Introducción
Migraciones internacionales y cambios territoriales
Dentro Del vasto universo de estudios e investigaciones hechos en México y Estados Unidos (EU) sobre migración étnica transfronteriza en las ciencias sociales de finales en el cambio de siglo (Kearney 1986, 1995 y 1996; Velasco 2002, 2005a, 2005b y 2008; Besserer y Kearney 2006; Stephen 2001 y 2005; Sánchez 2004 y 2007; Burke 2003; Villafuerte y García 2006 y 2008; Jáuregui y Ávila 2007; Cruz y Barrios 2009; Aquino 2010, 2012a y 2012b; Castillo 2010a, 2010b, 2010c y 2012) y desde el marco de ciertas perspectivas de la antropología y la geografía social -que consideran el territorio como el espacio apropiado por ciertos colectivos sociales para solventar y garantizar su reproducción sociomaterial y dar solución a sus aspiraciones culturales y simbólicas (Raffestin 1980; Scheibling 1994; Di Méo 2000), este trabajo, en el contexto social y geográfico de comunidades campesinas de ascendencia indígena del suroeste de Chiapas en México, aborda los impactos de la migración internacional en el territorio de origen, a escala local a través de un estudio de caso. De este modo, este trabajo recurre al andamiaje teórico conceptual en torno a ciertas reflexiones que conciben al territorio como los espacios apropiados por diversos, y en ocasiones disímiles, grupos sociales con miras a obtener la producción y reproducción de sus condiciones sociomateriales de existencia y satisfacer sus anhelos y necesidades económicas, socioculturales y simbólicas (Di Méo 2000; Raffestin 1980; Scheibling 1994; Giménez 2001).
Este texto indaga, particularmente, cómo los procesos migratorios internacionales, en tanto fenómenos de cambio social y de movilidad geográfica de carácter transfronterizo, han implicado, para los miembros y habitantes de las localidades indígeno-campesinas de origen, un conjunto de nuevos usos práctico/materiales y simbólico/culturales, del territorio como espacio utilizado y significado socialmente, así como una compleja y tensa dinámica sociopolítica de reconfiguración de su sentido de comunidad en el marco de las relaciones con ellos mismos y con un amplio abanico de alteridades -el Estado mexicano y sus agencias e instituciones, mestizos rurales y urbanos, intermediarios, entre otros- con las que están en relaciones de poder desiguales.
En este trabajo, la migración internacional a EU de campesinos de ascendencia tojolabal se concibe como un vasto conglomerado que supone varios procesos.
1) Por un lado y en primer término, las condiciones histórico estructurales que propiciaron la salida de los migrantes (Gregory et al. 2009; Castles y Miller 1998; Castles 2003) y que, como se verá más adelante, se relacionan con la búsqueda de oportunidades laborales para mejorar algunas o varias de las precarias condiciones de vida de los campesinos: la carencia de atención médica, la necesidad de invertir en vivienda e infraestructura productiva, la urgencia de pagar deudas a las que se recurrió para solventar necesidades apremiantes, la búsqueda de trabajos mejor remunerados, entre otras.
2) Por otra parte, también supone la consideración de las redes sociales, familiares y comunitarias que se establecen y de las que se valen los campesinos para salir y llevar a cabo su trayectoria migratoria desde el lugar de origen hasta el sitio de destino e inserción sociolaboral en EU (Besserer y Kerney 2006).
3) Finalmente, y de no menor relevancia, las dinámicas de atracción laboral que ejercen ciertos lugares y nichos económicos y productivos de EU para obtener mano de obra barata, mediante la contratación de migrantes sin documentos migratorios y que, al mismo tiempo, cuentan con diversos saberes y habilidades sobre trabajos manuales y físicos (Delgado, Márquez y Rodríguez 2009).
Ahora bien, para la realización de este trabajo y desde una perspectiva de articulación disciplinar entre la geografía humana y la antropología, se recurrió a una estrategia metodológica de carácter principalmente cualitativo que se basó en la generación y uso de testimonios orales, mediante entrevistas consensuadas abiertas semiestructuradas, la consulta de fuentes y documentos históricos, la revisión de datos y monografías etnográficos, así como de los diarios de las diversas temporadas de trabajo de campo y recorridos.1
Cabe apuntar que, los testimonios orales se obtuvieron mediante la realización a diversos miembros de la comunidad de entrevistas semiestructuradas,2 en torno a tres grandes ejes temáticos: a) las crisis de las economías campesinas y su relación con la migración internacional; b) la descripción y caracterización del proceso migratorio, abordando subtemas específicos tales como: origen de la migración, detonantes de la salida de las comunidades, perfil de los migrantes, tipo de trabajo y duración y rasgos de la estadía en EU, entre otros, y, finalmente, c) los impactos y repercusiones a nivel familiar y sociocomunitario derivados de la migración internacional.
Además, con miras a ubicar las diferentes y disímiles valoraciones en torno a la migración y sus efectos, el espectro de entrevistados fue amplio y abarcó desde migrantes y exmigrantes, hasta autoridades agrarias y religiosas, contemplando también a los familiares de los migrantes que no han salido de las comunidades de origen. En lo que respecta al trabajo de campo, se focalizó en las comunidades de origen y se orientó hacia los grupos que han experimentado de manera directa los impactos económicos y socioculturales de los procesos migratorios, con énfasis en los ámbitos familiar y comunitario.
Ahora bien, como paso previo y a fin de ubicar y poner en una dimensión analítica comparativa las características de los cambios en el territorio derivados de la migración internacional, se describen con antelación tanto el contexto de las localidades rurales como los usos y procesos de apropiación del territorio por parte de los campesinos indígenas cuando aún no había migración internacional a EU a fines del siglo XX, a fin de concebir el marco socioeconómico que propició la génesis y principales rasgos de esta reciente migración chiapaneca transfronteriza que se dirige a California en EUA, y cuyo punto de partida son diversas comunidades rurales del municipio fronterizo de Las Margaritas, en Chiapas, México.
Localidades campesinas, los contextos de origen de la migración
El municipio fronterizo de Las Margaritas tiene una composición sociodemográfica fuertemente indígena-campesina y se distingue porque los pilares de la economía del municipio son la actividad agrícola, tanto de autoconsumo como mercantil, y en menor medida, la ganadería extensiva; lo cual se refleja en que el grueso de la población de Las Margaritas resida en localidades rurales.3 Asimismo y a semejanza de Chiapas, entidad federativa que cuenta con altísimos índices de marginación y con los indicadores más precarios en materia de salud, educación e ingresos (PNUD 2010, 41, 51, 57), presenta un profundo y estructural rezago socioeconómico. Conforme a las estadísticas estatales, para 2010, de la población total de Las Margaritas, el 92% (103,568 personas) estaban en condiciones de pobreza y el 60.80% (67,782 personas) tenía una situación de vida de pobreza extrema (Gobierno Municipal de Las Margaritas 2012, 36).
Ahora bien, en lo concerniente a la tipificación de las actividades productivas, de acuerdo con lo planteado por Wolf (1955) y Kearney (1996) y en tanto la gran mayoría de las comunidades del municipio se caracterizan por una producción agrícola destinada al autoconsumo y tienen de facto el uso y control de la tierra (Wolf 1955, 453-455) en un marco sociohistórico de desigualdad sociopolítica y económica respecto de otros grupos socioeconómicos (Kearney 1996, 18), es posible considerar que una gran porción de las localidades rurales de Las Margaritas pueden ser catalogadas como campesinas.
Tras la formación de núcleos agrarios ejidales en esta región a partir de la mitad del siglo pasado, la producción agrícola de las localidades campesinas de este municipio presenta dos ramas: a) una vertiente dirigida principalmente a los cultivos cíclicos no perennes para el autoconsumo de las familias de las comunidades, producción que fundamentalmente se concentraba en el maíz y el frijol, junto con los otros cultivos de la “milpa”: calabaza, xilacayota, diversas variedades de chiles, y, b) en un nivel de carácter mercantil, los cultivos no cíclicos orientados al intercambio económico con el exterior, particularmente el café y, en mucho menor medida, el plátano; no obstante también ocurre que con cierta frecuencia los excedentes de las cosechas del maíz y el frijol se venden, tanto en las localidades vecinas, como en la cabecera municipal.
Crisis de las economías campesinas en el contexto del libre mercado
De manera similar a lo acontecido en otros sitios de Latinoamérica y México, a finales del siglo pasado y principios de la presente centuria, el arribo de los gobiernos de cariz neoliberal tuvo un conjunto variado de efectos en las políticas públicas dirigidas al sector agrario, en las diversas regiones rurales de la República mexicana. Después de los ensayos iniciales del régimen de Miguel de la Madrid (1982-1988) orientados a la instauración de un modelo económico de libre mercado, el gobierno de Salinas, a través de diversas acciones, particularmente con la restructuración económica en el agro y con el diseño e implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, representó un quiebre profundo y veloz en el que no solo se robustecieron e incrementaron las políticas neoliberales en los sectores rurales y urbanos, sino que también se consolidó un claro distanciamiento con los regímenes populistas y nacionalistas de la primera mitad del siglo XX (Harvey 1997, 8).
En lo concerniente a las transformaciones relativas al agro mexicano fue especialmente relevante la reforma del artículo 27 constitucional, cuyo propósito era que las tierras ejidales pudieran dividirse y estar sujetas a procesos de intercambio económico, y, junto con esta medida y derivado de una perspectiva que recalcaba el valor de la tierra como una mercancía, se dio el fin de las dinámicas de reparto agrario y dotación ejidal (Harvey 1997, 8). Acorde con lo anterior, también se llevaron a cabo un conjunto de planes y programas oficiales orientados a “modernizar” y “mercantilizar” la producción agrícola nacional.
Así, dentro de un amplio abanico de acciones, destacaron las siguientes medidas: 1) la eliminación de los mecanismos y dispositivos oficiales de balance y regulación de los mercados nacionales y regionales -relacionados con las actividades agropecuarias-; 2) el desdibujamiento y reducción del papel del Estado-nacional como agente clave para la conciliación y distensión de las relaciones entre campesinos-productores e intermediarios, 3) la disminución de los subsidios estatales destinados a la producción agrícola campesina y el desmantelamiento de las agencias estatales de asesoría y subvención al campo mexicano, lo que, entre otras repercusiones, se tradujo en una acelerada reducción de los apoyos de diverso tipo, no solo de carácter productivo, para contribuir y auxiliar a los campesinos y las economías agrícolas de auto subsistencia, y, finalmente, 4) la difuminación de la función del Estado como árbitro y estabilizador de los valores y costos de los intercambios económicos de los mercados locales, regionales y nacionales. Este conjunto de acciones, en oposición a los supuestos propósitos de modernización que se proponían, implicaron un impacto severo para el campo mexicano y trajeron consigo procesos de pauperización y vulnerabilidad de las economías campesinas.
Además del contexto general previamente descrito y caracterizado, dentro de los procesos internos de las comunidades campesinas de Las Margaritas, acontecieron, de manera paralela, dinámicas de desestabilización y fragilidad económica de carácter local. Por un lado, continuó la tendencia de un incremento constante, aunque menos acelerada que en décadas pasadas, en las dimensiones sociodemográficas de las localidades rurales, situación que generó una creciente mano de obra de carácter joven. Por otra parte, de manera concomitante e inversamente al crecimiento poblacional, también se acentuó un proceso de reducción de las posibilidades reales de acceso a la tierra, de tal suerte que las nuevas generaciones de jóvenes campesinos tenían escasas posibilidades de obtener las parcelas necesarias para su sustento físicosocial y el de sus futuras familias.
En este tenor y como previamente han apuntado Harvey (2005) y Aquino (2012a) para el contexto del sureste de México, estos hijos jóvenes de los campesinos adultos, ya sin tierra y en no pocas ocasiones sin la posibilidad de en un corto plazo obtener parcelas que les posibilitaran las condiciones para autoproducir sus condiciones materiales de existencia dentro de cierto umbral de desarrollo económico y bienestar, encontraron en la migración nacional-interna, pero principalmente en la transfronteriza en dirección a EUA, un medio y mecanismo para lidiar con la precariedad y tener acceso a recursos económicos (Aquino 2012a, 73).
Debido a sus condiciones socioétnicas y demográficas, los procesos previa mente señalados se acentuaron particularmente en Chiapas. En esta entidad federativa, para la última parte del siglo XX y los inicios del XXI, más de dos terceras partes de la población estatal habitaba en localidades rurales y el eje de su economía eran diversas actividades agropecuarias (Villafuerte y García 2006, 109). En este contexto de localidades rurales y de un fuerte componente indígena-campesino, las debacles y caídas de los precios internacionales del café -y en menor intensidad las crisis de los precios de otros cultivos como el maíz y frijol- golpearon de manera contundente la economía rural chiapaneca, de manera sustantiva a los sectores de agricultura de subsistencia y autoconsumo.
De este modo, muchos campesinos vivieron en carne propia notorias disminuciones en la obtención de ingresos monetarios a través de la venta de sus cosechas de café, maíz y frijol. Es muy probable que el escenario previamente descrito estimulara y coadyuvara para que, más allá y fuera de las actividades agrícolas de sus comunidades, estos campesinos buscaran otro tipo de estrategias y actividades para la generación de recursos económicos (Villafuerte y García 2006, 102-128). De hecho, según algunos estudiosos (Villafuerte y García 2006), esta suma de procesos de cambio socioeconómico del campo chiapaneco propició la emergencia y consolidación de la migración internacional no documentada de campesinos a EU.
Por último, en lo referente a los contextos etnográficos locales en el suroeste de Chiapas, en las localidades y comunidades indígena-campesinas de Las Margaritas se dio una intrincada interconexión de situaciones de diversa índole que estimularon el surgimiento de la migración como un vasto proceso sociogeográfico de rasgos particulares. Dentro de este escenario, destacan tres dinámicas particulares.
1) Junto a la precariedad económica derivada de las crisis de los precios internacionales del café, se dio de manera paralela una dinámica generalizada de incremento en el precio de los productos materiales y de los bienes indispensables para la vida cotidiana de las comunidades y sus integrantes. Las frecuentes y profundas crisis económicas de carácter nacional (1994-1995) e internacionales (2008) propiciaron un incremento acelerado de la inflación, lo que provocó procesos de encarecimiento de carácter generalizado en diversos ámbitos.
El repunte de los precios de los artículos y bienes impactó con mucho mayor contundencia a los campesinos, quienes, a causa de las caídas de los precios del café y del maíz, sufrieron una reducción en su capacidad real para generar recursos económicos y, año tras año y de manera más frecuente, tenían menos dinero, en entornos y ámbitos sociales donde los bienes de consumo cotidiano cada vez eran más caros.
2) Otro proceso de carácter local relevante fue que, dentro de las localidades campesinas y en condiciones similares a otras zonas indígenas-rurales de México, se incrementó aceleradamente la dinámica de reducir la autoproducción familiar y comunitaria de los enseres y artículos indispensables para el día a día. Entre muchos otros artículos, las comunidades dejaron de manufacturar ropa, materiales de construcción, enseres domésticos, objetos productivos, artículos de limpieza. Esta vasta gama de artículos y bienes fueron remplazados por objetos externos que provenían y provienen de las urbes cercanas; objetos que solo era y es posible adquirir con dinero.
De este modo, cada vez se hace más indispensable en las comunidades tener mayores cantidades de dinero para poder comprar los artículos del uso diario. En síntesis, las tradicionales actividades productivas de las comunidades, café, maíz, ganado, cada vez proporcionan menores cantidades de dinero, pero a esto se suma, además, el hecho de que, año tras año, se necesitan más recursos económicos para la compra de los bienes requeridos para la reproducción de la vida cotidiana de las comunidades.
3) Finalmente, pero no menos importante, desde años atrás y debido a las variaciones climáticas derivadas de la industrialización -propia del desarrollo del capitalismo contemporáneo-, los miembros de las comunidades campesinas, sea por ausencia de lluvias o por tormentas torrenciales consecuencia del acelerado y profundo cambio climático, han sufrido mermas considerables en las siembras y cosechas. Como consecuencia de lo anterior, regularmente acontece que la producción agrícola de autoconsumo, sobre todo el maíz y frijol, ya no garantiza los productos comestibles requeridos para la subsistencia de estas comunidades campesinas.
Esta situación estimula la dependencia en múltiples ámbitos respecto a las ciudades y, al mismo tiempo, fomenta que se recurra a actividades no agrícolas y externas a las localidades de origen, como la migración, actividades que proporcionen los recursos monetarios necesarios para la reproducción de las condiciones sociomateriales de existencia de estos campesinos chiapanecos.
De campesinos a migrantes, el perfil de los migrantes
Hacia finales del siglo pasado, en la zona suroeste de Chiapas, específicamente en el municipio de Las Margaritas y en ciertas localidades rurales, emergió y rápidamente se articuló y consolidó una migración transfronteriza de campesinos sin documentos migratorios hacia EU (Cruz y Barrios 2009). Mediante la migración internacional estos campesinos buscaban obtener dinero para remontar su adversa y precaria situación y, de este modo, mejorar sus condiciones socioeconómicas de existencia, siendo alguna de las principales necesidades tener recursos monetarios, tanto para tener acceso a servicios médicos y tratar enfermedades de los familiares de los migrantes, como para pagar deudas y elevar sus condiciones materiales de vida.
Como lo han venido señalando ciertos especialistas de la migración internacional al hablar de otros contextos de expulsión migratoria de México (Durand y Massey 2009, 87-93), las personas de las comunidades rurales y campesinas del país en tanto migrantes no documentados mexicanos, en razón de sus saberes y trayectoria laboral en el trabajo agrícola, se incorporaron preferentemente como un contingente significativo de la vasta y profusa reserva de mano de obra de que se ha aprovechado y se aprovecha el sector agrícola del suroeste estadounidense -especialmente el californiano- con miras a disminuir los costos de producción y aumentar las ganancias de los empresarios agrícolas norteamericanos.
En lo referente al perfil de estos migrantes, cabe apuntar que se trataba de campesinos de ascendencia tojolabal, eran hombres jóvenes solteros y casados, en plena edad laboral, con edades que por lo general oscilaban entre los 20 y los 40 años, que migraban sin documentos migratorios para insertarse en diversas actividades productivas en EUA: agricultura, construcción, prestación de servicios, y que, con cierta regularidad, enviaban remesas económicas a través de diversas empresas a sus familiares.
La trayectoria migratoria se llevaba a cabo a través de un vasto y complejo entramado de redes familiares y sociocomunitarias que previamente habían creado los primeros migrantes hacia mediados de la década de 1990 (Cruz y Barrios 2009) y que, ya para después del año 2000, permitía un amplio y fluido flujo migratorio desde diversas comunidades campesinas de Las Margaritas hacia EU; estas redes no solo eran el soporte y mecanismo para realizar la trayectoria migratoria transfronteriza, sino que también facilitaban la inserción social y laboral de los migrantes una vez que llegaban a EU y se encontraban con sus familiares y conocidos.
Antes de concluir esta sección, es pertinente hacer un breve apunte en relación con que la migración internacional a EU no fue un caso aislado de un vasto grupo de localidades rurales de Las Margaritas; de hecho, Las Margaritas ni siquiera se encuentra dentro del grupo de municipios con mayor recepción de remesas en Chiapas.4
Por el contrario, se trató de un proceso de amplia extensión espacial que abarcó diversos municipios y que generó una derrama económica sin precedentes en un muy breve lapso de tiempo; así, para el caso específico de Chiapas, de 20 millones de dólares por recepción de remesas en 1995 se pasó a la cifra sin precedentes de 921 millones de dólares para el 2007 (Conapo 2014), lo cual representó, para ese periodo, una multiplicación del monto por más de cuarenta veces.
Cambios de la migración, otra relación con el territorio
En el contexto de la crisis de las economías campesinas, el proceso migratorio, a causa de la ausencia temporal de los hombres jóvenes y de la presencia de recursos monetarios derivados del envío de remesas, trajo consigo un conjunto de cambios de diversa índole en las formas en que los campesinos migrantes y sus familiares hacen uso y significan la tierra como territorio, en tanto espacio rural socialmente apropiado, intervenido de manera práctica y culturalmente dotado de significados.
No obstante, antes de continuar es necesario hacer un breve apunte descriptivo en torno a las formas en que, antes del proceso migratorio internacional de chiapanecos a EU, se hacía uso y se significaba el territorio como espacio apropiado socialmente por los diversos subgrupos de los que se componen las comunidades. Esto con el objetivo de tener un punto de referencia y contraste para poder abordar los cambios en los procesos de territorialización, a nivel del contexto local, relacionados con la migración y sus impactos.
Dado que se trató de comunidades campesinas de ascendencia indígena tojolabal de Las Margaritas en el contexto temporal de buena parte del siglo XX y hasta antes de mediados de la década de 1990 -periodo en que inicia la migración internacional- se presentaron dos procesos socioeconómicos y simbólicoculturales mediante los cuales los miembros de las localidades rurales -la mayoría de ellos ejidos- claramente se relacionaban con el territorio.
1) Uno de carácter práctico-utilitario de intervención material del territorio, a escala local, que tenía que ver con las actividades productivas relacionadas con la tierra y su cultivo, y que se manifestaban en las prácticas socioeconómicas de carácter de autoconsumo, pero también de tipo mercantil. En este contexto, y sin quitar relevancia a la producción del café como principal fuente de generación de recursos económicos, el énfasis principal se avocaba a los ciclos de cultivos agrícolas no perennes del maíz y el frijol, porque es sobre estos que se fundaba y funda primordialmente la reproducción social y material de las condiciones de existencia de los individuos y familias que habitan en las localidades rurales de Las Margaritas. De este modo, la agricultura indígena-campesina es una forma preponderante de apropiación práctica y material del territorio por parte de los miembros de las comunidades.
2) El otro tiene que ver con prácticas sociales y culturales a través de las cuales los campesinos miembros de las localidades se apropian y significan simbólicamente el territorio sobre el que se asienta la comunidad. Así, las formas de expresar la vinculación y cercanía con la tierra, como manifestación y concreción del territorio a escala local, son variadas y abarcan desde las ceremonias vinculadas con el ciclo agrícola y el entorno natural, como la celebración del inicio de lluvias, hasta las fiestas de fundación de la comunidad y las narraciones y relatos sobre la historia de los campesinos en la localidad y en las fincas cuando eran peones acasillados décadas atrás. En este tenor, el recuerdo, la celebración conjunta y el encuentro colectivo son algunas de las expresiones de apropiación sociocultural del territorio por parte de estos campesinos.
Sin embargo, a fin de tener un panorama más completo del escenario que se aborda es conveniente también señalar que ya desde varias décadas atrás, en una etapa previa a la salida de los campesinos para migrar a EU, se presentaban en la comunidad de estudio diversas dinámicas de relación y valoración de la tierra de un carácter no necesariamente práctico que se distinguían por la diferenciación social según la edad, el género y el cargo en la comunidad (entrevista con don Juan, diciembre 17, 2010, el Zacatal, Las Margaritas, Chiapas). Como se mencionó antes, estas tenían que ver con la forma en cómo se valoraba y percibía la tierra y el papel de esta dentro de la vida familiar y comunitaria.
Sin embargo, a partir del inicio y consolidación de los procesos migratorios, como parecen mostrarlo los datos etnográficos y los testimonios orales de los campesinos, estas vastas y complejas formas de uso del territorio de matiz sociocultural y no utilitario a escala local permanecen e incluso parecen incrementarse entre ciertos subgrupos de las comunidades (Diarios de campo, diciembre 2010 y marzo 2013; entrevista con don Juan, diciembre 17, 2010, el Zacatal, Las Margaritas, Chiapas).
En este sentido se acentúan las distintas formas de relacionarse con la tierra. Así, desde la mirada de los miembros de mayor edad de la comunidad, quienes no han tenido experiencias migratorias hacia EU, la tierra no se reduce a su mera valoración en términos económico-utilitarios y monetarios, por el contrario, además posee un conjunto de variados sentidos relacionados con la idea de la comunidad y con un proyecto comunitario de vida que, lejos de una idealización de la comunidad y sin omitir las tensiones y negociaciones internas, persigue un bien común en aras del beneficio colectivo (entrevista con don Pedro, diciembre 17, 2010, el Zacatal, Las Margaritas, Chiapas).
Asimismo, la tierra refiere y estimula la idea de que se trata de una herencia y legado de los ancestros indígenas, inmediatos y remotos. La tierra funciona también como el referente espacial de la memoria que remite a la época de las fincas, caracterizada por relaciones de poder muy desiguales y que los vinculan con el recuerdo de las condiciones de explotación, cuando sus antepasados eran peones de las fincas a principios y mediados del siglo XX (entrevista con don Juan, diciembre 17, 2010, el Zacatal, Las Margaritas, Chiapas). No obstante, la tierra también es y funge como patrimonio y herencia de carácter familiar y comunitario (entrevista con don Isaac, diciembre 15, 2010, el Zacatal, Las Margaritas, Chiapas), legado que hizo y hace posible producir y reproducir las condiciones sociales y materiales de la vida en comunidad, uno de cuyos fundamentos materiales y productivos es una agricultura de autosubsistencia.
Sin embargo, para los miembros jóvenes de la comunidad que han migrado a EU, la tierra, no obstante que en muchos casos también le atribuyen las valoraciones y significaciones que para los mayores tiene, igualmente connota otras significaciones. Significaciones que van desde concebirla como un medio para adquirir dinero y una propiedad a la que se pueden imputar fines prácticos y económicos -y en esa medida es factible que pueda ser vendida o intercambiada-, hasta vincularla y concebirla como el eje de un modo de vida difícil que demanda grandes cantidades de esfuerzo físico y que muy difícilmente garantiza los bienes de consumo que sí proporcionan otra clase de trabajos en otros lugares, por ejemplo, los trabajos en EU y/o en algunas de las urbes de México (entrevista con don Pedro, diciembre 17, 2010, el Zacatal, Las Margaritas, Chiapas).
En síntesis, los jóvenes consideran que la tierra como imagen de la agricultura campesina no provee cantidades significativas de dinero y se relaciona con una existencia de escasez socioeconómica y precariedad material (entrevista con don Juan, diciembre 17, 2010, el Zacatal, Las Margaritas, Chiapas).
Así, en función del sujeto social en cuestión, es factible que se le atribuyan a la tierra múltiples sentidos y significaciones, desde concebirla como recursos monetarios y bienes materiales, hasta percibirla como patrimonio-herencia, modos de vida agrícolas y símbolos socioculturales. En este abanico de múltiples sentidos y usos, hay una intrincada vinculación entre la comunidad, como un grupo de personas con un proyecto en común, y la tierra concebida como territorio, y este pensado como el espacio apropiado de forma simbólica, cultural y práctico-utilitaria.
No obstante, aún hace falta rastrear de manera mucho más detenida cuáles han sido y cómo se han transformado los usos sociales y los modos de propiedad de la tierra en referencia a los diversos miembros y grupos de la comunidad. Sin embargo, es un hecho que, para una porción significativa de las personas de las comunidades, la tierra es un medio y mecanismo para conservar, producir y reproducir las condiciones materiales y sociales de existencia de la comunidad.
Antes de concluir esta sección es pertinente reiterar que la situación de crisis económica de las localidades campesinas del área rural de Las Margaritas a finales del siglo pasado es el contexto de adversidad que permite explicar cómo, en un afán de recurrir a otro tipo de estrategias de obtención de recursos monetarios para la resolución de las necesidades socioeconómicas y de atención médica, estos campesinos de ascendencia tojolabal del sureste de Chiapas se vieron en la necesidad y opción de elegir migrar internacionalmente sin documentos migratorios a EU e intentar insertarse en diversos nichos de la economía norteamericana en trabajos manuales, principalmente en la agricultura y, en segundo término, en la construcción y la prestación de servicios.
Partiendo de la consideración del marco sociohistórico de la reciente migración transfronteriza de campesinos hacia EU y la consecuente y posterior incorporación sociolaboral de estos migrantes chiapanecos en el vecino país del norte, los envíos de recursos monetarios (remesas económicas) implicaron un espectro de cambios en las relaciones socioculturales y práctico utilitarias de los campesinos migrantes y exmigrantes, tanto con sus tierras en sus comunidades-localidades de procedencia, como con las personas de las localidades de origen que no migraron y con las cuales tienen diferentes relaciones familiares y sociocomunitarias.
En lo referente al uso y valoración familiar y comunitaria de la tierra como apropiación del territorio a escala local por parte de los diversos sectores de las comunidades que migraron y no migraron aconteció que:
1) En primer término, en algunos casos, la tierra, sin dejar de ser una posesión de los campesinos ausentes y migrantes, ya no pudo ser labrada y trabajada por ellos mismos debido a que estaban ausentes trabajando en EU. Así, de una vinculación de carácter fuertemente utilitaria -cuando aún no salían de su localidad para irse a EU y practicaban la agricultura-, se transitó a otro tipo de relación. Ya en el país vecino del norte estos campesinos migrantes chiapanecos construyeron una relación principalmente simbólico-cultural con la tierra, relación que se mantuvo a través del contacto y comunicación con sus familiares y compañeros de comunidad.
2) Otro escenario acontecido fue que las remesas económicas enviadas desde EU sirvieron en algunos casos para que otras personas, de la misma localidad o de otras localidades, fueran contratadas como jornaleros agrícolas internos para que laboraran las tierras de los migrantes. En este contexto, surge la pregunta de si este tipo de prácticas produce dinámicas de diferenciación social y económica interna, y en qué medida acontece esto. Sin duda, lo referido requiere un estudio más amplio y detallado al respecto.
3) O, por el contario, si los recursos monetarios que envían los migrantes sirvieron para adquirir los bienes comestibles que necesitaban sus familiares en las localidades de origen, con lo cual ya no fue indispensable continuar con la producción agrícola de autoconsumo y la tierra dejó de labrarse. La migración internacional, y sus diversas consecuencias: la ausencia temporal de los hombres jóvenes, el envío de dinero vía remesas, la comunicación y relaciones sociales entre migrantes y sus familiares vía las tecnologías de la información, etc., provocaron transformaciones de diversa índole al interior de la comunidad y en los vínculos entre los miembros de las localidades de origen y el territorio -tierra.
Conclusiones: la migración internacional y los cambios territoriales
Ahora bien, en lo que concierne a la relación del migrante con los miembros de su comunidad y familiares se encontró que, mientras los campesinos migrantes estaban trabajando en EU y ausentes de su localidad, encontraron y fomentaron otras formas a través de la tecnología moderna de estar presentes en su lugar de origen, tanto en el caso de sus familiares y conocidos, como en el de la comunidad.
Estas formas de estar ahí sin estar físicamente presente fueron, entre otras, el envío de remesas y ciertos bienes, las llamadas telefónicas, el uso del celular y, en menor medida y para el caso de los jóvenes, la utilización de redes sociales a través de Internet. Es cierto también que esto produjo diversos reacomodos tanto en las familias como a nivel de la comunidad, principalmente en relación con la serie de roles y labores que antes desempeñaba el campesino -ahora migrante- y que, debido a su ausencia, tenían que ser realizados ahora por algún miembro de su familia directa.
Para concluir y en concordancia con lo apuntado por otros estudios en relación con los procesos de reconfiguración comunitaria (Castillo 2012; Velasco 2005a, 2005b y 2008; Sánchez, 2004 y 2007), es necesario apuntar que la migración internacional de campesinos chiapanecos a EU, en tanto proceso de movilidad espacial de población para solventar ciertas necesidades y dentro del marco de adversas condiciones en los contextos locales de origen, generó una serie de cambios en las localidades de las que eran y son originarios los migrantes y que, entre otros, trastocaban ámbitos tan importantes de la vida socioeconómica que iban desde los vastos y elaborados procesos de apropiación del territorio en términos práctico-utilitarios y simbólico-culturales, hasta las dinámicas de la organización comunitaria.5