Introducción
Durante décadas, el mundo experimentó un crecimiento sostenido en el comercio, incluido el de alimentos, favorecido por medios de comunicación y de transporte más baratos, pero también por una reducción en las barreras comerciales (Godfray et al., 2010b). Sin embargo, luego de la crisis en el precio de los alimentos de 2007-2008, el tema de la autosuficiencia alimentaria comenzó a ganar relevancia en la agenda política internacional (Clapp, 2017). Varios países optaron por cambiar el panorama político, reduciendo su dependencia sobre el sector privado, aumentando sus intervenciones en los mercados, o intentando alcanzar su autosuficiencia (Maetz et al., 2011). Así, algunos países de África han emprendido esfuerzos para incrementar la producción de arroz (Arouna, Fatognon, Saito y Futakuchi, 2021; Fontan Sers y Mughal, 2020); Indonesia ha buscado incrementar la producción de alimentos y reducir las importaciones desde 2009 (Hamilton-Hart, 2019). Rusia se planteó la meta de la autosuficiencia desde el 2014 (Wegren y Elvestad, 2018).
La pandemia del SARS-CoV-2 renovó el interés entre los países por una mayor autosuficiencia económica en general (Helleiner, 2021). La guerra en Ucrania, iniciada en 2022, no ha hecho sino reforzar este interés en algunos países, como los del Norte de África y Oriente Medio, que dependen fuertemente de importaciones de trigo proveniente de Rusia y Ucrania (Glauben et al., 2022). En Egipto, donde el trigo es materia de estabilidad política, la autosuficiencia en este grano se ha convertido en un objetivo estratégico (Abdalla, Stellmacher y Becker, 2023).
La autosuficiencia alimentaria se entiende como el grado en el que un país puede satisfacer sus necesidades de alimentación a partir de su producción doméstica (FAO, 1999). La medición de este indicador comenzó a ganar relevancia a partir de la crisis en el precio de los alimentos de 2007-2008 (Enriquez, 2020) y se vio reforzada por otros eventos recientes que han alterado los flujos comerciales entre países (Wassénius, Porkka, Nyström y Søgaard Jørgensen, 2023). El concepto de autosuficiencia alimentaria se extiende a través de un continuo que lleva asociado un abanico de políticas económicas. En un extremo, la posición autárquica interpreta la autosuficiencia como una total dependencia sobre la producción doméstica para satisfacer las necesidades de alimentos de un país, evitando el comercio internacional. En el otro extremo, la posición pragmática entiende la autosuficiencia como la condición en la que la producción doméstica de un país iguala o excede su consumo doméstico de alimentos, pero que toma en consideración el comercio internacional (Clapp, 2017).
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la seguridad alimentaria es un estado en el que todas las personas, en todo momento, tienen acceso económico, físico y social a alimentos nutritivos, saludables y suficientes para satisfacer sus necesidades nutricionales, así como sus preferencias por alimentos, de manera que puedan llevar una vida activa y saludable (FAO, 2003). Los cuatro pilares de la seguridad alimentaria son: acceso, disponibilidad, estabilidad y uso. En este sentido, la autosuficiencia puede entenderse como uno de los pilares de la seguridad alimentaria del Estado: desde la perspectiva pragmática, si el Estado no puede asegurar una cantidad suficiente de alimentos a partir de su mercado doméstico, es necesario importarlos (Škamlová, 2022).
Por otro lado, el crecimiento de la población a nivel mundial y el crecimiento en el consumo per cápita que se esperan en las próximas décadas permiten anticipar un incremento en la demanda global de alimentos, en especial de aquellos ricos en proteínas (Godfray et al., 2010a; Henchion, Hayes, Mullen, Fenelon y Tiwari, 2017). Existe, además, un consenso sobre que la producción de alimentos debe incrementarse para cubrir las necesidades globales y con ello lograr uno de los objetivos del desarrollo sostenible (hambre cero) (Giller et al., 2021), pero las tendencias observadas en la producción de arroz, maíz, trigo y soya no son suficientes para lograr esa meta (Ray, Mueller, West y Foley, 2013).
Contrario a la tendencia histórica creciente en la energía alimentaria producida (DEP, por sus siglas en inglés, medida como las calorías alimentarias cultivadas o capturadas per cápita) a nivel global, la autosuficiencia alimentaria de los países ha mostrado una disminución en el último medio siglo, a medida que se incrementa el número de países incapaces de generar suficiente DEP para sus habitantes (Schramski, Woodson, Steck, Munn y Brown, 2019). En este sentido, existe evidencia de que México es uno de esos países, pues en 2005 mostraba un bajo nivel de autosuficiencia alimentaria, aunque con una alta disponibilidad apuntalada por importaciones (medidas en términos de DEP) (Porkka, Kummu, Siebert y Varis, 2013).
Los seres humanos no solo necesitan calorías para subsistir, sino que también requieren nutrientes específicos. En este sentido, las proteínas son parte esencial de una dieta saludable, pues proveen los aminoácidos necesarios para el crecimiento y la reparación de tejidos (Colgrave et al., 2021). No obstante, el sistema agrícola global ha mostrado una sobreproducción de granos, grasas y azúcares, así como una insuficiente producción de frutas, verduras y proteínas para satisfacer las necesidades nutricionales de la población mundial (Kc et al., 2018).
El consumo de productos agrícolas en México se encuentra por encima del límite natural de tierra cultivable (para los once principales cultivos alimentarios y forrajeros) desde el año 2000, por lo que entre el 30% y el 50% de la población depende de la tierra y agua de otros países (Fader, Gerten, Krause, Lucht y Cramer, 2013), mediante importaciones. Cerca de la mitad de los suelos del país se encuentran degradados, lo que puede limitar la autosuficiencia alimentaria (Cotler, Corona y Galeana-Pizaña, 2020). En este sentido, se espera que el cambio climático reduzca el área con potencial productivo para el frijol (Medina-García et al., 2016), así como la producción de trigo (Hernandez-Ochoa et al., 2018) y de maíz de temporal (Murray-Tortarolo, Jaramillo y Larsen, 2018). Por su parte, el ganado vacuno y caprino del país es vulnerable a las sequías, a diferencia del ganado ovino (Murray-Tortarolo y Jaramillo, 2019).
Incrementos en el PIB per cápita se traducen en incrementos en la demanda de calorías y de proteínas (Tilman et al., 2011). Al incrementarse el porcentaje de urbanización de los países se erosiona su autosuficiencia alimentaria (desde la perspectiva termodinámica) y se incrementa el porcentaje de calorías derivadas de la carne (Schramski et al., 2019). Así, el efecto de un crecimiento en el ingreso en México sobre el consumo de proteínas dependerá del efecto combinado de la Ley de Engel (al incrementarse el ingreso, se reduce la proporción gastada en alimentos) y de la Ley de Bennett (al incrementarse el ingreso, se incrementa el consumo de alimentos como carnes, aceites, edulcorantes, frutas y verduras, en detrimento de alimentos ricos en almidón) (Godfray et al., 2010b). En este sentido, el porcentaje de urbanización de México pasó de 50% en 1960 a más del 75% en 2018, y aún muestra una tendencia creciente (Luiselli Fernández, 2019). Por otro lado, entre 2012 y 2016 los adultos mexicanos ya presentaban un consumo más allá de las cantidades recomendadas para granos (en su mayoría refinados), lácteos, azúcares añadidos y proteínas de origen animal (en particular carnes rojas, pollo, huevo y carnes procesadas) (Castellanos-Gutiérrez, SánchezPimienta, Batis, Willett y Rivera, 2021).
En este contexto, el reto más fuerte que enfrentará la agricultura mexicana en las próximas décadas será garantizar la producción de alimentos en un entorno con una población creciente (principalmente urbana) y una reducción de la disponibilidad per cápita de tierra cultivable (Sosa-Baldivia y Ruíz-Ibarra, 2017), dentro del marco previsto por los objetivos de desarrollo sustentable (UN, 2023). Para revertir el triple problema de desnutrición, obesidad y cambio climático, el gobierno mexicano impulsó una alimentación saludable y sostenible. En el caso de las proteínas, esta política se traduce en un mayor consumo de cereales integrales y granos enteros, así como de leguminosas, y un menor consumo de carne de res, cerdo, otras carnes procesadas y lácteos (SSA, INSP, Gisamac y UNICEF, 2023). Esta medida es conveniente en términos económicos, dado que la proteína de origen animal presenta costos más elevados (Dolganyuk et al., 2023).
México era un país autosuficiente en alimentos básicos, pero esa categoría se perdió en 1987. A partir de entonces, el país no fue capaz de satisfacer su demanda doméstica de carne y lácteos. Sin embargo, esta pérdida de autosuficiencia fue vista como un proceso normal en el proceso de expansión del capitalismo. Como resultado de las políticas económicas implementadas durante la crisis de 1982-1986 (estímulos a la exportación y programas de austeridad), la demanda en el mercado internacional de alimentos se convirtió en un importante determinante de la producción doméstica, dejando en segundo término a las necesidades básicas de la población local (Barkin, 1987). Con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se eliminaron progresivamente tarifas y cuotas arancelarias al comercio agrícola entre México, Estados Unidos y Canadá. El proceso de desgravación entre los dos primeros países se dio por concluido el 1 de enero de 2008 (Crawford, 2011). A partir de este tratado, México se encuentra entre los principales importadores de trigo y maíz amarillo (Espinosa-Cortés, 2022).
Un sistema alimentario sustentable debe proveer alimentos suficientes que permitan cubrir los requerimientos nutricionales de la población, pero dentro de los límites impuestos por la disponibilidad de los recursos naturales (Aschemann-Witzel, Gantriis, Fraga y PerezCueto, 2021). La estabilidad en la oferta de alimentos, que es una parte integral de la seguridad alimentaria, depende del comercio internacional y de la producción doméstica. Sin embargo, para disminuir la exposición a los riesgos derivados del comercio, la producción nacional requiere cubrir todo el abanico de requerimientos nutricionales. De esta manera, la estabilidad nutricional se refuerza al contar con una diversidad de alimentos, producidos domésticamente, que provean el mismo nutriente (Wassénius et al., 2023). Por lo anterior, esta contribución centra el interés en la oferta de alimentos ricos en proteínas, tanto de fuentes animales como vegetales.
Vale resaltar que no todos los alimentos requieren los mismos recursos para su producción: típicamente, los alimentos con alto contenido de energía, entre ellos la carne, requieren más recursos y son obtenidos a partir de procesos más ineficientes (Godfray et al., 2010b; Porkka et al., 2013). De hecho, las proteínas de origen animal son los nutrientes más caros de producir biológicamente (Martínez-Jasso y Villezca-Becerra, 2005), pero también son los que concentran mayores cantidades de estos nutrientes (Grigg, 1995). Por lo anterior, la oferta de proteínas es crucial, debido a su importancia nutricional y ambiental (Aiking, 2011).
El objetivo de este estudio es analizar la habilidad de México para satisfacer su demanda doméstica de proteínas, usando su propio potencial productivo, a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Es decir, se analiza la participación de la producción nacional en relación con la disponibilidad de los diferentes alimentos ricos en proteínas para los habitantes del país, considerando el comercio internacional. Para lograrlo, se proporciona una herramienta visual que permite ofrecer una clasificación de los productos de acuerdo con el comportamiento mostrado en el periodo 1994-2021. La herramienta se basa en el análisis estadístico de las razones producción doméstica/consumo como series de tiempo, por lo que permite evaluar la estabilidad en la capacidad del país para proveer los productos analizados.
Metodología
La información sobre producción y comercio de productos agropecuarios proviene de la base de datos FAOSTAT (FAO, 2023). A partir de esos datos se seleccionó un grupo de alimentos, de origen animal y vegetal, ricos en proteína (tales como carnes, cereales, huevos, lácteos, legumbres, nueces, además de despojos comestibles). El período de análisis va de 1994 a 2021, por lo que cubre el TLCAN, y su sucesor el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC). En la mayoría de los casos, la información disponible cubre la totalidad del periodo estudiado.
La razón de autosuficiencia alimentaria (𝑅𝐴𝐴) para el producto 𝑖 se determinó como (Clapp, 2017):
Esta es una razón producción doméstica/consumo, donde 𝑄 mide la producción doméstica del producto 𝑖, 𝐼 mide el volumen de importaciones y 𝐸 el volumen de exportaciones. Ejemplos del uso de razones por producto se encuentran para Egipto (Abdalla et al., 2023), Eslovaquia (Škamlová, 2022), Rusia (Wegren y Elvestad, 2018), el sureste de Europa (Brankov, Matkovski, Jeremić y Đurić, 2021) y Uzbekistán (Lombardozzi y Djanibekov, 2021).
Para la realización de este análisis, se calculó la 𝑅𝐴𝐴 promedio para el periodo 19942021 (o periodo para el que existen datos). Después, se realizaron regresiones lineales para cada producto con respecto al tiempo, de acuerdo con la siguiente ecuación:
El coeficiente 𝛽 se combinó con la 𝑅𝐴𝐴 promedio en el marco de interpretación de la Figura 1, la herramienta visual. Los países con una 𝑅𝐴𝐴 entre 0.85 y 1.15 producen casi la misma cantidad de alimentos que consumen y satisfacen fácilmente las necesidades dietéticas de su población (Clapp, 2017). Sin embargo, dicha interpretación parte del supuesto de que la distribución se realiza de acuerdo con tales necesidades.
Las fluctuaciones en la 𝑅𝐴𝐴 se han usado para caracterizar la estabilidad en la capacidad de los países para sostener a su propia población (Luan, Cui y Ferrat, 2013). La estacionariedad en la 𝑅𝐴𝐴 implica que sus propiedades estadísticas, como la media y la varianza, son constantes a lo largo del tiempo. Este trabajo parte de la noción de que con este criterio cuantitativo se puede evaluar la estabilidad en la capacidad del país para mantener su autosuficiencia alimentaria en un producto dado. La estabilidad, uno de los pilares de la seguridad alimentaria según la FAO, asegura que la disponibilidad, el acceso y la utilización de alimentos no sean vulnerables a factores externos e internos, proporcionando una base sólida para la planificación y la resiliencia alimentaria. Por lo anterior, se realizó la prueba Dickey-Fuller aumentada (ADF) para determinar la presencia de estacionariedad en la 𝑅𝐴𝐴 en los productos seleccionados, a partir de la siguiente ecuación:
Donde 𝑎0 es el intercepto y 𝑡 representa la tendencia. El número de rezagos está dado por 𝑝, que puede determinarse por medio del criterio de información de Akaike (AIC). Se evaluaron especificaciones con (Enders, 2015): 1) intercepto y tendencia (𝐻0: 𝑎0 = 𝛾 = 0, la serie tiene raíz unitaria, sin tendencia determinística; con estadístico de prueba 𝜑3) y 2) intercepto (𝐻0: 𝛾 = 0, la serie tiene raíz unitaria; con estadístico de prueba 𝜏𝜇). No se emplea la especificación sin intercepto ni tendencia, pues se espera que la 𝑅𝐴𝐴 sea diferente de cero, además de que no se removió el componente de tendencia de las series.
El estadístico de prueba para la especificación con intercepto y tendencia se genera como una prueba de F (Enders, 2015):
Donde SCE es suma de cuadrados del error, del modelo restringido (es decir, bajo H0) y del modelo libre (es decir, bajo Ha), r es el número de restricciones (2 en este caso), T es el número de observaciones útiles y k el número de parámetros estimados en el modelo libre. Por su parte, 𝜏𝜇 = 𝛾⁄𝑆𝐸(𝛾), donde SE es el error estándar.
También se analizó la presencia de heteroscedasticidad en la Ecuación 2 mediante la prueba de Breusch-Pagan (BP), en la que H0: 𝑉𝑎𝑟(𝜀𝑖|𝑋𝑖 = 𝑥) = 𝜎2 para toda 𝑖; es decir, los errores tienen una varianza constante. Esta prueba parte de un modelo de regresión de la siguiente forma (con k = 1 variables explicativas):
Si 𝜃1 = 0, entonces los residuales no son función del tiempo. El estadístico de prueba está dado por 𝑛 ∗ 𝑅2 (donde 𝑛 es el número de observaciones y 𝑅2 el coeficiente de ajuste de la Ecuación 5), con una distribución 𝜒𝑘 2 =1. Una Ecuación 2 con heteroscedasticidad indica que la variabilidad o dispersión de la 𝑅𝐴𝐴 cambia con el transcurso del tiempo, por lo que la autosuficiencia en el producto 𝑖 está sujeta a diferentes grados de fluctuación durante el periodo de análisis (debido, por ejemplo, al efecto de la desgravación progresiva u otras variaciones del mercado). El procesamiento de los datos se realizó a través del paquete R, versión 4.3.0, y RStudio 2023.06.0 Build 421. Se realizaron pruebas de heteroscedasticidad (Breusch-Pagan) mediante la función bptest del paquete lmtest versión 0.9-40, y una prueba de raíz unitaria (Augmented Dickey-Fuller) mediante la función ur.df del paquete urca versión 1.3-3. Los errores estándar robustos se generaron mediante el paquete sandwich versión 3.0-2.
Resultados
La Tabla 1 muestra la 𝑅𝐴𝐴 promedio para los productos seleccionados, durante el período 1994-2021. Para el caso de observaciones incompletas, se usaron los valores de los años disponibles.
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𝟎. 𝟖𝟓 ≤ |
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---|---|---|
Avena (0.52) Carne de g. ovino, f. o r. (0.69) Carne de pavo, f. o r. (0.12) Carne, cerdo, f. o r. (0.82) Centeno (0.28) D. c. bovinos, f. r. o c. (0.81) D. c. cerdos, f. r. o c. (0.41) Guisantes, s. (0.15) Leche desc. y suero en p. (0.11) Lentejas s. (0.18) Maíz (0.74) Q. de leche ent. de vaca (0.69) Sorgo (0.75) Trigo (0.55)
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Carne de caprino, f. o r. (1.00) Carne de conejos y liebres, f. o r. (1.00) Carne de pollo, f. o r. (0.85) Carne, caballo, f. o r. (1.05) Carne, g. vacuno, f. o r. (1.01) Cebada (0.87) D. c. ovinos, f. r. o c. (0.90) Frijoles, s. (0.93) Habas y haba caballar, s. (0.94) Huevos de gallina con c., f. (0.99) Leche cruda de g. bovino (1.00) Leche ent. en p. (0.85) Leche, desn. de vaca (1.01) Leche, ent. condensada (1.00) Leche, ent. evaporada (0.98) Maní con c. (0.88) Nueces de nogal con c. (1.07) |
Garbanzos s. (6.00) Guisantes, v. (1.26) Habas y haba caballar, v. (1.62) Otras judias, v. (1.64)
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Notas: con cáscara = “con c.”, descremada = “desc.”, desnatada = desn.”, Despojos comestibles de = "D. c.", en polvo = “en p.”, entera = “ent.”, fresca o refrigerada = “f. o r.”, frescos = “f.”, frescos, refrigerados o congelados = “f. r. o c.”, ganado = “g.”, Queso = “Q.”, secas = “s.” y verdes = “v”. Fuente: elaboración propia con datos de FAOSTAT (FAO, 2023).
La Tabla 2 muestra los resultados de la prueba ADF. El número de rezagos se eligió a partir del AIC, a partir de un modelo con cuatro rezagos. Productos como la carne de ovino, carne de vacuno, cebada y despojos comestibles de bovinos exhiben raíz unitaria, además de una tendencia positiva en la 𝑅𝐴𝐴 en la ecuación. Estos resultados sugieren que la 𝑅𝐴𝐴 presenta una tendencia estocástica, reflejo del crecimiento sostenido en la producción doméstica de la carne de ovino y vacuno (a pesar de la sequía de 2011 para esta última), y de despojos comestibles de bovinos, así como de un crecimiento moderado en la producción de cebada. Dicho crecimiento permitió satisfacer en su totalidad la demanda interna de estos productos hacia el final del periodo, reduciendo la dependencia sobre las importaciones. El patrón de la 𝑅𝐴𝐴 en estos casos es sistemático (cuenta con una dirección general en la tendencia) aunque impredecible, por la acumulación de factores persistentes y choques aleatorios en el tiempo.
Producto | Intercepto | Int. y tendencia | Resultado | ||
---|---|---|---|---|---|
𝝉𝝁 | 𝒑 | 𝝋𝟑 | p | ||
Avena | -3.1862** | 0 | 7.3074** | 0 | Est. con tendencia |
Carne de caprino, f. o r. | -1.2598 | 1 | 2.6984 | 0 | Raíz unitaria |
Carne de conejos y liebres, f. o r. | -3.9354*** | 0 | 7.5828** | 0 | Estacionaria |
Carne de g. ovino, f. o r. | 0.0257 | 0 | 1.9149 | 0 | Raíz unitaria |
Carne de pavo, f. o r. | -1.9147 | 0 | 4.8132 | 0 | Raíz unitaria |
Carne de pollo, f. o r. | -0.2854 | 1 | 10.2014*** | 0 | Est. con tendencia |
Carne, caballo, f. o r. | -1.9914 | 2 | 0.9163 | 0 | Raíz unitaria |
Carne, cerdo, f. o r. | -1.5314 | 1 | 5.6726 | 0 | Raíz unitaria |
Carne, g. vacuno, f. o r. | 0.4621 | 0 | 3.0633 | 0 | Raíz unitaria |
Cebada | -1.8722 | 1 | 3.2438 | 0 | Raíz unitaria |
Centeno | -4.2510*** | 0 | 8.6929** | 0 | Estacionaria |
D. c. bovinos, f. r. o c. | 0.3406 | 1 | 2.7349 | 0 | Raíz unitaria |
D. c. cerdos, f. r. o c. | -2.2326 | 4 | 2.1422 | 0 | Raíz unitaria |
Frijoles, s. | -3.9972*** | 0 | 7.7817** | 0 | Estacionaria |
Garbanzos s. | -5.1849*** | 0 | 13.0375*** | 0 | Estacionaria |
Guisantes, s. | -1.3448 | 2 | 6.2205 | 0 | Raíz unitaria |
Guisantes, v. | -1.8626 | 0 | 3.6056 | 0 | Raíz unitaria |
Habas y haba caballar, s. | -3.3851** | 0 | 6.2795 | 0 | Est. con intercepto |
Huevos de gallina con c., f. | -1.3907 | 0 | 3.3726 | 0 | Raíz unitaria |
Leche cruda de g. bovino | -5.3380*** | 0 | 13.8976*** | 0 | Estacionaria |
Leche desc. y suero en p. | -1.0917 | 0 | 3.0410 | 0 | Raíz unitaria |
Leche ent. en p. | -2.3235 | 2 | 1.1924 | 0 | Raíz unitaria |
Leche, desn. de vaca | -5.1042*** | 0 | 16.5286*** | 0 | Estacionaria |
Leche, ent. condensada | -2.4940 | 0 | 3.4690 | 0 | Raíz unitaria |
Leche, ent. evaporada | -1.8706 | 0 | 2.1513 | 0 | Raíz unitaria |
Lentejas s. | -3.0715** | 2 | 6.1356 | 0 | Est. con intercepto |
Maíz | 0.0626 | 2 | 15.8673*** | 0 | Est. con tendencia |
Nueces de nogal con c. | -1.5085 | 1 | 16.1605*** | 0 | Est. con tendencia |
Otras judías, v. | -1.1030 | 1 | 5.5350 | 0 | Raíz unitaria |
Q. de leche ent. de vaca | -1.3314 | 0 | 2.9659 | 0 | Raíz unitaria |
Sorgo | -1.4159 | 0 | 3.3166 | 0 | Raíz unitaria |
Trigo | -2.4560 | 0 | 4.0223 | 0 | Raíz unitaria |
Notas: Valores críticos: -2.89 y -3.51 para modelo con intercepto, 6.49 y 8.73 para modelo con intercepto y tendencia (Enders, 2015, p. 208); ** significativo al 5% y *** significativo al 1%, respectivamente. p = número de rezagos. Fuente: elaboración propia con datos de FAOSTAT (FAO, 2023).
En productos como carne de cerdo, huevo de gallina, queso de leche entera de vaca y trigo también se detectó la presencia de raíz unitaria, acompañado de una tendencia negativa en la 𝑅𝐴𝐴 en la Ecuación 2. Aunque la producción doméstica de los primeros tres se incrementó durante el periodo, no se logró el ritmo de crecimiento necesario para satisfacer plenamente el consumo interno. En todos los casos, la razón de autosuficiencia se redujo, lo que refleja un incremento en la dependencia sobre las importaciones a partir del TLCAN. Factores persistentes y choques aleatorios desempeñan un papel importante en la evolución de la razón de autosuficiencia de estos productos, lo que dificulta la predicción de su comportamiento a largo plazo.
En carne de pollo y maíz se rechazó la hipótesis nula de raíz unitaria en el modelo que incluye intercepto y tendencia. Esto sugiere que, en el lago plazo, estos productos exhiben un componente discernible de tendencia (decreciente), mientras que en el corto plazo experimentan fluctuaciones estacionarias alrededor de esta. En ambos casos la producción doméstica se incrementó durante el periodo; sin embargo, la razón de autosuficiencia disminuyó debido al mayor crecimiento del consumo interno (de ahí en coeficiente 𝛽 negativo para ambos productos). Las fluctuaciones alrededor de la tendencia pueden deberse a factores como el propio incremento del consumo doméstico, la presencia de plagas y enfermedades, variaciones en el tipo de cambio y el clima, o bien a la competencia de las importaciones. No obstante, la 𝑅𝐴𝐴 de la carne de pollo se encuentra muy cerca de la unidad a diferencia del maíz.
La producción de frijol no muestra una tendencia discernible a partir del TLCAN. Al analizar su 𝑅𝐴𝐴, se rechazó la hipótesis nula en la prueba con ADF (ambas versiones) y se obtuvo un coeficiente 𝛽 no significativo. De lo anterior se infiere que la capacidad del país para satisfacer la demanda interna de frijol se ha mantenido estable sin cambios estructurales significativos en producción y consumo, con el promedio de la 𝑅𝐴𝐴 cercano a la unidad en el período.
La Tabla 3 muestra los resultados de la Ecuación 2. Algunas ecuaciones mostraron problemas de heteroscedasticidad y se presentan por separado en la Tabla 4.
Producto | 𝜶 | 𝑺𝑬(𝜶) | 𝜷 | 𝑺𝑬(𝜷) | BP p-valor |
---|---|---|---|---|---|
Avena | 13.7919** | 5.2162 | -0.0066** | 0.0026 | 0.8451 |
Carne de conejos y liebres, f. o r. | 1.1788*** | 0.3850 | -0.0001 | 0.0002 | 0.6137 |
Carne de pollo, f. o r. | 11.6867*** | 0.4915 | -0.0054*** | 0.0002 | 0.7654 |
Carne, cerdo, f. o r. | 22.5333*** | 1.6659 | -0.0108*** | 0.0008 | 0.184 |
Centeno | 4.1551 | 12.1702 | -0.0019 | 0.0061 | 0.2101 |
D. c. cerdos, f. r. o c. | 0.9162 | 1.4944 | -0.0003 | 0.0007 | 0.7544 |
D. c. ovinos, f. r. o c. | -55.8635** | 20.1478 | 0.0283** | 0.0100 | 0.6628 |
Garbanzos s. | 264.8084 | 938.0586 | -0.1289 | 0.4673 | 0.5834 |
Guisantes, s. | 7.6084*** | 2.4690 | -0.0037*** | 0.0012 | 0.2245 |
Guisantes, v. | -19.6710*** | 3.3491 | 0.0104*** | 0.0017 | 0.0872 |
Habas y haba caballar, s. | -2.5204 | 3.8492 | 0.0017 | 0.0019 | 0.5308 |
Habas y haba caballar, v. | -228.8215*** | 39.1724 | 0.1142*** | 0.0194 | 0.3796 |
Huevos de gallina con c., f. | 2.2610*** | 0.2909 | -0.0006*** | 0.0001 | 0.1114 |
Leche cruda de g. bovino | 0.8198*** | 0.1588 | 0.0001 | 0.0001 | 0.277 |
Leche desc. y suero en p. | 11.4500*** | 1.7592 | -0.0057*** | 0.0009 | 0.4867 |
Leche, desn. de vaca | -4.1007 | 2.8544 | 0.0025* | 0.0014 | 0.0902 |
Leche, ent. condensada | -12.1579 | 9.2604 | 0.0066 | 0.0046 | 0.9134 |
Leche, ent. evaporada | -0.3858 | 2.5567 | 0.0007 | 0.0013 | 0.0824 |
Lentejas s. | 12.8430*** | 4.2107 | -0.0063*** | 0.0021 | 0.3071 |
Maní con c. | 59.5109** | 22.9705 | -0.0291** | 0.0114 | 0.0529 |
Maíz | 16.3379*** | 1.6072 | -0.0078*** | 0.0008 | 0.2035 |
Nueces de nogal con c. | 16.2571** | 6.1884 | -0.0076** | 0.0031 | 0.5727 |
Otras judías, v. | -75.3787*** | 14.005 | 0.0384*** | 0.0070 | 0.2449 |
Q. de leche ent. de vaca | 17.6681*** | 2.2640 | -0.0085*** | 0.0011 | 0.059 |
Trigo | 17.4329*** | 3.8078 | -0.0084*** | 0.0019 | 0.1041 |
Notas: * significativo a 10%; ** significativo a 5%; *** significativo a 1%. BP = Prueba de Breusch-Pagan. SE = Errores estándar. Fuente: elaboración propia con datos de FAOSTAT (FAO, 2023).
Producto | 𝜶 | 𝑹𝑺𝑬(𝜶) | 𝜷 | 𝑹𝑺𝑬(𝜷) | BP p-valor |
---|---|---|---|---|---|
Carne de caprino, f. o r. | 0.2842 | 0.1794 | 0.0004*** | 0.0001 | 0.0499 |
Carne de g. ovino, f. o r. | -36.4909*** | 5.1758 | 0.0185*** | 0.0026 | 0.0010 |
Carne de pavo, f. o r. | 3.6701*** | 0.9497 | -0.0018*** | 0.0005 | 0.0006 |
Carne, caballo, f. o r. | -8.9782** | 3.7918 | 0.0050** | 0.0019 | 0.0477 |
Carne, g. vacuno, f. o r. | -4.4007*** | 0.4826 | 0.0027*** | 0.0002 | 0.0054 |
Cebada | -14.5135*** | 4.4479 | 0.0077*** | 0.0022 | 0.0041 |
D. c. bovinos, f. r. o c. | -10.9992*** | 1.8836 | 0.0059*** | 0.0009 | 0.0340 |
Frijoles, s. | 4.1321* | 2.3823 | -0.0016 | 0.0012 | 0.0464 |
Leche ent. en p. | -21.1875** | 7.6772 | 0.0110*** | 0.0038 | 0.0229 |
Sorgo | -29.0091*** | 4.1603 | 0.0148*** | 0.0021 | 0.0334 |
Notas: * significativo a 10%; ** significativo a 5%; *** significativo a 1%. BP = Prueba de Breusch-Pagan. RSE = Errores estándar robustos. Fuente: elaboración propia con datos de FAOSTAT (FAO, 2023).
Para interpretar los resultados de la Tabla 3, considérese el caso del maíz. El coeficiente 𝛽, al ser negativo, indica una tendencia decreciente en la autosuficiencia durante el período 1994-2021: en este caso, el transcurso de un año se asocia con una reducción de 0.0078 o 0.78% en la razón producción doméstica/consumo. El maíz no presenta heteroscedasticidad, lo que implica que la razón de autosuficiencia de este producto no estuvo sujeta a diferentes grados de variación durante el período de análisis.
La leche desnatada de vaca, carne de conejos y liebres, leche cruda de ganado bovino, leche entera condensada, leche entera evaporada, habas y haba caballar y frijol muestran una 𝑅𝐴𝐴 alrededor de la unidad, pero el coeficiente 𝛽 no es significativo. El mismo caso se presenta en despojos de cerdo y centeno, que presentan una 𝑅𝐴𝐴 menor a 0.50. Por esta razón, estos productos no aparecen en el marco de análisis de la Figura 1.
Productos como otras judías verdes (
La Figura 2 muestra los productos con una 𝑅𝐴𝐴 menor a la unidad, pero que exhiben una tendencia en esa dirección; es decir, cuadrante II.
El maní con cáscara mostró una tendencia negativa estadísticamente significativa (con 𝑝 −
𝑣𝑎𝑙𝑜𝑟 ≤ 0.05), por lo que con 𝛽 = −0.0291 y
Discusión
A partir de 1996, el nivel de producción doméstica de frijol se ubicó por debajo del nivel de consumo aparente y la relación no ha cambiado desde entonces. El valor promedio de la 𝑅𝐴𝐴 en el período analizado (0.93) lo posiciona dentro del área de autosuficiencia cercana a la unidad, mientras que el coeficiente 𝛽 no resultó estadísticamente significativo y se rechazó la hipótesis de raíz unitaria bajo las dos especificaciones consideradas. Una posible explicación es que, si la producción doméstica cae por debajo de cierto nivel, debido a problemas como la sequía del 2011, se importa grano del extranjero, de manera que la razón producción doméstica/consumo permanece relativamente constante. Desde la perspectiva pragmática de la autosuficiencia alimentaria, este caso podría funcionar como ejemplo para los otros productos agrícolas ricos en proteínas, en el sentido de que se mantiene una 𝑅𝐴𝐴 estable y cercana a la unidad, con acuerdos comerciales que permiten compensar las caídas ocasionales.
Durante el 2020, el consumo de carne de cerdo se redujo en el país, probablemente como respuesta a las medidas sanitarias derivadas de la pandemia. La caída en el nivel de importaciones de ese año tuvo como consecuencia una mejora temporal del 𝑅𝐴??. En el caso de la leche entera en polvo, el coeficiente 𝛽 es positivo y estadísticamente significativo, reflejo del comportamiento mostrado entre 1994 y 2017. Sin embargo, durante 2018 y 2020 la 𝑅𝐴𝐴 se erosionó por el incremento del consumo interno, apuntalado por importaciones. Por lo anterior, se sugiere que la interpretación de estos resultados debe acompañarse de la inspección visual de las series involucradas.
El impacto de la volatilidad de los precios en los mercados mundiales de alimentos depende de si el país es importador o exportador neto. A nivel de los hogares, entre más alta sea la proporción del ingreso que se destina al gasto en alimentos, mayor será el efecto de la subida de los precios internacionales. En estos casos, una subida de los precios internacionales debida, por ejemplo, a los efectos del calentamiento global, puede rápidamente convertirse en un problema político a nivel doméstico. Un sistema alimentario globalizado puede suavizar las perturbaciones locales, pero también puede propagar los choques a los componentes (Godfray et al., 2010b).
De acuerdo con el marco de análisis propuesto, la atención de las políticas públicas debe centrarse en estabilizar la tendencia erosiva de productos sensibles como carne de pollo, carne de cerdo, maíz y trigo. Pero, más que buscar la autosuficiencia en el sentido de autarquía en productos específicos (Cruz-Herrera, Valdivia-Alcalá, Martínez-Damián y Contreras-Castillo, 2021; Espinosa Cortés, 2022; Rivera de la Rosa, Ortiz Pech, Araújo Andrade y Amílcar Heredia, 2015), esta contribución plantea una perspectiva pragmática que permita combinar esfuerzos de política a nivel doméstico, con una serie de acuerdos comerciales estratégicos que permitan estabilizar la oferta de proteínas en general.
El sector alimentario presta cada vez más atención hacia el tema de la sustentabilidad (Aschemann-Witzel et al., 2021). Dentro de los esfuerzos de México para incrementar la oferta de proteínas, debe considerarse el fomento a la producción de guisantes secos, lentejas, maní y mijo, que son fuentes alternativas vegetales; o bien de conejos, liebres y pavo, que son fuentes de origen animal, pero con un menor impacto ambiental (De Vries y De Boer, 2010). Por otro lado, los programas públicos dirigidos a la reforestación pueden reforzar la inclusión de almendros y nogales. Estas fuentes de proteínas se caracterizan por tener menores emisiones de gases de efecto invernadero y podrían ofrecer beneficios en la salud pública (Tilman y Clark, 2014). Si bien el consumo de algunos de estos productos se ha impulsado desde el gobierno, este documento muestra que el país tiene una 𝑅𝐴𝐴 promedio baja para algunos de ellos (avena, guisantes secos, lentejas, maíz y trigo) con una tendencia erosiva. En el corto plazo, cumplir con las recomendaciones de las guías alimentarias (SSA, INSP, GISAMAC y UNICEF, 2023), implicaría aumentar las cantidades importadas, mientras se desarrollan las capacidades productivas que permitan aumentar la autosuficiencia en el largo plazo en esos productos.
Dentro de las limitaciones de este estudio se encuentran las siguientes: 1) no se tomó en consideración el comportamiento de la autosuficiencia en pescados y mariscos, ni de otras fuentes alternativas de proteína, 2) las importaciones no necesariamente reflejan la erosión de la capacidad productiva nacional, sino que pueden ser resultado de los gustos y preferencias de los consumidores por productos importados que: a) presentan otra calidad (como en el caso de diferentes tipos de carnes o del frijol) o b) son de otra variedad y tienen usos diferentes frente al producto nacional (como el maíz amarillo y el maíz blanco) 3) el periodo de análisis comprende una etapa en el que el tipo de cambio manifestaba una tendencia a la depreciación, pero la dirección de esa tendencia se ha revertido en años recientes y 4) el estudio asume una perspectiva agregada de producción y comercio internacional, sin reparar en la distribución de los productos entre la población.
Conclusiones
La entrada en vigor del TLCAN ha dejado un escenario con resultados mixtos en cuanto la habilidad de México para satisfacer su demanda doméstica de proteínas, usando su propio potencial productivo. A partir del uso de una razón de autosuficiencia alimentaria, que puede entenderse como una razón producción doméstica/consumo, se analizó el comportamiento revelado por un grupo de alimentos ricos en proteínas durante el período 1994-2021. El valor medio de esa razón se combinó un coeficiente de tiempo, generado a partir de una regresión lineal, en un marco de interpretación que permitió realizar una clasificación entre los productos. Por un lado, se encontró que México exhibe niveles de autosuficiencia entre 0.85 y 1.15 en carne de ganado vacuno, cebada y leche entera en polvo, con tendencia positiva; mientras que, la carne de pollo y huevo de gallina se encuentran en el mismo rango, pero con tendencia negativa. Productos como avena, carne de cerdo, maíz y trigo presentan niveles bajos de autosuficiencia, con una tendencia erosiva en el periodo bajo estudio. Finalmente, productos como centeno, frijol y garbanzo muestran un comportamiento estacionario alrededor de una media; estos últimos se presentan como casos deseables por su estabilidad cercana o superior a la unidad.
De acuerdo con el marco de análisis propuesto, el foco de atención de la política pública debe enfocarse en: 1) estabilizar la tendencia erosiva de productos sensibles como carne de pollo, carne de cerdo, maíz y trigo y 2) fomentar la producción doméstica de productos como guisantes secos, lentejas, lentejas y maní (cacahuates), así como de carne de conejo, liebre y pavo. Lo anterior, con el objetivo de incrementar la capacidad del país para satisfacer los requerimientos de proteínas de la población en el largo plazo, mediante la diversificación de los productos que proveen este nutriente, minimizando el impacto ambiental de las alternativas elegidas. Lo anterior implica centrar los esfuerzos en garantizar la estabilidad a largo plazo de la oferta de proteínas, más acorde con los objetivos del desarrollo sostenible, en lugar de buscar la autosuficiencia por producto.