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Estudios sociales. Revista de alimentación contemporánea y desarrollo regional

versión On-line ISSN 2395-9169

Estud. soc. Rev. aliment. contemp. desarro. reg. vol.32 no.60 Hermosillo jul./dic. 2022  Epub 10-Mar-2023

https://doi.org/10.24836/es.v32i60.1218 

Artículos

La agroecología en disputa: una mirada desde el capital y la economía política

The agroecology in dispute: A sight from capital and political economy

*Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE). Equipo de Sociología Rural del INDES/CONICET. Mendoza 493. Santiago del Estero (4200), Argentina. Tel. +54386094029366. Dirección electrónica: pazraul5@hotmail.com


Resumen

Objetivo:

Mostrar las estrategias agroecológicas desplegadas por agroecosistemas de la agricultura campesina, tendientes a captar el trabajo/energía producido por la naturaleza y transformarlo en valor, con la participación escasa o nula del capital en tales procesos.

Metodología:

El estudio del caso responde a un método de investigación cualitativa a partir de entrevistas y observaciones directas

Resultados:

Los procesos de no mercantilización, la condición bifacética de la mano de obra familiar, los tiempos del capital y los de la naturaleza, el capital como cosa y como proceso, la inmediatez tanto del proceso de trabajo, del producto de trabajo y de la realización del valor de uso conjuntamente con formas de apropiación y gestión comunal de la tierra y recursos asociados, son aspectos que sientan la base para pensar en la agroecología contrahegemónica.

Limitaciones:

Más estudios de caso permitirían abordar estas perspectivas que tienen una fuerte mirada capitalocentrico e integrar y complementar con otras miradas y disciplinas.

Conclusiones:

Comprender la lógica del capital desde su relación con la naturaleza y como la naturaleza puede trabajar para ciertos agroecosistemas, disminuyendo el carácter disciplinador del capital en tales procesos, constituye un tema a considerar para el diseño de políticas por parte de los movimientos sociales.

Palabras claves: desarrollo regional; agricultura campesina; agroecología; lógica del capital; tiempos del capital y de la naturaleza; economía política

Abstract

Objective:

To show the agroecological strategies deployed by agroecosystems of peasant agriculture, tending to capture the work/energy produced by nature and transform it into value, with little or no participation of capital in such processes.

Methodology:

The case study responds to a qualitative research method based on interviews and direct observations.

Results:

The processes of non-commodification, the bifaceted condition of family labor, the times of capital and those of nature, capital as a thing and as a process, the immediacy of both the work process, the work product, and the realization of use value together with forms of appropriation and communal management of the land and associated resources, all of it are aspects that lay the groundwork for thinking about counter-hegemonic agroecology.

Limitations:

More case studies would allow us to address these perspectives that have a strong capitalocentric perspective and integrate and complement other perspectives and disciplines.

Conclusions:

Understanding the logic of capital from its relationship with nature and how nature can work for certain agroecosystems, reducing the disciplining nature of capital in such processes, is an issue to consider for the design of policies by social movements.

Keywords: regional development; peasant agriculture; agroecology; logic of the capital; times of capital and nature; political economy

Introducción1

El documento publicado por la FAO (2019), da a conocer el resultado de II Simposio Internacional sobre Agroecología en 2018, denominado Tool for Agroecology Performance Evaluation 2019 - Process of development and guidelines for application. En su objetivo general se propone producir evidencia sobre el comportamiento de los sistemas agroecológicos a través de las siguientes dimensiones: medio ambiente, sociedad/cultura, economía, salud/nutrición y gobernanza. Para ello toma diez elementos de la agroecología buscando captar su carácter multidimensional y complejo: seguridad en la tenencia de la tierra, productividad, ingresos, valor agregado, exposición a los pesticidas, diversidad dietaria, empoderamiento de la mujer, generación de trabajo a jóvenes, biodiversidad agrícola y salud del suelo.

La definición, a partir de los diez indicadores, aunque es un avance significativo y capta en parte la multidimensionalidad de la agroecología en los sistemas de producción, dista mucho de otras enunciaciones que manejan los movimientos sociales agrarios como también los distintos grupos subalternos (campesinos, pueblos originarios y agricultura familiar a pequeña escala). La Vía Campesina (LVC, 2015),2 en su manifiesto intenta captar lo que significa la agroecología para esos sectores.

Para La Vía Campesina, la agroecología es esencial para la humanidad, ya que ella construye autonomía y brinda una vida mejor para los pequeños productores de alimentos, produce alimentos saludables, provee una fuerte base para la soberanía alimentaria y permite a la población rural vivir en armonía y cuidar a nuestra Madre Tierra.

Desde una aproximación amplia, se puede inducir que así planteado, en nada se contrapone con los indicadores de la FAO. Es allí donde pueden generarse confusiones y conjeturas en cuanto se pierde la verdadera esencia de la discusión y las tensiones entre estas dos miradas. Estas se hayan, en gran parte contrapuestas y también complementarias como, por ejemplo, cuidar el suelo, generar empleo, buscar una calidad dietaria, evitar el uso de agroquímicos, preservar el medio ambiente, garantizar la alimentación, entre otros.

A los efectos de mantener un cierto contraste, una primera definición más crítica, permite pensar a la agroecología como un proceso multidimensional y multiescalar (construcción de territorios). Lo señalado pone en cuestión a la forma de vida impuesta por el sistema capitalista. En esta línea de pensamiento, la agroecología se va instituyendo como un proceso político y social, en un movimiento contestatario y crítico del funcionamiento de la sociedad (Leff, 2002; Rosset y Martínez-Torres, 2016; Escobar, 2014).

Los movimientos sociales ponen en cuestión al régimen alimentario global (McMichael, 2013) desde la agroecología y la soberanía alimentaria, como una de sus principales dimensiones más contestarias. Dicho de otra forma, interpela a la lógica del capital que se instala en el mundo de la producción, procesamiento y circulación de los alimentos a través de la agroecología. Es allí donde se hace necesario comprender la lógica del capital, no solo desde sus contradicciones (Harvey, 2014; Paz, 2017; Giraldo y Rosset, 2017; van der Ploeg, 2021), sino también reconocer o comenzar a identificar como el capital funciona a través de la naturaleza (Moore, 2020) y como la naturaleza puede trabajar para ciertos agroecosistemas, disminuyendo el carácter disciplinador del capital en tales procesos productivos (Paz, 2017).

Al incorporar la agroecología como dimensión central del análisis, se reafirma la idea de que el capitalismo no es solo un sistema económico y social, es también una forma de organizar la naturaleza. Tal idea lleva a reflexionar sobre como el capital funciona a través de la naturaleza y como la agroecología se posiciona como una alternativa contrahegemónica, en cuanto busca atenuar o disminuir el carácter disciplinador del capital sobre los procesos productivos y de circulación del alimento.

Este artículo se planteó como objetivo, a partir de tres casos ilustrativos, mostrar las estrategias agroecológicas desplegadas por agroecosistemas de la agricultura campesina, tendientes a captar el trabajo/energía producidos por la naturaleza y transformarlo en valor, con la participación escasa o nula del capital en tales procesos. Se busca, también, entregar algunos elementos que permiten pensar en que el desarrollo de las fuerzas productivas por parte de la pequeña producción es posible (Akram-Lodhi, 2021). Para tal fin, se echa mano a diversos conceptos que se irán desarrollando con los distintos casos, con el objeto de explicar mejor tales procesos. Aunque en cada uno de los ejemplos se pone énfasis en una dimensión conceptual y su posterior desarrollo, es importante reconocer que los tres casos, de una u otra forma se entrecruzan y traslapan, en cuanto al rol del trabajo familiar, sus prácticas y su relación con la naturaleza, los procesos agroecológicos que se vienen dando y la producción de valor. Hay un aspecto que justamente es común y forma parte del esqueleto conceptual y la razón de ser de la agricultura familiar y campesina, que es el rol y la lógica que impone el trabajo familiar no remunerado y el conocimiento o como lo menciona van der Ploeg The art of farming (2013). Por lo tanto, se hace necesario presentar previo al desarrollo de los casos, el concepto del doble carácter del trabajo familiar campesino (Marx, 1987; Holloway, 2011; Chayanov, 1987; van der Ploeg, 2013; Paz, 2017) y su potencial al momento de pensar en la agroecología. Una breve aclaración por parte del autor con respecto a la forma de abordar la lectura de este artículo. La idea y el peso conceptual están puestos en el capital y no en el sistema capitalista, aunque existe una relación intrínseca entre uno y otro concepto. El capital es entendido como motor económico del capitalismo, mientras que el sistema capitalista es comprendido como un sistema social donde predomina de manera hegemónica los procesos de circulación y acumulación del capital que moldean a una sociedad.

Finalmente se entregan algunos elementos conceptuales tendientes a pensar al modelo agroecológico, donde el capital pierde su carácter disciplinador, tanto en los procesos productivos como de circulación, lo cual le da un carácter de contrahegemónico. Así también, habilita a pensar que es posible el desarrollo de las fuerzas productivas por parte de la agricultura campesina desde modelos más agroecológicos.

El carácter bifacético del trabajo familiar en la agricultura campesina

La tradición de los clásicos en los estudios sobre los campesinos ha tenido una fuerte influencia sobre las interpretaciones actuales vinculadas con la agricultura familiar - en especial aquella de base campesina−, donde el trabajo familiar constituye una de las principales dimensiones en estos enfoques. La mano de obra y el grado de intensidad del trabajo de la fuerza de trabajo de la familia, estructuran procesos sociales, económicos y productivos de la propia unidad económica.

En la unidad económica familiar, por ser una unidad doméstico-productiva, la vida económica posee un carácter bifacético y complementario. Por un lado, la producción se orienta a cubrir las necesidades de consumo de la familia; por esa misma razón dicha producción presenta un alto grado cualitativo, en términos de proveer el producto adecuado tendiente a cubrir dichas necesidades. Esta producción muestra cualidades específicas que se hace efectiva al momento del consumo o del uso. La satisfacción de tales necesidades no puede ser cuantificada desde las categorías económicas clásicas, sino más bien desde una perspectiva cualitativa de suficiencia e insuficiencia y sus distintos grados en relación a la capacidad de cubrir tales necesidades (Hinkelammert y Mora-Jiménez, 2005).

Por otro lado, la economía familiar, al estar inserta de manera parcial al mercado capitalista, incorpora las dimensiones del intercambio y la mercantilización. La producción, entonces, cobra una cierta relevancia en términos de cantidad y comienza a ser independiente de las necesidades de la unidad económica para orientarse y responder al mercado. Allí, tanto el salario como el precio entre las otras categorías de la economía clásica empiezan a adquirir más importancia.

En ese carácter bifacético de la vida económica de la agricultura familiar, existe una dualidad entre esas dos lógicas productivas y, en consecuencia, una permanente tensión según los momentos históricos del desarrollo capitalista. Se imprime así una lógica particular que debe ser interpretada de acuerdo con el contexto temporal y espacial. Allí la producción que se orienta para la subsistencia debe ser pensada desde la economía de las cosas en especie (in natura), mientras que la producción que se orienta al mercado se convertiría en valores de cambio, y el proceso de producción tendría una segunda forma de existencia que es en valor (in valore) (Chayanov, 1987). Sin embargo, la producción en la agricultura familiar es indivisible y no resulta claro poder establecer su dirección hacia el consumo o al mercado. En el mundo de la agricultura familiar, ambos sistemas coexisten y se complementan, pero puede ocurrir que en circunstancias históricas el sistema in valore con sus categorías económicas clásicas, pueda llegar a apoderarse del natural proceso de producción (in natura) y ser sometido a la lógica económica en función del valor. Así, la producción en la unidad doméstico-productiva, presenta un doble modo de existencia, resultado del trabajo de sus propios miembros. Esa tensión entre la producción in natura e in valore, solo puede estar resuelta por el carácter también bifacético de la mano de obra familiar, ya que el trabajo aplicado y que da lugar a la producción, suele ser indivisible. Un aspecto más que le otorga mayor complejidad a la dinámica de unidad económica familiar, es que dicha fuerza de trabajo se orientará a desarrollar los objetos de trabajo y los instrumentos de trabajo, muchos de los cuales participarán tanto en el sistema in natura como in valore, tendientes a incrementar los rendimientos y la productividad que serán destinados a la producción de valores de uso y de cambio (Marx, 1984; van der Ploeg, 2013).

La tierra es el principal objeto de trabajo para la agricultura familiar, puesto que suministra, en muchas ocasiones, provisiones con escasa intervención del hombre, como también provee otros objetos y medios de trabajo3 que mejora a partir de sus destrezas y habilidades provenientes del propio trabajo familiar. Son muchos los ejemplos que se pueden dar para graficar lo anteriormente expuesto, planteándose aquí solo dos. El primero se relaciona con la ganadería, así un animal es un objeto de trabajo que puede producir leche para el consumo de la familia, pero también puede dar otros objetos de trabajo como las crías que se orientan para ampliar el rebaño (más objetos de trabajo), o el estiércol como medio de trabajo tendiente a mejorar la producción de un cultivo a partir del abono orgánico. En este proceso, el producto puede servir de objeto de trabajo y de materia prima para otros procesos productivos, resultado de trabajos anteriores y en relación con las necesidades de la familia. El segundo ejemplo se vincula con los procesos de domesticación de las semillas por parte de los campesinos, donde existe un carácter dual (Jardón-Barbolla, 2019). Por un lado las semillas tienen la posibilidad de realizarse como objetos de consumo directo, mientras que también pueden conformarse como medios de producción para el siguiente ciclo agrícola como simiente para la nueva siembra.

Las entidades biológicas (el ganado o las semillas) existen como objetos orientados al consumo o insumos para otros procesos productivos y como instrumentos u objetos de trabajo aptos para el desarrollo de fase productiva. En estos dos ejemplos existe un carácter dual donde los objetos de trabajo son a la vez instrumentos o medios de producción. Por lo tanto, la función económica es solo una de muchas funciones vitales tanto de la tierra como de los objetos de trabajo. En la mayoría de las veces la organización social de la familia, muchas veces mediada por el consumo, se adapta tanto a la propia tierra como a los otros factores de producción y objetos de trabajo.

En este proceso interviene lo que Marx denomina trabajo4 útil como el trabajo que se manifiesta en la utilidad o el valor de uso de su producto. “Así pues, vemos que el valor de uso de toda mercancía encubre un trabajo útil especial, o una actividad productiva que responden a un fin particular” (Marx, 1984, p. 18). Aquí interesa saber cómo se realiza el trabajo que no solo se orienta a la producción en sí misma, sino también a mejorar los objetos y medios de trabajo. En la agricultura los objetos de trabajo son parte de la naturaleza; los animales por ejemplo conforman un objeto de trabajo y lograr un animal adaptable a las condiciones agroecológicas locales con el mayor grado de eficiencia productiva, es el resultado de años de dedicación por parte del agricultor familiar.

El tipo de trabajo, de hacer, como lo llama Holloway (2011), no está gobernado por el mercado de trabajo y, por lo tanto, no queda determinada su asignación y remuneración desde la lógica marxista. Ello sienta las bases para crear un capital diferente. A partir del trabajo de la propia familia se construye un capital campesino o capital familiar. “En la agricultura campesina, el capital familiar es simplemente la suma de las instalaciones construidas, máquinas y todo lo que se parezca” (van der Ploeg; 2013, p. 25). Dicho capital difiere de la visión capitalista en cuanto que no es usado para producir plusvalor ni procesos de acumulación a partir de la explotación del trabajo asalariado. Este capital familiar al igual que el hacer no está gobernado por los mercados de capitales ni por los mercados de trabajo capitalista. Así el capital familiar “es el incremento del valor de los bienes materiales que la familia ha adquirido con su trabajo durante el año, o, para decirlo de otro modo, el producto de su trabajo” (Chayanov, 1987, p. 53). Nuevamente el trabajo útil aparece como generador de valores de uso que en el ciclo productivo puede transformarse en valores de cambio como también en capital familiar. La generación de capital sin capital es una de las características en el marco de los imperativos de la agricultura familiar. Así por ejemplo, la recuperación de tierras marginales para orientarlas al proceso productivo es una forma de construir capital sin capital, a partir de la intensificación de la mano de obra familiar, producto de su propio trabajo.

En este marco, el trabajo familiar constituye el principal mediador de la circulación material entre la naturaleza y el hombre. De esa forma, la artesanalidad, el saber hacer y el conocimiento práctico sobre la naturaleza, aspectos comunes en la agricultura familiar, constituyen formas de intensificación del trabajo familiar orientado en hacer un buen producto (Paz, Rodríguez, González y Lipshitz, 2011; Rodríguez, Paz Suárez y Díaz, 2015). Tal producto no está definido por la cantidad de trabajo necesario para producirlo, sino más bien por su valor cualitativo en cuanto se orienta a un fin en particular de la familia.

Metodología

Los casos seleccionados se encuentran al borde de la frontera de la racionalidad occidental moderna, es decir que los mismos no se encuentran totalmente integrados al sistema capitalista y por esa razón se mueven entre el mundo campesino y el del capital. Ello permite identificar, reconocer y analizar estrategias productivas en relación con la naturaleza que no estén disciplinadas por el capital.

Desde esta perspectiva surgieron varias preocupaciones teóricas en relación a los procesos de no mercantilización y su relación con el capital propiamente dicho: ¿Cómo circula el capital en tales procesos, en especial vinculados con la naturaleza? ¿Cómo son los tiempos en las esferas de la producción, circulación y consumo? y ¿Qué forma toma (capital como cosa o capital como proceso)5 cuando se relaciona con la naturaleza y cual y en qué momento adquieren mayor relevancia?, ¿es posible construir capital en el mundo campesino?

El primer caso contempla a un productor campesino de la localidad de Maimará (provincia de Jujuy, Argentina) y la forma en cómo pone en valor tierra marginal, a partir de entender e incorporar los tiempos de la naturaleza en sus procesos tecno-productivos. Para tal abordaje se usa los conceptos relacionados con la no identidad entre el tiempo de trabajo y el tiempo de producción (Marx, 1987; Mann y Dickinson, 1978). El segundo caso comprende a una productora campesina y militante del Movimiento Sin Tierras (MST) de Brasil, ubicada en la isla de Mosqueiro cercano a la ciudad de Belém do Para, principal punto de entrada para la Amazonia. Dicho caso ayuda a pensar en el modelo campesino y su relación con la agroecología. Una breve aclaración: la categoría “modelo campesino”6 es utilizada por Mançano-Fernandes (2012) para pensar en un conjunto de características que se acercan con cierto grado de precisión y de forma más abarcativa al mundo campesino, sin llegar a ser exhaustiva. El modelo campesino y el modelo del agronegocio como categorías conceptuales, quedan asociados a la construcción de territorios campesinos y del capital y permite comprender la tensión, conflictos y disputas. Así, desde esta perspectiva existe una relación entre el modelo campesino y la agroecología, permitiendo retomar conceptos como la inmediatez (Smith, 1997) y los tiempos de realización de la producción y el consumo. El tercer caso es el de El Hoyo (Departamento Figueroa, provincia de Santiago del Estero, Argentina), una experiencia que nace y se desarrolla bajo el sustrato de lo comunal con 65 familias involucrando alrededor de 10.000 hectáreas (Paz, 2020). Tales estrategias de defensa son llevadas adelante por parte de las familias poseedoras sin título de dominio de la tierra, presentándose como una táctica de defensa frente a las tentativas de despojo. Precisamente, la idea de incorporar este caso es introducir el derecho de acceso a la tierra y la dinámica comunal como un aspecto relevante en la agroecología; también incorporar la idea que el conflicto puede generar contextos favorables y condiciones políticas para el manejo de la agrobiodiversidad por parte de las comunidades locales (Hernádez, Perales y Jaffee 2020).

Caso 1. Santos Quispes: los tiempos del capital y la naturaleza

Santos Quispes con sus tres hijos, es uno de los tantos productores agropecuarios ubicados en la localidad de Maimará (Departamento Tilcara) a 2,400 metros sobre el nivel del mar, en el centro de la Quebrada de Humahuaca de la provincia de Jujuy, Argentina. El tipo de suelo y clima de la zona, le da ciertas características para el desarrollo de la producción hortícola. El sistema de producción agropecuario se orienta casi en su totalidad a la producción de hortalizas de hoja, en especial lechuga con sus distintas variedades (crespa, repollada y mantecosa) con una estrategia de escalonamiento temporal. Esta práctica está relacionada con la incertidumbre que generan los canales de comercialización utilizados por los productores tanto para el mercado local y regional (De Pascuale-Bovi, 2016).

Santos Quispes tiene una explotación agropecuaria compuesta por cerca de ocho hectáreas de las cuales seis hectáreas, aproximadamente, están preparadas para la siembra de cultivos. Su finca colinda con el cauce del río Huasamayo que es un río de montaña lo cual le da características particulares (cauce pedregoso con muchos sedimentos que son arrastrados durante los grandes picos de crecientes con desbordes considerables). Parte de esas tierras fueron ganadas al río e incorporadas al proceso productivo a partir de prácticas ancestrales denominadas camellones7 y utilizadas por las poblaciones originales (Erickson, 2006). Tales prácticas son altamente intensivas en mano de obra y reside en ir generando barreras naturales, que sirven de contención para evitar el desborde del río y lograr su encausamiento. El proceso consiste en el uso de barreras o cortinas forestales con árboles autóctonos, necesitando para ello la construcción manual de una pequeña acequia primero, para llevar el agua a esos retoños que en el futuro serán árboles. Posteriormente, y durante el crecimiento de los árboles, se va buscando la consolidación de esa parte del suelo con la acumulación de piedras y rocas que sirven también de protección a los arboles en momentos de crecida y desborde del río.

Los procesos llevan un tiempo largo de aproximadamente seis a ocho años. Así se presenta un fuerte contraste con el tiempo de pocos meses, que necesitan las empresas capitalistas para encausar tales desbordes e incorporar, las tierras marginales e inundables, al proceso productivo. En este sentido, los camellones son prefabricados de concreto (fabricación industrial) o a partir de cemento, piedras y mallas de acero conjuntamente con el uso de maquinaria pesada para su instalación; todo ello implica además un movimiento considerable de tierra y capital en el marco de fuertes procesos de mercantilización.

El ejemplo por el cual se pone en valor la tierra marginal desde dos perspectivas diferentes sirve para desarrollar el concepto de la no identidad entre el tiempo de trabajo y el tiempo de producción (Marx, 1987) y sus derivaciones posteriores. Este concepto, entrega elementos que explican la existencia de algunos obstáculos presentes en la naturaleza para el desarrollo de una agricultura capitalista plena que han sido bien desarrollados en Mann y Dickinson (1978); pero también sirven para comprender los tiempos de la naturaleza y su relación con los procesos agroecológicos y la producción de valor.

La agricultura presenta una particularidad específica que está dada por los propios ciclos de la naturaleza, más específicamente por los tiempos biológicos necesarios para terminar o completar la producción. El capital necesita generar una renta dada en el menor tiempo posible y para ello, el tiempo de producción debe ser idéntico al tiempo de trabajo.8 Esta perspectiva es admitida y tiene su sustento conceptual, al momento de reconocer que la producción es valorizada solo como mercancía. Los procesos industriales como por ejemplo la línea de montaje de Henry Ford en su fábrica de Highland Park, fue uno de los primeros intentos en la producción en masa de productos, permitiendo obtener productos estandarizados, a un costo más económico y en un menor tiempo. Así, con la línea de montaje en la actualidad se busca que “…el tiempo de trabajo es siempre tiempo de producción, es decir, tiempo durante el cual el capital se halla inmovilizado en la órbita de la producción” (Marx, 1984, p. 186). Es evidente que la duración del acto de producción determinará necesariamente el ritmo de la rotación del capital, aspecto central para la vida de una empresa capitalista que debe responder a los imperativos del mercado, acomodando lo mejor posible su tiempo de trabajo.

Capturar el tiempo es la esencia misma de la lógica capitalista y en consecuencia el período de rotación del capital debe acortarse, abreviando artificialmente el tiempo de producción. Por lo tanto, la producción capitalista busca no sólo bajar al mínimo el tiempo de trabajo incrementando su productividad, sino también acortar el “exceso biológico” del tiempo de producción y el tiempo de circulación de la mercancía. Esta es una de las características del nuevo régimen de acumulación que se va instalando a nivel global donde los tiempos de la naturaleza deben ser acortados a partir de distintos procesos tecnológico-científicos como por ejemplo la biotecnología o la producción integrada9 (Teubal, 1995).

Ahora bien, volviendo al ejemplo de los camellones y la construcción por la empresa capitalista (el agronegocio). La empresa capitalista actúa sobre la naturaleza, compitiendo con ella sobre espacios naturalmente dados. Para tal competencia, se requiere necesariamente de capital (dinero) para llevar adelante toda la obra, que permitirá transformar tierra marginal en tierra productiva para iniciar el ciclo de producción. Para tal fin debe hacerse una primera inversión que consiste en incorporar factores externos los cuales necesariamente debe obtenerlos en el mercado. Aquí, el capital dinero se orienta a la compra de insumos y servicios funcionando como capital cosa; la primera inversión en capital queda transformada en un recurso (capital fijo10) que es la tierra y que en la lógica del capital requiere tiempos de rotación rápidos11 (dinero para hacer dinero en el menor tiempo posible). Lograr una mayor identidad entre los tiempos de producción y tiempos de trabajo es clave para acelerar los procesos de rotación y en consecuencia, los tiempos de la naturaleza son reemplazados por los tiempos del capital y para ello se requiere la incorporación de la mayor cantidad de insumos externos (capital cosa) y fuertes procesos de mercantilización.

Volviendo a Quispes Santos, la construcción de los camellones lleva un tiempo largo, que son los tiempos de la naturaleza, donde fueron utilizados recursos locales con mano de obra familiar o proveniente de la comunidad. Es decir, recursos y mano de obra que no han entrado en el mercado formal de insumos y de trabajo, respectivamente. La forma de combinar tales recursos ha dado lugar a la valoración de tierras marginales a partir de procesos de no mercantilización convirtiendo en tierras aptas para la producción de cultivos orientados tanto al consumo como a los mercados. Es un claro ejemplo de construcción de capital familiar sin capital, lo que impone una lógica posterior de producción muy diferente a la capitalista que buscará recuperar la inversión y una cierta rentabilidad en el menor tiempo posible.

Estos años que llevó el proceso de construcción de los camellones ha respetado los tiempos de la naturaleza con recursos entregados por la propia naturaleza, es decir esta etapa de recuperación de tierras marginales ha sido en coproducción y a través de ella y no por sobre la naturaleza. También ha configurado un paisaje12 resultado de múltiples generaciones de agricultores que han puesto en práctica su conocimiento y tecnología local en lo que a menudo se considera tierras marginales. En este proceso productivo que se da a través de la naturaleza, existe una lógica de asimilación o síntesis del trabajo/energía de la naturaleza, que no es remunerado, donde existen procesos extraeconómicos y no mercantiles, convirtiendo luego en capital campesino y que resulta ajeno al sistema de mercancías en el circuito del capital. Este concepto de asimilación/síntesis es muy diferente al planteado por Harvey (2016) que es el de apropiación por el propio capitalismo, por medio de procesos extraeconómicos que identifican, garantizan y canalizan trabajo y naturaleza no remunerada, ajeno al sistema de mercancías en el circuito del capital, para transformarlas en formas modernas para la producción de plusvalía.

Nuevamente se observa prevalecencia de los tiempos de los procesos de la naturaleza por sobre los tiempos del capital. El capital entonces no está presente como una cosa, más bien fluye y está dado como proceso donde la racionalidad ecológica es más fuerte que la racionalidad económica. En ese flujo continuo del capital, entre el proceso y las cosas, existe una dependencia e interconexión mutua. Pero para Harvey (2014) esa dualidad proceso-cosa no es exclusiva del capital, sino que es una condición universal de la existencia en la naturaleza, y dado que los seres humanos forman parte de esta, es una condición universal de la actividad y de la vida social en todos los modos de producción. Sin embargo, esa dualidad proceso-cosa del capital, presenta dinámicas diferentes para la lógica netamente capitalista con respecto a la forma de producir de la agricultura familiar con base campesina.

Caso 2. Teofila Nunes y el mundo imaginario de Adam Smith

Teofila Nunes, más conocida como Teo, es maestra por formación, campesina y militante del Movimiento Sin Tierras (MST) de Brasil. Su predio se ubica en las entrañas del Amazonas, el bosque tropical más extenso del mundo con la mayor biodiversidad del planeta, que lo hace uno de los espacios más armoniosos y significativos a nivel mundial. Ella vive junto a su esposo Mamede Oliveira,13 quienes con el tiempo han convertido el predio en un Lote Agroecológico de Producción Orgánica, en el marco del asentamiento Mártires de Abril, creado en el 2001 y compuesto por 92 familias (Oliveira-Rocha y Gonçalves-Nobre, 2017), ubicado en la isla de Mosqueiro a 72 km de la capital de Belém. El asentamiento surgió como respuesta a muchas luchas de los campesinos sin tierras después de la ocupación en 1999 de la entonces Hacienda Taba. Este lote no solo es un sistema agroecológico, es también un importante sistema de representaciones de conocimientos y saberes de ese mundo agroecológico y campesino.

Yendo al predio de Teo, en lo pecuario tiene gallinas de campo, algunos cerdos y tres piletones para la cría de una variedad de peces que se orientan al consumo/venta, como también sirve para producir el fertilizante que luego incorpora a la plantación. En lo agrícola, posee una pequeña huerta de mandioca, pimienta del reino y frijol junto con otras hortalizas variadas (hojas verdes, pepino, entre otros), entre otros. Hay, también, especies frutales como cupuaçu (Theobroma grandifloriu) y açaí (Euterpe oleracea), que transforma en pulpas, piña (Ananas comosus), bacuri (Platonia insignis) y extrae del árbol de andiroba (Carapa guianensis) un aceite que sirve para hacer un gel que tiene propiedades medicinales y que es usado en la comunidad. Todo ello dentro de un contexto de una floresta muy variada, con especies arbóreas que son características del bosque amazónico. Gran parte de los productos son vendidos en la región metropolitana de Belém en el marco de la organización del MST. El predio tiene aproximadamente cuatro hectáreas y posee un área de huerta, de producción, de barbecho y descanso (da Silva-Pessôa, 2012). Este breve ejemplo permite esbozar algunas líneas conceptuales para pensar el modelo campesino y su relación con la agroecología, desde la perspectiva de la economía política y los tiempos de realización de la producción y el consumo.

La teoría del valor por parte de Adam Smith (1997) queda explicada a partir de la teoría de los costos de producción, donde la fuente de valor no sólo está determinada por el trabajo, sino también por el capital, tanto el trabajo como el capital son creadores de valor. Smith fue un recopilador de los conceptos imperantes de la época en relación a la teoría del valor y antes de focalizarse en la teoría de los costos de producción, planteó que la única fuente de valor estaba determinada por la cantidad de trabajo coagulado en la mercancía. Esta línea de pensamiento, no pudo ser explicada y menos aún sostenida por Smith cuando buscó contrastarla con la realidad de esa época. Básicamente, uno de sus principales problemas fue reconocer que las personas que realizaban el intercambio en una “sociedad civilizada”, no tenían ninguna forma de conocer cuantitativamente la cantidad de trabajo contenido en las mercancías que intercambiaban.

Aquí viene algo interesante planteado por Smith para salir de este escollo y que sirve para traerlo a colación con la agricultura campesina y la agroecología. Él crea un mundo imaginario, sin ningún sustento histórico, donde manifiesta que es posible determinar por parte del individuo que produce la mercancía, la cantidad de trabajo que está presente en ella. Con palabras del propio Smith “En el estado primitivo y rudo de la sociedad, que precede a la acumulación de capital y a la apropiación de la tierra…” (Smith, 1997, p. 47), los individuos al ser todos ellos básicamente cazadores (también recolectores; este agregado es mío), conocen el tiempo de trabajo empleado en todas las producciones. En esta sociedad primitiva no existen los medios de producción como tampoco existe la propiedad privada sobre la tierra, lo que permite que el producto íntegro del trabajo pertenezca de manera innegable al trabajador.

El mundo imaginario permite y moviliza a pensar en una sociedad que no está disciplinada por el capital, entendido esto desde la producción de rentas y ganancias, propios de un sistema capitalista. A estas sociedades idealmente “primitivas y rústicas” que imaginó Smith, es factible asociarlas, sin temor a equivocación, a sociedades de tipo extractivas donde existe un proceso de trabajo inmediato.

En esta instancia cabe hacer una digresión sobre el concepto de extracción para diferenciarlo del concepto de extractivismo muy presente en el agronegocio. El extractivismo como una de las expresiones más agresivas del capital, concibe a la naturaleza como un medio que se inscribe sobre una lógica instrumental de medios-fines de la racionalidad capitalista, para un fin que es la obtención de la ganancia (Gudynas, 2009). En cambio, el proceso de extracción del modelo campesino habla de un balance entre el hombre y la naturaleza; la agricultura es entonces concebida como coproducción y no en competencia. En tal proceso de extracción se podría pensar que existe una cierta racionalidad ecológica que es inherente a esa sociedad tradicional, donde “los recursos naturales son obtenidos y transformados sin provocar cambios sustanciales en la estructura, dinámica y arquitectura de los ecosistemas naturales” (Toledo, 1992, p. 203). En este marco la tierra no es un recurso que admita la posibilidad de ser apropiado, conforme a la figura de la propiedad privada.

Aquí se puede comenzar a jugar con estos conceptos y el caso ilustrativo. Teo, a partir de su trabajo inmediato y directo (con sus propios medios de producción), conjuntamente con un intercambio ecológico con la naturaleza, obtiene los medios de vida necesarios para su reproducción social. Ella logra apropiarse del producto íntegro de su trabajo (recolectar la piña, por ejemplo, a partir de procesos no mercantiles sin el uso de la mano de obra asalariada), así ese fruto tomado de la naturaleza pertenece de manera indiscutible sólo a su propio trabajo. Por ejemplo, la colecta de piñas (Ananas comosus) en su predio, es trabajo útil, energía humana que se realiza inmediatamente al tomar lo que la naturaleza entrega para ponerlo luego en valor (consumo o venta). Sin embargo, la naturaleza ha realizado un trabajo/energía con un tiempo biológico que Teo respetó. Hay una frase que, de alguna manera, sintetiza lo expresado en los párrafos anteriores, al momento que Teo conceptualiza a la agroecología con sus palabras: “agroecologia é o que a natureza me permite e o que proponho a ela".

Las actividades como la recolección, la caza, la pesca y, posteriormente, el pastoreo, han sido las formas más antiguas de obtención de los bienes materiales necesarios para la vida y que aún hoy permanecen vigentes como formas productivas con un carácter técnico y organizativo particular.14

Si la naturaleza con su tiempo biológico entrega un producto formado (vainas de algarroba, frutos del monte o de la floresta amazónica, especies animales, pastos, miel, árbol, madera, tinturas, etcétera), el tiempo de trabajo que se traduce en una actividad productiva consiste en separar de la naturaleza el producto ya terminado. Aquí entonces el tiempo de trabajo es igual al producto de trabajo; por otro lado la realización de la utilidad del producto (a partir del consumo directo o la venta) es igualmente inmediata, al no estar aún adaptado para un largo período de conservación. En contraste con la inmediatez del consumo, los alimentos procesados y ultraprocesados son los exponentes más claros de la producción de alimento capitalista y muestran una fuerte diferencia con lo anteriormente expresado. Son formulaciones industriales principalmente a base de sustancias extraídas o derivadas de alimentos, además de aditivos y cosméticos que dan color, sabor o textura para intentar imitar a los alimentos. Tales productos están adaptados para recorrer largas distancias en grandes volúmenes de escala y mantenerse comestibles por largo tiempo. Estos tres aspectos (grandes distancias y volúmenes junto a largos tiempos de perecibilidad), requieren de una proporción cada vez mayor de capital, en especial de capital fijo como máquinas, fábricas, redes de transporte, entorno construido e infraestructuras físicas (puertos, almacenamiento, silos, etcétera), imponiendo una impronta donde el capital siempre busca reproducir la relación de clase capital-trabajo.

La inmediatez tanto del proceso de trabajo, del producto de trabajo y de la realización del valor de uso a partir del consumo o de cambio a partir de la venta directa, constituye una de las características de una forma de producción donde el tiempo inmediato, disuelve o evita la presencia insustituible del capital (Paz, 2017).

La otra dimensión que se relaciona con ese carácter extractivo del sistema de producción de Teo, está relacionada con los procesos de no mercantilización; precisamente no hay una necesidad real de articularse a los mercados formales con el propósito de obtener los recursos básicos para su propia subsistencia como de colocar los productos generados. Así, la inmediatez tanto del proceso de trabajo, del producto de trabajo y de la realización del valor de uso como también la presencia de procesos de no-mercantilización, queda asimilada a partir de la propia comunalidad o el territorio. Tales dimensiones constituyen espacios claves para que la mano de obra, tanto familiar como comunal, no se desnaturalice y pierda la capacidad potencial como uno de los elementos centrales en la reproducción y en los posibles procesos de acumulación (Suárez y Paz, 2017).

La naturaleza y más específicamente el trabajo y la tierra, desde este esquema productivo pasa a ser concebida como medio de trabajo o de producción y no como factor de renta. Aquí el proceso de trabajo cobra otra significancia, así también otra intencionalidad, y que es precisamente la de obtener un producto terminado a partir de la aplicación del trabajo directo en un proceso productivo, considerando su creatividad, conocimiento local y de un saber hacer específico.

Lo que se desea destacar es cualquiera que sea la cualidad del trabajo, ya sea en el proceso de trabajo inmediato para obtener de manera directa los bienes de consumo o en el proceso productivo orientado a obtener un producto para el intercambio y el mercado, ambos respetan los tiempos vitales de la propia naturaleza.15 En este marco, el trabajo familiar constituye el principal mediador de la circulación material entre la naturaleza y el hombre. El tipo de trabajo, de hacer, como lo llama Holloway (2011), crea una forma de vinculación diferente con la naturaleza. Así, el tiempo de trabajo (el hacer) no existe como medida ni de la actividad, ni del contenido social del producto pero si como bien social natural y es administrado por los propios individuos.

El concepto de la inmediatez y el reconocimiento de los tiempos largos de la naturaleza se encuentran asociados también a los volúmenes de producción y por lo tanto de realización en el mercado. Los aspectos que están estrechamente articulados con los procesos productivos, determinan de alguna manera los circuitos de comercialización al momento de llevar estos productos al mercado. Así desde esta lógica de producción es posible construir mercados desde la propia finca instalando productos agroecológicos, ganar mercados ajustando la producción con poco nivel de riesgo, ajustando paso a paso los procesos productivos con la demanda del mercado, agregando valor a los procesos productivos, puesta a punto de procesos productivos artesanales y creando novedosos circuitos cortos.

Las estrategias de comercialización solo son posibles en la medida que el capital (especialmente el capital fijo) no se instale en los circuitos de circulación (embalajes o packaging, redes de transporte, infraestructura de almacenamiento, etcétera). Y que al igual que en el proceso productivo, el capital (especialmente el capital variable con la incorporación de factores externos como fertilizantes, por ejemplo), no sea el principal modelador de la producción.

Una digresión necesaria en estos párrafos, está en relación al capital fijo y su correspondencia con la agroecología y la realización del valor del producto terminado (la piña que se lleva a los mercados, por ejemplo). En términos de movimiento de capital, existe una tensión constante entre el capital fijo (anclado o fijado en un espacio como por ejemplo un puerto o móvil como un navío de transporte de carga), que se materializa en inversiones a largo plazo con el propósito de facilitar la circulación de la mercancía y el capital circulante que requiere estar en constante movimiento. “El capital fijo constituye un mundo de cosas que sostiene el proceso de circulación del capital, mientras que el proceso de circulación proporciona los medios por lo que se recupera el valor invertido en capital fijo” (Harvey, 2014. p. 86). Tal contradicción y tensión que muchas veces lleva a crisis, entre inmovilidad y movimiento del capital, es muy común y se presenta en el agronegocio, precisamente por los grandes volúmenes de producción, distancias entre producción y consumo, estandarización y grandes escalas. En esa forma de circulación del alimento, propio del sistema capitalista, tanto la inmediatez, la cercanía a los mercados como la pequeña escala diversificada, se ven diluidas por el propio capital. En el caso de la agroecología sucede todo lo contrario, pequeños volúmenes que son llevados al mercado conjuntamente con su inmediatez tanto en el proceso productivo como en la realización de dicho producto, no requiere de grandes proporciones de capital fijo y casi siempre el capital circulante está más presente en tales procesos. Esta relación entre las masas de capital fijo y circulante y sus posibles contradicciones y tensiones, debería ser un aspecto muy tenido en cuenta por los movimientos sociales al momento de pensar en diseños alternativos al modelo capitalista.

En producciones como el ejemplo en cuestión, resulta difícil poder valorar el tiempo de trabajo invertido en tal actividad. El tiempo que Teo invierte en cuidar sus animales o recolectar los frutos de la floresta -así como el niño que cuida los rebaños de llamas en los Andes o en los sistemas pastoriles del noroeste argentino-, también de forma indivisible lo utiliza en recorrer con cierta displicencia ese territorio reconociendo aspectos de la naturaleza acorde a otras necesidades más lúdicas, o a poner una trampa para cazar animales silvestres que le permitirán cubrir sus necesidad alimenticias, o a reconocer algunas plantas que pueden tener efectos medicinales para una dolencia específica de ella o de su familia. Esta actividad, este hacer, que es propio de la existencia humana, supera la diferenciación entre el trabajo y no trabajo. En consecuencia, la cantidad de trabajo necesario para lograr esa producción, medido en tiempo de reloj, resulta un aspecto que no puede ser cuantificado y en consecuencia es inexistente. En el mundo de la agricultura campesina no existe la indivisibilidad del hacer en trabajo y no trabajo, sino más bien existe el tiempo del hacer que se orienta a diversas actividades (productivas, sociales, comunales, lúdicas, físicas, sexuales, etcétera) y donde por lo general, como dice Thompson (1967), no hay una gran sensación de conflicto entre el trabajo y “el pasar el día”.

En este principio de inmediatez el tiempo de reloj, ese tiempo abstracto que está estrechamente relacionado con la producción capitalista y con el tiempo de trabajo requerido para la producción que se orientará al mercado, se diluye. Inmediatez, ausencia del tiempo de reloj, como también la inexistencia de la categoría salario -como forma de pago mercantil al trabajo- en los procesos productivos, son algunos de los aspectos a considerar en la producción agroecológica y que marcan una impronta propia ante el desarrollo capitalista.

En estos párrafos, comienza a observarse dimensiones, dentro de la economía política, que son centrales para comprender a la agroecología en su estado más puro y que introduce una forma de producción alternativa y diferente a la producción capitalista. Cualquier tipo de producción que se genere a partir del principio de inmediatez como fue expresado en el caso, lleva consigo la racionalidad de la producción de la vida y busca la predominancia de un intercambio ecológico, imponiéndose en consecuencia una racionalidad ecológica más que una racionalidad económico.

Caso 3. El Hoyo y sus resistencias comunales ante la desposesión

El Hoyo constituye una de las 19 experiencias de encierros comunitarios que se concentran en los departamentos Figueroa y Moreno de la provincia de Santiago del Estero, Argentina, que son los más afectados por el avance de la frontera agropecuaria ligada a la expansión del modelo del agronegocio (Paz, Jara y Wald, 2019). La experiencia surge cuando una empresa de origen extraprovincial avanzó sobre las tierras argumentando ser el titular de dominio sobre la posesión, cercando las tierras en las que pastoreaba el ganado de estas familias y realizando denuncias penales por delito de usurpa ción. En respuesta a ello hubo un proceso de contracercamiento, término utilizado por Borras y Franco (2012) como contracara a los cercamientos capitalistas o los enclosures de Marx.

En El Hoyo habitan 65 familias emplazadas en aproximadamente 10,000 hectáreas de extensión de monte, con tenencia precaria de la tierra y bajo nivel de infraestructura básica (como ser caminos, electricidad, comunicaciones y agua). Desde el punto de vista productivo, la cría de ganado bovino y caprino como la extracción forestal dirigida a la producción/venta de carbón y postes, son las principales actividades en donde se ocupa la fuerza de trabajo familiar dentro de la explotación. El monte comunal con sus recursos naturales constituye el principal sostén de las familias. Según los registros que se fueron tomando, en el año para finales del año 2016, durante la campaña de vacunación se contabilizaron 4.000 cabezas de ganado vacuno para 8.000 ha destinadas al pastoreo (los 2,000 restantes de la explotación están ocupadas por viviendas, hornos de carbón y lugares de esparcimiento de la comunidad).

Retomando la sociedad imaginada por Smith y sus similitudes con este caso, existe una lógica de posesión comunitaria de la tierra y, en consecuencia, la existencia de una diversidad de entramados comunitarios en el manejo de los recursos naturales (tierra, fuentes de agua, recursos del monte, etcétera) (Gómez et al., 2018; Paz, Rodríguez y Jara, 2018). Tales procesos estarían ligados a formas de apropiación y gestión comunal de la tierra y recursos asociados (monte, selva y agua, entre otros), cuyos orígenes se remontan a las formas de posesión alternativas a la propiedad privada individual en el período colonial, pero que persisten hasta la actualidad sostenidas por un entramado de relaciones sociales.

Esta breve presentación del caso, muestra16 al igual que otras historias de América Latina (monte del semiárido chaqueño argentino, floresta brasilera amazónica o el semiárido del nordeste brasilero, puna andina, entre otros17), la existencia de una base de tejido comunitario con capacidad para construir una dinámica autóctona y autónoma, donde el capital pierde su condición central al momento de organizar el uso, la apropiación y la gestión de los recursos.

Buscando una relación con la agroecología y los sistemas comunales, en general, se puede decir que tales sistemas comunales presentan una actividad vital y creativa con una cierta acción de autonomía local restringida a tales espacios, pero que, constantemente, se encuentra en tensión con la fuerza devastadora del apabullante poderío del capital. Su fortaleza se basa en la construcción histórica de matrices comunales que aún perdura y está muy presente en muchas partes del mundo campesino. La matriz comunal está compuesta por varias dimensiones y la presencia e intensidad de las mismas permite incorporar la noción de algo dinámico y en constante movimiento. Sin embargo, hay que pensarlas a estas matrices comunales como procesos definidos por un movimiento continuo en direcciones múltiples, pero enmarcadas siempre en un contexto definido. Dicho esto, la primera dimensión es la de constituirse como un sistema de producción que está basado en un sistema comunitario, colectivo, comunal y no privado, eliminado la propiedad privada de los recursos productivos y materiales del poder que ejercen los propietarios y el Estado.

El segundo aspecto está dado por el trabajo comunal como principal fuerza productiva, donde no están presentes las categorías de salario, ganancia y eficiencia económica, y en consecuencia hay una ausencia de la explotación de los seres humanos y de la misma naturaleza. Los tiempos de la vida comunal están en cooperación y coproducción con la naturaleza y no en competencia con ella; desde esta perspectiva, la teoría del valor es pensada desde la coproducción y colaboración entre hombre y naturaleza como elementos indisociables.

La tercera dimensión es su carácter equitativo de distribución y su libre acceso de los bienes que satisfacen las necesidades básicas en especial los vinculados con la producción. Todo ello da lugar a un sistema de valores que potencia el bien común como la justicia, igualdad, cooperación, fraternidad y complementación. Sin embargo, no por ello estos sistemas comunales están faltos de conflictos y tensiones al interior de los mismos y el uso de los recursos como su asignación están en constante adaptación y negociación por partes de los pobladores.

Los otros componentes que se desarrollan a continuación denotan y subrayan las condiciones estructurales del caso analizado, sobre las que se asientan las prácticas de los actores en la configuración de relaciones comunales. Así, el cuarto componente de esta compleja matriz está dado por la disponibilidad de amplias superficies de tierra, monte y otros recursos de uso común. Estrechamente asociado se encuentra la dotación pecuaria de los pobladores y prácticas con una orientación productiva afín, sustentadas en el aprovechamiento de esos recursos comunes naturales en un escenario con características agroecológicas y socioeconómicas hostiles para el desarrollo de las fuerzas productivas. Finalmente, la sexta dimensión lo representa la movilización de un tejido social, entendida como una compleja red de relaciones sociales que se configuran a partir del trabajo colectivo y las formas de apropiación de los bienes comunes.

Es importante destacar que las variantes estructurales dependerán de cada caso que se analiza y su contexto, según la intensidad de sus dimensiones que se manifiestan y a las cuales hay que identificar previamente. Seguramente, lo descripto para el caso en cuestión dista mucho por ejemplo del mundo andino con sus características específicas.

El Hoyo resulta atractivo en cuanto permite incorporar otra dimensión que no es contemplada en los dos casos anteriores. Los casos de Diosques Santos y Teo, intentan mostrar la lógica del capital desde los procesos de acumulación ampliada y como se configuran en la esfera de la producción y del intercambio para producir plusvalor. Ello se contrasta y entra en tensión con los procesos biológicos y la lógica que la naturaleza impone en el contexto de la economía campesina. El caso de El Hoyo permite completar lo que en su momento Rosa de Luxemburgo manifestaba y es que el capital actúa y se relaciona con formas no capitalistas donde aparece la opresión, el engaño y la desposesión como otra forma de acumulación, que no necesariamente es un proceso económico que se da entre actores capitalistas (Luxemburgo, 1967).

La agroecología pensada desde el capital no solo debe entender la explotación del trabajo vivo o de la naturaleza, sino también debe reconocer las prácticas de acumulación por desposesión (Harvey, 2016; García-López y Giraldo, 2021). En especial cuando se observa el despojo de tierras a los campesinos, coartando los derechos de acceso a la tierra por parte del agronegocio, se está en presencia de actos más bien políticos promovidos por el capital y que también debe involucrar a la agroecología.

El ejemplo de El Hoyo con sus contracercamientos como así también las prácticas llevadas por el Movimiento de los Trabajadores sin Tierras del Brasil, constituyen buenos ejemplos de batallas políticas orientadas a garantizar la reproducción social en contextos adversos (ecológicos, sociopolíticos, económicos, entre otros), a partir de la utilización de recursos y fuerza de trabajo comunal. Ello constituye aspectos substanciales para la producción y reproducción de los grupos subalternos como los campesinos y pueblos tradicionales u originarios. Las nuevas formas de posesión no privadas, se van instituyendo como modos de ocupación y apropiación basadas en el uso común de la tierra y recursos asociados, aspectos relevantes en el análisis de la agroecoloía.

A partir de esa posesión comunitaria de la tierra, se va configurando también una forma social de la producción de los bienes materiales con un contenido técnico-organizativo específico del proceso de trabajo (García-Linera, 2010), donde en circunstancias de subsistencia el intercambio ecológico es trascendental.

Conclusiones

El artículo, a partir de los ejemplos presentados, intenta entregar algunas líneas conceptuales, que podrían estar presentes en esa agroecología contrahegemónica más pura y que da paso a pensar en las diversas transiciones agroecológicas. La primera línea conceptual es la pérdida de centralidad por parte del capital tanto en los procesos productivos como de circulación del alimento. Los ejemplos desarrollados invitan a pensar que es posible el desarrollo de las fuerzas productivas por parte de la agricultura campesina desde otros diseños, donde el capital pierde su carácter disciplinador (van der Ploeg, 2018; Akram-Lodhi, 2021).

Tres, al menos, son las ideas que se desprenden de los casos en esta línea conceptual. La primera y que precondiciona a las otras dos, es el carácter bifacético de la mano de obra familiar y, en especial, su no mercantilización (vía familiar o comunal). La segunda, muy asociado al anterior, se relaciona con el conocimiento (Akram-Lodhi, 2021), el saber hacer (Paz, 2017) o el arte de la agricultura (van der Ploeg, 2013) que habla sobre las destrezas y habilidades provenientes del propio trabajo familiar. En estas sociedades campesinas, parte de la producción que proporciona los medios materiales de vida y los medios de trabajo, son creadas por la misma naturaleza y aprovechadas directamente con una inversión previa de energía humana (Meillassoux, 1997); hay una sintonía con un conocimiento de los factores locales y de las fuerzas naturales combinadas con habilidad y artesanalidad en el manejo de los instrumentos de trabajo. Finalmente la tercera idea, que está imbricada con las anteriores es que, a partir del conocimiento intensivo del proceso productivo, la fuerza de trabajo familiar y su relación con el medio ambiente local, hay una captura de la energía brindada por la naturaleza y puesta al servicio de la producción. Los flujos de energía y su captura por parte del mundo campesino, deben ser considerados desde el capital proceso. La producción de capital sin capital mediados por la naturaleza y los procesos de no mercantilización, pone en cuestión la teoría del valor como se la conoce. Este concepto como se mostró en los distintos ejemplos, ayuda a pensar en teorías del valor alternativas al planteado por el capitalismo.

La segunda línea conceptual, se relaciona por comprender las diferencias entre el modelo campesino y del agronegocio desde la perspectiva del capital. Cada uno de estos modelos crea un paisaje del capital diferente que no siempre queda expresado en el paisaje natural o en el espacio agrario. Capturar el tiempo de la naturaleza y llevarlo al tiempo del capital, es la esencia misma del capitalismo. En el modelo del agronegocio cuya racionalidad es económica, el capital actúa sobre la naturaleza -con el menor tiempo posible para acelerar su rotación- y los hace más desde el capital cosa con inversiones importantes para acceder a factores externos de producción (capital variable) como también en infraestructura (capital fijo). La apropiación/desposesión es otro de los componentes que caracteriza a este modelo, que a través de procesos extraeconómicos como la confiscación de tierras de los pueblos originarios y campesinos, obtienen energía y naturaleza no remunerada, que se encuentran fuera del sistema de mercancía en el circuito de circulación del capital, para transformar en formas modernas para la producción de plusvalía.

En contraste, el modelo campesino desde una racionalidad ecológica actúa a través de la naturaleza. El capital es más capital proceso que cosa, en cuanto respeta y utiliza los tiempos de la naturaleza (agricultura de proceso) y energía no mercantil (trabajo familiar, solidario o comunal, entre otros) para generar capital. Así se puede decir que en el proceso productivo que se da a través de la naturaleza, existe una lógica de asimilación o síntesis del trabajo/energía de la naturaleza, que no es remunerado. Aquí existen procesos extraeconómicos y no mercantiles, convirtiendo luego en capital campesino, ajeno al sistema de mercancías en el circuito del capital. Los tiempos largos de la naturaleza, la inmediatez de los procesos de trabajo, consumo y circulación conjuntamente con el carácter bifacético de la mano de obra familiar y su carácter no mercantil, constituyen algunas líneas que ayudan a pensar en la agroecología desde una perspectiva más contrahegemónica como también en los procesos de transición agroecológica.

Harvey (2014) utiliza una metáfora que resulta muy didáctica y a la vez bonita, al momento de comprender la diferencia entre capitalismo y capital. Un trasatlántico de lujo va cruzando el océano; en su interior se desarrollan distintas actividades, relaciones e interacciones sociales. Hay organizaciones sociales jerárquicas entre los marineros, los que prestan servicios y los pasajeros, todos ellos de distintas razas, géneros, edades, riquezas, etcétera. Por otro lado se encuentra la sala de máquina, que le permite desplazarse por el océano y que generalmente no es muy conocida y visitada por todos los tripulantes dada su complejidad. Lo que sucede en el interior del buque (cabinas, cubiertas, espacios recreativos, cocina, etc.), se podría asociar con el sistema capitalista. La sala de máquina constituye ese motor económico que hace mover al gran barco y que si tiene alguna falla impactará de manera diversa en todos los pasajeros generando conflictos, alianzas y tensiones entre ellos. Como dice Harvey (2014, p. 24) “Todo lo que sucede en esa nave depende de que ese motor siga funcionando. Si se estropea o estalla, el barco dejará de navegar”.

Desde mi punto de vista, los movimientos sociales están más preocupados por comprender y denunciar lo que pasa en el interior del gran buque en vez de entender cabalmente la sala de máquina para, posteriormente, pensar en un rediseño de tal motor económico. Así la agroecología es comprendida por muchos como un medio para modificar esas relaciones sociales imperantes en el capitalismo, con el riesgo de ser absorbida y cooptada por posturas más de tipo reformistas en busca de un bienestar común, perdiendo así su posible potencia contrahegemónica. Sin embargo, para lograr esa perspectiva contrahegemónica hay que entender a la agroecología también desde la lógica del capital y su eventual rediseño.

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1El artículo fue elaborado en el marco del Proyecto: Food sovereignty through agroecology in South America: Interdisciplinary methods for participatory action research. Global Challenges Research Fund (GCRF), UK Research & Innovation (UKRI). GCRF Networking Grants - Round 6, grant GCRFNGR6\1356.

3“La tierra, que es su despensa primitiva, resulta también su primitivo arsenal de medios de trabajo” (Marx, 1984, p. 99).

4El trabajo en términos generales queda definido como el gasto de energía humana que se materializa en cualquier actividad humana que contribuye a producir bienes y servicios, o dicho en otros términos, en crear valor, ya sea de uso o de cambio. No necesariamente el trabajo debe generar ingresos monetarios.

5El capital circula continuamente como un proceso y un flujo, por un lado, y las diferentes formas materiales que asume por otro lado. Esa dualidad cosa-proceso suele ser simultanea y complementaria dependiendo de los procesos productivos y de circulación en que esté involucrado (Harvey, 2014).

6“Tenemos entonces una disputa entre el capital y el campesinado. Las propiedades campesinas y las capitalistas son territorios distintos, son totalidades diferentes, donde se producen relaciones sociales desiguales, que promueven modelos opuestos de desarrollo. Territorios campesinos y territorios capitalistas son diferentes formas de propiedad que disputan el territorio” (Mançano 2012, p. 6).

7Los camellones están enraizados físicamente en el paisaje agrario andino como un capital cultura y las empresas capitalistas han hecho propia esa tecnología con las modificaciones del caso. Salvando las distancias, Xochimilco es un sitio turístico emblemático de Ciudad de México al que popularmente se lo conoce como la "Venecia mexicana", utiliza las chinampas, como técnica de cultivo. La siembra de hortalizas con esta técnica prehispánica, que en la antigüedad se hizo en huertos flotantes, constituye otro ejemplo de cómo relacionarse con la naturaleza.

8Marx (1984) expone que el tiempo de trabajo está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía.

9Con los procesos en cadena o integrados también se salva el problema del capital fijo; el tiempo de circulación debe ser lo más rápido y directo posible, para evitar gastos de almacenamiento por ejemplo como inversiones complementarias. Así, por ejemplo, el complejo avícola tomado como un solo proceso plantea problemas de inmovilización de capitales hasta generar el producto final. En consecuencia y para salvar tal obstáculo, el proceso general es divido en varias actividades (las cabañas que son las importadoras de los huevos abuelos; los planteros que crían a las huevos abuelos y hacen reproducir a estos; las granjas que incuban y reproducir a los pollitos bebé y las granjas de engorde). Cada actividad da por resultado un producto concreto en un tiempo corto, que se transforma en mercancía y entra en el proceso subsiguiente, acortando el ciclo de rotación del capital.

10Desde el capital fijo o circulante no se puede deducir ninguna teoría del valor; eso Marx lo expresa muy bien como crítica a la economía burguesa. Sin embargo, estas categorías (fijo y circulante) son tomadas en cuenta por Marx en cuanto que afecta el tiempo total de rotación del capital en general y por ende la dinámica de acumulación. Así la tierra es capital constante (en términos de producción de valor) pero también es capital fijo (movimiento del capital) en cuanto permanece allí para ser utilizado en los ciclos económicos siguientes. Esa perspectiva permite percibir al capital en el sentido de cosa y proceso.

11Uno de los imperativos del mercado lo constituye precisamente la rotación del capital, y que este al rotar genere nuevamente capital. Esa es la esencia misma de la lógica capitalista y en consecuencia el período de rotación del capital debe acortarse, abreviando artificialmente el tiempo de producción.

12Como lo manifiesta Erickson (2006, p. 333) , “El modo de vida de la gente del pasado y del presente está arraigado al paisaje: sus asentamientos, tecnología, tenencia de la tierra, organización social, y cosmología tienen su expresión material en la estructura física y palimpsesto de las características de los paisajes (morfología de los campos de cultivo, agrupaciones de casas, murallas, redes de senderos y caminos, mojones de límites de los campos de cultivo y santuarios rurales).”

13En la vista al predio de Teo en noviembre de 2017, estuve acompañado por varios colegas de la Universidad Federal de Pará, entre ellos José Sobreiro Filho. Para esa fecha su esposo había fallecido y ella trabajaba sola el predio con apoyo circunstancial de sus vecinos.

14Esta “lógica de producción” está presente en muchas partes del planeta. El mundo andino, los extensos territorios con su rica floresta amazónica, las grandes extensiones de monte en el semiárido argentino, entre otros son algunos de los muchos ejemplos.

15La rotación del capital es la esencia misma de la lógica capitalista y en consecuencia el período de rotación del capital debe acortarse, abreviando artificialmente el tiempo de producción específicamente a partir de la biotecnología. Como se mencionó anteriormente, la producción capitalista busca no sólo bajar al mínimo el tiempo de trabajo incrementando su productividad, sino también acortar el “exceso biológico” del tiempo de producción y el tiempo de circulación de la mercancía. En este sentido los tiempos vitales de la naturaleza son frenos al desarrollo del capitalismo en el sector agropecuario (Mann y Dickinson, 1978; Paz, 2017).

16Judith Farberman (2018) desarrolla las lógicas del mundo rural comunitario a lo largo de los procesos históricos para la provincia de Santiago del Estero.

17Almeida (1981) va en esta línea para los campesinos indígenas de los Andes como también Eidt y Udry (2019) para los sistemas agrícolas de pueblos y comunidades tradicionales en el Brasil.

Recibido: 01 de Febrero de 2022; Revisado: 27 de Abril de 2022; Aprobado: 10 de Julio de 2022

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