Introducción
La incidencia de fractura de cadera ha ido en aumento en las últimas décadas, llegando a ser, junto con las fracturas de muñeca, las áreas anatómicas más comunes en pacientes ancianos con osteoporosis que sufren alguna caída. Las fracturas transtrocantéricas y subtrocantéricas son más de la mitad de las que se presentan en este tipo de pacientes.1 En el Reino Unido se reporta una incidencia de aproximadamente 86,000 casos por año; en Estados Unidos existen alrededor de 250,000 fracturas de cadera por año2,3 y con base en lo anterior podemos calcular e inferir que en México la prevalencia podría rondar los 120,000 casos nuevos por año.
Se estima que el número anual de casos para el 2040 podría llegar hasta 500 mil por año, lo cual tendría un costo aproximado de 16 mil millones de dólares para el sistema de salud en los Estados Unidos.3
Además de los costos económicos, existen elevados costos de morbimortalidad durante el primer año posterior a una fractura de cadera. Se estima que la mortalidad es de alrededor de 9.8% en pacientes que recibieron tratamiento quirúrgico y de hasta 33% en pacientes manejados conservadoramente.4
Sabemos que este tipo de fracturas implican grandes costos para los sistemas de salud en cualquier país del mundo, no siendo México la excepción, además de que se requiere de un grupo interdisciplinario para el manejo integral de esta patología, tales como servicios de ambulancias (paramédicos), unidades de urgencias, Departamentos de Radiología, Anestesia, Cirujanos Ortopedistas, Medicina Interna-Geriatría y Rehabilitación.3
Existen diferentes métodos de tratamiento: conservador con tracción, reducción abierta o cerrada, y fijación interna con diferentes implantes como placa con tornillo deslizante, clavo centromedular con tornillo deslizante, hemiprótesis o la artroplastía total.5,6
Las fracturas de cadera se resuelven de manera tradicional en posición decúbito supino, con mesa de fracturas, a través de un abordaje lateral. Es importante saber que existen otras técnicas que pueden prescindir de una mesa de fracturas y en una posición diferente, con resultados similares.
Por otra parte, el manejo de las fracturas transtrocantéricas estables e inestables con clavo centromedular proximal femoral otorga ciertas ventajas mecánicas en comparación con los sistemas convencionales de placa con tornillo deslizante.7
En 1969, Davis y cols. introdujeron la posición lateral para el manejo de las fracturas del Área Trocantérica por primera vez, utilizando los clavos de Jewett.5 Encontraron que con este método las dificultades eran menores, debido a una mejor visión y hemostasia.8 En 2010, Ozkan y cols. realizaron un enclavado centromedular en fractura de cadera sin complicaciones, con el paciente en posición decúbito lateral, haciendo tracción manual sobre una mesa radiolúcida. Reportaron que al realizar el procedimiento con el paciente en decúbito lateral, se facilitaba la entrada del clavo sobre el área trocantérica.9 En 2012, Connelly y cols. describieron que la posición decúbito lateral facilita la reducción y exposición en la osteosíntesis aplicada a fracturas complejas de fémur proximal con placa bloqueada.10
Al utilizar una mesa convencional se requiere menos personal quirúrgico y se optimiza el tiempo quirúrgico al no tener que colocar al paciente sobre la mesa de fracturas; así mismo existen ciertas ventajas al realizar la osteosíntesis en decúbito lateral, tales como una mejor visualización del campo quirúrgico con orientación anatómica; también por acción de la gravedad los tejidos tienden a separarse, principalmente en pacientes obesos. Existe además una reducción significativa del sangrado, posiblemente debido a dos factores: los puntos de sangrado son más visibles, por lo que se realiza una mejor hemostasia y debido a que la presión venosa de la vena cava es superada por la presión hidrostática.11 Otra ventaja de esta posición es la posibilidad de cambiar de plan quirúrgico si es necesario, lo que puede ir desde realizar la osteosíntesis de forma abierta o cambiar radicalmente el plan quirúrgico a una artroplastía de cadera (total o hemiartroplastía). Por supuesto que este tipo de alternativas deben de estar siempre contempladas en la planificación preoperatoria, para poder contar con todos los implantes en la sala de operaciones. Debido a los puntos a favor, este método puede ser aplicable en pacientes con cierto grado de obesidad, en aquéllos con un sangrado permisible bajo o anémicos, o en fracturas inestables donde existiera la posibilidad de un plan «B». Además, también puede ser una buena opción en aquéllos centros hospitalarios que no cuentan con mesa de fracturas. Por tal motivo, nos permitimos presentar esta técnica quirúrgica con las variantes que hemos ido adaptando y con la experiencia que hasta ahora hemos logrado.
Material y métodos
Técnica quirúrgica: se usa bloqueo subaracnoideo con dosis única de anestesia y sedación. Se coloca al paciente en decúbito lateral con una inclinación posterior de 10 grados aproximadamente sobre una mesa radiolúcida. La extremidad no fracturada queda en contacto con la mesa quirúrgica en una posición de flexión de cadera y rodilla de 30 grados. Se realiza fijación anterior y posterior del paciente, ya sea con dispositivos especiales de fijación en sacro y pubis anclados a la mesa quirúrgica o bien se pueden improvisar bultos de tela compactos de 30 cm de diámetro aproximadamente. Debemos siempre mantener la inclinación posterior de 10 grados (Figura 1). Se coloca el intensificador de imágenes por debajo de la mesa quirúrgica con dirección del rayo hacia la articulación coxofemoral en anteroposterior y una inclinación de 15 grados en dirección caudocefálico respecto al eje longitudinal del paciente. El arco en «C» del fluoroscopio debe estar abierto para realizar el giro de éste y poder visualizar proyecciones laterales. Al momento de realizar esta maniobra, la pierna contralateral a la fractura se deberá encontrar en semiflexión, para dejarnos libre el campo de visión. El cirujano se coloca por arriba del arco en «C» posterior al paciente, a la altura de la pelvis. El primer ayudante se coloca por debajo del arco en «C» a nivel del muslo, en donde podría realizar algunas maniobras de tracción y contratracción, así como movimientos rotacionales. La instrumentista debe de estar a espaldas del cirujano (Figura 5). Así se inicia la técnica convencional con clavo centromedular (Figura 2 a, B y c) y abordajes quirúrgicos de acuerdo a la técnica quirúrgica convencional de enclavado centromedular (Figura 3).
Resultados
Se trabajó con ocho caderas de ocho pacientes, cinco del género femenino (62.5%) y tres del masculino (37.5%). A todos se les realizó bloqueo subaracnoideo más sedación. El sangrado promedio fue de 115 mililitros (rango: 50 a 250 mL) y tiempo quirúrgico promedio de 67 minutos (rango: 45 a 90 mL).
En una paciente se tuvo que cambiar a un abordaje lateral directo para realizar la reducción, la cual fue satisfactoria.
En otro caso, el implante migró hacia cefálico, generando un fenómeno de cut out. Este paciente se reoperó a los seis meses para retiro de material de osteosíntesis, dejando a la cadera con un Girdlestone tipo 2.
En ninguno de los casos se documento lesión neurológica (n. pudendo, n. ciático) ni infección temprana (Tabla 1).
Discusión
Los resultados mencionados en los estudios previos en cuanto a la consolidación, calidad de la reducción y complicaciones fueron aceptables en comparación al método tradicional.7,12 En el estudio de Pahlavanhosseini y cols., en 40 fracturas de cadera operadas en decúbito lateral se reportó una reducción anatómica en 65% y una reducción aceptable en 30%. Durante la evaluación radiográfica postquirúrgica, se reportó una incidencia de mala unión en 3.2%, durante el seguimiento a cinco meses.1 En nuestra serie incluimos ocho caderas de ocho pacientes, entre los cuales siete presentaron una reducción satisfactoria, con consolidación adecuada y restitución funcional de la marcha. La tasa de complicaciones se reporta en 5% en general de acuerdo a lo observado por Medina-Castellanos y cols.7 En nuestra serie únicamente una paciente presentó un fenómeno de cut out con desanclaje del implante por mala reducción inicial y seudoartrosis, y requirió una segunda intervención a los seis meses para retiro del implante, dejándola finalmente en Girdlestone tipo 2, con lo que remitió el dolor y esto le permitió una movilización fuera de cama, con una marcha asistida por familiares y andadera (Figuras 4a y b).
Ozkan y colaboradores, en su estudio del 2009, donde mencionan una técnica similar realizada en 20 pacientes, reportan de buenos a excelentes resultados, obteniendo una reducción aceptable en cuatro pacientes y una reducción anatómica en el resto, con un tiempo promedio de cirugía de 44 minutos, así como una consolidación de la fractura en aproximadamente 13 semanas en todos los pacientes. Ningún caso presentó complicaciones; tampoco el fenómeno «cut out» en los tornillos, ni hubo mala unión o no unión de las fracturas. En cuanto a las evaluaciones funcionales, 18 pacientes presentaron rangos de movimientos elevados de acuerdo al score de actividad Barthel.7 Con la técnica utilizada por nosotros, el tiempo quirúrgico fue de 67 minutos en promedio y en ninguno de los casos se presentó lesión neurológica ni infección temprana.
La posición en decúbito lateral sin mesa de tracción para resolver las fracturas de cadera tiene ventajas e indicaciones precisas; también puede ser una alternativa para aquellos cirujanos que desarrollan su práctica cotidiana en hospitales que no cuentan con dispositivos de tracción. Los puntos a favor van desde menor tiempo quirúrgico, ya que se evita la preparación y colocación del paciente sobre una mesa especial y que requiere una reducción anatómica previa; existe mejor visualización del sitio quirúrgico, así como una mejor posibilidad de realizar hemostasia, principalmente en pacientes obesos.11 El procedimiento puede ser realizado en una sala pequeña ya que se utiliza una mesa quirúrgica convencional y fluoroscopio; sin embargo, en un momento dado se podría prescindir del arco en «C» y utilizar radiografías portátiles únicamente.
Como limitantes del estudio podemos mencionar que nuestro grupo de pacientes fue reducido y sin seguimiento a largo plazo. Por lo tanto, creemos conveniente continuar incluyendo casos para advertir cualquier complicación o dificultad técnica que pudiera presentarse durante el procedimiento quirúrgico; también consideramos relevante replicar esta técnica en otros hospitales y evaluar sus resultados, para poder emitir un juicio respecto a la seguridad, efectividad y reproducibilidad del procedimiento.
Conclusiones
La reducción y fijación de fracturas transtrocantéricas de cadera pueden realizarse de manera segura con un clavo centromedular sin la necesidad de una mesa de fracturas, obteniendo resultados clínicos y radiográficos a corto plazo comparables a los obtenidos con la técnica convencional (mesa de tracción).
Consideramos que aunque esta técnica tiene indicaciones precisas, también puede ser una alternativa cuando no se disponga de una mesa de fracturas.