Introducción
EL CAMBIO CLIMÁTICO es un problema socioambiental de gran relevancia y urgencia, no solo por las consecuencias que genera en las actividades humanas, sino también porque nos obliga, como especie, a tomar conciencia de nuestro propio impacto en la naturaleza.
El hecho de que como seres humanos somos causantes y víctimas del cambio climático -aunque no todos de la misma forma- dificulta el proceso de aceptación y respuesta al problema.
La falta de respuesta al cambio climático es un tema que ha generado debate en las ciencias sociales y sigue sin comprenderse del todo. Entre las razones propuestas para comprender por qué las personas no estamos actuando contra un problema de tal magnitud y urgencia encontramos la falta de información y la falta de interés de los ciudadanos. La psicología también ha contribuido mediante el análisis del proceso de negación del problema por parte de los individuos. A lo largo del texto, veremos cómo este proceso ha sido elaborado sucesivamente en sociología como un proceso colectivo, proporcionando, además, elementos críticos a la falta de información y de interés como elementos explicativos para la escasa acción contra el cambio climático.
El objetivo de este artículo es reflexionar sobre la falta de respuesta al cambio climático a partir de algunas aportaciones sociológicas y los resultados de una investigación en curso en la Ciudad de México.
La hipótesis defendida en el presente artículo es que algunas emociones que los sujetos sienten al recibir información y pensar en el cambio climático influyen en su respuesta al problema. A partir de esta primera hipótesis, se mostrará cómo gracias a herramientas proporcionadas por el estudio de los movimientos sociales y la sociología de las emociones se pueden sugerir estrategias para enfrentar este problema.
Los resultados de investigación presentados se basan en entrevistas en profundidad con miembros de un colectivo de ciudadanos que defiende el agua en la Ciudad de México. Gracias a la disponibilidad de estos sujetos de compartir su sentir hacia el problema del cambio climático ha sido posible empezar una reflexión que lejos de acabarse en este artículo, se propone poner atención al problema de la percepción de los ciudadanos acerca cambio climático, aspecto que en México ha sido desatendido hasta ahora, como también reclama el psicólogo Javier Urbina, afirmando que:
[...] el número de estudios y publicaciones sobre percepción del cambio climático en México es todavía insuficiente, pues el tema no se ha instalado como un componente básico de los planes, programas, estrategias y acciones; dicho de manera breve y tajante, la percepción social y la comunicación del cambio climático se contemplan de manera tímida, apenas esbozadas, en los documentos oficiales del gobierno mexicano. (2017, 341).
El artículo se compone de cuatro apartados: el método y el caso de estudio de la investigación, una breve introducción al enfoque sociológico de las emociones, y el problema de la percepción del cambio climático en la que se compartirán algunos resultados de la investigación. Sucesivamente, el análisis consistirá en una primera parte en la que se describirán algunas emociones identificadas como clave en la respuesta al cambio climático, y una segunda parte que presentará algunas estrategias para contrarrestar dichas emociones. Se concluirá con una serie de reflexiones finales donde, más que cerrar, se propone abrir puertas en el campo de la investigación social sobre el cambio climático.
Método y caso de estudio
La investigación se basa en entrevistas en profundidad con miembros de la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán, quienes, desde febrero de 2016, están luchando contra el desperdicio de agua en la delegación Coyoacán en la Ciudad de México.
No existiendo movimientos de base organizados alrededor del problema del cambio climático en México, la posibilidad de trabajar con sujetos sensibles a las temáticas medioambientales permite comprender las dificultades intrínsecas generadas por el cambio climático hasta en sujetos empoderados y con una conciencia política y ambiental. Estos sujetos, que no están ajenos al cambio climático y tienen que actuar contra los efectos del mismo (Velásquez y Martínez 2012), son actores clave para comprender cómo construir alternativas al cambio climático desde la ciudadanía, pues como mostraron Grin et al. (2010) y Leff (2011) los movimientos sociales son actores clave en la transición hacia la sustentabilidad.
Los comités de ciudadanos y en particular los que ya están organizados en defensa del territorio, son centrales para desarrollar un cambio hacia un estilo de vida más sustentable porque como sujetos sociales pueden incidir tanto en los diferentes niveles de gobierno, a través de demandas de cambios de políticas, como en un cambio de estilo de vida más sostenible, al promover prácticas proambientales y tener visibilidad e influencia en sus territorios.
Trabajar con estos sujetos es relevante no solo para entender la percepción actual del problema, que nos ayuda a comprender la falta de respuesta social, sino para poder construir con estos sujetos estrategias para sensibilizar y comunicar los efectos del cambio climático de manera que este se sienta como un problema colectivo y se enfrente como tal, en cada territorio y en la cotidianeidad, partiendo de esta idea: “si los efectos de un problema son percibidos como compartidos se creará un sentimiento de corresponsabilidad para su resolución” (Solís y Salvatierra 2013, 33).
Como hemos dicho, este artículo se fundamenta en entrevistas en profundidad con miembros de la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán (en adelante, la Asamblea). Una las características de este colectivo es la fuerte identidad local y del lugar que sienten los vecinos instalados en estas tierras, los pedregales de Coyoacán, desde los años setenta, junto con el fuerte sentimiento de injusticia y el dolor compartidos entre todos los miembros del grupo a causa del desperdicio de agua que está llevando a cabo la empresa constructora ‘Quiero Casa’ en su obra de avenida Aztecas 215, desperdicio que los miembros de la Asamblea denuncian como ecocidio.
Esta experiencia se caracteriza por la solidaridad con otras luchas, como la de Ayotzinapa, y con la de las poblaciones de otras colonias que sufren escasez de agua, así como con la de los damnificados por el sismo del 19 de septiembre de 2017. La comparación entre el desperdicio de agua que este colectivo denuncia en la delegación Coyoacán y la escasez sufrida por decenas de miles de ciudadanos solo en la Ciudad de México aumenta aún más su rabia y compromiso, legitimando su lucha.
A nivel organizativo, la Asamblea es un colectivo informal, que no se ha constituido en A. C., se reivindica apartidista, y se autorganiza de manera horizontal y no jerárquica. Su repertorio es no violento, e incluye la instalación de un plantón convertido en el punto de referencia de la lucha frente a la obra de avenida Aztecas 215. El plantón duró 220 días en 2016, habiendo sido desalojado el 5 de diciembre del mismo año y retomado el 30 de agosto de 2017, sumando153 días en que la Asamblea estuvo en plantón hasta el 31 de enero de 2018.
Este colectivo se singulariza por una autoformación permanente que, además de la convivencia en el plantón, se puede observar en la experiencia de la escuela popular ‘piedra y manantial’ que organizan todos los viernes antes de su asamblea semanal, además de los diversos talleres y actividades que se realizan en el espacio del plantón entre semana.
Aunque la riqueza de esta experiencia urbana de defensa del agua no se puede resumir en tan solo algunas líneas, en lo que concierne a la comprensión de la percepción del cambio climático es relevante entender que estos sujetos son personas sensibles a los problemas medioambientales, de extracción popular, con un nivel de estudios universitarios (6 de 8 de los entrevistados han estudiado una carrera), y con escasa o nula confianza en las instituciones, todos ellos elementos que, como veremos a continuación, influyen en la construcción social del cambio climático.
Entre los entrevistados contamos con ocho personas, cuatro mujeres (E1, E2, E3, E5,) y cuatro hombres (E4, E6, E7, E8), la mitad adultos y adultos mayores (más de 40 años hasta pasados los setenta) (E1, E2, E3, E8) y los demás jóvenes adultos entre 20 y 40 años (E4, E5, E6, E7).
Los entrevistados muestran, además, que en su cotidianeidad promueven prácticas proambientales como el uso del trasporte colectivo y de la bicicleta como medio de trasporte, el consumo de alimentos producidos localmente y no industrialmente, el uso eficiente del agua, el reciclaje de desechos, la reutilización, la disminución del uso de productos desechables y de plástico, la atención de no consumir determinados productos estéticos o de limpieza que pueden contaminar, etc. Estas prácticas se promueven tanto por su sensibilidad ambiental como social, y están motivadas por sus valores e identidad, e influyen en cómo ven el mundo y en sus emociones, las cuales se consideran en sociología como construcciones sociales y culturales, como veremos a continuación.
Las emociones desde la mirada sociológica
Al estar las emociones a menudo asociadas con la psicología o la neurociencia como componentes exclusivas del individuo o como objeto de estudio de otras disciplinas tales como la filosofía, la antropología, o la historia, es necesario aclarar qué presupone analizar las emociones desde una mirada sociológica.
La sociología empieza a ocuparse de emociones en tiempos relativamente recientes, gracias a sociólogos como Hochschild (1979, 1983), que desde finales de los años setenta muestra cómo las emociones son también resultado de la interacción social; Kemper (1978), quien desarrolló el modelo de estatus y poder (status y power model); Collins (1975), y, Heise (1988), con la teoría del ‘control afectivo’ (affect control theory). Estos últimos proponen analizar las emociones desde un enfoque estructural que muestra cómo estas son determinadas por la estructura social, tanto a nivel macro (Kemper 1978), como a nivel micro (Collins 1990; Scheff 1990). Por otro lado, Hochschild (1979, 1983) propone un enfoque cultural y constructivista, al considerar las emociones como productos de la cultura e introducir los conceptos de “reglas del sentir” y “manejo o trabajo emocional”.
Las reglas del sentir son reglas no escritas aprendidas a través de la socialización y guían lo que sabemos es correcto sentir o aquello que la sociedad espera que sintamos y/o expresemos en distintas ocasiones. Una regla del sentir muy común es el ser felices durante una fiesta, como puede ser el día de una boda. El hecho de que el ser humano pueda sentir otras emociones diferentes de las esperadas lo hace sentir incómodo, expresando sentimientos que en realidad no siente con tal de ser aceptado socialmente. Este esfuerzo de adaptación se ha definido como manejo o trabajo emocional, y puede ser superficial, cuando solo expresamos la emoción esperada, o en profundidad, forzándonos a sentir la emoción “correcta”.
El que muchas emociones no sean algo universal sino algo cultural se pone de manifiesto cuando personas con diferentes culturas pueden sentir la misma emoción, como la vergüenza, por ejemplo, en contextos totalmente diferentes. Esto sucede porque desde niños somos socializados, en la familia o en otras instituciones como la escuela, a sentir determinadas emociones en determinados contextos. Estas se fortalecen en la interacción social, construyendo marcos de interpretación de la realidad coherentes con las reglas del sentir. Emociones como el respeto a la autoridad y el orgullo nacional son el resultado de la educación y la cultura que el ser humano recibe. La diferencia en que, por ejemplo, se sienta desprecio o compasión hacia un pobre, depende de cómo interpretamos la pobreza, si como una culpa del individuo que no ha hecho lo suficiente para salir de su condición o como una consecuencia de la desigualad producida por el sistema económico y social.
El hecho de que estas reglas sean socialmente construidas hace que se puedan desafiar o cambiar. Entonces, encontramos que gracias a movimientos sociales que consiguieron un cambio cultural, como el movimiento feminista o el movimiento por los derechos de las personas con preferencias sexuales diferentes, la vergüenza de ser homosexual se haya convertido, por ejemplo, en orgullo (gay pride), o el sentimiento de culpabilidad por no ser una buena ama de casa, en satisfacción por ser una mujer feliz, a pesar de no tener hijos o no estar casada. Asimismo, en México, el movimiento zapatista en Chiapas hizo que mucha gente sintiera orgullo en lugar de vergüenza por ser indígena.
Estos casos muestran la dimensión colectiva de las emociones, es decir, el hecho de que las emociones no solo son parte de la psique del ser humano, sino que se socializan. Compartir emociones con otras personas nos acerca a ellas, y puede fortalecer una identidad colectiva. Además, también se ha mostrado cómo el ser humano puede reflexionar sobre lo que siente o sentir a partir de lo que piensa. Por ejemplo, podemos sentir vergüenza por haber pensado algo que consideramos inoportuno, o enfadarnos con nosotros mismos porque sentimos esa vergüenza, que entra en contradicción con nuestros valores. De este modo, también se ha demostrado que la cognición y las emociones están siempre interrelacionadas.
Según este enfoque constructivista social, lo que los seres humanos sentimos lo interpretamos, y el resultado de nuestra interpretación es lo que nos hace actuar. Esto desmiente la idea de que las emociones son la causa de la acción irracional del ser humano sino que, más bien, son parte de nuestra racionalidad.
Sentir, pensar y actuar son tres acciones inescindibles, a pesar de que el dualismo entre emociones y racionalidad no esté del todo superado y de la estigmatización de las emociones como elementos desestabilizadores y amenazadores de la racionalidad humana.
La supresión de las emociones con el fin de parecer más objetivos o racionales -que es en realidad una estrategia de manejo emocional construida culturalmente y que refleja la visión del mundo positivista- condujo a que las emociones fueran excluidas de las ciencias sociales como la sociología, hasta hace unas pocas décadas. Esta estrategia también se utiliza para desprestigiar a actores sociales que manifiesten públicamente sus emociones, como ha sido el caso de las víctimas de abusos sexuales en los EUA (Whittier 2001), o el uso de la etiqueta NIMBY (no en mi patio trasero), que desacredita a los ciudadanos que se oponen a instalaciones en sus territorios identificándolos como egoístas, irracionales o ignorantes. La racionalidad como estrategia de trabajo emocional es una técnica que tiene el objetivo de evitar la capacidad movilizadora de las emociones, principalmente recurriendo a evidencias científicas, desacreditando las experiencias narradas por las personas, tachándolas de “histéricas” y ridiculizando a quien utiliza un lenguaje emocional.
Para concluir el presente apartado, comprender el papel de las emociones para discernir las acciones humanas, tal como la respuesta al cambio climático, es un reto que enfrentamos actualmente y aunque “el análisis del cambio climático se complica más si agregamos los factores psicológicos y sociales” (Urbina 2012, 45), es evidente la necesidad de enfoques que incorporen la subjetividad y la dimensión emocional para comprender la percepción del cambio climático.
La construcción social del cambio climático
Para comprender la respuesta al cambio climático es necesario ante todo comprender la percepción del problema, pues el reconocimiento social de un problema no siempre tiene que ver con su magnitud física, sino con normas sociales que “posibilitan que una situación ambiental adquiera el estatus de objeto de preocupación” (Lezama 2004, 14).
Uno de los primeros resultados que emergen de las entrevistas con los miembros de la Asamblea es que el cambio climático es un problema real y serio, pero, al mismo tiempo, fuera de su alcance.
Mostraré en esta primera parte los elementos que hacen percibir el cambio climático a estos sujetos como un problema, pasando sucesivamente a analizar por qué a pesar de esto, el cambio climático no es un tema debatido colectivamente y no está en su agenda de lucha. Elementos que permitirán contribuir a la comprensión de la falta de respuesta al cambio climático.
El hecho de que estos sujetos perciban el cambio climático como un problema se debe a sus valores, visión del mundo y experiencia en defensa del agua y del territorio, más que a los efectos del mismo o al conocimiento que tienen del problema.
En cuanto a la información, no se observa una falta absoluta de la misma, sino como en otras investigaciones (Norgaard 2011), existe cierta confusión y mucha heterogeneidad en la información de los entrevistados sobre el tema, indicador de que el cambio climático no es un tema que se discute colectivamente. Cabe señalar también que la mayoría de los entrevistados no buscan información sobre el tema, sin embargo, todos expresaron su interés en recibir más información.
A diferencia del caso de Norgaard (2011) donde la disminución de la nieve en una comunidad rural de Noruega afectaba tanto la economía local como la identidad y la cultura, en el caso de la Ciudad de México los entrevistados perciben un cambio general en las estaciones y un aumento de intensidad de algunos eventos atmosféricos que no tienen todavía mayores efectos en sus vidas cotidianas, como afirma este joven:
Yo creo que en la ciudad no lo vemos tan cotidiano, porque no somos los que sembramos, no somos los que vemos cómo el campo ya no da, cómo los ríos se secan, no lo vemos tan cotidiano. Los que lo ven más cotidiano son los que viven con la naturaleza. E6
El extracto pone en evidencia la dificultad de percibir el cambio climático en la ciudad por no tener una relación directa con la naturaleza, como sí la pueden tener las personas que viven y trabajan en el campo. El hecho de que falten espacios verdes, de que no estemos acostumbrados a convivir o a observar la naturaleza, y de que en la ciudad ya no tengamos un vínculo con los ciclos naturales son elementos que dificultan la percepción del problema.
En cuanto a los efectos del cambio climático percibidos, la mayoría de los entrevistados lo asocian a la contaminación atmosférica, aunque algunos también dicen percibirla como normal, y a las inundaciones que padecen algunas zonas de la ciudad. A pesar de estar muy sensibles a la temática del agua, el cambio climático no se asocia con la escasez de agua o con la pérdida de biodiversidad, problemas relacionados con el desarrollo de la ciudad y el modelo económico.
Las dificultades de asociar el cambio climático con efectos locales no impiden que el cambio climático se perciba como un problema porque estos sujetos lo asocian con el cambio ambiental global, que pueden observar en su vida cotidiana comparando el territorio en el que viven con el pasado, o con efectos en el mismo como el aumento de la contaminación del aire y las enfermedades derivadas de la misma, la pérdida de biodiversidad, de fuentes de agua y de cobertura forestal o de árboles.
AL preguntar a los entrevistados si se sentían afectados por el cambio climático, una de las entrevistadas de mayor edad contestó: “Sí, claro, eso es lo que nos acarrea las enfermedades también. El cambio climático trae enfermedades (...) a los bronquios, una pulmonía” (E1), y otra mujer de mediana edad, contestó con estas palabras:
Claro, por supuesto. A todas partes lo vemos. (…) donde había un árbol hoy hay un poste, donde había una jacaranda hoy hay banquetas, donde había un riachuelo hoy hay departamentos. Inclusive en la provincia, en las carreteras, salía uno y veía tanto verde, tantos árboles, a las orillas de las carreteras ya no hay nada. E2
La percepción del cambio climático como un problema es entonces posible porque estos sujetos lo asocian con el cambio ambiental global que ellos observan y perciben como una consecuencia del modelo de desarrollo capitalista que critican. Esto hace que los responsables del cambio climático sean identificados en la clase política y empresarial, como afirma esta mujer al contestar qué piensa del cambio climático:
[El cambio climático] es producido igualmente por los poderosos, no les interesa hacer crecer sus grandes empresas sacrificando lagos, lagunas, árboles, bosques completos, montañas. Masacran todo lo que pisan, todo lo que tocan. E2
Tanto sus creencias y valores como el apego al lugar que caracteriza a estos sujetos, permiten superar las dificultades de percibir el cambio climático relacionadas con la falta de información, en donde se circunscribe el tener que entender las ciencias climáticas, o manejar la información difundida por los escépticos acerca del problema. Como dijo uno de los jóvenes más informado sobre el tema:
De que estamos afectando y alterando los ecosistemas, y que esto se está viendo reflejado en el incremento de la temperatura con el calentamiento global que determina el cambio climático, yo sí le veo lógica. E4
Aunque los entrevistados tengan en su mayoría un nivel educativo alto (licenciatura) nadie estudió ciencias relacionadas con el clima, pero eso no impide que el cambio climático, asociado con el cambio ambiental global sea percibido como un problema. Esto confirma las ideas de investigadores como Read et al. (1994) quienes afirmaron que la dificultad de las ciencias climáticas no es un impedimento insuperable si por ejemplo el cambio climático se asocia con las emisiones de CO2 -producto de la combustión fósil- y que se pueden percibir fácilmente en áreas urbanas e industriales.
Además de sus creencias y valores, el apego al lugar es una emoción que contribuye a la percepción del problema. Como resultado del estudio de los conflictos socioambientales (Poma 2017, Poma y Gravante 2017a), el apego al lugar puede ser un vínculo afectivo movilizador para la defensa del territorio y el desarrollo de prácticas proambientales. En las zonas urbanas esto se complica pues la movilidad laboral y el estilo de vida urbano no propician el desarrollo de vínculos afectivos entre el lugar y sus habitantes (Giuliani 2004) y esto puede generar un desapego o desinterés hacia los cambios que pudiera sufrir el territorio. A eso se añade la dificultad para los habitantes de las ciudades de mantener un conocimiento de los ciclos naturales, y “percibir los sistemas urbanos como ecosistemas” (Pérez et al. 2006, 124) que impiden percibir los cambios ambientales globales y la gravedad de su impacto en el territorio urbano.
Cuando pregunté a una entrevistada qué sintió cuando talaron los árboles del área donde ahora están construyendo unos edificios y produciendo el desperdicio de agua que la Asamblea está denunciando, ella contestó:
Es que fue un corajísimo [sic], e impotencia, y es lo que yo creo que nos tiene aquí, y creo también porque estamos dice y dice [sic] que queremos a nuestros patos.1 Somos gente, yo creo, sensible a todos los cambios climáticos. E3
La fuerte identidad y apego al lugar que caracteriza a los miembros de la Asamblea, nos permite observar cómo este vínculo se puede alimentar y mantener aun viviendo en la ciudad, y cómo la coexistencia de apegos a nivel local y a nivel global (Feitelson 1991; Devine-Wright 2013) ha permitido no solo la movilización en defensa del agua, sino también que perciban los cambios ambientales globales, tal como lo evidencia el testimonio de otra mujer:
El cambio climático es un problema bastante grande y eso sí para todo el planeta. (…) Todo esto se percibe, mira, aquí tiraron muchos árboles, en Reforma e Insurgentes han tirado, en Álvaro Obregón también, y vemos cómo tiran árboles, y los niditos de los pájaros, allí mueren los pajaritos. Todo esto daña el planeta, todo. (…) Cielo, mar y tierra son los que nos dan la vida a la humanidad. Pero el día que nos sanemos como humanos, ese día va a ser de armonía para todos. E1
Los testimonios de estas dos mujeres, una mayor y otra de mediana edad, son ejemplo de cómo la sensibilidad hacia el medio ambiente puede mantenerse aun viviendo en la ciudad, y cómo eso influye en la capacidad de percibir el cambio climático, a pesar de no ser todavía tan evidente como en otros contextos.
En conclusión, este apartado ha podido mostrar de qué manera los entrevistados perciben el cambio climático como un problema, pero no explica todavía por qué, no obstante eso, no hablan colectivamente del mismo y no es parte de su agenda de lucha. Para ello, en el siguiente apartado analizaré algunas emociones generadas al recibir información sobre el cambio climático y que podrían ser factores explicativos para comprender la falta de respuesta al problema.
El papel de las emociones en la respuesta al cambio climático
Que las personas perciban el cambio climático como un problema es el primer paso para comprender la respuesta al mismo, pero no es suficiente solo conocer si es percibido como un problema pues hay muchos problemas ambientales, sociales y personales que por varias razones no se enfrentan o no tienen solución. Entonces, el paso sucesivo de la investigación ha sido explorar la dimensión emocional de la construcción del problema, es decir, las emociones que los sujetos sienten al pensar en el cambio climático, o asociadas con el mismo.
El tema del cambio climático genera diferentes emociones en las personas, algunas ocasionadas por la información acerca del problema, otras como resultado del lugar que las personas sienten ocupar respecto al problema, como causantes y/o víctimas, y a sus relaciones sociales, que incluyen las emociones hacia otros actores, sean estos las generaciones venideras o los tomadores de decisión quienes implementan las medidas para mitigarlo.
Por ejemplo, una encuesta llevada a cabo por el Center for Climate Change Communication de la Universidad de Yale, muestra diferentes reacciones al cambio climático, que incluyen desde el estar interesados, al estar disgustados y preocupados, y entre las emociones y estados de ánimo emergen el optimismo, la impotencia, la rabia, la tristeza, el miedo, la depresión y la culpa.
Norgaard (2011), en una investigación etnográfica en Noruega, muestra que el cambio climático generaría emociones “incómodas” como miedo, impotencia y culpa, que relaciona con la negación al problema, considerado como un proceso social que se consigue a través de diversas estrategias de trabajo emocional (Hochschild 1979, 1983) en respuesta a estas emociones incómodas.
Por otra parte, la literatura también ha mostrado que las emociones son centrales para la aceptación de las medidas contra el cambio climático en dos direcciones: la primera es la relación entre ciudadanos y autoridades, la segunda es el no considerar las emociones en la producción de las políticas y medidas. Burley et al. (2007), por ejemplo, muestran cómo el no considerar el apego al lugar en la restauración de un tramo de costa en el Reino Unido, aunado a no haber sabido construir una relación con los residentes y haber ignorado el conocimiento local, generó un sentimiento de alienación. En la misma línea, Agyeman et al. (2009) defienden la idea de que las políticas de adaptación e intervención deberían incluir los vínculos afectivos con el lugar, pues al no considerar la dimensión emocional de los sujetos que viven en el territorio cualquier intervención podría llevar a una oposición de las poblaciones locales.
En este apartado mostraré algunas emociones que emergen en las entrevistas llevadas a cabo con los miembros de la Asamblea y que, siguiendo la propuesta de Norgaard (2011), influyen en la respuesta al cambio climático: la impotencia, el miedo, que veremos son diferentes, la culpa, la rabia o la frustración, y, finalmente, las emociones hacia las autoridades.
A pesar de que todos los entrevistados contesten que el cambio climático es un problema, en las entrevistas emergió la dificultad de actuar contra el mismo, lo cual refleja que el cambio climático no es parte de la agenda de lucha de estos sujetos, ni tampoco los argumentos de discusión colectiva, elemento que tanto Immerwahr (1999) como Norgaard (2011) asocian con emociones incómodas.
El primer resultado que surge del análisis de las entrevistas, y que ya fue identificado en la literatura, es la abstracción del problema o la dificultad de integrar la información sobre cambio climático en la vida cotidiana. Como mostré en el apartado precedente, estos sujetos han sido capaces de asociar el cambio climático con algunos cambios ambientales globales que ellos observan en su entorno y enmarcarlo como una consecuencia del sistema capitalista, haciendo que el cambio climático se perciba como un problema. Aun así, no siempre y no todos los sujetos hacen esta asociación, pudiendo crear incomodidad, pues, como dijo una entrevistada: “A veces se habla como de cambio climático, pero que se escucha muy así… como que no concreto” (E5).
Otra emoción que emerge del análisis de las primeras entrevistas, y que también ha sido identificada en la literatura como una emoción con influencia en la respuesta al cambio climático es la impotencia. La impotencia está relacionada con pensar que el problema no tenga solución, pero también con la falta de agencia o sentimiento de eficacia de los sujetos. En el caso de los miembros de la Asamblea, siendo sujetos empoderados, la impotencia está relacionada con pensar que el cambio climático sea un problema sin solución, como muestran las palabras de este entrevistado:
A mí lo que me preocupa es que no haya una solución, porque me parece que no la hay, o sea, todo empeora, entonces si no hay una solución, a todos, capitalistas, comunistas y lo que sea, nos va a llevar. E6
Este mismo entrevistado sugiere que sería necesario tener más información sobre las alternativas, para revertir esta impotencia que él siente. El hecho de que el cambio climático sea un problema a gran escala, asociado con diversa información acerca de eventos atmosféricos extremos y a desastres naturales frente a los que las personas se sienten impotentes alimenta la creencia de que no haya solución.
Los datos proporcionados por los científicos del clima y las noticias acerca de desastres como huracanes, sequías, etc. hacen ver lo más devastador del cambio climático que, junto con el fracaso de la diplomacia climática y de la actitud de países como Estados Unidos, no genera esperanza. Uno de los retos de la comunicación del cambio climático es empezar a reflexionar sobre los efectos de la información que se difunde entre las personas, y pensar cómo se puede alertar y generar preocupación sin llegar a generar impotencia y miedo.
El efecto que genera la información sobre el cambio climático, y que desmiente la hipótesis de que a más información sobre el problema haya más respuesta, se observa en investigaciones que muestran la falta de correlación entre mayor información y respuesta al cambio climático (Immerwahr 1999, Norgaard 2011). Eso pasaría porque la información sobre el cambio climático puede tener un efecto negativo en la preocupación y la responsabilidad personal sentida hacia el problema. Los más informados se sienten menos responsables (Immerwahr 1999) y pueden también sentirse abrumados por la información que tienen, si no manejan las emociones que dicha información genera. Así, uno de los entrevistados más informados, por ejemplo, afirma:
Lo que me cuestiono es si nos va a dar tiempo. La magnitud del problema y la velocidad a la que se están dando los fenómenos en el nivel de respuesta que nos veo como sociedad me hace cuestionarme si nos va a dar tiempo. No quiero ser pesimista, este escenario trato de no meterlo en mi cabeza, y mejor irme por lo positivo, pero si luego anda allí rondando, sobre todo cuando veo ciertas actitudes, de la gente o de mí mismo, incluso de mí mismo. E4
Como mostré en el apartado sobre cómo entendemos las emociones en sociología, las emociones interactúan entre ellas, y un ejemplo es el miedo hacia el futuro que genera la impotencia. Como muestra Norgaard (2011), ese sentimiento de inseguridad, que en México se suma a la inseguridad por la violencia en el país y a la precariedad económica, no solo influye en las elecciones de vida de los jóvenes, que ven con pesimismo su futuro, sino también en la negación del problema. Este miedo al futuro se observa en los entrevistados jóvenes que se encuentran en la década de los treinta, y que ya están viendo su proyecto de vida alterado por este sentimiento de inseguridad. Una de las entrevistadas, por ejemplo, identificó en esta inseguridad una de las razones por las que no ha tenido hijos, mientras otro joven así lo expresa:
Pues justamente que me empiezo a cuestionar qué tipo de futuro voy a tener. Mi futuro no a cincuenta años, sino en la próxima década. Y también los que vienen atrás de mí, gente que conozco, familiares que tengo, que son menores de edad, y yo digo “¿y entonces a ellos qué les va a tocar enfrentar?” Si a mí ya me está tocando enfrentar esto, ¿a ellos qué les va tocar enfrentar? Entonces esto es como el motor de involucrarme en hacer algo. Por ejemplo, luchar, informarme, entender cómo funcionan las cosas. Cómo se pueden remediar. Qué está pasando. Como un pequeño diagnóstico, por qué llegamos a esto. Y ahora cómo lo podemos resolver o enfrentar, mitigar, o como sea. E4
Este extracto es ilustrativo porque permite ver que la información que este joven tiene, junto con su experiencia, lo lleva a un estado de ánimo pesimista, que él intenta manejar manteniéndose optimista. Esto es lo que Hochschild (1979, 1983) definió como trabajo emocional. La estrategia en este caso es suprimir el pesimismo, que el sujeto no quiere sentir, pero sí está sintiendo, convirtiendo el miedo al futuro en motor para la acción.
Como se mostró en otra investigación (Poma y Gravante en prensa) la participación en la acción colectiva es central para superar emociones incómodas como impotencia, miedo y desesperanza. Esto confirma la importancia de trabajar con sujetos organizados para poder comprender cómo superar las dificultades que hacen que no haya respuesta social al cambio climático, con el objetivo de construir alternativas que sean aceptadas y compartidas socialmente.
Además de la impotencia y el miedo que ocasiona el pensar que estamos frente a un problema sin solución que amenaza nuestra seguridad, otro elemento que dificulta la respuesta al cambio climático es el dilema de ser causantes y víctimas.
Al explorar la percepción acerca de los causantes del problema, casi todos los entrevistados identifican como causantes la producción industrial y el modelo de desarrollo capitalista que estos sujetos critican, siendo aún escasa la percepción del papel de causante del consumidor individual, ya que como afirmaron dos entrevistadas “son las empresas y las grandes fábricas que contaminan” (E5); “Ellos [los que están en el poder] son los que están propiciando el cambio climático” (E2).
Si por un lado la identificación de responsables o culpables es un elemento central para que haya movilización (Poma 2017), ya que sujetos organizados que identifican los causantes de un problema pueden pedir cambios y la resolución del problema, por el otro, desplazar la responsabilidad hacia altas autoridades o tomadores de decisión ha sido identificado en la literatura como una forma de rechazar el involucramiento (Opotow y Weiss 2000). El hecho de que el cambio climático se perciba como un problema creado desde lo alto y, además, caracterizado por un modelo de intervención top-down por parte de las instituciones, puede dificultar aún más el enfrentar el problema, como lo señala un entrevistado:
Allí es que viene también un poco lo que es la idea dominante de que el cambio está en uno mismo, la hacemos nuestra. Cuando sí, el cambio está en uno mismo, pero también junto con otras, junto con otros, y eso es lo importante. Las personas que están alrededor pueden poco a poco no gastar tanto el agua, o que no se tire tanto el agua, tener lombricomposta, o composta en diferentes zonas de sus casas, o espacios de sus casas, intentan comprar menos ropa, o menos plástico, pero eso siempre es potenciado cuando uno puede estar organizado. Y creo que eso es todavía lo que hay que vislumbrar más allá, el estar organizado para no creer que únicamente tirando menos agua se puede [enfrentar el cambio climático], cuando Nestlé o Quiero Casa tiran millones y millones [de litros de agua]. E7
La falta de actuación de los actores identificados como principales culpables del cambio climático, sabiendo que hay sectores, países o actores que contaminan más que otros, y en consecuencia que inciden más que otros en el cambio climático, genera frustración e impotencia hacia los sujetos que quieren hacer algo para enfrentar el cambio climático. Veremos más adelante cómo estas emociones son manejadas por estos actores, que siguen promoviendo prácticas proambientales.
El papel de causantes, que sienten las personas con más información sobre el problema, genera también sentimientos de culpa e impotencia:
Yo cuando les daba clase a mis alumnos decía cuánto se gasta o cuánto destruimos para tener una cosa de estas (muestra el celular) y estoy dispuesto a decir en aras del cambio climático para que ya no siga afectándonos deshagámonos de estas cosas tan contaminantes, y así muchas. (…) Porque pues uno se ha acostumbrado a cierta comodidad, a final de cuentas. Entonces yo creo que para mí este es el principal dilema: si vamos a estar dispuestos a hacer este sacrificio y en el tiempo que se requiere, porque ya es de ya, no es de mañana, en diez años. Por lo que yo he leído es en esta década que está por terminar, o si no, nos vamos a tener que atener a las consecuencias. E4
El evadir la culpa de estar contribuyendo al cambio climático, junto con el miedo a tener que renunciar a ciertas comodidades que consideramos imprescindibles podrían también estar en la base de la elusión del problema.
Además de la culpa para ser causantes del cambio climático, la culpa también se puede sentir a causa de la injusticia climática. Como muestra Norgaard (2011), las personas que entrevistó en Noruega se sentían culpables para ser sujetos privilegiados (esto es, de un país del primer mundo con un alto estilo de vida) respecto a otros que puedan estar sufriendo más los efectos del cambio climático sin haberlos generado. Este no es el caso de los miembros de la Asamblea, que en su mayoría atribuyen la responsabilidad del cambio climático a otros sujetos, pero otra culpa que podría emerger es la relacionada con las consecuencias de nuestras acciones que enfrentarán generaciones venideras.
Actores comprometidos socialmente y con el medio ambiente, como son los miembros de la Asamblea, superan este sentimiento de culpabilidad gracias a su compromiso y a las prácticas proambientales que llevan a cabo cotidianamente.
Una de las razones que explican el porqué no se sienten tan responsables del cambio climático es que todos llevan a cabo prácticas proambientales, desde la reducción de plástico al uso de transporte colectivo, el reciclaje, la reutilización, el uso de bombillas de bajo consumo, la reducción de basura, etc. Al preguntar a los entrevistados si les generaba frustración hacer estas prácticas cuando a su alrededor no ven que se estén haciendo esfuerzos al respecto o que los mismos programas municipales, como el ‘Hoy no circula’ o el de ‘Basura cero’, no están generando los resultados esperados, la respuesta es que lo hacen porque se sienten bien con ellos mismos, o como dijo una mujer:
El día que me vaya yo de este mundo, me voy con satisfacción de haber puesto mi granito de arena, para que no haya tan cercana una hecatombe ecológica, pero estos la están acelerando. A ver cómo se van de este mundo. Porque todos vamos al mismo agujero, aunque tengan millones de pesos. E2
La frustración se supera con la satisfacción de saber que se está haciendo algo, y eso permite superar también el sentimiento de culpabilidad de ser causantes del cambio climático, o de no estar actuando y así condenar a las futuras generaciones a un futuro no solo incierto sino posiblemente peor que el actual.
Para concluir este apartado, quiero tratar unas emociones que también influyen en la falta de respuesta al cambio climático, por lo menos en México: los sentimientos de alienación hacia la política y las emociones hacia las autoridades.
Norgaard (2011) muestra que a pesar de la confianza que los noruegos sienten hacia la autoridad y su democracia, las emociones como el miedo a perder la seguridad ontológica, la culpa y la impotencia son suficientes para que las personas evadan el problema. En mi investigación, al trabajar con sujetos empoderados y con sensibilidad hacia las problemáticas ambientales, he podido observar que la relación entre los tomadores de decisiones y los ciudadanos es una variable relevante en la respuesta al cambio climático.
Al preguntar a los entrevistados lo que pensaban de las medidas implementadas en la Ciudad de México para enfrentar el cambio climático las respuestas fueron todas en el mismo sentido: “engaño vil y perverso” (E4), “arma de doble filo” (E7), “(puro) discurso” (E2, E7, E5), “demagogia” (E4), “negocios” (E4 y E6), y “paliativos” (E5).
La opinión de los entrevistados acerca de tales medidas es que no van a la raíz de las cosas, sino cubren intereses particulares, como lo expresa un entrevistado:
Como todos los proyectos del gobierno los siento como que usan un problema real para hacer un negocio para ellos. Las medidas que toman y lo que hacen, no vemos que de verdad enfrenten el problema, porque lo del “hoy no circula” ¿qué haces? Que los que venden carros, vendan más, no venden menos. Que el que tenga, que la gente vea ya por tener un carro que circule diario, o si no tiene uno que no circula un día, tener otro para suplir el día que no circula. O sea, no se genera conciencia. E6
Esa percepción es el resultado de la experiencia de los sujetos, no solo en la lucha que encabezan ahora, sino en su experiencia de vida en la que la relación con las autoridades ha generado o fortalecido emociones contrasubversivas (subversive counter-emotions), en lugar de emociones que cimientan las estructuras sociales y las relaciones de dominación (cementing emotions) (Flam 2005). Al asociar las medidas con los intereses particulares de los que están en el poder, no solo estas medidas pierden legitimidad, sino que pierde validez todo discurso alrededor del cambio climático, como muestra este testimonio:
Cuando se empieza a manejar en términos políticos, esta política demagógica y utilitaria, allí es cuando yo siento que pierde toda validez. Y lamentablemente el cambio climático ha caído en eso. El discurso político del cambio climático desde las instituciones se ha vuelto una demagogia impresionante y un negocio muy lucrativo. Y ahora que estaba leyendo algunas cosas de esto que es el negocio verde, de “ahora te vamos a vender la solución” (…) allí es cuando yo digo “No, nos están dorando la píldora”. E4
La desconfianza se basa en el hecho de que se asocian las medidas contra el cambio climático a negocios particulares, pero además se alimenta de la identidad colectiva de “nosotros”, el pueblo, contra “ellos” que son los que contaminan, a los que no les interesa cómo vive el pueblo, y en esa construcción se asocian diferentes emociones a diferentes actores, como muestra este testimonio:
A ellos los enajena el poder y la ambición. Ellos están posicionados por eso. No mueven un hilo si no es por poder o por ambición. Y nosotros, la diferencia es que el pueblo mueve los hilos por dignidad, por convicción, por amor. E3
Otra entrevistada más joven, también expresa su sentir hacia los tomadores de decisión y afirma:
Yo siento que ellos nunca van a la raíz de las cosas, que todos son paliativos chiquitos, que intentan… simular, o para hacer ver que están preocupados por el cambio climático, cuando en realidad no están preocupados, porque si no ya hubieran parado esto (el desperdicio de agua en avenida Aztecas 215). E5
La relación con las autoridades es el resultado de una construcción social que también está influida por emociones, pues se basa en la experiencia de los sujetos. Transformar eso significa cambiar la cultura política de un país, lo cual es un proceso que necesita tiempo y un cambio radical, no obstante, todos los entrevistados piensan que se podría empezar a actuar desde lo local:
Bueno, hoy ya nos preocupamos por comer mejor, por dejar grasas, harinas, y no sé cuántas cosas químicas, y volver un poco hacia lo natural, y eso ya es un gran avance. Si empezamos ya a comer diferente, empezamos a consumir diferente, entonces el día de mañana vamos a pensar diferente, porque ya somos diferentes. E2
Este cambio cultural es lo que se produce gracias a la participación en el conflicto (Poma 2017), y que podría estar con la base de un cambio hacia un estilo de vida más sostenible. Este cambio también se ve influido por la experiencia de los sujetos, su proceso de empoderamiento y las emociones asociadas a estos.
Concluyo este apartado en el que se mostró cómo ciertas emociones que se sienten en relación con el cambio climático (impotencia, frustración, miedo al futuro, culpa de estar contribuyendo al cambio climático, y desconfianza hacia las autoridades) pueden influir en cómo se enfrenta. Estas emociones son incómodas para los sujetos que las sienten (Norgaard 2011), lo cual provoca que no se hable ni de ellas ni del problema que las genera, que en este caso es el cambio climático. Mientras Norgaard (2011) mostró el papel del trabajo emocional en la negación socialmente construida del cambio climático, en el siguiente apartado se quiere mostrar de qué forma algunas estrategias de trabajo emocional podrían ser útiles a la hora de enfrentar el problema.
Estrategias de manejo emocional para actuar en contra del cambio climático
En el apartado anterior vimos que uno de los jóvenes entrevistados intentaba manejar el pesimismo que genera el pensar en el cambio climático.
Otra estrategia de manejo emocional que el cambio climático requiere es sobrellevar la impotencia. Como sugirió uno de los entrevistados, la impotencia se puede sobrellevar mostrando que hay alternativas, y enmarcando el desafío que representa el cambio climático en algo alentador, como hace Naomi Klein en la introducción de su libro Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima:
Hay formas de evitar este desalentador futuro o, cuando menos, hacerlo mucho menos aciago. El problema es que todas ellas implican también cambiarlo todo. Para nosotros, grandes consumidores, implican cambiar cómo vivimos y cómo funcionan nuestras economías, e incluso cambiar las historias que contamos para justificar nuestro lugar en la Tierra. La buena noticia es que muchos de esos cambios no tienen nada de catastróficos. Todo lo contrario: buena parte de ellos son simplemente emocionantes. (Klein 2015, 17).
La información sobre las alternativas al cambio climático puede generar esperanza que permite superar la impotencia.
Otra acción que permite superar la impotencia es organizarse y participar en actividades colectivas contra el cambio climático. La impotencia va de la mano con la soledad, mientras el ver que hay más personas que están actuando o están interesados en enfrentar el problema puede animar, como mostró este joven al compartir su experiencia de participación en la reunión alternativa a la COP13 de Cancún en 2016:
Fue una experiencia inolvidable, una experiencia que retroalimenta y aparte esperanzadora. Porque no piensas que hay tanta gente movilizándose para frenar esto, y de repente platicas con una persona que viene de Alemania, otra que viene de Argentina, otra que viene de Taiwán. Varias partes del mundo donde estamos luchando para frenar el cambio climático, es algo esperanzador. Y es una experiencia que retroalimenta porque hay bastante discusión también allí, entonces, esta discusión que enriquece, y que te llevas experiencias desde la autonomía, pasando por el anarquismo, y lo que se hace llamar el socialismo del siglo XXI. Entonces todas estas discusiones con estas cabezas que están todo el tiempo pensando y repensando otro mundo es una experiencia que sí, retroalimenta bastante. E7
La impotencia, el miedo o la frustración que genera la idea de que la sociedad no sea capaz de actuar para enfrentar el cambio climático se superan con la organización, empezando a actuar y mostrando que el cambio es posible y deseable.
Como los miembros de la Asamblea afirman, el mismo hecho de que ellos sigan en plantón defendiendo el agua después de dos años de despilfarro sin actuación ni respuesta por parte de las instituciones, es un ejemplo de dignidad y de que no todo está perdido, porque sigue habiendo alguien que defiende el territorio. La impotencia relacionada con la idea de que a la gente no le importa ni el cambio climático ni el planeta se puede así superar con el ejemplo de los que luchan por eso.
Además de la impotencia, la superación del miedo al miedo es una de las primeras etapas del empoderamiento (Poma y Gravante 2017b). Los miembros de la Asamblea, siendo sujetos empoderados, tuvieron que enfrentar muchos de sus miedos y aprendieron a convivir con ellos, entonces no sienten el miedo a tener que cambiar su estilo de vida, siendo algo que reivindican y están poniendo en práctica cotidianamente.
Superado el miedo al miedo, para superar el miedo a un cambio de estilo de vida hay que mostrar que hay alternativas y que son viables y deseables. Un esfuerzo entonces que se podría intentar para mejorar la respuesta colectiva al cambio climático es hablar de las alternativas, en lugar de los desastrosos efectos del cambio climático. Difundir experiencias de personas que ya promueven prácticas proambientales y que están felices y satisfechas de sus elecciones y estilo de vida, también podría ayudar a enfrentar ese miedo al cambio. Además, compartir la experiencia de los sujetos que promueven estas prácticas puede ser útil también porque estas personas saben transmitir la pasión y el entusiasmo que los animan a seguir a pesar de las dificultades, y han elaborado su propia estrategia de trabajo emocional para sobrellevar emociones como la impotencia, la frustración, el miedo, etc.
Compartir emociones, además de experiencias, aunque sean emociones incómodas como la impotencia, la frustración, el miedo o la tristeza sería otra estrategia para poder enfrentar el problema. Asumir que nos sentimos impotentes frente al cambio climático podría ser un primer paso para empezar a superar esta impotencia, pues al ver que no somos los únicos preocupados e impotentes se podrían crear las condiciones para la acción. Como se mostró en otra investigación (Poma y Gravante 2018) la impotencia frente a la represión puede alimentar la identidad colectiva de los de abajo o de los “sin poder”, frente a los poderosos. Una toma de conciencia de que existe una ‘comunidad bajo ataque’ (Gould 2009) a causa del cambio climático, podría influir positivamente en la respuesta contra el mismo.
Finalmente, para superar los sentimientos de alienación, además de empoderarse y buscar alternativas que sean consideradas oportunas y viables, hay que construir confianza entre los actores sociales. Para eso, habría que mostrar que se han implementado medidas dirigidas a la raíz del problema e informar de sus impactos, que no sean motivadas por intereses personales, que tomen en cuenta la desigualdad presente en la sociedad distribuyendo los esfuerzos a los sectores y actores que más contribuyen al problema, en lugar de afectar a los que ya viven en condiciones de vulnerabilidad.
Conclusiones
El cambio climático está poniendo a la humanidad frente a elecciones éticas de las que dependerá la (calidad de) vida de las generaciones venideras. A pesar de que el conocimiento alrededor del cambio climático es cada vez más preciso y los efectos aunque inciertos ya se pueden prever, la respuesta al cambio climático es todavía insuficiente e ineficaz. La cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera continúa en aumento, superando las 400 partes por millón, mostrando el fracaso de la diplomacia climática y la insuficiencia de los esfuerzos nacionales e internacionales.
Esta situación hace necesario reflexionar sobre la razones detrás de esta falta de respuesta. Desde el estudio de los movimientos sociales y la sociología de las emociones, lo que se está sugiriendo es que se ponga atención al papel de algunas emociones “incómodas” que permitirían comprender la falta de respuesta, resultado de un proceso de negación socialmente construido.
En este artículo se ha mostrado cómo las emociones de impotencia, miedo al futuro, frustración, culpa y sentimientos de alienación estarían dificultando la respuesta al cambio climático en actores empoderados y sensibles al medio ambiente en la Ciudad de México. Al contrastar los resultados de la literatura con la experiencia de algunos miembros de la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias, y Pedregales de Coyoacán que están defendiendo el agua en la Ciudad de México, también se han analizado algunas estrategias que podrían implementarse para superar las dificultades generadas por estas emociones incómodas.
Si bien los resultados presentados en este artículo solo representan un valioso punto de partida para profundizar en esta problemática, dichos resultados dan la pauta para empezar a debatir, con estos y otros sujetos, cómo poder superar las dificultades que impiden una respuesta colectiva, eficaz y compartida al cambio climático, y cómo poder generar en el mediano y largo plazo un cambio social y cultural hacia la sostenibilidad, el cual resulta necesario para enfrentar el cambio climático.