Sabemos por proyecciones estadísticas mundiales que la necesidad en la población de un tratamiento en cirugía ortopédica va en aumento. Los datos estadísticos nacionales obtenidos a través del censo de población realizado en 2010 evidencia que del total de personas con discapacidad en el país, 58% sufren de dificultad para moverse, caminar, subir o bajar escaleras, de tal forma que requieren la ayuda de otra persona, silla de ruedas, andadera o extremidades artificiales como resultado de un accidente, una enfermedad o edad avanzada.1 Los encargados de tener contacto con este grupo de personas somos los especialistas en ortopedia y en medicina de rehabilitación.
Vivimos una época importante en la reconstrucción articular, los avances en el conocimiento y la disponibilidad del desarrollo tecnológico y técnico han permitido un progreso exponencial en la resolución de enfermedades articulares. No debemos perder de vista que la revista Lancet en 2007 consideró la reconstrucción protésica de la cadera como la cirugía más relevante del siglo pasado2 gracias a su eficacia para resolver un padecimiento incapacitante, mejorando la calidad de vida de los pacientes. Así pues, la reconstrucción protésica ha tenido durante décadas buenos resultados a nivel mundial en la cadera, rodilla, hombro y pequeñas articulaciones. Sin embargo, enfrentamos nuevos retos. El primero es la reconstrucción primaria y en algunos casos compleja, en pacientes cada vez más jóvenes y económicamente activos. El segundo es la cirugía de revisión protésica con pérdida ósea masiva que puede involucrar la totalidad de un segmento. En ambos casos el resultado final en la evolución de la historia natural de la enfermedad es la discapacidad.
Por lo anterior, la cirugía de preservación articular (osteotomías para corrección de deformidades angulares, artroscopía, entre otras) y reconstrucción biológica (mediante el cultivo celular e implante para lesiones osteocartilaginosas) han tomado relevancia como respuesta a la necesidad de resolución de problemas articulares en pacientes jóvenes. De la misma manera, la ingeniería ha desarrollado materiales más efectivos en los sistemas protésicos (nuevos polietilenos de alta densidad, pares articulares, preservación de hueso, entre otros) para su aplicación en pacientes jóvenes que así lo requieran. Por otro lado, la sustitución protésica modular de un segmento óseo, incluida la articulación proximal y distal, es una opción factible como procedimiento de rescate osteoarticular. Ambas estrategias son motivo de estudio a nivel mundial y nacional.
En conclusión, en esta segunda década del siglo XXI el enfoque internacional de estudios ortopédicos se ve reflejado en el desarrollo y perfeccionamiento de opciones para la preservación articular en pacientes jóvenes, que permitan evitar el desenlace final en la historia natural de la enfermedad articular: una endoprótesis. Del mismo modo, se vislumbra la solución de problemas de alta complejidad derivados de la enfermedad protésica, la cual, a pesar de los excelentes resultados que ofrece, puede provocar paradójicamente una discapacidad severa que debemos resolver, tal y como se llevó a cabo en el siglo XX.