Introducción
Desde la década de 1960, los bancos de alimentos (BdA) han operado con un doble propósito: reducir el desperdicio alimentario y proporcionar alimentos a las personas con carencias. Con la irrupción de la pandemia del coronavirus COVID-19 y la consecuente amenaza sobre la seguridad alimentaria de las personas más vulnerables, estas organizaciones se han posicionado como actores de primera línea para paliar los efectos de la crisis.
El presente trabajo tiene como objetivo describir la localización de los BdA y sus operaciones a nivel internacional, así como también, las acciones que adoptaron y las dificultades que enfrentaron durante los primeros meses de la contingencia del COVID-19. Para ello, se identificó el año de establecimiento del primer BdA en cada país y se caracterizó su localización en el inicio del año 2020. Asimismo, se describieron los componentes de sus operaciones en el 2018, con información de reportes, memorias, estados financieros y sitios web de los BdA y de sus redes nacionales e internacionales. Finalmente, se detalló la situación de los BdA en el marco de la pandemia, en base a la información más recientemente publicada.
El documento se encuentra organizado de la siguiente manera: en el primer apartado, se realiza una contextualización sobre los efectos de la pandemia del coronavirus COVID-19 en las necesidades alimentarias; en el segundo apartado, se revisa el origen del modelo de BdA y su forma de organización; en el tercer apartado, se presenta la metodología y las fuentes de información utilizadas; en el cuarto apartado, se efectúa un análisis estadístico-descriptivo de su localización y operaciones a nivel internacional y se detallan las acciones de los BdA y de sus redes en el marco de la crisis del COVID-19; en el quinto apartado se exponen las conclusiones y reflexiones de la investigación.
¿Hacia una pandemia de hambre?
Las enfermedades infecciosas continúan siendo una amenaza para la sociedad moderna. Solo en los primeros quince años del siglo XXI, se desató el SARS en China, la gripe pandémica H1N1, el brote de Ebola en África Occidental y el MERS en Corea del Sur. Sin embargo, ninguna de ellas resultó tan dañina y alcanzó tan altos niveles de contagio como el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, más conocido como COVID-19.
El virus fue identificado por primera vez en la ciudad de Wuhan, China, en diciembre de 2019 y clasificado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020. Debido a la ausencia de vacunas o tratamientos efectivos, los gobiernos se vieron obligados a implementar drásticas medidas para intentar reducir la velocidad de propagación y administrar la demanda de los servicios sanitarios. Para comienzos del mes de abril de 2020, un tercio de la población mundial se encontraba sometida a un confinamiento obligatorio en sus hogares (Jribi, Ismail, Doggui y Debbabi, 2020), mientras prácticamente todas las actividades económicas, sociales, culturales y deportivas continuaban siendo restringidas, suspendidas o canceladas.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2020) afirmó que la pandemia amenaza con revertir los logros de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, particularmente el número 2, “hambre cero”. En la opinión de Arif Husain, Economista Jefe del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA), el mundo se enfrenta a una situación sin precedentes: “hemos lidiado con múltiples crisis del lado de la demanda, como una recesión, o múltiples crisis del lado de la oferta, como una sequía. Pero lo distintivo de esta crisis es que son ambas (…) al mismo tiempo y con escala global” (Husain, citado en Chotiner, 2020).
Un informe de la Food Security Information Network (FSIN, 2020) advirtió que la pandemia “puede devastar los medios de vida y la seguridad alimentaria, especialmente en contextos frágiles y particularmente para las personas más vulnerables que trabajan en los sectores agrícolas y no agrícolas informales” (p. 3). La crisis ha generado un impacto en múltiples dimensiones: en la salud y en la nutrición, fundamentalmente en niños, mujeres embarazadas y en proceso de lactancia, adultos mayores, migrantes y refugiados; en la oferta de alimentos, como consecuencia de las restricciones gubernamentales que interrumpen su procesamiento y transporte y aumentan los tiempos de entrega; y en el poder adquisitivo, producto de la reducción de los ingresos (debido a la pérdida o caída del empleo, la imposibilidad de realizar actividades económicas y la disminución de las remesas) y del incremento de los precios de los alimentos (a causa de un menor abastecimiento, compras de pánico, acaparamiento de productos y políticas proteccionistas de algunos países) (FSIN, 2020).
La situación es particularmente crítica en algunas regiones de África y en Medio Oriente, en donde se concentran los mayores niveles de hambre e inseguridad alimentaria en el mundo (FSIN, 2020). Si la crisis se extiende, la producción de cultivos alimentarios básicos como el trigo, el arroz y las verduras se verá afectada y el impacto en la seguridad alimentaria podría ser grave (Fan, 2020) e incluso generaría una escasez de alimentos en el mediano plazo (Husain, citado en Chotiner, 2020).
En este sentido, Mari Elka Pangestu, Directora de Políticas de Desarrollo y Asociaciones del Banco Mundial señaló la necesidad de estimular la producción, el acceso y la adquisición de alimentos. Para ello, recomendó otorgar financiamiento a los productores, permitir el movimiento de los trabajadores bajo estrictos protocolos de seguridad y priorizar el transporte de alimentos, así como ampliar las redes de seguridad social para que los más pobres y vulnerables no pasen hambre (Pangestu, 2020).
Por su parte, David Beasley, Director Ejecutivo del PMA, anticipó que las proyecciones en torno a las necesidades de asistencia alimentaria se han agravado como consecuencia del COVID-19. Junto con las más de 821 millones de personas que ya padecían hambre en el mundo y los 135 millones que se estimaban con riesgos de enfrentar una crisis de hambre durante 2020, otros 130 millones quedarían al borde de la inanición para finales de año, lo que podría empujar al mundo a una “pandemia de hambre” (comunicación personal, 21 de abril, 2020).
La magnitud y el alcance de la contingencia excedieron la capacidad de respuesta de los organismos multilaterales y de los gobiernos en todo el mundo, los cuales debieron priorizar las acciones en materia sanitaria. En este sentido, las organizaciones de la comunidad han adquirido un mayor protagonismo, debido a su presencia en el territorio y su cercanía con la población más vulnerable. Este ha sido el caso de los BdA, un modelo capaz de convocar e involucrar a múltiples actores para conectar los excedentes alimentarios con personas que requieren asistencia.
Bancos de alimentos: un modelo sustentable de combate al hambre
¿De qué hablamos cuando hablamos de bancos de alimentos?
Los BdA son organizaciones sin fines de lucro cuya misión consiste en la reducción del hambre, la malnutrición y el desperdicio de alimentos (Red de Bancos de Alimentos de Argentina, s.f.). Basándose en donaciones y/o compras a muy bajo costo, estas instituciones recolectan y almacenan excedentes de alimentos y los distribuyen a organizaciones no lucrativas, las que, a su vez, los proporcionan a las personas que padecen hambre (Riches, 1986; Schneider, 2013).
Se trata de un modelo sustentable que rescata alimentos que han perdido su valor comercial pero que aún son aptos para el consumo humano, como productos mal etiquetados, fabricados fuera de las especificaciones, dañados de alguna manera o cerca de su fecha de caducidad (Power, 2015). Su funcionamiento promueve el logro de beneficios mutuos entre: el sector privado, mediante la reducción de costos de la gestión de residuos, deducción de impuestos y mejoras en su reputación; las organizaciones de caridad involucradas, con la contribución en la realización de su misión; y la sociedad en su conjunto, a través del fortalecimiento del acceso a los alimentos para los sectores más necesitados (Midgley, 2014).
Respecto al tipo organizacional que los BdA representan, es posible reconocer tres perspectivas. Desde un enfoque acotado, pueden ser concebidos como organizaciones intermediarias que conectan la oferta y la demanda de alimentos y que constituyen “un puente entre la abundancia y la carencia” (Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos, 2001, p. 916) (Figura 1). De acuerdo con Coque, González y García (2015), los BdA se integran a una cadena logística en la que acercan las posibilidades de sus proveedores (empresas y otras entidades donantes) con las necesidades de sus clientes (entidades beneficiarias). Por su parte, Watson, Stewart y Scott (2013) sostienen que los BdA actúan como depósitos de clasificación y almacenamiento y vinculan a un grupo de donantes (fabricantes, productores, supermercados, patrocinadores) con distintas agencias beneficiarias (centros comunitarios, comedores populares, refugios) para ayudar a las personas que padecen hambre e inseguridad alimentaria.
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Fuente: GFN (s.f.) Recuperado de https://www.foodbanking.org/es/por-que-existamos
Figura 1 Bancos de alimentos como organizaciones intermediarias.
En un sentido amplio, los BdA pueden ser entendidos como elementos centrales de una red, que concentra y coordina los flujos de múltiples agentes de manera horizontal y vertical (Figura 2). Bajo este enfoque, Ugo Gentilini (2013), economista del Banco Mundial, considera que: “los bancos de alimentos representan un modelo exitoso de asociaciones sinérgicas entre la sociedad civil, el sector privado y los gobiernos” (p. 12).
Por otra parte, los BdA pueden ser concebidos como un negocio social. Muhammed Yunus, economista y Premio Nobel de la Paz, define a las empresas sociales como aquellas cuyo propósito principal es generar impacto social (2010). Otros autores, como Mair y Noboa (2003), consideran a este tipo de organizaciones como instituciones híbridas que crean, de manera simultánea, valor económico y social, persiguen una misión social y cuentan con un modelo autosuficiente. Los BdA cuentan con estas características ya que son empresas con fines sociales que se esfuerzan por ser rentables a través de la administración de sus recursos bajo criterios de máxima eficacia (Banco de Alimentos de Ceuta, 2017). Asimismo, han demostrado ser capaces de realizar actividades de manera sostenible en el tiempo, generar capital social y favorecer la integración e interacción entre agentes o entidades que, de otra manera, no tendrían relación alguna, o, simplemente, compartirían un vínculo frágil o inestable.
De Phoenix al mundo: origen y organización de los bancos de alimentos
El origen de los BdA se remonta a la década de 1960 en la ciudad de Phoenix, Arizona, Estados Unidos. Allí, el empresario local John Van Hengel ideó una manera de conectar los excedentes de la industria alimentaria con las personas que padecían hambre. Bajo este concepto, en 1967 nació el St. Marys’ Food Bank, primer BdA en el mundo, el cual aún continúa en actividad. El modelo ganó impulso en el territorio estadounidense en la década de 1970, producto de subsidios federales y una serie de incentivos fiscales (Warshawsky, 2010). La creación de BdA en distintas ciudades del país, motivó a Van Hengel a conformar una red que los organizara. Así, en 1979 surgió Second Harvest, que más adelante cambió su nombre a America’s Second Harvest the Nation’s Food Bank Network y, posteriormente, a Feeding America (FA), denominación que mantiene hasta la actualidad (FA, s.f.).
Inspirados en lo que estaba ocurriendo en América, Bernard Dandrel y André Hubert fundaron, respectivamente, los primeros BdA en Francia y Bélgica, y promovieron la creación de la European Food Banks Federation (FEBA, por sus siglas en español) en 1986 (FEBA, s.f.). Dos décadas más tarde, y gracias a la iniciativa de las redes nacionales de Argentina, Canadá y México, nació en el 2006 The Global FoodBanking Network (GFN), primera agrupación con miembros de distintos continentes. De esta forma, se consolidaron las actualmente consideradas más grandes entidades de BdA del mundo: FA, la FEBA y la GFN (GFN, 2019a).
Aunque cada red tiene su propia impronta, poseen diversos aspectos en común. En primer lugar, las tres se proponen apoyar y fortalecer la actividad de sus miembros por medio de soporte técnico, capacitación y financiamiento, y ayudarlos a lograr un mayor impacto en sus operaciones. En este sentido, la GFN sostiene que “un banco de alimentos que trabaja aisladamente puede reducir el hambre en una forma limitada, aunque poderosa. Pero un banco de alimentos conectado con GFN puede tener un impacto inmenso, escalando más rápido y operando con mayor eficiencia” (GFN, s.f.).
Cuadro 1 Misión de las entidades más grandes de bancos de alimentos
FA | Alimentar a las personas que padecen hambre en Estados Unidos a través de una red nacional de bancos de alimentos e involucrar al país en la lucha contra el hambre |
FEBA | Reducir el hambre y la desnutrición a través de la lucha contra el desperdicio de alimentos y el apoyo y desarrollo de bancos de alimentos en los países donde más lo necesitan |
GFN | Aliviar el hambre global a través de la colaboración para el desarrollo de bancos de alimentos en comunidades donde se necesitan y el apoyo a los bancos de alimentos donde ya existen |
Fuente: elaboración propia, con base en FA (s.f.), FEBA (s.f.) y GFN (s.f.).
Asimismo, las redes identifican territorios con necesidades de alimentación donde no existen BdA y fomentan y acompañan su implantación. En estos casos, establecen vínculos con organizaciones benéficas, líderes sociales, empresas y autoridades públicas, con el objetivo de impulsar el desarrollo de proyectos de asistencia alimentaria, que aprovechen las capacidades existentes y las utilicen como base para la creación de nuevos BdA.
Otro aspecto que comparten FA, la FEBA y la GFN es su rol de representación ante socios estratégicos, gobiernos y organismos internacionales, a través del cual generan y fortalecen alianzas, promocionan y difunden sus acciones y concientizan sobre las problemáticas en torno al hambre, la inseguridad alimentaria y los desperdicios de alimentos.
Metodología
La metodología se estructuró en tres partes, con el objetivo de describir la localización de los BdA, su operación y su situación en el contexto de la pandemia del COVID-19. En primer lugar, se identificó la cronología del establecimiento del primer BdA en cada país y se caracterizó su presencia en los diferentes continentes, considerando su pertenencia o no a alguna de las principales redes de BdA. Para ello, se realizó una revisión exhaustiva en la literatura y en los sitios web de los miembros de FA, la FEBA y la GFN y de las organizaciones que respondan al nombre de BdA, entre los meses de marzo y abril de 2020.
En segundo lugar, se llevó a cabo un análisis estadístico-descriptivo de las operaciones de los BdA, en base a los cinco componentes definidos por la GFN (2018, 2019b): 1) cantidad de BdA en cada país; 2) toneladas de alimentos distribuidas; 3) cantidad de organizaciones beneficiarias; 4) número de voluntarios; y 5) cantidad de beneficiarios. Los datos se capturaron de la GFN (2019b) y de informes, memorias, estados financieros y sitios web de los BdA y sus redes, entre los meses de octubre y diciembre de 2019 (Anexo I). El estudio se realizó sobre los países con miembros de FA, la FEBA y la GFN, ya que estos comparten un entramado institucional similar, y se limitó al 2018, por tratarse del año más reciente para el cual se tuvo acceso a información organizada de los BdA y de sus redes internacionales.
Por último, se detalló la situación de estas organizaciones en el marco de la pandemia del COVID-19, considerando cómo se vieron afectados los componentes de sus operaciones y las herramientas que utilizaron tanto los BdA como sus redes para dar respuesta a los efectos de la crisis. Para ello, se recopiló información de reportes, comunicados y noticias publicados en los sitios web de FA, la FEBA y la GFN, desde el inicio de la contingencia y hasta finales del mes de mayo de 2020.
Resultados
Cronología y localización de los bancos de alimentos
A partir del nacimiento del primer BdA en 1967, el modelo experimentó una rápida expansión dentro del territorio estadounidense. Su internacionalización comenzó en 1981, con la creación del Edmonton's Food Bank en Canadá, y continuó, años más tarde, en Francia, Nueva Zelanda y Bélgica (Figura 3). Tras el surgimiento de la FEBA en 1986, la presencia de estas organizaciones en el continente europeo se incrementó de forma vertiginosa, principalmente en las décadas de 1990 y 2000.
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Fuente: elaboración propia.
Figura 3 Cronología de la creación del primer banco de alimentos en cada país y de las entidades más grandes de bancos de alimentos.
En el resto del mundo, inicialmente, la introducción del modelo de BdA fue dispersa y paulatina, y se concentró, fundamentalmente, en los países de América Latina y Asia golpeados por las crisis financieras de finales del siglo XX e inicios del XXI. Posteriormente, en la década de 2010, su establecimiento en nuevos territorios se aceleró notablemente, en especial en África, Asia y América Central, hecho que podría guardar relación con la creación de la GFN en 2006. En síntesis, en términos generales, la cronología mostró que los BdA nacieron y se expandieron, primero, en los países desarrollados, y luego en aquellos en vía de desarrollo.
De acuerdo con datos recopilados hacia principios de 2020 (Figura 4), los BdA mostraron actividad reciente en 99 naciones en todo el mundo. En lo que va del año, al menos un BdA operó en más de la mitad de los países de Europa, Asia y América, mientras que, en Oceanía, solo tuvieron presencia en Australia y Nueva Zelanda. En África, únicamente se halló evidencia sobre la existencia de BdA en el 34 % de los países, cifra que resulta inquietante considerando que, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2019), la prevalencia de desnutrición en 2018 alcanzó al 19.9 % de su población, porcentaje más alto a nivel continental.
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Fuente: elaboración propia.
*La Federación de Rusia y Turquía se incluyeron dentro de Europa (ONU, s. f.)
Figura 4 Países con bancos de alimentos, por continentes y por pertenencia a FA, la FEBA y/o a la GFN*.
Respecto al grado de vinculación con FA, la FEBA y la GFN, se observó que los BdA ubicados en América, Europa y Oceanía tuvieron una mayor participación en comparación con aquellos localizados en África y Asia. En este sentido, es preciso resaltar que en 2019 la GFN aprobó un nuevo plan estratégico en el que se comprometió a incrementar sus esfuerzos para el desarrollo de BdA en el sudeste asiático y África subsahariana (Moon, 2019) y, como consecuencia, lanzó un programa de incubación en Asia (GFN, 2019). Por tales motivos, es probable que, en los próximos años, la participación de BdA en estas regiones se incremente.
Cuantificando las acciones de los bancos de alimentos. Un análisis para el año 2018.
Respecto al primer componente de las operaciones de los BdA, se halló que 2,952 de estas organizaciones desempeñaron actividades en los países analizados durante el 2018. Alemania concentró la mayor presencia de BdA, con 942, es decir, el 31.91 % del total. Continuaron la lista Canadá, con 650, Corea del Sur, con 469, y en menor medida, Estados Unidos y los Países Bajos, con 200 y 169, respectivamente. Si se considera el nivel de población, Canadá fue el país con mayor cantidad relativa de BdA, con 17.5 por cada millón de habitantes. Lo siguieron Alemania, Estonia, los Países Bajos y Corea del Sur, con valores comprendidos entre 11.36 y 9.08 cada uno. Estos números mostraron la amplia cobertura que los BdA alcanzaron en ciertas partes del mundo, principalmente en las naciones más desarrolladas. Sin embargo, cabe señalar que en 24 países1 solo se encontró evidencia de la presencia de un único BdA miembro de alguna de las entidades analizadas.
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Fuente: elaboración propia.
*Las cifras poblacionales se obtuvieron del Banco Mundial (2019) y de Datos Macro (s.f.) para el caso de Taiwán.
Figura 5 Cantidad de bancos de alimentos operando en países miembros de FA, la FEBA y la GFN más destacados, año 2018*.
El segundo componente analizado fue la cantidad de alimentos distribuidos. En el 2018, los BdA repartieron más de 2,179 millones de toneladas, de las cuales, el 99.91 % se entregaron en Estados Unidos. En un muy nivel inferior, se suministraron 810 mil toneladas en Irlanda, 264 mil, en Alemania y 152 mil, en España. Resulta evidente que existió una abismal brecha entre Estados Unidos y el resto de las naciones, tanto en términos absolutos como relativos, la que podría explicarse, en parte, como consecuencia del grado de desarrollo y forma de concebir el modelo organizacional en el país norteamericano.
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Fuente: elaboración propia.
*Las cifras poblacionales se obtuvieron del Banco Mundial (2019) y de Datos Macro (s.f.) para el caso de Taiwán.
Figura 6 Alimentos distribuidos por los bancos de alimentos de países miembros de FA, la FEBA y la GFN más destacados, año 2018*.
En tercer lugar, se halló que 149,914 organizaciones beneficiarias colaboraron con miembros de FA, la FEBA y la GFN. Estados Unidos nuevamente sobresalió en este componente, logrando una vinculación con 60,000 socios locales para la distribución de alimentos en todo el país. Otro caso destacado, en términos absolutos y relativos, fue Corea del Sur, donde 14,483 organizaciones trabajaron junto a sus 46 BdA, lo que equivale a más de 280 por cada millón de habitantes. En tanto, Reino Unido, México, Italia y España contaron con la ayuda de más de 7,000 organizaciones cada uno, para atender las necesidades de sus beneficiarios. Finalmente, es importante resaltar los ejemplos de Portugal y Lituania, países que alcanzaron un importante vínculo con entidades de la comunidad en relación al tamaño de su población.
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Fuente: elaboración propia.
*Las cifras poblacionales se obtuvieron del Banco Mundial (2019) y de Datos Macro (s.f.) para el caso de Taiwán.
Figura 7 Cantidad de organizaciones beneficiarias de los bancos de alimentos de países miembros de FA, la FEBA y la GFN más destacados, año 2018*.
El cuarto componente analizado fue la red de voluntarios de los BdA. Un total de 254,445 personas colaboraron en 2018 de manera voluntaria con alguno de los BdA ubicados en los 39 países sobre los que se halló información al respecto. Las naciones con mayor participación fueron Alemania e Israel; sin embargo, mientras que en Alemania 60,000 voluntarios ayudaron a la operación de sus 942 BdA (lo que equivale a casi 64 personas por cada uno de ellos), en Israel, 50,000 personas fueron informadas como voluntarias del único BdA miembro de la GFN. Estas últimas cifras despiertan dudas respecto a la forma en que se contabilizaron las operaciones y ponen de manifiesto la necesidad de avanzar hacia estándares que unifiquen los criterios de medición y faciliten la comparabilidad de datos.
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Fuente: elaboración propia
*Las cifras poblacionales se obtuvieron del Banco Mundial (2019) y de Datos Macro (s.f.) para el caso de Taiwán.
Figura 8 Número de voluntarios de los bancos de alimentos de países miembros de FA, la FEBA y la GFN más destacados, año 2018*.
Finalmente, el quinto componente abordó la capacidad de asistencia alimentaria de los BdA. Según los datos recabados, en el 2018 más de 60 millones de personas recibieron alimentos provenientes de algún BdA miembro de FA, la FEBA o la GFN. Estados Unidos se destacó, una vez más, alcanzando 40 millones de beneficiarios, es decir, el 70 % del total. Si se consideran las toneladas distribuidas en el país, se obtiene una relación de 54,431 kilos de alimentos repartidos a cada beneficiario. Esto resulta muy llamativo, ya que de acuerdo con estimaciones de la FAO (2011), el consumo anual medio de alimentos de una persona es de 474.5 kg, lo que significa que con lo que cada beneficiario recibe en promedio de un BdA estadounidense sería suficiente para alimentar a 115 personas. Esta interpretación evidencia, nuevamente, la necesidad de contar con criterios para la conceptualización de las variables y la medición de las operaciones que permitan un mejor análisis.
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Fuente: elaboración propia
*Las cifras poblacionales se obtuvieron del Banco Mundial (2019) y de Datos Macro (s.f.) para el caso de Taiwán.
Figura 9 Cantidad de beneficiarios de los bancos de alimentos de países miembros de FA, la FEBA y la GFN más destacados, año 2018*.
Por debajo de Estados Unidos, las cifras indicaron que los BdA de los Países Bajos distribuyeron un promedio de 314.29 kilos de alimentos por beneficiario (kg/benef), seguidos por los de Corea del Sur, con 282.71 kg/benef, los de Alemania con 176 kg/benef y los de España con 126.88 kg/benef. En todos estos casos, los valores mostraron mayor concordancia con el nivel de consumo anual de referencia.
Los bancos de alimentos en el contexto de la pandemia COVID-19
La pandemia del coronavirus COVID-19 ha puesto en jaque a la sociedad mundial, obligando a los gobiernos a implementar medidas drásticas que afectaron, prácticamente, todos los órdenes de la vida. Al igual que otras organizaciones de primera necesidad, los BdA se mantuvieron trabajando para responder a las consecuencias de la crisis, ajustando sus estrategias y operaciones.
A través de su sitio web, FA destacó que “desde Seattle hasta New Rochelle, desde Baton Rouge hasta San Francisco, los bancos de alimentos en todo el país están haciendo lo que mejor hacen: alimentar a las personas que lo necesitan” (s.f.). Con un mensaje similar, en pleno auge de la pandemia en Europa, la FEBA (2020) enfatizó que sus BdA “han continuado haciendo lo que mejor hacen: recuperar excedentes alimentarios para asistir a organizaciones beneficiarias y alimentar a la población con carencias” (p. 1). Por su parte, Lisa Moon presidente y CEO de la GFN indicó que “todos los días y a contrarreloj, la GFN está trabajando para garantizar llegar a quienes están abrumados con esta crisis de hambre en todo el mundo” (2020c).
En un comunicado conjunto, los titulares de las tres redes afirmaron que “antes de la pandemia (…) los bancos de alimentos de todo el mundo estaban en la vanguardia para prevenir el desperdicio de alimentos y combatir el hambre”; sin embargo, “con la propagación de COVID-19, (…) participan en una lucha global, masiva y urgente contra el hambre como nunca antes en la historia moderna”. En este sentido, realizaron un llamado urgente a las empresas, fundaciones e individuos a incrementar las donaciones de alimentos, y a los gobiernos e instituciones multilaterales a apoyar el trabajo de los BdA en este momento crítico (Vandenschrik, Babineaux-Fontenot y Moon, 2020).
Las consecuencias de la crisis configuraron una verdadera tormenta perfecta para los BdA. Por un lado, la demanda de asistencia alimentaria se incrementó de manera significativa en todo el mundo. Este aumento representó el 80 % para los miembros de la FEBA (2020), el 59 % en casi la totalidad de los BdA de FA (2020) y entre el 50 % y el 100 % en el caso de la GFN (Moon, 2020d).
Por otro lado, los BdA experimentaron severos problemas para conseguir alimentos. Moon (2020a) informó una disminución drástica en las donaciones recibidas por los miembros de la GFN, debido a las interrupciones en las cadenas de suministro locales, las compras de pánico y el acaparamiento por parte de los consumidores, que, de acuerdo con una encuesta, afectó en abril a nueve de cada diez de sus BdA (Moon, 2020b). En el mismo mes, el 59 % de los miembros de FA reportaron tener menor inventario disponible, motivo por el cual esta red decidió entregarles cajas de alimentos e insumos de limpieza e higiene (FA, 2020).
En Europa, las donaciones a los BdA se volvieron inestables (FEBA, 2020): en la mayoría de los casos disminuyeron, producto de la interrupción de una o varias etapas de la cadena de suministro, lo que impidió la entrega regular de alimentos; y en ciertas ocasiones, aumentaron de forma extraordinaria, debido a que muchos de los donantes habituales (hoteles, restaurantes y cafeterías) se vieron forzados a suspender sus actividades o incluso a cerrar sus locales de manera permanente.
Otro de los efectos de la pandemia en el funcionamiento de los BdA fue la escasez de voluntarios. Moon (2020b) informó que el 21 % de los miembros de la GFN expresaron la necesidad urgente de incorporar voluntarios para responder al aumento de sus operaciones. En medio del desarrollo de la crisis, Paul Morello, Productor de Contenido y Narrador de FA, (2020a) reportó que el 67 % de los miembros de la red requirieron recursos humanos adicionales y que, para hacer frente a esta situación, invitaron a las personas a contribuir desde sus hogares, respondiendo correos electrónicos o procesando datos. En tanto, en uno de cada diez BdA de la FEBA, la mayoría de los voluntarios debieron permanecer en aislamiento obligatorio por tratarse de personas mayores de 65 años; asimismo, el 5 % de estas organizaciones afirmaron que no tuvieron el suficiente nivel de personal voluntario o rentado, por lo que solicitaron ayuda adicional, particularmente de jóvenes, y recibieron la colaboración de funcionarios públicos y miembros del ejército (FEBA, 2020).
Morello (2020b) se refirió a la pandemia del COVID-19 como una nueva situación de normalidad, en la que los BdA “deben encontrar diferentes formas de llevar alimentos a las personas que los necesitan mientras buscan nuevas fuentes de abastecimiento y voluntarios”. La FEBA (2020) enfatizó que sus miembros debieron responder de manera creativa, práctica y tenaz para mantener activa la cadena de valor y continuar contribuyendo a reducir la inseguridad alimentaria mientras evitan el desperdicio de alimentos. Karen Hanner, Directora de Abastecimiento de Alimentos y Asociaciones Estratégicas de la GFN (citada en Moon, 2020d), explicó que, dada la corta vida útil de algunos alimentos y la dificultad para trasladarlos a las organizaciones de cada comunidad, muchos BdA decidieron entregarlos a los beneficiarios de manera directa.
Durante el contexto de crisis, tanto la GFN, como FA y la FEBA llevaron a cabo acciones destinadas a atender las dificultades financieras de los BdA. De acuerdo con Moon (2020a), la GFN incrementó el financiamiento a sus miembros para asegurar la distribución de alimentos en el menor tiempo posible, mientras que la FEBA y FA constituyeron, respectivamente, el “European COVID-19 Social Emergency Fund” y el “COVID-19 Response Fund”, instrumentos especiales para asegurar la continuidad de la actividad de los BdA y abordar la emergencia social presente y futura (FEBA, 2020; FA, s.f.).
Además, las redes procuraron el fortalecimiento de alianzas y la generación de nuevos vínculos con organismos, gobiernos y empresas; al mismo tiempo, intensificaron el diálogo con sus miembros para brindar apoyo técnico para la adquisición y distribución de alimentos, la coordinación de actividades y la solución de problemas (FEBA, 2020; GFN, s.f.). Un ejemplo de esto, han sido los reportes semanales de difusión interna elaborados por la FEBA, para informar la situación de sus BdA y promover prácticas y soluciones innovadoras para enfrentar la crisis. Asimismo, tanto FA como la FEBA y GFN, publicaron de manera regular artículos y actualizaciones en sus sitios web, para comunicar sobre sus acciones y las de sus miembros y solicitar apoyo en este difícil momento.
Conclusiones
La crisis desatada por la irrupción del coronavirus COVID-19 configuró un escenario inédito e inimaginable para la sociedad moderna. En medio de las urgencias e incertidumbre, los gobiernos se vieron obligados a tomar una gran cantidad de decisiones trascendentales en muy poco tiempo, con el fin de intentar contener la propagación del virus y administrar la capacidad de los sistemas sanitarios. Las restricciones y suspensiones a la libre circulación paralizaron las economías mundiales, situación que afectó, especialmente, a los grupos y regiones más vulnerables. Ante el incesante aumento de las necesidades de asistencia, las organizaciones de la comunidad incrementaron sus esfuerzos para colaborar en la atención de las consecuencias de la crisis. Este ha sido el caso de los BdA.
Los BdA no son un fenómeno nuevo, estas organizaciones han operado durante más de 50 años, con el objetivo de conectar excedentes alimentarios con personas con carencias. El modelo, surgido en Estados Unidos en 1967, conformó un amplio entramado institucional que le permitió expandirse y posicionarse, de manera progresiva, en los cinco continentes. Los BdA se multiplicaron en Europa, fundamentalmente en las décadas de 1990 y 2000, y también lo hicieron en África, América Central y Asia durante los últimos años. Con actividad en 99 países hacia principios de 2020, el crecimiento de estas instituciones es evidente y destacable. Si bien, en términos generales, la cronología muestra que nacieron y se expandieron, primero, en los países desarrollados, y luego en aquellos en vía de desarrollo, aún tienen el desafío de profundizar su presencia en las regiones que poseen los mayores niveles de hambre e inseguridad alimentaria.
El volumen de operación alcanzado por los miembros de FA, la FEBA y la GFN, es muy significativo. Tan solo durante el año 2018, 2,952 BdA distribuyeron más de 2,179 millones de toneladas de alimentos a más de 60 millones de beneficiarios. Para ello contaron con la colaboración de, aproximadamente, 150 mil organizaciones beneficiarias y 250 mil voluntarios. Si bien estas cifras pueden no ser exactas, debido a que no se conoce la existencia de estándares para capturar y contabilizar los datos, ayudan a dimensionar el alcance y potencial que estas organizaciones poseen.
Al declararse la pandemia, los BdA no solo continuaron operando en primera línea, sino que redoblaron sus esfuerzos para dar respuesta a los nuevos desafíos. Como consecuencia de la crisis, la mayoría de ellos experimentaron un importante aumento en la demanda de alimentos, severas dificultades en el abastecimiento de comida, menor participación de voluntarios y un incremento en sus gastos de operación. En este contexto, las redes de BdA se mostraron sumamente activas, apoyando las acciones de sus miembros e impulsando la participación de nuevas organizaciones, especialmente en los países más afectados.
Aunque terminar con todas las formas de hambre y desnutrición continúa siendo uno de los grandes desafíos de la humanidad, los BdA han demostrado a lo largo del tiempo que pueden ser parte de la solución. Su enfoque basado en la sustentabilidad, su expansión territorial, su nivel de desarrollo institucional y su capacidad para vincular diferentes actores de la sociedad, los convierte en un modelo con un gran potencial.
En 2013, Gentilini anticipaba que: “el escenario emergente sugiere que el fenómeno de los bancos de alimentos puede ser sustancialmente más significativo, tanto en términos de magnitud como de implicaciones, de lo que generalmente se percibe” (p. 15); de manera impensada, la pandemia del COVID-19 confirmó su premisa. La crisis ratificó el compromiso y evidenció la capacidad de los BdA para ajustar su estructura y responder a una verdadera tormenta perfecta. Por lo tanto, en un contexto en el que los expertos vaticinan severos incrementos en los niveles de hambre en todo el mundo, su medición, estudio e impulso resulta de suma importancia para futuras políticas de protección social.