Introducción
Los estudios sobre el uso del fuego en sociedades paleolíticas de diferentes partes del mundo han tratado de entender la gestión del fuego en su aplicación (o uso) tanto cotidiana-doméstica (cocción, iluminación y calefacción) como especializada (o específica) en el entorno artesanal, simbólico y especialmente ritual (Lieberherr 2006). Este último caso es el que exploramos en esta investigación.
Los estudios realizados en la costa norte de Perú, han recibido poca atención de los diferentes investigadores, limitándose a algunos estudios como: los hornos del periodo formativo en Lambayeque (Shimada et al. 1994), las estructuras y productos de combustión en Cerro Ñañeñique, Piura (Guffroy et al. 1994), y recientemente una aproximación tipológica de las áreas de combustión registradas en el núcleo urbano moche, Trujillo (Castillo et al. 2015).
La costa norte de Perú fue escenario del desarrollo y organización sociopolítica de una de las sociedades más grandes de la prehistoria andina, conocida como moche (Figura 1). Esta sociedad se adaptó al ambiente costero y dominó amplios valles fértiles por el norte con el sistema de tres valles (el valle alto de Piura, el sistema de valles del bajo Lambayeque y el sistema de valles del bajo Jequetepeque) y al sur mantuvo un carácter unitario, con los valles Chicama, Moche, Virú, Chao, Santa y Nepeña (Castillo y Uceda 2008). De esta manera fomentaron proyectos de irrigación de gran magnitud, logrando la mejora de la agricultura y mejorando la economía (Canziani 2012).
En el valle de Moche se erigió la ciudad de Huacas del Sol y de la Luna, en la margen izquierda del río Moche, al pie del enigmático Cerro Blanco, a unos 5 minutos al sureste de la actual ciudad de Trujillo (región La Libertad, Perú). La parte baja del valle de Moche pertenece a la formación ecológica desierto Pre-Montano. Presenta el suelo plano y apto para el cultivo de plantaciones de prolongado periodo vegetativo por ser arcilloso y arenoso. El relieve topográfico es ondulado con formaciones de cerros aislados, cuya altitud no supera los 1 430 msnm (cerro Santo Domingo); además cuenta con suelos aluviales, pampas y colinas per áridas y zonas desérticas con muy escasa vegetación (ONERN 1973).
Las evidencias registradas por más de 25 años de investigaciones indican que existen tres grandes periodos en la historia del sitio Huacas del Sol y de la Luna. Los dos primeros corresponden a la ocupación moche, uno en el periodo que va desde el 100 o 200 hasta 650 dC, y otro desde el 650 al 850 dC. El tercer periodo corresponde a las manifestaciones culturales posteriores al abandono definitivo del sitio por parte de los Moches, desde 900 dC y hasta la llegada de los españoles (Uceda 2010). El contexto utilizado para este trabajo se ubica cronológicamente a finales del primer periodo (550-650 dC).
La antigua ciudad Moche estuvo constituida por dos grandes edificios, uno de carácter ceremonial (templo viejo de Huaca de la Luna) y otro de carácter palacial o administrativo (Huaca del Sol). En la explanada que divide ambos edificios se construyó una serie de barrios bien organizados delimitados por calles, callejones y plazas (Uceda y Meneses 2016). El templo viejo forma parte del complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna (Uceda 2008a, 2008b, 2010, 2013; Uceda et al. 2016). Este edificio fue construido sobre las faldas del cerro Blanco, cuya forma final es el resultado de la superposición de cinco edificios -A, BC, D, E y F-, de los cuales el A es el más tardío (Uceda y Tufinio 2003). Dentro se construyeron diversos espacios funcionales o componentes arquitectónicos que se complementan entre sí y forman parte de la dinámica religiosa elaborada por la élite sacerdotal, quienes tenían el dominio de esta sociedad y realizaban rituales para legitimar su poder (Figura 2).
En 2014, se descubrió un espacio ceremonial en el lado este de la plaza principal del templo viejo de Huaca de la Luna (Castillo et al. 2015). Este espacio se caracteriza por tener un tablado delantero en cuyo primer piso se registraron estructuras de combustión y vestigios de incendio; al sur de este espacio, un recinto con altar cuyos muros estaban decorados con relieves propios de la cosmovisión moche. Las primeras interpretaciones sugirieron que se trataría de un área de purificación de mucha importancia, por tratarse del nexo entre el espacio más público (plaza principal) y las áreas más privadas y de acceso restringido (zonas de sacrificio y altar mayor). Sin embargo, la presencia de estructuras de combustión cuestionaba la ritualidad de este espacio con la pregunta: ¿Cuál era la función de las estructuras de combustión del área de los purificadores del templo viejo de Huaca de la Luna en relación con los rituales y ceremoniales que tuvieron lugar en el templo? Para responder esta pregunta se ha realizado un estudio multidisciplinario, partiendo del análisis de materiales bioarqueológicos e interpretándolos con los datos etnohistóricos e iconográficos.
Los análisis de los materiales recuperados a nivel macroscópico fueron realizados en las instalaciones del Centro de Investigación del Museo Huacas de Moche; mientras los análisis de microrrestos fueron realizados en el Centro de Investigaciones Arqueobiológicas y Paleoecológicas Andinas “Arqueobios” de la Universidad Nacional de Trujillo.
El área de los purificadores
Descripción de los espacios y sus contextos asociados
Las primeras excavaciones en el área de los purificadores fueron realizadas en la temporada 1998-1999 por Armas et al. (2004), quienes definieron gran parte de la arquitectura redescubierta (desde la R3A hasta la R7A). Por otro lado, la trinchera realizada en la temporada 2006 (Tufinio 2007) permitió definir el extremo sur de esta área, que abarca desde el arranque de la rampa R1A hasta el forado en el Recinto 5A. Finalmente, en la temporada 2012 se retiró gran parte del material eólico y escombros que cubrían las estructuras en la parte central de esta área, lamentablemente esta actividad no fue culminada entonces (Orbegoso et al. 2013). Finalmente, en la temporada 2014 (Castillo et al. 2015) se realizó la excavación completa y se consiguió definir los elementos arquitectónicos que se redescriben a continuación:
Este espacio forma parte de la última remodelación (edificio A) del templo viejo de Huaca de la Luna (Figura 3). Ocupa un área que va desde la rampa R3A hasta el arranque de la rampa R1A. Este elemento forma parte de la denominada Terraza 2A y conformaría la sección sur. Se encuentra construida sobre el escalón E7AB-E, donde se han evidenciado hasta tres remodelaciones o tres pisos arquitectónicos (piso 1, 1a y 1b), siendo 1b el más temprano. El acceso a este espacio se realizaba por el norte, a través de la rampa R3A y por el sur, a través de la rampa R7A. Esta última rampa se encuentra empotrada y tiene forma de L, con el eje mayor orientado de oeste a este.
El área presenta -al norte- un amplio tablado donde se han registrado diversos fogones del tipo plano (Fg18, Fg19, Fg20, Fg21a y Fg21b), cuya excavación se detalla más adelante; además se han registrado tres testigos de incendio (TI3 al TI5) en el paramento oeste de la rampa R3A.
Al sur de la rampa R7A se encuentra una especie de atrio con banqueta (B10A); el cual presentaba un muro límite al sur con vano de acceso que permitía la comunicación con un pequeño espacio denominado: Recinto 5A (Figura 4). El atrio debió estar techado, a juzgar por la presencia de tres hoyos de postes en el extremo oeste. El muro este y el sur presentaban los paramentos decorados con relieves, en los que destacan dos oficiantes tomados de la mano y cuatro paneles donde se habrían representado personajes del panteón moche, cuyo estado de conservación no permite definirlos con claridad, pero se ha optado por denominarlos temas complejos 3 y 4.1 Dentro del Recinto 5A se encontraba un forado de huaqueo; el cual permitió identificar arquitectura y pintura mural asociadas con el edificio anterior. La decoración era distinta a la del último edificio: diseños geométricos pintados de color blanco, rojo y amarillo.
Durante el proceso de excavación del relleno del piso 1a se pudo identificar una concentración de restos vegetales mezclados con material suelto (Figura 5), cuya identificación taxonómica se detalla más adelante. Entre los escasos fragmentos de cerámica, se recuperó un cuerpo decorado cuya iconografía ha sido definida como las ceremonias de “bádminton” (Kutscher 1950; Donnan 1985). Asimismo se recuperó una porción de madeja de textil.
Excavación de las estructuras de combustión
En el área de los purificadores se han registrado cinco fogones (Fg18, Fg19, Fg20, Fg21a y Fg21b) asociados con diversos pisos arquitectónicos del extremo norte de la Terraza 2A correspondiente al último edificio del templo viejo de Huaca de la Luna (edificio A). Sin embargo, solo los dos primeros fueron excavados en su totalidad, mientras de los restantes solo fueron registrados y muestreados para esta investigación. El muestreado de carbones se realizó con tamizado en seco, al igual que los restos óseos, vegetales y malacológicos. Las muestras para micro restos fueron guardadas en papel aluminio y posteriormente seleccionadas en tubos.
Fogón 18
La excavación completa ha permitido identificar dos grandes episodios en el uso de esta estructura (Figura 3). La primera (la más temprana) se asocia con el piso 1a (a 45.07 msnm); el cual presentaba evidencias de hoyos con restos de pupas. Se trata de un fogón del tipo plano (Castillo et al. 2015), que se caracteriza por tener el piso con alteración térmica de color rojizo de forma semicircular, cuyas medidas son: 0.25 m de largo, 0.2 m de ancho y un espesor de 0,02 m (Figura 6 y 7).
El segundo episodio está conformado por tres depósitos superpuestos de ceniza que cubren la estructura anterior. El primer depósito estaba compuesto de ceniza negra, con un espesor máximo de 0.05 m. El segundo, de ceniza gris oscura con un espesor máximo de 0.04 m. El tercero está compuesto de ceniza gris clara con un espesor máximo de 0.03 m (Figura 8).
En el extremo oeste se pudo apreciar una intrusión en forma de cubeta simple adosada al paramento. Se trataría de una estructura de combustión del tipo adosado a muro simple y está asociado con el piso 1 (Castillo et al. 2015). El paramento asociado corresponde al lado oeste de la rampa R3A y se encontraba sumamente termoalterado de color rojizo. La cubeta en forma de media luna presenta en los bordes una fuerte oxidación producto del calor de la combustión y tenía una orientación hacia el norte. Las medidas son: 0.43 m de largo, 0.12 m de ancho y una profundidad máxima de 0.06 m. Asimismo, se realizaron varios muestreos para los respectivos análisis que se presentan en esta investigación y otros que han sido guardados para futuras investigaciones.
Fogón 19
Se trata de una estructura de combustión del tipo plano (Castillo et al. 2015). El fogón tiene una planta de forma ovoide, a partir de la huella el piso 1a de la Terraza 2-Sección B, el cual está altamente termo alterado (oxidación de los sedimentos) y en la parte central presenta una coloración gris (Figura 3). Sus dimensiones son: 0.38 m de largo en su eje sur-norte por 0.25 m de ancho y a una altura inicial de 45.08 msnm. Al sureste, en el paramento de la rampa R3A se observa una huella de incendio (TI3); sin embargo, es poco probable sugerir que esta alteración térmica sea producto del calor ocasionado por este fogón (Figuras 9 y 10).
El área de evacuación ubicada al noroeste (a una altura de 44.03 msnm) se encontraba un poco removida y mezclada con arena eólica; sin embargo, se apreciaba su composición de finos depósitos de ceniza.
Fogón 20, 21a y 21b
Se trata de tres estructuras de combustión del tipo fogón plano, de acuerdo con la tipología para Huaca de la Luna (Castillo et al. 2015). Inicialmente se consideró que el Fg21a y Fg21b eran una sola estructura; estos fogones fueron identificados tras la limpieza del pozo de huaqueo que destruía el lado oeste del piso 1a; el cual permitió identificar el piso más temprano -piso 1b- a 44.45 msnm (Figura 11). Aunque no fueron excavados, se realizaron los muestreos sistemáticos para esta investigación.
Análisis de macro y micro restos
Los análisis de macro restos están divididos en dos acápites: el primero se refiere a los restos recuperados en la excavación del área de los purificadores; el segundo, corresponde a los llamados “objetos purificadores”.
Análisis de los restos recuperados
Del proceso de excavación se recuperaron 403 restos orgánicos que fueron analizados e identificados. Un total de 190 restos completos e incompletos son de origen vegetal (47.1% del total de la muestra), 53 de restos malacológicos (13.2%) y 160 de restos óseos (correspondiente a 39.7% de la muestra restante) (Cuadro 1). El material proviene de tres contextos: del relleno del piso 1a y del cribado realizado en la excavación de los fogones Fg18 y Fg19. Existen otros elementos recuperados que no han sido considerados en este análisis, como el caso del algarrobo (Prosopis sp.) proveniente de los hoyos de postes.
Taxa | RP1a | Fogones | Subtotal | ||||
Familia | Especie | N. Común | Fg18 | Fg19 | # | % | |
De consumo | Inga feuillei | pace | 13 | 13 | 6.8 | ||
Arachis hypogaea | maní | 8 | 8 | 4.2 | |||
Zea mays | maíz | 20 | 9 | 29 | 15.3 | ||
Utilitarios | Lagenaria sicesaria | mate | 3 | 4 | 7 | 3.7 | |
Gynerium sagittatum | caña brava | 64 | 64 | 33.7 | |||
Thypa angustifolia | enea | 4 | 4 | 2.1 | |||
Caelsapinia spinosa | tara | 51 | 51 | 26.8 | |||
Canna sp. | achira | 1 | 1 | 0.5 | |||
Diverso | tallos n.i | 13 | 13 | 6.8 | |||
Total | 177 | 9 | 4 | 190 | 100.0 | ||
Porcentaje | 93.2 | 4.7 | 2.1 | ||||
Gastropoda | Tegula atra | caracol negro | 5 | 3 | 8 | 15.1 | |
Prisogaster niger | caracolito turbinado | 1 | 16 | 2 | 19 | 35.8 | |
Polinices uber | caracol blanco | 1 | 1 | 1.9 | |||
Thais chocolata | caracol común | 1 | 1 | 1.9 | |||
Thais haemastoma | caracol | 3 | 1 | 4 | 7.5 | ||
Scutalus proteus | caracol terrestre | 5 | 1 | 4 | 10 | 18.9 | |
Pelecypoda | Donax obesulus | maruchas | 1 | 7 | 8 | 15.1 | |
Crustacea | Platyxanthus orbignyi | cangrejo violaceo | 2 | 2 | 3.8 | ||
Total | 10 | 34 | 9 | 53 | 100.0 | ||
Porcentaje | 18.9 | 64.2 | 17.0 | ||||
Pisces | Sphyma sp. | cabeza de martillo | 1 | 1 | 0.6 | ||
Galeichthys peruvianus | bagre | 1 | 1 | 0.6 | |||
Merluccius gayi | merluza | 3 | 3 | 1.9 | |||
Mugil cephalus | lisa | 3 | 3 | 1.9 | |||
Paralonchurus peruanus | suco | 2 | 2 | 1.3 | |||
Sciaena deliciosa | lorna | 54 | 54 | 33.8 | |||
Cynoscion sp. | cachema | 4 | 4 | 2.5 | |||
Anisotremus scapularis | chita | 5 | 5 | 3.1 | |||
Sarda chiliensis | bonito | 2 | 2 | 1.3 | |||
Pez N/I | 8 | 8 | 5.0 | ||||
Mammalia | Cavia porellus | cuy | 1 | 1 | 2 | 1.3 | |
Lama sp. | llama | 54 | 21 | 75 | 46.9 | ||
Total | 55 | 105 | 0 | 160 | 100.0 | ||
Porcentaje | 34.4 | 65.6 | 0.0 |
Del relleno del piso 1a se registraron: 13 fragmentos de vainas de Inga feuilleei y 8 de Arachis hypogea, 20 corontas de Zea mays, 3 fragmentos de Lagenaria sicesaria, un fragmento de hoja de Canna sp., fragmentos de Caelsapinia spinosa; así como hojas foliares (un fragmento con nudo) de Thypha angustifolia y lo más relevante fueron los dos objetos trabajados (hojas foliares dobladas formando una especie de disco) de Gynerium sagittatum, entre otros fragmentos de hojas no identificadas (Figura 12). Entre los restos malacológicos se han recuperado: 1 Prisogaster niger, 3 Thais haemastoma, 5 Scutalus proteus y 1 Donax obesulus. Finalmente, se identificó un hueso de Cavia porcellus y 54 fragmentos de huesos de Lama sp., de las cuales se aprecian huellas de corte en dos vértebras y una costilla.
La excavación del fogón Fg18 permitió recuperar nueve fragmentos de corontas de Zea mays, así como restos de carbón cuya especie no se ha identificado. Entre los restos malacológicos se registraron 5 Tegula atra, 16 Prisogaster niger, 1 Polinices uber, 1 Thais chocolata, 1 Thais haemastoma, 1 Scutalus proteus, 7 Donax obesulus y 2 Platyxanthus orbignyi. Entre los restos óseos se identificaron vértebras de los siguientes peces: Sciaena deliciosa (54 elementos), Anisotremus scapularis (5), Cynoscion sp. (4), Merluccius gayi (3), Mugil cephalor (3), Paralonchurus peruanus (2), Sarda chiliensis (2), Sphyma sp. (1) y Galeichtys peruvianus (1); así mismo, se identificó 1 espina de Paralonchurus peruanus y 8 restos no identificables de peces diversos, además de un maxilar de Cavia porcellus y 21 restos óseos de Lama sp.
De la excavación del fogón Fg19 sólo se recuperaron nueve fragmentos de Lagenaria sicesaria y, entre los restos malacológicos, se identificaron: 3 de Tegula atra, 2 de Prisogaster niger y 4 de Scutalus proteus.
Análisis de los objetos purificadores
Este análisis se basó en un trabajo más exhaustivo de objetos vegetales, similares a los recuperados en las excavaciones del relleno del piso 1a del área de los purificadores (Figura 5). La revisión bibliográfica de los trabajos realizados en más de 25 años en el Proyecto Arqueológico Huaca del Sol y de la Luna mostró que ya se habían registrado anteriormente. El caso más temprano correspondía a discos de “carrizo” asociadas con el mural de la escalera y la ola provenientes de la Plataforma III de Huaca de la Luna (Tufinio et al. 2011: 170; Figura 10) y otros descontextualizados de “caña brava” (Tufinio et al. 2009: 153; Figura 35). Asimismo, se tenía registro del hallazgo de discos similares y más complejos recuperados durante la excavación de las secciones 2 y 4 de la Huaca del Sol (Tufinio et al. 2013; Tufinio et al. 2014).
En la iconografía moche se puede apreciar que estos discos no eran objetos aislados, sino iban atados a una cuerda y con una especie de lastre amarrado. En muchos iconos se aprecia que estos objetos funcionaban como cometas de papel del tipo plano. Las cometas están conformadas por una vela (disco), cola (la soguilla) y el lastre que sería una especie de tubo al cual iba atado.
El análisis de los objetos elaborados con vegetales de todas las áreas del complejo permitió identificar las tres partes que componen este artefacto. Por tal razón, los análisis se realizaron de acuerdo con la naturaleza del mismo (Cuadro 2). La muestra analizada estaba conformada por 521 elementos, provenientes de la Huaca del Sol (86%), seguido por 13.4% de la Plataforma III y, en menor proporción, las recuperadas en el área de los purificadores de Huaca de la Luna (0.6%).
Taxa | PLZ 1 | PLT III | HS | ||||||
Especie | N. Común | # | % | ||||||
Disco | Gynerium sagittatum | caña brava | 1 | 7 | 34 | 42 | 77.8 | 54 | 10.4 |
Phragmites australis | carrizo | 7 | 2 | 9 | 16.7 | ||||
Typha angustifolia | enea | 1 | 1 | 2 | 3.7 | ||||
NI | 1 | 1 | 1.9 | ||||||
Soguilla | Agave sp. | maguey | 1 | 1 | 0.2 | 456 | 87.5 | ||
Cyperus sp. | junco | 38 | 255 | 293 | 64.3 | ||||
Furcraea sp. | cabuya | 3 | 3 | 0.7 | |||||
Gynerium sagittatum | caña brava | 2 | 64 | 66 | 14.5 | ||||
Phragmites australis | carrizo | 80 | 80 | 17.5 | |||||
Schoenoplectussp. | totora | 3 | 3 | 0.7 | |||||
Typha angustifolia | enea | 1 | 9 | 10 | 2.2 | ||||
Lastre | Gynerium sagittatum | caña brava | 1 | 1 | 9.1 | 11 | 2.1 | ||
Phragmites australis | carrizo | 1 | 9 | 10 | 90.9 | ||||
Total por sector | 3 | 70 | 448 | 521 | |||||
Porcentaje por sector | 0.6 | 13.4 | 86.0 |
Los discos
Se trata de objetos conformados por hojas foliares dobladas a manera de disco u ovillo con nudo. La muestra está conformada por 54 elementos (10.4% del total de la muestra); la mitad de estos objetos se encontraban en muy buen estado de conservación (completos); la mayor parte (79.6%) corresponde a objetos elaborados de Gynerium sagittatum “caña brava”, seguidos del “carrizo” Phragmites australis (16.7%) y en menor proporción un objeto de Typha angustifolia enea y otro del cual no se pudo identificar la especie.
En los 25 objetos completos se pudieron tomar medidas muy variables, que van desde los 45 mm hasta los 240 mm de diámetro; la mayoría osciló entre los 90 mm y 110 mm de espesor (Figura 13). No obstante, el objeto de “enea” presentaba una forma diferente, que semejaba un ovillo con la base plana.
Las soguillas
Según la forma, la mayor parte correspondería a elementos de fibras u hojas foliares con torsión en S o Z. Estas soguillas corresponden a 87.5% del total de la muestra (456 objetos analizados), en gran parte son fragmentos, de los cuales 49 presentaban nudo (Figura 14a). De acuerdo con el origen de la fibra, la mayor parte corresponde a Cyperus sp. “junco” (293 objetos correspondientes a 64.3% de esta forma); la especie que le sigue es el Phragmites australis “carrizo” con 80 elementos (17.5%), después el Gynerium sagittatum “caña brava” con 14.5%, en menores proporciones se ha registrado elementos hechos de Typha angustifolia “enea” (2.2%), Furcraea sp. “cabuya” y Schoenoplectus sp. “totora” (0.7 % respectivamente) y Agave sp. “maguey” con 0.2%.
Los lastres
En los análisis preliminares se revisaron un total de 380 tallos recuperados en los diversos contextos de la Plataforma III y Huaca del Sol; pero solo 11 elementos presentaban evidencias de haber sido trabajados. Se trataría de pequeños tubos cortados de tal manera que servían como lastre al que se ataba la soguilla. Estos tubos estuvieron elaborados con Phragmites australis “carrizo” o Gynerium sagittatum “caña brava” (Figura 14b).
Análisis de microrestos
El interés principal de esta investigación era identificar fitolitos2 (de origen vegetal); sin embargo al no contar con una muestra de referencia inmediata, se realizaron los primeros trabajos experimentales con dos especies endémicas como Gynerium sagittatum “caña brava” y Thypa angustifolia “enea” que debieron tener un carácter ritual para esta sociedad (Castillo 2017). En el primer caso, el resultado trajo el aislamiento de elementos microbotánicos de porciones de epidermis foliar mostrando células largas de sílice, estomas y cuerpos de sílice esféricos (Figura 15a); asimismo se aislaron fitolitos de hojas (Figura 15b). En el caso de la “enea” se aisló un fragmento de tejido epidérmico de hoja y parénquima (Figura 15c) y un fitolito esférico (Figura 15d).
La identificación y cuantificación de fitolitos permiten la obtención de información del tipo de planta utilizada (Albert y Portillo 2005). En la actualidad, existe una gran variedad de métodos para la extracción de fitolitos de los sedimentos que se ajustan a las características de cada yacimiento, así como a las necesidades de estudio. Generalmente, las muestras se tratan con reactivos químicos, para disolver todo material no silíceo y, posteriormente, se separan en diferentes fracciones con base en la densidad propia de los componentes silíceos (Albert 2000; Albert et al. 1999; Albert y Portillo 2005; Albert y Weiner 2001; Guevara 1973; Mulholland y Rapp 1992; Reichert 1913; Loy 1990; Piperno 2006; Torrence y Barton 2006; Twiss et al. 1969). No obstante, en estos análisis también se ha incluido la identificación de granos de almidón y otros elementos microbotánicos presentes.
Un total de 22 muestras se tomaron de los fogones arqueológicos; sin embargo, para este estudio se han considerado un total de ocho muestras de suelos, que han sido sometidas a análisis microscópicos. En todas las muestras de sedimentos se detectó la presencia de granos de almidón y/o fitolitos, cuyos resultados se detallan a continuación (Cuadro 3).
FG18 | FG19 | FG20 | FG21a | FG21b | ||||||
Familia | Especie | N. Común | M1 | M2 | M3 | M4 | M1 | M1 | M1 | M1 |
Poaceae | Gynerium sagittatum | caña brava | x | x | x | |||||
Bromus catharticus | cebadilla | x | ||||||||
Guadua angustifolia | caña de Guayaquil | x | ||||||||
Zea mays | maíz | x | x | x | x | |||||
Poiideae | x | |||||||||
Typhaceae | Typha angustifolia | enea | x | x | x | |||||
Euphorbiaceae | Manihot esculenta | yuca | x | x | ||||||
Solanaceae | Solanum tuberosum | papa | x | x |
Fogón 18
En la muestra M1 se aislaron fitolitos empaquetados de bordes ondulados que miden 33.8µm de largo por 10.4µm de ancho (Figura 16a), que corresponden a la subfamilia Pooideae de las gramíneas, posiblemente la es-pecie Bromus catharticus.3 Asimismo, se aisló epidermis foliar de Typha angustifolia “enea” (Figura 16b), epidermis foliar con células alargada de sílice de Gynerium sagittatum “caña brava” (Figura 16c).
En la muestra M2 se logró aislar los siguientes elementos microbotánicos: tres granos de almidón de Manihot esculenta “yuca” cuyas medidas son: 10.4µm de largo por 10.4µm de ancho (Figura 16d) y 15.6µm de largo por 15.6µm de ancho; un grano de almidón de Zea mays “maíz” de forma poliédrica (corresponde a razas vítreas, grano duro), mide 23.4µm de largo por 20,8µm de ancho. Finalmente, un fitolito de Bambusoideae, en forma de silla de montar, posiblemente de Guadua “caña de Guayaquil”, mide 15.6µm de largo por 13µm de ancho (Figura 16e).
La muestra M3 de este fogón permitió aislar lo siguiente: epidermis foliar con fitolitos alargados de Poiideae (gramínea silvestre herbácea) (Figura 16f), las medidas están entre 46,8-52µm de largo, y entre 10,4-13µm de ancho, epidermis foliar de Typha angustifolia (Figura 17a), fragmento de aerénquima de Typha angustifolia “enea” (Figura 17b) y granos de almidón de “yuca” que miden 13µm de largo por 11.7µm de ancho (Figura 17c).
En la muestra M4 se aislaron los siguientes elementos microbotánicos: epidermis foliar de Gynerium sagittatum “caña brava”, fitolitos de hoja de Gynerium sagittatum “caña brava” que miden 13µm de largo por 10.4µm de ancho. Un grano de almidón de Zea mays “maíz” de forma poliédrico que mide 20.8µm de largo por 15,6µm de ancho (Figura 17d).
Fogón 19
Solo se pudo aislar un grano de almidón de Zea mays, (maíz) de forma esférica, cuyas medidas son 15.6µm de largo por 15.6µm de ancho. No se hizo registro microfotográfico por tratarse de estructuras similares a las reportadas en otras muestras.
Fogón 20
En esta muestra no hubo fitolitos, solo se aislaron granos de almidón de Solanum tuberosum (papa), uno de ellos mide 18.2µm de largo por 15.6µm de ancho (Figura 17e), el otro está dañado y mide 72.8µm de largo por 57.2µm de ancho.
Fogón 21a
Se aisló un fitolito de Gynerium sagittatum (caña brava) que mide 20.8µm de largo por 15.6µm de ancho (Figura 17f) y un grano de almidón de Solanum tuberosum (papa) dañado.
Interpretaciones finales
El área de los purificadores. Una interpretación etnohistórica-iconográfica
El análisis de movimiento realizado en el templo viejo de Huaca de la Luna (Castillo et al. 2015), sugiere que el escalón E7AB-E funcionó como un corredor que permitía la conexión entre la plaza ceremonial, a través de la rampa R6A, y diversos puntos del templo. Uno de estos nexos llevaba a la zona de sacrificios y al altar mayor, para lo cual se debía ascender por la rampa principal (R1A). Es muy probable que las personas que se dirigían hacia la rampa R1A debieran hacer un alto en el área de los purificadores. Este espacio funcionaba como un controlador de paso entre la plaza y los espacios más privados del templo, por lo que representa el último espacio de conexión directa con los asistentes ubicados en la plaza. Partiendo de esta premisa, se sugiere que en este lugar debió realizarse el “ritual de purificación” para los prisioneros y guerreros vencedores de los combates rituales que ascendían al altar mayor. Esta idea es respaldada por el discurso iconográfico que presenta el parapeto este de la rampa principal; aunque la evidencia está reducida a relieves que muestran pies de color negro, éstos están en dirección ascendente. Al llegar al ochavo (esquina sureste de la plaza) se abren dos caminos: uno al este, hacia la zona de sacrificios, el cual no presenta ningún discurso iconográfico; mientras el segundo, hacia el oeste, continúa la procesión de guerreros con escudos registrados en el penúltimo y último edificio.
Para respaldar esta hipótesis se han seleccionado dos vasijas provenientes de colecciones privadas, donde se muestran detalles de este tipo de ceremonias; ambas corresponden a botellas moche IV (de colección privada), cuyas escenas son definidas como: “Ceremonial Badminton scene” (Donnan y McClelland 1999: 101).
La primera escena ha sido tomada de Donnan y McClelland (101, figura 4.50) y se caracteriza por presentar tres niveles iconográficos (Figura 18). La parte inferior, presenta dos personajes (mujeres) con vestiduras y una soga amarrada al cuello; cerca de ellas se aprecian dos cérvidos preparados para el sacrificio y cinco vasijas de tipo cántaro. En el segundo nivel, al cual se accede a través de escalinatas, se aprecian dos elementos arquitectónicos. La primera (de la izquierda) se asemeja mucho al tablado de la Terraza 2A-Sección sur, mientras que la segunda (de la derecha) presenta una especie de podio, donde se han representado iconos en forma de olas y rombos, que son muy similares al paramento del MA20BC registrado dentro del pozo de huaqueo del Recinto 5A (Figura 19a).
El paramento presenta paneles conformados por dos cuadrados que se repiten sucesivamente (Figura 19b). El primer cuadrado -izquierda- presenta dos olas de color negro y rojo separadas por una franja blanca; la ola negra contiene triángulos escalonados y la imagen de un pez en color amarillo; el segundo cuadrado está dividido en ocho triángulos equiláteros pintados de color amarillo y blanco; dentro de este último se ha representado la imagen de una raya con péndulos de cabeza de ave (Figura 19c).
Volviendo a la escena iconográfica, para acceder a ambos espacios era necesario hacerlo a través de escalinatas, mientras que al contexto arquitectónico excavado se accedía a través de rampas, una al norte (R3A) y la otra empotrada en forma de L (R7A). En la escena, sobre el podio se aprecia a un personaje que, por el tamaño, debió ser el de mayor importancia. Se trata del PACS o personaje antropomorfo con cinturón de serpientes (Castillo 1989), el cual está acompañado de dos acólitos: una mascota (perro) y un estandarte. Por delante del perro hay dos personajes cuya función no se puede definir. Por otro lado, el PACS sostiene una especie de jabalina y están en posición de dirigir las ceremonias o rituales que realizan los cinco guerreros que están por encima del tablado. Estos guerreros también portan una especie de jabalina, pero cerca de la punta sostienen un objeto que guarda mucha semejanza con los volantes o flamingoleras con plumas que se utilizan en el bádminton (Kutscher 1950). Sin embargo, se sugiere que no se tratan de volantes sino de objetos hechos de paja, a los que se ha denominado: objetos purificadores. Asimismo, se aprecian otras sueltas sostenidas por una soguilla que parecen estar cayendo. Finalmente, en el tercer nivel, se aprecian tres personajes con tocados distintos, pero que van sostenidos de la mano; muy similares a los del relieve registrado al este del atrio con banqueta.
La segunda escena ha sido tomada del artículo de Donnan (1985: 378, fig. 5); donde además reporta la existencia de estas jabalinas con travesaño de madera cubiertas con placas, descubiertas en una tumba durante sus investigaciones en el Complejo Arqueológico Huacas del Sol y de la Luna. Esta escena, similar a la anterior, presenta dos niveles iconográficos (Figura 20). En el primer nivel o inferior se observan dos subescenas, la de la izquierda conformada por cinco personajes antropomorfos (un cérvido y cuatro felinos); tres de ellos portan la jabalina más el objeto purificador elevado, pero los otros dos no; cabe señalar que, en dos de ellos, el objeto mencionado ha sido graficado de planta y da la impresión de que se tratase de una flor. La subescena de la derecha pareciera un depósito o un espacio donde se aglomeran las jabalinas y más objetos, pero circulares que guardan mucha similitud con los objetos de paja registrados en el relleno del piso 1a. Asimismo se aprecian tres vasijas tipo cántaros con tapa y un personaje (cérvido) que porta una especie de cuenco o plato. Al otro lado se aprecian dos personajes (felino y cérvido) en posición de estar tomando las jabalinas y reunirse con el resto del grupo. El nivel superior presenta una iguana sosteniendo dos jabalinas; mientras que en el otro extremo se encuentra la mascota del PACS (perro). Entre ambos personajes se pueden apreciar varias jabalinas, algunas en el aire y otras en el piso; sucede de igual forma con los objetos rituales. Sin embargo, llama la atención aquel que cae a la espalda del personaje cérvido con cuenco (extremo derecho de la imagen). Se trata del ovillo u objeto de paja y aplastado sostenido por una soguilla y lastre, representado como si estuviera cayendo.
Para Hocquenghem, esta escena representaría a “...personajes del mundo real o del mundo mítico lanzando un objeto en forma de ‘flor’ atada a una cuerdecilla con un pequeño cilindro como lastre con la ayuda de una estólica y una larga jabalina...” (Hocquenghem 1989: 47). Hocquenghem considera que estos objetos rituales serían flores, las cuales eran lanzadas por propulsores o jabalinas. No se puede descartar el hecho que se hayan utilizado flores que crecen en agua dulce, como señala la autora, pero queda claro que existieron objetos elaborados con tallo y hojas de enea, caña brava y hasta carrizo (Cuadro 2); a éstos se les llamó objeto purificador.
El equipo investigador realizó pruebas experimentales con réplicas en espacios semicerrados y sin ayuda de un propulsor y jabalina. El objeto cae, como se aprecia en las escenas descritas anteriormente, y vuela un promedio de 4 m en trayectoria parabólica. Para Hocquenghem:
...los “travesaños” podían darle a la jabalina una rotación que permitía a la cuerdecilla desenrollarse, pues estaban fijados a la jabalina. Este mecanismo sería el inverso al del trompo. El pequeño cilindro podía servir, como lastre de la flor de manera que ella caiga girando lentamente (1989: 51).
Para sustentar la hipótesis sobre ceremonias purificadoras en la iconografía moche, Anne Marie Hocquenghem (1989) recurrió a fuentes etnohistóricas. En primer lugar, el cronista Felipe Guamán Poma de Ayala señala que en el Tahuantinsuyo, durante el mes de septiembre se celebraba el Coya Raymi, en el cual los incas mandaban echar las enfermedades y pestilencias de todos los suyos, donde:
...los hombres armados como si fueran a la guerra a pelear, tiran con hondas de fuego, diciendo: salid enfermedades y pestilencias de entre la gente y de este pueblo, déjanos, con una voz alta; y en esto rocían todas las casas y calles lo riegan con agua y las limpian...” (Poma de Ayala 1980: 179).
En uno de sus dibujos se ve a los guerreros portando escudos en una mano y con la otra los manojos de paja elevados hacia arriba (Figura 21). Por otro lado, Cristóbal de la Molina (1943) señala que durante este mes se realizaba la Citua, rito que tenía como fin expulsar las enfermedades y los males de todo los suyos. Un dato en el que hace hincapié Hocquenghem, es que los guerreros se dirigían hacia cuatro ríos gritando: “Que el mal salga afuera”, y a la mañana siguiente: “Después de haberse lavado, tomaban manojos de paja, hacían bolas atadas con una soga, les prendían fuego y se las tiraban unos a otros” (Hocquenghem 1989: 53). Si bien es cierto que la diferencia entre una sociedad y otra es de casi un milenio, queda claro que muchas tradiciones panandinas se conservan hasta el día de hoy y es muy probable sugerir que estos rituales hayan perdurado y hasta mejorado entre una sociedad y otra. Algunos autores sugieren que esta fiesta se desarrollaba en agosto o en septiembre dentro del sector monumental de Cusco, donde participaba el Inca y su séquito (Monteverde 2011).
Está de más hacer hincapié en que en este espacio arquitectónico se habrían realizado ritos similares a la Citua, que consistía principalmente en lanzar los objetos de paja a los guerreros vencidos y vencedores, así como al público (élite) espectador reunido en la plaza principal del templo (Figura 22).
Las estructuras de combustión y su función en el área de los purificadores
Las estructuras de combustión registradas corresponderían a fogones planos (tipo D1). Para Castillo et al. (2015: 80) se trata de: “...un tipo de fuego al aire libre, conocido actualmente como: fogata”. Asimismo, “...sugiere la posibilidad de haber sido empleado como calefacción, alumbramiento u otra actividad desconocida”. La mayoría de estas estructuras de combustión no son registradas con evidencias de desechos postcocción; además, es muy común encontrarlos dentro de los patios o salas de reuniones de cada vivienda moche. Es muy posible que haya habido una limpieza constante de las cenizas postcocción; sin embargo, se han registrado dos casos que contenían abundantes restos de basura.
La excavación de dos fogones (Fg18 y Fg19) puso en evidencia abundantes restos óseos de pescado y mamíferos, restos malacológicos y diversos carbones que no han sido analizados a nivel antracológico. Se necesita realizar el análisis de estos carbones para determinar la inexistencia de combustibles como: sapote o algarrobo; sin embargo, de no estar presentes, es interesante determinar por qué se encuentran estos fogones en un área tan sacra. Hasta la fecha, el único estudio exhaustivo de material antracológico (carbones) en el sitio se resume al trabajo de Fanny Moutarde (2008). Los resultados permitieron identificar una serie de especies para la construcción de estructuras temporales como Guadua angustifolia (caña de Guayaquil), Prosopis sp. (algarrobo) y Pouteria lucuma (lúcumo); así como para contextos funerarios como Gynerium sagittatum (caña brava) y Kageneckia lanceolada (lloque).
Los análisis de micro restos nos muestran más novedades sobre este tema. La presencia de fitolitos de caña brava y enea ha sido registrada en los fogones 18, 21a y 21b (Cuadro 3). En el primer caso, se puede apreciar que fueron identificados en dos de las cuatro muestras tomadas, de igual manera sucede con la enea. Esto sugiere no descartar la presencia de estos fitolitos en los demás fogones. Entonces, está clara la posibilidad de que estos “objetos purificadores” hayan sido encendidos en los fogones o fogatas registradas en diferentes puntos del tablado, como indican las crónicas de la fiesta de la Citua, evidenciando la ritualidad que tuvieron estos fogones planos en este lugar.
Otro dato importante es la presencia de discos hechos de “carrizo”. Lamentablemente, no se tenía previsto que hubiera objetos conservados hechos de esta especie vegetal, por lo tanto se considera importante -a futuro- hacer una nueva quema en fogón experimental para identificar fitolitos actuales que permitan hacer comparativas e identificarlos en las muestras arqueológicas, como se ha realizado con las otras dos especies.
Actualmente, en las áreas cercanas a las riberas del río Moche, se aprecian plantas herbáceas rastreras, arbustos y árboles, como: enea (Thypa angustifolia), junco (Cyperus sp.), caña brava (Gynerium sagittatum), carrizo (Phragmites australis) y caña Guayaquil (Guadua angustifolia), (Mostacero et al. 1996). El río se encuentra a menos de un kilómetro del centro de la antigua ciudad Moche, lo que hace pensar que obtener la materia prima (hojas y tallos) no fue una tarea complicada. Sin embargo, no nos queda claro, si la confección de los “objetos purificadores” debió estar a cargo de artesanos especializados, supervisados por las élites gobernantes o por grupos diversos (gente común). En un trabajo anterior (Castillo 2017), se realizaron réplicas de estos discos, con las cuales se obtuvo un total de 33 objetos en un promedio de una hora por hombre. Teniendo en cuenta la falta de experiencia del autor, pensamos que la cantidad sugerida es muy alta, ya que se trata de una actividad que no requiere de mucha destreza.
Por otra parte, llama la atención la presencia de granos de almidón de yuca, papa y maíz. Los dos primeros, no se habían registrado a nivel macroscópico, por lo que su hallazgo resulta sumamente importante. Los almidones son estructuras orgánicas que están compuestas de amilosa y amilopectina (polisacáridos). Esta organización química se desorganiza por hidrolisis, enzimas y por la temperatura. La presencia de almidones antiguos en los suelos de las estructuras de combustión tiene una sola vía para haberse conservado. La idea del consumo de estas especies vegetales durante la combustión debe ser descartada, pues su conservación sería nula. Lo más lógico es que éstas fueron consumidas después del incendio y es posible que en esa instancia los almidones hayan sido esparcidos sobre las estructuras de combustión.
De ser así, la presencia de otras especies de consumo, como: maní, pacae, maíz o mate; así como una considerable presencia de restos óseos de peces, mamíferos y restos malacológicos, dan prueba del banquete que disfrutaron los oficiantes posteriores a los cortejos rituales de purificación, tal como sucedía en la fiesta de la Citua. No obstante, si estos alimentos fueron cocinados, debieron traerlos preparados, es decir, cocinados en fogones más domésticos registrados en las viviendas comunes de la ciudad. Se descarta la posibilidad de que los fogones rituales del área de los purificadores hayan sido empleados para la cocción de alimentos.
Conclusiones
El área de los purificadores es un espacio arquitectónico de suma importancia que segrega la circulación entre las áreas públicas (plaza ceremonial) y las áreas más privadas (sacras) del viejo templo de Huaca de la Luna. Esta ubicación privilegiada llevó a los moches a realizar ceremonias de purificación para las personas que se dirigían hacia los espacios más restringidos y sacralizados.
Los análisis de macro restos han permitido definir que los “objetos purificadores” estarían conformados por tres componentes: el disco elaborado de hojas dobladas, las soguillas (atadas al disco) y el lastre (pequeños tubos hechos de tallos). Esto sugiere que los mal llamados “objetos de bádminton” planteados por otros investigadores corresponderían a este tipo de objetos de paja.
Las estructuras de combustión del área de los purificadores presentan evidencias de fitolitos de caña brava y enea; esto sugiere que estos fogones o fogatas tuvieron un carácter ritual dentro de los ritos Moches. Sin embargo, existe evidencia de granos de almidón de maíz, yuca y papa que corresponderían a desechos de alimentos de posibles banquetes realizados después de los ritos.
Este trabajo multidisciplinario es el resultado de un nuevo enfoque en la investigación arqueológica en la costa norte de Perú y, en especial, para una sociedad compleja como la moche. Esta investigación es el producto de los conocimientos obtenidos durante la Maestría Internacional en Ciencias, Tecnología, Salud, Mención Modelización, especialidad Sistemas Complejos Naturales e Industriales; entre la Universidad Nacional de Trujillo (Perú) y la Universidad de Rennes 1 (Francia). Esta maestría buscar ampliar el conocimiento en las investigaciones arqueológicas, desde una perspectiva arqueométrica, que permita mejorar la calidad de las propuestas teóricas de los investigadores peruanos.