Para conmemorar los veinte años de la muerte de Pierre Bourdieu (1930-2002), el sociólogo más relevante de los últimos tiempos, considerado ya un “clásico”, la casa editorial Raisons d’agir ha publicado el libro Microcosmes. Théorie des champs [Microcosmos. Teoría de los campos].2 Esta obra es el resultado de un proyecto editorial llevado a cabo por un grupo de estudiosos y estudiosas que se formaron y/o trabajaron, en diferentes épocas, al lado de Pierre Bourdieu y que decidieron dar forma a una idea por mucho tiempo acariciada y que, lamentablemente, su muerte impidió concretar. Afirman los editores que se trata de:
“un libro […] construido en torno de los análisis en términos de campo, movilizado sobre un conjunto de problemas muy diverso” […]. En ese sentido, Microcosmes. Théorie des champs, es su obra más ‘teórica’, aún cuando, para él, no podía haber teoría que pudiera ser realmente elaborada sin ser al mismo tiempo puesta a prueba por la construcción de su objeto (p. 8).
Como es sabido, la teoría de los campos sociales es una de las contribuciones más importantes a las ciencias sociales, realizada por Pierre Bourdieu. Como afirman los editores de Microcosmes, “el concepto de campo es un útil central del sistema analítico desarrollado por Pierre Bourdieu”, un concepto que aparece tempranamente en su obra y que fue desarrollando a lo largo de su trayectoria, de manera que fue ocupando un lugar cada vez más importante en su “sociología relacional” (p. 7).
Un campo, explican,
designa un sistema de relaciones objetivas entre posiciones que están determinadas por la estructura de la distribución de diferentes especies de capitales [cultural, económico, social todos susceptibles de funcionar como capital simbólico], cuya posesión rige el acceso a los beneficios específicos en juego en el campo considerado.
La teoría de los campos implica, lógicamente, una visión de las sociedades diferenciadas, donde los diferentes campos, que son espacios de relaciones sociales específicas objetivas, relativamente autónomos e irreductibles (inconmensurables) entre sí, están jerarquizados dentro del “cosmos social”; de ahí que se les pueda llamar “microcosmos” (p. 8)
El libro trata de respetar el estilo y el modus operandi que Pierre Bourdieu puso en juego en la composición y redacción de sus obras mayores, compuesto de textos originales y de revisiones de artículos ya publicados a los que las notas que dejó hacen referencia casi siempre de manera explícita.3 Si bien no ha sido posible publicar “tal cual” la obra ideada en el proyecto plasmado en sus notas de 1995 (de las que se incluye una copia facsimilar, p. 6), y los editores han tenido que resolver diversas dificultades de enorme complejidad, la justificación que éstos últimos desarrollan en sus notas introductorias no deja duda alguna de dos hechos claramente visibles al recorrer sus páginas: que el resultado obtenido satisface la idea original y que, en consecuencia, estamos ante una obra que puede perfectamente atribuirse a la autoría de Pierre Bourdieu.4
Asimismo, los editores han seguido la idea según la cual es imposible explicar o comunicar el concepto de campo sin hacer referencia a objetos situados y fechados:
El principio de construcción del libro consistía en elaborar una teoría general de los campos por una sucesión de capítulos que presentan diferentes elementos de esta teoría y que, cada vez, se basan en un estudio de caso (p. 10).
En consecuencia, no se trata de abstraer una teoría a posteriori, sino de ilustrar los diversos aspectos de una teoría ya existente en la obra publicada. No es una “obra definitiva”, sino la exposición de “un programa de investigación, que desborda el cuadro de este libro, para inscribirse en una perspectiva colectiva internacional” (p. 12).
Principios de construcción de la obra.
A diferencia de lo que podría pensarse, en virtud del énfasis que el propio Pierre Bourdieu llegó a hacer sobre un conjunto determinado de “leyes generales de los campos” (luchas entre dominantes y dominados, capitales específicos, una estructura del campo siempre en juego y una creencia fundamental en el propio juego), éstas no podrían ser el único principio de construcción de la obra, sino un “aspecto” en particular: el fetichismo, principio fundamental de cualquier campo y el cual Pierre Bourdieu,
comprendió no a partir de textos de Marx o Lévi-Strauss, sino a partir del caso de la alta costura y de la ‘marca’ del modisto que han revelado ‘la lógica propiamente mágica de la producción del productor y del producto como fetiches (p. 16-17).
Siguiendo el ejemplo dejado por Pierre Bourdieu en las notas del plan original, los editores de este libro, en consecuencia, han “buscado en el conjunto de los trabajos de Pierre Bourdieu otras maneras de caracterizar la teoría de los campos como modelo exploratorio” (p. 18).
De esta forma, identificaron otro “aspecto” que caracteriza a la teoría de los campos: es el “punto de vista constitutivo” (nomos) de cada campo, lo que da lugar a procesos de autonomización por medio de una “censura específica”. Siendo el conocimiento de las estructuras del campo religioso fundamental para explicar las de los otros campos, de acuerdo con el “uso razonado del método comparativo”:
la sociología […] es el arte de pensar cosas fenomenalmente diferentes como similares en su estructura y su funcionamiento, y de transferir lo que ha sido establecido a propósito de un objeto construido […] a toda una serie de objetos nuevos (p. 18).
Un tercer “aspecto” identificado por los editores, es el “trabajo de universalización”, según el cual, “en la medida que un campo se desarrolla de manera específica, tiende igualmente a desarrollar una reivindicación de universalidad, en el sentido de una capacidad de incorporar formas cada vez más grandes y diversas de la vida social” (p. 19). Históricamente, el ejemplo por antonomasia, como se dijo antes, sería el campo religioso, aunque, en las sociedades actuales lo es el campo jurídico.
Este trabajo de universalización, sin embargo, es posible en virtud de unas disposiciones de los agentes (habitus), a la vez condicionadas por el campo y transformadoras de este, que “intervienen como mediaciones entre los sistemas de posiciones y de tomas de posición” según un interés específico (illusio), que debe entenderse como un “arbitrario histórico” más que como una “invariante antropológica” (este último sería el caso del “interés” como lo entiende generalmente la teoría económica). Interés que “induce un reconocimiento tácito del valor de lo que está en juego en el campo y un dominio práctico de las reglas que lo rigen” (p. 20). Por lo que este papel de las disposiciones en la constitución de los campos viene a ser uno más de los “aspectos” que permiten caracterizar a los campos.
Por último, los editores abordan el “aspecto” de las “relaciones entre los campos” (p. 21) las cuales, afirman, “no pueden sin embargo ser comprendidas bajo la sola perspectiva de la influencia de un campo sobre otro”. Antes bien, “los agentes sociales pueden actuar en el seno de muchos campos” en virtud de que “cada posición está por lo tanto asociada a un sistema multidimensional de coordenadas” que determina el volumen y estructura de sus capitales. Por lo que es preciso “caracterizar a los campos en términos de espacio social”.
Es decir, que no se debe olvidar nunca que la teoría de los campos “lleva a la construcción de un ‘modelo simplificado del campo social en su conjunto’”. Lo que obliga a recordar que todo campo, como el “campo” o espacio social en su conjunto, no sólo es un “campo de fuerzas que configura un espacio de posiciones”, sino también y al mismo tiempo “un campo de luchas”. Este aspecto se asocia, lógicamente, con el tema de las relaciones entre los campos del poder y el político, con el Estado (pp. 21-22).
Organización de la obra
Microcosmes, acorde con los principios antes mencionados, sigue la siguiente estructura. Primeramente, incluye una introducción, subtitulada Un principe de construction d’objet [Un principo de construcción de objeto] (pp. 2534), cuyo texto es retomado de un artículo, de título homónimo, publicado en griego en 1992.
El primer capítulo aborda “las estructuras fundamentales de los campos” e incluye los textos Genèse et structure du champ religieux [Génesis y estructura del campo religioso] (1971) y Pouvoir et légitimité : le champ religieux [Poder y legitimidad: el campo religioso], una versión del artículo Una interpretación de la teoría de la religión según Max Weber (1971), siguiendo la idea según la cual “las lecturas teológica y sociológica son perfectamente coincidentes” (Bourdieu, 2016: 188) y porque el campo religioso presentaría de forma antonomástica precisamente todos los aspectos y elementos de cualquier campo.5
A este primer capítulo “fundamental”, le siguen cinco capítulos más, complementados por nueve anexos, que van abordando los diferentes “aspectos” antes mencionados: el fetichismo, el proceso de autonomización, el trabajo de universalización, las disposiciones como principios de acción y las relaciones entre los campos.
El segundo capítulo reúne dos textos. El primero de ellos, Le couturier et sa griffe : le champ de haute Couture [El modisto y su marca: el campo de la alta costura], original firmado junto con Yvette Delsaut en 1975, analiza cómo “el poder del ‘creador’ [de moda] no es otra cosa que la capacidad de movilizar la energía simbólica que produce, en el marco de un juego social determinado, en conjunto de los agentes comprometidos en el funcionamiento del campo” (p. 130), análisis que se puede extenderse a otros campos, especialmente a los campos de producción cultural. El texto titulado La croyance et la représentation : le champ politique [La creencia y la representación: el campo político] (versión de un artículo de 1981 sobre la representación política), extiende ese análisis a las formas de poder simbólico. En ambos textos Bourdieu establece un diálogo crítico con la teoría clásica y, por ejemplo, si en el primero se lleva a cabo una reinterpretación de la noción de “fetichismo” de Marx, en el segundo se reinterpreta el de “carisma” de Weber. (2002), algo que puede resultar de interés en América Latina, donde la impronta de esos dos clásicos es aún muy fuerte. El capítulo incluye un primer anexo titulado Science, politique et sciences sociales [Ciencia, política y ciencias sociales] (breve texto originalmente publicado en 2002 con el mismo título).
El tercer capítulo, Le processus d’autonomisation [El proceso de autonomización], reúne dos de los textos más importantes e influyentes de Bourdieu, en tanto que exponen de manera ejemplar la importancia de los procesos de autonomización para la existencia de cualquier campo: Le démontage impie de la fiction : le champ littéraire [El desmontaje impío de la ficción: el campo literario] (texto retomado de El campo literario, publicado en 1991, cuya primera redacción data de 1982) y L’histoire singulière de la raison : le champ scientifique [La historia singular de la razón: el campo científico] (originalmente La historia singular de la razón científica, publicado en 2018, al que le antecede una versión, más corta, publicada en inglés en 1991). En ambos casos, no sólo se enfatiza el hecho de que “autonomía relativa” y “campo” en realidad son dos formas de referirse a una misma realidad, sino que también se insiste sobre la urgencia de defender esa autonomía ante los embates del poder político y económico.
El tercer capítulo se completa con dos anexos: uno contiene el texto Méthode scientifique et hiérarchie sociale des objets [Método científico y jerarquía social de los objetos], conocido en su versión de Introducción al primer número de la revista fundada en 1975 por Bourdieu, Actes de la Recherche en Sciences Sociales (en lo sucesivo arss), tiene el propósito de reivindicar la autonomía de las mismas ciencias sociales al afirmar el hecho de que no existen objetos innobles y que cualquier hecho social es digno de estudio científico, en contra de las “demandas dominantes” (p. 312). En el siguiente anexo, el tercero en la obra, aparece el texto Démission scientifique et dépendance politique [Dimisión científica y dependencia política] (1985), en el que se reflexiona en torno a la autonomía de las ciencias sociales, particularmente en relación con la realización de las encuestas, un tanto en el tono y el sentido de La opinión pública no existe (cuya primera versión data de 1973), es decir, instando a quienes practican la encuesta a realizar una crítica sistemática de sus categorías y problemas de investigación.
El cuarto capítulo aborda el “aspecto” del “trabajo de universalización” con tres textos, cada uno acompañado de un anexo. El primero de los textos es La force du droit : le champ juridique [La fuerza del derecho: el campo jurídico] (que retoma el artículo La fuerza del derecho. Elementos para una sociología del campo jurídico, de 1986), un texto que ha circulado mucho en América Latina, que se complementa con el anexo (el cuarto) titulado Les juristes, gardiens de l’hypocrisie collective [Los juristas, guardianes de la hipocresía colectiva] (publicado en una obra colectiva en 1991) que amplía una idea tratada en La fuerza del derecho y que vale la pena citar porque resume lo esencial de ambos textos: la de la “piadosa hipocresía” (idea que toma de Alain Bancaud), que es ese:
malabarismo […] por el que el jurista da como fundado a priori, deductivamente, algo que está fundado a posteriori, empíricamente […] el principio mismo de la violencia simbólica [que], en este caso, consiste, en hacer aparecer como fundadas en una autoridad trascendente, situada más allá de […] quien las formula, proposiciones, normas, que dependen [en realidad] de la posición ocupada por aquellos que las enuncian en un campo jurídico (p. 364).
El segundo texto del capítulo cuarto, es De la maison du roi à la raison d’État [De la casa del rey a la razón de Estado: el campo burocrático] (2005), texto que, originado en las notas de los cursos de Bourdieu, conecta y condensas ideas que vemos ampliamente desarrolladas en Sobre el Estado. Cursos en el Collège de France (1989-1992) (2012), particularmente el análisis del “proceso bifronte, de donde ha surgido el Estado, y que es inseparablemente universalización y monopolización de lo universal” (p. 393). El quinto anexo se titula Stratégies de reproduction et modes de domination [Estrategias de reproducción y modos de dominación] (1994), texto destacable que propone una perspectiva genético-estructural con la cual comprender los mecanismos de dominación y su reproducción sostenidos en el “dinamismo interno” del mundo social y en las disposiciones de los agentes:
inscrito a la vez en las estructuras objetivas y en las estructuras ‘subjetivas’, las disposiciones de los agentes, y continuamente mantenidas y sostenidas por acciones de construcción y de reconstrucción de las estructuras que dependen en su principio de la posición ocupada en las estructuras por aquellos que las realizan (p. 394).
Al final de este anexo y en el que le sigue, anexo sexto La famille comme catégorie réalisée [La familia como categoría realizada] (1993), encontramos desarrollada una de las ideas peor comprendidas de toda la teoría de los campos de Bourdieu: su extensión a la familia, la cual fue concebida por Bourdieu más bien como un proto-campo 6 el cual es “el lugar de la reproducción social” (p. 412). La familia es, por lo tanto, “un principio colectivo de construcción de la realidad colectiva” (p. 410), sin olvidar que la existencia y subsistencia de la institución familiar está garantizada por el Estado (p. 415). Pero para conjurar todas las malas interpretaciones que se han hecho al respecto, quizá los editores habrían hecho bien en recuperar lo que Bourdieu explicó al respecto en otra parte:
la adquisición de las disposiciones […] exigidas por un campo se lleva a cabo en la relación entre las disposiciones primarias […] y las imposiciones inherentes a la estructura de éste: la labor de socialización específica tiende a favorecer la transformación de la libido original, es decir, de los afectos socializados constituidos en el campo doméstico, en alguna de las formas de la libido específica [de algún campo] (Bourdieu, 1999: 217).
El capítulo cinco, Les dispositions comme principes d’action [Las disposiciones como principio de acción], reúne los textos L’orthodoxie de la rationalité : le champ économique [La ortodoxia de la racionalidad: el campo económico] (1997) y Une révolution conservatrice : le champ éditorial [Una revolución conservadora: el campo editorial] (1999) y se acompaña del séptimo anexo, L’emprise du jurnalisme [La influencia del periodismo] (tomado de un número temático de arss de 1994 con el mismo título).7 Como se explicó antes, este capítulo tiene el propósito de ilustrar el “aspecto” de las disposiciones de los agentes (habitus) y su papel mediador entre el sistema de posiciones y el de tomas de posición, según una illusio específica. Así, el análisis del campo económico demuestra que la noción de “interés” no es una “invariante antropológica”, sino un “arbitrario histórico” resultante de la exposición continuada de los agentes a las demandas de un campo económico autónomo. El análisis del campo editorial, por su parte, busca mostrar cómo las prácticas y los discursos en ese campo, progresivamente dominado por las “normas comerciales” vulnerado particularmente la autonomía del campo literario. En cuanto al anexo, se trata ahí de mostrar cómo los agentes del periodismo, sin proponérselo conscientemente, adoptan prácticas determinadas estructuralmente por las fuerzas del mercado y de la política.
El sexto capítulo, Les rélations entre les champs [Las relaciones entre los campos], retoma un texto que ha circulado mucho en América Latina, Espacio social y génesis de las “clases” (1984), bajo el título Espace social et genèse des classes : le modèle du champ social [Espacio social y génesis de las clases: el modelo del campo social]. En efecto, a diferencia del título del texto original, el énfasis ya no recae tanto en la crítica a la categoría de “clase” social como en el modelo general que le subyace, según el cual:
Se puede representar el mundo social bajo la forma de un espacio (con muchas dimensiones) construido sobre la base de principios de diferenciación o de distribución constituidos por el conjunto de las propiedades actuantes en el universo social considerado […]. Los agentes y los grupos de agentes están así definidos por sus posiciones relativas en este espacio (p. 501).
A partir de este modelo general “topológico”, pero procesual, es posible eventualmente comprender las relaciones entre los campos, toda vez (como se precisó antes) que los agentes pueden actuar en más de un campo, sucesiva o simultáneamente, dentro del margen de acción del que los dota, precisamente, sus propiedades en el espacio social, como se explica en los dos breves anexos: el octavo, La représentation de la position sociale [La representación de la posición social] y el noveno, Effet de champ et effet de corps [Efecto de campo y efecto de cuerpo].
El otro texto que compone el sexto capítulo lleva el título de un texto de 1980, Le mort saisit le vif [El muerto sucede al vivo] cuyo subtítulo ha sido simplificado como Histoire réifiée et historie incorporée [Historia cosificada e historia incorporada]. La expresión “le mort saisit le vif” la toma Bourdieu del derecho francés antiguo y se refiere a que los herederos o sucesores tienen derecho a la herencia o dignidad (por ejemplo, a la corona) en cuanto muere el antecesor. Este texto, sin duda uno de los más importantes (y bellos) de Bourdieu, está orientado precisamente a destacar el problema del devenir histórico y, en el contexto de Microcosmes, a ayudar a pensar precisamente el carácter procesual (o “histórico” si se prefiere) de los campos (no por casualidad se cita a Norbert Elias), conjurando el consabido reproche de “estatismo” (de “estático”) que suele hacérsele a la teoría de los campos.
El séptimo y último capítulo, Éléments pour una théorie générale des champs [Elementos para una teoría general de los campos], consiste en unas notas inéditas de Pierre Bourdieu que, entre otras cosas,
permiten […] volver sobre las relaciones entre los campos, su dimensión histórica y el papel del Estado como ‘metacampo’, una noción forjada para dar cuenta de lo que permite mantener juntos los microcosmos sociales en el seno de las sociedades diferenciadas (p. 23).
Subdividido a su vez en siete secciones (pp. 557-668), el capítulo va desarrollando en las primeras seis la noción de campo, siguiendo una lógica que podemos encontrar en otras obras8 pero que aquí tratan de ser aún más generales: explica primero “el modo de pensamiento relacional” como prolegómeno indispensable para comprender el concepto de campo, continúa explicando “el proceso de diferenciación y autonomía” por el que todo campo se constituye y se comprende. Enseguida, explica las dos formas cómo puede entenderse cualquier campo, esto es, como una “campo de fuerzas” y como un “campo de luchas”, para luego detenerse en el concepto de “capital” y sus diferentes “especies”, pues lo que “engendra” un campo es tanto la distribución diferencial de capitales, como la lucha por el poder sobre la distribución de esos capitales, idea esta última que lo lleva a explicar “la división del trabajo de dominación” y su relación con “el campo del poder”.
Finalmente, la séptima sección presenta unas “notas inéditas sobre los campos” precedidas de una “presentación” de los editores. Este capítulo incluye también, a título ilustrativo, una reproducción facsimilar de las notas manuscritas por el autor.
Comentarios sobre la obra
Es de destacarse que Microcosmes incluye varias de las representaciones gráficas de campos/espacios sociales que han tenido ya una gran difusión. No obstante, en esta ocasión, algunos de los textos seleccionados no incluyen notables representaciones gráficas que figuran en otras versiones o en otros textos, sobre todo aquellas elaboradas por medio del análisis de correspondencias múltiples (un ejemplo notorio, es el estudio sobre el campo editorial). No obstante, los editores remiten al número 200 de ARSS, en donde se pueden apreciar “diferentes representaciones gráficas de los campos” (p. 15, nota 23).
Haya sido una decisión editorial de simplificación o no (pues, por ejemplo, incluir los gráficos del texto sobre el campo editorial implicaría insertar láminas con selección de colores en otro tipo de papel), el resultado positivo es que el lector o la lectora se esfuerza por lograr una comprensión cognitivo-operatoria de los conceptos o la teoría, al evadir los riesgos de totalizar, fijar e incluso reificar, inherentes a toda esquematización o representación gráfica de objetos de gran complejidad, dinamismo y plasticidad como lo son los campos. A propósito, ya en su célebre libro La distinción, Pierre Bourdieu advertía de la posibilidad de representar un espacio social en su conjunto con un esquema construido a partir de más de un análisis de correspondencias, lo cual se aplica también, como se explicó antes, a un campo en particular:
[l]os esquemas aquí presentados no son unos diagramas-plano de análisis de correspondencias, aunque tengan de ello una cierta apariencia y se hayan apoyado en distintos análisis de las correspondencias para construirlos, y aunque numerosos análisis de dichas correspondencias hayan producido unos espacios que se organizan según la misma estructura (Bourdieu, 1998: 123).
En todo caso, Microcosmes. Théorie des champs es, en su concepción y en su estrutura, consecuente con la premisa general exprasada por Pierre Bourdieu en otra parte, donde afirma que en la investigación sociológica “se puede actuar conforme a la teoría del campo sin emplear la palabra ‘campo’” puesto que lo importante es “pensar en términos de campo” más que pretender “aplicar” una teoría abstracta (Bourdieu, 2015: 209).
Todo esto hace de Microcosmes una obra siempre abierta, a diferencia de las obras que pretenden presentar una “gran teoría” definitiva, por lo que los editores advierten que habría al menos tres retos mayores que no han podido ser abordados en ella.
El del campo del poder dado que, más que ser susceptible de un análisis específico, “tomarlo en cuanta constituye un prerrequisito metodológico de todo estudio de campo”;
El de la posibilidad de aplicar el concepto de campo a objetos que desbordan el cuadro nacional (dimensión trasnacional de los campos); y
El de los métodos estadísticos (iniciado con el uso del análisis de correspondencias múltiples), que en siglo XXI ha conocido un desarrollo que provee “una nueva gama de útiles” para la investigación (pp. 14-15).
Cabe mencionar que la publicación de Microcosmes, “construido” por un colectivo pero firmado bajo el solo nombre de Pierre Bourdieu, puede contribuir a derribar de una vez por todas las polémicas en torno a la legitimidad con la que Pierre Bourdieu firmaba, él solo, sus obras mayores que, como se sabe, en gran medida retomaban trabajos previamente publicados y firmados originalmente junto con uno o más colaboradores (hombres o mujeres) pero que, como él mismo declaró, habían sido idea suya, sin que ello disminuyera necesariamente el mérito del trabajo aportado por los otros o las otras firmantes (Delsaut y Rivière, 2022).9 Microcosmes no es solo un homenaje: es con toda legitimidad otra obra póstuma de Pierre Bourdieu.
Finalmente, un dato que puede resultar del interés de la lectora o del lector, es que los editores, consecuentes con la concepción abierta y necesariamente “inacabable” de la obra, informan que han creado “una base datos que agrupa estudios empíricos conducidos con la ayuda del concepto de campo” la cual “puede ser alimentada” por el lector o lectora, enviando la información pertinente a los editores (p. 674) y que continuará la lista de obras entre las que se mencionan ya algunas de América Latina. Ésta es una oportunidad inédita de visibilizar un gran número de trabajos (tesis, artículos, libros, capítulos, etc.) que de otra forma estarían condenados a pasar desapercibidos, sin duda, pero más que eso, es la oportunidad de contribuir a la construcción de la “internacional científica” y la “Realpolitik de la razón” que Pierre Bourdieu ambicionó.
Esperemos contar pronto con la traducción al español para que esta formidable obra pueda ser conocida y, sobre todo, utilizada por un público más amplio, especialmente el latinoamericano.