Alfredo López Austin fue fundamentalmente un gran maestro, un investigador acucioso y persistente, obsesivo en los grandes temas que trabajó y de los cuales dan muestra sus aportaciones fundamentales a la etnografía, la etnología, la historia del México antiguo y la arqueología, entre otros campos del conocimiento. Fue asimismo un conocedor exigente del idioma español y del náhuatl; excelente dibujante, como se advierte en sus diversos trabajos, también lo mostraba en sus retratos hechos a pluma durante los congresos internos del Instituto de Investigaciones Antropológicas, ingeniosos y algunos con un toque irónico. Era una persona abierta y accesible, a sus alumnos les exigía que lo tutearan; pero sobre todo era un hombre comprometido social y políticamente, asumía una posición crítica tanto frente a la burocracia como frente al autoritarismo de las diversas políticas públicas.
Sus aportaciones a la ciencia le valieron numerosos reconocimientos de instituciones nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Universidad Nacional, en el campo de investigación en Ciencias Sociales, en 1993; nombramiento de Investigador Nacional emérito del Sistema Nacional de Investigadores en 2007; el Congreso Internacional de Americanística en Perugia, Italia, le otorgó un reconocimiento en mayo de 2007; también lo hizo la Universidad de Varsovia en diciembre de 2008; en Francia, se organizó un coloquio en honor de Alfredo López Austin, auspiciado por el Centre de Recherche Bretonne et Celtique y la Université de Bretagne Occidentale, en marzo de 2011; recibió el Schele Award de la Universidad de Texas, en Austin, en marzo de 2012; también fue reconocido con la Nicholson Medal for Excelence in Mesoamerican Studies, por el Peabody Museum, de la Universidad de Harvard en abril de 2011; la California State University de Los Ángeles, California, le otorgó The Tlamantine Award en febrero de 2012; el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Centro de Estudios de México y Centro América auspiciaron sendos coloquios de homenaje, realizados en el Museo Nacional de Antropología, en el Instituto de Investigaciones Antropológicas y en la Sala Miguel Covarrubias, del complejo cultural de la UNAM, en septiembre de 2013; recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Veracruzana en 2015 y el IV Premio Internacional de Ensayo Pedro Enríquez Ureña, otorgado por la Academia Mexicana de la Lengua, en 2017, entre otros.
Adquirió una sólida formación en el estudio de la lengua náhuatl a través de varios cursos con notables especialistas, como José Ignacio Dávila Garibi, durante dos años en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, después hizo cuatro años de estudio en el Seminario de Cultura Náhuatl con Miguel León Portilla, en la misma Facultad, así como dos años y medio de estudio con Ángel María Garibay; con Barbro Dahlgren llevó un semestre de etnología y sociología religiosas en la Escuela Nacional de Antropología e Historia; entre muchos otros estudios con notables especialistas de la historia, la etnografía, la antropología, el psicoanálisis, la filosofía, entre otros campos del conocimiento.
Esta formación en náhuatl le permitió conocer a profundidad la obra de Bernardino de Sahagún, como lo mostró en buena parte de las publicaciones de su primera etapa, tanto con diversas antologías como con la edición de una de las más importantes obras sahaguntinas, el texto castellano del manuscrito conocido como Códice florentino, cuyo estudio introductorio, paleografía, glosario y notas fueron del propio Alfredo y de Josefina García Quintana. Este conocimiento de la obra del franciscano le permitió obtener la licenciatura en Historia con la tesis “Estudio acerca del método de investigación de fray Bernardino de Sahagún. Los cuestionarios” (1969).
Con su tesis de maestría comenzaron sus aportaciones más importantes en los campos de la historia, la etnología y la arqueología, se trata de Hombre-dios. Religión y política en el mundo náhuatl, donde aborda la complejidad de uno de los personajes centrales en la historia mesoamericana, Quetzalcóatl. Sin embargo, su tesis de doctorado estableció un referente fundamental en los estudios históricos, etnográficos y etnológicos; Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, presentada en marzo de 1980 y publicada ese mismo año, abrió una intensa discusión sobre las características de la cosmovisión, tanto entre los nahuas del siglo XVI como en las poblaciones indígenas contemporáneas, pues, para fundamentar las características de la concepción del mundo, acude a una abundante información etnográfica para plantear la cuestión de dar cuenta de la continuidad de esas características a lo largo del medio milenio de separación. Planteó su respuesta a las observaciones críticas que recibió en el concepto de “núcleo duro”, planteado por primera vez en su ensayo “El núcleo duro, la cosmovisión y la tradición mesoamericana”, publicado en 2001; volvió sobre esta propuesta en 2015, “Sobre el concepto de cosmovisión”, con una más amplia y compleja argumentación.
Diez años después de su propuesta seminal sobre la cosmovisión mesoamericana, en 1990, publicó un libro en el que funda muchos de sus planteamientos y aporta una información extensa y sustanciosa, Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitología mesoamericana, que se convirtió también en un trabajo fundamental para el estudio de las narraciones míticas, estableciendo diferentes vínculos entre los datos de la etnografía y los de la historia antigua. Ambos libros fueron traducidos al inglés. En esta misma línea publicó una serie de artículos sobre la mitología en las revistas México indígena y Ojarasca, los cuales se reúnen en el libro El conejo en la cara de la luna. Ensayos sobre mitología de la tradición mesoamericana, publicado en 1994, y traducido al japonés y al inglés.
En ese mismo año, publicó otro libro referido a la mitología nahua, Tamoanchan y Tlalocan, en el que propone un modelo para la descripción etnográfica, el cual es ejemplifica con la información procedente de los pueblos tzotziles de los Altos de Chiapas, los huicholes y los nahuas, otomíes, tepehuas y totonacos de la Sierra Norte de Puebla. Este libro fue traducido al inglés, al francés y al rumano.
Junto con el arqueólogo Leonardo López Luján, su hijo, hizo también importantes aportaciones a la historia de los pueblos que configuran las áreas culturales Mesoamérica, Oasisamérica y Aridamérica, en una síntesis original que introduce sus planteamientos sobre la cosmovisión y sobre la etnografía, junto con las propuestas de la arqueología acerca de la secuencia histórica de los pueblos mesoamericanos hasta el siglo XVI. Es sin duda una de las mejores síntesis de los procesos históricos establecidos por la arqueología, los que sustenta con una propuesta etnológica; El pasado indígena fue publicado en 1996 y traducido posteriormente al italiano, al inglés y al francés.
En esta misma línea que propone abordar algunos de los problemas centrales de la arqueología y la historia mesoamericana, ambos autores, Alfredo y Leonardo, enfrentaron el tema de la transición del Clásico al Posclásico, el cual plantea numerosos problemas, resumido en las relaciones entre Tula y Chichén Itzá, lo que también se ha llamado el Epiclásico. Con el manejo de una extensa información, con la que definen las diversas posiciones planteadas por numerosos autores, la respuesta que proponen Alfredo y Leonardo es un modelo teórico de carácter político en los términos de la cosmovisión. Así, Mito y realidad de Zuyuá. Serpiente Emplumada y las transformaciones mesoamericanas del Clásico al Posclásico se publicó en 1999, y fue traducido en forma abreviada al inglés.
Finalmente, una contribución fundamental de Alfredo López Austin y Leonardo López Luján, en la que se conjugan los planteamientos etnológicos de uno y los arqueológicos del otro, particularmente con referencia al Templo Mayor, en el que tuvieron una larga experiencia e hicieron aportaciones significativas, fue el monumental libro Monte sagrado-Templo Mayor, publicado en 2009.
Otra veta abierta por Alfredo López Austin fue la de los estudios comparativos entre las mitologías de Mesoamérica y los Andes, en los que establece un diálogo con el antropólogo peruano Luis Millones; juntos publicaron, en 2008, Dioses del Norte, dioses del Sur. Religiones y cosmovisión en Mesoamérica y los Andes y, en 2015, Los mitos y sus tiempos. Creencias y narraciones de Mesoamérica y los Andes. Además, en 2013 editaron el libro Fauna fantástica de Mesoamérica y los Andes, en el que participaron estudiosos de México y de Perú.
Desde luego, he mencionado las obras capitales en las que se expresan los aportes y los planteamientos de Alfredo, pues sus artículos y la edición de otros libros, forman también un conjunto considerable de su obra, además de las reseñas, las tesis dirigidas y las entrevistas que le fueron hechas, que también abarcan una parte importante de su quehacer científico.
El curso de Mesoamérica impartido por Alfredo en la Facultad de Filosofía y Letras durante muchos años fue uno de los más concurridos y celebrados, pues, como parte del mismo, organizaba excursiones a diferentes zonas arqueológicas, en las que convivía y compartía su conocimiento, acompañado siempre de Martha Rosario, su esposa. Asimismo, Alfredo organizó un seminario permanente en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, Taller de Signos de Mesoamérica, iniciado en 1998 y cerrado en 2018, el cual constituyó un espacio importante para escuchar y discutir con notables personalidades del mundo académico, así como también con jóvenes que ofrecían perspectivas originales.
Sin duda, Alfredo López Austin fue una figura destacada en el Instituto de Investigaciones Antropológicas y en la UNAM, sus contribuciones a la etnología, la arqueología, la historia antigua de México han trascendido y son ahora propuestas novedosas e importantes para los estudios mesoamericanistas.