A partir de los datos de italianos inscritos en los registros consulares, la migración de ese origen en 2016 ha aumentado 15.4 % con respecto al año anterior (Fondazione Migrantes, 2017). Este porcentaje es incluso más elevado, de 23.3 %, si se considera la franja de edad que va de los 18 a los 34 años. Esta tendencia se confirma si observamos un periodo más dilatado en el tiempo. Así, de 2010 a 2016 se verifica un balance migratorio anual negativo para el conjunto del país, en continuo crecimiento, a partir del contraste entre los datos de los registros de altas y bajas en Italia y en los consulados (Fondazione Migrantes, 2017). Es más, el porcentaje de licenciados que trasladaron su residencia al extranjero en 2014 fue de 30 % del total de emigrantes, a partir de las bajas en los registros en Italia, aunque cabe destacar que el porcentaje de licenciados en Italia es netamente inferior al promedio europeo: la incidencia de los licenciados en el total de las personas emigrantes de entre 30 y 34 años, en 2014, era de 23.9 % en Italia, y de 37.9 % en la Unión Europea (Coccia y Pittau, 2016).
La migración altamente calificada de los jóvenes italianos es un tema que, desde hace unos diez años, despierta el interés de los investigadores, de los medios de comunicación, así como de la clase política. La atención ha ido en aumento y ha desatado una espiral negativa: entre más jóvenes altamente calificados se mudan al exterior, más se discute sobre el tema en Italia, y más estos jóvenes se sienten enjaulados en su propio país y sienten la necesidad de trasladarse para poder aspirar a cargos laborales que se adapten mejor a su perfil. El caso italiano es, sin duda, singular, puesto que el país es miembro de la OCDE y es la cuarta economía más importante de la Unión Europea, después de Alemania, Reino Unido y Francia, y por tanto no puede catalogarse entre los países de ingreso bajo o medio (World Bank, 2017), en los que la migración de personas altamente calificadas cuenta con una larga tradición.
Las razones por las cuales los jóvenes italianos deciden trasladarse al extranjero (Gallo y Staniscia, 2016; Montanari y Staniscia, 2017) no son muy diferentes a las de otros países del sur de Europa -Portugal, España, Grecia-, donde se observan tendencias similares (Ganga, Silva, Gomes, Vaz, Lopes, Silva, Cerdeira, Cabrito, Magalhães, Machado-Taylor, Peixoto, Patrocínio y Brites, 2016; Domínguez-Mujica y Pérez-García, 2017; López-Sala, 2017; Pratsinakis, Hatziprokopiou, Grammatikas y Labrianidis, 2017; Pumares, 2017). Entre estas razones resalta que la migración altamente calificada de los jóvenes italianos está vinculada con (i) el alto índice de desempleo juvenil (40.7 % en el último trimestre de 2016 en la franja de edades de 15 a 24 años, y 18.3 % en la franja de edades de 25 a 34 años -Istat, 2017a), sobre todo en el sur del país (56.57 % en el último trimestre de 2016 en la franja de edades de 15 a 24 años y 31.0 % en la franja de edades de 25 a 34 años -Istat, 2017b); (ii) el alto índice de percepción de corrupción: en 2013 58 % de los italianos pensaba que la corrupción era un fenómeno ampliamente extendido y 74 % estaba convencido de que la gravedad del fenómeno había aumentado durante los tres últimos años (EC, 2013); y (iii) el alto nivel de desconfianza en las posibilidades de recuperación del país, que provoca que 50 % de los estudiantes que han alcanzado la mayoría de edad afirmen estar interesados en migrar al extranjero al terminar sus estudios (Rosina, 2013). Los resultados de un estudio comparativo entre jóvenes residentes de seis países europeos (Francia, Alemania, Italia, Polonia, Reino Unido y España) indican que los italianos son los que consideran que han aprovechado en mayor medida la posibilidad de realizar un periodo de estudio en el extranjero (32.8 % de los entrevistados), son unos de los más satisfechos con la experiencia (84.3 % de los entrevistados) y son aquellos que se muestran más propensos a trasladarse al extranjero para trabajar (70.8 % de los entrevistados) (Bichi, 2017).
En estos temas convergen la globalización, la crisis económica, el retraso de algunas áreas del país (el sur) y la incapacidad de las clases dirigentes, la ausencia de una estructura empresarial sólida, factores que se mezclan para delinear un relato -en ocasiones retórico- de la ineptitud del sistema del país para retener a sus “talentos”.1 Si observamos el mapa de la movilidad internacional de los jóvenes italianos, descubriremos, sin embargo, que la migración al exterior no es exclusiva de las áreas geográficas consideradas más pobres, sino que se presenta también en las áreas ricas del país (Gallo y Staniscia, 2016). Los datos oficiales revelan, además, que en el periodo de 2008 a 2014, el número de jóvenes italianos (de entre 18 y 39 años) emigrados fue de 208 818, y 72 904 regresaron en el mismo periodo, resultando en un saldo migratorio negativo de 135 914 personas jóvenes. Este dato, además, según el Instituto de Estadístico Italiano, ha seguido aumentando en los últimos años (ISTAT, 2017c).
Teniendo en cuenta lo anterior, pretendemos verificar si la crisis -económica, laboral, de confianza- italiana es la causa determinante de la migración de los jóvenes italianos y si existen factores psicológicos y culturales asociados con la personalidad de los jóvenes, las características de los núcleos familiares o con la confianza sobre el futuro del país. Tras un análisis de la literatura internacional reciente en materia de migración de jóvenes altamente calificados, se presentará la metodología empleada y se realizará un análisis de los resultados obtenidos en campo.
Migración de jóvenes altamente calificados: una aproximación teórica
La migración altamente calificada es, desde hace muchos años, protagonista del debate científico (Mendoza, Staniscia y Ortiz-Guitart, 2016) y ha tenido que ver, sobre todo al principio, con la consideración de la movilidad proveniente de países en vías de desarrollo hacia países con más desarrollo económico,2 siguiendo un modelo macro de interpretación de las migraciones internacionales (Koser y Salt, 1997). El debate científico se concentró, inicialmente, en los riesgos que suponía la migración calificada en términos de pérdida de capital humano en los países de origen y las oportunidades para los de destino; el concepto “fuga de cerebros” es un buen ejemplo de ello (Bhagwati y Hamada, 1974). La cuestión concernía y sigue concerniendo a problemas de desequilibrio territoriales entre países, regiones y lugares (Koser y Salt, 1997). Sucesivamente, otros estudios demostraron las posibles repercusiones positivas también en los lugares de origen, a través de los envíos de dinero por parte de los migrantes y, sobre todo, en términos de aportes de nuevos conocimientos y del regreso de un capital humano enriquecido gracias a la experiencia migratoria (Koser y Salt, 1997).
En cuanto a los motivos determinantes de dicha movilidad, Fratesi (2014) propone una síntesis de distintas posiciones teóricas. Una primera interpretación toca el carácter y los rasgos individuales de las personas altamente calificadas (micro- level models, en la definición de Koser y Salt, 1997). Estas personas se distinguen por una propensión mayor a la movilidad con respecto a las demás, aunque en teoría cuenten con mayores probabilidades de encontrar trabajo en sus lugares de origen (Coulombe y Trembley, 2009). Estas personas intentan maximizar sus recursos siguiendo una línea de interpretación de carácter economista, dirigiéndose a lugares con oportunidades laborales más provechosas (Bradatan, 2016) y con una calidad de vida alta. Varios estudios demuestran una relación positiva entre la movilidad y el aumento del éxito económico y el progreso en términos de carrera (Pekkala, 2002). En este grupo de personas encontramos a los académicos; personas propensas a la movilidad por vocación y por necesidad. Si bien los motivos personales a la hora de entender una migración internacional no es reciente en el debate científico (Jennings, 1970; Morrison y Wheeler, 1976), sigue despertando interés en la literatura actual (Frieze y Li, 2010; Tabor, Milfont y Ward, 2015). Boneva y Frieze (2001) llegan incluso a emplear la expresión personality syndrome como el impulso de una persona a dejar su país de origen y trazan las siguientes características de un individuo propenso a la migración internacional: (i) es muy orientado hacia la carrera, (ii) aspira a resultados importantes en términos de éxito y poder, (iii) presenta poco arraigo a la comunidad local, y (iv) no atribuye un papel central a la familia.
Siguiendo la línea propuesta por Fratesi (2014), los desequilibrios presentes en los mercados laborales regionales serían la segunda gran causa de emigración de este colectivo de alta calificación. Algunas regiones tienen la capacidad de ofrecer puestos de trabajo de alto nivel, por lo que resultan atractivas para el personal altamente calificado. Se instaura así un círculo virtuoso en el que la presencia de personas altamente calificadas sirve de estímulo para la productividad y posibilita el crecimiento y la creación de nuevos puestos de trabajo (Partridge y Rickman, 2003). En la capacidad de algunas regiones de atraer a personal altamente calificado, la presencia de las universidades desempeña una función relevante (Faggian y McCann, 2006), puesto que tienen las condiciones necesarias para generar innovación además de transmitir conocimientos, por lo que contribuyen a la creación de un entorno atractivo. Los investigadores y los académicos serían portadores de valores positivos, de tal forma que se valorizan los lugares, a los que se trasladan conocimientos, talento y creatividad, generando aún más innovación y crecimiento económico (Iredale, 2001; Florida, 2005; Bauder, Hannan y Lujan, 2017).
En el caso concreto del sur de Europa, se podrían observar ambas razones: la micro o personal y la estructural de desigualdad en los mercados laborales. De hecho, estas posiciones teóricas no son contradictorias, sino que a menudo incluso son complementarias. De hecho, uno de los desequilibrios del mercado laboral de estos países radica en los altos índices de desempleo juvenil que se han agravado debido a la crisis económica. Los países del sur de Europa han demostrado ser incapaces de generar empleo, “echando” a los jóvenes, quienes son “atraídos” por los países del centro y del norte del continente, así como por países no europeos con un desarrollo económico adecuado y con la capacidad de utilizar y valorizar los recursos de estos jóvenes. Así, pues, los sistemas económicos del sur de Europa se caracterizan por un exceso de oferta altamente calificada (Labrianidis, 2014) y por una falta de competitividad y transparencia en los sistemas de reclutamiento, en los que suele darse prioridad a las redes de familiares y amigos (Becker, Ichino y Peri, 2004).
De esta forma, se podría hablar de una nueva “fuga de cerebros” (Becker, Ichino y Peri, 2004; Labrianidis y Vogiatzis, 2013), debida a factores propios del sistema: los países del sur de Europa que se caracterizan por la ausencia de meritocracia, la corrupción, la gerontocracia (Hadjimichalis, 2011) y, por consiguiente, los “jóvenes talentos huyen”3 hacia países en los que puedan verse reconocidas, utilizadas y valoradas sus capacidades (King et al. 2014; Labrianidis, 2014). Los países más atractivos son aquellos caracterizados por una alta inversión en investigación y desarrollo (Hunter, Oswald y Charlton, 2009), capaces de atraer los mejores recursos (Williams y Baláž, 2008). Esto es particularmente cierto en el ámbito académico, puesto que los métodos de reclutamiento en las naciones del sur de Europa, en muchos casos, se basan en criterios no meritocráticos (King y Conti, 2013).
Además, las políticas de movilidad por motivos de estudio, de formación, de trabajo y de investigación activadas por la UE (por ejemplo, los programas ERASMUS y SÓCRATES, el programa LEONARDO), la existencia de un Espacio Europeo de Investigación (EEI), o las iniciativas para promover el empleo juvenil (Youth on the Move, Youth Employment Package, Youth Guarantee, European Job Mobility Portal-EURES) han favorecido la creación de un mercado único de trabajo y la eliminación de barreras a la movilidad. La importancia de los programas de intercambio estudiantil en el contexto de la UE y de la creación de un Espacio Europeo de Investigación para la generación de flujos de movilidad se reconoce desde hace bastante tiempo en la literatura como un elemento decisivo a la hora de entender la mayor propensión de migración internacional entre los jóvenes universitarios europeos (Murphy-Lejeune, 2002; King y Ruiz-Gelices 2003; Ackers, 2005).
Es evidente, además, que más allá de las cuestiones relacionadas con el mercado laboral o las opciones de formación, existe, entre los jóvenes, un deseo, un anhelo por vivir una experiencia en el extranjero para enriquecer su propio bagaje de conocimientos, tanto reconocidos como tácitos (Polanyi, 1966; Williams and Baláž, 2008). En el ámbito académico, en lo específico, la movilidad internacional permite crear un capital social, cultural y simbólico a través de la formación de redes, la adquisición de nuevos conocimientos y credibilidad internacional (Ackers, 2008; Bauder, 2015). En este ámbito concreto, se debería añadir el motor relacionado con el hecho de que un investigador suele tener un perfil internacional. La movilidad se considera consustancial al ámbito universitario; forma parte integrante de la vida de los investigadores. La movilidad internacional es, en definitiva, uno de los requisitos para la circulación y el intercambio del conocimiento (Gaillard y Gaillard, 1997), y comporta ventajas en cuanto al desarrollo de la carrera académica (Morano-Foadi, 2005).
Metodología
Los resultados que se exponen en el presente estudio se basan en entrevistas en profundidad llevadas a cabo con quince jóvenes italianos altamente calificados. En vista de que no existe una única definición del concepto de “alta calificación”, se ha adoptado una ampliamente aceptada en la literatura: se considera una persona de alta calificación a aquella que posee un título de estudio de nivel universitario (licenciatura o nivel superior) (Fratesi, 2014). Los jóvenes objeto de estudio tienen una edad de entre 23 y 39 años y fueron entrevistados al regresar a Italia tras una experiencia en el extranjero, entre el otoño de 2015 y el invierno de 2016. Se trata de seis hombres y nueve mujeres, quienes entre el 2000 y 2015 transcurrieron un periodo en el exterior de entre seis meses y diez años. En este lapso realizaron estudios universitarios (programa ERASMUS), de posgrado (LEONARDO), de doctorado, posdoctorales o estancias de investigación (véase cuadro 1).
Los criterios de selección de los entrevistados fue a partir de una técnica mixta: el inicio fue a través de las redes sociales (como Facebook) y, sucesivamente, se enlazó a los entrevistados a partir de la técnica de bola de nieve. Cabe destacar que muchas de las personas contactadas al principio, y que habían mostrado su disponibilidad a conceder la entrevista, en un segundo momento se negaron a participar. Las entrevistas duraron entre 28 y 107 minutos, con una duración promedio de 52 minutos. Los entrevistados provienen de las facultades de ciencias sociales y humanidades, que son los ámbitos de estudio más demandados en Italia. De hecho, 35 % de las personas licenciadas en Italia entre los 25 y los 64 años proceden de estos ámbitos (OECD, 2017).
Las entrevistas se realizaron en las regiones a las cuales regresaron estos jóvenes, bien sea temporal o permanentemente, tras la experiencia migratoria; a saber, el área metropolitana de Roma y los Apeninos toscanos. La primera es una región central del país; la segunda, un área marginal-periférica. La primera presenta mayores oportunidades laborales para trabajadores altamente calificados, mientras que la segunda manifiesta mayores dificultades de inclusión debido a la falta de demanda de perfiles altamente especializados en el mercado laboral local. En ambas, la incorporación laboral en la academia resulta particularmente difícil, como lo es en general en el resto del país. La composición del grupo de entrevistados hace que los resultados no puedan generalizarse a todos los jóvenes italianos altamente calificados, y deben leerse teniendo en cuenta las peculiaridades puestas previamente en evidencia.
Las entrevistas se estructuraron en torno a los siguientes temas: (i) las características personales e individuales de los jóvenes migrantes, (ii) las principales causas y razones determinantes de la movilidad, (iii) la experiencia vivida en el extranjero, y (iv) sus expectativas y planes de futuro.
Jóvenes, audaces y “diferentes”
Los jóvenes entrevistados se perciben a sí mismos como personas valientes, sin miedo del mundo, sin ansiedad, con una alta tolerancia e incluso, en ocasiones, con cierta propensión al riesgo (Williams y Baláž, 2014). Se definen autónomos, emprendedores, con gran fuerza de voluntad y creen en la autonomía personal. Se trata de características evidentes, comunes a la mayoría de migrantes, en línea con lo apuntado anteriormente sobre el papel de las motivaciones personales a la hora de decidir una migración internacional. En el caso en cuestión, la mayoría de los entrevistados posee un doctorado de investigación, grado de estudio más alto posible en el sistema educativo. Dicho título no se corresponde con la calificación de los padres, quienes cuentan con estudios inferiores y, en algunos casos, no tienen título de estudio alguno.4 Se podría suponer que la autopercepción que denota un alto grado de autoestima esté fuertemente influenciada por la diferencia entre los resultados personales y aquellos obtenidos por los padres.
Tommaso, 39 años, experto en desarrollo rural, 18 meses en el exterior -Derry (Irlanda), Lubiana, Bruselas-, habla de su regreso a Italia: “No es una casualidad. Yo soy muy pirandelliano. 5 Somos nosotros quienes construimos nuestro propio futuro, ¡la casualidad no existe!”
Se sienten italianos atípicos, apartados de los modelos estándar, se consideran “diferentes”. Emma, 39 años, tres años en Atenas en una escuela de especialización en Arqueología, se define a sí misma como “diferente, quizá siempre lo fui, pero sin duda la experiencia en el exterior acentúa la diferencia”.
Además, tienen un fuerte sentido de identidad europea, especialmente entre los jóvenes que trabajan en la Comisión Europea o para el Consejo Europeo, y además muestran un sutil sentido de superioridad frente a sus coetáneos sin experiencia a nivel internacional. Tommaso, 39 años, experto en desarrollo rural, con una experiencia en la Comisión Europa:
Quizá sea cierto que te das aires, en el sentido de que ¿sabes? He estado en el Consejo; he visto esto, he visto lo otro. En fin, depende de cómo seas, pero sin lugar a dudas la experiencia te deja algo más. También en cuanto a flexibilidad… Tengo una amiga que dice que en realidad somos “los de Bruselas”, los que no tenemos ningún problema en preparar la maleta en cualquier momento.
Se consideran personas con una gran pasión por lo que hacen y en lo que creen; idealistas. Se trata, en muchos casos, de jóvenes que han seguido estudios, por vocación, internacionales, por lo que la experiencia internacional era, de hecho, una selección determinada por el currículo. En otros casos, se trata de jóvenes que han elegido la investigación académica, la cual es, en sí misma, internacional (Altbach, 1989; Gaillard y Gaillard, 1997; Ackers, 2005). En general, se asumen como personas con un fuerte sentido práctico, gran capacidad de adaptación, flexibilidad y propensión al cambio.
Motivaciones y factores determinantes de la movilidad internacional
Como se ha sugerido en el apartado anterior, uno de los principales factores determinantes de la movilidad internacional es la personalidad. El perfil más común es el de jóvenes que han vivido distintas etapas profesionales y vitales en su experiencia de movilidad internacional y cuya presencia en Italia en el momento de la entrevista no constituye necesariamente una decisión de estabilizarse. Se trata de personas con una marcada curiosidad ante el mundo, un deseo de experimentar y experimentarse, con el objetivo de aumentar sus conocimientos y competencias, no necesariamente en pos de mejorar su propia carrera. Andrea, por ejemplo, explica su experiencia internacional de la forma siguiente:
Hay algo de curiosidad; o sea, trabajaba y estudiaba al mismo tiempo... algo inusual porque ya me había licenciado. Estudiaba no para tener una nueva profesión, sino porque deseaba aprender chino (Andrea, 35 años, diez años en París, dos licenciaturas; una en física y una en chino).
El impulso de una migración internacional viene dado, en muchos casos, por la existencia de programas de intercambio en el ámbito universitario, por ejemplo, el programa ERASMUS. Es de vital importancia el Proceso de Bolonia y la existencia de un Espacio Europeo de Educación Superior,6 dado que la adquisición de un título de licenciatura reconocido en todo el territorio de la UE representa un estímulo para elegir una trayectoria que no sea exclusivamente italiana. Andrea, 35 años, estudiante de física, trasladado a París como estudiante ERASMUS al comienzo de su cuarto año de estudios, reflexiona:
Cuando acabé el cuarto año me pude inscribir a un quinto año que me ofrecía una mayor especialización frente a los estudios que habría podido realizar en Italia, en oceanografía y meteorología ambiental (…) por lo que, de alguna manera, me licencié en Francia antes que en Italia.
A menudo, la trayectoria de movilidad empieza por una experiencia en el programa ERASMUS, seguida por el regreso a Italia y posteriormente por un nuevo viaje, al terminar los estudios universitarios, que signifique una experiencia laboral. Para quien prosigue con el doctorado de investigación, el periodo en el extranjero se realiza, en algunos casos, no solo por cuestiones de formación, sino porque se desea huir del mercado académico italiano que suele ofrecer pocas perspectivas. De hecho, un factor importante en la decisión de emigrar es la dificultad para acceder a una posición académica en Italia por medios propios, sin el respaldo de una red consolidada. Lorenzo, 39 años, cinco años transcurridos en Inglaterra con becas de posdoctorado cuenta:
Cuando me fui, estaba un poco desmoralizado por una serie de asuntos relacionados, por ejemplo, con la muerte del profesor con el que trabajaba… y desanimado, además, por el sistema en general. Este fue sin duda uno de los motivos que me empujaron a emprender una aventura diferente en el extranjero, por así decirlo.
La misma dificultad se percibe, en términos generales, en los puestos de trabajo calificados en el conjunto del mercado laboral italiano. A pesar de que no hay problemas graves para encontrar empleo, resulta difícil progresar en la propia carrera, mejorar los ingresos y, a menudo, la flexibilidad se transforma en precariedad:
Tengo la impresión de que el mercado se esté cerrando, que se estén reduciendo las oportunidades, no tanto de trabajo en sí, porque a fin de cuentas sí se encuentra, sino de las posibilidades de crecer, de acceder a cargos más importantes, más estimulantes, con mayor responsabilidad, de crecimiento sobre todo profesional, al cual debería corresponder un aumento en términos de retribución, un reconocimiento también desde el punto de vista económico del trabajo, que siempre es un indicador de la apreciación de una persona, y esto no ocurre (Rebecca, 39 años, experta en monitoreo y evaluación financiera de la UE; siete meses en España para un periodo de estudios).
Experiencias internacionales
Las experiencias internacionales se consideran positivas desde muchos puntos de vista, ya sea por el aumento de conocimientos, ya sea por la adquisición de competencias tácitas o explícitas; entre estas, el idioma resulta la más evidente.
(creo que) todos aquellos que han vivido una experiencia en el exterior han madurado; en mi caso tanto en el ámbito personal como de la investigación, de la profesionalidad. El proceso de maduración ha sido extremadamente relevante. Se trata de experiencias de vida que se conservan para siempre (…). Adquieres experiencia, aprendes cosas, te relacionas con personas con formaciones diferentes, con más o menos experiencia, creas redes (…), adquieres técnicas, aspectos que de alguna manera, creo yo, me han ayudado en el mundo laboral frente a quienes nunca han salido del país, incluso por una cuestión verdaderamente trivial, como es la del idioma (Lorenzo, 39 años, cinco años en Inglaterra en posdoctorado).
Un aspecto que a menudo se subraya como positivo es la posibilidad de vivir experiencias que en Italia no serían posibles, el desarrollo de la capacidad de adaptación, de flexibilidad, que comporta un crecimiento y una maduración interior.
Para mí, viajar al exterior corresponde a una idea de crecimiento, por así decirlo, de apertura, que me ha cambiado en gran medida. Ha cambiado incluso la manera como percibo la existencia misma (Giulia, 37 años, seis meses en Francia con el programa Leonardo).
Se destaca la adquisición de una ética del trabajo que en Italia se considera poco frecuente. Además, en el caso de los académicos, se subraya la libertad y la autonomía en el contexto de la investigación. El ambiente académico italiano se considera agobiante, poco flexible, autoritario (por ejemplo, el director de la investigación impone las pautas y exige su cumplimiento). Davide, 34 años, con doctorado en arqueología, casi cuatro años en el extranjero, entre Inglaterra, Estados Unidos y República Checa, declara estar preparado para volver a irse muy pronto y describe su última experiencia en estos términos:
Una experiencia extraordinaria. No habría podido estar mejor, creo yo. El modo cómo se aborda la investigación… En la investigación se tiene libertad absoluta de hacer lo que se quiere, puesto que, para bien o para mal, uno paga las consecuencias de lo que hace. En Italia hay supervisores que, en cierto sentido, te siguen paso a paso. En el extranjero está the meeting stability, reuniones para valorar la situación del proyecto y corregir posibles desviaciones, pero la mayor parte del trabajo la haces solo, lo que, en cierta manera, te permite obtener autonomía y te motiva a correr determinados riesgos (…). La experiencia es positiva porque te das cuenta de que te valoran como investigador y por tanto te dan libertad para conducir tu trabajo en los modos y los tiempos que consideras oportunos.
Los entrevistados coinciden en que la academia italiana no es puntera a nivel internacional, no cuenta con un respaldo adecuado de fondos públicos, no es meritocrática, y se caracteriza por su clientelismo y nepotismo. Un ambiente laboral difícil en el que la supervivencia está relacionada con dinámicas no siempre asociadas a la productividad científica.
Los entrevistados también valoran haber vivido experiencias distintas y variadas, así como la posibilidad de ampliar las propias fronteras personales; experiencias que tienen un significado particular debido al momento vital en el que se producen, en la juventud.
Creo que (vivir en el extranjero) fue algo fundamental en mi proceso de formación personal. Sin lugar a dudas, no sería lo que soy hoy, si no me hubiera ido. Pienso que soy hoy mejor de lo que sería, si no me hubiera ido (Andrea, 35 años, diez años en París, dos licenciaturas, una en física, otra en chino).
Me sentía un poco... en inglés se diría restless... Muy intranquilo. Yo era así. Tenía el afán de vivir estas experiencias, que me dieron en realidad por lo menos el 80% de lo que soy (Tommaso, 39 años, experto en desarrollo rural, 18 meses en el exterior, Derry (Irlanda), Lubiana, Bruselas).
En el periodo transcurrido fuera de Italia, se establecen numerosos contactos con otros jóvenes extranjeros y pocos con las personas del lugar de origen. Los jóvenes altamente calificados buscan contactos internacionales más que con otros italianos. Estos contactos tienen un valor positivo puesto que ayudan a desarrollar la capacidad de aceptación de los demás y a superar prejuicios:
El conocimiento permite superar una serie de ideas establecidas a priori y estereotipos, así como entender a personas de otras culturas y reforzar en general el sentido de solidaridad (Rebecca, 39 años, experta en monitoreo y evaluación del uso de financiaciones de la UE, siete meses en España para un periodo de estudios).
Expectativas y planes para el futuro
Las expectativas son heterogéneas y dependen en gran medida de la edad, de la situación sentimental y familiar de los entrevistados, así como del éxito (o fracaso) laboral alcanzado en Italia tras el regreso. Para entender los planes de regreso es fundamental tener en cuenta el sentido de pertenencia al país y la relación con el territorio de estos. Así, encontramos que algunos con aspiraciones académicas en el extranjero deciden renunciar a estas, regresar y aplicar este capital humano adquirido en actividades distintas, que para ellos tienen un alto valor simbólico y afectivo. La adquisición de capital humano, en este caso, viene dado por los conocimientos tácitos, no tanto por la formación universitaria per se.
Teníamos una empresa familiar. Mis padres estaban cansados, el paso de los años empezaba a hacerse sentir, la situación estaba empezando a deteriorarse, se hablaba de vender…Yo no estaba de acuerdo. Por ello, tenía que decidir entre ponerme al frente de la empresa o aceptar la venta... Así que lo hice para no perder el esfuerzo de treinta años de su vida (…). Regresé para trabajar en una empresa de agroturismo, en el que me hago cargo de todo, de la parte netamente turística a la parte agrícola, en la que he intentado implementar varias innovaciones en materia de agricultura alternativa, más consciente, más sostenible, lo que representa prácticamente una novedad en la zona de Toscana en la que me encuentro, puesto que he introducido efectivamente muchos elementos que adquirí durante mi experiencia en el extranjero (Andrea, 35 años, diez años en París, dos licenciaturas; una en física y otra en chino).
La idea de quedarse en Italia es fuerte entre quienes tienen familia y vínculos importantes con el territorio. Para estos jóvenes, lo ideal sería tener una estabilidad laboral y una remuneración satisfactoria, aunque no necesariamente alta. La etapa vivida en el extranjero se considera una fase importante de la vida, de la trayectoria formativa que pertenece al pasado y que puede volver a considerarse en el futuro únicamente como solución de emergencia.
Francamente, sí. En igualdad de condiciones, si se presentara la posibilidad, si pudiera elegir entre permanecer en Italia con un cargo incluso con una remuneración un poco inferior pero de tiempo indefinido o por lo menos duradero y trabajar a largo plazo en el exterior con una retribución más alta, me quedaría en Italia (Lorenzo, 39 años, cinco años en Inglaterra en posdoctorado).
Entre los jóvenes entrevistados, algunos toman en consideración la posibilidad de migrar nuevamente al extranjero. Pero esta vez con mayor conciencia con respecto al pasado. La posibilidad de retomar la movilidad internacional se considera solo bajo determinadas condiciones:
Antes me habría ido a cualquier lugar e incluso al fin del mundo; me habría ido al lugar que fuera. En cambio, hoy iría solo a ciertos lugares; ya no me voy a donde sea. Si me fuera al extranjero, me iría a un lugar que sienta que me pertenece, o por lo menos en el que pueda tener un cierto estilo de vida, ciertas relaciones sociales (…) [me iría solo si encontrara] un trabajo naturalmente más estable, un trabajo que me llene plenamente, que represente una alternativa válida porque, sin condiciones que no supongan una mejora, no veo motivos para moverme (Anna, 38 años, cinco años fuera de Italia en distintos países de Europa, América y África).
Conclusiones
En este artículo hemos analizado la movilidad internacional de los jóvenes italianos altamente calificados a través de entrevistas en profundidad con personas que han transcurrido un periodo de duración variable (aunque no menos de seis meses) en el extranjero después del año 2000. Las preguntas a las que hemos intentado responder tienen que ver con los perfiles que caracterizan a estas personas, las motivaciones de su decisión de emigrar, las características de las experiencias vividas y los planes para el futuro.
A la hora de entender las razones de la migración internacional de los jóvenes universitarios, la literatura ha destacado la importancia de los factores (i) económicos -las diferencias entre los países de ingreso bajo y medio-bajo y los países de ingreso alto-, (ii) territoriales -la existencia de desequilibrios regionales y en los mercados laborales locales-, (iii) socioculturales -el desfase en el ambiente sociocultural y la calidad de vida en áreas que presentan niveles de bienestar económico análogos-, y (iv) psicológicos -la personalidad de los migrantes altamente calificados-.
Las entrevistas en profundidad han añadido algunos matices en la interpretación sobre migración calificada, que generalmente pone el énfasis en las cuestiones económicas. Los jóvenes italianos altamente calificados que emigran se caracterizan por personalidades no temerosas ante el riesgo, fuertemente curiosas, no ansiosas, abiertas a las novedades y al cambio, y, en algunos casos, ambiciosas. El impulso a salir del propio país está determinado por factores psicológicos y culturales mucho más que por factores económicos: el deseo de vivir experiencias nuevas, de enriquecer el bagaje cultural con conocimiento tanto explícito como tácito, de salir de un país que se considera inadecuado desde el punto de vista de la transparencia y la meritocracia, de ponerse a la prueba y de ver reconocidas las propias capacidades y valorado el propio talento. La experiencia internacional se considera algo sumamente positivo, una vivencia que se añora y, en muchos casos, se tiene la esperanza de una nueva partida. El contraste con la situación italiana es inevitable y se hace siempre hincapié en lo que Italia podría ser y no es, en las potencialidades no desplegadas, en los recursos no oportunamente utilizados. Se mira hacia el futuro con optimismo, abiertos a las posibilidades que ofrece, ya sea en Italia o en otros lugares.
Las entrevistas confirman la visión pesimista que se tiene del propio país, que caracteriza, en cierta manera, la cultura del centro y del sur de Italia (recordemos que las entrevistas se realizaron en Roma y en los Apeninos centrales). Se trata de una visión que se ha ido acentuando a partir de la crisis económico-financiera de 2007-2008, pero que forma parte de la historia del centro y del sur de Italia.7 Dicha visión se basa en algunos datos objetivos -el alto índice de desempleo juvenil, la ineptitud de la administración pública, la ausencia de meritocracia, la difusión del clientelismo- y se fortalece gracias a elementos subjetivos como una tendencia de los italianos de las regiones del centro y del sur a quejarse sobre el sistema y a ser autoindulgentes, gracias a una visión siempre positiva sobre los “demás lugares”, la xenofilia y una especie de “envidia territorial”. Es el contexto sociocultural, pues, el que parece alentar a los jóvenes altamente calificados a encaminarse hacia la movilidad internacional.
En las entrevistas no se señala el “fracaso” de la experiencia migratoria como causa de regreso al lugar de origen o del traslado de un lugar extranjero a otro. La experiencia internacional a menudo se “idealiza”, se percibe como una situación sublime, casi un sueño, en la que solo cabe destacar elementos positivos. Esta “idealización” podría deberse a la actitud xenófila de los italianos o a las dificultades de la realidad presente de los entrevistados que hace que el pasado resulte deslumbrante. En ambos casos, se trata de dictámenes que no conciernen al ámbito económico sino, más que todo, al de la calidad de la vida y la satisfacción personal. En las entrevistas se entrevé una referencia implícita a la importancia de la familia de origen como motivo del regreso. La nostalgia, la necesidad emocional de estar cerca de los seres queridos, a veces para hacer frente a problemas de salud, son algunos de los factores que han determinado el regreso a Italia de algunos de los entrevistados, aunque con ello se hayan visto obligados a aceptar trabajados peor pagados y con un nivel de calificación inferior al que tenían en el extranjero. Los vínculos familiares fuertes -el familismo, si se interpreta en sentido negativo- son los que empujan a los jóvenes italianos a prolongar el periodo de permanencia en casa de los padres, antes de crear su propio núcleo familiar, a considerar más importantes las relaciones familiares que las de amistad, a sentir como un deber el hacerse cargo de los miembros débiles de la familia de origen y a considerar la familia como un recurso salvavidas (Staniscia, 2017).
Faltaría, no obstante, una mayor reflexión para determinar la medida en que la satisfacción pasada vs la insatisfacción presente, la idealización del extranjero vs la representación negativa de Italia, la indulgencia consigo mismo vs la condena del sistema se relacionan con las singularidades de los territorios de los cuales provienen los jóvenes entrevistados (centro-sur de Italia) y en qué medida se asocian a las características de Italia en el contexto histórico actual.