Este artículo describe las prácticas para el comercio que realizan los habitantes de algunas comunidades mazahuas, especialmente San Agustín Mextepec (ubicada en el municipio de San Felipe del Progreso en el Estado de México). Dichas prácticas han convertido a sus habitantes en hacedores de mercado interno y ha propiciado las ocasiones, para algunas familias, para el cambio de residencia al instalar un puesto fijo en distintas ciudades del país, creando una red de posibilidades comerciales para sus habitantes. Relataré los circuitos de comercio que los mazahuas de San Agustín Mextepec han creado en sus incursiones comerciales por México, y a la vez destacaré que esta actividad comercial generó las condiciones para nuevos asentamientos mazahuas en distintas ciudades del país, lo que posibilita una malla social primaria y multiterritorial que se origina por el comercio y propicia, por la otra parte, la reproducción del ambulantaje al articular el comercio llamado informal con el formal.
Lo que realizo en este trabajo es una etnografía multilocal, es decir, describo los contextos en los que se encuentran enmarcados los sujetos dentro del sistema mundo (Marcus, 2001), de ahí que no se trata de una etnografía que focaliza en una comunidad sino más bien en las rutas y movimientos que se ensamblan para la construcción de grupos sociales. No debe entenderse que los mazahuas en su conjunto se dedican a la actividad del comercio, sino más bien, cuando se dedican al comercio conforman grupos, cuyos patrones y modalidades describo en este trabajo. De ahí, siguiendo la hipótesis sobre el actor red de Bruno Latour se trata de verificar cuáles son las nuevas instituciones, procedimientos y conceptos capaces de reunir y de volver a relacionar lo social (2005).
En este sentido, acorde con los planteamientos de las teorías de la complejidad, entre las que se encuentran la etnografía multilocal y la teoría del actor red, parto de que lo social se está construyendo permanentemente desde los individuos que conforman grupos emergentes, que se convierten en fuente de constitución de subjetividades. De ahí que lo social posee fundamentalmente incertidumbre (Prigogine, 2009), lo que está acorde con la teoría del actor red y la etnografía multilocal en la medida que se reconoce que no se trata de analizar a un grupo sino la formación de grupos (Latour, 2005:51), de nuevos sujetos sociales y nuevas instituciones.
Para el análisis de las relaciones entre grupos y mercancías, parto de la clasificación que hace Gereffi (1993) sobre dos redes de producción en el capitalismo actual: 1) los sistemas de producción centrados en el producto (autos, computadoras, telefonía, aviones, materiales eléctricos) y 2) las cadenas de mercancías dirigidas al comprador (confección, juguetes, zapatos, artículos del hogar, supermercados) (Castells, 2006:119). Los primeros se encuentran en la dinámica de la producción global mientras que los segundos no necesariamente. Los bienes que comercian los mazahuas1 se insertan en la cadena de mercancías dirigidas al comprador. Se trata de productos de jarcería tales como tinas, cubetas, fibras, jícaras, hules, escobas, sacudidores, jaladores, jergas, escobetas; almohadas; herramientas; y estropajos que se hacen con las fibras de henequén.
El interés por este tema surge a partir de mis investigaciones de campo en San Agustín Mextepec en que pude constatar el establecimiento de grandes locales comerciales en los que se expenden este tipo de mercancías (algunas otras comunidades también cuentan con establecimientos similares pero de dimensiones menores). Posteriormente, pude observar a vecinos de comunidades mazahuas instalados en establecimientos comerciales fijos en la ciudad de Guadalajara, lo que me hizo pensar en una posible articulación, expresada en la práctica del comercio de estos bienes, entre la zona mazahua y distintas ciudades del país2. Me pregunté sobre las razones que llevaban a estos habitantes a escoger este tipo de mercancías (y no otras) para insertarse en el mercado. Indagando en la historia de la región descubrí que en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo XX, la región dependía de la explotación de la raíz de zacatón y su transformación en escobetas para la limpieza (Romeu, 1994)3. Aquellas empresas estaban en manos de los mestizos y criollos habitantes de las cabeceras municipales (San Felipe del Progreso, San José del Rincón y en menor medida Ixtlahuaca), siendo los trabajadores precisamente los habitantes de las comunidades mazahuas. Posteriormente, en la década de los setenta, estos productos de origen natural perderán mercado frente a los elaborados con plástico (proceso centrado en la extracción de hidrocarburos), es allí donde emergen los establecimientos comerciales en manos de los mazahuas, manteniendo la venta de escobetas, pero ampliando significativamente la diversidad de productos para la limpieza al incorporar a la totalidad de la jarcería. El capital de inversión inicial surgió, en palabras de los dueños de estos establecimientos primigenios, obteniendo recursos económicos mediante el trabajo como obreros o albañiles en la ciudad de México. Así, en las narrativas de las trayectorias económicas de los dueños de estos establecimientos se encuentra siempre la migración temporal por trabajo.
Cobra importancia preguntar sobre la relevancia de este tipo de prácticas comerciales (en tanto articulan bienes y trabajo) de comunidades indígenas en el marco o contexto de la producción capitalista global, puesto que el capitalismo global parece funcionar como una unidad en cuanto a los bienes pero no en cuanto al trabajo. Éste, por el contrario, se adecúa y busca las formas de inserción en un mundo donde el capital impone el ritmo, según las inversiones y desinversiones regionales. Los mazahuas, pese a que son comerciantes y algunos de ellos han establecido puestos fijos de relativa prosperidad, no representan más que el trabajo que intenta acomodarse en la lógica de funcionamiento del capitalismo global, quedándose ellos en los márgenes del mercado interno de productos no globalizados, aunque su comportamiento como trabajo (trabajadores), presente algunas características propias del trabajo globalizado tales como migración, desplazamientos territoriales, nulas prestaciones, nulos servicios financieros para el retiro o la vejez, nulos servicios de seguridad social, etcétera.
Queda dicho el contexto desde el que se abordará este artículo. Se trata de una historia contemporánea que ilustra la forma en que el pueblo mazahua se ha ido constituyendo a sí mismo a partir de las ocasiones creadas por ellos mismos para el trabajo. Vale una consideración para clarificar esta afirmación. Ante la caída en importancia de la agricultura, las comunidades mazahuas han tenido que buscar actividades alternativas de vida, entre ellas el comercio de jarcería. En esta medida se han reinventado bajo esquemas sociales de incertidumbre y cambio cultural. Aquí cobra importancia recordar el estudio de Pérez Castro, respecto a la migración en una comunidad de la Huasteca que, ante el cambio en la agricultura, la migración temporal se ha convertido en la alternativa de vida a punto tal que ha movilizado el aparato simbólico comunitario local mediante una serie de normas que reglamentan los tiempos de la migración internacional de sus miembros (2007). De ahí que las nuevas actividades se desempeñan como insumos simbólicos que incorporan el cambio para permanecer, lo que Bartolomé llama el proceso de transfiguración cultural (2006), es decir, las cualidades culturales para integrar el cambio precisamente para seguir siendo. En esta medida se trata de ver/descubrir las nuevas instituciones que ensamblan lo social ante las nuevas prácticas y configuraciones sociales (Latour, 2005).
Así, el trabajo ha implicado el desplazamiento territorial y el habitar y residir en nuevas zonas sin perder los lazos con el territorio de origen. Esta nueva circunstancia ha intensificado los desplazamientos por comercio pues los comerciantes se apoyan en los enclaves de comercio fijo propiedad de sus paisanos (parientes y/o vecinos) que residen y habitan en algunas ciudades, lo que ha configurado una red fundada en la solidaridad primaria. Relaciono así los conceptos de desplazamiento territorial por trabajo y comercio con la migración permanente; también relaciono el lugar de destino de la migración con el nuevo residir y con el establecimiento económico fijo de esos productos orientados al comprador, para luego hablar sobre la articulación del comercio fijo y el comercio ambulante que realizan los mazahuas mediante esta malla (red) de relaciones definidas por los lazos primarios como son el parentesco, la vecindad, el ser originario de la misma región o el paisanaje. En este sentido, estamos en presencia de un tipo de comercio cuya base para su realización se sustenta en una red de solidaridad primaria.
La región mazahua
Considerando que las regiones se construyen con criterios científicos que dan cuenta de realidades empíricas (Santos, 2000: Fábregas, 2010: Lindón y Hiernaux, 2006), es arriesgado asegurar que existe una región mazahua considerada exclusivamente desde el criterio cultural4. Partiendo del componente histórico hay muestras de que en esta región habitaron siempre los mazahuas (Hernández, 1988: Ixtlilxochitl, 1985: Quezada, 1996: García Castro, 1999: Carrasco, 1985: Van Zantwijtk, 1969), pero es evidente que el proceso histórico establece cruces simbólicos que complica construir regiones pensando monolíticamente a la cultura, prueba de ello es el periodo de la Colonia que incorpora elementos culturales (Jarquín y Herrejón, 1995) o incluso relaciones de poder asimétrico entre grupos, lo que le da su carácter a las regiones, como argumentaba Aguirre Beltrán sobre las regiones de refugio (1973). Llegar a un criterio cultural para hablar de regiones indígenas es difícil, pero me parece necesario cuando se trata de ubicar la pertinencia del lugar como emblema característico de una sociedad en particular, de ahí que sea el criterio de permanencia histórica lo que quiero se me permita establecer, pragmáticamente, como región mazahua. No significa que sea una región cultural monolítica, significa que el proceso de existencia histórico del pueblo mazahua ha tenido que transfigurarse, en el sentido de Bartolomé (2006), para persistir cambiando. De ahí que, con esta salvedad, permítame el lector decir que históricamente la región mazahua se asienta en los actuales municipios mexiquenses de Donato Guerra, Valle de Bravo, Villa de Allende, Villa Victoria, Ixtlahuaca, Jocotitlán, San Felipe del Progreso, Atlacomulco, El Oro, San José del Rincón y Temascancingo; además de los municipios de Susupato, Tlalpujahua, Angangueo, Zitácuaro y Ocampo en el estado de Michoacán. La imagen 1 ilustra esta región histórica de los mazahuas.
En otro ámbito regional (ahora construido con criterios económicos), la cercanía relativa de la zona mazahua a centros urbanos como el valle de México y la actual metrópoli de Toluca ha generado una dinámica regional en la que los desplazamientos territoriales por trabajo y la migración son componentes centrales para entender los estilos de vida de estas comunidades que combinan procesos migratorios (vinculados al mercado laboral) con actividades agrícolas. El espacio que habitan los mazahuas se encuentra dentro de la dinámica de la megalópoli del centro del país mediante la artículación económica (de bienes, personas, mensajes), de metrópolis y ciudades pequeñas. Se asume que la megalópoli del centro del país está integrada por la dinámica social, económica y cultural que existe entre las metrópolis del valle de México, de Toluca, de Cuernavaca, de Puebla y de Pachuca, con la preeminencia de la del valle de México (Garza, 2000), a cuya dinámica se subsumen pequeñas ciudades cuya articulación es difusa.
Los desplazamientos territoriales por trabajo conforman una práctica social visible en los estilos de vida de los mazahuas. Estos pueden terminar con un cambio de residencia, permanente o temporal, o tratarse de desplazamientos de días según dicta la jornada de trabajo (de lunes a viernes). Las investigaciones sobre mujeres mazahuas asentadas permanente o temporalmente en la ciudad de México, como producto de los desplazamientos territoriales por trabajo que desembocaron en procesos de inmigración interna, lo han descrito Lourdes Arizpe (1978), Ivonne Viscarra y Bruno Lutz (2013).
Muestra empírica de los desplazamientos territoriales por trabajo, se relaciona con la oferta de trabajo que se ha producido con el proceso de urbanización que experimenta la zona y cuyos insumos son los complejos industriales que se han asentado en Jocotitlán, Ixtlahuaca y Atlacomulco (es interesante que coincidan con los lugares que en tiempos prehispánicos fueron precisamente los altepetls o reynos mazahuas) (García Castro, 1999), lo que ha generado estilos de vida que combinan el trabajo asalariado con la agricultura (Ligori, 1991). De esta manera, los estilos de vida de la región mazahua, en su dimensión económica, pueden caracterizarse por una fuerte complementariedad entre las actividades agrícolas (articuladas con el ceremonial) y el trabajo asalariado. El primero delimita una serie de actividades del ciclo agrícola que va de la cosecha en los primeros días de noviembre (posterior a la celebración del día de muertos); la escarda en el mes de enero; la bendición de la semilla y la siembra en febrero (día de la Candelaria); el riego en abril y mayo (fiestas y ceremonias ofrecidas a San Juan Bautista y a la Santa Cruz); la limpieza del surco en el mes de julio; los elotes o primera cosecha en agosto (la fiesta de la Asunción) y nuevamente la cosecha en noviembre.
La segunda actividad refiere al mercado de trabajo y a las posibilidades reales y potenciales de realizar el comercio de los bienes que expenden los mazahuas. Este se puede caracterizar por tres componentes estructurales:
Las oferta laboral que la región ofrece a través de los establecimientos económicos fijos de venta de productos al menudeo y al mayoreo; los mercados itinerantes (llamados tianguis) que se instalan en distintos puntos de la región durante un día a la semana; los mercados tradicionales fijos y los llamados supermercados asentados en las cabeceras municipales además del comercio ambulante; por otro lado el trabajo en la burocracia municipal y en el sistema de educación que se despliega en la zona; además de la industria en los parques industriales de Ixtlahuaca, Jocotitlán y Atlacomulco que permite la empleabilidad de los mazahuas en jornadas laborales de ocho horas diarias. En este tipo de empleos, la movilidad territorial va de las comunidades (los hogares) al empleo (generalmente en las cabeceras municipales, que son pequeñas ciudades donde se concentra el trabajo; y en las fábricas que se localizan en los complejos industriales).
El segundo componente del trabajo asalariado lo constituye el hecho de encontrarse dentro de la dinámica megalopolitana, lo cual genera la posibilidad de la migración a centros urbanos tales como las metrópolis del valle de México o la de Toluca. Aquí se puede realizar la migración temporal o la migración llamada de “semana inglesa”. La primera obliga un cambio de residencia sin necesariamente perder el lazo y la interacción con la comunidad de origen; la segunda a un cambio de residencia que corre por los cinco días semanales para volver a la comunidad los fines de semana5. En esta labor se emplean los hombres como albañiles y las mujeres en el trabajo doméstico. Como puede verse, la albañilería como el trabajo doméstico obliga a una migración temporal y un posible retorno de fines de semana a la comunidad; mientras que el comercio permite mayor flexibilidad temporal por parte de quienes la practican.
El tercer componente refiere a la migración permanente, es decir, se trata de familias mazahuas que se han establecido en lugares distintos a su lugar de origen y han emprendido pequeños negocios relacionados con el comercio fijo de productos orientados al comprador. Interesa resaltar que estas familias no pierden la relación con la comunidad de origen, por lo que pueden recibir a paisanos, vecinos y parientes (la malla primaria del paisanaje), para apoyarlos en sus incursiones de comercio mediante los desplazamientos territoriales que obliga el comercio ambulante. Es en este sentido que el comercio ambulante se erige como una actividad económica que posibilita la red social en múltiples territorios para el pueblo mazahua. En este sentido cabe la afirmación de Pérez Castro (2007) cuando dice que la migración reconfigura a las comunidades en la medida que se utilizan los símbolos para adecuar las nuevas circunstancias al devenir de la vida. En esta dinámica emerge el actor red (Latour, 2005), expresada en las solidaridades primarias y al actor multi situado (Marcus, 2001), según indican los descubrimientos de esta investigación.
Centraré en la descripción de las modalidades de comerciar que han implementado los habitantes de San Agustín Mextepec como una estrategia de búsqueda de trabajo por ellos mismos implementada, es decir, por hacerse un lugar en la trama económica. Esta malla de migrantes/nuevos residentes establecidos en ciudades fuera de la zona mazahua funcionan como establecimientos comerciales fijos que hacen las veces de puntos energéticos para potenciar la actividad del comercio ambulante a los paisanos mazahuas. Los puntos de nueva residencia se encuentran en la ciudad de México (en el mercado de La Merced y zonas adyacentes); en la ciudad de Guadalajara (en las cercanías del mercado San Juan de Dios); y en Ciudad Juárez (en el comercio ambulante de las calles centrales). Otros lugares en los que han instalado establecimientos económicos fijos son Toluca, Durango y Zacatecas, además de Ciudad Altamirano, en Guerrero; y Morelia, Uruapan y Zamora en Michoacán. La imagen 2 muestra las ciudades donde se han instalado comercios de los mazahuas, construyendo así la posibilidad de la red social del paisanaje.
Capital y trabajo en la globalización
La producción capitalista actual se encuentra en su fase llamada globalización. Esto significa que las fronteras estatales tienen poca influencia sobre el capital o que los Estados tienen poco poder frente a los intereses del mercado. Significa, por tanto, la subordinación de la política fundada en el Estado Nacional a la centrada en la lógica del mercado transnacional (Brena, 2006: Bauman, 2011)6, apresurada y presionada por las instancias de fomento a la inversión de capitales internacionales (Fondo Monetario Internacional; Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio) (Leonard, 2013). Esta emergencia acumulativa tiene por cualidad principal la articulación completa de todas las regiones del planeta al proceso de producción-comercio-consumo capitalistas, mediante una fórmula de segmentación del consumo a escala planetaria descrita como que aquellos bienes que ya no se consumen “ahora” en un mercado, se consumirán “mañana” en otro cualquiera (a lo que se le ha llamado mercado segmentado)7, además de proyectar el consumo de elite (símbolos asignados a los bienes y publicitados mediante la fórmula que Annie Leonard (2013) llama la obsolescencia planificada que define y orienta compulsivamente el consumo), pero ahora de manera masificada. Significa también que los procesos productivos entran en una fase flexible en la medida que el esquema de la fábrica pierde sentido, pues muchas mercancías pueden producirse fuera de ella8; esto ha generado nuevas formas de explotación. Al mismo tiempo, la flexibilización de la economía refiere a la pérdida de los logros del trabajador frente al capital (sindicatos débiles, prestaciones nulas, salarios deprimidos, trabajo infantil, reclutamiento de personas por parte de organizaciones criminales)9; y la no responsabilidad ante el desgaste de los sistemas naturales o las llamadas externalidades del proceso industrial y agrícola empresarial. La forma más intensa de este capitalismo se encuentra en esa pulsión por convertir todo en un bien de mercado, es decir, convertir el agua, los genes y el cuerpo de las personas en bienes10.
La promoción de niveles de endeudamiento vulneran al deudor al incidir sobre su patrimonio; el fraude corporativo; la desposesión de activos (el ataque a pensiones y liquidaciones) mediante la manipulación de crédito y acciones; las transacciones de las burbujas financieras que terminan en crisis globales; la necesidad del desastre ecológico (ecocidio) para mantener las tasas de crecimiento (en zonas turísticas); son rasgos del capitalismo del siglo XXI, cuyos nuevos contornos se empezaron a vislumbrar en la década de los setenta con la emergencia de la tecnología informática (Castells, 2006). A este nivel de acumulación del capital, Harvey le ha llamado la acumulación por desposesión (2005:114).
Esta dinámica es la marca fundamental de la desigualdad a nivel global. Las formas de construir el trabajo por parte de los grupos vulnerables está enmarcada en condiciones estructurales de apropiación, no sólo de las mercancías, sino también de los conocimientos tradicionales sometidos a derechos de autoría individual (Toledo, 2006); del despojo de la tierra de las comunidades (indígenas y no indígenas) que serán sometidas a proyectos empresariales en nombre del crecimiento y el desarrollo (López Bárcenas, 2005) y la apropiación empresarial transnacional del genoma o de las patentes de la vida (Santos y López, 2008).
Todo parece indicar que la integración global de los pueblos indígenas del mundo se encuentra supeditada a mantenerse en los nichos de mercado mal pagados (eso no es novedad) y se pone ahora su base de reproducción, que es la tierra y los conocimientos sobre el manejo cultural del biosma y el germoplasma (Boegue, 2006:2010), en la balastra de la especulación comercial de capitalismo global, sobre todo en aquellos países que siguen bajo el modelo de producción extractivo de materias primas. Así, los pueblos indígenas han entrado en luchas permanentes para la defensa de sus tierras y sus conocimientos, como muestran las compilaciones de Composito y Navarro (2014) y Gutiérrez (2013).
Cabe preguntar, entonces, sobre el lugar que las comunidades mazahuas ocupan en esta economía global. Sabemos que las condiciones estructurales del capitalismo y los procesos productivos se encuentran funcionando como una unidad a escala global (Castells, 2006:120). También es cierto que los procesos productivos han separado de manera tajante al trabajo del capital; todo indica que el trabajo encuentra su mayor expresión como consecuencia de factores estructurales que causan la migración por hambre, pobreza y guerra, así se mueve el trabajo en la escala global (Castells, 2006). En este sentido, países con escasa integración global muestran un empresariado débil y con ello proyectan el grueso de sus actividades económicas mediante la informalidad11 y fundamentalmente las orientadas hacia sus mercados internos. En este margen es dónde se encuentran los comerciantes mazahuas que describo. Es decir, se trata de trabajadores que buscan su empleabilidad en un universo capitalista global que opera mediante la fórmula de desposesión (Harvey, 2005), (una acumulación originaria en acción permanentemente). Esto se observa en la medida que la zona mazahua se ha ido urbanizando de manera acelerada a punto tal que la tierra posee dos valores, el que le da la vocación agrícola y el que se le asigna por el hecho de convertirse en suelo de especulación inmobiliaria. De ahí que esta hechura del mercado interno constituya a la vez la ocasión para la reproducción de un nuevo sujeto mazahua en ciernes y constructor de nuevas instituciones colectivas12.
Los comerciantes ambulantes mazahuas que describo se pueden caracterizar como trabajadores que buscan su lugar en la economía, lo encuentran en el comercio de bienes orientados al comprador mediante el ambulantaje informal para posteriormente formalizarse en establecimientos fijos en distintas ciudades del país y generar a su vez más posibilidad de ambulantaje. Se trata de hacedores de mercado interno. La función del comerciante mazahua es marginal a la estructura global del capitalismo, pero se inserta en ella en la medida que “mueve” productos manufacturados en empresas cuya meta es la venta a un segmento de mercado de escasos recursos, es decir, orientados por cadenas en función del comprador13.
Los bienes toman varias caretas dependiendo de en qué manos se encuentren (Appadurai, 1991). En las del comerciante mazahua representa una posibilidad de ingreso familiar; en manos del ambulante de San Agustín, apenas comienza su recorrido. El bien ha pasado de mano en mano, se ha transformado en cada transacción, ha mutado de valor de uso en valor de cambio, pasando por el valor de (re) venta. Cuando llega a las manos del habitante de San Agustín, la pondrá nuevamente en el mercado que él conoce; el de la región, el de las comunidades vecinas, el de las cabeceras municipales cercanas, el de los mercados regionales y en los distintos estados del país por los que saben incursionar en sus prácticas comerciales. Las cadenas de interacción mercantil global incorporan a los vendedores ambulantes (Alarcón, 2008), de manera marginal y en la medida que ellos son sus propios procuradores y productores de trabajo, a través de la articulación de mercancías de bajo precio. La mercancía se convierte en “candidata” a venderse en los circuitos de mercadeo (o comercio) que el comerciante ha creado en su cotidianidad, como fuerza de trabajo en búsqueda de alternativas de ingreso económico familiar. Los comerciantes ambulantes extienden la vida de la mercancía como capital por realizarse, al introducirla en los circuitos propios de mercadeo regional y nacional. Ellos son generadores de mercado interno y las ganancias se invertirán en la manutención de los modos de vida (los cuales incorporan los compromisos ceremoniales). Se trata de campesinos comerciantes, un híbrido que se crea a sí mismo en el contexto de una agricultura precaria y minifundista con embates certeros de urbanización.
El tipo de mercancías y la red social del paisanaje
“Un producto para el comercio ambulante no pesa, debe ser ligero y debe ser barato, es uno que puedas cargar y caminar con él en tu espalda y brazos, que te permita moverte con facilidad y que sea atractivo para un posible comprador, o sea, que sea barato”. Esta narrativa describe bien lo que es un producto susceptible de entrar en la ruta comercial del ambulantaje.
La articulación con las cadenas productivas globales es marginal y esta marginalidad puede ilustrarse en la siguiente narrativa de un comerciante: “mira, yo puedo comprar herramientas mexicanas, esas son de muy buena calidad, pero es muy cara y muy difícil de vender, por ejemplo, un candado hecho en México me lo venden en 18 pesos, entonces yo lo tengo que dar en 25 o 22 para tener una ganancia, pero ya se les hace caro, en cambio compro uno de China o Taiwan me sale en siete pesos y fácil lo vendo en 15 o 16 , ya lo estoy doblando y a la gente no se le hace caro”. Más que decir el origen global de los bienes aduce a las formas de construirse el propio trabajo y, por ende, a las formas de constituirse, socialmente, los mazahuas.
Las mercancías se compran sobre todo en los almacenes de las ciudades de Toluca, México y Guadalajara. Estos almacenes tienen como propietarios a paisanos de la comunidad de San Agustín o de comunidades vecinas que exploraron la posibilidad de establecerse de manera fija. Es por eso que he explorado la pertinencia del actor red para explicar la red social del paisanaje. Esto permite que los paisanos lleguen con confianza a dichos almacenes a comprar sus respectivas mercancías, para después (re) venderlas. El establecimiento fijo ofrece la mercancía a precio de mayoreo y el vendedor ambulante la da a precio de menudeo. En esta transacción se pueden adquirir bienes con crédito o hasta de manera fiada, y esta posibilidad sólo es realizable en la medida que las relaciones se sustentan en el paisanaje, es decir, son el resultado de los apegos colectivos primarios manifestados en forma de red social que liga distintos territorios. La forma mercantil de estos bienes se sustenta en una forma social primaria que aquí destaco como el paisanaje, que incluye el ser vecino de la comunidad, el ser vecino de una localidad vecina a San Agustín, el ser pariente, el hablar la lengua mazahua, el conocer a amigos en común, etcétera. De esta suerte, los almacenistas de las tres ciudades se articulan con la economía “regulada”, al tiempo que ellos mismos propician el ambulantaje al ser los “surtidores” de mercancías, a sus paisanos, y desplegar así esta modalidad mercantil llamada ambulantaje.
De esta forma, la red social del paisanaje es catalizadora de esta actividad y conforma una cadena de vinculación entre el mercadeo establecido o fijo y el mercadeo ambulante. En esta articulación se juega la sobrevivencia de las familias pobres y su contribución al sistema festivo y ceremonial de las comunidades indígenas. De esta forma, el comercio o la (re)venta de mercancías se incorpora a las actividades económicas, completando así el ingreso familiar (que se compone del producto agrícola, el formar parte de un programa de subsidio público, la recolección de algunos productos del monte, el trabajo asalariado en la industria regional, en la albañilería o el servicio doméstico, el ser trabajador burocrático de la administración municipal o del sistema de educación pública), a la vez que configura un modo de vida en tanto que alguna cantidad de dicho ingreso se destina al fondo ceremonial, para recordar una vieja contribución de Erick Wolf (1977) 14.
Las distintas formas de interacción mercantil implementadas incluyen a vecinos, amigos, conocidos y parientes, para movilizar recursos, dinero, mercancías y personas. De esta forma el actor red, como indica Latour (2005), implica no sólo a las personas sino también a las mercancías. Por ejemplo, en la modalidad de mercadeo llamada “el viaje”, se incorporan un grupo de amigos, vecinos o parientes, para salir a vender a distintas provincias del país a cambio de un salario, salario que invertirán, posteriormente, en la compra de mercancías para la reventa, alcanzando así cierta independencia laboral. Algunas unidades familiares, las más pobres, salen en busca de hongos, frutos, maderas y flores silvestres que venden en los tianguis regionales, algún día de la semana, y de cuyos ingresos invierten en mercancías para la reventa. Otra forma de adquirir dinero es vendiendo parte del producto agrícola. Esta estrategia varía en función del tamaño de las hectáreas de las unidades domésticas y de la productividad anual alcanzada15.
El hecho de que existan vecinos o parientes con establecimientos fijos en los que se pueden adquirir mercancías para el ambulantaje articula a los mazahuas dentro del territorio regional y nacional como conjunto de nodos (puntos fijos) que permiten la movilidad territorial para el comercio ambulante. La red social del paisanaje encuentra un entramado espacial que consiste en puntos fijos y rutas comerciales de ambulantaje regional, explicable a partir de la red que se forma desde los pegamentos colectivos primarios. Esta red cobra importancia en la medida que se sustenta en el confianza, aspecto que le permite potenciar el crédito, el préstamo o la fianza. Es común encontrar que muchos dueños de establecimientos económicos fijos fían la mercancía a sus paisanos, quienes salen a venderla, regresan con dinero para pagarla y paulatinamente van consiguiendo más dinero para reinvertir en su propia mercancía16. Por ejemplo, el caso de un joven que tiene un establecimiento fijo en Zamora, habla su padre desde San Agustín Mextepec: “cuando no tenemos dinero y queremos comprar mercancía, conseguimos para el camión para que mis otros hijos se vayan con su hermano, el de allá (el poseedor del establecimiento fijo en la ciudad de Zamora) les presta mercancía y entonces salen a venderla, cuando regresan de venderla entonces le pagan la mercancía a su hermano, pero ya ellos obtuvieron una ganancia”. En este ejemplo el parentesco se erige como el lazo que potencia y permite el comercio ambulante, no obstante que esta apreciación es extensible a los otros tipos de lazos primarios tales como la vecindad, la amistad y el ser conocidos; aspectos constitutivos de lo que llamo la red social del paisanaje, construida por este actor red de solidaridad primaria.
Permítame el lector matizar el argumento de la confianza. Hasta aquí se ha valorado positivamente la red social del paisanaje, pero es un hecho que esta misma reproduce la diferenciación social de la riqueza al interior de las comunidades, lo cual ha generado también la constitución de la usura a altos intereses. De la misma forma, las morosidades de algunos individuos son constantes, y ello resulta problemático, aunque se diga que ésta puede ser subsanada en la medida de la participación en eventos culturales de la comunidad, tales como las mayordomías o los padrinazgos en ocasiones ceremoniales, es un hecho que los conflictos van en aumento dadas las actividades de comercio practicadas.
Hasta aquí he descrito a los comerciantes mazahuas como trabajadores que buscan su lugar en la economía. Ellos muestran patrones similares a los del trabajo global (desplazamientos territoriales obligados, sin derechos laborales, sin seguridad social, etcétera). En esta búsqueda han elegido una serie de mercancías (los productos de jarcería17 que están orientadas al comprador) que los colocan marginalmente en la economía global pero de lleno en el mercado interno y, la articulación entre el trabajo formal e informal se da a través de los lazos primarios que se derivan de la red social del paisanaje. En la estructuración de sus actividades económicas los desplazamientos territoriales han jugado un papel estelar, pues a través de ellos se han establecido algunas unidades familiares con un establecimiento fijo que expende dichas mercancías, los cuáles se han convertido, a su vez, en proveedores de mercancías para los paisanos. La actividad económica del comercio ambulante y el comercio fijo de estos bienes se “monta” en una red social de lazos primarios que he llamado de paisanaje. Así, los establecimientos fijos y el ambulantaje se articulan mediante esta red social primaria. Ahora describiré las formas de mercadeo, o modalidades de comercio, que practican los habitantes de San Agustín Mextepec.
Las modalidades de comercio y los circuitos de mercadeo
La acción del mercadeo supone un seguimiento de las mercancías al interior de esta red social. Para este caso, el mercadeo representa las incursiones de comercio que la red social del paisanaje permite y potencia con sus singulares mercancías. Los circuitos de mercadeo obtienen potencial en la medida que los nodos (comercio fijo) se conectan con las rutas y los trayectos comerciales (desplazamientos por comercio). A la unión de estos componentes le llamo circuitos de mercadeo, es decir, representan las posibilidades de vender según el abanico de opciones que consisten en aprovechar la infraestructura urbana regional y la red social del paisanaje para la realización del comercio. Esta es la infraestructura en red. Esta definición parte de reconocer que “los actores codifican la significación de las cosas. Desde una perspectiva metodológica son las cosas en movimiento las que iluminan el contexto social y humano” (Appadurai, 1991:19). De esta manera, los bienes puestos en los mercados expresan los orígenes sociales de quienes los ofertan y de quienes los demandan, al proyectar gustos y usos cotidianos, pero también accesibilidad monetaria.
El mercado intercomunitario
En la región del valle de Toluca, las distintas comunidades se dedican en mayor o menor medida a diferentes actividades económicas, aunque todas ellas mantienen, por ahora, a la agricultura de minifundio como actividad común18. Es dable encontrar una multiplicidad de empleos con cierta especialización que derivan en diferentes nichos de mercado (profesionistas, maestros de educación básica, albañilería, comerciantes, el trabajo como obrero en la industria, etcétera). Esta diferenciación social de actividades económicas se convierte también en un potenciador del comercio ambulante en la medida que conecta a los miembros de las distintas comunidades en función de su actividad de especialización. Por ejemplo, un comerciante de San Agustín Mextepec dice: “todos los sábados voy a Ixtlahuaca a cazar a los de San Pedro y los Mavatís para venderles herramienta. Les llevo llaves, pericos, desarmadores, martillos, metros. Aprovecho que los sábados regresan de trabajar”. El hecho de que una cantidad considerable de los habitantes de San Jerónimo Mavatí y de San Pedro el Alto sean albañiles y obreros, permite potenciar el intercambio comercial de herramientas que los habitantes de San Agustín Mextepec despliegan19.
De la misma manera, es común observar que hay grupos de mujeres que bajan de comunidades de la montaña, como Fresno Nichi, San Antonio de las Huertas y las ya enclavadas en el municipio de Villa Victoria, a vender sarapes y cobijas a las casas que se asientan en San Agustín Mextepec o en Emilio Portes Gil, comunidades ubicadas en el valle de Toluca. Esta venta la realizan negociando cara a cara y en muchas ocasiones implica el trueque de mercancías; lo mismo sucede con mujeres que llegan de comunidades cercanas a la presa de Villa Victoria con pescado, ajolotes, madera y ocotes20. Este tipo de mercadeo es muy frecuente en la región y se encontrará vivo hasta que los ambientes naturales sigan proveyéndolos.
Los mercados tianguis itinerantes de un día a la semana
San Agustín Mextepec es una comunidad asentada en medio de un sistema de mercados ubicados en el norte y centro del valle de Toluca. Esos mercados son tianguis sobre ruedas que se establecen itinerantemente un día a la semana en algún lugar de la región y que se erigen como nodos de mercadeo que atraen a los vendedores y consumidores de mercancías de las comunidades vecinas, entre ellas San Agustín Mextepec21.
En dichos mercados, de entre los comerciantes de San Agustín, además de los que venden cargando la mercancía de manera ambulante, hay quienes poseen puesto fijo que deben armar con mantas y tubos cada día que les toca vender, según se trate de determinado mercado. El cuadro 1 ilustra el sistema de mercados que constituye la red de mercadeo itinerante susceptible de uso y movilidad, a los que acuden los habitantes comerciantes de San Agustín Mextepec. Estos mercados son nodos fijos de un día a la semana que movilizan a personas para el mercadeo de sus productos y mercancías.
Cuadro 1. Sistema de mercados itinerantes para el ambulantaje en la región norte del valle de Toluca
Es importante mencionar que muchas familias aprovechan esta modalidad de tianguis para vender no sólo los productos de jarcería, herramientas y estropajos de los que hemos hablado, sino también los bienes recolectados en el monte (quelites, hongos, zetas, frutos silvestres, etcétera), además de los pescados de las lagunas y los animales de corral, sobre todo guajolotes y gallinas, que serán consumidas en el ceremonial festivo.
El día domingo se establecen dos mercados; el de la cabecera de San Felipe del Progreso y el de Santa Ana Nichi, una localidad que pertenece al mismo municipio. Es interesante anotar que en el primero hay cinco propietarios de puesto, oriundos de San Agustín, y en el segundo, tres. En ambos mercados el ambulantaje es extremo y es común ver que los dueños de puesto fijo mandan a sus hijos al ambulantaje por los pasillos de los respectivos mercados. Es decir, el puesto fijo del establecimiento itinerante de un día a la semana produce las condiciones para el ambulantaje al mandar a miembros de la familia a vender deambulando22. Los lunes sucede lo mismo, los propietarios son al menos diez puesteros oriundos de San Agustín, y al igual que los otros mercados, los dueños de puesto fijo mandan a sus hijos al ambulantaje por los pasillos del mercado de Ixtlahuaca. Los restantes mercados, a excepción del de Maravatío en el que dos unidades familiares tienen puesto, no cuentan con gente de San Agustín con derechos a vender en dichos mercados itinerantes, pero esto no implica que residentes de San Agustín salgan a vender sus mercancías de manera ambulante. Este sistema de mercados itinerantes conforma un universo de posibilidades para insertarse en el comercio ambulante23.
Vender en los pueblos, el comercio que se nombra ranchear
El término “ranchear” es acuñado por los pobladores para designar a la acción de ir a vender a los pueblos vecinos (intercomunitario) y a las cabeceras municipales (pequeñas ciudades) de la región tales como Ixtlahuaca, San Felipe del Progreso, Jocotitlán o Atlacomulco. Se colocan en alguna esquina de la calle a ofrecer sus productos y esquivar a la autoridad que quiere cobrarles o quedarse con su mercancía. Los lugares más comunes para instalarse son los de alta concurrencia como las afueras de los mercados, los palacios municipales, las escuelas y en las plazas centrales. Es común ver a adultos acompañados de sus hijos más pequeños. Uno puede encontrarse al niño vendiendo y no saber que la señora que vende el mismo producto “en aquella otra esquina” es su madre, tía o abuela.
Por otro lado, los que deseen vender bienes en esta modalidad pueden pedir fiada la mercancía a sus vecinos de comunidad que son los propietarios de los establecimientos económicos fijos que se encuentran en el mismo San Agustín Mextepec y salir, así, a vender. Una vez que han realizado la venta, regresan a pagar la mercancía fiada. Importante a destacar es decir que la región conforma un sistema de pequeñas ciudades susceptibles de ser usadas por los comerciantes ambulantes oriundos de San Agustín Mextepec. En este sentido, la dinámica megalopolitana mantiene una articulación permanente de actividades económicas pese a la difusividad con la que se compone.
El “viaje”, un nombre para comerciar en el interior del país
Este tipo de circuito comercial es el que más ingresos monetarios genera para los habitantes de la comunidad pero a la vez es el que se realiza de forma más esporádica. Obliga además a una ausencia de mayor temporalidad y se realiza en el tiempo de descanso de la tierra (de agosto a febrero). Mientras que el comercio nombrado “ranchear”, el intercomunitario y el que aprovecha la infraestructura de mercados itinerantes no rebasa la dimensión regional e intervienen en él mujeres y niños; el comercio nombrado “el viaje” se inserta en varias regiones del país y lo realizan sólo hombres adultos dirigidos por una persona que posee una camioneta o un pequeño camión.
Por ejemplo, un vecino de San Agustín, que cuenta con una camioneta, ha invertido 15 mil pesos en almohada que compró en la ciudad de México; otra parte de ella se la han fiado, pues la adquirió en un establecimiento fijo cuyo dueño es su primo hermano. Se ha puesto de acuerdo con dos o tres acompañantes de la misma comunidad (que por lo regular se trata de parientes o compadres), quienes irán a ayudarle a vender la mercancía. Cada par de almohada salió en 30 pesos24, sus acompañantes le deberán entregar por cada par vendido la cantidad de 60, lo que los obliga a vender el par de almohadas por una cantidad mayor, si quieren obtener su propia ganancia, poder pagar sus gastos de viaje y regresar a la comunidad con algún dinero. 500 pares de almohadas se venden entre 20 y 30 días, por lo que el tiempo en que se esté fuera de la comunidad dependerá de la cantidad y de la destreza para venderlas. Las ganancias para el que invirtió su dinero oscila los 15 mil pesos, y para los vendedores dependerá de la destreza que hayan mostrado en la venta, pero generalmente regresan con un ingreso alrrededor de los 4 mil y los 6 mil pesos.
Como dije antes, este circuito de mercadeo se inserta en el ámbito nacional. Las rutas de esta modalidad de comercio son las siguientes y pueden verse en la imagen 3:
Morelia - Uruapan - Nueva Italia - Apatzingan, en Michoacán
Zamora - Morelia - Guadalajara, en los estados de Michoacán y Jalisco
Guadalajara - Chapala - Ajijic - La Barca - Ocotlán, en Jalisco
Tepatitlán - Jalostotitlán - San Juan de los Lagos - Lagos de Moreno - Ojuelos, en Jalisco
León - Celaya - Guanajuato - Querétaro - San Juan del Río, en los estados de Querétaro y Guanajuato
San Luis Potosí - Rio Verde - Ciudad Valles - Ciudad Mantes, en los estados de Tamaulipas y San Luis Potosí
Chihuahua - Ciudad Juárez - Casas Grandes, en Chihuahua
Iguala - Ciudad Altamirano, en Guerrero
Zacatecas - Fresnillo - Durango, en los estados de Zacatecas y Durango
Las rutas o desplazamientos de mercadeo se intersectan con las ciudades en que los habitantes han abierto un establecimiento fijo. Las incursiones potencian la inversión en mercancías para la reventa, pues la existencia de establecimientos fijos pertenecientes a la red social del paisanaje lo permite. Estas rutas de mercadeo se consolidan dados los pegamentos colectivos primarios que la malla del paisanaje permite, de tal suerte que el establecimiento fijo potencia el comercio ambulante en el marco de constitución social del sujeto mazahua que se crea un trabajo para sí.
Conclusiones
He abordado el caso de estudio desde la descripción de las modalidades de comercio que realizan los habitantes de San Agustín. Se trata de una actividad accesoria y complementaria, que las unidades familiares despliegan, y cuyos ingresos se diversifican en función de los que provienen de la agricultura de minifundio, de las dádivas del subsidio público, el trabajo asalariado en las fábricas, en la educación pública, en las oficinas de gobierno y las diversas modalidades de este comercio ambulante que describí como el mercadeo intercomunitario, el ambulantaje en los mercados itinerantes que se asientan en la región, el comercio llamado “ranchear”, todos ellos en el territorio cercano a San Agustín, cuya dimensión es regional; y el comercio llamado “el viaje”, que se realiza en distintas rutas del país y que requiere y necesita de la malla social del paisanaje, cuyo planteamiento teórico puede circunscribirse al actor red con base en la solidaridad de los lazos primarios.
La red social del paisanaje representa la posibilidad de articulación entre el comercio fijo y el comercio ambulante, pero fundamentalmente la posibilidad de regenerar el lazo de pertenencia a la comunidad de origen, de ahí que los que han trasladado su residencia a una ciudad no rompen, por el contrario, mantienen una estrecha relación potenciada por la actividad del comercio que obliga a la interacción de sus habitantes. Esta conclusión coloca este lazo primario consecuencia de la precariedad del trabajo que despliegan los mazahuas, pues la escasez de fondos de retiro, de seguridad social e ingresos fijos, obliga a un regreso a la comunidad para el cuidado de la salud, de la vejez y la atención de la muerte.
He planteado que este tipo de comercio representa una modalidad de búsqueda de un lugar en la economía, por parte de estos trabajadores. He dicho que las mercancías con las que ellos trabajan se encuentran en la cadena de producción - comercialización orientadas al comprador, es decir, se trata de bienes del hogar fundamentalmente. Ahora bien, si bien asistimos a una economía que actúa como una unidad en la totalidad del planeta (Castells, 2006), no significa que todos los bienes y todo el trabajo se encuentren en la dinámica del mercado global, abriendo la posibilidad clara de que haya actividades que se orienten más hacia el mercado interno. Es por eso que las mercancías que los ambulantes mazahuas venden, los colocan como hacedores de mercado interno, rozando marginalmente el mercado global cuando compran mercancías de importación barata, tales como herramientas o utilería de fantasía, generalmente hechas en China.
El artículo concluye, como pudo ver el lector, que desde el punto de vista de los bienes, los comerciantes mazahuas no están globalizados (o se encuentran en los márgenes de la globalización sin darse por enterados). No obstante, si lo vemos desde el punto de vista del trabajo, y en la medida que, como afirma Castells (2006), el trabajo parece estar más bien en la condición de acoplarse a los movimientos del capital globalizado, estando la migración de los lugares de origen (por hambre, por miseria, por pobreza, por violencia, por guerra) en la base de dicho acoplamiento, se puede afirmar que los comerciantes ambulantes mazahuas manifiestan estos patrones, lo que indica pertenecen a este tipo de categoría social, aspecto que ilustra una cualidad del trabajo precario en los tiempos del capitalismo global. De esta manera, se concluye que los mazahuas son hacedores de su propia forma de insertarse en la economía. Desde las mercancías con las que comercian, su inserción a la economía global es marginal, pero desde el trabajo, su comportamiento es el del actual trabajo precario global, es decir, requiere de desplazamientos y migraciones para realizarlo, pues los lugares de origen no lo generan.
Una cualidad específica para estos hacedores de mercado interno es la extensibilidad de sus lazos primarios mediante la red del paisanaje, lo que vincula ciudades del país con la comunidad y el establecimiento fijo con el ambulantaje. En este sentido, se enumeraron las distintas formas de comerciar que la región ofrece. Si bien esta malla social puede sustentarse en la confianza que los factores primarios otorgan, no se debe pensar que se trata de una sociedad armoniosa, pues hay casos de relaciones conflictivas por deudas.
Queda la cuestión de por qué focalizar en este tipo de mercancías. En el trabajo aduje que la región se dedicaba a la extracción de raíz de zacatón para luego manufacturar escobetillas para el hogar. Si bien estas empresas exportaban dichas escobetas, cuando compitieron con los productos de plástico vieron mermado su potencial exportador. Es por eso que los empresarios de aquellas escobetas, criollos y mestizos poderosos habitantes de las cabeceras municipales, deciden abandonar el negocio y éste pasa a manos de los mazahuas (ahora con productos hechos de plástico), pero ahora bajo la modalidad de una red de mercado que conjunta el comercio fijo y el ambulante en el mercado interno.
Puedo afirmar que se trata de una zona de intensa erosión en sus sistemas ecológicos naturales (en este caso debido al proceso de urbanización) que despoja a una masa considerable de personas de la agricultura y los “avienta” a los trabajos de dependencia al dinero. En este sentido, la zona mazahua ha experimentado procesos de pérdida de capacidad del suelo para la agricultura y con ello los conocimientos en torno a los cultivos. La salida estratégica que han elaborado ante este “despojo silencioso”, pero eficaz, de su entorno natural y cultural es la del comercio ambulante y los desplazamientos territoriales. Sin duda en esas estrategias se juega la existencia de los pueblos indígenas y será la marca de los tiempos actuales en que el capitalismo por desposesión, según la fórmula expresada por Harvey para definir este estado de acumulación global (2005), empuja a los pueblos de sus tierras de origen. En este sentido, los tiempos por venir no prefiguran sino conflictos y violencias que serán efectos de este reacomodo territorial por el que atraviesa el trabajo y el capital.
Se puede concluir que los desplazamientos mazahuas por comercio y trabajo representan la actividad que los mismos mazahuas se han procurado para constituirse en sujetos sociales, y en la misma medida que la realizan, se configuran a sí mismos como verdaderos hacedores de mercado interno. De ahí que, desde la perspectiva del actor red plateo que son los mazahuas los propios constructores de su devenir, forjando en ellos las nuevas formas de ser, la emergencia de un nuevo sujeto social definible por el despliegue de sus prácticas de vida. No obstante, si bien reconozco esta posibilidad de agencia, también incorporo los límites de su propio diseño socio cultural a la etapa actual de acumulación que obliga a la emergencia del trabajo precario y de nula protección, como los componentes estructurales que definen los límites para la reinvención cultural. Estructura y agencia se articulan para crear identidades culturales nuevas e instituciones transfiguradas a contextos nuevos.