berio, con lo cual, se refuerza el planteamiento levi-straussiano al mostrar la transfiguración del mito en música. La obra de Berio se trastoca en un argumento antropológico. Asimismo, pienso en el Prometeo de Luigi Nono, en la similitud en la búsqueda por liberar a la palabra de su semanticidad para hacerla emerger con todo el brillo de su sonoridad.

Imaginarios Musicales es una manera de problematizar desde el mundo contemporáneo sobre el mito, la música, la imaginación. Desde la marginación en que han sido colocadas por el reino de la razón y el logocentrismo occidental, se revelan, se abren camino una vez más, para ocupar el lugar que se les ha sido arrebatado. El libro se encamina a recuperar esa parte fundamental del ser humano: la subjetividad, la emoción, la fantasía, la metáfora, la imaginación artística. Se dirige a reconocer la fragmentación generada por las dicotomías como ciencia-arte, mente-cuerpo, objetivo-subjetivo. El libro se desplaza hacia una perspectiva abierta que nos lleva, de manera inevitable, a borrar las etiquetas, las marcas que dividen el pensar y el sentir, el cuerpo y la mente, la ciencia y el arte. Dejar en vilo las categorías fragmentadoras para dar paso a una visión holística, para reconocernos en una real perspectiva humana.

Recorrer Tam-Uxum

En la Huasteca los árboles se visten de verde todo el año, en esa vocación de mantener el estatus de vegetación perennifolia dada por los botánicos. Los cambios en las tonalidades de este color, junto con las floraciones que se suceden durante el año, anuncian el correr del tiempo, son demarcadores temporales del ciclo anual, del ciclo festivo. La crecida de hojas y flores del árbol llamado San José advierten la llegada de la primavera y con ello el comienzo de las labores encaminadas a preparar la tierra para ser cultivada una vez más.

El descenso de la Sierra Madre Oriental hacia la Huasteca se caracteriza por un adentrarse en el verde, en el extravío y fascinación que producen su amplia gama de tonalidades. Los grandes pinos van dando paso a los helechos gigantes que se tienden sobre la carretera, cuyos movimientos ondulantes, debido al viento que producen los carros al pasar, parecen dar la bienvenida y saludar a los viajeros extendiendo sus múltiples ramas-manos. Poco después, los helechos dan paso a los sembradíos de maíz, a la vegetación semi-tropical, a los platanares, cuyas grandes hojas van delineando la carretera de entrada a la región, como si fueran pilastras naturales con penachos color esmeralda... Percibo el paisaje geográfico de la Huasteca como una obra pictórica que se podría intitular “Verde sobre verde”. En este juego monocromático, la Huasteca manifiesta la fertilidad de su vientre; tierra bondadosa que cada año brinda los frutos, cereales, raíces, vegetales.

Se llega a Tamazunchale bordando la sierra, dejando detrás ese andar entre las nubes y serpentear por las montañas. Zigzaguear que causa un tremendo mareo a los que llegan por primera vez a la región. Tamazunchale es un toponímico huasteco derivado de Tam-Uxum-Tzale que significa “lugar de la gobernadora”. Tam Uxum es lugar de mujer, en la tierra mujer, mujer territorio. Es la tierra madre. En reciprocidad por los alimentos brindados, por la ternura con que nos cuida, se le da de comer, de beber. Se le llevan flores, velas, música, danza. Al caminar, al danzar, recorremos su cuerpo tendido, transitamos sus montes, valles, oquedades. Cuerpo nutricio, exuberante, seductor.

En Tam-Uxum habita Apanchaneh, la Señora del agua, la señora Sirena. Aquella que habita en los pozos, en los acahuales, en los ríos, esteros, lagunas, mares. Junto con el Señor del viento (Ehécatl), traen las nubes repletas de lluvia, necesaria para dar de beber a Chicomexóchitl, el niño maíz, el héroe mítico y civilizatorio. Chicomexóchitl, siete flores, niña y niño maíz, adormilado en la milpa, acurrucado en el regazo de la madre tierra, espera el preciado líquido, el agua turquesa, el agua chalchihuite, líquido que vendrá a insuflarle vida, que llegará del arriba, del mundo celeste y caerá sobre la piel morena de nuestra madre tierra. Rostro de barro vestido de verde, cubierto de cinco y siete flores. El maíz está floreciendo, el jade divino se yergue en la milpa, abre sus hojas turquesa hacia el sol, hacia la vida. El cereal divino crece y madura. Se vuelve alimento, transmigra en tortilla para regocijar la boca de las mujeres y hombres. Nos da la energía necesaria para trabajar, cantar, danzar y de esa manera alegrar lo corazones. Es el don de la vida. Somos de maíz, de maíz es nuestra carne y nuestra sangre, nuestra danza, nuestra música.

Con la música se agradece a los señores de arriba y a los señores de abajo por darnos una buena cosecha. Se agradece el permitir sembrar en el vientre de la madre, el abrir los surcos de donde surgirán los retoños risueños del maíz. Pequeños jades que crecen y visten las milpas. ¡Ah, Verde sobre verde! Chicomexóchitl enseñó a los hombres la música. El enseñó a tocar el arpa y el rabel para hacer una gran fiesta donde los hombres y los animales se reconocieran como unidad. Se hace música para que baile la milpa entera. Las cañas de maíz se mueven suavemente de un lado al otro, al compás de los sones que se van desgajando siguiendo el transcurso del día. Se tocan los sones de la danza de Ayacachtini, maraquitas, para convocar al dueño del monte, a la Señora Sirena, a los animales, a que bailen con los seres humanos. Tremendo mitote que se arma para recordarnos, para no olvidar, que animales, divinidades, mujeres, hombres, conformamos una gran humanidad.

El arpa y el rabel son parte de esa gran humanidad, son macehualeme, seres vivos. Son esos músicos del sol que desobedeciendo el mandato divino decidieron venir al mundo terrenal a enseñar la música a los hombres. En agradecimiento, se les coloca en el altar familiar, se les da de comer, se les da un tragito de aguardiente, una cerita, una flor, se les sahúma y se les habla cariñosamente. El arpa y el rabel, seres sagrados, conocen el lenguaje del universo divino. A través de sus melodías les transmiten a los señores de arriba y a los señores de abajo, a los señores de los cuatro rumbos, el agradecimiento que les hacen los pobladores de la Huasteca. A través de sus cuerpos vibrantes hacen llegar las plegarias de los hombres a las divinidades. Así, los señores están contentos, están alegres. La música y la danza de Ayacaxtini aminoran el disgusto que causan los hermanos menores que van contaminando los ríos y mares, destruyendo los bosques, los manglares, que no respetan la vida ni el vientre de su propia madre. Los hermanos menores que tienen contaminada su mente con la obsesión de poder, riqueza. Que a su paso sólo siembran muerte y desolación.

El arpa y el nacimiento de la música

Cierto día, un hombre escuchó un sonido muy bello que parecía provenir de la milpa, pero no sabía que era, porque anteriormente no se conocía la música. Entonces el hombre se encaminó al lugar de donde venía aquel hermoso sonido y cuando arribó, éste había cambiado de sitio. Se dirigió hacia el reciente punto sonoro y al llegar ahí, se percató que había cambiado nuevamente de lugar. Poco a poco fue siguiendo aquel sonido y, poco después, se dio cuenta de que ya estaba en el monte, muy alejado de su casa. Por ello prefirió retornar a su hogar, pues temía perderse.

Al día siguiente volvió a escuchar esos sonidos y quiso averiguar de donde provenían, pero se repitió la misma historia. Cada vez que llegaba al lugar donde aparentemente se originaba el sonido, éste se movía a otro paraje y siempre con rumbo al monte. El hombre estaba muy triste pues no había podido conocer qué provocaba aquella hermosa sonoridad, hasta que un curandero le dijo que si quería saber quién la producía, tenía que ayunar y no tener contacto sexual por siete días. Sólo podría comer unas cuantas tortillas duras y beber unos traguitos de agua.

El hombre realizó el ayuno con la abstinencia sexual prescrita. A los siete días escuchó un bello sonido. Fue entonces cuando se dirigió a él y finalmente encontró al Rey David tocando su arpa en el monte. De esta manera conoció la fuente del sonido que tanto le gustaba. Entonces le pidió al Soberano que le enseñara a tañer el instrumento divino. Rápidamente aprendió y después el Rey, el Monteson, el Señor del Monte, le encomendó seguir tocando en su lugar, para que éste fuera a matar al Goliat que estaba destrozando las milpas, acabando con los montes y comiéndose a los animalitos. La música no debería cesar ni un momento. Gracias a aquella persona, David pudo enfrentarse al Goliat y vencerlo, liberando a las comunidades de este mal. Fue así como los hombres conocieron la música.

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