Resulta difícil escribir acerca de un maestro de gran cercanía; lo intento después de enterarme de la pérdida de Alain Touraine el 9 de junio de este año 2023, quien nació el 3 de agosto de 1925 en Hermanville-sur-Mer, Francia. Hablar de su obra es lo que corresponde cuando esta deja un amplio testimonio de una vida en la que ejerció con plenitud el oficio del sociólogo, pero me aventuro a mencionar de pasada el trato que tuve con él durante varios años luego de conocerlo en el final de 1973, año marcado por el golpe de Estado en contra del gobierno de Salvador Allende en Chile, hecho que conmocionó a Latinoamérica y al mundo.
Época de gran fuerza intelectual en Francia, donde se vivía aún la secuela del Mayo de 1968, cuando Touraine ejercía como maestro en la École Pratique des Hautes Études en Sciences Sociales en París, y los estudiantes podíamos asistir también a los cursos de Louis Althusser, Pierre Bourdieu, Nicos Poulantzas, Roland Barthes, Maurice Godelier; encontrarnos en las bibliotecas con Fernand Braudel y Michel Foucault; correr a una conferencia de JeanPaul Sartre junto con Simone de Beauvoir; ir a ver la película más reciente de Pierre Paolo Passolini, o a escuchar a Georges Moustaki. Los estudiantes convivíamos con esa aristocracia intelectual mientras nos alojábamos en la Cité Universitaire de París y comíamos en los restaurantes universitarios, dispersos por toda la ciudad.
El rango de Touraine no coincidía con la sencillez de su trato y su disposición a guiar a los estudiantes latinoamericanos que le solicitamos fungir como tutor para realizar los estudios de doctorado. Imponía su recia y erguida figura en los salones de clase, tanto como la fuerza que ejercía al defender su mirada sociológica sobre cualquier otra que pudiera desviarla al analizar cualquier problema. Su pensamiento mostraba ya la plena madurez de un itinerario que en el inicio en la década de 1950 le llevó a estudiar a la clase obrera en Chile mediante una observación directa en el sector minero en las minas de Huachipato y Lota.
Nunca abandonó su interés por ese país, de tal forma que, a raíz del golpe de Estado contra el Gobierno de la Unidad Popular, le dedicó su libro Vida y muerte de Chile popular. En Francia ya había publicado el libro fundacional Sociología de la acción, en 1964, preámbulo de su obra fundamental El movimiento de mayo o el comunismo utópico, donde dio cuenta de lo acontecido en 1968 y abrió de forma definitiva el estudio de los movimientos sociales, procesos que se encargó de precisar conceptualmente, estableciendo sus bases teóricas más definitivas, y creó una escuela seguida por muchos de sus alumnos.
Con atención seguíamos su metodología para entender los movimientos sociales mediante la sociología de la acción o del actor. Interesado particularmente en la historia de México, yo intentaba ver cómo aplicar sus categorías a mis propios intereses. Entendí que la política e incluso la ideología desviaban constantemente la posibilidad de entender los objetivos y las formas de articulación de los movimientos sociales. Podía concluirse que, en México, al explicar los procesos a través de lo político, se dificultaba acercarse a la sociedad para entender su dinámica, la que podía verse más cabalmente a través del conflicto. Quizás un poco de forma utilitaria, me di cuenta de que era el método que buscaba para entender sucesos de la historia contemporánea abandonando el tan socorrido positivismo histórico que llevaba solamente a la descripción de los hechos y rechazaba la interpretación.
Touraine, atento siempre a observar los fenómenos sociales, seguía lo que le contaba del caso mexicano, aunque situados en el pasado, supongo que le atraía porque le resultaba novedoso. Tampoco le escapaba todo lo que ocurría entonces: hablábamos, por ejemplo, de la guerra en Líbano, que entonces se echaba a andar, y expresaba sus ideas de los países que no terminaban de conformarse como naciones modernas, con un Estado y sus instituciones. En nuestro acercamiento, el mundo árabe estuvo presente la búsqueda de las sociedades islamizadas, aunque el asunto apenas se encuentre en el sustrato del libro de 1997 ¿Podremos vivir juntos?
Entre los cambios que observaba, vivió, estudió de cerca la génesis y dio seguimiento al sindicato independiente Solidaridad, en Polonia. Fue uno de los primeros en dar importancia al liderazgo de Lech Walesa, que en sus inicios resultaba difícil de entender debido al prejuicio y a la superficial calificación de movimiento conservador que, sin embargo, resultó preámbulo de la caída del régimen comunista y de la Unión Soviética, marcada por el derrumbe del Muro de Berlín en 1989. Asimismo, como otros de los grandes intelectuales, buscó entender, acercándose, el movimiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, en Chiapas en 1994, expresando su asombro por esos actores difíciles de imaginar en la sociedad posindustrial de la que fue teórico destacado.
Para entonces, su seguimiento de los movimientos de las mujeres ocupaba un sitio central en su observación del mundo contemporáneo. Fue uno de los primeros a quienes escuché hablar sobre la persistencia del feminismo, al que consideraba con todos los atributos que podía encontrar en un movimiento social. Las últimas ocasiones en las que lo visité en el aula sus estudiantes eran mayoritariamente jóvenes venidas de diferentes países, como resultaba obvio. Y no paró de hablarme de todo lo que venía encontrando a través de la observación participante hasta publicar El mundo de las mujeres, en 2007, donde mostró el proceso de su autoconstrucción. De no haber tenido que volver a mis actividades profesionales, habría continuado abrevando de su conocimiento fresco y siempre creativo sobre esa fascinante cuestión que continúa vigente en nuestros días, con añadidos culturales que le resultarían de gran interés.
Reviso sus libros de vez en cuando para resolver una duda metodológica, repensar algún problema o encontrar la solución de otro. Me sucedió recientemente, pues a partir de la preocupación que me provoca la dimensión alcanzada por el grave problema de los refugiados en el mundo de hoy, tuve que recurrir al libro cuyo título es una pregunta que, aunque formulada en 1996, mantiene su vigencia: pienso en ¿Podremos vivir juntos?, mientras veo a los refugiados, sujetos de la sociedad, como él les llamó en un título con las interrogantes que subrayan la dificultad de aceptar la posibilidad a la que alude. Producto de una profunda reflexión teórica, es un libro producto de varios de cursos en los que logró dialogar con alumnos y especialistas de diferentes culturas, algo que mantuvo como práctica incluso en sus últimos trabajos.
Afirma en ese libro que “Para vivir juntos y seguir siendo al mismo tiempo diferentes, respetemos un código de buena conducta, las reglas del juego social” (p. 15). Una formulación que parece simple nos pone ante la complejidad de las sociedades actuales, si:
Reconocemos la presencia de culturas diferentes de la nuestra, su capacidad de enunciar un discurso sobre el mundo, el ser humano y la vida, y la originalidad de esas creaciones culturales nos impone respeto y nos incita además a conocerlas; pero no nos permite comunicarnos con ellas, vale decir, vivir en la misma sociedad que ellas. (p. 15)
Allí es evidente que su realidad le permitía pensar en varios pueblos, como en los argelinos en Francia, una inmigración estudiada por Bourdieu y a la que dedicó varios de sus trabajos. Además, pudo también ver en la población musulmana manifestaciones que han venido replanteando varias preguntas en búsqueda de otras respuestas.
Su reflexión, por profunda, se adelantó a formular la alianza del “liberalismo económico y el nacionalismo cultural”, cuando las luchas sociales han llevado a la democratización, aunque veía el fin de los regímenes totalitarios en las nuevas sociedades industriales que quizás ahora reformularía. Sin embargo, en su amplia disertación, lo que importa destacar es el enunciado de la sociedad multicultural, con todas sus ambivalencias, hacia lo que debe ser “una sociedad jurídica e institucionalmente fuerte”, conceptos a los que dio gran relevancia.
La reflexión teórica no puede desprenderse de la posición humanista que se desprende de cualquier ejemplo de nuestra sociedad o de nuestras sociedades, porque para él lo plural tenía sentido. El 15 de junio de este año se hundió en el Mediterráneo, frente a las costas griegas cerca del Peloponeso, una embarcación que llevaba entre quinientas y setecientas cincuenta personas a bordo, cifra imposible de precisar porque no hay registros. Se han encontrado 79 cuerpos y la ACNUR supone que continúan desparecidas quinientas personas, cien de las cuales eran menores. Es decir, se trata de sujetos que ni siquiera podrán ser considerados en la pregunta del título de ese libro porque nunca llegarán a puerto seguro.
No tiene mucho sentido continuar las cuentas de esas pérdidas en esa región del mundo porque no hay modo de detener a quienes arriesgan todo para llegar a un país que les de seguridad, sin adivinar las dificultades de un proceso que suponen les permitirá integrarse a una nueva sociedad. Apenas en la primera mitad de este año, setenta mil refugiados y migrantes han llegado a los países europeos por la misma ruta para pasar del cercano Oriente al Occidente buscando una utopía que, como todas, resulta inalcanzable. Es inaceptable que aunque la embarcación mencionada fue fotografiada por un guardacostas griego, no se hiciera alguna acción que pusiera a salvo a toda esa gente, si se sabe que agrupan a víctimas de traficantes que les hacen pagar alrededor de cinco mil dólares y ni siquiera les proporcionan un chaleco salvavidas que les dé una mínima seguridad.
Quienes toman el riesgo están tan desesperados que no atienden o desconocen el hecho de que desde 2014 hasta este 2023 se han ahogado en el Mediterráneo treinta mil personas. Solamente en los meses transcurridos de este año han muerto en sus aguas 1 166 migrantes. Y a saber qué país podrá acoger a los supervivientes, porque cada vez se habla menos del derecho de asilo, y Grecia planea reforzar su valla fronteriza con Turquía y sus controles en altamar. En la primera vuelta de las elecciones parlamentarias griegas del pasado 21 de mayo, casi el 55 % de los electores aprobaron las deportaciones del primer ministro Kyriakos Mitsotakis, del partido conservador y de los ultraconservadores.
El Gobierno conservador del partido Nueva Democracia responsabiliza a los traficantes de personas de hacinar a los refugiados en barcos inservibles; sin embargo, Stelios Kouloglou, eurodiputado del partido de izquierda Syriza, opina que, además de los traficantes griegos: “También es culpa de los Estados Europeos y políticas como la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que no quiere aplicar medidas de solidaridad en los que compartan la carga de los flujos de refugiados inmigrantes”.
Los emigrantes refugiados , por supuesto, no saben qué les espera en el país que los acoge; sin duda, son los que tendrán más suerte, pero no les importa, y menos les interesa que se trate de un proceso tan complejo como el que se extrae de la lectura del libro de Touraine. Cómo lograr vivir todos juntos con culturas diferentes, con diversas religiones en un mundo tan cambiante si, como afirma ACNUR, hay 108.8 millones de desplazados por la fuerza en el mundo. Si se registran 35.5 millones de refugiados, de los que 5.4 millones son palestinos, que ya son superados por los sirios, que suman 6.5 millones, le siguen los ucranios con 5.7 millones y una cantidad semejante de afganos, de los cuales, en México viven 900; y cabe mencionar, para hacer más complejo el panorama, que entre los que han llegado a este país constituyen una pluralidad de 118 nacionalidades.
Del mismo libro se desprende de manera optimista que “el reconocimiento de la diversidad de culturas conduce a la protección de culturas minoritarias”, pero él mismo se encarga de demostrar que no funciona de la misma manera en todos los países. Muchos argumentos enriquecen el análisis de Touraine para mantener la pregunta: ¿Podremos vivir juntos? sin olvidar los signos de interrogación, y sería deseable que él mismo pudiera responderla a luz de los nuevos sucesos que ocurren en el mundo.