Introducción
Las enfermedades crónicas (EC) son padecimientos que se manifiestan por un largo periodo y producen incapacidad e invalidez derivadas de alteraciones patológicas irreversibles, los cuales comúnmente ocurren por atención y cuidados inadecuados (Oviedo y Reidl, 2007). De acuerdo con los datos de la OMS (2018), existe una elevada prevalencia e incidencia de EC, por lo que su manejo y atención se asume como una prioridad. Según las cifras proporcionadas por este organismo, 41 millones de personas mueren al año por esta causa que equivale al 71% de las muertes producidas en el mundo (OMS, 2018). Las causas reportadas son las enfermedades cardiovasculares (17.7 millones cada año), seguidas del cáncer (8.8 millones), las enfermedades respiratorias (3.9 millones) y la diabetes (1.6 millones). Este tipo de enfermedades se desarrollan debido a la combinación de un conjunto de factores, entre los que destaca el estilo de vida (Córdova et al., 2008; OMS, 2018). Las EC suelen ir acompañadas de trastornos emocionales, como la ansiedad y depresión (Becker y Newson, 2005), los cuales provocan un impacto psicológico negativo que afecta la calidad de vida y bienestar de la persona enferma. La carga económica y social que representan las EC ha justificado una mayor atención e interés por el estudio de los recursos psicológicos que pueden incidir en el bienestar del individuo, como la resiliencia. Existen estudios que han sugerido que la resiliencia tiene impacto positivo en el tratamiento integral de diversas EC, por lo que inciden de forma favorable en la recuperación de la persona afectada (Becker y Newson, 2005; Yi et al., 2008).
Se ha conceptualizado a la resiliencia como un proceso dinámico que concierne a la capacidad del ser humano para responder y afrontar positivamente las situaciones adversas que enfrenta a lo largo de su vida, incluso cuando representan un riesgo para la salud y el desarrollo (Luthar et al., 2000). En particular, en este artículo se entiende como la capacidad del individuo que le permite superar el riesgo y la adversidad de forma constructiva a través de la interacción entre los atributos del individuo (internos) y su entorno familiar, social y cultural (externos) (González Arratia López Fuentes, 2016). La resiliencia está sujeta a la existencia de factores de riesgo y factores de protección; los factores de riesgo son las características de la persona o de su entorno social que incrementan la posibilidad de daño o de sufrir una consecuencia adversa; en el caso de la salud, las EC y aspectos como factores económicos y el estado emocional que las acompañan representan un factor de riesgo (González Arratia López Fuentes, 2016). Por otra parte, los factores de protección son condiciones en la persona o en su entorno que modifican su respuesta y la conducen a una condición adaptativa a pesar del riesgo (Rutter, 1993). La literatura científica señala que los factores protectores involucrados en la resiliencia, como el optimismo y el estado de ánimo positivo, se relacionan con la salud, incluidos los procesos biológicos como la función inmunitaria (Yi et al., 2008).
Sin embargo, se considera que esta conexión entre la resiliencia y la salud aún no se ha explorado lo suficiente no sólo en los aspectos psicológicos, sino también en lo que respecta al impacto en la salud física y en el curso de la enfermedad. Por lo anterior, se tiene como objetivo llevar a cabo una revisión de la literatura científica que ha evaluado la relación entre la resiliencia y la salud y su papel en la progresión de la EC, así como elaborar una síntesis que brinde un panorama general acerca de la investigación en torno al tema. La revisión al respecto permite contar con un cuerpo de conocimientos que den sustento a investigaciones empíricas.
1. Método
Se trata de un estudio teórico de acuerdo con la clasificación de Montero y León (2002), cuyo procedimiento y estrategia de búsqueda se realizó con base en la declaración PRISMA (Preferred Reporting Items for Systematic Reviews and Meta-Analyses) (Moher et al., 2009), que representa una guía para el investigador acerca de los elementos preferentes que deben incorporarse en las revisiones sistemáticas con la finalidad de garantizar su calidad metodológica. La guía se compone de una lista de verificación que comprende 27 elementos, entre los que se encuentran título, resumen, introducción, objetivos, método (criterios de elegibilidad, fuentes de información proceso de selección de estudios), resultados (características de los estudios) y discusión.
Las bases de datos elegidas para la búsqueda fueron Scopus, PubMed y ScienceDirect, las cuales se contemplaron debido a que incorporan estudios relevantes en su campo a partir de fuentes primarias (Perestelo, 2013). En cuanto a a los términos de búsqueda, se consideró “resilience”, “resiliency”, “resilient”, “chronic disease” y “chronic illnes”. Se consideraron los artículos empíricos cuantitativos y empíricos cualitativos publicados de 2000 a 2020 (se excluyeron revisiones sistemáticas) que contenían los términos de búsqueda en el título, resumen o palabras clave. El criterio de periodo de búsqueda se debe a que hace más de veinte años la psicología, en específico la psicología de la salud y la psicología positiva manifestaron interés creciente por una aproximación más comprensiva de la salud (Oblitas, 2008) y por la investigación de la condición psicológica de personas con EC (Revenson y Hoytt, 2016; Stanton et al., 2007); se estableció este periodo con el propósito de conocer la literatura científica al respecto. El análisis de la información se logró a través de una matriz de 10 elementos: país, idioma, año de publicación, diseño del estudio, tipo de estudio, enfermedad estudiada, medición de la resiliencia, instrumentos de medida, análisis de datos y las variables asociadas al estudio de la resiliencia, en donde de forma manual se fueron integrando cada uno de los elementos de los estudios a las categorías correspondientes para después calcular los totales y datos relevantes.
2. Resultados
A partir de la búsqueda con base en los criterios mencionados, se identificaron un total de 52 artículos científicos (incluidos 7 documentos de búsquedas anteriores en Redalyc, Google Académico y Scielo). En la figura 1 se describe el procedimiento a través del diagrama propuesto por la guía PRISMA.
En el cuadro 1 se observa que la mayor parte de las investigaciones proceden de Estados Unidos con 19 estudios (36%), mientras que el resto procede de diversos países, incluidos 7 (13%) de América Latina, entre ellos se encuentra una publicación hecha en México. Respecto al idioma de publicación, la mayoría de los artículos está escrita en inglés (45 estudios equivalente al 82%), mientras que el español, portugués y coreano fueron los idiomas de redacción presentes en un menor número de artículos. Se advierte también que de la década de 2011 a 2020 se publicó una mayor cantidad de artículos (88%) en comparación con la década anterior (12%).
Características de los estudios | |||||
País (origen de la muestra) | Idioma | Año | |||
Categorías | n | Categorías | n | Categorías | n |
Estados Unidos | 19 | Inglés | 45 | 2011-2020 | 46 |
Alemania | 4 | Español | 4 | 2000-2010 | 6 |
Brasil | 3 | Portugués | 2 | Total | 52 |
Canadá | 3 | Coreano | 1 | ||
China | 3 | Total | 52 | ||
Colombia | 3 | ||||
España | 3 | ||||
Australia | 2 | ||||
Portugal | 2 | ||||
Taiwán | 2 | ||||
Corea | 1 | ||||
Hong Kong | 1 | ||||
Inglaterra | 1 | ||||
Suecia | 1 | ||||
Suiza | 1 | ||||
Indonesia | 1 | ||||
México | 1 | ||||
Austria | 1 | ||||
Total | 52 | ||||
Fuente: elaboración propia.
Respecto al diseño y tipo de estudio, en el cuadro 2 se observa que los estudios utilizados con más frecuencia son de tipo transversal y se hacen desde la postura cuantitativa, con 31 (59%) y 39 estudios (75%) respectivamente. Un ejemplo de lo anterior son los trabajos de Terrill et al. (2016), Lee et al. (2020), Kim y Yoo (2010), Manning et al. (2016), Verma y Rohan (2020), Wister et al. (2019) y Holden et al. (2013). Entre los estudios cualitativos se pueden mencionar las contribuciones de Conway et al. (2020), Campbell et al. (2016), Chew et al. (2018), Luo et al. (2019), Benjaminy et al. (2018) y Acosta y Sánchez (2009). Como ejemplo de investigaciones con alcance de tipo longitudinal se hallan las de Becker y Newsom (2005) y Debnar et al. (2020) y de intervención clínica como las de Yi et al. (2008) y Yi-Frazier et al. (2017), que evaluaron la viabilidad y efectividad de programas de intervención para promover la resiliencia. En el caso de estudios estudios mixtos (estudios secuenciales), están los de Figueiredo et al. (2020) y Viniol et al. (2012).
En cuanto a las EC que padecían los participantes de los estudios incluidos en la revisión, existen diversas condiciones, entre las que destaca la afección cardiovascular (Arrebola et al., 2018; Conway et al., 2020; Lemos et al., 2016; Kim et al., 2019), cáncer (Alarcón et al., 2020; Liang et al., 2020), esclerosis múltiple (Benjaminy et al., 2018; Gunnarsson et al., 2015; Terrill et al., 2016) y la incorporación de diversas condiciones crónicas al mismo tiempo (Acosta y Sánchez, 2009; Becker y Newson, 2005; Quiceno y Vinaccia, 2012; Böell et al., 2016).
Características de los estudios | |||||
Diseño del estudio | Tipo de estudio | Enfermedad | |||
Categorías | n | Categorías | n | Categorías | n |
Transversal | 31 | Cuantitativo | 39 | Diversas condiciones crónicas (cáncer, cardiacas, nefrológicas, reumatológicas) | 9 |
Longitudinal | 7 | Cualitativo | 9 | Enfermedad cardiovascular | 7 |
Intervención clínica | 7 | Mixto | 4 | Cáncer/tumor cerebral | 7 |
Experimental | 4 | Total | 52 | Enfermedad crónica (no especificada) | 7 |
Instrumental | 3 | Esclerosis múltiple | 5 | ||
Total | 52 | Dolor crónico | 5 | ||
Diabetes mellitus | 4 | ||||
Depresión | 2 | ||||
Enfermedad renal crónica | 1 | ||||
Epilepsia | 1 | ||||
Lupus | 1 | ||||
Enfermedad hepática terminal | 1 | ||||
Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) | 1 | ||||
Artritis reumatoide | 1 | ||||
Total | 52 | ||||
Fuente: elaboración propia.
Referente a la medición de la resiliencia, datos presentes en el cuadro 3, en 36 estudios (69%) se reportó la medición mediante escala, entre las que se encuentran las investigaciones de Terrill et al. (2016), Figueiredo et al. (2020), Lee et al. (2020), Kim y Yoo (2010), Manning et al. (2016), Böell et al. (2016), por mencionar algunas. Las escalas más utilizadas en 14 estudios (26%) fueron la escala de resiliencia de Connor-Davidson (CD- RISC) en las investigaciones de Kim y Yoo (2010), validada en Corea; Fernández et al. (2015), validada en Estados Unidos en población con enfermedad hepática en etapa terminal; Quiceno y Vinaccia (2012; 2013), utilizada en diversas condiciones crónicas como enfermedad pulmonar obstructiva crónica, artritis reumatoide e insuficiencia renal; Saban et al. (2019), empleada para medir la resiliencia en mujeres afroamericanas con riesgo de enfermedad cardiovascular, entre otros. Por mencionar algunos trabajos, la escala de resiliencia de Wagnild y Young, también aplicada en 14 estudios (26%), se localiza en Manning et al. (2016), la cual se ocupó en Estados Unidos para evaluar el impacto de la resiliencia en la discapacidad posterior producida por la EC; en Arrebola et al. (2018), en población de España con síndrome coronario agudo; en Liang et al. (2020), para evaluar la incidencia utilizada en Taiwán de la resiliencia en las estrategias de afrontamiento en población con tumor cerebral.
Mientras tanto, en 16 estudios (30%), entre los que se encuentran los de Conway et al. (2020), Chew et al. (2018), Fung et al. (2008) y Campbell et al. (2016), se reportó la medición de forma indirecta o a través de factores relacionados. Por ejemplo, en el estudio de Chew et al. (2018), los datos obtenidos se clasificaron en categorías con base en el marco de resiliencia de Walsh que sirvió de guía y después se crearon tipologías, las cuales fueron ordenadas en categorías para su posterior interpretación. Por otra parte, en el estudio de Conway et al. (2020), la medición de la resiliencia se efectúo con base en el análisis de contenido temático y análisis de transcripciones que fueron codificadas de forma independiente por los investigadores. En el caso de la medición de la resiliencia a través de los factores relacionados con ella, Yi et al. (2008) la definió mediante la puntuación derivada de factores de autoestima, autoeficacia, autodominio y optimismo que, en conjunto, fue entendido como factor de resiliencia. Por otra parte, Carpino et al. (2014) utilizaron una medida de autoeficacia como factor de la resiliencia con el propósito de analizar su papel mediador en dolor crónico.
Características de los estudios | |||
Medición de la resiliencia | Instrumentos de medida | ||
Categorías | n | Categorías | n |
Medición mediante escala | 36 | Connor-Davidson Resilience Scale (CD- RISC) (Connor & Davidson, 2003). | 14 |
Medición indirecta (factores relacionados) | 16 | The Resilience Scale (Wagnild y Young, 1993). | 14 |
Total | 52 | 10-CD-RISC (Campbell-Sills & Stein, 2007), versión abreviada de la CD-RISC (Connor & Davidson, 2003). | 6 |
Ego Resiliency Scale (Block & Block, 1980). | 1 | ||
The Brief Resilient Coping Scale (BRCS) (Sinclair & Wallston, 2004). | 1 | ||
Total | 36 | ||
Fuente: elaboración propia.
Respecto a los análisis de los datos, las principales técnicas fueron análisis estadísticos multivariados (Kim y Yoo, 2010; Lee et al., 2020; Manning et al., 2016; Terrill et al., 2016; Verma y Rohan, 2020), análisis factorial exploratorio y confirmatorio (Alarcón et al., 2020; López et al., 2016), análisis mixtos a través de una metodología cuantitativa y cualitativa (Chew et al., 2018; Figueiredo et al., 2020) y análisis por expertos (Benjaminy et al., 2018; Conway et al., 2020; Fung et al., 2008) (cuadro 4).
Características de los estudios | |||
Análisis de datos | Variables asociadas | ||
Categorías | n | Categorías | n |
Análisis de regresión | 21 | Estrés/afrontamiento | 13 |
Análisis mixto | 13 | Síntomas somáticos | 8 |
Análisis por expertos (identificación, caracterización, tipología) | 8 | Depresión | 5 |
AFE y AFC | 5 | Adherencia terapéutica | 5 |
Modelo de ecuaciones estructurales | 5 | Satisfacción | 4 |
Total | 52 | Bienestar | 3 |
Espiritualidad | 3 | ||
Autoeficacia | 3 | ||
Calidad de vida | 3 | ||
Factores sociales | 3 | ||
Alimentación | 2 | ||
Total | 52 | ||
Fuente: elaboración propia.
Entre las variables que se incluyeron conjuntamente con el estudio de la resiliencia y las EC, destaca el estrés (Conway et al., 2020; Debnar et al., 2020) y el afrontamiento (Fung et al., 2008; Viniol et al., 2015); este último, en específico en el afrontamiento centrado en el problema, se conectó de forma positiva con la resiliencia (Liang et al., 2020). En cuanto al estrés y la depresión, Conway et al. (2020) y Liu et al. (2017) los consideraron como factores de riesgo en la enfermedad cardiovascular, mientras que Terrill et al. (2016) señalaron los síntomas somáticos como factor de riesgo importante para el curso de la enfermedad. Por otra parte, Viniol et al. (2012) y Viniol et al. (2015) evaluaron la resiliencia y recursos de afrontamiento como posibles factores protectores para la generalización del dolor en personas con dolor crónico; sin embargo, los investigadores reportaron en sus hallazgos que las variables mencionadas no tuvieron ningún impacto en la transición de dolor lumbar crónico a dolor crónico generalizado. La espiritualidad (Becker y Newsom, 2005; Böell et al., 2016; Quiceno y Vinaccia, 2013; Vinaccia et al., 2012), el bienestar (Debnar et al., 2020; Yi-Frazier et al., 2017) y la satisfacción (Manning et al., 2016; Taylor et al., 2017) son variables que se desatacan por su conexión positiva con la resiliencia facilitando la adaptación y el manejo de la enfermedad.
La situación económica es uno de los factores sociales abordada en los estudios que se consideracomo aspecto determinante para sobrellevar el tratamiento de la enfermedad y que además está involucrado con la resiliencia (Campbell et al., 2016; Saban et al., 2019; Taylor et al., 2017); así también, es relevante el entorno ecológico en el que se desarrolla el individuo, entendido como factor de riesgo para la enfermedad (Kim et al., 2019). Por ejemplo, Kim et al. (2019) reportaron que las zonas con mayores indicadores de desigualdad socioeconómica tenían menores niveles de resiliencia y mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.
La calidad de vida (Lee et al., 2020) y la adherencia al tratamiento (Verma y Rohan, 2020) son variables que también se han analizado. Algunos estudios (Mitmansgruber et al., 2016; Quiceno y Vinaccia, 2013; Rosenberg et al., 2015; Vinaccia et al., 2012) incorporaron el estudio de la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) en diferentes condiciones de las EC. Vinaccia et al. (2012) evaluaron la relación de la resiliencia con este tópico en personas con insuficiencia renal crónica, artritis reumatoide y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Reportaron en sus hallazgos que las personas con insuficiencia renal crónica presentan relaciones positivas entre resiliencia y salud mental y salud general, mientras que en las personas con enfermedad pulmonar obstructiva crónica se exhibe una relación con menos fuerza entre resiliencia y calidad de vida relacionada con la salud .
Entre otros resultados, se hace referencia a que la resiliencia varía en función de la enfermedad (Figueiredo et al., 2020; Terrill et al., 2016). Personas con distrofia muscular y esclerosis múltiple (Terrill et al, 2016), cáncer de sangre (Lee et al., 2020; Rosenberg et al., 2015) y enfermedad renal (Böell et al., 2016) presentan menores niveles de resiliencia en comparación con personas con lesión de la médula espinal y síndrome pospolio (Terrill et al., 2016), enfermedad coronaria congénita (Lee et al., 2020) y diabetes (Böell et al., 2016). En contraste, Figueiredo et al. (2020) expone que las personas con patología neurológica son quienes manifiestan mayor resiliencia, seguidos de personas con patología gastrointestinal y patología endocrina. Por su parte, Quiceno y Vinaccia (2012) y Böell et al. (2016) indican que el tipo de las EC y tiempo del diagnóstico tuvieron un peso negativo sobre la resiliencia manifestada por el participante. En el caso de la diabetes, Yi et al. (2008) muestran que el nivel de resiliencia está relacionado con la salud física y el autocuidado, así como con los niveles de glucosa en sangre después de 12 meses de intervención.
Por último, se señala que la resiliencia mitiga una cantidad considerable de consecuencias ligadas a la aparición de las EC y la posible discapacidad posterior (Conway et al., 2020; Lemos et al., 2016; López et al., 2016; Manning et al., 2016), por lo que se hace énfasis en que su promoción es necesaria en entornos clínicos durante el proceso de la enfermedad.
3. Discusión
El objetivo del artículo es revisar la literatura científica que ha evaluado la relación entre la resiliencia y la salud y su papel en la progresión de la EC, así como elaborar una síntesis que brinde un panorama general de la investigación acerca de este tema. A partir de que surge un mayor interés por el estudio de los mecanismos psicológicos involucrados en el proceso salud-enfermedad (Oblitas, 2008; Revenson y Hoytt, 2016; Stanton et al., 2007), se ha generado una cantidad considerable de investigación al respecto (Stanton et al., 2007). En su caso, en este artículo se identifican tres veces más estudios de la década de 2010 a 2020 que de la década anterior.
Al respecto, se percibe mayor productividad de literatura científica en torno al tema derivada de Estados Unidos y en idioma inglés en comparación con el resto de los documentos revisados. De forma general, el hecho de que la mayor parte de los artículos estén publicados en este idioma, incluso en países de habla hispana, se deba a su universalización y por ende en más repercusión en revistas científicas (Arias et al., 2008). Asimismo, se registra también un gran número de estudios cuantitativos y transversales con escasos estudios sobre intervenciones clínicas y longitudinales que, aunque suelen aportar información muy valiosa, sus principales desventajas son las demandas temporales y financieras asociadas con el enfoque (Caruana et al., 2015), por lo que se podría identificar como un área de oportunidad.
Es destacable que la investigación de la resiliencia relacionada con la salud y la enfermedad va enfocando sus objetivos hacia el análisis de los factores de riesgo y de protección implicados en la progresión de la enfermedad (Liu et al., 2017; Vinaccia et al., 2012; Viniol et al., 2012; 2015). En este sentido, se puntualiza que la resiliencia representa un factor fundamental que mitiga las consecuencias relacionadas con las EC (Conway et al., 2020; Chew et al., 2018; Lemos et al., 2016), incluso en aquellas con cierto nivel de discapacidad (Manning et al., 2016), por lo que la mayoría de los autores hacen énfasis en la trascendencia de la resiliencia como factor de protección (Debnar et al., 2020; Jie et al., 2017; Taylor et al., 2017), además de resaltar su relación inversa con variables como los síntomas depresivos, considerados como consecuencia de la enfermedad (Holden et al., 2013). Se le relaciona de forma positiva con autoeficacia (Carpino et al., 2014; Liu et al., 2017), calidad de vida (Jie et al., 2017; Mitmansgruber et al., 2016), satisfacción personal (Debnar et al., 2020) y el afrontamiento centrado en el problema (Liang et al., 2020), así como con niveles más bajos de discapacidad y con un mejor desempeño en las actividades de la vida diaria (Manning et al. 2016). Del mismo modo, se identifican estudios que reportan la existencia de variables que inciden de forma negativa sobre el nivel de resiliencia, entre los que se menciona la falta de recursos económicos para afrontar la enfermedad (Campbell et al., 2016), grupo etario (Brody et al., 2016) y raza (Kim et al., 2019); de acuerdo con lo anterior, sería conveniente analizar en un futuro la relación con la resiliencia de las variables mencionadas. También, se identifican estudios que reportan no haber encontrado relación significativa entre la adherencia al tratamiento y la resiliencia, por lo que se concluye que no existe un efecto positivo o negativo (Verma y Rohan, 2020); sin embargo, estos autores advierten que los pacientes con mayor nivel de resiliencia mostraron mayor disponibilidad en la atención de su enfermedad.
Referente a la medición de la variable resiliencia, los instrumentos más empleados fueron la escala de resiliencia de Connor-Davidson (CD-RISC) y la escala de resiliencia de Wagnild y Young con igual número de estudios evaluados y validados en diferentes países, los cuales muestran alta confiabilidad y validez, por lo que dadas sus propiedades psicométricas su uso es adecuado para población con EC de diferentes contextos culturales (Alarcón et al., 2020; Fernández et al., 2015; Figueiredo et al., 2020; Kim y Yoo, 2010; Quiceno y Vinaccia, 2012; Vinaccia et al., 2012).
En síntesis, los estudios incluidos en esta revisión apuntan hacia relaciones negativas entre la resiliencia y síntomas depresivos, somatización e incapacidad (Becker y Newsom, 2005; Carpino et al., 2014; Conway et al., 2020; Holden et al., 2013; Kim y Yoo, 2010; Liu et al., 2017; Terrill et al., 2016; Viniol et al., 2015). También se observaron correlaciones inversas entre la resiliencia e indicadores de la progresión de la enfermedad (desempeño en actividades de la vida diaria) (Manning et al., 2016; Wister et al., 2019), control del nivel glucémico en la diabetes (Yi et al., 2008), angustia relacionada con la enfermedad (Yi-Frazier et al., 2017) y una asociación entre la resiliencia y calidad de vida (Fernández et al., 2015; Jie et al., 2017; Lee et al., 2020; Mitmansgruber et al., 2016; Quiceno y Vinaccia, 2013; Rosenberg et al., 2015) y conductas que favorecen el cuidado de la salud (Benzo et al., 2016; Yi et al., 2008) (reflejado en la alimentación y ejercicio físico).
Se puede mencionar que en algunos casos los niveles de resiliencia de las personas con EC pueden determinar las conductas de autocuidado, por lo que la relación entre la resiliencia y la progresión de la enfermedad debe considerar una mayor atención a la ejecución de programas de intervención que fortalezcan los recursos personales vinculados con la resiliencia.
Habría que señalar que los estudios incluidos proceden de diferentes países. Si bien la mayoría de ellos proviene de Estados Unidos, se tendrían que tomar en cuenta las características culturales propias de la región con la finalidad de ofrecer una compresión más amplia de la resiliencia. Finalmente, se desprende de la mayor parte de los estudios revisados que las EC se asocian por lo general con condiciones degenerativas a largo plazo que requerirán de atención continua y adaptación por parte de la persona afectada. Ante esto, es imprescindible el manejo adecuado de la enfermedad desde el punto de vista médico y psicológico con la finalidad de garantizar una mejor calidad de vida de enfermos crónicos.
Prospectiva
La alta incidencia y la prevalencia de EC en México y en el mundo ha revelado la necesidad de indagar acerca de los mecanismos psicológicos que promuevan la adaptación y un afrontamiento adecuado a la enfermedad para una mejor calidad de vida de las personas afectadas. En la actualidad, la emergencia sanitaria ha evidenciado el estado de vulnerabilidad en el que se encuentran las personas con EC debido a que padecimientos como la enfermedad renal crónica, la enfermedad cardiovascular, la hipertensión y la diabetes se encuentran entre las comorbilidades que significan un riesgo mayor para la presencia de un cuadro clínico grave en personas con COVID-19 (Plasencia et al., 2020). Con base en las estadísticas de la ENSANUT (2018), que reflejan un incremento importante en la prevalencia de EC (diabetes, hipertensión) y de sobrepeso y obesidad (factores de riesgo para la diabetes), el abordaje integral de EC desde el punto de vista físico y psicológico resulta urgente en México. De acuerdo con lo anterior, desde la psicología positiva se hace énfasis en el estudio de la resiliencia y factores psicológicos relacionados como el afrontamiento y el bienestar psicológico, cuya evidencia derive en la creación de programas de intervención que tengan como objetivo la promoción de la salud. Es importante resaltar que la intervención debe contemplar personas que ya tienen comprometida su salud, así como a los cuidadores, y también abarcar la educación para la salud y la prevención en sus diferentes niveles. El desarrollo de programas desde esta perspectiva permitirá incidir sobre los estilos de vida al favorecer mecanismos adaptativos basados fundamentalmente en la resiliencia, ya que, como se apuntó, mitiga una cantidad considerable de consecuencias derivadas de las EC y la posibilidad de sufrir discapacidad posterior (Conway et al., 2020; Lemos et al., 2016; López et al., 2016; Manning et al., 2016). Así, su promoción en entornos clínicos resultará en un mejor pronóstico para las personas enfermas y no enfermas.
Conclusiones
A partir de la información revisada se concluye que en el campo de las EC, el estudio de la resiliencia ha sido amplio, sistemático y se ha incluido un abanico amplio de variables. Se constata que las variables que han sido objeto de estudio están documentadas teóricamente y la hipótesis o preguntas de investigación de cada artículo proveen de información para avanzar en un marco teórico que permite una mayor comprensión de la resiliencia.
Se considera necesario profundizar en el estudio de las variables que inciden de forma negativa en los niveles de resiliencia con el propósito de aportar evidencia que sustente el diseño de programas de intervención, los cuales mitiguen consecuencias adversas en la persona enferma. Se sugiere para futuros trabajos de índole teórico emprender búsquedas con un referente contextual y cultural, ya que la resiliencia se ve influenciada por este tipo de variables (Acosta y Sánchez, 2009; Becker y Newsom, 2005), así como búsquedas con EC específicas con el propósito de contribuir de una forma más puntual en el conocimiento de la resiliencia y su papel en la EC. Lo anterior es en virtud del incremento en la incidencia y prevalencia de este tipo de padecimientos y de que se requiere continuar analizando la resiliencia y su relación con la salud.