Introducción
A pesar de que el término posverdad se utilizó por primera vez en 1992 en el ensayo de Steve Tesich, titulado “A government of Lies” y publicado en The Nation, el fenómeno en sí de la posverdad tiene una historia extraordinariamente larga.
La posverdad es una forma de mentira deliberada que procura que la opinión pública se aleje de los hechos y se configure con base en opiniones y puntos de vista que acaban borrándolos. El objetivo de este artículo es mostrar la evolución progresiva de esa forma de mentira llamada posverdad y sus posibilidades de investigación, así como sus posibles derivaciones hasta llegar a su perfeccionamiento en el metaverso.
En ausencia de una teoría sólida para el estudio de la posverdad, y debido al interés relativamente reciente por estudiarla, se ha recurrido no solo a los libros que la tratan, sino a información periodística y de circulación en las redes para documentar este artículo. Esquemáticamente, en este texto, de carácter exploratorio, se desarrolla la siguiente trama metodológica:
Acercamiento a la posverdad desde su historia
Los recursos de la posverdad fueron usados con propósitos políticos por personas y grupos de poder durante siglos para imponer sus intereses, beneficiar sus acciones y dominar a la gente, aun cuando el término para designarla no se había acuñado. No se le conocía como tal, pero en la práctica poseía características similares a las que se utilizan actualmente. Esto se mostrará con tres ejemplos: uno referido a la Antigüedad, otro al periodo napoleónico y uno más (reciente) en el siglo XX.
En el primer caso, en la Antigüedad, no se contaba con los recursos tecnológicos actuales, aunque las noticias falsas, los rumores y la desinformación se practicaban intencionalmente en cualquier latitud, generalmente para favorecer a unos y destruir a otros, y se hacía en tiempos que hoy parecerían insosteniblemente largos, puesto que las comunicaciones circulaban con otros ritmos y la diseminación de mensajes debía vencer las distancias, el tiempo y las vicisitudes de los viajes necesarios para transmitirlas.1 No es raro encontrar en textos bíblicos, como el Libro de Esdras, una mención a las estrategias de posverdad. En este libro2 los enemigos de Israel asentados “al otro lado del río”, o sea, en las cercanías de Jerusalén, mandaban falsas noticias al rey Asuero y posteriormente al rey Artajerjes, para evitar que los judíos reconstruyeran el templo y Jerusalén volviera a prosperar. Ellos orquestaron una serie de acusaciones falsas y rumores, con lo que querían lograr un edicto real que revocara el permiso y favor del rey Ciro (Esdras, 1:1-4 y 1:8-11), con el propósito de evitar la reconstrucción, y al mismo tiempo, dividir y desmoralizar a los que regresaron a su ciudad desde la dispersión. Estos enemigos divulgaron rumores, enviaron personas compradas para decir mentiras que desanimaran a los que estaban comprometidos con la reconstrucción, y los amenazaban para desmoralizarlos y dividirlos, logrando que la construcción del templo se paralizara temporalmente. En el caso de los enemigos de Israel; su estrategia de posverdad finalmente fracasó porque se encontraron los documentos que probaban que la reconstrucción estaba legítimamente autorizada por el rey Ciro.
En segundo caso: durante el imperio romano, después del incendio de Roma en el año 64 d. C., Nerón usó una mentira para desviar de su figura el enojo del pueblo, pues se rumoraba que él lo había instigado (González, 2009). Mediante esta mentira hizo a los cristianos aparecer como culpables, fue plausible porque: a) el pueblo no tenía medios para enfrentar un emperador, y b) porque los cristianos, que tenían muchos enemigos entre los romanos debido a su monoteísmo, eran hostigados por los sectores judíos dominantes. Por esto fueron los perfectos chivos expiatorios. A partir de la mentira orquestada por Nerón, el pueblo persiguió a los cristianos, un grupo fácil de culpar, y Nerón aprovechó el espacio arrasado por las llamas para construir la Domus Aureaii en su propio honor. Restos de la Domus Aurea permanecen aún debajo de las ruinas de las Termas de Trajano.
En el tercer caso, de manera similar a como se usó en el pasado en Israel y Roma, la mentira se utilizó de muchas formas para desviar la atención de la realidad y ocultar los intereses, los errores y los propósitos de grupos poderosos; o al revés, para hacer ver los fracasos como triunfos. La posverdad puede adquirir una gran variedad de formas. Un ejemplo, mencionado por Illades (2017, pp. 19-20), es que Napoleón inventó el éxito de su campaña en Egipto, que en realidad fue todo lo contrario, logrando imponer en Francia una versión de los hechos opuesta a la realidad.
En el cuarto caso, durante el siglo XX, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, ambos bandos diseminaron fake news para desanimar al enemigo, al mismo tiempo que anunciaban acciones exitosas reales o imaginarias mientras ocultaban sus pérdidas. En ese periodo (la Segunda Guerra Mundial) y dentro de esta perspectiva de posverdad, se destacó un propagandista alemán, Goebbels, quien sintetizó algunos de los principios de lo que él llamó propaganda, pero que son propios de la posverdad, los cuales siguen vigentes en los procesos en que esta se manifiesta y en los modos en que se planea.
La posverdad actualmente
En el siglo XXI, adaptando la experiencia de guerra y propaganda del siglo anterior, la posverdad ha ampliado su radio de acción y está siendo usada a gran escala, no solo por los políticos, sectas y medios de comunicación, sino también en algunos espacios sociales no tan conocidos, como el campo de las ciencias, principalmente en las ciencias sociales, que tuvieron problemas para entender la relación verdad-realidad, debido al auge de ciertas teorías e interpretaciones deformadas de ellas, tal como sucedió con el posmodernismo y la malinterpretación de la teoría cuántica, que aparentemente negaban la posibilidad de conocer la realidad, y por lo tanto, de conocer la verdad (McIntyre, 2018, pp. 45-62). Esto dio lugar a una discusión sobre la responsabilidad actual de estas teorías para justificar el auge de la posverdad, que McIntyre (McIntyre, 2018, cap. 2 y 6) trata detalladamente.
Una revisión de la literatura sobre el tema indica que la expansión del campo en el que se manifiesta la posverdad en el siglo XXI no puede entenderse simplemente a partir de las influencias de teóricos y académicos, arribistas, déspotas, demagogos o la ignorancia de la gente, sino del papel que juegan los medios de comunicación, los nuevos desarrollos tecnológicos y las aplicaciones que se pudieron hacer a partir de las redes sociales y de la Internet. Tales medios, que se encuentran en constante evolución, permitieron que, junto con públicos ávidos de noticias y sin mayor sentido crítico, las redes sociales crecieran de manera alarmante en todo el planeta, facilitando el acceso y divulgación de cualquier mensaje. Por citar un ejemplo, en la actualidad, algunas de las redes más grandes han desarrollado recursos y políticas para contener cierto tipo de mensajes, como los relativos a la pornografía infantil.
La mundialización de la posverdad en el siglo XXI alcanza no solo la esfera pública y la económica, sino también el nivel doméstico, e invade las conversaciones entre amigos, las familias y sobre todo, la mayor parte de lo que se divulga en algunas redes sociales, incluyendo las noticias falsas que algunos influencers suben a las redes para atraer a un mayor público. Los medios de comunicación y las redes sociales son sus instrumentos más utilizados. La creciente proliferación de la posverdad sucede porque se acompaña de persuasión, con lo que se consigue hacer notar que más importantes que los hechos son las opiniones. De este modo, se somete a la verdad a los gobiernos, un relativismo insostenible que, solo por citar un ejemplo, explotan libres de culpa algunos gobiernos, como el de Perú, con lo cual hacer parecer a los campesinos que luchan contra los abusos a la autoridad, en este y otros países, como “terroristas” (Fowks, 2017).
Existe en la literatura sobre posverdad una discreta variedad de interpretaciones. Estas van desde su condenación hasta su justificación bajo el argumento de que la verdad no existe, sino solo interpretaciones y desde esta última, a los puntos de vista de los que sostienen que es muy buena, porque permite que la gente se exprese democráticamente mediante sus adhesiones.
El partidismo y la adhesión -sin mayor justificación que las preferencias y gustos personales- no suelen acompañar a la verdad, McIntyre (2018) considera que la posverdad es la subordinación de la verdad a intereses políticos. Otros, como Kellyanne Conway, la trata, no directamente como mentira, sino como alternative facts (hechos alternativos).3 Sin embargo, fuera de la verdad todo es mentira. A contrapelo con estos conceptos, en este trabajo, la posverdad es una forma de comunicación que constituye una mentira intencional la cual, en algunos casos, utiliza elementos de la verdad (hechos) y los desnaturaliza en un intento de ajustar la realidad a los gustos, intereses y preferencias de sus productores y, al mismo tiempo, a los deseos y expectativas de la población, para obtener a través de ella algún tipo de beneficio.
Existen muchas clases de mentiras y todas tienen consecuencias nefastas. Las peores mentiras constituyen el dominio de la posverdad, porque tienen incorporado un gran atractivo, al apelar de manera clara a los gustos, preferencias y pasiones de la gente, para manipularlos, creando para ellos una sensación de que, de algún modo, ellos son importantes.
Por otro lado, al hablar y al escribir, las palabras pueden encubrir cosas, y el término posverdad encubre la larga historia de la mentira con apariencias de verdad. Esta actúa engañando hábilmente tanto a quienes la usan como a quienes la consumen y las aceptan como verdaderas, un caso paradigmático es el de Trump, y de sus seguidores, que alegan haber ganado las elecciones que probadamente perdieron en 2020.
Concepto y mecanismos de la posverdad
Como todo engaño, la posverdad usa algunos aspectos de la realidad maquillándolos para hacer aceptable el trasfondo mentiroso, de modo que la gente se adhiera a él como algo válido. La posverdad es información distorsionada donde los datos, o son falsos o se usan para sostener una gran mentira mediante un andamiaje de falsedades. El término fue acuñado a fines del siglo XX pero su práctica es milenaria. Denominado en inglés post-truth, este término, según el Diccionario Oxford, se refiere a la posverdad cuando “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”. Algunas otras definiciones de posverdad, como la del DRAE, la consideran una mentira emotiva que deforma deliberadamente la realidad para hacer prevalecer sentimientos y emociones con el fin de crear y orientar la opinión pública e influir en la sociedad.
En este artículo se define la posverdad como una mentira que se opone a la verdad, aunque en algunos casos la usa y está destinada a estimular la adhesión de personas que quieren creerla sin importar si los hechos la contradicen. Su característica es que antepone a la verdad una mera apariencia de verdad (de allí su nombre), de este modo se presenta como creíble. El efecto de credibilidad lo logra apelando a fuentes falsas la autoridad de algunas personas prominentes sacada de contexto, la tergiversación de información, el manejo del deseo de que las cosas cambien para bien, el temor a no estar en sintonía con los demás, etcétera. Cuando de todos modos se presentan dudas, ofrece como respuesta alternative facts (es decir, otras falsedades) para reafirmarse, y las apuntala diciendo que todo se reduce a puntos de vista.
La posverdad se manifiesta en casos, como aquel en el que los partidarios del Brexit colocaron un llamativo cartel con datos falsos que decían: “Cada día enviamos a la Unión Europea 50 millones de libras (esterlinas): mejor gastémoslos en nuestro sistema nacional de salud” (Fresnada, 2016). La posverdad busca adhesión a la mentira, y aprovecha el hecho de que mucha gente, sin verificar el dato, lo cree. Esto ocurrió tanto porque la ciudadanía no pensó que se pudiera publicar de esa manera una mentira descarada como porque, sin verificarlo, estaba en una situación económica difícil y pensaba que el dinero que no se invirtiera en la Unión Europea se revertiría de alguna forma en su país, beneficiándola directamente. No todos cayeron en esta mentira, hubo críticas serias, defecciones en el grupo que impulsaba el Brexit y periódicos importantes como The Guardian que lo rechazaron, pero logró su objetivo y el Brexit se percibió como algo benéfico para Gran Bretaña (The Guardian, 2016). La posverdad tiene dos caras y dos fases: por un lado, la que está en el propósito de sus creadores e instigadores que es activa y estratégica, y que no se comunica a la gente en general, y por el otro lado, la que perciben y reelaboran las personas que por diversas razones se adhieren a ella.
De modo que esta segunda fase depende de la primera, aunque también puede derivar en fases activas o inesperadas (como la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021). Aparentemente, quienes se adhieren a la posverdad no perciben ninguna repercusión social, porque mantienen su aceptación ante el grupo al que pertenecen, pero no se conoce si pueda haberla a mediano y largo plazo.4 La perspectiva de la posverdad impacta socialmente generando un estado de falso conocimiento, en el que el público que recibe este tipo de mensaje le otorga más importancia a las emociones, gustos y fantasías propios que a la veracidad de lo que se está afirmando. A través de la posverdad se construye un mundo de falsas representaciones que movilizan (o inmovilizan) tanto la conducta personal como la social. En los dominios de la posverdad se produce un efecto de realidad desenfocada, donde cada persona y grupo asume posiciones para reafirmarse socialmente. Ejemplo de ello son las explicaciones y justificaciones de los grupos antivacunas. Para sostener este efecto, existe un fenómeno de manipulación de los intereses individuales, con el propósito de hacer ver que el mensaje de la posverdad es lo que realmente es valioso para la gente a la que van dirigidos.
Como aprendices de brujo, quienes desde la Antigüedad han querido “manejar” la realidad y manipularla para destacar lo que ellos quieren, usan algunos datos reales sacándolos de su contexto, sosteniéndolos con sospechas, incertidumbre, temor, aspiraciones, gustos y preferencias, para que impulsen falsedades afines a sus intereses. Desde la perspectiva de quienes elaboran la posverdad, la gente a la que le dirigen sus mensajes tiene que llegar a ser útil para sus propósitos. Para eso se concibe la posverdad. Además, una campaña basada en la posverdad puede enlazarse con otras, de modo que vaya estructurando una visión equivocada de todo lo que pasa, que afecta la realidad misma.
Por ejemplo: el ejercicio deliberado de la posverdad y el recurso a los alternative facts que se impulsaron durante la presidencia de Trump en los Estados Unidos, aunado a llamamientos patrioteros, fueron los antecedentes del mayor ataque interno a la democracia norteamericana (con inevitables repercusiones en otros países) perpetrado el 6 de enero de 2021 en el Congreso. Trump permitió que una multitud enardecida tomara el Congreso y actualmente promueve su candidatura movilizando esa misma gente para contender por un nuevo período presidencial en 2024.
Para los promotores de la posverdad no importa el país, no importan los ciudadanos, se deslegitima la verdad, se la desestima y reemplaza por la posverdad. Lo que importa son los votos, seguir haciendo grandes negocios o mantener una imagen ante los demás y lograr su apoyo. ¿Por qué se usan tanto las noticias falsas? ¿Por qué no se recurre a la verdad? Porque al desinformar se usan metaverdades, con el propósito de generalizar un tipo de ambiente diferente del real y no quieren que la verdad prevalezca para que no se conozca el conjunto de intereses que pondría al descubierto. La obra citada de Fowks (2017) abunda en ejemplos sobre esto. Incluso el término de posverdad es engañoso en sí mismo, porque realmente no hay verdad en él.
Partiendo de estos ejemplos, de los que enseña la historia y de los que reportan los medios de comunicación y las redes actualmente, es posible reconocer los siguientes indicadores de posverdad: a) no permiten ni reconocen la comprobación por medio de hechos, b) mienten e impulsan la difusión de fake news, c) mantienen su punto de vista y ridiculizan a sus antagonistas, d) buscan la aprobación pública de sus argumentos, e) descontextualizan algunas verdades para introducir falsedades como si fueran ciertas, f) distraen y confunden, aun a sus seguidores, mediante el uso de expresiones ambiguas, g) mantienen su propio punto de vista, aunque los hechos los contradigan, h) desvían la atención sobre sus errores diciendo, que las objeciones que se les formulan son meras diferencias de opinión o negándolos persistentemente, i) basan su éxito en la credulidad de sus seguidores, j) ocultan los propósitos de sus creadores, k) utilizan mensajes reproductibles, pegajosos (fáciles de recordar) y/o espectaculares, l) usan los medios de comunicación y las redes, las manifestaciones, y en general, cualquier espacio para promoverse.
Estos indicadores son útiles para detectar la posverdad y lograr ir avanzando en su conocimiento con base en hechos comprobados con propósitos científicos. La mentira solo se combate con verdad, y la verdad se configura con hechos comprobados y comprobables.
Algunas paradojas de la posverdad
La rara complejidad de la posverdad puede traducirse en paradojas. Una paradoja es una afirmación que se revierte en sí misma y generalmente se contradice o se deforma. La posverdad puede utilizar paradojas para avalar su discurso, pero también es víctima de diversas paradojas. Algunas de ellas se indican a continuación: a) persuadidos por su propio éxito al recibir apoyo social, paradójicamente, quienes impulsan la posverdad fabricando sus mentiras acaban creyendo en ella; b) una paradoja de la posverdad es que la realidad real existe independientemente de que la reconozcamos o no. La posverdad pretende reducir la realidad a una cuestión meramente subjetiva, apoyándose en aspectos parciales de teorías y hechos fragmentados o sacados de contexto; en su lugar, propone que se hable de cuestiones subjetivas. Esta postura ataca no solo el valor de la verdad, sino que, en consecuencia, pretende situarse por encima de ella, ignorando o ironizando la verdad de la ciencia; c) otra paradoja de la posverdad es victimizar a quienes se involucran en ella. Esto le sucede tanto a sus productores, a los que incapacita cada vez más para ver sus propios errores, produciendo en ellos la falsa certeza de que tienen la verdad porque lo que dicen tiene éxito (por ejemplo, a través de la popularidad), como a quienes las creen o esperan obtener algún beneficio, ya sea sintiéndose “actualizados”, asumiendo su falsedad como algo cierto o creyendo que puede ser útil de algún modo que los aleja del tratamiento y solución de sus propios problemas; d) al querer desviar la atención de la realidad y la existencia de verdades científicas, la posverdad cae en el juego de otra paradoja: nosotros mismos somos parte de la realidad. Si la realidad no existe, tampoco existimos nosotros; e) asimismo, otra paradoja de la posverdad es que busca constituirse en verdad.
Esto tiene dos maneras de entenderse. La primera de ellas puede ser, simplemente, alguna versión de lo que se atribuye que afirmaba Joseph Goebbels5 cuando decía que “una mentira repetida mil veces era una verdad” (porque la mentira no conduce a la verdad, sino que incita a la credibilidad de una premisa falsa, y busca que, aunque sea una falsedad, todos la crean verdadera). La segunda de ellas tiene que ver con la aspiración a convertirse en una profecía autocumplida (Rindisbacher, 2011); esta última es una predicción originalmente falsa, la cual, una vez formulada, provoca condiciones para que quienes la perciben como verdadera, produzcan cambios que la hagan realidad. Un ejemplo de esto puede ser la falsa afirmación de que va a caer la bolsa de valores en un momento en que no existen elementos para que así sea; pero si la gente que lo escucha lo cree y comienza a vender sus acciones y a retirar el dinero masivamente puede, efectivamente, hacer caer la bolsa. Esto no quiere decir que la mentira inicial fuera verdad, lo que realmente provoca la caída es que los inversores retiren sus inversiones. Las paradojas de la posverdad muestran algunos de sus aspectos más singulares, pero la posverdad también produce situaciones críticas mucho más complejas, como se observa en el caso de la pandemia de coronavirus.
El caso de la pandemia
El punto de partida es real porque la pandemia es real, pero el tratamiento que se hizo de ella a nivel nacional y mundial en redes y medios de comunicación la plagó con noticias falsas. El caso de la pandemia de coronavirus, tal como ha venido evolucionando, es ejemplo del manejo multidirigido de noticias falsas. Desde que se inició denunciando su origen chino hasta hoy, lo que se dice sobre este virus, su origen, su patología, los remedios y vacunas, los infectados y los muertos, presenta discrepancias serias, porque este problema desconcertó a muchos. A esto se suma el sinnúmero de fake news que circularon en las redes. Existió y existe desacuerdo en el mundo entre la invasión de información que se difundió y difunde a través de los medios, los gobiernos, los políticos, las redes sociales y la sociedad en general, que divulgan diariamente mensajes contradictorios y plagados de noticias, algunas verdaderas y otras falsas. Cada gobierno, sin mayor idea de lo que es una pandemia, reaccionó y sigue actuando ante ella con criterios propios. Pese a que existían señalamientos que indicaban que en las condiciones en que la sociedad estaba funcionando en los últimos años, era muy posible que surgiera una pandemia, su materialización a través del rápido contagio del coronavirus en 2020 tomó por sorpresa tanto a los gobiernos como al sector médico, los dos ámbitos quedaron temporalmente rebasados. Medidas restrictivas, perspectivas negacionistas que afirmaban que no existía pandemia, denuncias de un complot mundial, miedo a una enfermedad de la cual no se tenían antecedentes y cifras infladas o reducidas sobre el número de muertes que se produjeron, saturaron los medios de comunicación y, al ser recogidas e interpretadas por la sociedad, invadieron redes como Facebook y Twitter. Nunca se consideró seriamente la necesidad de una estrategia concertada a nivel mundial fundamentada en la información sobre pandemias que científicamente podía haber fortalecido la prevención y educación de la gente, que es indispensable para contenerla. La búsqueda de una vacuna que contrarrestara la covid fue intensa y se desarrollaron varias en distintos países y laboratorios. Pero en este tema también salió a luz una serie de mentiras sobre su eficacia y sus posibles efectos secundarios. En el contexto de la pandemia, las fake news en circulación afectaron de muchas formas a la sociedad y se tradujeron en: a) una desorientación generalizada sobre el futuro (no saber cuándo acabará), b) escepticismo ante cualquier decisión (¿funcionará?), c) falta de credibilidad en el poder público (“nos mienten”), d) actitudes personales de miedo (no salir y utilizar una cantidad innecesaria de desinfectantes) o, por el contrario, desprecio hacia la enfermedad (no cuidarse), e) partidismo, enfrentamientos entre facciones, agresión y posturas extremistas, f) pérdida de valores y ausencia de responsabilidades (no considerar el riesgo de no cuidarse, “como a mí no me va a dar…”), g) descrédito de las instituciones (“están rebasadas”, “nos mienten”; ataques a médicos y paramédicos “porque contagian”) y también falta de credibilidad en la ley y sus representantes (“ellos solo cuidan a los ricos”). Estos efectos sociales muestran parte de lo que la posverdad produce en la sociedad.
La posverdad y las fake news tematizadas en la pandemia también tienen efectos boomerang, que resuenan en las élites mismas que han contribuido a divulgarlas pensando beneficiarse con ellas en campañas políticas y guerras económicas o provocando “guerras” internas. El negocio de los laboratorios y su relación con la política se exhibió tanto por medio de campañas de desinformación que aludían a la ineficacia de algunas de ellas o sus terribles efectos secundarios, como ocurrió en la campaña de dudas contra la eficacia de la vacuna Astra Zeneca, y más recientemente, con las restricciones al ingreso de extranjeros a algunos países si no tienen cartilla de vacunas completa o si se han vacunado con algunas de las que el país -protegiendo a su industria- rechaza. En México, el gobierno, después de un periodo inicial negacionista en el que ignorando la peligrosidad del coronavirus, sostuvo el lema “abrazos, no balazos” (debido al problema del crimen organizado), optó posteriormente por reconocer la existencia de la peligrosidad del virus y usar la simbología de los semáforos para aludir a las condiciones de avance de la pandemia a nivel nacional y de los estados: semáforo verde = no hay peligro, semáforo amarillo = hay infecciones moderadas, semáforo naranja = hay muchos infectados, y semáforo rojo = condiciones de máxima infección. Sin embargo, los colores del semáforo no se utilizaron atendiendo a los avances y retrocesos de la epidemia, sino que incluyeron e incluyen (sin decirlo) a la economía y a los intereses electorales. Por eso, y porque la gente no es tan maleable como se cree, no se pudo esconder totalmente a la ciudadanía que, a medida que pasaba el tiempo, el semáforo estaba abandonando la idea original de expansión o contracción de los contagios. Junto con esto, debido al error inicial de negar la enfermedad y a los mensajes cruzados en medios y redes que creaban incertidumbre y temor, la epidemia se expandió rápidamente en todo México, incluyendo un periodo de “confinamiento” seguido por el uso de los semáforos, que alertaban sobre el supuesto estado de avance de los contagios, en el que se continúa hoy en día. Ante las mutaciones del virus, circularon rumores tanto sobre la ineficacia de las vacunas como sobre la variante omicron, diciendo que a partir de ella cesaría la pandemia.
Actualmente, los semáforos se vuelven de uno u otro color y la población solo encuentra una posibilidad de tener alguna seguridad vacunándose, porque es un hecho comprobado que las vacunas, aunque no evitan la enfermedad, reducen su riesgo de muerte.
Un espacio de posverdad tan amplio como el que generó la pandemia ha dado lugar actualmente a que, a nivel mundial, el tema de las vacunas haya entrado en una nueva controversia, que se ha politizado: mientras algunos países y grupos promueven la vacunación obligatoria, en otros, organizaciones sociales y políticas antivacunas están agitando a la sociedad. La posverdad estimula la fractura social. En el mes de febrero de 2022 las manifestaciones antivacunas reunieron importantes concentraciones en Barcelona, París, Bilbao y Estocolmo, poniendo a los gobiernos en jaque. Esto se traduce en hechos reportados en los medios, como la noticia siguiente: el 23 de enero de 2022 se produjo en Bruselas una enorme manifestación para rechazar las restricciones impuestas por el gobierno belga que decidió reducir la validez de los pases sanitarios de 270 a 150 días debido a la expansión del covid en su variante omicron, y requerir certificados de vacunación. La protesta fue convocada por Europeans United en coordinación con otras 600 asociaciones europeas, según sostienen los organizadores. Los manifestantes dicen actuar en nombre de la libertad de expresión y de los valores democráticos, y piden un debate público sobre el tema, sin tomar en cuenta los reportes médicos ni entender que se intenta proteger la salud de la población. También en Barcelona y otras ciudades europeas hubo manifestaciones que decían defender la libertad y respeto de los derechos humanos ante lo que llaman “la dictadura sanitaria mundial” (Euronews, 2022).
Siguiendo con esta línea, el 2 de febrero de 2022, Euronews informó que los detractores de las vacunas advirtieron a la Unión Europea “la creación de una sociedad paralela por parte de quienes no se quieren vacunar contra la covid-19”. Según este grupo, instalado en el interior de un partido político -Libertad de los Pueblos y Derechos Fundamentales, por sus siglas en alemán MFG- se “exige de inmediato el fin de todas las restricciones” porque considera que atentan contra las libertades individuales, mientras que desde el sector salud se promueve la vacunación universal contra el covid-19 obligatoria como forma de atenuar los estragos y multiplicación de la enfermedad. El 25 de enero de 2022, CNN informó que el doctor y activista anti-vacunas R. Kennedy, pronunció un acalorado discurso en Estados Unidos ante un grupo que protestaba por los requisitos de la vacuna covid-19, a pesar de que se estima que las vacunas han salvado miles de vidas, si se compara la incidencia de muertes por covid antes y después de que se iniciara la vacunación. En Estados Unidos y Canadá estas manifestaciones tuvieron eco. En Estados Unidos, con la detención del proyecto del presidente Biden en la Suprema Corte, para exigir vacunas para la mayoría de los trabajadores (aunque en varios estados tales pruebas sí son requeridas para quienes trabajan en restaurantes y actividades comunitarias). En Canadá, el 8 de febrero de 2022, cientos de camiones bloqueaban las calles aledañas al Parlamento, en la ciudad de Ottawa, rebasando la capacidad de la policía mientras protestaban contra las vacunas y las restricciones que, por razones de salud, tenían que guardar los camioneros al pasar las fronteras. La situación quedó temporalmente fuera de control y recién el 12 de febrero la Corte Superior de Ontario ordenó que se pusiera fin a los bloqueos en el puente Ambassador y otros dos cruces fronterizos con Estados Unidos, en tanto que la policía comenzó a actuar, no sin resistencia por parte de los manifestantes. Frente a los argumentos propios de las creencias sobre la pandemia prevalecieron los hechos: el coronavirus existe, la afectación por la pandemia es grave y no se puede permitir que se extienda porque algunos no creen o no les importa, o porque tienen prejuicios antivacunas o les da flojera hacer los trámites. El problema aún no se resuelve del todo. En todos estos casos de manifestación de grupos antivacunas, y contra las restricciones, los grupos de protesta de distintos países denuncian una presunta “dictadura sanitaria mundial”. Este último es un punto de difícil tratamiento, porque las instituciones internacionales de salud tienen mucho tiempo implementando políticas que, más que ocuparse de la salud, se han ocupado de la enfermedad y han defendido los intereses de los grandes laboratorios hasta el punto de que, penetrando en las universidades, han incidido sobre los planes y programas de estudio que tienen que seguir los futuros médicos. Pero ni estas observaciones ni ninguna de las críticas resuelve el problema de posverdad planteado internacionalmente a partir de la pandemia.
Lo cierto es que: a) se ha comprobado que las vacunas aseguran mayor posibilidad de supervivencia a los infectados, b) que los grupos antivacunas no tienen ninguna mejor solución para evitar que se sigan multiplcando los contagios y c) los gobiernos aún no entienden que en el mundo globalizado es necesario un tratamiento general, común y claro que por encima de las diferencias nacionales y de los intereses particulares, para que se enfrente la pandemia y se dispongan los recursos en función al servicio de la salud mundial.
Consecuencias sociales de la posverdad
Aunque algunas consecuencias sociales de la posverdad son evidentes en los ejemplos mencionados, y a pesar de que existen muchísimos reportes y testimonios sobre lo que implican, estos tienen que estudiarse seriamente. La mera denuncia o el reporte de los datos pueden confundirse con los mismos argumentos que usa la posverdad. Por lo tanto, no basta una amplia referencia a casos ni a opiniones de expertos. Tomando esto en consideración, a continuación, se ofrece un listado de algunas cuestiones que podrían (y tendrían) que investigarse al respecto para conocer con certeza la forma en que afectan socialmente:
Pérdida del sentido de realidad y sus consecuencias sociales.
Existencia de un ambiente mediático envolvente que atrapa los usuarios y los dirige con base en sus preferencias y simpatías.
Formación de grupos o tribus de personas adheridas a alguna forma de posverdad y creación de fuertes antagonismos.
Falta de confianza en las instituciones y en la información misma si no procede de la fuente que uno ha seleccionado.
Individualismo extremo.
Indagar por qué los hechos objetivos tienen menos impacto social que las posverdades y por qué los partidos políticos se han dejado conducir lejos de sus ideales y valores originales, por individuos carismáticos.
Rechazo de la historia (y como corolario de sus enseñanzas).
Incapacidad para entender los hechos en su contexto histórico o su interpretación con base en perspectivas contemporáneas.
Estigmatización de grupos y personas, y creación de chivos expiatorios.
Razones por las cuales los argumentos de la posverdad generan confianza, incluyendo un estudio detallado de su mecánica y proceso
Los procesos por los cuales las redes de usuarios crean filtros y espacios donde encapsulan a gente con preferencias similares, a partir de los cuales se forman nuevas fragmentaciones que luchan unas con otras (Caballero, 2022).
Intensificación de las campañas políticas propias de la propaganda negra y negativa.
Pérdida de la capacidad de negociación y de la posibilidad de llegar a acuerdos en cuestiones controvertidas.
Falsa imparcialidad en las noticias y acceso a ellas mediante procedimientos de microtargeting o preselección con base en preferencias comprobadas.
Mecanismos psicosociales que operan (o no) en las actuales tomas de decisión y adhesión de los seguidores de una posverdad.
Empobrecimiento de las noticias en los medios y las redes: repeticiones, falsedades, plagios, etcétera.
Ignorancia de la ética. Significado de los alternative facts, pérdida de valor de la verdad. Verdades relativas.
Negación de las responsabilidades propias y exigencia del cumplimiento de las ajenas.
Desvalorización de la democracia e incremento del totalitarismo.
La tendencia anti stablishment en la posverda d.
Ataques a la científica y desvalorización del trabajo de investigación.
Apelación a “maquillar los datos” por parte de las entidades patrocinadoras de la investigación.
Corrupción de la actividad intelectual.
Esta lista puede ampliarse, porque las proyecciones sociales de la posverdad son múltiples y algunas de ellas no se manifiestan inmediatamente, sino a través del tiempo. Posverdad es un término nuevo para hablar de algo antiguo. Vivimos en un mundo que, en aras de no ofender sensibilidades, ha estado cambiando las palabras por términos que, convencionalmente, no son ofensivos (las palabras no hieren responsabilidades, sino las intenciones de las personas cuando las usan para insultar, hacer bulliyng, denigrar, entre otras.)
Esto es el reflejo de una sociedad hipersensible a quien la verdad le ofende y por lo tanto, la esconde mediante el uso de palabras aparentemente equivalentes que, sin embargo, poco a poco borran su sentido. Hoy en día no se le puede decir gordo a un gordo ni flaco a un flaco, ni ciego al que no ve, a pesar de que las correspondientes definiciones se encuentren publicadas en los diccionarios y respondan a hechos comprobables. En su lugar, se han ido inventando palabras que suavizan la condición física de las personas en aras de “no herir sensibilidades”. Y esto nos ha hecho tan sensibles, que “normalmente” disfrazamos los hechos para no herir suceptibilidades, aunque esos hechos sean tan reales como el holocausto, y la negación de que haya existido sí hiere a quienes conocen los hechos y los testimonios existentes de ellos. En este mundo, lo que afecta negativamente los intereses de personajes que tienen suficiente poder como para manejar la información en medios y redes puede convertir fácilmente a los disconformes, y a los que luchan por reivindicaciones, en terroristas (Fowks, 2017). Asimismo, se suele hablar mucho de los derechos y muy poco de las responsabilidades. Las responsabilidades están tan ignoradas que pocos exigen a sus políticos que cumplan lo que prometieron durante sus campañas, o a los publicistas que sus productos den los resultados que prometen. A medida que esto se ha venido generalizando -es decir, la “sensibilidad” y la ignorancia de los derechos- así como el ocultamiento de la responsabilidad y el desprecio por la realidad misma, la sociedad se ha hipersensibilizado y se sitúa en el individualismo extremo y el fraccionamiento tribal. Solo eso explica que, por ejemplo, los grupos antivacunas actúen con total irresponsabilidad frente a la pandemia. La tendencia a esta hipersensibilización, asociada al individualismo contemporáneo, es magnificada por la publicidad mediática que ofrece productos para que uno se distinga de los demás y sea más o menos lo mismo (a pesar de que los objetos que se ofrecen se produzcan y consuman masivamente). La política, sus personajes, sus slogans y contenidos además de provocar este fenómeno, lo acentúan en la mayoría de las campañas actuales como formas de obtener popularidad. En este proceso, los costos sociales quedan opacados por éxitos inmediatos y relativamente efímeros, de personajes prominentes, países y sectores sociales, aunque aún a ellos les resulten destructivos a largo plazo. Un ejemplo de esto es la mencionada desintegración social y política de la democracia en los Estados Unidos, evidente a partir de que el señor Trump se negó a reconocer que perdió las elecciones de 2021, además del asalto de los partidarios del expresidente al Congreso el 6 de enero de 2021, y de su actual campaña pletórica de mentiras para movilizar a las masas y volverse a postular. Estos sucesos ponen de manifiesto que la posverdad, tal como la maneja ese personaje, además de poseer un nombre atractivo, no es más que la vieja práctica de la mentira bajo la cubierta cool de lo actual, lo que gusta y lo que facilita aglutinar descontentos.
Un procedimiento de libre interpretación
La posverdad implica un conflicto ético permanente. En términos sencillos es posible decir que la ética es una rama de la filosofía, abstracta y discutida, que trata el bien y el mal con relación a las relaciones humanas, y lo hace tanto desde el punto de vista secular como desde el teológico. Desde la perspectiva humana o secular, la ética estudia las normas y costumbres que orientan y valoran el comportamiento humano y se circunscribe al espacio de la sociedad y las relaciones entre los hombres. Desde el punto de vista teológico, la ética es una consecuencia de las leyes, mandamientos y preceptos dados por la deidad y las tradiciones religiosas, según los cuales se evalúa el comportamiento de los hombres. La ética secular tiene variaciones debidas a la forma, cultura y situación en que vive cada sociedad, a sus problemas y a la manera en que sostiene sus creencias y valores. Desde el punto de vista teológico, la ética se rige por principios universales que son invariables, según la interpretación de cada religión. Desde el punto de vista secular, la ética tiene cambios basados en las transformaciones de la cultura y el conocimiento. Esta dicotomía entre una ética secular y una religiosa implica que existe un conflicto permanente tanto entre lo secular y lo teológico, como entre teologías diferentes, puesto que tienen formas distintas de entenderla, basadas en lo que es correcto según cada una. Atendiendo a estos problemas, la ética reflexiona, por lo menos, en tres dimensiones: la metaética, la ética normativa y la ética aplicada. Pero cuando los valores más generales que implican el respeto a la vida y la convivencia se vacían de significación porque se esgrimen para sostener cualquier cosa sin tomar en cuenta ni los hechos, ni el contexto, ni la historia, tanto la ética secular como la teológica coinciden en el rechazo. Bajo la égida de la posverdad, la ética se convierte en un títere para ilustrar cualquier argumentación y se convierte en la “ética del oportunismo”, que es la propia de la posverdad, y que consiste en aprovechar todas las oportunidades para sostener los propios argumentos, ignorando la realidad y sin tomar en cuenta a los demás. Con la “ética del oportunismo”, la posverdad ataca a todos los principios y valores. Y a partir de este punto, es posible pasar a considerar algo que hasta ahora se había soslayado. La estrategia de Satanás.
¿Tiene la argumentación de Satanás alguna relación con lo que se trató hasta ahora? Tiene todo que ver como se muestra sintéticamente en el cuadro siguiente. La forma en que Satanás intenta tentar a Jesús en el desierto es un buen pasaje para mostrar que reúne todas las características de la posverdad. Estas son las mismas que, más adelante a través de la historia, practican emperadores, gobernantes, hombres y mujeres de negocios, comerciantes, grupos de protesta, sectores descontentos de todo tipo a través de la historia, y que actualmente se potencia con el uso de tecnología (redes) que la reproducen a gran velocidad y la dispersan en la sociedad. Además, al observar el mecanismo de esta argumentación es posible descubrir a través de sus similitudes, mucho de la forma en que opera la posverdad hoy en día. El pasaje bíblico al que se hace referencia (Mt 4:1-11) cuenta que estando Jesús en el desierto y después de ayunar por cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y llegó Satanás con la intención de tentarlo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mt 4:3). Este primer intento de tentación con el que esperaba que cayera, apeló a los deseos del cuerpo, en este caso, a la necesidad básica de alimento, con lo cual desafía a Jesús a que compruebe ser el Hijo de Dios, con la esperanza de que le obedeciera reconociendo así la autoridad del diablo. El mensaje estaba calculado y directamente dirigido al hecho de que después de tanto ayuno, Jesús, en su forma humana, tenía mucha hambre. La segunda treta que urdió el tentador fue más elaborada, ya que implica un reto: lo llevó hasta el pináculo del templo de Jerusalén y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: “a sus ángeles mandará cerca de ti” (Salmo 91:11-12), y agregó de su propio cuño: “En las manos te llevarán, no sea que tu pie tropiece en piedra.” Aquí Satanás cita la Escritura, pero la tergiversa, agregando una mentira, con la esperanza de alcanzar su objetivo: hacer pecar a Jesús e impedir su acción redentora, y de paso, lograr su muerte física. Ante su segundo fracaso, Satanás persiste en un tercer intento: “Otra vez el diablo lo llevó a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré si postrándote me adorares.” (Mt 4:8-9). Las tentaciones segunda y tercera son ataques, no al cuerpo sino al espíritu; ya no se trata de explotar una necesidad física, sino de afectar la obediencia a Dios y de estimular la ambición humana. Las tres tentaciones implican la mentira, y hasta usan la verdad de la Escritura falseándola para tratar de alcanzar su objetivo. La posverdad hace lo mismo. Conoce la naturaleza humana y no vacila en referir hechos ciertos, pero los tergiversa pervirtiéndolos, en un esfuerzo por lograr que sus seguidores se movilicen. Los argumentos de Satanás, como él mismo, destruyen a quienes los sustentan. La única forma de no ser sometidos es apegarse estrictamente a la verdad. Esto no es lo que prevalece actualmente en la sociedad. En la práctica actual la posverdad le quita su valor a la realidad y con ello, a la verdad; minimiza o ridiculizala realidad y a quienes la valoran, quitándole importancia con alternative facts; hace ver fracasos como triunfos y triunfos como fracasos; deriva su propia responsabilidad/culpabilidad en otros (chivos expiatorios) y maquilla la verdad para ajustarla a los propósitos de la mentira. Para eso usa todas las tecnologías disponibles. Esta es la estrategia de Satanás instrumentada con los recursos actuales. Para clarificar las relaciones de similitud entre la mentira en Satanás y la mentira en la posverdad se presenta el siguiente esquema:
LA MENTIRA EN SATANÁS | LA MENTIRA EN LA POSVERDAD |
Conoce y utiliza la debilidad y ambiciones humanas. | Conoce y utiliza la debilidad y ambiciones humanas. |
No ignora la verdad o la realidad y la usa para sus propios fines. Introduce la mentira usando aspectos descontextualizados de la verdad de manera que parezcan plausibles. | No ignora la verdad o la realidad y la usa para sus propios fines. Introduce la mentira usando aspectos descontextualizados de la verdad de manera que parezcan plausibles. |
La dirige a su posible víctima para engañarla y hacerla caer en su juego. | Utiliza todos los medios a su alcance para crear consensos a favor de la mentira. |
El esquema muestra una continuidad entre las mentiras del tentador y las de la posverdad. Sobre esta base, la estrategia de Satanás se proyecta hoy en día a nivel global. La alternativa final en la perspectiva apocalíptica bajo el engaño satánico sugiere que para sobrevivir en un mundo caótico de profundos enfrentamientos, hay que refugiarse en una mentira de dimensiones mayores: esta es el metaverso.
¿Qué mejor engaño que el que se presenta bajo la forma de un atractivo entretenimiento “a la carta”?
El metaverso aún es una perspectiva en proceso de alternative reality, tal como lo presenta M. Zuckerberg; aunque ya están disponibles algunos equipos para jugar introduciéndose en esa alternative reality inicial, que ofrece (junto con el entretenimiento) algunas posibilidades escapistas a los usuarios. Escapistas en el sentido de que permiten la huida hacia un mundo de ficción muy similar a este, pero donde todo transcurre como el usuario quiere. Si la posverdad estimula la negación de la realidad y su sustitución de acuerdo con gustos, preferencias y criterios personales, el metaverso consiste en un mundo virtual donde la tecnología y la imaginación de los usuarios “crean” oportunidades ilusorias de autorrealización infinita. En otras palabras, abre la oportunidad ideal para vivir fuera de la realidad real. En los juegos que ya están a disposición del público usuario, un individuo puede estar comiendo virtualmente una hamburguesa. ¿Qué tiene eso de malo? A primera vista, nada; cualquiera puede imaginar que come una hamburguesa. Pero los usuarios no solo la “comen”, como acto reflejo, la mastican; en ese punto segregan saliva y la tragan, es decir, le mienten a su cuerpo, a las glándulas de su cuerpo. Esta mentira es tan buena que pueden sentirse saciados, aquí afectan su estómago y los jugos gástricos. Este no es un juego inocente ni educativo. Conociendo la actual aptitud adictiva de algunas tecnologías, como los celulares, los videojuegos y las conexiones en redes electrónicas, el metaverso es estimulante y puede actuar de manera similar a las drogas, pero no presenta la necesidad de consumir químicos que puedan afectar la salud, sino que, usando tecnologías y estímulos, los cuerpos de los usuarios las producirán naturalmente en el cerebro. Así, una sociedad profundamente desintegrada puede tener a sus miembros como sonámbulos fantaseando historias en vez de construir una realidad en la que superen sus problemas, y sin que realicen el esfuerzo para alcanzar un futuro mejor para las nuevas generaciones, porque a nadie le importará el futuro, sino la conexión al metaverso. La tentación está en proceso. Las industrias que están desarrollando esta tecnología esperan alcanzar la inmersión total. Los usuarios podrán pensar que están en la realidad cuando verdaderamente estén inmersos en el metaverso, interactuando en un mundo nuevo, construido a voluntad. Los mundos virtuales no son nuevos y los ha experimentado la humanidad por medio de las leyendas, las novelas y los juegos electrónicos. Sin embargo, en el metaverso todo lo que uno pueda hacer en su vida y lo que pueda concebir, se situaría ahí donde cada uno haría que las cosas fueran a su manera. Eso significa cambiar la vida con todas sus vicisitudes y oportunidades de crecimiento intelectual y material, por una falsa realidad apoyada en la tecnología y el software disponibles. Ya grandes empresas como Facebook están haciendo la investigación necesaria para crear un universo paralelo totalmente virtual, al que se podrá acceder teniendo los equipos apropiados de realidad virtual y realidad aumentada. La expectativa de Facebook es que sea totalmente inmersivo, pero el ejemplo anterior nos muestra que eso implica un perfeccionamiento en las formas en que el usuario engañará mente y cuerpo. ¿Estas afirmaciones van demasiado lejos? No es así, Fernández (2022) sostiene que: “El metaverso sería dar un paso más para estrechar el mundo físico y el virtual, mezclándolos ambos en un universo nuevo administrado por la empresa que consiga imponer su metaverso.” Por lo pronto, captó la atención del público en la Feria Electrónica de Consumo realizada recientemente en Las Vegas. Desde el punto de vista de las tecnologías asociadas a la internet, el metaverso nos lleva al futuro porque ven en él una enorme posibilidad de hacer negocios. Las empresas que se encuentran interesadas en el metaverso son Facebook (Meta) y Google (con mayor prudencia). Pero son muchas más las que están produciendo las tecnologías necesarias para implementar cada parte del proyecto. Es necesario que estas tecnologías se asocien a él para poder desarrollarlo en plenitud. Cada acceso y recurso que el usuario quiera añadir a su equipo para aumentar el efecto de realidad tendrá un costo extra. Si bien la fase final es, hoy por hoy, un proyecto, su evidente atractivo como oportunidad de negocios para las empresas afines pueden acelerarlo, según inviertan en esto. Los impulsores del metaverso esperan que en el futuro los precios de los equipos perfeccionados para poder operarlo vayan bajando su costo y sean, como los teléfonos celulares, accesibles al gran público. El tránsito por la espiral de la mentira está en camino.
Post scriptum
Debido a lo anterior, y para no acabar envuelto en la espiral de la mentira, en este ensayo se señala que, a través de la posverdad, la mentira conduce hacia el metaverso, como escape del mundo fragmentado, inseguro e insatisfactorio que la posverdad está creando, y que mediante este último andaríamos deambulando en la irrealidad. ¿Existen alternativas? Romper la dinámica de la posverdad solo es posible dejando de lado sus argumentos y volviendo a los hechos, volviendo a la ciencia que los estudia y verifica.
El problema es que la mentira, como los virus, evoluciona hacia nuevas manifestaciones, por eso no debe extrañar que actualmente, disfrazada como un juego, ofrezca en el metaverso un escapismo que aleje a la gente de una sociedad dividida, contaminada por la posverdad y la precipite en un problema mayor. Al transformar la mentira en un objeto de estudio, la ciencia desde la realidad tiene los recursos necesarios para desenmascarar la posverdad y al metaverso.