Introducción. Mujeres políticas, estereotipos de género y medios de comunicación
El monitoreo de los medios de comunicación con enfoque de género durante las campañas electorales ocupa desde hace casi una década los esfuerzos no sólo de investigadores sino también de organismos internacionales como ONU Mujeres e idea Internacional. 4 El objetivo de esos programas es evaluar y visibilizar los sesgos de género en la cobertura que los medios realizan de las políticas y candidatas.
La tarea encuentra su justificación y relevancia en el hecho de que se ha podido establecer que la presencia de estereotipos de género en la comunicación sitúa a las mujeres en desventaja frente a sus pares hombres durante las competencias electorales. Las investigaciones muestran que, cuando los medios usan una retórica sexista y estereotipos de género para referirse a las candidatas, dañan la percepción que los votantes tienen de ellas en dimensiones como su confiabilidad, efectividad, fortaleza, experiencia y calificación; desciende su posicionamiento en las encuestas, y decrece la intención de voto hacia ellas. 5 Cuando se hace referencia a la apariencia física de las candidatas en los medios, se ha encontrado que no solo sólo las perjudican las coberturas negativas, que las critican, sino que también lo hacen las neutrales y las positivas, que las elogian. 6 Más allá de su signo positivo o negativo, se trata dedichas coberturas periodísticas que despolitizan a las candidatas, y el resultado de todas ellas es que les restan imagen de competencia frente al electorado.
Los medios en los contextos electorales son importantes por varias razones, entre ellas, que son una de las principales fuentes de información que consulta la ciudadanía. A través de ellos, candidatos y candidatas se dan a conocer, hacen llegar sus propuestas al electorado e intentan captar su voto. IDEA Internacional y ONU Mujeres han desarrollado una metodología que les ha permitido, desde 2009 hasta nuestros días, investigar repetidamente cuán equitativo o inequitativo es el acceso de las candidatas a los medios de comunicación y el tratamiento que reciben de ellos en contextos electorales en América Latina. Los resultados muestran que la cobertura otorgada a las postulantes a cargos de elección popular, si se considera conjuntamente radio, televisión y prensa escrita, es ostensiblemente inferior al porcentaje de su presencia en las listas electorales. 7 El análisis cualitativo de la cobertura también muestra diferencias. La nota informativa concisa y descriptiva fue la cobertura que más recibieron las mujeres, mientras que los hombres gozaron de más entrevistas amplias y en profundidad. 8 Ésta no es una cuestión menor, dado que el formato de la entrevista comunica un segundo nivel de mensaje: que quien la protagoniza es relevante o tiene un perfil político de mayor estatus y jerarquía que quienes sólo reciben notas informativas. En cuanto a la ayuda gráfica -elemento de importancia en las noticias, porque permite a los votantes identificar a candidatas y candidatos, lo que los posiciona mejor- se encontró que ellas tuvieron un porcentaje de fotos menor que ellos. A todo lo anterior se suma que, de manera reiterada, los resultados evidencian que el tratamiento a las candidatas en los medios es tanto “abiertamente estereotipado” (en el diseño de la investigación se define de ese modo a la cobertura periodística que emplea un lenguaje o imágenes que denigran o trivializan los logros de las candidatas, que las ridiculizan, etcétera) como “sutilmente estereotipado” (se define de ese modo a las asunciones o suposiciones no explícitas sobre los rasgos y roles asignados tradicionalmente a hombres y mujeres; por ejemplo, su papel de madres, alusiones a que las candidatas son más frágiles que los candidatos, etc.). Los hallazgos revelan que a las candidatas, en los medios, se las sigue relacionando con la estética; que se hace un énfasis desproporcionado en sus vidas privadas y en sus roles domésticos, y que se otorga peso a su apariencia física y vestimenta en desmedro de sus propuestas electorales. 9
Los estereotipos de género, fenómeno de naturaleza psicosocial, han sido identificados como una de las principales causas por las que las mujeres enfrentan más obstáculos que los varones para alcanzar cargos de representación popular, puestos políticos y posiciones de liderazgo. 10 Así como con el concepto de sexo se suele aludir a cuestiones biológicamente determinadas, la noción de género hace referencia a una construcción sociocultural, que alude a los rasgos que atribuimos a lo femenino y lo masculino. 11 El sexo es un atributo biológico de carácter binario, y el género, una construcción social que se efectúa de los atributos asociados típicamente con un sexo. Los estudios acerca de la influencia del entorno en la genética (o epigenética) han puesto en evidencia que en promedio las diferencias entre los cerebros de un hombre y de una mujer son más pequeñas que las que existen entre el cerebro de dos mujeres o de dos hombres que realizan actividades disímiles y, por ende, desarrollan habilidades diferentes a pesar de ser del mismo sexo. 12
Los estereotipos de género, por lo tanto, son creencias y atribuciones generalizadoras y socialmente construidas, acerca de cómo es y de cómo debería comportarse cada género. Eso significa que cuentan con dos dimensiones, una descriptiva y una prescriptiva. 13 La dimensión descriptiva se refiere a las ca racterísticas que se atribuyen como propias a cada género. Por ejem plo, el componente descriptivo del estereotipo femenino indica que las mujeres son débiles, afectuosas, comprensivas, maternales, emocionales y sensibles a las necesidades de los otros. 14 La dimensión prescriptiva se deriva de la descriptiva, e indica cómo deben comportarse varones y mujeres, es decir, lo que es deseable para cada género. Por ejemplo, el estereotipo femenino prescribe que las mujeres deben ser amantes de los niños y ocuparse de las tareas de cuidado de los miembros de sus familias. 15 Los rasgos atribuidos al estereotipo de lo masculino se asocian con la esfera pública, con la producción, el poder, la racionalidad, la fortaleza, el talento y la habilidad; mientras que los referidos al estereotipo de lo femenino asocian a la mujer con el ámbito privado, la fragilidad, la reproducción y las tareas de cuidado. 16
Los estereotipos de género llegan a convertirse en un hecho social tan fuerte que terminan por creerse y aceptarse como algo natural. 17 En trabajos publicados con anterioridad, hemos argumentado, sobre la base de resultados obtenidos en investigaciones propias, que los estereotipos de género tradicionales se encuentran vigentes y muestran una notable resistencia al cambio: aún en nuestros días, cuando las tareas implican cuestiones de cálculo o mecánica, tanto hombres como mujeres prefieren que sean los varones quienes las realicen. Del mismo modo, el cuidado de niños y de personas se considera propio del género femenino. 18 La supuesta debilidad y falta de fortaleza de las mujeres -con frecuencia apodadas el “sexo débil”- hizo que desde hace siglos, como colectivo social, padezcan toda clase de desigualdades, desventajas económicas, exclusiones y costosas prohibiciones. A lo largo de la historia se les ha negado el derecho a educarse, a ir a la universidad, a votar, a elegir y ser políticamente elegidas, a conducir, a vestir como lo deseen, a desempeñarse como juezas o magistradas, a tramitar un pasaporte, a trabajar sin autorización de sus padres o esposos, a tener cuentas bancarias a su nombre, a solicitar créditos siendo solteras o sin el aval de sus maridos, a disponer plenamente de sus propios sueldos sin el consentimiento de sus maridos, a administrar junto al cónyuge los bienes gananciales, y a ejercer del mismo modo que los padres la patria potestad de su descendencia. 19 Aunque muchas de esas costumbres han cambiado, hoy las mujeres y las niñas realizan dos tercios del total del trabajo en el mundo y producen la mitad de la comida del planeta, pero sólo ganan 10 % de los ingresos y son dueñas de 1 % de los activos mundiales. 20
Desde finales del siglo XX, los medios se han constituido en una arena fundamental de las campañas políticas, “en especial, mediante el uso de anuncios políticos, a través de la cobertura informativa ofrecida de las campañas electorales, y […] a través de los presupuestos asignados a las televisoras”. 21 Los medios de comunicación participan en la lógica de reproducción y mantenimiento de los estereotipos de género. 22 En las entrevistas realizadas a las candidatas y mujeres políticas, las preguntas “alternan lo político/público con lo estrictamente personal/privado […] las lideresas […] toleran la formulación de interrogantes más centrados en la problemática de la conciliación laboral y familiar que sus homólogos”. 23 En las entrevistas en los medios, existen diferencias en función del género: las políticas suelen recibir un trato más irreverente (a menudo caracterizado por el tuteo, o por presentar a las mujeres en cuestión por sus nombres y sin sus apellidos), y se las expone a preguntas acerca de su persona, la conciliación de vida laboral y familiar, los roles tradicionalistas y yuxtapuestos a la maternidad. 24
Diversos estudios que examinan la cobertura que reciben las mujeres políticas establecen que es desventajosa comparada con la de sus pares masculinos. No sólo la cantidad de cobertura dedicada a ellas es menor que la de los varones, sino que también con frecuencia alude a aspectos como su apariencia física o su edad. 25 Asimismo, las investigaciones ponen en evidencia que adquieren preponderancia su estado civil, sus familias, sus roles parentales y familiares, en desmedro de sus posiciones ideológicas, propuestas políticas, trayectorias profesionales y cargos públicos ejercidos, lo que las hace verse con menos experiencia en comparación con los hombres, a quienes los medios cubren centrándose principalmente en lo profesional. 26 Watson afirma que “los medios se centran más en la ropa, peinado, familia y otras cuestiones banales cuando representan a las mujeres candidatas que cuando representan a los hombres candidatos. Esto no sólo colabora poco para que una mujer pueda ser vista como comandante en jefe, sino que también hace incluso más difícil para ella transmitir su mensaje”. 27 Por citar sólo un ejemplo, un estudio realizado por Wasburn y Wasburn encontró que el foco de la cobertura recibida por Sarah Palin y Joe Biden en las revistas estadounidenses Time y Newsweek fue dispar. Ambas dedicaron más de la mitad de la cobertura de Palin a su familia, su apariencia física y su personalidad; mientras que menos de 15 % de la cobertura en ambas (11.9 % en el caso de Time y 14.3 % en el de Newsweek) se centró en sus opiniones políticas, propuestas electorales o preparación para el cargo de vicepresidenta. Por el contrario, las menciones a las cuestiones familiares y personales de Biden aparecieron en 18.2 % de los artículos periodísticos que se publicaron de él en Newsweek y en 12.5 % de los aparecidos en Time; mientras que sus posiciones políticas y preparación para el cargo figuraron en más de la mitad de las notas que se escribieron sobre él en ambos medios gráficos. 28
A menudo se define a las candidatas y políticas a partir de su relación con hombres influyentes, lo que trivializa sus propios méritos y, de modo implícito, levanta sospechas sobre la legitimidad de sus logros. La asociación con hombres puede hacerlas ver como marionetas para ser manipuladas por otros más poderosos. 29 Asimismo, cuando una mujer compite como candidata, es probable que los medios destaquen especialmente el género de sus seguidores y votantes, lo que provoca que aparezcan como candidatas de un grupo específico (sus congéneres) y no de la totalidad del electorado, y puede debilitar sus posibilidades electorales. 30 Los medios son parte de la esfera pública en la que se construye la identidad de las políticas y políticos, y por ese motivo, las diferencias y sesgos de género pueden erosionar la credibilidad de las mujeres políticas, influir en las evaluaciones que los votantes realizan de candidatos y candidatas, y tener consecuencias electorales. 31
Los estudios que abordan la problemática de los estereotipos de género y las mujeres políticas indican que, cuando una mujer atraviesa los límites de los roles tradicionales, los medios reaccionan dándole una cobertura más negativa. 32 Por ejemplo, la viabilidad de las mujeres como candidatas, a menudo es encuadrada de forma más negativa que la de los hombres. 33
En el próximo apartado, a través de la presentación de los resultados de una exploración empírica en sus fase inicial, realizada sobre este tema, evaluaremos de qué modo en reiteradas ocasiones el tratamiento que los medios de comunicación realizan de las políticas resulta en una despolitización de las mujeres, que empuja su imagen pública hacia el territorio de lo privado, acercándolas a asociaciones con lo doméstico y lo familiar. 34 En los medios es frecuente encontrar un doble rasero para tratar, juzgar y evaluar a los políticos y políticas según su género. Doble rasero del que muchas veces ni siquiera los propios periodistas son conscientes, pero que tiene consecuencias. 35
Objetivos, procedimiento y principales resultados
Los resultados que se presentan provienen de un trabajo empírico de carácter exploratorio, que se encuentra en su fase o estadio inicial y cuyo alcance es descriptivo. En él se analizó tanto la frecuencia de publicación como las características de los estereotipos de género presentes en la cobertura periodística, realizada por algunos medios de prensa escrita y por la televisión, con referencia a tres mujeres en actividad política que se encontraban en campaña electoral y que fueron cubiertas en su calidad de candidatas en tres países diferentes, en el período comprendido entre el 1 de abril de 2015 y el 20 de noviembre de 2016. Las candidatas seleccionadas fueron María Eugenia Vidal, de Argentina, 36 Keiko Fujimori, de Perú, 37 y Hillary Clinton, de Estados Unidos. 38
La muestra está conformada por un total de 90 artículos y piezas periodísticas de prensa escrita y de televisión en los que los nombres de las candidatas fueron mencionados. Éstos se difundieron entre el 1 de febrero de 2015 y el 20 de noviembre de 2016 y fueron elegidos de un universo de artículos y notas aparecidos en trece medios de comunicación diferentes. 39 Esto significa que la muestra de artículos, tanto de prensa escrita como de televisión, fue seleccionada al azar del universo de artículos disponibles en esos medios que incluían menciones al nombre de las candidatas en cuestión. La muestra final, a su vez, se encuentra conformada por tres submuestras diferentes, cada una compuesta por 30 notas periodísticas correspondientes a cada una de las tres candidatas analizadas. Cada nota, entrevista, reportaje o artículo periodístico se consideró como una unidad de análisis.
El objetivo de la exploración fue doble:
establecer la presencia y la frecuencia de aparición de estereotipos de género o sesgos sexistas en la muestra seleccionada;
en caso de encontrar estereotipos de género en la cobertura recibida por las candidatas, con independencia de su frecuencia, identificar las principales variables e indicadores que los definen y, sobre la base de ellos, proponer una tipología.
En cuanto a la confiabilidad de la codificación, se siguió el modelo de Lemish y Tidhar, que propone trabajar con dos codificadores entrenados y un modelo de codificación basado en el consenso entre ambos, el cual requiere que alcancen un acuerdo para elegir una única entrada o categoría para cada variable. 40 En primera instancia, se realizó una prueba piloto para examinar (testear) la coincidencia en los criterios entre ambos codificadores: cada uno, por separado, clasificó el mismo 10 % de las unidades de análisis que componen la muestra. La confiabilidad interjueces fue calculada sobre ese subconjunto conformado por el 10 % de la muestra. Pasada la prueba piloto, los mismos jueces trabajaron simultáneamente y codificaron la totalidad de los materiales, para lo cual debían mostrar acuerdo en la elección de cada categoría de clasificación. En las situaciones en que los codificadores no lograban llegar a un acuerdo, se siguió el procedimiento de Garramone, Steele y Pinkleton, y el desacuerdo fue resuelto mediante la intervención de un tercer juez calificado para la tarea. 41
Para poder abordar el primer objetivo y de acuerdo con los fines del presente trabajo, realizamos una estipulación y definimos operacionalmente los estereotipos de género como cualquier sesgo en la cobertura periodística que, al referir el nombre de las candidatas, no mencione sus propuestas políticas, partidos políticos, posiciones ideológicas, trayectoria política, carrera profesional, experiencia previa, desempeño anterior, vida y actividad pública o cualquier otro “factor político” y, en cambio, sí mencione aspectos de sus vidas privadas y domésticas, rutinas cotidianas, sus familias, hijos, parejas, situación sentimental, sus personalidades, estados anímicos y emocionales, gustos, relaciones personales, apariencia física, su cuerpo, vestimenta o cualquier otro “factor extrapolítico”.
Encontramos que, en las notas analizadas, la frecuencia total de aparición de uno o más estereotipos -así definidos y operacionalizados- fue de 43 % en los casos de Hillary Clinton y María Eugenia Vidal, y de 27 % cuando se mencionó a Keiko Fujimori (ver Tabla 1).
Candidata | Porcentaje de notas periodísticas referidas a la candidata que contenía estereotipos |
---|---|
María Eugenia Vidal | 43 % |
Keiko Fujimori | 27 % |
Hillary Clinton | 43 % |
Fuente: elaboración de los autores.
En los casos de Hillary Clinton y María Eugenia Vidal, impacta que más de 4 de cada 10 artículos periodísticos que hacían referencia a ellas incluyeran, al menos, un estereotipo de género. Aunque en el caso de Keiko Fujimori la frecuencia fue menor, no deja de ser alta: casi 30 % de los artículos analizados que la mencionaban contenían algún sesgo de género.
Una vez identificada la presencia de estereotipos, se procedió a su tipificación. Con el fin de cumplir el segundo objetivo, se analizaron los estereotipos encontrados, en búsqueda de factores recurrentes que pudieran ser identificados como sus indicadores. En los artículos que componen la muestra, se identificaron cuatro clases de estereotipos diferentes. Ellos y sus principales indicadores se explicitan, definen y ejemplifican a continuación:
1. Estereotipo que enfatiza el papel de madres y los aspectos de la vida doméstica y privada de las candidatas. Se considera que este sesgo de género o estereotipo está presente si en la nota periodística analizada se encuentran uno o más de los siguientes indicadores:
mención de los hijos (o ausencia de hijos) o grupo familiar de la candidata;
mención de su papel como madre, esposa, ama de casa;
mención de su pareja (o ausencia de pareja), de su estado civil, o de su situación sentimental;
mención de sus costumbres domésticas o rutinas cotidianas.
Por ejemplo, un informe de televisión definió el perfil de María Eugenia Vidal con las siguientes palabras: “Vidal y Tagliaferro son padres de tres hijos: Camila de 15, María José de 13, y Pedro de 7. Él fue clave para ella: la contuvo cuando perdió su primer embarazo”. 42 Asimismo, se afirmó que su “instinto maternal” habría sido clave para que Mauricio Macri, actual presidente de Argentina, la eligiera como candidata:
Cuando su hijo era apenas un bebé, dos mujeres la encañonaron. Instintiva, ella se tiró sobre el cochecito y gritó desesperada para evitar que se lo llevaran. El momento más tenso de su vida terminó con los dos delincuentes huyendo, y el instinto maternal a flor de piel. Ese gesto primitivo denotó algo que quizá Mauricio Macri vio en ella para designarla como candidata. 43
De Keiko Fujimori se destacó que “vive con su esposo Vito Villanela y sus dos pequeñas hijas Kiara y Karol, en un departamento en una zona rodeada de parques y jardines con juegos para niños”. 44 En cuanto a Hillary Clinton, se discutió la relevancia del hecho de ser abuela de los hijos de su única hija, Chelsea Clinton, para su candidatura: “La Sra. Clinton como abuela-en-Jefe no sólo ablanda sus ángulos más duros, sino que además encaja de modo favorable con su visión política del mundo”. 45
2. Estereotipo que explica las carreras políticas, los logros y los méritos de las candidatas por su relación con hombres poderosos o influyentes. Se considera que este sesgo de género o estereotipo está presente si en la nota periodística analizada se encuentran uno o más de los siguientes indicadores:
alusiones directas al papel de sus esposos en el empoderamiento o éxito de esas mujeres;
sus padres;
otros hombres mentores con trayectoria de sus partidos políticos, de otras esferas de la política, o del mundo corporativo.
Por ejemplo, se definió a Hillary Clinton como “la coestrella de la administración Clinton”; 46 para fundamentar la carrera de María Eugenia Vidal se aclaró que “su padrino político fue Horacio Rodríguez Larreta”, 47 y para explicar la razón del buen posicionamiento en las encuestas electorales de Keiko Fujimori, se afirmó que “la candidata debe parte de su popularidad a su propio padre”. 48 Si bien es cierto que esta última es hija de un expresidente de Perú, también lo es que ya en 2006 fue electa como congresista por primera vez y que, en esta ocasión, se postulaba por segunda vez a la presidencia de su país (la primera había sido en 2011). Esto significa que, a pesar de contar con una trayectoria política propia de más de una década y con una importante exposición pública, los medios continúan enfatizando el papel de su padre más que sus méritos para explicar su crecimiento político. A la inversa, las presentaciones que los medios realizan de los candidatos durante las campañas electorales rara vez incluyen menciones de las personas presentes en sus vidas o de los entornos que auspiciaron su crecimiento o que les allanaron el camino en la política. 49
3. Estereotipo que alude a la falta de control, racionalidad e inteligencia emocional de las mujeres candidatas. Se considera que este sesgo de género o estereotipo está presente si en la nota periodística analizada se encuentran uno o más de los siguientes indicadores:
las referencias a que las actuaciones y/o decisiones de las candidatas demostraron falta de control emocional;
las referencias a que las actuaciones o decisiones de las candidatas demostraron irracionalidad;
los comentarios relativos a su incapacidad para establecer empatía o cercanía emocional con los votantes.
Por ejemplo, “Hillary Clinton mostraba pesadumbre, conmoción, ira e incomodidad”; 50 “Hillary Clinton habló de las críticas que enfrenta por su frialdad y su comportamiento robótico y distante”. 51 En una nota periodística titulada “La calladita” se dice de Vidal que “habla y gesticula casi como un guion de tolerancia positiva […] Sonreía como una Monalisa a la que hay que adivinar la euforia, la gracia o la furia”. 52 Keiko Fujimori fue “analizada” en un medio con el siguiente resultado: “Yo no la veo con una inteligencia emocional, yo la veo calculadora y fría, como su padre, afirma Carmen Gonzales, reconocida psicoterapeuta peruana”. 53
4. Estereotipo que enfatiza la importancia de la apariencia física y la vestimenta de las candidatas. Se considera que este sesgo de género o estereotipo está presente si en la nota periodística analizada se encuentran uno o más de los siguientes indicadores:
peinado;
ropa;
maquillaje;
cuerpo de las mujeres que contienden en la política;
apariencia física general.
Por ejemplo, de Hillary Clinton se publicó: “Con el rostro lavado, sin rastros de esos maquillajes perfectos con los que se presentó en los debates frente a Donald Trump, con su pelo al natural sin ondas ni extra fijador para volumen como la vimos recorrer el país durante toda su campaña, y con sólo un poco de color brillante en los labios”; 54 “[v]estida de azul, con poco maquillaje y un peinado austero, la candidata demócrata a la Casa Blanca habló ayer en un evento”, 55 y “[l]a candidata presidencial demócrata dio un giro rotundo en su estilo; anoche para el debate presidencial recurrió al rojo”. 56 Se dedicaron párrafos a la vestimenta de Keiko Fujimori, tales como: “La candidata que lidera suele utilizar saco y blusa en la mayoría de sus presentaciones públicas, sin embargo, para los mítines opta por llevar sólo blusas blancas con el pequeño logo anaranjado de Fuerza Popular en el pecho. El cabello suelto y algunas joyas le dan una apariencia juvenil y femenina”, 57 y también a la apariencia de María Eugenia Vidal de quien se dijo que: “Bajó 17 kilos en siete meses y dejó atrás los suéteres holgados, los pantalones anchos y las camisas sin forma para probar blusas femeninas, pantalones Oxford y zapatos de diseño. También mejoró su maquillaje, siempre manteniendo su estilo natural, y su cabello lacio y suelto” .58
La distribución porcentual de las clases de estereotipos identificados se presenta en la Tabla 2.
María Eugenia Vidal, durante la campaña, recibió sobre todo preguntas acerca de sus hijos, su rol de madre e intimidades de su vida familiar y cotidiana. También fue objeto de frecuentes comentarios por parte de los medios acerca de su apariencia física y de su estilo para vestir. En el caso de Keiko Fujimori, como comentamos en un párrafo anterior, se usó la visibilidad de su padre, expresidente de Perú, para explicar su posicionamiento en la política, lo que demeritó cualquier logro de su propia carrera política, mediante el estereotipo que resalta que las mujeres deben su prestigio y posicionamiento político a hombres poderosos que fungen o han fungido como sus mentores. Asimismo, se cuestionó su estabilidad emocional y la racionalidad de sus decisiones. Ese mismo estereotipo se utilizó para castigar a la candidata demócrata en Estados Unidos, Hillary Clinton, quien, además, recibió constantes críticas a su modo de vestir o de arreglar su cabello, a su maquillaje y hasta a su modo de sonreír.
Discusión
La Plataforma de Acción de Beijing fue adoptada de manera unánime por 189 países después de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada por onu Mujeres en 1995. En ella se establecen una serie de objetivos estratégicos y medidas dirigidas a la igualdad de género en 12 esferas cruciales. Una de esas esferas, desarrollada en el Capítulo J de la Plataforma, se denomina “La mujer y los medios de difusión”.59 Allí se califica como un problema grave que “los medios impresos y electrónicos de la mayoría de los países no ofrecen una imagen equilibrada de los diversos estilos de vida de las mujeres y de su aportación a la sociedad”.60 La sección J de la Plataforma plantea diversos objetivos estratégicos. El primero de ellos es “aumentar el acceso de la mujer y su participación en la expresión de sus ideas”.61 En consonancia, se recomienda que, sin atentar contra la libertad de expresión, se elaboren “mecanismos reglamentarios, incluidos los voluntarios, que permitan […] a los medios de difusión presentar una imagen equilibrada de la mujer y que fomenten una mayor participación de la mujer y el hombre en las esferas de la producción y la adopción de decisiones”.62 Para ello, se insta a propiciar la investigación y la aplicación de estrategias derivadas de esas investigaciones para estimular la presentación en los medios “de una imagen no estereotipada de las mujeres y mostrarlas desempeñando diversas funciones”.63 Asimismo, se subraya la necesidad de fomentar capacitaciones con enfoque de género para los profesionales de los medios.
Se han tomado en cuenta esas recomendaciones y esto ha dado lugar a que diversos organismos internacionales lleven a cabo una serie de iniciativas recientes. Por ejemplo, nimd (Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria) organizó en El Salvador una capacitación, en la cual se logró que los periodistas, comunicadores y responsables de medios asistentes elaboraran un decálogo de recomendaciones para difundir entre sus compañeros de profesión y entre los estudiantes de periodismo. 64 Entre esas recomendaciones, proponen cuidar el lenguaje en las redes sociales, no invadir los espacios de la vida privada de las funcionarias o candidatas, y respetar la identidad de las mujeres políticas.65 En una actividad con periodistas realizada por ParlAméricas 66 en Chile, las y los asistentes elaboraron un documento de carácter público en el que proponen evitar no sólo el lenguaje sino también las imágenes sexistas, consultar en igual proporción las opiniones de políticas y políticos en los espacios informativos, y evitar los comentarios acerca de la apariencia física o vestimenta de las políticas.67 En Argentina, en 2017, se han establecido unos principios para la cobertura de las elecciones en la radio y la televisión pública.68 Entre ellos, se incluye “el respeto a la equidad de género”, y se solicita que se cuide el equilibrio en la cantidad de mujeres y hombres invitados a participar en los programas en calidad de expertos, candidatos y políticos. También se recomienda que se eviten el lenguaje y las imágenes sexistas; que se observe la norma del reverso; que no se les realicen preguntas a las candidatas que no se les harían a los candidatos, y que no se efectúen menciones de la vestimenta y apariencia física de las candidatas, así como comentarios del estilo “la esposa de” o cualquier relación que les quite méritos propios.
A pesar de todos los esfuerzos y programas que se han puesto en marcha, la tipología elaborada a partir de los resultados de esta exploración inicial evidencia que, en mayor o en menor proporción y según el caso de estudio, los estereotipos no han logrado ser erradicados de la cobertura que los medios realizan de las campañas electorales protagonizadas por mujeres, y que, en ellos, se continúa ofreciendo a los ciudadanos, por lo menos, cuatro clases de estereotipos cuando se habla de las mujeres en actividad política. Dichos estereotipos se centran en la maternidad y las tareas de cuidado, en la relación entre los logros de las candidatas y los hombres influyentes, en la falta de inteligencia emocional de las mujeres, y en la trivialización que se opera mediante comentarios relacionados con su apariencia y vestuario.
Es digno de resaltar, además, que fue posible identificar esos cuatro estereotipos en países diversos como Estados Unidos, Perú y Argentina, lo que hace presumir que su extensión podría atravesar también otras coordenadas culturales y espaciales. Cabe aclarar que la finalidad de la tipología presentada no se limita al presente trabajo, sino que su intención es constituir una matriz de clasificación inicial que otros investigadores puedan utilizar y enriquecer, agregando nuevas categorías que provengan de sus investigaciones centradas en nuevos países, regiones y contextos.
En definitiva, hemos podido observar que los estereotipos de género están vivos y gozan de buena salud en los medios en el momento de presentar noticias relacionadas con las candidaturas de las mujeres. La banalización de las candidatas y de las mujeres políticas en general, “la fijación con su aspecto, su gestualidad, su apariencia, su vestuario, el recordatorio de sus responsabilidades domésticas, etc., etc.; todo esto hace que los medios cometan sanciones de género que, en último término, lo que están cuestionando es la legitimidad de esas mujeres para ocupar el lugar que ocupan y recordarles que ése no es su ‘lugar’”.69 Es crucial generar cambios en un área crítica como los medios de comunicación y en las imágenes de género que ellos crean y transmiten.70 Los sesgos de género siguen caracterizando a buena parte de la cobertura periodística habitual, lo que daña las posibilidades reales de las mujeres en el espacio público.