Introducción
El estudio de los restos humanos desde la antropología física ha pasado por diferentes etapas de desarrollo para abordar el complejo fenómeno humano. Así, tenemos desde los estudios descriptivos clásicos hasta las perspectivas interdisciplinarias actuales que buscan entender el comportamiento humano de forma más holística. Hacia la década de 1970 la propuesta osteobiográfica de Frank Saul (1972) y el avance de los desarrollos tecnológicos y metodológicos en este campo de estudio dieron pie a la definición del enfoque poblacional. La propuesta metodológica de Saul (1972) influyó en México y representó un impulso significativo para tratar de comprender el papel de la enfermedad en la dinámica poblacional de los grupos humanos antiguos a través de la interacción individuo-ambiente (Serrano y Meza en prensa).
Esta necesidad de trascender el marco conceptual tradicional y adoptar una visión integral hacia el estudio y comprensión del patrimonio osteológico, ha tenido su auge desde finales del siglo XX con los estudios de Goodman (et.al. 1984) y de Hodges (1989) como base. Tales corrientes no solo contemplan la integración de los datos biológicos del esqueleto y del contexto arqueológico, sino que se trata más bien de una postura teórica enfocada al estudio de las dinámicas culturales manifestadas en el cuerpo humano y el registro arqueológico, así como de las causalidades de tipo ambiental y ecológicas que repercuten en el cuerpo humano. Posteriormente, se desarrolló el enfoque bioarqueológico proyectado por Clark Spencer Larsen (1997), Jane E.Buikstra y Lane A. Beck (2006).
La osteobiografía se basa en la reconstrucción de la vida de un individuo al analizar su osamenta de manera minuciosa para conocer el perfil biológico: sexo, edad a la muerte, estatura y afinidad biológica, así como otros análisis que se suman a este objetivo, como es el caso de los marcadores genéticos, de estrés físico y ocupacional, o la reconstrucción de la dieta, entre otros aspectos. Para ello se emplean diversas metodologías de estudio que enmarcan los resutados dentro de un contexto socio-cultural.
En el estado de Oaxaca se encuentran dos ejemplos de la aplicación del modelo osteobiográfico. Uno es el sitio de Yagüe, en el valle inferior del Río Verde, que se remonta al Formativo terminal (100-250 dC), con el hallazgo de un personaje importante y objetos valiosos: un espejo de pirita y una flauta de un fémur de venado (Mayes y Barber 2008). El otro trabajo es el de una mujer adolescente de la región chontal de Oaxaca, del sitio Cerro Venado, la cual fue depositada en una cista de piedra entre los siglos XIV y XVI (Alfaro et al. 2017).
Para tratar de aproximarnos a la vida y el fallecimiento del Señor de San Francisco Caxonos retomaremos los postulados de la osteobiografía (Saul 1972) y el modelo de estrés (Goodman y Martin 2002).
El esqueleto del Señor de San Francisco Caxonos se encontró de positado dentro de una cista, acompañado por un importante ajuar funerario. A partir de ello, se asumió su alto estatus social, por lo que suponemos que, al momento de su muerte se le brindó un trato distinguido (Ortíz Díaz 2010b). Dadas las características del hallazgo y la temporalidad al que pertenece dicho individuo, mediados del siglo XVI, se le ha considerado como el último Señor de San Francisco Caxonos (Ortíz Díaz, 2017: 37).
Además de este individuo, se hallaron otros restos óseos que acompañaban a este personaje, también depositados en cistas y hacia el este, unas terrazas abajo, se encontró una tumba de cajón. Para aproximarnos a la vida y al fallecimiento del Señor San Francisco Caxonos, así como de los restos óseos de los otros entierros, realizaremos el registro de datos morfoscópicos, métricos y microbotánicos, cuyos resultados serán analizados, como ya se dijo, bajo los postulados de la osteobiografía.
La Mesa de San Francisco Caxonos
Los restos óseos fueron descubiertos en el pueblo serrano de San Francisco Caxonos, al noreste de la ciudad de Oaxaca (Figura 1). El sitio arqueológico consta de más de un centenar de terrazas distribuidas desde la cima de la montaña llamada La Mesa, hasta la parte media de este cerro. En la cúspide de dicha eminencia se encuentran dos montículos y una plaza donde se concentraban las funciones de gobierno y de orden ritual o ceremonial. En los siguientes niveles de terrazas se localizaron las áreas donde vivía la clase dirigente y, conforme se va descendiendo de la montaña, empiezan las terrazas habitacionales donde se presume se realizaban las actividades de transformación de recursos. En la parte baja de la montaña o cercana al río están las tierras que se denominan como “calientes” en las cuales los pobladores actuales siembran productos como caña y plátano (Ortiz Díaz 2010b). Durante las temporadas 1996 a 1998 se contabilizaron entre la Terraza 2 y 8 del lado este de la plaza, cuatro tumbas y cuatro cistas.1 Las primeras dos tumbas ya habían sido reportadas por Julio de la Fuente y Lorenzo Gamio (de la Fuente 1942; Gamio 1945) como saqueadas en distintos momentos. En la temporada 1996 del proyecto Río Caxonos se descubrió una tercera tumba también alterada (Figura 1).
Con la finalidad de determinar las etapas constructivas del sitio, se realizaron varios pozos de sondeo en la temporada 1998-1999 que dieron como resultado el hallazgo de una cuarta tumba que estaba colapsada, cuatro cistas y una caja de piedra. En la cista 2 se halló al Señor de Caxonos (Figura 2). Esta exploración arrojó interesantes datos acerca de la relación de Caxonos con el sitio de Monte Albán, así como de las costumbres funerarias de estos zapotecos serranos.
El contexto arqueológico
En la temporada de excavación 1998-1999 se halló en el centro de la plaza una pequeña cista que al parecer funcionó como ofrenda y aunque ya estaba saqueada, se recuperó un cuenco fragmentado y algunos restos óseos.2 En la cuarta terraza al sur de la plaza del sitio de San Francisco Caxonos se descubrió un conjunto de cistas, las cuales estaban justo en medio de las dos tumbas reportadas por De la Fuente y Gamio en el siglo pasado. En la cista 2 de este conjunto se excavó el entierro de un adulto masculino que en un primer momento se calculó de entre 45 y 50 años. Este individuo portaba un ajuar compuesto de teselas de turquesa que tal vez estuvieran pegadas a sus ropas o algún otro material perecedero, un collar de cuentas verdes engarzadas, 17 piezas dentales humanas (la decimoséptima pieza dental se recuperó durante el proceso de limpieza),3 así como cerámica de la época Monte Albán V (1250-1521 dC),4 obsidiana y un pequeño pectoral de oro (Figura 3).5
En lo referente a la turquesa hallada en esta ofrenda, se presume que proviene del norte de México o suroeste de los Estados Unidos; este material debió llegar a la Sierra a través de una compleja red de intercambio. Las piezas dentales humanas presentan perforaciones bicónicas en la raíz para ser engarzadas en un collar: seis premolares y diez molares, superiores e inferiores y derechos e izquierdos. Las piezas pertenecen al menos a tres individuos adultos de entre 35 y 45 años de edad (Ortiz Díaz 2002: 144).
El simbolismo de las piezas dentales era muy importante en el pasado, como lo constatan diversos materiales empleados para representar dientes humanos; entre ellos oro, concha u obsidiana (Siliceo 1922; Sugiyama 1989; Valenzuela 1942). Su descubrimiento no es exclusivo de una región o temporalidad, ya que se han encontrado tanto en Cuetlajuchitlàn, Guerrero (Talavera et al. 1997), como en el Templo Viejo de Quetzatcóatl, Teotihuacán (Sugiyama 1989), así como en el sitio de Arroyo Tlacuache en Oaxaca.
Además de los objetos antes descritos, acompañaban al Señor de Caxonos otras dos cistas de piedra. En la primera se hallaron fragmentos de cerámica y en la segunda un infante. De acuerdo con las fechas de carbono,14 se determinó que este conjunto pertenecía al momento de la conquista de la sierra (Ortiz Díaz 2010a: 296) (Cuadro 1).
Las fechas de las cistas 2 y 3 son relativamente contemporáneas y puede pensarse que pertenecen a un solo evento, en cambio, la cista 4 es más reciente. De acuerdo con lo planteado por Ortiz Díaz, este hecho puede deberse a que los zapotecos de Caxonos continuaron sus tradiciones funerarias y rituales; ya que, como se sabe, las prácticas religiosas nativas pervivieron hasta comienzos del siglo XVIII, cuando los indios de San Francisco Caxonos fueron sorprendidos durante un sacrificio a sus antiguos dioses (2010b: 429). Esto provocó la muerte de los fiscales que los habían denunciado y desató el levantamiento de los pueblos de esta región en 1700.
De acuerdo con Martínez López (1998) y Martínez Sánchez (2008), dentro de la tradición funeraria de Oaxaca se han registrado tanto cistas como tumbas, con elaboraciones sencillas y complejas. Así pues, en el sitio de San Francisco Caxonos convergen estas dos tradiciones funerarias: las cistas y las tumbas de cajón por lo que es posible que ambos espacios fueran igualmente importantes. Es interesante notar el reúso de estos espacios mortuorios en varias épocas, como es el caso de la Tumba 4. Esto se pudo establecer con base en el material cerámico, mismo que corresponde a distintas fases.6 La cerámica más temprana asociada con esta tumba corresponde al periodo Monte Albán IIIA-B (500-850 dC), mientras que la cerámica más tardía corresponde a la época V de Monte Albán (850-1500 dC).
Metodología
Los depósitos consisten en contextos mezclados, los cuales se refieren a la combinación de partes de diferentes individuos dentro de un mismo conjunto (Martin y Osterholz 2013). Tanto en cistas como en la Tumba 4 se localizaron restos de individuos incompletos y removidos en mal estado de conservación. Por ello, partimos de la identificación del número mínimo de individuos (NMI) para conocer cuántos están representados en cada conjunto de restos. El principio básico de una estimación nmi es evitar contar el mismo individuo dos veces (Bradley y Konigsberg 2008). Se utilizaron las coronas de las piezas dentales, las diáfisis de los huesos largos y la región del mentón en las mandíbulas.
Posteriormente, para la asignación del sexo, se realizó la valoración morfológica de ciertos rasgos en cráneo, mandíbula y cintura pélvica (Buikstra y Ubelaker 1994). Para determinar la edad biológica se llevó a cabo una evaluación de caracteres de desarrollo y crecimiento en subadultos y en adultos de los rasgos del envejecimiento y desgaste óseo (Lovejoy 1985; Schour y Masser 1941; Ubelaker 1989).
Indicadores de estrés
Para el caso que nos ocupa se evaluaron los siguientes indicadores de estrés, según el modelo propuesto por Goodman y Martin (2002) 7: 1) hipoplasias de esmalte, 2) patologías bucales y 3) enfermedades infecciosas no específicas; debido al mal estado de conservación de los huesos y a que se trata de un esqueleto incompleto. No fue posible la valoración de todos los indicadores propuestos en el modelo.8
Análisis métrico
Consistió en una serie de medidas tomadas en la región craneofacial. No obstante, debido al estado fragmentado en que se encuentra el individuo, gran parte de este estudio se vio limitado, de manera que solo fue posible tener una aproximación muy general de algunas de sus características fenotípicas. Solo se lograron tomar dos medidas al neurocráneo y calcular un índice (el craneal horizontal) que nos indicó la categoría en cuanto a la anchura y longitud del cráneo9 (Cuadro 2). Desafortunadamente la región facial no se preservó, a excepción de la mandíbula, en la cual como se puede ver en el Cuadro 3, se lograron tomar diez medidas.
Código | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
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1: Anchura máxima de la rama ascendente, 2: Anchura mínima de la rama ascendente, 3: Altura mínima de la rama ascendente, 4: Altura anterior de la rama ascendente, 5: Grosor del cuerpo entre M1 y M2, 6: Altura del cuerpo entre M1 y M2, 7: Longitud directa del cuerpo, 8: Altura de la sínfisis, 9: Anchura bicondilea, 10: Anchura bicoronoidea.
Como en la mandíbula se pudieron tomar más medidas, se optó por realizar un análisis estadístico que nos permitiera comparar los datos del Señor de San Francisco Coxonos con otros individuos que culturalmente también forman parte del grupo zapoteco, solo que de la región de los valles centrales de Oaxaca; se trata de cuatro ejemplares de la colección de cráneos esgrafiados de la Casa del Mendrugo (Serrano, Ruiz y Hernández en prensa).10
Una vez obtenidas las medidas se aplicó una prueba multivariada que consistió en un Análisis de Componentes Principales (PCA, por sus siglas en inglés), el cual reduce la dimensionalidad de un conjunto de datos, busca las causas de la variabilidad de dichos datos y las ordena por importancia, donde la varianza de mayor tamaño es capturada en el primer eje o primer componente principal y así sucesivamente, según se vaya reduciendo la varianza (Gómez 2015). Es importante mencionar que este procedimiento de análisis se considera libre de hipótesis, por lo cual, los datos no requieren supuestos de distribución previos y son resistentes a los tamaños muestrales (Hernández 2013).
Análisis de residuos microbotánicos en sarro
Los estudios de granos de almidón han tenido un protagonismo en las investigaciones sobre paleodieta debido a dos características principales: la variabilidad morfológica y la perdurabilidad (Cruz 2012 y 2014; Pagan 2005; Piperno et al. 2009; Torrence y Barton 2006). Para poder identificar almidones arqueológicos, necesitamos una base de comparación guiada por una serie de variables; nosotros nos hemos basado en las propuestas de Pagán (2005), las cuales describen características físicas de los almidones como: forma, hilum, cruz de extinción, fisura, facetas de presión, anillos de crecimiento, bordes y dimensión.11
Depende de dónde sea aplicada la técnica de extracción de almidones el que obtengamos datos específicos que nos permitan interpretar la dieta vegetal, la función de artefactos, el uso y la diversidad de recursos vegetales que manejaban las sociedades estudiadas. Cuando se aplican en cálculos dentales, podemos argumentar con mayor certeza lo que comieron, por lo menos en los últimos años de su vida (de la higiene del individuo a través del tiempo es un factor que se debe considerar).12
Para la extracción de los almidones arqueológicos en los cálculos dentales del presente estudio, empleamos el protocolo del informe técnico del proyecto de investigación “Almidones arqueológicos en cálculos dentales de restos óseos: implicaciones en la dieta teotihuacana” (Acosta et al. 2018). Lo anterior está basado en los trabajos de obtención de granos de almidón de sedimentos en herramientas líticas que utilizó Jaime Pagán (2005).
Resultados
Análisis morfoscópico y métrico
Físicamente el estado de conservación de los huesos no es bueno, ya que se encuentran incompletos, fragmentados y con evidencia de meteorización biológica13 (marcas de raíces y roedores) y química14 (lixiviación). Considerando los restos localizados tanto en las cistas como en la tumba, se logró estimar un número mínimo de 17 individuos, como se observa en el Cuadro 4; las categorías de edad son retomadas de Buikstra y Ubelaker (1994).
En la siguiente Figura (4) se puede observar la frecuencia de ciertos fragmentos de hueso, por cista y tumba, indicando el número de huesos repetidos. En el caso del individuo principal de la cista 2, el individuo de la cista 4 y dos individuos infantiles de la Tumba 4, éstos se encuentran semi completos: en general resalta la frecuencia de huesos largos y de cráneo de individuos incompletos.
El Señor de San Francisco Caxonos
Corresponde a un individuo masculino adulto de 30 a 40 años de edad a la muerte. A través del análisis de indicadores de estrés fue posible conocer dos etapas de su vida. La presencia de una línea de hipoplasia del esmalte en caninos maxilares nos dice que logró sobrevivir a un periodo de estrés ocurrido en la infancia, entre los dos y los tres años de vida;15 en tanto que esta lesión es un indicio de la habilidad del organismo para recuperarse de las agresiones del medio sociocultural, además de la capacidad fisiológica, seguramente su estatus social contribuyó a ello.
Este indicador se ha relacionado con el periodo de ablactación y destete, con la presencia de parásitos y con ello, las infecciones diarreicas o gastrointestinales (Goodman y Martin 2002). Esto se debe a que, durante los primeros años de vida postnatal (de los dos a los cuatro años) existe un crecimiento a gran velocidad que constituye un periodo crítico del desarrollo por su alta susceptibilidad para responder a las influencias ambientales y a la nutrición. Si ocurre un episodio de estrés en esta etapa de la vida, el cuerpo asume prioridades y esa energía que era empleada para el crecimiento del niño se desvía para mantener al organismo vivo y restablecer el equilibrio; si existe una adaptación a un medio adverso es probable que se sobreviva a estas etapas mórbidas, por lo que el crecimiento vuelve a su canal original al desaparecer las condiciones que lo desviaron (Cárdenas y Peña 1997).
Respecto a la etapa adulta, encontramos secuelas de un padecimiento infeccioso no específico agudo, que solo afectó una unidad ósea en la superficie cortical y del cual se generaron secuelas de recuperación; hablamos de periostitis en tibia, la cual nos indica que el ataque infeccioso ocasionado por agentes bacterianos fue moderado (Steinbock 1976).
El individuo cuenta con 26 piezas dentales, las seis piezas faltantes (tres molares derechos e izquierdos del maxilar) probablemente son pérdida post mortem, pero dado que el maxilar está incompleto no podemos aseverarlo; no se observó pérdida dental ante mortem, ni abscesos o infección periodontal, por ello deducimos que el individuo no sufrió problemas dentales graves; no obstante, se registró la presencia de una caries en la cara mesial del 2pmsd y cálculos dentales en diez piezas de su arcada. Con esto podemos decir que la higiene bucal del individuo fue regular y la presencia de estas dos lesiones se debió al tipo de dieta consumida.
Presenta desgaste dental con destrucción del esmalte y la superficie oclusal aplanada al grado de exponer la dentina. El desgaste dental se refiere a la pérdida progresiva del esmalte y posterior afectación de la dentina y la cavidad pulpar, lo cual reduce la altura e inclinación de las cúspides, en casos más severos hasta la destrucción total de la corona (Ortner y Putschar 1981).
Así mismo, se detectó la presencia de desgaste dental no-masticatorio en dientes frontales y posteriores descrito en la literatura como astillas, en grado tres (Bonfiglioli et al. 2004) (Figura 5). Los dientes afectados son 1PMDS, 2PMDS, ICDI, ILDI, en premolares en la cara bucal y mesial, mientras que en incisivos en la cara labial y mesial; tal alteración está asociada sobre todo con el uso de dientes en una actividad diaria, es decir, cuando los dientes son usados como herramientas, por ejemplo, para ablandar o curtir las pieles, para tensar hilos (en este caso probamente para sostener objetos pequeños entre ellos).16
Son diversos los factores que ocasionan el desgaste de los dientes: la atrición que sucede al masticar e ingerir alimentos poco procesados, la abrasión debida al contacto con materiales extraños, es decir, la abrasividad de la dieta, intervienen la duración y la fuerza del movimiento masticatorio, así como las características de oclusión del individuo y el bruxismo (Fávila et al. 2007; Florent et al. 2009; Rodríguez 2006).17
Se adjudica el patrón de desgaste de este personaje al tipo de alimentos poco procesados e ingestión de partículas abrasivas que tienen que ver con la preparación de los alimentos y por el uso de ciertos dientes como herramienta.
El análisis de componentes principales nos permitió examinar las causas de la variación morfológica a partir de la mandíbula. Como se observa en el Cuadro 3, en el análisis se utilizaron diez medidas. No obstante, debido a que algunos de los materiales no se encuentran en buen estado de conservación y hay zonas faltantes, se realizó un procedimiento de imputación o remplazo de valores perdidos. Para ello, se asumió una simetría, puesto que ocho de las diez variables que fueron analizadas son bilaterales, el lado considerado fue el izquierdo y cuando éste no se presentó fue reemplazado por el valor del lado derecho.
El PCA reunió 93.65% de la varianza de las variables originales con las tres primeras componentes. En la pc1 44.03% explicó las variables correspondientes a la longitud directa del cuerpo y la altura anterior de la rama y el grosor entre M1 y M2 hacia sus valores negativos. En la PC2 38.96% explicó las variables que refieren a las anchuras; bicoronoidea en los valores positivos, y máxima de la rama ascendente junto con la bicondilea en los valores negativos. Por último, la PC3 explicó 10.65% de las variables correspondientes a la altura de la sínfisis y anchura bicondilea hacia sus valores positivos y la longitud directa del cuerpo en sus valores negativos.
En términos generales, los resultados del pca indican que la mandíbula del Señor de Caxonos muestra afinidad morfológica con el grupo de la Casa del Mendrugo, sin embargo, es notorio que existen algunas diferencias; éstas, al encontrarse principalmente en las anchuras generales de la mandíbula, nos indican que pueden verse afectadas probablemente por el modelado céfalico. En este sentido, es importante mencionar que tres de los cuatro cráneos de la Casa del Mendrugo presentan algún tipo de modelado cefálico que acortó la longitud del cráneo, mientras que el ligero modelado cefálico que presenta el Señor de Caxonos no llegó a modificar la longitud de su cráneo. De manera que, con base en el análisis de pca, todo parece indicar que el personaje principal localizado en la cista 2, como lo indican los datos arqueológicos, forma parte del grupo poblacional zapoteco (Figura 6).
Análisis microbotánico
Por lo que refiere a los análisis microbotánicos, la técnica se aplicó a cuatro individuos. I) cista 2, Individuo principal; II) cista 3; III) cista 4, Individuo 1 (infante); IV): tumba 4. Solo en el caso de cista 3 y tumba 4 se obtuvieron almidones, dando un total de siete, en el resto de las muestras no se encontraron gránulos de almidón. Las especies identificadas se muestran en el Cuadro 4.
En la Tumba 4 se observa una mayor diversidad pues puede identificar un almidón de la familia Fabaceae con características muy parecidas a Phaseolus sp (frijol) y el género Ipomoea sp, quizá camote. En la cista 3, que al parecer tiene una jerarquía mayor que la tumba, solo se obtuvieron almidones de Zea mays, es decir de maíz; como el sarro es muy escaso en el individuo muestreado de la cista 3, no se encontró evidencia de otras especies.18
Discusion
La utilización de distintos métodos en el análisis del perfil osteobiográfico del Señor de Caxonos nos ha permitido tener una mayor aproximación al conocimiento sobre las condiciones de vida, salud y afinidad poblacional de este personaje. Hasta ahora, los datos arqueológicos sugieren que hubo una expansión de los zapotecos de Monte Albán hacia la sierra, en especial hacia la cuenca del río Caxonos, desde al menos el inicio del periodo Monte Albán IIIA (300 dC). Al respecto, Ortiz Díaz menciona que los sitios ubicados a lo largo del río funcionaron como asentamientos clave en la ruta que conecta el valle de Tlacolula con la planicie costera del Golfo de México (Ortiz Díaz 1997; Gutiérrez et al. 2000; Ortiz Díaz 2009). Para explicar este fenómeno utilizamos el modelo de sistemas mundiales donde los Estados crean un vínculo con sus propias extensiones y el obedecen más a un factor económico que a uno político. En este sentido, se considera que el valle de Oaxaca es el centro del sistema y que al menos los sitios de la cuenca alta del río Caxonos son extensiones del centro que mantienen estrechos vínculos entre sí (Ortiz Díaz 2009: 300-301). Además, los vínculos se reflejan en la cultura material, los sistemas de creencias y, por supuesto, de enterramiento. Posteriormente, con el declive de Monte Albán como centro hegemónico hacia 800 dC, quedó. un vacío político y, con ello, se fracturaron los vínculos entre el valle y la sierra. Así pues, para el inicio del Posclásico los asentamientos de la sierra comenzaron a atomizarse y, poco a poco, se transformaron en señoríos que funcionaban con base en matrimonios, alianzas y conquistas (Ortíz Díaz, 2009: 304). De acuerdo con los datos históricos, al final del periodo prehispánico, Caxonos era la cabecera de los asentamientos aledaños y se relacionaba con algunos de los principales sitios del valle de Tlacolula como Mitla.
Por otra parte, las diferentes construcciones mortuorias encontradas en San Francisco Caxonos nos hacen pensar que el patrón funerario era diverso. Ante la ausencia de ciertos segmentos óseos, existen dos vías posibles de explicación. La primera, en el caso de la cista 3 y tumba 4, se trata de reducciones de entierros primarios. Los huesos que conforman parte de las articulaciones lábiles (columna cervical, huesos de mano y falanges de pie) están ausentes, y pudieron quedarse en el lugar del emplazamiento donde tuvo lugar el depósito primario.19 En la segunda, tratamos de depósitos primarios sucesivos, con remociones internas, ya que los segmentos faltantes no se conservaron. En el caso del individuo principal de la cista 2, el individuo infantil de la cista 4 y el individuo 3, infantil, de la tumba 4 serían los últimos depósitos de estos recintos funerarios, correspondientes al momento del contacto y aun posteriores. Del resto de los indiviudos desconocemos la cronología exacta, pero de acuerdo con los materiales arqueológicos asociados a los entierros, éstos van del periodo Monte Albán iiib hasta mediados del siglo XVI. 20
En un inicio hubo un depósito temporal para tratar el cuerpo de manera diferente al segundo depósito o el definitivo. La manipulación de segundos depósitos generalmente resta importancia a los fallecidos, en tanto que el individuo se vuelve parcial y objeto de una atención renovada; a diferencia de un depósito definitivo, que es considerado en una situación privilegiada por el hecho de mantener la individualidad o la identidad del difunto (Valentin, Pereira y Kerner 2013).
Encontramos ejemplos de depósitos temporales en la Tumba de San Miguel Albarradas, Villa de Mitla en Oaxaca, con un nmi de 75 individuos, de acuerdo con los fémures contabilizados; fue un espacio exclusivamente para adultos; éstos fueron originalmente enterrados en otro lugar y, tiempo después, reinhumados y colocados en la tumba (Martínez y Higelin 2015). Vemos este mismo patrón en la Tumba 2 de Zaachila, donde se identificaron 13 individuos, más otros huesos aislados en los nichos de la cámara (Gallegos 2014) y en Monte Albán, donde el patrón funerario típico consistió en la reutilización de las tumbas; un ejemplo es la tumba 7, donde se localizó la ofrenda más rica del sitio, tal como lo menciona Ernesto González (2007).
Desde finales del siglo pasado ya se había constatado la reutilización de espacios funerarios en Oaxaca para otros depósitos sucesivos en la misma tumba, ya sea que se trate de individuos adultos, femeninos o masculinos subadultos (Middleton et al. 1998; Romero 1983); se desconoce si eran depósitos que concentraban restos de linajes familiares de varias generaciones, restos exhumados de otros sitios o individuos que pudieron ser relevantes para la sociedad (Higelin et al. 2013).
Con tales ejemplos, vemos un común denominador: depósitos temporales que suelen ser los más frecuentes, en contraste con los depósitos definitivos, a los cuales les atribuimos una jerarquía mayor por lo mencionado anteriormente; es decir, hay distinciones exclusivas de individuos de alto rango que quedan en el emplazamiento por siempre. La práctica del reúso del espacio, como menciona González (2011: 43), pudo estar ligada al culto a los ancestros y la veneración de los antepasados; todos los derechos y privilegios que ellos hubieran obtenido en vida eran trasmitidos o mantenidos de una generación a otra, por medio de una conexión ritual y una conexión física entre el espacio de los vivos y el de los muertos; es por ello que las tumbas eran utilizadas por varias generaciones por el mismo grupo doméstico.
Por otro lado, se constata que existió una ocupación prolongada del sitio; esto pudo inferirse tanto por los materiales como por las reducciones de entierros y depósitos definitivos en cistas y tumbas tanto de adultos como subadultos (Ortíz Díaz et al. 2004). Esta característica también se ha reportado en el sitio de Llaadzie en Mitla (Robles y Molina 1998).
La cronología de las cistas nos permite fechar estos depósitos hacia el final del periodo prehispánico y hasta el siglo XVII. Ortiz Díaz (en dictamen) considera que las cistas fueron una mejor solución para los individuos de la sierra en cuanto a la relación entre esfuerzo invertido y menor visibilidad de las antiguas prácticas rituales. Si se toma en cuenta el tiempo que se requiere para excavar una tumba de cajón, amén de su recubrimiento, era más sencillo realizar un hoyo y recubrirlo con lajas del mismo sitio. Esta misma autora piensa que los depósitos de las cistas 3 y 4 eran de entierros de partes de distintos individuos que los naturales decidieron depositar para acompañar al Señor de Caxonos.
Comentarios finales
Se sabe que el Señor de San Francisco Caxonos, además de ser el personaje de mayor estatus, (con base en el gran ajuar funerario que le fue depositado), fue depositado en la cista 2. Como ya se ha dicho, el esqueleto presenta un notable deterioro físico y químico que dificultó tanto el análisis osteológico como la obtención de resultados favorables de los análisis microbotánicos, los cuales hubiesen relevado información sobre su dieta y si ésta fue similar o difería de los individuos depositados en las otras cistas y la tumba 4. A pesar de ello, se pudo corroborar que, efectivamente, se trata de un individuo de sexo masculino con una edad estimada entre 30 y 40 años. Sus restos no reflejan cambios debidos a la senectud, como se esperaría y no fue posible constatar su edad con otros procesos de envejecimiento, como los artríticos.
Sabemos que el individuo estuvo expuesto en dos momentos de su vida a periodos de estrés, tanto nutricionales como infecciosos, a los cuales su organismo logró sobrevivir y recuperarse; en gran medida esto se debe probablemente a su calidad de vida; pese a ello, no estuvo exento del trabajo físico, ya que, como atestiguan sus dientes, éstos fueron empleados como herramienta, para sostener objetos pequeños entre ellos; también es posible que este hábito tenga que ver con prácticas de índole ritual, aunque son solo conjeturas.
Los vínculos que se han establecido entre el valle y la serranía de Oaxaca se reflejan no solo en la cultura material y en los sistemas de creencias y enterramiento, sino también en su cercanía biológica como lo indicó el análisis exploratorio realizado en la forma de la mandíbula.
El Señor de Caxonos nos ha abierto una ventana al conocimiento de las condiciones de vida, costumbres culturales y relaciones poblacionales de uno de los últimos gobernantes en el México prehispánico.