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Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.35 no.104 Ciudad de México may./ago. 2017

https://doi.org/10.24201/es.2017v35n104.1487 

Artículos

Desempacando la identidad personal en el realismo morfogenético: formas de ego, reflexividad sustantiva y proyectos de vida

Unpacking personal identities in morphogenetic realism: ego's forms, substantial reflexivity and life's projects

Andrés Aedo Henríquez1 

1Universidad del Desarrollo, Facultad de Gobierno andresaedoh@gmail.com


Resumen

Las preocupaciones últimas se han develado en la obra de Margaret Archer como un elemento central de los proyectos de los agentes, al ser la base del cómo comprenden el mundo y generan la reflexividad para resolver los dilemas que la sociedad presenta. Sin embargo, la teoría de las preocupaciones tiene el problema de no estar suficientemente desempacada; ya que no logra dar cuenta de los contenidos con los cuales las identidades personales de los individuos generan reflexividad sustantiva para diseñar proyectos. En el siguiente artículo mostraré como desde una crítica a la teoría de la identidad personal de Archer, puede aflorar un modo de entender las identidades personales desde un vínculo práctico y experiencial con la estructura social, lo que logra generar un modo distinto de comprender la reflexividad agencial y su relevancia para los proyectos personales a través de la noción de formas de ego de la identidad personal.

Palabras clave: realismo social; identidad personal; reflexividad sustantiva; proyectos de vida

Abstract

Ultimate concerns have emerged in the work of Margaret Archer as a core element of the agents' projects, as the basis to understand the world and generate reflexivity to solve the dilemmas that society presents. However, the theory of concerns has the problem of not being sufficiently unpacked, because it fails to account for the contents from which individuals' personal identities generate substantial reflexivity to design projects. In the article I show how, through a critique of Archer's theory of personal identity, we can derive a way to understand personal identities from a practical and experiential link with social structure, generating a different path to understand agents' reflexivity and its relevance for personal projects through the notion of "ego's forms" of personal identity.

Key words: social realism; personal identity; reflexivity substantive; life's projects

Mientras escribo estoy ausente

y cuando vuelvo ya he partido:

voy a ver si a las otras gentes

les pasa lo que a mí me pasa,

si son tantos como soy yo,

si se parecen a sí mismos.

"Muchos somos". (Neruda, 2003)

Introducción

El realismo morfogenético de Margaret Archer tiene como principio metodológico el dualismo analítico entre agencia y estructura, el cual es un argumento donde la relación entre ambas entidades no puede resolverse a través de ninguna forma de determinismo por caer en el vicio de la "conflación teórica"; o, dicho de otra manera, por anular teóricamente los atributos de las entidades puestas en relación (Archer, 2009). De esta forma, el argumento central que presenta la teoría de Archer se basa en un tipo de relación no conflacionaria, que llama de juego mutuo, donde las propiedades de cada uno de los elementos en juego se pueden ordenar por medio del tiempo. Así, hay una primera fase de condicionamiento de la estructura hacia la agencia, una segunda fase de interacción de la agencia con la estructura, y una tercera etapa de reelaboración de la agencia hacia la estructura, la cual genera nuevos condicionamientos a las formas de agencia (Archer, 2009, p. 120). No está de más decir que, para Archer, este modelo contiene las tres formas generales de teoría sociológica: la primera fase es propia de los colectivismos metodológicos, la segunda etapa de las teorías de la estructuración y la tercera de las formas del individualismo metodológico (Archer, 2009). En cada una de estas etapas, las entidades ejercen sus capacidades, donde los agentes desarrollan sus acciones en medio de los condicionamientos institucionales.

El proceso de mediación de las capacidades de estos dos elementos, entre condicionamiento institucional y acción de la agencia puestas en el tiempo, para Archer se realiza entre los individuos, por medio del vínculo perdido de la agencia y la estructura en la teoría sociológica: la reflexividad o conversación interna (Archer, 2003; 2007a). Este proceso de reflexividad genera unas características estables en los individuos, ya que los diseños de acción, proceso por el cual los agentes resuelven los problemas que la estructura institucional les presenta, pueden ser comprendidos como "modos de reflexividad" predominantes en los sujetos, al ser la base para identificar los tipos de proyectos que realizan los individuos (Archer, 2003; 2007a; 2012).

Sin embargo, la teoría de los modos de reflexividad presenta un argumento formalista como medio de resolver el dilema del diseño de las acciones de los sujetos en la sociedad, en el cual los proyectos a seguir por parte de los agentes dependen del modo de reflexividad puesto en funcionamiento (Archer, 2007a; 2012). Cuando se rechaza este argumento por la des-sustancialización del agente que conlleva el formalismo, la pregunta por el diseño de proyectos, que cómo razones agenciales motivan y guían a los sujetos en el mundo, vuelve al problema de las identidades personales. Sobre este punto Archer ha argumentado que las identidades personales se sostienen en lo que se puede denominar "estructura de preocupaciones", donde las preocupaciones últimas son las que orientan a las personas en el mundo social. El problema central en este punto es que la noción de "preocupaciones últimas" no tiene mayor sostén en la teoría de Archer que una de la formación de identidades personales denominada "fases de ego"; la cual clasifica las preocupaciones en un esquema abstracto para dar cuenta de la identidad personal (Archer, 2000).

De este modo, aquí sostendré que el argumento de las fases de ego de Archer, como base de la identidad personal, esconde unos contenidos sustantivos que deben ser extraídos y observados para entender no sólo la identidad personal, sino además los procesos de reflexividad. Así, para comprender la reflexividad como proceso de diseño de proyectos, deben abrirse los contenidos sustantivos de las "fases de ego" de la identidad personal como estructura de preocupaciones, los cuales se pueden denominar "formas de ego", ya que estos contenidos sustantivos le dan una forma compleja a la identidad personal de los individuos. Así, el proceso reflexivo no es formal, sino una relación sustantiva entre los contenidos de estas formas de ego, lo que genera un proceso reflexivo de un agente en el mundo. Estas formas de ego deben entenderse como la huella de la experiencia concreta de los agentes en su relación con la estructura institucional de la sociedad.

Desde esta noción de formas de ego -como contenidos predominantes y sus relaciones entre sí- es que se puede abordar, no sólo el problema de la reflexividad derivada de las preocupaciones fundamentales como elemento central de juego mutuo de agencia y estructura en la conciencia de los agentes; sino, además, los dilemas propios de las identidades personales actuales, dada la facilidad de los quiebres biográficos en la sociedad contemporánea. Ésta, al generar incertidumbre en los sujetos, hace que los procesos de subjetivación social deban confrontar y autoconfrontar la amenaza de la pérdida de continuidad subjetiva, provocando un alza de los procesos reflexivos sobre sí mismos, en tanto cómo las personas se perciben y definen ante el mundo generando cambios en sus proyectos de vida.

Reflexividad, preocupaciones y fases de ego: la identidad personal en Archer

Desde el plano del agente y su involucramiento en la vida social, Margaret Archer ha teorizado que el modo en que el juego mutuo se desarrolla al interior del individuo como una "conversación interna", la cual deriva en una práctica diseñada frente a la estructura que denomina "proyecto", se basa en una triada conceptual donde existen tres fases en el proceso de generación de razones agenciales, que son: "preocupaciones, proyectos y prácticas" (Archer, 2007a, p. 89). Esto implica que entre las preocupaciones y las prácticas se produce el diseño de una acción mediante la reflexividad, la cual es el modo estrictamente humano de incorporar las condicionantes que la estructura social les genera a las preocupaciones de los agentes: "El pensamiento reflexivo es sinónimo de conversación interna porque la reflexividad no es una vaga autoconciencia, sino que un cuestionamiento y exploración del sujeto con relación al objeto, el cual necesita tener un producto práctico o un intento" (Archer, 2007a, p. 73). Así, cada acción es diseñada por medio de la reflexividad, en la cual -según Archer- por cada tipo de reflexividad se genera un tipo de acción característica, que puede anticipar los tipos de acción de los sujetos por el tipo de reflexividad predominante que generan los individuos, frente a los distintos tipos de condicionamientos sociales y culturales (Archer, 2010, p. 278).

De esta manera, Archer postula que la forma o el modo en que las personas procesan las condicionantes sociales tiene un efecto o está correlacionado positivamente con el tipo de proyecto que desarrollan (Archer, 2010, p. 278). Así, el juego mutuo reflexivo tiene sentido en el modo en que "quién le habla a quién y sobre qué" (Archer, 2000, p. 228) al interior de la conciencia, ya que de este proceso se puede determinar la acción que será diseñada. Esta acción resulta del tipo predominante de conversación interna en un individuo; entonces, si la conversación interna de un sujeto, no importando el asunto del mundo ni las capacidades del sujeto para solucionarlo, es individual, la reflexividad es autónoma y la acción correspondiente es de tipo estratégico. Y si la conversación interna es con otros, de tipo comunicativa, la acción posterior es adaptativa. Y de otra forma, si la conversación interna es metarreflexiva, que conversa desde sí mismo sobre sí mismo y no sobre un asunto del mundo, entonces Archer sostiene que la acción correspondiente es subversiva con posibles resultados morfogenéticos para la estructura institucional. Y finalmente, si el tipo de reflexividad es fracturada, ésta no generará productos concretos como un diseño de acción pertinente al contexto (Archer, 2003; 2007a; 2010; 2012). Si se sigue este camino argumental, entonces el diseño de una acción se formaliza en los modos de reflexividad, lo que oculta el problema de los contenidos puestos en la conversación interna, basado en la idea de que la conversación interna trata el problema de quién le habla a quién y de qué. Así, este argumento se basa en cómo se despliega la conversación interna y no en quiénes conversan entre sí, al interior del proceso reflexivo de los individuos.

Sin embargo, los contenidos de la conversación interna son relevantes en el proceso de diseño de acción o proyectos, ya que en definitiva la posibilidad de diseñar una acción correcta1 frente a un problema del mundo depende de los contenidos puestos en el juego mutuo de la reflexividad: "La reflexión humana es la acción de un sujeto hacia un objeto como una reflexión de un matemático frente a un problema abstracto" (Archer, 2010 p. 2). De esta forma, es necesario entender que todo asunto importado por el sujeto desde el mundo, para el cual se requiera diseñar una acción correcta, debe tener algún tipo de contenido en el agente que le permita solucionarlo, o al menos la creencia de que puede. Dado esto, no se pueden obviar los contenidos subjetivos y dejar el problema del diseño de acción a la forma o modo de conversación interna, pues ésta no puede garantizar por sí misma cuál será la acción posterior como proyecto ni las consecuencias en la estructura institucional.

Así, sostengo que lo que harán las personas frente a los problemas propios de la estructura institucional, depende de los contenidos sustantivos de los sujetos puestos en juego mediante la reflexividad frente a los asuntos importados de la estructura; estos contenidos pueden variar dependiendo de los recursos materiales y simbólicos disponibles e incorporados en los procesos de socialización, ya que estos procesos diferenciados se relacionan con las posiciones de los sujetos en la estructura institucional (Archer, 2009; Bourdieu, 2001). De otra forma, el capital cultural no tendría consecuencias en las acciones de los individuos, ni se podría hablar de desigualdad en los niveles de capital cultural, ni tendrían sentido los especialistas en determinadas áreas, o la experiencia acumulada en los sujetos no generaría consecuencias en el logro de un determinado proyecto.

De esta manera se impone el problema de trabajar sobre las conformaciones sustantivas de las personas como una identidad personal, ya que las prácticas que desarrollarán no se pueden derivar de los modos de reflexividad formales, sino que involucran los contenidos puestos en el proceso de reflexividad, porque éste no es sino el modo en que procesamos los asuntos del mundo con nuestras propias capacidades de interpretación de la realidad externa. Si la automedicación de los individuos es un problema colectivo, ésta no deriva de la forma de reflexividad autónoma sino comunicativa; aunque por sobre todo de unos conocimientos médicos -formales e informales- que deben estar presentes en las personas dadas sus posiciones sociales, además de problemas institucionales en el acceso al sistema de salud formal. Si se puede arreglar el automóvil, esto no depende de ningún modo de reflexividad, sino de que estos conocimientos estén presentes en las personas; de hecho si se poseen los conocimientos se puede hacer autónomamente, y si no se poseen se deberá recurrir a una persona que tenga esas habilidades, a través de la estructura institucional históricamente definida para ello como las instituciones mercantiles o de reciprocidad. Esto hace que para entender el procesamiento reflexivo de los individuos del mundo, y la posterior puesta en práctica de un proyecto, se deba recurrir no a las formas de reflexividad sino a los contenidos puestos en el proceso de reflexividad, contenidos que se derivan del proceso de juego mutuo práctico de los sujetos con la estructura institucional, pero que son propios de la subjetividad de las personas, de sus identidades personales como una formación subjetiva compleja.

A partir de lo anterior, el problema se centra no en el modo de conversación interna, sino en lo incluido en la conversación interna, que es consistente con el dualismo analítico como distinción entre agencia y estructura del realismo morfogenético: "Las ventajas objetivas tienen que ser consideradas subjetivamente ventajosas, los beneficios objetivos tienen que subjetivamente valer la pena y los avances objetivos han de ser subjetivamente deseables" (Archer, 2007a, p. 89). Dado este punto, la formación subjetiva de la identidad personal es lo relevante del proceso de juego mutuo de la conversación interna, al hacer que el problema se centre en lo que Archer ha llamado las preocupaciones de los sujetos: "los agentes con la reflexividad examinan sus preocupaciones personales a la luz de sus propias circunstancias sociales y evalúan sus circunstancias a luz de sus propias preocupaciones" (Archer, 2007b, p. 41). Si los modos de reflexividad son rechazados por formalismo, entonces las preocupaciones deben ser examinadas para volver a encajar este elemento en el proceso reflexivo.

Las preocupaciones están asentadas en lo que Archer ha denominado "fases de ego", que es la base de su teoría de la identidad personal. En este punto la autora ha sostenido que las preocupaciones humanas se derivan de la relación de juego mutuo que los sujetos establecen con tres órdenes de la realidad, como es el orden natural, el orden práctico y el orden discursivo (Archer, 2000, p. 197). Del enfrentamiento de esos órdenes se generan las preocupaciones humanas con las cuales se va formando la identidad personal. Esto implica que la conciencia de todo ser humano logra importar -mediante representaciones- las condiciones objetivas del mundo, como una dimensión natural, una práctica y una discursiva (Archer, 2000, p. 198). El punto central es que dadas estas variadas dimensiones del mundo se importan esos asuntos a nuestra conciencia; por ejemplo, de la naturaleza física del mundo buscamos el bienestar como cuidado de nuestra salud; del plano práctico del mundo la resolución de problemas como logros; y del plano discursivo del mundo una adecuación de los comportamientos a la normatividad vigente.

En este proceso se van generando y solidificando preocupaciones humanas frente al mundo, en las cuales se basa nuestra identidad personal: "Estas preocupaciones que no son medios a nada más allá de ellos, constituyen quiénes somos y expresan nuestra identidad. Quiénes somos es un asunto de qué es lo que más nos importa" (Archer, 2003, p. 18). Estas preocupaciones, que expresan nuestra identidad, se asientan en lo que Archer denomina "fases de ego", las cuales comienzan "desde el actual yo, el agente de toda acción, espontáneo y libre, porque el yo soy, puede definir toda situación sin consideración de hábito o precedente" (Archer, 2000, p. 229). Desde este "Yo" es que se forja, por medio de la socialización en distintas posiciones sociales, una diferenciación en los individuos como un "Mí", "quien es, entonces, ontológica y lógicamente distinto, muy comprometido a las reglas de la comunidad" (Archer, 2000, p. 229). Nótese que estos elementos, "Yo" y "Mí", son dos formas de entender la relación del individuo con el mundo en el correr de la experiencia, la cual va formando preocupaciones que reincorporan el mundo en cada situación. Así, el "Mí" incorpora normas y el "Yo" experimenta el mundo sin esa mediación.

De esta forma comienza a generarse -según Archer- una conversación interna, punto donde hay varios alguien al interior del individuo. Desde este plano, Archer sostiene que se comienzan a desarrollar nuevas fases, como son las propias del ámbito público en un proceso de socialización que deriva en un "Nosotros", hasta llegar a adquirir compromisos estables para personificarse en un "Tú" (Archer, 2000, p. 295). Así, luego de haber pasado por las fases de ego, el individuo es capaz de reflexionar sobre sí mismo desde sí mismo, lo cual para Archer ocurre generalmente en la edad adulta. De esta forma, todo individuo tendría dentro de su conciencia cuatro puntos de vista desde donde poder desarrollar una conversación interna, dependiendo de dónde esté situado en su ciclo vital.2 Así, en la identidad personal se fija una fase de ego preponderante como base de las preocupaciones últimas, la cual orienta a los individuos en el diseño de sus proyectos, ya que con éstos han alcanzado un compromiso más profundo y duradero. En este punto dicho compromiso va más allá de la mera personificación en un rol, sino que nos involucra emocionalmente y da cuenta de lo que somos con base en una preocupación fundamental (Sayer, 2006, p. 40).

El problema que ofrece esta conceptualización de la identidad personal como preocupaciones, es que no se logra establecer qué contenidos tienen dichas fases de ego -aunque esto podría ser sólo un problema empírico, como algo que se resuelve en la investigación concreta-. Sin embargo, el problema persiste al incorporar un contenido empírico, ya que podría ser interpretado desde todas las fases de ego a la vez; o lo que es lo mismo, un contenido podría ser incorporado como un "Nosotros" en tanto forma colectiva y pública dentro del esquema, aunque su condición per se es más bien privada, como podría ocurrir con los pequeños comerciantes amenazados por las grandes corporaciones; e incluso íntima, como ocurre con los contenidos alojados en el ámbito amoroso y sexual. Así, siguiendo con el ejemplo del matemático, éste puede ser un "Mí", ya que aprendió los conocimientos para proceder como matemático frente a un problema de esa índole, aunque nunca haya ejercido ese rol; y a la vez un Nosotros los matemáticos, si es que se considera como una característica que forma una colectividad que enfrenta, por ejemplo, un cambio legal de sus responsabilidades civiles; y a la vez el matemático que soy como un "Tú" cuando se personifica como matemático en el ámbito laboral. Implica que cualquier contenido puede pasar de un plano interno a uno colectivo como elemento de la identidad personal que se actualiza frente a las situaciones estructurales, lo que impide que las claves abstractas y esquemáticas que ha presentado Archer puedan interpretar de buena forma un contenido específico, ya que no es informativo de la identidad del sujeto y sólo presenta un argumento clasificante de unos contenidos hasta ahora ignotos. De esta forma, la conceptualización de Archer clasifica los contenidos, mientras que elude el problema central de las identidades personales y la conversación interna; o, dicho de otra forma, esquivando el problema de quién le habla a quién y de qué en el proceso reflexivo. El "Nosotros" abstracto no le puede hablar al "Yo abstracto". En esa conversación hay unos contenidos concretos e históricos que pueden tomar forma en un "Nosotros" desde un "Yo" concreto como un proceso de colectivización identitaria emergente, o desde un "Nosotros" que se diferencia en un "Yo" como proceso de singularización, lo que genera un proceso reflexivo de la identidad de los individuos.

Dado esto, es posible que contenidos íntimos de la identidad de las personas, como los sexuales, desborden la clasificación y se muevan de un plano al otro, pasando de planos íntimos a públicos, para desarrollar proyectos colectivos, por ejemplo los movimientos civiles por los derechos de género de las personas. Así, se puede entender que los múltiples contenidos posibles de la identidad personal se mueven dentro del esquema de Archer, desde planos colectivos hasta íntimos, o de privados a públicos. Otra forma de entender el punto es mostrarlo por medio de un ejemplo que propone Archer (2003; 2012): Antígona vive en la tragedia griega un dilema reflexivo basado en el hecho de que al cuerpo de su hermano no se le puede dar sepultura por una norma de la ciudad-Estado. Archer ha mostrado este ejemplo como base de una situación metarreflexiva, no pensando en las situaciones del mundo sino consigo misma sobre sí misma; de hecho, para Archer este tipo de reflexividad sería la característica de la modernidad tardía, al tener como producto prácticas con consecuencias morfogenéticas dado el tipo de proyecto característico que se desarrolla. Sin embargo, se puede sostener que Antígona vive una contradicción reflexiva entre su condición de ciudadana y su condición de hermana, a la cual se le prohíbe celebrar el funeral de su hermano según las leyes de la política griega del momento, que se enfrenta a las normas de la religión griega. De hecho, la tragedia tiene como lección que las normas del poder sagrado son más relevantes que las temporales. La tragedia que vive Antígona se genera porque dos contenidos contradictorios pugnan dentro del mismo plano de la identidad personal. Existe una contradicción entre cumplir la orientación del colectivo temporal o cumplir la orientación del colectivo sagrado; aún no se ha reordenado el esquema institucional para que la religión pase a ser un asunto privado, albergado en una creencia personal como feligrés. Para Archer (2012) en la modernidad tardía la condición de Antígona se habría generalizado. Así, las decisiones polares del "esto o aquello", propias del siglo XX, habrían cedido paso a la ambivalencia en tanto "esto y aquello" del siglo XXI con consecuencias en el diseño de proyectos y prácticas, lo cual sólo radicaliza la condición de la reflexividad de la identidad personal (Bauman, 1996).

De esta forma, las preocupaciones no corresponden a planos esquemáticos y abstractos, sino a elementos experienciales y concretos, como son los contenidos que se van generando al contacto directo de los sujetos con la estructura sociocultural. Se puede sostener que las preocupaciones últimas se mueven dentro de los diversos planos de las fases de ego, por lo que cada época en su proceso de morfogénesis va fijando qué contenidos se estabilizan en distintas etapas en el esquema clasificatorio, en tanto si el proceso reflexivo entre el contenido y el asunto importado debe ser procesado como algo de carácter colectivo, privado o íntimo. De esta forma, las fases de ego clasifican unos contenidos internos que deben ser desempacados y teorizados para dar cuenta de los tipos de diseños de acción.

Así, los contenidos de las fases de ego son la base de la reflexividad para el diseño de proyectos, pero éstas no se basan en unas fases de ego esquemáticas y abstractas; se trata de contenidos que pueden moverse en distintos planos como una característica epocal de los contenidos de las identidades personales. Por ejemplo, las prohibiciones de matrimonio entre miembros de grupos de diferentes estatus era un problema colectivo, como el sistema de castas indias. Este sistema se acultura con la hegemonía de los contenidos simbólicos de la modernidad, lo que convierte esa decisión en un problema privado y de "libre" elección de los individuos, donde los contenidos asociados a la convivencia y al amor son parte del proceso de elección de pareja, mientras que deja de ser un asunto público basado en alguna condición del "Nosotros" familiar como búsqueda de mantenimiento del estatus. O, de otra forma, la condición de trabajador puede pasar de ser un problema individual por medio de un contrato a un problema colectivo cuando existen sindicatos y negociaciones colectivas.

Así, el esquema de Archer resulta muy abstracto y esquemático, no presenta las condiciones necesarias para dar cuenta de la identidad personal como estructura de preocupaciones, ya que las clasificaciones de tipos de fases de ego dependen de unos contenidos específicos y vivenciales que sólo se ordenan en el esquema del propio autor; por lo que un "desempaque" de las nociones de preocupaciones asociadas a la sociedad se impone como un problema teórico central, antes de poder clasificar si esos contenidos son propios de ámbitos íntimos, privados o colectivos, los cuales condicionan las posibilidades de dar cuenta de la conversación interna y de sus consecuencias en el diseño de proyectos.

Formas de ego y reflexividad sustantiva: diseño de proyectos

Las preocupaciones, entonces, se derivan de la relación concreta de los individuos con el mundo; dicha relación, como experiencia subjetiva en éste, va fijando preocupaciones estables en el tiempo (Archer, 2000). La dimensión social del mundo es uno de los contextos con mayor impacto en las identidades personales, ya que provee de una serie de contenidos performativos de acción que son socializados en los sujetos dentro de diversas organizaciones en las cuales deben desarrollar acciones; así, la adecuación a estructuras de normas va condicionando los diseños de proyectos que se van poniendo en práctica. Esta zona de contacto como juego mutuo, concreto y experiencial de los individuos con la estructura institucional son los roles en organizaciones sociales, los cuales son el modo de contacto entre el individuo específico y la estructura institucional histórica, que desarrollan un juego mutuo de carácter práctico; además de poder ser múltiples durante la trayectoria vital del individuo considerado de forma longitudinal, en tanto ejercicio de diversos roles durante su vida, e incluso durante el día de modo transversal, como ejercicio en distintas organizaciones sociales en la misma unidad de tiempo (Archer, 2009).

Los roles son elementos propios de las organizaciones que componen la estructura institucional de la sociedad (Gerth & Wright Mills, 1963), ya que son previos a las acciones de los individuos (Archer, 2009) en tanto "contextos estructurados" de acción (Outhwaite, 2006, p. 95). Los roles se ejercen en organizaciones, las cuales definen lo que los individuos deben hacer como adecuación al orden discursivo, sus posibilidades de logro con el orden práctico y dadas sus capacidades físicas en relación con el orden físico. Así, si hay plazas de médicos o profesores en organizaciones como hospitales y escuelas, se espera de ellos que tengan no sólo una capacidad física -como salud compatible-, sino sobre todo los contenidos necesarios para realizar las acciones pertinentes, lo cual implica una capacitación teórica, una credencialización formal y haber ejercido el rol en otras organizaciones como capacitación práctica. De esta forma, por medio de la experiencia de los sujetos en los roles se van adquiriendo contenidos propios de dichos roles, los cuales marcan sus posibilidades de acción en la sociedad, al ser incorporados como parte de su identidad personal (Jay, 2009).

Por supuesto, el ejercicio de roles en la sociedad, como forma de experiencia directa en distinto tipo de organizaciones sociales, es bastante amplio en las sociedades contemporáneas, además de que no están ligados jurídicamente a ellos como en las sociedades estamentales; así, las posibilidades de movilidad de los sujetos en los roles estructurales, como variabilidad experiencial, generan también la posibilidad de cambios identitarios. De esta forma se van adquiriendo los contenidos propios de los roles de las organizaciones, como familias, empresas, iglesias, partidos políticos o juntas de vecinos. Éstas van configurando variadas "formas de ego", cada una con sus específicos e históricos contenidos, como padre, trabajador, feligrés, militante y vecino en una época determinada. Además de esto, se debe entender que los mismos roles pueden tener variaciones cuantitativas y cualitativas, como resulta de los procesos de la estructura de posiciones sociales y de la movilidad social (Hoggart, 2013; Bourdieu, 2006). De esta forma, los distintos contenidos estructurados como formas de ego van siendo incorporados a los seres humanos, y van ejerciendo un peso en nuestra identidad y proyectos vitales, como forma de ego predominante, ya que "Generalmente, las preocupaciones sociales más importantes de nuestra autoestima están establecidas en ciertos proyectos (carrera, familia, vecindad, club o iglesia) sobre cuyo éxito o fracaso podemos atribuir nuestra valía" (Archer, 2000, p. 219). De esta forma, las preocupaciones últimas de las que habla Archer se pueden entender como formas de ego predominantes de las personas, lo que marca nuestra identidad personal. Así, se establece una jerarquía de formas de ego, las cuales alientan existencialmente y guían socialmente a los sujetos en el mundo. Las formas de ego predominantes son las que definen los asuntos más importantes en la vida de las personas; mientras que hay otro tipo de formas de ego secundarias, dados los compromisos de los sujetos, y por lo tanto no se basan en ellas para generar proyectos estables en el tiempo o proyectos de vida; pueden incluso llegar a ser formas de ego secundarias y terciarias, e incluso estrictamente transitorias para poder desarrollar una forma de ego distinta en el futuro, como pueden ser las de estudiante.

Esto implica que son estos contenidos, como formas de ego predominantes en la jerarquía subjetiva de los individuos, los que actúan como compás para los sujetos en el mundo, en tanto importación de asuntos de interés y con las cuales los seres humanos se guían en el proceso de reflexión y posterior diseño de acción. Así, el diseño de proyectos en diversos momentos de la vida de los sujetos, tiene como aliados las formas de ego con sus contenidos históricos, pudiendo caracterizar a diversos grupos por los contenidos subjetivos que les sirven de compás en la vida social para prospectar el futuro mediante proyectos. Tal como lo expresa Richard Hoggart en su clásico texto sobre la transformación de la cultura de la clase obrera inglesa en la sociedad de masas, cuando comenta lo complejo que es llevar los planos de ciudadano y el doméstico para la clase trabajadora: "Las personas de clase trabajadora, tan arraigadas al ámbito de lo doméstico, lo personal y lo local, y con poca capacidad para el pensamiento más abstracto, son menos proclives a poner los dos mundos uno junto al otro" (Hoggart, 2013, p. 99). Esto implica que en la jerarquía característica del grupo que estudia Hoggart, los asuntos públicos son menos relevantes en la identidad personal de los individuos de clase trabajadora.

Estos contenidos en tanto formas de ego poseen en su interior distintos elementos, como contenidos prácticos y contenidos morales, los cuales se portan en la identidad e impactan en el proceso reflexivo y en el tipo de acción. En un caso contrario al de Hoggart, Charles Taylor, en su largo trabajo filosófico sobre las fuentes del yo moderno y su defensa de la vida corriente, destacaba que los contenidos morales del dominio del yo devenían de formas de ego anteriores, derivadas de los valores públicos de las clases dominantes del feudalismo: "La fortaleza, la firmeza, la resolución y el control son cualidades cruciales, un subconjunto de las virtudes guerrero-aristocráticas, sólo que ahora se han interiorizado. Ya no se despliegan en grandes acciones de valor militar en el espacio público, sino en el dominio interior de la pasión por el pensamiento" (Taylor, 2006, p. 216).

De esta manera, toda forma de ego presenta no sólo contenidos que preparan al sujeto para actuar en términos prácticos en tanto logros, como sanar a los enfermos, sino también de adecuación de las prácticas a normas morales en tanto hacerlo como es debido. Así, la conversación interna resulta en un proceso reflexivo al interior de la identidad personal, donde las distintas formas de ego, que han quedado en los sujetos por medio de la socialización, entran en una conversación interna al interpretar la realidad que se les presenta. Se puede presentar la forma de ego sin necesariamente tener un rol estructural donde poder ejercerla, como cesantía ilustrada en el caso universitario sin campo laboral; e incluso que los roles no tengan la retribución material y simbólica que se esperaba, por lo que las identidades personales de los sujetos pueden entrar en procesos de incertidumbre para generar proyectos estables. Asimismo, pueden actualizarse formas de ego en el proceso de diseño de acción de un sujeto, como las vueltas a los mercados laborales de las mujeres después de sus embarazos; e incluso de una colectividad completa, cuando la forma de ego puede volver a ser ejercida según las condiciones estructurales, como cuando vuelven inversiones sobre zonas que han vivido procesos de reconversión salarial.

Así, la conversación interna no es simple. Las condiciones externas de la estructura social representan dilemas para las personas sobre las decisiones a tomar en un juego mutuo reflexivo, en tanto desde qué forma de ego se debe reflexionar sobre algún asunto o cuáles son las formas de ego pertinentes para resolverlo, siendo esto la base para pensar una conversación interna de tipo sustantiva; además de que el proceso reflexivo mismo generará el dilema de si resolverlo de forma autónoma o con ayuda de otros. En este caso se trata de entender que la reflexividad que genera la estructura institucional, dados sus condicionamientos, puede tener en los individuos distintos modos de procesamiento reflexivo, los cuales, cuando ya no se trata de modos formales de reflexión, establecen procesos sustantivos entre los contenidos que poseen las formas de ego. Así, estos contenidos de las formas de ego de la identidad personal logran generar al menos dos tipos distintos de reflexividad, los cuales funcionan de forma similar a los modos en que los contenidos culturales se relacionan en los sistemas culturales, según Archer (1997). En este caso, las formas de ego con sus contenidos morales y cognitivos entran en relación de forma contradictoria o complementaria. En el primer caso, los contenidos se repelen entre sí en el proceso reflexivo, ya que presentan soluciones contradictorias, pues dejan al sujeto en una situación en la que tendrá que decidir cuál es el contenido que debe primar en el proceso de diseño de acción o cuáles son las posibles combinaciones eclécticas para resolver el problema; en este caso el proceso reflexivo puede tomar más tiempo, pues posiblemente deba llevar a cabo formas de comunicación con otros. O el proceso reflexivo puede tomar relaciones complementarias entre las formas de ego, donde los contenidos se entraman de tal forma que ofrecen una respuesta rápida y coherente para resolver los asuntos propios de la estructura institucional. No está de más decir que para la teoría sociológica de la reflexividad, el primer caso representa el argumento de Archer sobre la modernidad tardía como aumento del proceso reflexivo; y el segundo caso el argumento de Bourdieu sobre las condiciones del habitus con pertinencia frente al campo, reflexividad o sentido práctico (Aedo, 2014); lo que bajo esta premisa se puede entender como reflexividad contradictoria o reflexividad complementaria entre los contenidos de las formas de ego. Esto se genera porque las sociedades de la modernidad tardía rompen constantemente los esquemas estructurales en que los contenidos de las formas de ego son pertinentes, al punto de ofrecer discontinuidades estructurales para las identidades de los sujetos; lo cual sólo refuerza el proceso reflexivo en la identidad personal e incluso de la identidad personal (Giddens, 1996).

En este proceso reflexivo es que se pueden evidenciar las formas de ego predominantes, las cuales son la base de proyectos con mayor solidez en el tiempo. Lo anterior se verifica por medio de los compromisos que se adquieren con algunas de las formas de ego (Sayer, 2006). Éstas, con las cuales hay compromisos mayores, son las que nos definen ante el mundo social y sobre las cuales levantamos nuestra valía,3 al tener el primer orden en la jerarquía de la identidad personal. Así, los proyectos de más larga duración de las personas generalmente podrán estar asociados a formas de ego de mayor jerarquía en los individuos, los cuales les proveen de capacidad reflexiva para desarrollar acciones concretas y correctas dentro de un proyecto que atraviesa en el tiempo de forma perpendicular la estructura social. Esto implica que las personas pueden generar una identidad robusta con unas formas de ego jerarquizadas que no generan mayores problemas en los procesos reflexivos, dada la estabilidad de la jerarquía y la complementariedad que alcanza con las otras formas de ego, las cuales en las experiencias concretas de desarrollo frente al mundo logran resolver los problemas que se les presentan. Esta idea es lo que puede fundamentar un proyecto de vida que ordena el conjunto de las acciones parciales de un sujeto en el mundo, dándole a la identidad personal un sentido trascendente y una continuidad en el tiempo. En el caso contrario, donde la estructura provee de constantes discontinuidades, por ejemplo respecto al trabajo, la identidad podría no tener robustez por los procesos de re-jerarquización subjetiva de las formas de ego, que están presentes en la identidad personal, y generan revisiones y contradicciones constantes que dejan a los sujetos sin posibilidad de prospectar el futuro con un proyecto a largo plazo.4

Así, cuando hay variaciones importantes en las acciones de las personas, debemos entender que hay cambios en los proyectos de vida enclaustrados en las formas de ego predominantes, como una re-jerarquización derivada del proceso reflexivo agencial frente al contexto estructural. Esto puede abrir el campo de lo posible dentro del proceso de relación concreta con las estructuras institucionales, lo que da cuenta de probables cambios de ubicación de los contenidos de las formas de ego de los individuos, que pueden pasar de una forma que se ubicaba de manera predominantemente privada, como la de "Yo el estudiante", a una colectiva, como "Nosotros los estudiantes", pudiendo compartir una forma de ego con otros, lo que da fuerza colectiva a una de ellas, con la capacidad de desarrollar nuevas formas de "agencia corporativa" u organizaciones que se enfrentan a la estructura en un nivel de emergencia mayor (Archer, 2009).

De esta manera, se abre la condición de posibilidad para el paso a una segunda fase de interacción del ciclo morfogenético, donde distintos actores corporativos tironean de la estructura social para un lado o el otro. Así, no se puede saber en principio qué formas de ego harán surgir los procesos de colectivización al generar grupos sociales. O al revés, qué elementos colectivos se van descomponiendo y pasando a planos privados o íntimos de la identidad; perdiendo, de este modo, jerarquía en la identidad personal, y pudiendo llegar a ser medios para metas de otras formas de ego con mayor compromiso.

Algunos de estos problemas fueron fuente de teorizaciones en los procesos de cambio cultural en la última parte del siglo XX -como el caso de Clauss Offe- cuando se enfrentaron a la descomposición de la conciencia de clase de los trabajadores, lo que puso en duda la importancia de la categoría "trabajo" en la subjetividad de las personas; ya que, al parecer, se había vuelto poco significativo o informativo sobre los asalariados, en tanto "la percepción de sus intereses sociales, para su conciencia y para su comportamiento organizacional y político" (Offe, 1992, p. 28). De esta forma, se puede entender que se preguntaba si la forma de ego de trabajador lograba orientar sus acciones en el ámbito político, donde se muestra que la importancia estructural del trabajo no se correlaciona con la importancia subjetiva como proyectos de vida de los sujetos, al dar cuenta de un cambio jerárquico en la identidad personal como característica epocal de la agencia o de una sobreestimación teórica de esta forma de ego sobre la identidad de los sujetos.

De esta manera, el proceso de reflexividad sustantiva frente a los problemas concretos -derivados de la estructura institucional-, sobre todo en sociedades complejas donde la incertidumbre acerca de las posibilidades de acción y continuidad de la identidad personal se han vuelto cada vez más sometidas a incertidumbre, sólo puede ir en aumento con las consecuencias subjetivas que va generando. Así, la identidad personal y el proceso reflexivo pueden tomar nuevos rumbos y sorprender a quienes naturalizan los comportamientos y a los que ven a los sujetos como portadores de identidades fijas en el tiempo, como mero espejo de la socialización de la estructura institucional. La conversación interna sustantiva de los individuos con una identidad personal compleja, compuesta de formas de ego con sus compromisos fundamentales, es la base desde la que se elaboran proyectos de vida. Y esto es siempre un elemento a considerar en toda investigación sobre el futuro de la sociedad, que vuelve a poner en el tapete el hecho de que todo cambio estructural nace en algún momento de un dilema reflexivo de la identidad personal de los individuos frente a la estructura institucional de la sociedad en una época determinada. O para decirlo con Archer, la vida interna de los individuos sí es relevante para los cambios estructurales (Archer, 2010), ya que es en este punto donde agencia y estructura dejan de tener un correlato unísono y sincrónico, pues los individuos pueden distanciarse -mediante la reflexión- de las formas de ego relevantes promovidas por la sociedad, mientras alternan la jerarquía de sus compromisos con algunas de estas formas de ego; lo anterior no puede ser comprendido como un producto social, y abre el campo de lo posible en los diseños de proyectos con consecuencias en sus prácticas. Si bien entonces los sujetos extraen los contenidos para desenvolverse en el mundo desde la estructura institucional, los modos en que organizan -mediante la reflexividad-, generan la diferencia con la sociedad; al no poder programarse como seres sobresocializados. Así, la diferencia ontológica da paso a una diferencia sociológica que genera la posibilidad teórica de una relación de juego mutuo.

Conclusiones prospectivas: trayectorias identitarias en la modernidad tardía

He sostenido que la identidad personal dentro del realismo morfogenético de Archer puede ser mejor comprendida si se desempaca una estructura compleja de formas de ego con las cuales los sujetos generan reflexividad y elaboran proyectos, con el objetivo de evitar los formalismos de los modos de reflexividad y la esquematización abstracta de las fases de ego. Al dar cuenta de que los proyectos derivan de un proceso reflexivo y sustantivo asentado en una estructura jerarquizada de formas de ego, las cuales en principio no se pueden observar fenomenológicamente, ya que la condición parcial en el tiempo y en el espacio -de toda acción de la agencia individual frente a la estructura social- requiere la necesaria investigación sociológica con el objetivo de comprender el sentido de las acciones parciales en un plano longitudinal como proyecto de vida. Esto implica que, releyendo el argumento de Archer sobre cómo estudiar la morfogénesis de la estructura, se deba reintroducir la temporalidad, ahora en la agencia individual, pero de cara hacia el futuro, para dar cuenta de los proyectos de vida frente a los condicionamientos estructurales (Archer, 2009). Esto implica que para lograr comprender las formas de ego predominantes de la identidad personal, por medio de los proyectos de vida, se debe poder descomponer el proyecto en términos metodológicos.

Por supuesto que el proyecto de vida, como concepto general, debe poder dar cuenta de una serie de elementos metodológicos que permitan su análisis y posterior evaluación; un elemento central para realizar esta operatoria, como ya mencioné, es el tiempo, aunque en este caso se trata de la "colonización del tiempo" por parte de los sujetos (Giddens, 1995). Los proyectos de vida son, inevitablemente, prospecciones subjetivas de los individuos frente a la estructura institucional, a la cual atraviesan longitudinalmente tomando en cuenta los condicionamientos de ésta. En estas prospecciones se pueden verificar las metas propuestas por los sujetos -como objetivos a alcanzar en algún momento de su trayectoria vital-, las cuales derivan del proceso reflexivo de los contenidos planteados en las formas de ego predominantes de los sujetos. Estas metas están enarboladas con unas estrategias como modo de realización de las metas que los sujetos también logran proyectar; de otra forma las metas aparecen sin conexión razonable con una estrategia y pueden ser sólo expresiones de deseos. Una meta alcanzada por un proyecto con base en una estrategia se puede denominar logro. Las metas revelan las formas de ego predominantes de un determinado grupo social, las cuales son diseñadas a través del proceso reflexivo que desarrolla la identidad individual. Esta colonización del futuro se realiza desde un punto inicial, la cual es la identidad personal de los sujetos. De esta manera, se pueden distinguir al menos tres elementos distintos de forma retrospectiva: el primero son las metas derivadas de las formas de ego predominantes de los sujetos; el segundo, las estrategias que visualizan para alcanzar la metas desde las formas predominantes de ego; y el tercero son las formas de ego predominantes como base de la identidad personal. Con estas formas de ego -y sus contenidos- interpretan la realidad, generalmente asociada a la posición estructural que poseen mediante el ejercicio de roles en presente y que deviene del pasado. De esta manera, el proyecto de vida, como prospecciones y visualizaciones de los sujetos, puede revelar la identidad de los sujetos como formas de ego predominantes o, lo que es lo mismo, aquellos contenidos con los cuales la identidad personal presenta mayor nivel de compromiso existencial dada su colonización del futuro, y que describe la orientación que muestran respecto a la continuidad de su identidad personal. De esta forma, la prospección del futuro puede tener distintas metas y estrategias, de acuerdo con el tipo de identidad que se forme en los sujetos dadas sus distintas posiciones estructurales, ya que de esto depende la posibilidad de ejercer roles en organizaciones.

Sin embargo, fuera de estos aspectos metodológicos, el problema central que enfrentan los sujetos en la elaboración de sus proyectos de vida es que éstos se desarrollan en juego mutuo con los contextos donde viven. El búho de Minerva siempre emprende el vuelo al caer la noche. Dado lo anterior, las condiciones actuales de la modernidad tardía invitan a detenerse para observar de otra manera el problema de la generación de proyectos de vida y las formas de ego predominantes en la identidad personal. Ya que, a pesar de estos compromisos estrictamente teóricos, en un plano metodológico y descriptivo de la propuesta, el problema normativo sobre los procesos reflexivos derivados de las formas de ego que se involucran en el proceso de diseño de proyectos de vida, resulta un plano inevitable como modo de poder diagnosticar y problematizar la relación de la agencia con la estructura en la modernidad tardía. Esto es relevante, pues en parte se trata de comprender la identidad personal en una situación estructural que no permite que algo sea igual a sí mismo de forma estable, o de otro modo tener el atributo de la identidad por un tiempo prolongado.

La modernidad tardía es un panorama estructural y cultural que se levanta ante nosotros y sobre el cual, por supuesto, las identidades personales y los proyectos de vida que se generan no están ajenos. Su característica es la fragmentación de las antiguas instituciones -que ya eran modernas- dando cuenta de procesos en los cuales no siempre se tiene posibilidad de visualizar los caminos a seguir; o, dicho de otra manera, la contingencia estructural deja el camino de la incertidumbre subjetiva. Esta condición de la estructura institucional pone a los sujetos en situaciones de imposibilidad de prospección del futuro a largo plazo, al dar cuenta no sólo de proyectos de vida cortos en cuanto a la visualización de sí mismos, sino también un fenómeno que tiene algo de antiguo y algo de nuevo: las trayectorias identitarias.

Por supuesto, la identidad personal siempre ha tenido una trayectoria, pues todos los sujetos van transformando su identidad a lo largo de su vida en el proceso de ejercer roles dentro de las organizaciones, los cuales también son transformados en el proceso. Así se pasa de hijo a padre en la conformación de familias; o de subordinado a superior en el área laboral y en otro tipo de organizaciones, cambiando la formas de ego predominantes dados los compromisos existenciales más relevantes del sujeto, y con esto su identidad. Sin embargo, la sociedad contemporánea tiene tendencia a la incertidumbre biográfica asociada a la contingencia estructural, en la que se ha perdido la parsimonia que ofrecía la noción de "carrera" de la modernidad de la sociedad salarial, afianzándose la exclusión o desafiliación social (Sennett, 2010; Castel, 2007). Así, en vez de "carreras" como conjunto de pasos en un camino generalmente ascendente que consolida identidades, se ha abierto el camino a la trayectoria, con posibilidades aleatorias o con poco control de navegación, donde todo lo que es puede dejar de ser en un punto sin control posible ni anticipación. Riesgo y liquidez (Beck, 1998; Bauman, 2000), son sólo algunas de las formas en que la modernidad tardía ha sido tematizada, lo cual provoca efectos subjetivos en los proyectos y en la identidad personal.

Lo anterior implica que los sujetos pueden experimentar mayores niveles de cuestionamientos sobre sí mismos como procesos reflexivos sobre la jerarquía de las formas de ego que forman su identidad; ya no se trata necesariamente de cómo realizar las acciones pertinentes a la estructura institucional como un dilema práctico, sino que la inquietud vuelve sobre qué contenido de la identidad personal ha de ser priorizado frente a una estructura que tiende al riesgo y a la contingencia como elementos característicos de su relación con los sujetos; o cuáles son las capacidades que se tienen para garantizarse una continuidad de sí mismo, la predominancia de una forma de ego puede estar en proceso reflexivo haciendo que la identidad personal sea incluso una meta a lograr (Giddens, 1996, p. 38). La continuidad de la identidad es lo que está en el juego reflexivo de los sujetos. Esto hace que la identidad personal se halle en constante tematización reflexiva por parte de éstos, en tanto qué forma de ego y qué contenidos pueden definirlos, ya que la continuidad como elemento de una trayectoria parsimoniosa, como una carrera, es una posibilidad cada vez más escasa, lo que abre camino a la aleatoriedad de la trayectoria identitaria. De esta manera, la identidad personal traspasa constantes cuestionamientos sobre cómo definirse frente al mundo, qué elementos son la base de una continuidad de la identidad y cuáles son las fuentes de la valía de los seres humanos. Así, los compromisos con los contenidos de las formas de ego siempre están en proceso reflexivo, lo que genera distancias e impide prospectar el futuro personal con proyectos largos y estrategias pertinentes.

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1La "acción correcta" no deja de ser un problema en la teoría sociológica, ya que los parámetros dependerán del tipo de sistema institucional y cultural que define los roles que los sujetos tienen en relación con los parámetros del proyecto de vida de las personas. Dado lo anterior, para este trabajo la noción de acción correcta sólo depende de los objetivos de los sujetos según su proyecto de vida en el conjunto de roles que desempeñan; a esto hay que sumar el conjunto de ribetes filosóficos que puede tomar esta noción en la modernidad, desde planos asociados a la acción racional hasta planos morales.

2Archer considera esta presentación como un esquema desempacado de la relación entre el Yo y el Mí de George Mead; la diferencia con Mead es que la sociedad no es sólo un punto de vista del individuo, sino que ésta se halla fuera del individuo, ya que presenta una diferencia ontológica con cualquier tipo de agencia, por lo que varios tipos de yo pueden estar presentes al interior del individuo. Por supuesto, la filosofía norteamericana ya había planteado este tipo de ideas, como en las conceptualizaciones de William James (Wilson, 1976).

3Richard Sennett anota la idea de "carácter" como aquel elemento que proveía de respeto y auto valor a los sujetos y les daba una estabilidad en el mundo (Sennett, 2010; 2013). La idea de "carácter" en Gerth y Mills muchos años antes se refiere a la "integración relativamente estabilizada de la estructura psíquica del organismo ligada a los roles sociales de la persona" (Gerth & Mills, 1971, pp. 41-42). Ambas nociones son notoriamente parecidas a la idea de identidad personal integrada de formas de ego que estoy presentando; sin embargo, la posibilidad de analizar la identidad personal, las jerarquizaciones de las formas subjetivas, la posibilidad de entender los procesos reflexivos y los proyectos de vida desde ese plano es el elemento distintivo respecto a estas teorizaciones.

4Para Margaret Archer, esta situación es típica de un modo de reflexividad que denomina "fracturada", en la que no se pueden diseñar proyectos por contextos discontinuos; sin embargo, bajo este argumento no se puede entender que no haya reflexividad, sino que los contenidos de las formas de ego que tienen los sujetos no son pertinentes para desarrollar una acción correcta en los contextos discontinuos.

Recibido: 04 de Diciembre de 2015; Aprobado: 24 de Junio de 2016

Andrés Aedo Henríquez es doctor en sociología por la Universidad Alberto Hurtado. Actualmente es profesor en esa universidad y consultor en el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile. Sus áreas de interés son la relación agencia y estructura en la teoría sociológica, la teoría de la estratificación social y la sociología económica. Sus recientes publicaciones son "Limando asperezas subjetivas entre Archer y Bourdieu: más allá del sentido práctico y más acá de los modos de reflexividad", Revista Austral de Ciencias Sociales, núm. 26, 2014, pp. 5-22; y "El habitus y la movilidad social: de la modificación del sistema de disposiciones a la transformación de la estructura social", Revista de Sociología de la Universidad de Chile, núm. 29, 2014, pp. 57-75.

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