Introducción
Los problemas relacionados con la movilidad preocupan mucho a los criadores, ya que suponen un deslucimiento del espectáculo, y en los casos más graves una pérdida irreparable de aptitud del animal.
Genéricamente se utilizan los términos “caída” y “falta de fuerza” como sinónimos de un mismo proceso, significando ambos en ese contexto, la manifestación de una debilidad que conduce en ocasiones a la caída del animal. Este procedimiento cursa con debilidad muscular, incoordinación motora y pérdida transitoria de la estación y del equilibrio; denominado todo ello bajo el término común de “síndrome de caída”, el cual ha venido preocupando a distintos autores y estudiosos taurinos desde hace más de un siglo (Alonso et al., 1995b).
Este hecho ha sido descrito y citado por numerosos autores y comentaristas taurinos del siglo XVIII y XIX (Orensanz, 1950), pero la frecuencia de aparición de dicho problema empieza a ser preocupante en los ruedos a partir de la década de 1910; si bien con desigual manifestación, debido a la tauromaquia de la época. Es precisamente con la aparición del toreo moderno, a partir del torero Juan Belmonte (1892-1962), cuando la exigencia de humillar al toro para facilitar el toreo circular, hizo que la falta de fuerzas comenzara a manifestarse con mayor intensidad (Jiménez-Chamorro, 2000).
A partir de 1930, la presentación del síndrome se generaliza y las caídas son más frecuentes y alarmantes (Jordano y Gómez Cárdenas, 1954; Mármol, 1967). Afecta tanto a machos como a hembras y a ejemplares de todas las edades: toros, novillos, erales, becerros, vacas, etc. (Castejón, 1985; García-Belenguer et al., 1992); se observa en individuos de distintas ganaderías, independientemente de su peso y de la categoría de la plaza donde se lidian y de la distancia de ésta hasta la dehesa de origen (Jordano y Gómez Cárdenas, 1954). Además, dentro de una misma ganadería la respuesta es muy diversa (Orensanz, 1950). Arévalo (2008) y Alonso et al. (1995b), coinciden señalando que aquellos animales que manifiestan patrones de comportamiento indicativos de bravura y gran esfuerzo físico, presentan mayores frecuencias de caída total y de las formas leves de claudicación.
Las teorías que han tratado de explicar la etiología de la caída han sido muy numerosas y variadas; las más simples atribuyen el problema a razones físicas; como traumatismos del transporte, fraudes como el dopaje que pueda mermar la fuerza del animal, etc., fisiológicas por alteración en el proceso de glucolisis debido al estrés, debilidad muscular por largas estancias en corrales y chiqueros, etc; y las más complejas consideran que el origen del síndrome es genético, por la herencia de un gen determinante de la caída (Jordano y Gómez Cárdenas, 1954; Mármol, 1967; Rodero et al., 1985).
La realidad es que el toro de Lidia padece un síndrome de caída, derivado de múltiples causas predisponentes, que se ha mantenido durante los años con una incidencia variable. En este trabajo queremos analizar sus características y evolución durante los últimos 25 años.
Material y Métodos
En el presente trabajo hemos estudiado 2.225 animales de 3 a 5 años, de la raza de Lidia, durante cinco periodos (1991-1993, 2004-2006, 2007-2009, 2010-2012 y 2014-2016) en diferentes plazas de toros de 1ª y 2ª categoría, siguiendo la metodología y software de valoración etológica descrita por Alonso et al. (1995a), que consideran seis tipos diferentes de caídas en virtud de la gravedad de la claudicación, o del grado de incoordinación motora evidenciado por el animal (tabla 1).
Tipo de caída | Descripción |
---|---|
1 | Locomoción irregular, así como por el contacto momentáneo de la cara dorsal de la pezuña y/o la zona articular del menudillo con el suelo. |
2 | Flexión momentánea durante el apoyo de la articulación carpo-metacarpo o tarso-metatarso, existiendo contacto de dichas articulaciones con el suelo. |
3 | Contacto transitorio con el suelo, durante menos de 10 s, bien del esternón, papada y/o cabeza, o bien del corvejón, flanco y/o nalga, según se trate de las extremidades anteriores o posteriores, respectivamente. |
4 | El animal adopta una posición de decúbito lateral total o esternoabdominal, con duración inferior a 20 segundos; igualmente cuando en caída tipo 3 el contacto con el suelo tiene una duración superior a 10 s e inferior a 20 s. |
5 | Cuando el decúbito del animal (caída de tipo 4), o el contacto con el suelo que origina el tipo 3, se prolongan más allá de los 20 s, pero sin llegar a los 120 s. |
6 | Cuando el decúbito tiene una duración superior a 120 segundos. |
Mediante dicho programa informático se obtiene un registro secuencial de la manifestación de caídas a lo largo de todo el espectáculo y su clasificación; a su vez se registra el momento de inicio de cada uno de los tercios, de este modo es posible saber en qué parte del espectáculo se ha producido cada una de las caídas y la frecuencia de cada tipo de claudicación en las diferentes partes de la lidia. Los resultados estadísticos se han obtenido haciendo uso del programa Statistica para Windows.
Resultados y Discusión
Animales devueltos
En la tabla 2 se observa la evolución de los animales devueltos durante cada periodo estudiado, observando una disminución general en el porcentaje de individuos a lo largo de los años.
Periodo (años) | Animales lidiados | Animales devueltos | Porcentaje devueltos |
---|---|---|---|
1991-1993 | 737 | 55 | 7,46 % |
2004-2006 | 650 | 43 | 6,21 % |
2007-2009 | 475 | 16 | 3,37 % |
2010-2012 | 263 | 13 | 4,94 % |
2014-2016 | 100 | 4 | 4 % |
La mayoría de los ejemplares fueron devueltos después del tercio de varas, donde existe un mayor desgaste físico del toro que evidencia habitualmente la falta de fuerza que imposibilita la continuación de la lidia. La evolución del 7,46 % y el 6,21 % de animales devueltos durante los primeros periodos al 4% actual demuestra una mejor preparación física del animal, gracias a la mejora en alimentación y los protocolos de entrenamiento físico implementados en la mayoría de las ganaderías en los últimos diez años.
En el presente estudio, únicamente se registraron los signos clínicos de un problema que puede verse originado por múltiples causas; entre ellas, el estrés sufrido por el animal en el transporte hasta la plaza, o durante su estancia en los corrales. Obviamente el transporte ha evolucionado mucho en los últimos años, tanto los vehículos como las carreteras, mejorando las condiciones y duración del mismo; lo que puede haber disminuido el estrés del toro y ello influir en la manifestación de caídas en la plaza. Igualmente, las instalaciones y corrales de las plazas de toros actualmente son más amplias y confortables para el animal, lo que sin duda incide en el bienestar previo a la lidia.
Frecuencia de presentación de caída
El porcentaje total de toros que presentaron algún tipo de caída ha ido disminuyendo con los años, del 99.56% registrado inicialmente (1991-1993) al 79,82% registrado en los últimos tres años 2014-2016, (Gráfico 1).
Los datos explican que la gran prevalencia que existía durante la década de los 90¨s del síndrome de caída, ha ido disminuyendo hasta la actualidad. En la década de los 80, Castejón (1985) afirma que en la plaza de Madrid se llegó a pedir la devolución a los corrales del 80% de los toros por mostrar debilidad; este problema se ha ido reduciendo en los últimos años, presumiblemente, en relación con una mejora en el manejo alimentario y sanitario (Bartolomé et al., 2011); sin embrago las caídas persisten y es un gran problema a solucionar.
Otros autores han estudiado la caída, pero cada uno con un método de valoración diferente, lo que hace que no podamos comparar los resultados (Jordano y Gómez Cárdenas (1954), García-Belenguer et al. (1992), Alonso Menéndez et al. (2007), Aceña et al. (1995) y Costa (1992).
Duración de las diferentes partes de la lidia y distribución de la caída por tercio
La duración media de la lidia en nuestro estudio se eleva de 14,07 min en los ´90, hasta los 17,65 min actuales; básicamente por un aumento de la duración del tercio de muleta, acentuado en los últimos años (Tabla 3).
Periodo (años) | n | Inicio | Varas | Banderillas | Muleta | Lidia completa |
---|---|---|---|---|---|---|
1991-1993 | 682 | 92,62 | 154,41 | 195,09 | 406,05a | 844,45 |
2004-2006 | 650 | 144,81 | 127,56 | 135,39 | 587,96b | 995,93 |
2007-2009 | 475 | 131,8 | 156,5 | 158,5 | 565,9b | 1012,6 |
2010-2012 | 233 | 134,72 | 173,99 | 174,92 | 519,78b | 1003,41 |
2014-2016 | 100 | 129,22 | 161,92 | 163,87 | 634,21c | 1059,22 |
El predominio del último tercio concuerda con las valoraciones efectuadas por Sanes et al. (1994), que señalan que la duración del tercio de muleta supone el 38.37%, 48.08% y 50.85% del tiempo total de lidia. En nuestro caso hemos observado para los años más recientes, objeto de nuestro estudio, un incremento de este porcentaje hasta el 51.82%, el porcentaje más alto registrado para este tercio en comparación con los estudios anteriores.
Si bien la duración de estos periodos de la lidia va a depender de forma considerable, en primer lugar, de la categoría de la plaza, pues en plazas de primera se contabiliza un tercio de varas de mayor duración, dado que es imprescindible que el animal acuda al menos dos veces al caballo, y el tercio de banderillas suele ser más lúcido y largo. En segundo lugar dependerá de la destreza de los toreros, y por último de la procedencia del toro; es sabido que algunos encastes suelen caracterizarse por la fijeza y repetición de las embestidas en el capote, siendo por tanto animales propicios para realizar tercios de varas y banderillas cortos (Domecq, 2008); mientras que otros se caracterizan por ser muy “abantos”, es decir animales distraídos, que en los inicios no fijan su atención en ningún estímulo, prolongando de esta forma la duración de los tercios precedentes al de muleta (Purroy, 2003; Rodríguez Montesinos, 2002).
Es el tercio de muleta el que presenta la mayor aparición de caídas en todos los periodos estudiados, las manifestaciones de caída se agravan y aumentan de frecuencia a medida que transcurren los diferentes tercios de la lidia, llegando en la muleta a más del 55% de las claudicaciones (tabla 4).
Los animales en los primeros tercios se mueven a mayor velocidad que en fases sucesivas, empleando en ejercicios como media el 41% del tiempo total del tercio, lo cual confiere al esfuerzo un carácter intermedio entre el modelo continuo y el patrón de ejercicio intermitente. En cambio, en el tercer tercio, el toro adopta un modelo de ejercicio intermitente, durante el cual se alternan muletazos de largo recorrido, aislados o en serie. Este tipo de movimiento de cabeza baja durante el 45.6% del tiempo del tercio, predispone al animal a sufrir caídas de tipo 1, 2 y 3, fundamentalmente. Además, el animal acumula en este momento un estado elevado y progresivo de fatiga, evidenciado por la abertura de la boca en el 47.3% de su tiempo y el aumento de la frecuencia respiratoria.
Periodo (años) | n | Inicio | Varas | Banderillas | Muleta |
---|---|---|---|---|---|
1991-1993 | 682 | 9,06 | 18,88 | 11,82 | 55,76 |
2004-2006 | 650 | 13,94 | 13,98 | 7,52 | 64,52 |
2007-2009 | 475 | 10,56 | 21,11 | 9,44 | 58,95 |
2010-2012 | 233 | 8.67 | 22.80 | 10.07 | 58.60 |
2014-2016 | 100 | 9,74 | 23,80 | 8,91 | 57,55 |
Asimismo, como hemos mencionado anteriormente, teniendo en cuenta que el tercio de muleta es el último de la lidia y es el de mayor duración, es comprensible que la mayoría de las caídas se expresen en este tercio. Por otro lado, el menor número de caídas se registran en el tercio de banderillas, donde el toro realiza un menor esfuerzo físico, es decir, no se desplaza tanto como en el inicio; se le permiten ciertas pausas y el animal fundamentalmente se cita a cuerpo limpio por el banderillero, embistiendo con la cabeza alta, con desplazamientos rápidos, pero de corto recorrido.
Tipos de caídas experimentadas
Las variedades de claudicación de tipo 1 y 2 pueden pasar inadvertidas para cualquier espectador que no esté pendiente de las extremidades del toro, pues estas caídas leves no suponen una interrupción apreciable del normal discurrir del espectáculo. Las caídas 3, 4, 5 y 6 sí suponen un problema evidente para la lidia, causando interrupciones que deslucen la faena. En este sentido, el animal ha disminuido de forma considerable el padecimiento de caídas más graves en los dos últimos periodos estudiados (2010-2012 y 2014-2016), gracias a su mejor adaptación al espectáculo; hecho evidenciado por la no presentación de caídas 4, 5 y 6 en estos periodos. Sin embargo, vemos que los porcentajes de animales que presentan caídas siguen siendo altos: más del 60% de los animales sufren caídas tipo 1 y 2 en los últimos años (tabla 5).
Periodo (años) | n | Caída 1 | Caída 2 | Caída 3 | Caída 4 | Caída 5 | Caída 6 |
---|---|---|---|---|---|---|---|
1991-1993 | 682 | 98,24 | 80,94 | 58,21 | 12,46 | 4,55 | 0,15 |
2004-2006 | 650 | 89,94 | 76,3 | 82,78 | 17,84 | 4,23 | 0 |
2007-2009 | 475 | 51,29 | 69,03 | 57,74 | 17,74 | 0,97 | 0,32 |
2010-2012 | 120 | 79,38 | 69,22 | 59,85 | 10,11 | 0 | 0 |
2014-2016 | 100 | 69,73 | 61,28 | 47,28 | 8,23 | 0 | 0 |
En el gráfico 2 se aprecia, cómo estos porcentajes han disminuido con el paso de los años, siendo la caída tipo 1 mayoritaria en los años 90 (69,4% de las caídas), para ocupar actualmente los tipos 1 y 2 una tasa muy similar (35,12% y 35,62%).
El número de caídas tipo 1, 2 y 3 se ha uniformizado, ocupando porcentajes muy similares en los últimos 10 años. La reducción del número de caídas y la disminución de su gravedad vienen acompañadas de mejoras en el campo de la selección genética y la alimentación del toro en su fase de acabado, complementadas con la introducción de protocolos de entrenamiento físico, que según los estudios de Agüera et al. (1998 y 2001) contribuyen a preparar la fisiología del toro al esfuerzo físico que desarrolla durante la lidia, para el cual no está adaptado por su naturaleza sedentaria (Picard et al., 2006). Quizá actualmente, la selección más exhaustiva del ganadero influya en la cría de un animal más adaptado fisiológicamente al esfuerzo físico que conlleva la lidia (Escalera et al. 2012; 2013)
Conclusión
La disminución en la tasa y gravedad de las caídas observadas en los últimos 25 años, refleja un cambio en las condiciones físicas del animal, fruto del trabajo de la mejora en la alimentación del ganado y de una selección exhaustiva del ganadero; descartando para la reproducción a los animales que manifiestan síntomas de debilidad durante la tienta; sumadas a la preparación física llevada a cabo durante los últimos años mediante protocolos de entrenamiento. Por otra parte, quizá los animales con el tiempo han adquirido una mayor adaptación fisiológica al estrés, que conlleva el transporte y la propia lidia, que les permite afrontarla con mayores garantías energéticas.