Hemos leído con sumo interés el artículo publicado en su prestigiosa revista por Pérez-Cano et al.1, titulado Anxiety, depression, and stress in response to the coronavirus disease-19 pandemic, en el que los autores determinaron el grado de afectación emocional de un grupo de la población en general frente a la pandemia por COVID-19. Agradecemos a los autores por presentar evidencia regional, la cual es útil para evaluar las políticas públicas de manera personalizada y modificar la toma de decisiones para obtener mejores resultados. No obstante, queremos expresar algunas consideraciones respecto a la salud mental de los trabajadores de la salud durante el manejo de esta calamidad global, quienes poseen mayor riesgo de desarrollar alteraciones de orden psicológico o psiquiátrico.
Desde que se presentó el primer caso de COVID-19 en Wuhan, China, se ha publicado evidencia sobre el impacto de esta catástrofe en la salud mental de los sanitarios, que son la primera línea frente al control del virus. Además, se ha visto que no solo aquellos que se encuentran en salas de emergencia o en unidades de cuidado crítico presentan estas alteraciones, sino que los cirujanos que se ocupan del tracto aero-digestivo superior tenían el mismo riesgo de contagiarse y también se observó un aumento significativo en sus niveles de ansiedad, depresión y estrés2.
Firew et al.3 evaluaron el estado de salud mental en un grupo de trabajadores de la salud por medio de una encuesta masiva, en la cual observaron que, a pesar de que los participantes presentaban síntomas de ansiedad, depresión y burnout en diferentes grados, estos se intensificaron considerablemente entre todo el grupo al existir casos positivos3. Tomando como base los hallazgos de Fu et al.4 sobre las implicaciones que tiene persistir bajo este distrés (riesgo de autolesión/suicidio, mal desempeño profesional y consumo de sustancias psicoactivas)4, entonces sería estrictamente necesario intervenir a cualquier corte donde se evidencien resultados similares, en pro de salvaguardar la integridad de los trabajadores, los pacientes y las instituciones de salud.
Actualmente se han implementado herramientas muy accesibles al personal de salud, como la telemedicina, y a través de plataformas digitales muchas instituciones ofrecen asesoría psicológica. Algunas sugerencias para fortalecer al equipo médico en esta delicada situación son implementar lugares cómodos para descansar, otorgar la capacitación necesaria sobre el uso del equipo de protección personal, y facilitar el acceso a información como guías y recomendaciones sobre COVID-19 que optimicen la práctica clínica5.
En cuanto a los cirujanos, hay un elemento que, aunque no es exclusivo de este grupo, genera muchos dilemas, y desde una vista clínica y ética se han hecho la pregunta de qué paciente requiere intervención quirúrgica en el acto o no, es decir, a quién se da la prioridad. Este interrogante se hace a diario e impacta considerablemente sobre la satisfacción y la percepción de competencias del profesional. En este orden de ideas, es de vital importancia caracterizar los problemas presentados en cada institución, desde el ámbito donde se desempeñan los cirujanos hasta el paciente que requiere una intervención, debido a que este es un círculo en el que, en caso de no tomar medidas eficaces, todos se verán perjudicados.