¿Por qué te regresaste a México? ¿Te regresaste tú con tu hermanita o tú solo?
Con mi mamá y con mis hermanas, nosotros nos venimos y no sé por qué pero al despertar de al día siguiente, pregunté por mi mamá, y me dijeron que estaba en un mandado, y ya cuando lo supe bien, supe que se había ido a [...] ¿cómo se llama?, bueno, a otro estado de allá.
¿A otro estado de allá?
Sí, y no nos avisó.
O sea, ¿ya en México?
Sí, nosotros nos dormimos y al día siguiente no apareció.
Ándale. ¿Y te acuerdas por qué se regresaron para acá?
No.
No te acuerdas. Y luego se fue tu mamá, ¿pero no se fue a Seattle, Washington?
No, se fue a otro lugar que ya no me acuerdo cómo se llama.
¿No te acuerdas con qué letra empieza?
Se me hace que era Houston, algo así, no sé.
¿Y con quién te quedaste aquí en México?
Con mis abuelitos, de parte de con mi mamá.
¿Cuánto tiempo tienen aquí en México?
Desde entonces aquí estamos cuatro años. [...]
¿Y piensas regresar a Estados Unidos?
Sí quiero.
¿Quieres regresar?
Sí, para conocer a mi mamá, pero no quedarme allá para siempre.
(Entrevista a Juan Carlos, 11 años, Zacatecas,
Zac., marzo de 2005)
Introducción
El presente artículo tiene dos propósitos. El primero es cuantitativo; se trata de estimar qué tan extendida es la experiencia, en menores de edad, de vivir separados de sus familias como producto de la migración de México a Estados Unidos. El segundo es identificar diferencias regionales y micro-regionales en términos de la dispersión geográfica de los miembros de familias nucleares que participan de la migración internacional. Consideramos que estos objetivos de investigación pueden atraer el interés de especialistas en tres campos de la sociología. En primer lugar, de manera evidente, advertimos que será útil para los sociólogos de la migración porque la información empírica sobre el tema de los niños y adolescentes que se separan de sus padres es escasa o poco disponible, no sólo en México, sino en muchas otras regiones del mundo (Mazzucato et al., 2013).1 En segundo lugar, los datos y hallazgos que se presentan atañen directamente a los sociólogos de la familia en México; en el artículo se ofrece información reciente sobre un aspecto fundamental para comprender las dinámicas familiares asociadas a la migración. Finalmente, el material expuesto en el artículo se vincula con la sociología de la educación en el sentido de que la separación que experimentan los niños y adolescentes cuyos padres migran a Estados Unidos afecta directamente la socialización de estos menores y, en muchas ocasiones, su trayectoria escolar.
Para lograr los propósitos arriba planteados, utilizaremos los datos de cuatro estudios realizados, primeramente en Nuevo León y, posteriormente, en Zacatecas, Puebla y Jalisco. La primera encuesta se realizó en diciembre de 2004, la segunda en diciembre de 2005 y las subsiguientes en 2009 y 2010. Somos conscientes de las limitaciones que impone el hecho de que las encuestas no se realizaron en las mismas fechas y de que la comparabilidad de la información es limitada. Con estas precauciones, se hará un uso cuidadoso de las cuatro bases de datos que, por sí mismas, son representativas de los alumnos inscritos en las escuelas primarias y secundarias de los mencionados estados.
Migración y familia
Desde los pioneros trabajos de L. Arizpe (1973, 1978, 1980, 1983), los estudiosos de la migración sabemos que ésta es generalmente un asunto de familias y de estrategias familiares, y que sólo excepcionalmente o temporalmente es una decisión de individuos. Estos planteamientos se refrendan en las teorías de la migración internacional que revisan y critican el modelo neoclásico. De acuerdo con los modelos teóricos conocidos como new economics of migration (Massey et al., 1998), dos premisas son fundamentales para explicar los flujos migratorios: a) las unidades de observación rara vez son los individuos, sino los hogares, las familias u otras unidades de producción y consumo; b) el diferencial salarial no es una condición necesaria para que la migración se produzca; de hecho, las familias tienen fuertes incentivos para “diversificar los riesgos y acumular capital” mediante movimientos migratorios, “aún en ausencia de diferenciales salariales” (Massey et al., 1998: 27).
A su vez, estas premisas teóricas que sostienen que la migración es un fenómeno eminentemente familiar se han enriquecido y complejizado mediante estudios de corte etnográfico. Por ejemplo, trabajos como los de Hondagneu-Sotelo (1994), y Dreby (2010) muestran que los vínculos entre familia y migración no son lineales, sino pasan por negociaciones y transiciones en las que la edad y el género son determinantes. Hondagneu-Sotelo demuestra cómo el género de los migrantes regula en muchos sentidos los movimientos geográficos de los miembros de una familia nuclear o extensa. De hecho, la autora señala que los estudios migratorios suelen pasar por alto que tanto las familias como las redes migratorias están traspasadas sistemáticamente por relaciones cambiantes de género: las esposas que se quedan en México modifican sustantivamente sus rutinas y adquieren una independencia en ausencia del marido migrante; las esposas toman la decisión de migrar a Estados Unidos aun en contra de la voluntad del esposo; las mujeres cuentan con el apoyo de otras mujeres y establecen redes migratorias relativamente autónomas de las redes masculinas; mujeres solas y solteras toman la decisión de migrar a Estados Unidos especialmente cuando los controles patriarcales se debilitan en sus familias de origen. Dreby (2010), por su parte, centra la atención en las transformaciones que van sufriendo las familias migrantes conforme los hijos van creciendo. En este tenor, propone que reemplacemos el concepto de “familia” (como sustantivo) por una fórmula en gerundio: “haciendo familia”, justamente para enfatizar el hecho de que las familias se construyen, deconstruyen y reconstruyen en función de los ciclos, las edades de sus miembros, la dispersión geográfica y la duración de la separación de los miembros.
La familia es esencial para explicar los procesos migratorios pero de manera cambiante, compleja y, en ocasiones, contradictoria. Sin embargo, para los propósitos de este trabajo que centra su atención en la separación de los niños y adolescentes de sus padres por la migración internacional, retenemos solamente una distinción: generalmente las migraciones internas suelen ser movimientos espaciales que no implican la separación de los miembros de la comunidad familiar; en contraste, las migraciones internacionales frecuentemente suponen la separación de los miembros de las familias, en ocasiones por largos periodos o por periodos cortos pero recurrentes (Dreby, 2010). A su vez, el riesgo de la disolución de los lazos familiares está siempre presente. En las migraciones internas, la libre circulación dentro de un territorio/Estado favorece que las familias permanezcan unidas o que la separación no sea prolongada o que, en caso de separación, los contactos sean frecuentes. En las internacionales sucede exactamente lo contrario debido a que los controles fronterizos y las políticas migratorias de los Estados traen consigo inevitablemente, en ocasiones por definición, la división de las familias.
Esta peculiaridad de las migraciones internacionales genera una tensión que ha producido y sigue produciendo mucho interés entre los investigadores (Barou, 2001; Cossée et al., 2012; White y Buckley, 2011). Una tensión que proviene de la doble constatación: por un lado, la migración es, generalmente, un proyecto familiar (definido según el género y la edad de los miembros del grupo familiar) y, por el otro, la migración internacional separa a las familias. Por ello, la literatura se ha centrado en el estudio y comprensión de los vínculos familiares, los arreglos, cambios, permanencias y formas inéditas que las familias dispersas construyen, despliegan o inventan para seguir “haciendo familia” en circunstancias en ocasiones tan desfavorables como el exilio, la deportación o la persecución (Rude-Antoine, 2001; Cossée et al., 2012).
Las familias en la historia de la migración de México a Estados Unidos: un esquema
Tomando en cuenta este rasgo distintivo de las migraciones internacionales, se puede hacer un esquemático recorrido histórico por la migración entre México y Estados Unidos. Un primer periodo (1934-1986) es en el que se consolida el patrón migratorio típico de la migración de México a Estados Unidos. Durante esta época, la migración fue eminentemente circular (Escobar Latapí, Bean y Weintraub, 1999), rural, masculina y de adultos jóvenes (Corona y Tuirán, 1998; Zhou, 2003; Pedraza, 1991). Esta pauta migratoria es, en buena medida, el resultado de la aplicación de políticas explícitas impuestas por el país receptor, particularmente durante el periodo bracero (1942-1964). Al aceptar legalmente a hombres solos, como de hecho se hace actualmente con las visas estadounidenses H2, se garantiza -aunque no siempre- la circularidad. Los hombres regresarán porque sus familias permanecen en el país de origen (Bustamante y Alemán, 2007). La migración estacional y autorizada de hombres solos para realizar actividades agrícolas está diseñada para evitar la migración definitiva de familias enteras. De hecho, Bustamante y Alemán señalan que esta política se basa en consideraciones racistas por las que los migrantes “are quasilegally prevented from familiy reunification” (Bustamante y Alemán, 2007: 66).
Siguiendo esta pauta migratoria, las familias ciertamente se dividían durante el periodo en el que uno o varios miembros masculinos de la familia (padre, hijo) estaban trabajando en Estados Unidos (Massey y Sana, 2003). La participación de las mujeres en la migración permaneció relativamente baja a lo largo de décadas (Zhou, 2003). A su vez, la estacionalidad de esta migración hacía que los periodos de separación familiar fueran relativamente cortos, por lo que, consecuentemente, se minimizaban las probabilidades de rupturas familiares o debilitamiento de los lazos entre sus miembros.
El segundo periodo se observa a partir de la entrada en vigor de la Immigration Reform and Control Act (IRCA). Diversos estudiosos reconocen que el patrón de migración sin familia perdió paulatinamente su predominio hacia finales de la década de los ochenta y se acentuó a lo largo de los años noventa y los primeros años del presente siglo (Bach y Brill, 1991; Hagan, 1998; González-Baker, 1997; Zúñiga y Hernández-León, 2005). Algunos autores consideran inclusive que a partir de 1986 se inauguró una “nueva era de la migración mexicana a Estados Unidos” (Durand, Massey y Parrado, 1999). Diversos cambios se gestaron en el patrón migratorio dominante; sin embargo, para los propósitos de este artículo se resalta uno de ellos: la circularidad se rompió y, por esta razón, el movimiento migratorio del sur al norte empezó a incluir más miembros de la familia (nuclear y, en ocasiones, extensa), de ambos sexos, con la intención de reunirse en Estados Unidos (Hondagneu-Sotelo, 1994; Uribe Vargas, Ramírez García y Labarthe Álvarez, 2012). Ya para el año 2000, el periodo de la migración con familia se había consolidado.
Sin embargo, conviene señalar que no solamente se observó en este periodo un movimiento de reunificación familiar en Estados Unidos. En la literatura se resalta la migración de mujeres solas, de mujeres jefas de hogar acompañadas o no de sus hijos (Hill, 2004) y también de menores de edad solos que no siempre migran a Estados Unidos para reunirse con su familia (Pedraza, 1991; Hondagneu-Sotelo, 1999; López Castro, 2007; Chávez y Menjívar, 2010). Además de estas nuevas formas de migración sin familia, se ha constatado, a su vez, que la reunificación familiar en los países de destino con relativa frecuencia trae consigo cambios, negociaciones, fricciones e inclusive la disolución de los lazos matrimoniales y familiares (Barou, 2001; Menjívar, 2000; Séhili, 2010).
Cabe destacar que uno de los más poderosos motores de la reunificación familiar en Estados Unidos fue la militarización de la frontera (Eschbach, Hagan y Rodríguez, 2003). La circularidad se rompió (Massey, Durand y Malone, 2002). Los migrantes indocumentados, una vez que logran cruzar la frontera, no regresan a México o sus estancias se prolongan tanto que la reunificación de la familia se concibe, planea y despliega, por etapas, no en México, sino en los lugares de destino en Estados Unidos. Esto último explica el crecimiento sostenido de la población de mexicanos nacidos en México viviendo en territorio de Estados Unidos (Batalova, 2008) entre 1990 y 2005, así como el aumento del número de menores de edad, nacidos en México, viviendo en Estados Unidos (Batalova y Fix, 2010).
Esta segunda etapa parece estar llegando a su fin o pasando por un periodo de cambios. Los datos disponibles permiten advertir que posiblemente estemos presenciando una tercera etapa, dando pie a una nueva forma de dispersión familiar. La tercera etapa que parece estarse gestando es producto de la combinación de tres procesos. Por un lado, la drástica aplicación de políticas de deportación a partir de la entrada en vigor de la Illegal Immigration Reform and Immigrant Responsibility Act (IIRIRA) en 1996 (Rodríguez y Hagan, 2004; Hagan, Eschbach y Rodríguez, 2008; Rodríguez, 2011; INM, 2011); por otro, la intensificación del ambiente anti-inmigrante, especialmente anti-mexicano, que aparece con mayor o menor intensidad en diversas regiones de Estados Unidos (Chávez, 2008); y finalmente, a partir de 2008, la recesión económica en Estados Unidos y sus consecuencias negativas para los sectores del mercado de trabajo que atraían a los trabajadores mexicanos. La tercera etapa parece estar caracterizada por nuevas formas de dispersión familiar y por la reunificación de las familias en territorio mexicano. Esta incipiente nueva etapa se caracteriza por la migración de retorno que se constata con los datos arrojados por el Censo de Población y Vivienda 2010 (Giorguli y Gutiérrez, 2011a; 2011b). De hecho, Giorguli y Gutiérrez (2011b) advierten: “Los datos del censo de población de 2010, junto con otras fuentes de información estadística mexicanas y estadounidenses, indican un cambio en esta tendencia [el patrón migratorio previo] [...] El cambio en el patrón migratorio se refleja en la caída brusca en el monto anual de emigrantes y el sorpresivo retorno de un número importante de mexicanos e hijos de mexicanos a territorio nacional” (Passel y Cohn, 2010; Zenteno, 2011: 21).
Como se anuncia en la introducción, este artículo ofrece información cuantitativa que permite conocer con mayor precisión lo que está pasando en este periodo de separación/reunificación familiar por retorno. Para ello se usarán datos recabados entre 2004 y 2010 en cuatro estados de México: Nuevo León, Zacatecas, Puebla y Jalisco. En la siguiente sección se describen las encuestas que se llevaron a cabo en esos años y que servirán de fuentes para nuestros análisis. Al tiempo, se hace una breve descripción de las características de las muestras. Posteriormente, en la sección de hallazgos, el artículo se centrará en los dos objetivos ya descritos: a) mostrar las dimensiones que adquiere este fenómeno en los cuatro estados considerados y, b) resaltar las diferencias regionales e intrarregionales. Para ello se utilizarán dos indicadores: la proporción de niños y adolescentes que están separados de sus familias en el momento de la encuesta y la proporción de éstos que han vivido separados de sus familias en el pasado (solamente para el caso de Jalisco).
Fuentes
En los meses de noviembre y diciembre de 2004, 2005, 2009 y 2010 llevamos a cabo encuestas sobre muestras representativas de niños y adolescentes inscritos en las escuelas primarias y secundarias de Nuevo León, Zacatecas, Puebla y Jalisco. Las encuestas fueron coordinadas por un equipo de investigadores de la Universidad de Monterrey y la Universidad de Nebraska, en Lincoln, las dos primeras financiadas por el Conacyt (convocatoria Ciencia Básica) y las segundas por fondos de la Secretaría de Educación Pública y las secretarías de educación de los estados de Puebla, y Jalisco, con la participación del Proyecto de Educación Básica sin Fronteras.
Como se puede observar en el Cuadro 1, las cuatro muestras suman 39 633 niños y adolescentes (entre 9 y 16 años; inscritos desde 4o de primaria hasta 3o de secundaria). Las encuestas utilizaron tres tipos de cuestionarios: a) un cuestionario general de veinte preguntas que se aplicó a todos los niños y adolescentes de las muestras; b) un anexo de quince preguntas que respondieron los alumnos que no tenían la experiencia de haber vivido en Estados Unidos; c) un anexo (61 preguntas) que respondieron solamente los niños y adolescentes migrantes internacionales. En el primer cuestionario se les pedía a los encuestados que identificaran a los miembros de su familia que se encontraban en ese momento en Estados Unidos: padre, madre, hermanos, abuelos, tíos, primos y padrinos. En los anexos, adicionalmente, se les preguntó si habían vivido un periodo de su vida, separados de su padre o de su madre, debido a la migración a Estados Unidos. Las respuestas a esas preguntas nos proporcionan la información necesaria para trazar un dibujo de la extensión de la separación en las familias migrantes internacionales en los cuatro estados del país. En el formato del cuestionario se precisa el municipio donde viven los niños y adolescentes, lo que nos permitirá hacer un análisis comparativo por regiones dentro de cada estado.
Estado y fecha | Matrícula total (1º a 6º primaria y 1º a 3º secundaria) | Número de escuelas primarias y secundarias | Número de escuelas seleccionadas para la muestra | encuestados (4º-6º primaria y 1º-3º secundaria) |
---|---|---|---|---|
Nuevo León (2004) | 704 604 | 3 310 | 173 | 10 144 |
Zacatecas (2005) | 283 682 | 4 803 | 218 | 7 619 |
Puebla (2009) | 966 120 | 4 956 | 214 | 12 064 |
Jalisco (2010) | 1 347 835 | 7 787 | 200 | 9 701 |
Totales | 3 302 241 | 20 856 | 805 | 39 528 |
Fuente: Universidad de Monterrey/Conacyt 2004 y 2005; Universidad de Monterrey/ Proyecto de Educación Básica sin Fronteras/Secretaría de Educación Pública de Puebla 2009; Universidad de Monterrey/Secretaría de Educación de Jalisco 2010, encuestas migración internacional y educación.
Como se precisó en el párrafo anterior, las encuestas se realizaron en escuelas con los alumnos de 4o a 6o de primaria y de los tres grados de secundaria. La muestra de escuelas y alumnos es representativa del universo de escuelas públicas y privadas, y de los alumnos inscritos en ellas, en los cuatro estados considerados. La primera encuesta se desarrolló en el sistema escolar de Nuevo León entre noviembre y diciembre de 2004 y se replicó en Zacatecas (2005), Puebla (2009) y Jalisco (2010), haciendo algunos ajustes a los cuestionarios utilizados originalmente en Nuevo León.
En el Cuadro 1 se presenta la información de los universos y muestras en cada uno de los estados. El cálculo para el tamaño de muestras acepta 8% de margen de error. Las muestras fueron seleccionadas en etapas y de manera estratificada. Las etapas de selección de la muestra fueron dos. Primeramente se seleccionaron las escuelas primarias y secundarias, mediante el procedimiento estratificado que se describe a continuación. Ya en las escuelas, si se encontraban varios grupos del mismo grado, se seleccionaba al azar simple el salón de cada grado escolar en donde se aplicaría el cuestionario. La estratificación tomó en consideración dos criterios: a) el índice de intensidad migratoria del municipio en el que estaban ubicadas las escuelas (compactándolos en tres niveles: alto, medio y bajo) según información provista por el Conapo (Tuirán, Fuentes y Ávila, 2002); b) el tamaño de la localidad en donde se encontraban las escuelas (dos categorías: rurales y urbanas).
Como resulta evidente, las muestras no representan a la totalidad de los niños y adolescentes de entre 9 y 16 años de Nuevo León, Zacatecas, Puebla y Jalisco, sino solamente los que estaban inscritos en las escuelas primarias (4o a 6o) y secundarias. Otras dos limitaciones se deben tomar en consideración: a) algunos informantes son hermanos, por lo que la información que nos proporcionaron duplica, triplica, etc., los datos referentes a una misma familia2 y; b) el abandono escolar, especialmente en el tránsito entre primaria y secundaria, afecta la representatividad. En suma, las muestras representan solamente a los niños y adolescentes inscritos en las escuelas en el momento de la encuesta.
Los estados en donde se realizaron las encuestas pueden clasificarse en tres categorías. Nuevo León es un estado con migración antigua a Estados Unidos, pero con baja intensidad migratoria. Zacatecas y Jalisco también tienen una larga historia de migración hacia el norte, pero difieren de Nuevo León en el sentido de que ambos pertenecen al grupo de estados con alta intensidad migratoria. Por último, Puebla, comparado con los anteriores, es un estado con una historia más corta de migración internacional y con índices de intensidad migratoria muy variables, según regiones.
Una última observación metodológica: se podría argumentar que los datos no son comparables porque las encuestas fueron realizadas en diferentes fechas. Como se precisó anteriormente, el retorno de los mexicanos residentes en Estados Unidos es un fenómeno que se observa a partir de 2005 y se incrementa entre 2008 y 2012. Sin negar la validez de este señalamiento, se constatará que no hay elementos para pensar que la situación, por ejemplo, de Nuevo León (en 2004) ha cambiado drásticamente cinco o siete años después. Es posible que se haya producido un incremento en números absolutos de los migrantes en retorno viviendo en el estado entre 2005 y 2012; sin embargo, en términos porcentuales no hay argumentos sólidos para pensar que el patrón de separación en las familias -que es lo que interesa aquí- se haya modificado sustancialmente.
Principales hallazgos
La migración internacional no inevitablemente separa familias nucleares
En los Cuadros 2, 3 y 4 se presentan los datos de las familias nucleares y extensas de los niños y adolescentes encuestados en los cuatro estados del país. En los Cuadros 2 y 3 se muestran dos fotografías de la situación de sus familias en el momento de la encuesta; por su parte, el Cuadro 4 ofrece información acerca de la historia familiar de los niños y adolescentes de Jalisco. Los Cuadros permiten constatar que generalmente las familias nucleares tienden a permanecer unidas, en especial cuando los hijos son menores de edad, como es el caso de las familias estudiadas en las encuestas.3 Esto significa que la migración internacional no acarrea dispersión familiar de manera automática e inevitable en las familias de un grupo de menores que sí conocen lo que es la migración internacional como parte de la historia de sus familias:
Estado | Padre | Madre | Hermanos | Abuelos | Tíos | Primos | Ningun pariente |
---|---|---|---|---|---|---|---|
Nuevo León (2004) | 4.5 | 0.6 | 2.9 | 3.3 | 31.8 | 6.8 | 53.3 |
Zacatecas (2005) | 15.9 | 1.7 | 16.7 | 9.5 | 84.7 | 66.6 | 29.2 |
Puebla (2009) | 8.5 | 2.1 | 11.2 | 1.8 | 48.7 | 29.2 | 33.4 |
Jalisco (2010) | 5.2 | 0.8 | 6.1 | 5.5 | 65.2 | 36.0 | 26.1 |
Fuente: Universidad de Monterrey/Conacyt 2004 y 2005; Universidad de Monterrey/ Proyecto de Educación Básica sin Fronteras/Secretaría de Educación Pública de Puebla 2009; Universidad de Monterrey/Secretaría de Educación de Jalisco 2010, encuestas migración internacional y educación.
Fuente: Universidad de Monterrey/Conacyt 2004 y 2005; Universidad de Monterrey/ Proyecto de Educación Básica sin Fronteras/Secretaría de Educación Pública de Puebla 2009; Universidad de Monterrey/Secretaría de Educación de Jalisco 2010, encuestas migración internacional y educación.
Fuente: Universidad de Monterrey/Secretaría de Educación de Jalisco 2010, encuesta migración internacional y educación.
16% de los niños de Nuevo León pertenecían a familias en las que alguna vez el padre había migrado a Estados Unidos;
52% de los niños de Zacatecas;
20% de los niños de Puebla y;
35% de los niños de Jalisco.
Aún así, en el momento de la encuesta, casi 95% de los niños y adolescentes de Nuevo León no estaban separados de sus padres (porque ellos estuviesen viviendo en Estados Unidos). Este es el caso de 84% de los niños de Zacatecas, 90% de Puebla y 94% de Jalisco.
Los niños que retornan y los que vienen por primera vez a México experimentan más frecuentemente periodos de su vida separados de sus padres
El segundo hallazgo tiene que ver con las diferencias que se encontraron entre los menores que nunca han migrado a Estados Unidos y aquellos que sí lo han hecho. Si observamos los Cuadros 3 y 4, se constata que la proporción de niños separados de sus padres es considerablemente mayor en el grupo de niños migrantes de retorno. De hecho, algunos de estos niños efectivamente retornaron a México porque nacieron en México, luego migraron a Estados Unidos para, posteriormente retornar. Otros no son propiamente “retornados” porque nacieron en Estados Unidos y vienen por primera vez en su vida a México.
De manera general, los niños que han vivido en Estados Unidos y que retornaron a México experimentan periodos de separación de sus padres con mayor frecuencia que los que nunca han vivido en Estados Unidos. En los cuatro estados las diferencias son significativas.
A partir de esta constatación se puede sugerir una clasificación de las familias. Unas, en las que los hijos nunca han migrado a Estados Unidos. En ellas, la separación de las familias nucleares -por migración internacional- tiende a ser proporcionalmente menor. Otras, las familias en las que los hijos participan de la migración internacional. En este tipo de familias la separación es considerablemente más frecuente, mostrando un patrón de dispersión más generalizada.
El Cuadro 4 refuerza esta tipología. En el Cuadro se utiliza información de la historia de separación de las familias nucleares de los niños de Jalisco. Al tiempo, se presenta una comparación según la experiencia migratoria de los mismos niños y adolescentes. Se comparan 1) las familias de niños migrantes retornados (nacidos en México, migraron a Estados Unidos para posteriormente retornar a México) con, 2) las familias de los niños migrantes binacionales4 (que nacieron en Estados Unidos y vinieron a México) y con, 3) las familias de los niños que nunca han ido a Estados Unidos. Las diferencias son notables. Más de la mitad de los niños migrantes (retornados o binacionales) han vivido separados de su padre en algún momento de su vida, contra solamente la cuarta parte de los no migrantes. Más notable es la diferencia cuando se trata de la separación de la madre. Aproximadamente una cuarta parte de los niños migrantes de Jalisco han vivido un periodo de su vida separados de sus madres, contra solamente 2.5% de los niños no migrantes. Esto es, la probabilidad de estar separado de la madre es 10 veces mayor en el caso de los primeros.
Estos números confirman lo que los niños nos han descrito en algunas de nuestras entrevistas en Puebla y Jalisco. Lo que los niños narran es que cuando sus padres son indocumentados en Estados Unidos, el temor a ser deportados les hace tomar la decisión de llevar a sus hijos a México aun cuando los niños sean ciudadanos estadounidenses por nacimiento. El riesgo de la deportación conduce a los padres a llevarse a sus hijos menores a México como medida preventiva. En algunos casos de familias entrevistadas en Jalisco, el retorno de los hijos es el primer paso para la reunificación de la familia, por etapas, pero no en Estados Unidos, sino en México.
La reunificación familiar por retorno
Si centramos el análisis únicamente en el grupo de niños que poseen la experiencia de la migración internacional (retornados y binacionales) en Jalisco 2010, se observará que el proceso de reunificación familiar con retorno a México parece ser una estrategia de algunas familias mexicanas. En el momento de la encuesta, en Jalisco, observamos que: 2.8% de los niños estaban separados de su padre y de su madre a la vez, 13.0% tenían a sus padres (no a sus madres) en Estados Unidos y 1.1% tenían a sus madres en Estados Unidos (pero no a los padres). Estas proporciones sugieren que el retorno a México está asociado a la reunificación familiar porque contrastan con las proporciones que aparecen en el Cuadro 4. Según este Cuadro, porcentajes altos de los niños migrantes internacionales (entre 21% y 61%) habían vivido separados de su padre o de su madre antes de la encuesta. En la fecha de la encuesta estos porcentajes habían descendido notablemente. Dicho de otro modo, los niños estuvieron separados, pero ya no lo estaban cuando los encuestamos.
Haciendo la misma comparación para el caso de Puebla, la proporción de niños migrantes internacionales, viviendo en México mientras su padre y su madre seguían en Estados Unidos, aumenta a 7.7%. Es una proporción casi tres veces mayor que la de Jalisco. Lo que nos conduce a la siguiente observación: la existencia de diferencias regionales significativas en materia del impacto de la migración internacional en la dispersión de las familias.
La separación de los niños de sus familias es un fenómeno regional y micro-regional
Los Cuadros 2 y 3 muestran que la fotografía de Jalisco y Nuevo León difiere considerablemente de la de Zacatecas y Puebla. Por lo tanto, no se puede hablar de un patrón nacional de la dispersión de los miembros de las familias, sino de patrones regionales y, como se verá más adelante, de patrones micro-regionales. Según la información proporcionada por los niños, las familias nucleares de Nuevo León y de Jalisco, a pesar de que tienen una experiencia migratoria internacional muy extendida y de varias generaciones, no se separan con mucha frecuencia o las separaciones tienden a ser temporales para luego reunificarse. En contraste, en Zacatecas y Puebla se observan proporciones dos y tres veces más altas de separación de las familias nucleares (del padre, la madre y los hermanos). En el momento de la encuesta, casi una sexta parte de los niños y adolescentes de Zacatecas vivían en familias en las que el padre estaba en Estados Unidos; ése fue el caso de casi uno de cada diez niños y adolescentes de Puebla.
Se observará que más de la mitad de las familias de Nuevo León no contaban con ningún familiar viviendo en Estados Unidos y que esta proporción disminuye de manera significativa para los otros tres estados. A su vez, en Nuevo León, la proporción de niños y adolescentes que viven en México mientras su padre y/o su madre están en Estados Unidos es considerablemente más pequeña. Jalisco, por su parte, es muy similar a Nuevo León.
Otras diferencias regionales se pueden constatar con la migración de los abuelos. En el caso de Puebla, en donde la migración internacional tiene una historia más breve, los abuelos migran en proporciones pequeñas comparadas con las que se observan en Zacatecas y Jalisco. El Cuadro 2 lo muestra: casi 10% de los niños zacatecanos tenían a sus abuelos en Estados Unidos en la fecha de la encuesta. Un dato adicional que no aparece en el Cuadro: 60% de los abuelos de los niños de Zacatecas habían migrado a Estados Unidos alguna vez y la quinta parte de los de Jalisco. En Puebla esta cifra (porcentaje de niños cuyos abuelos habían migrado alguna vez a Estados Unidos) no llega a 5%.
Los Cuadros 5 y 6 permiten identificar con mayor precisión las diferencias regionales y micro-regionales. Hay regiones, como la de Jerez, Zacatecas, en donde la gran mayoría de los niños encuestados vivía en familias en las que el padre estaba ausente por migración a Estados Unidos (Cuadro 5), mientras que otras regiones, en el mismo estado, como la de Mazapil, en donde solamente una minoría de niños vivía en un hogar con el padre ausente por migración (Cuadro 6). Ciertamente, el porcentaje de niños separados de su padre en Jerez resulta muy alto y puede ser efecto de que en la misma escuela se encontraban varios hermanos reportando que su padre vivía en Estados Unidos. Sin embargo, debe tomarse en consideración que la encuesta se realizó en 26 escuelas diferentes de los siguientes municipios: Joaquín Amaro, Jerez, Monte Escobedo, Susticacan, Tepetongo y Villanueva. De suerte pues que el efecto hermanos-en-la-misma-escuela no es estrictamente lo que explica el porcentaje de separación familiar. Además, la muestra no es pequeña (n = 798 niños encuestados).
Regiones | Porcentaje de niños y adolescentes cuyo padre estaba en EUA | Porcentaje de niños y adolescentes cuya madre estaba en EUA | Tamaño de la submuestra |
---|---|---|---|
Jerez, Zacatecas (2005) | 81.5 | 7.4 | 798 |
Pinos, Zacatecas (2005) | 35.7 | 1.9 | 1093 |
Rio Grande, Zacatecas (2005) | 30.6 | 1.9 | 562 |
Sombrerete, Zacatecas(2005) | 23.3 | 3.4 | 685 |
Ojocaliente, Zacatecas (2005) | 22.4 | 2.8 | 580 |
Tlaltenango, Zacatecas (2005) | 18.5 | 2.1 | 242 |
Juchipila, Zacatecas (2005) | 15.3 | 2.2 | 362 |
Mixteca, Puebla (2009) | 15.9 | 4.8 | 906 |
Atlixco-Izúcar, Puebla (2009) | 14.6 | 5.0 | 1363 |
Fresnillo, Zacatecas (2005) | 11.8 | 1.2 | 1935 |
Fuente: Universidad de Monterrey/Conacyt 2004 y 2005; Universidad de Monterrey/ Proyecto de Educación Básica sin Fronteras/Secretaría de Educación Pública de Puebla 2009; Universidad de Monterrey/Secretaría de Educación de Jalisco 2010, encuestas migración internacional y educación.
Regiones | Porcentaje de niños y adolescentes cuyo padre estaba en EUA | Porcentaje de niños y adolescentes cuya madre estaba en EUA | Tamaño de la submuestra |
---|---|---|---|
Zona periférica al área metropolitana de Monterrey (2004) | 3.2 | 1.3 | 526 |
Área metropolitana de Monterrey (2004) | 3.4 | 0.4 | 7164 |
Región Centro , Jalisco (2010) | 3.7 | 0.7 | 4450 |
Costa Norte, Jalisco (2010) | 4.1 | 0.8 | 611 |
Región de los Altos Sur, Jalisco (2010) | 4.6 | 0.6 | 633 |
Sur de Jalisco (2010) | 5.5 | 4.2 | 474 |
Sierra Nororiental de Puebla (2009) | 6.0 | 0.8 | 1594 |
Región de Mazapil, Zacatecas (2005) | 6.3 | 0.0 | 236 |
Valles de Serdán, Puebla (2009) | 6.4 | 1.7 | 1259 |
Región de la ciudad de Puebla (2009) | 6.5 | 1.7 | 3489 |
Sierra de Amula, Jalisco (2010) | 6.5 | 0.8 | 246 |
Región de Valles, Jalisco (2010) | 6.7 | 0.0 | 241 |
Región citrícola de Nuevo León (2004) | 6.8% | 1.0% | 1022 |
Fuente: Universidad de Monterrey/Conacyt 2004 y 2005; Universidad de Monterrey/Proyecto de Educación Básica sin Fronteras/Secretaría de Educación Pública de Puebla 2009; Universidad de Monterrey/Secretaría de Educación de Jalisco 2010, encuestas migración internacional y educación.
Las diferencias micro-regionales son muy pronunciadas en Puebla. Dos regiones (la Mixteca poblana y la región de Atlixco-Izúcar) presentan relativamente alta ausencia de padres y madres mientras que en las demás regiones la separación familiar es poco frecuente. En Nuevo León los contrastes inter-regionales son casi inexistentes. Las proporciones de familias nucleares dispersas en dicho estado son muy similares en todas las regiones consideradas para el análisis.
Por último, tanto en los cuestionarios escritos como en las entrevistas realizadas en los cuatro estados pudimos constatar que los niños y adolescentes tienen muy clara conciencia de la dispersión territorial de su familia extensa. Los niños de Zacatecas y de Puebla identifican inclusive a sus padrinos, tíos y primos segundos, sus cuñados, los compadres de sus padres y, por qué no, algunos anotan a sus novios y novias (aprovecharon la sección: “otros”, en el cuestionario). En algunas entrevistas pudimos apreciar esa doble faceta de la dispersión geográfica de las familias migrantes internacionales. Por un lado, el sufrimiento por la separación, especialmente cuando la madre está ausente. Por otro, la valoración que los menores hacen de la geografía de su parentela. Saben que tener una tía en Los Ángeles, un primo en Houston, un abuelo en Las Vegas o una madrina en Nueva York es un recurso que, en algún momento de sus vidas, puede utilizarse. Los menores nacidos en Estados Unidos son los que más claramente identifican la dispersión geográfica de su familia extensa como un capital que puede rendirles dividendos llegada la fecha y la ocasión.
Conclusiones
Hemos intentado retratar un movimiento, el de la dispersión geográfica de las familias nucleares y extensas de niños y adolescentes de cuatro estados de México. El ejercicio resultó complicado porque equivale a querer captar un instante de un proceso que se caracteriza por su movilidad. En las fechas de las encuestas hay numerosos niños que nos informaron que solamente su padre estaba en Estados Unidos, otros reportaron que estaban su papá, sus hermanos, tíos y primos, un número importante señaló en el cuestionario que estaban en Estados Unidos sus hermanos y sus cuñadas; pero no son pocos, sobre todo en Zacatecas, que indicaron que en Estados Unidos estaban sus abuelos, sus primos, tíos y padrinos. Las combinaciones son numerosas, por lo que resulta difícil asociar el instante con el movimiento. Nuestros informantes, sobre todo los que han sido migrantes internacionales, pertenecen a familias móviles y dispersas. Son familias que han hecho de la movilidad una forma de unidad. Estos hallazgos son probablemente valiosos para incluirlos en nuestra visión sobre las familias mexicanas y en los planteamientos de la sociología de la familia, la niñez y la educación en nuestro país.
La lógica de esta movilidad familiar es múltiple y ambivalente. Cuando se les pregunta a los menores migrantes sobre los motivos de su retorno/ migración a México, las respuestas combinan ingredientes económicos (los padres se quedaron sin trabajo), emocionales (los padres se divorciaron), normativos (los abuelos estaban enfermos y requerían cuidados), legales (la madre fue arrestada y deportada) y valorativos (la vida en Estados Unidos ya no les gustaba). Pero en todos los casos, sin excepción, los niños se sienten parte de una comunidad familiar cuya historia se define por la dispersión geográfica, a veces viviendo allá, a veces viviendo aquí.
En el contexto de esta movilidad, dos hallazgos parecen ser confiables. Por un lado, la tipología de familias de estos menores de edad que forman parte de las muestras. Unas familias tienen niños que han migrado de México a Estados Unidos. Éstas son mucho más móviles y están más frecuentemente dispersas que las familias en donde los niños no han participado de la migración. Por otro, las diferencias regionales e inter-regionales son significativas. En términos de separación de los miembros de las familias, Zacatecas no se parece a Nuevo León o Jalisco. Al interior de los estados, la situación de las familias de la región de Jerez, Pinos y Río Grande, Zacatecas, está muy lejos de parecerse a las familias del área metropolitana de Monterrey o Guadalajara. La dispersión familiar no es necesariamente un rasgo rural, porque inclusive en estados como Zacatecas y Puebla encontramos regiones rurales en donde las familias se dividen poco.
Estos datos nos conducen a considerar la hipótesis según la cual las familias dispersas y móviles construyen arreglos singulares que deben ser objeto de estudios etnográficos, como los que llevó a cabo Dreby (2010) en una región de Oaxaca. Estudios en los que el investigador deberá tomar en cuenta de manera permanente las especificidades regionales que nuestros datos cuantitativos reportan.