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Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.40 no.119 Ciudad de México may./ago. 2022  Epub 02-Dic-2022

https://doi.org/10.24201/es.2022v40n119.2193 

Artículos

Sobrerrepresentación de afrodescendientes del Chota en el futbol profesional ecuatoriano1

The overrepresentation of Afro-Ecuadorians from El Chota in Ecuadorian Professional soccer

Christian Escobar-Jiménez1 
http://orcid.org/0000-0003-1940-2096

Diego Palacios-Ocles2 
http://orcid.org/0000-0002-6441-1242

1Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito, Ecuador, cmescobar@puce.edu.ec

2Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito, Ecuador, diggynago@gmail.com


Resumen

En este trabajo se discute la sobrerrepresentación de jugadores afrodescendientes en el futbol profesional ecuatoriano, tanto a nivel de equipos, como en selecciones nacionales. El concepto de “biotipo”, la industria del futbol, un cambio en la institucionalidad deportiva del país y los éxitos internacionales llevaron a la modificación favorable para su práctica con miras a la profesionalización y a la movilidad social. La inclusión mayoritaria de jugadores de El Valle del Chota en las selecciones nacionales y las pocas salidas laborales ayudaron a crear escenarios favorables e incentivos para la práctica del futbol entre los chicos de la zona a pesar de las dificultades de su realización.

Palabras clave: raza y deporte; futbol profesional ecuatoriano; afroecuatorianos; imaginarios sobre el futbol; futbol y movilidad social

Abstract

This paper discusses the over-representation of Afro-descendant players in Ecuadorian professional soccer, at both the local and national team levels. The concept of biotype, the international soccer industry, a change in the country’s institutional sports framework and international successes led to a favorable modification for its practice with a view to professionalization and social mobility. The majority inclusion of El Valle del Chota players in national teams, coupled with the lack of job opportunities, helped create favorable scenarios and incentives for the practice of soccer among boys in the area, despite the difficulties involved.

Keywords: race and sport; Ecuadorian professional soccer; Afro-Ecuadorians; imaginary surrounding soccer; soccer and social mobility

El objetivo central de este trabajo es analizar los factores socioeconómicos e imaginarios sociales que promueven la expectativa de la práctica profesional del futbol entre los jóvenes de El Valle del Chota en Ecuador. Desde los inicios de la colonia en Ecuador, junto a Esmeraldas, El Valle del Chota y sus zonas aledañas han sido asentamientos de población afrodescendiente. En estas zonas se desarrollaron enclaves de hijos y nietos de esclavizados africanos, cuyo trabajo estuvo ligado siempre al sistema colonial de haciendas y, tras la manumisión esclava en el siglo XIX, a la agricultura (Stutzman, 1974). Sin embargo, las nuevas dinámicas socioeconómicas, la incorporación paulatina a la sociedad mestiza ecuatoriana y la conectividad han creado nuevas expectativas de reproducción económica y social en esta zona, como el enrolamiento a la policía, fuerzas armadas o el contrabando. Entre estas expectativas de medios de vida y mejora de los ingresos, la práctica profesional del futbol ha tenido un papel importante, al menos en el imaginario colectivo, aunque no necesariamente se hayan materializado en la realidad.

A partir de las décadas de los años de 1980 y 1990, el futbol profesional ecuatoriano contó cada vez más con los aportes de jugadores afrodescendientes, lo que fue creando patrones a seguir en las expectativas de profesionalización de los jóvenes. Este proceso de “negrización” del futbol, tanto en los equipos profesionales, como en las distintas selecciones nacionales, generó un conjunto de incentivos para la práctica de ese deporte con miras a la profesionalización. Entre una población mayoritariamente joven, con pocas salidas laborales, el futbol suele aparecer como uno de los objetivos por alcanzar a fin de abandonar la agricultura y salir de la pobreza. Los casos exitosos constituyen “ejemplos” palpables de tal posibilidad. Este artículo evalúa estos imaginarios con relación con la realidad socioeconómica que se vive en la zona, así como las estructuras, redes e institucionalidad informal que se ha creado alrededor del futbol profesional.

El artículo también presenta un debate alrededor de la estigmatización racial o étnica, de la transformación simbólica de la zona a causa del futbol profesional y, en ese sentido, la incorporación de El Valle al conjunto de la “unidad” nacional, por su aporte a la identidad nacional. El trabajo hace un repaso de las discusiones en torno a la raza y el racismo. Se aborda el problema del futbol desde algunos aspectos de la sociología del deporte y se ilustra una presentación general de la evolución del futbol en Ecuador y de las expectativas salariales generadas alrededor. Se presenta además una discusión acerca de los imaginarios futbolísticos en general y la práctica de este deporte en el Valle del Chota.

En este trabajo se concluye que una serie de factores incentiva la expectativa de la profesionalización. En primer lugar, la necesidad de abandonar la agricultura y las pocas expectativas de ingresos promueven su desarrollo. Los ejemplos de jugadores profesionales exitosos, así como la idea del “talento natural” asociado al concepto de “biotipo” han sido claves para dichos incentivos y han tenido importancia crucial en la expectativa de movilidad social. Esto ha creado imaginarios distorsionados en las posibilidades reales de profesionalización, siempre mínimas y que no considera la dificultad de llegar a tales instancias, así como las realidades salariales de la mayoría de los profesionales hombres del futbol en Ecuador. Dichas expectativas también se han alimentado por la revalorización simbólica de los futbolistas profesionales hombres en la identidad y en el imaginario nacional.

Metodología

Este trabajo presenta dos aproximaciones metodológicas. La primera es la recolección de datos sobre la proporción de jugadores afrodescendientes en los equipos profesionales de futbol ecuatoriano desde la década de 1980. Se presentan estadísticas descriptivas para sostener la hipótesis de la “negrización”. La segunda muestra la información obtenida por medio de seis entrevistas semiestructuradas a personas vinculadas con la práctica profesional del futbol en el Valle del Chota en Ecuador. El objetivo fue analizar las redes, imaginarios sociales y expectativas con miras a la profesionalización.

La selección de personas entrevistadas se debe a su conocimiento sobre la relación del Valle del Chota con el futbol. De entre los seis entrevistados, se seleccionó a cuatro ex futbolistas, dos de ellos actuales entrenadores deportivos, quienes han trabajado en diferentes ámbitos del futbol amateur con miras a la profesionalización y han tenido contacto con el negocio del futbol. Asimismo, se entrevistó a un futbolista mestizo retirado de la etapa previa a la “negrización” para conocer la modificación de los imaginarios sobre el futbol. Además, se entrevistó a una mujer comerciante, por sus conocimientos sobre la evolución de los sustentos económicos en el Valle del Chota. La selección de cinco hombres entre las seis personas entrevistadas se debe a que el futbol profesional, hasta hace poco, ha sido tradicionalmente una práctica exclusiva de hombres.

Cuadro 1 Lista de entrevistados 

Entrevista Género Edad Ocupación Fecha de la entrevista
Entrevistado 1 Masculino 57 Ex futbolista, entrenador deportivo, docente  03/12/2020
Entrevistado 2 Femenino 67 Comerciante 19/02/2021
Entrevistado 3 Masculino 26 Futbolista (segunda categoría) 07/03/2021
Entrevistado 4 Masculino 48 Ex futbolista 11/03/2021
Entrevistado 5 Masculino 41 Ex futbolista 27/02/2021
Entrevistado 6 Masculino 71 Ex futbolista 23/03/2021

Fuente: Elaboración propia.

Raza y racismo: un breve enfoque en El Valle del Chota

En el mundo académico actual parecería que los conceptos “raza” y “racismo” han cedido nuevamente a las explicaciones de clase como idea predominante para explicar la desigualdad. Sin embargo, desde estudios interseccionales (Pérez-Coronado, 2020) se rebate esta idea, dado que la raza y el género, en intersección con la clase, profundizan la des­igualdad, la pobreza y la marginación. Este acápite discute las trayectorias de la raza y el racismo y su impacto en las estructuras sociales, políticas y económicas.

Peter Wade (2011) sostiene que hacia 1800, la raza se entendía como linaje, es decir, asociada a la descendencia de un grupo humano de un ancestro en común. Apenas en el siglo XIX pasó a concebirse como “tipos permanentes”, bajo la idea de cualidades innatas que se transmiten entre generaciones. La idea del conde Joseph Arthur de Gobineau, en la que la raza constituye una esencia que marca diferencias entre grupos humanos fue la que primó (Cassirer, 1945). Así, se impuso la idea de que existen tres tipos de raza: la blanca, la amarilla y la negra; esta última considerada la menos capaz, cuyo atributo más notable es su naturaleza animal (Giddens, 2000, p. 12), aquello que refuerza su carácter físico.

Ramón Grosfoguel (2012) afirma que los conceptos de raza se manejaban ya desde la Península Ibérica antes de la conquista de América. El punto de partida para la diferenciación era “la pureza de sangre” que distinguía a los católicos de las poblaciones musulmanas. A partir de 1492, cuando los colonizadores españoles y portugueses pisan el nuevo mundo, se mantiene esta forma de definir la raza, asociada al Dios a quien los grupos humanos le profesaban. Esta forma de división no negaba la humanidad de las personas si tenían un Dios, pero eran inferiores en caso de no tener al Dios correcto (católico) y no eran humanos si no tenían ningún Dios. Esto generó los debates posteriores en que fray Bartolomé de las Casas defendía la idea de que los indios americanos eran hijos de Dios; no así los africanos.

A partir de la conquista, la relación superioridad-inferioridad establece en América Latina un sistema de castas basado en la raza. La expansión europea se vio favorecida por criterios de superioridad racial y cultural que ayudaron a la trata trasatlántica y que fortalecieron las relaciones de desigualdad que persisten hasta hoy. La mirada de la trata sobre África, por la que sus habitantes no tenían dioses ni lengua, sino que practicaban cultos y tenían dialectos favoreció el propósito de convertirlos en objeto de trata y esclavización (Chalá, 2006; 2013) o percibirlos como simple desecho (Mbembe, 2006).

Al proceso evangelizador le acompaña una concepción “científica” de la raza, que se impone desde el siglo XIX a partir de pruebas y teorías pseudocientíficas que avalan la inferioridad de africanos y otros grupos con respecto a los europeos (Omi, & Winant, 1994). Ya en el siglo XX, algunos pensadores, como W. E. B. Du Bois, desecharon el racismo “científico”; sin embargo, esto no significó que los efectos del racismo concluyeran, sino que se transformaron y mutaron hacia lo que hoy se puede denominar racismo cultural.

El racismo cultural mantiene las bases ontológicas del racismo, es decir, la idea esencial y diferencia marcada entre razas, pero de formas generalmente indirectas y solapadas. Muchos autores (Omi, & Winant, 1994; Wade, 2011; Feagin et al., 2001; Bonilla Silva, 2003) sostienen que el racismo, como construcción social, tiene efectos que estructuran la forma en la que operan las sociedades.

En ese sentido, los debates han superado ya la idea de que el racismo es un fenómeno de personas prejuiciosas en lo psicológico e individual, o como grupos. Bonilla Silva (2003) y Feagin et al. (2001) concuerdan en que el racismo opera desde las estructuras políticas, económicas y sociales, convirtiendo a grupos sociales en hegemónicos y a otros en subalternos. La posición de privilegio en las estructuras sociales crea lo que Bonilla Silva llama “sistemas sociales racializados”.

Los sistemas sociales racializados o las formaciones raciales de Omi y Winant (1994), dan forma a la oposición “amigo-enemigo”, quién merece qué, quién es blanco y quién no (negros, indígenas, asiáticos). El cometido final es mantener los privilegios de los grupos hegemónicos, de ahí que Feagin et al. (2001), no sólo lo denomina racismo, sino “racismo blanco”, debido a los privilegios a los que está asociado. Es esencial entender que detrás de los “proyectos raciales” están vinculadas las diferencias socioeconómicas, la explotación y los privilegios del grupo hegemónico. En el escenario colonial, por medio de la trata de personas, llegaron los esclavizados africanos al Valle del Chota.

La llegada de africanos al Valle del Chota

El arribo empieza entre los siglos XVI y XVII. La merma de la población indígena, debido a enfermedades y sobreexplotación del trabajo, favoreció la introducción de esclavizados en toda Hispanoamérica (Stutzman, 1974). La historia de la población afrodescendiente del Valle del Chota2 remite a relatos de adaptación al medio y supervivencia. Sobre los habitantes contemporáneos pesan los rezagos de la institución de la esclavitud.

En el actual Valle del Chota, las órdenes jesuita y dominica eran dueñas de 10 y 12 haciendas, respectivamente. En esas haciendas la principal actividad fue el cultivo de la caña de azúcar, uno de los productos más cotizados en el mercado mundial en el siglo XVII. La expulsión de los jesuitas en 1776 no cambió la tónica de maltratos (Stutzman, 1974).

En 1852, en la etapa republicana, la Constitución ecuatoriana declaró la abolición de la esclavitud. Este suceso no significó la libertad como tal, sino que creó un vacío legal, pues los afrodescendientes no gozaban de la condición de ciudadanos y podían ir a la cárcel si se los hallaba deambulando, por ser un “peligro” para los ciudadanos. Dos eran las opciones para evitar la cárcel: permanecer en las haciendas en calidad de conciertos3 o enlistarse en el ejército. La mayoría de ex esclavizados del Valle del Chota permanecieron en las haciendas, unos pocos se enlistaron en el ejército y otros pocos huyeron hacia Esmeraldas.

La República significó un ligero cambio en la situación anterior de esclavitud. La ausencia de derechos y la deuda generacional del concertaje fueron la tónica hasta la segunda mitad del siglo XX. Las formas de explotación de las haciendas continuaron desde la abolición de la esclavitud hasta 1964, cuando ocurre la primera reforma agraria. Si se toma en cuenta la histórica situación de opresión y despojo a las cuales ha sido sometida la población afrochoteña, las dos reformas agrarias -1964, 1973- pueden considerarse como momentos fundamentales de manumisión.

Los años de 1970 y 1980 se caracterizaron por la producción agrícola de la poca tierra adquirida tras las reformas agrarias, lo que además configuró el rol decisivo de las mujeres en la economía. Durante esos años, ellas vendían en las carreteras informalmente los productos que producían junto a sus esposos. En esos años también empieza el contrabando de mercaderías de Colombia a Ecuador, lo que aumentó inusitadamente los ingresos familiares en varias comunidades del Valle y cambió en diversos aspectos la forma de vida, sobre todo en la manera en que se construían las viviendas y el cambio del panorama general de las comunidades.4 El siguiente relato de una comerciante de 67 años resume este problema:

D: ¿Usted recuerda quiénes empezaron a construir casitas diferentes? Porque antes de eso, la mayoría de la gente tenía casitas de bahareque, ¿no?

J: Casitas de bahareque, casitas de paja, que decimos nosotros. Yo me acuerdo que los primeros que construyeron una casa de teja, de adobe, ni siquiera de ladrillo sino de adobe, eran los shapingos [cacharreros, nota de los autores], Olga fue la primera que tuvo su casa. De ahí, papá Juan Ocles, igual era de adobe la casa y era grande. Después de eso hubo otra casa, de los Teófilos de Jesús, era de adobe la casa primera de ellos, o sea, todas las casas eran de adobe. El que primero hizo la casa, en ese entonces, de ladrillo, fue don Hernán Chalá.

(Entrevistada 2, 19/02/2021)

Durante estas décadas, el futbol profesional masculino hace su entrada la zona. El futbol se suma a las otras actividades históricas de reproducción económica del Valle: la agricultura, enrolarse en la policía o el contrabando.

Deporte y movilidad social: una breve perspectiva sociológica

El estudio del deporte como “hecho sociológico” ha sido marginal. El trabajo pionero de Elias, & Dunning (2016) ha colocado varios aspectos centrales en el debate: 1) la importancia del deporte en un contexto social amplio, no sólo como un fenómeno marginal o residual, sino un aspecto en el que se muestran factores clave de las sociedades modernas; 2) las formas en que el deporte ha sido un medio de sublimación, apaciguamiento y autocontrol de la violencia, propio del proceso civilizatorio moderno; 3) los factores identitarios, de búsqueda de éxito y expresión de clases (según el deporte); 4) los sistemas de reglas como formas de racionalización política detrás de los deportes modernos, y 5) rechazar la falsa disyuntiva ocio-trabajo, y pensarlo dentro del control de la violencia y el goce.

Sobre el futbol, Elias, & Dunning sostienen que es una expresión de tensiones de grupos sociales y formas de control. De alguna manera, la posición de estos autores coincide con la vieja crítica marxista de entender al futbol como un espectáculo de evasión y control social. Las tensiones de grupo se transforman al aliviar la tensión de la violencia social en una dinámica de juego regulado. La evolución de una práctica salvaje hacia una regulada atestigua su proceso de civilización.

A partir de la sociología del deporte anglosajona de Elias, & Giddens, en el continente europeo también se desarrolla una sociología del deporte. Los trabajos de Huizinga, & Marcel Mauss se enfocan en el uso del tiempo de ocio y las características del cuerpo, las técnicas y los instrumentos usados en el juego. En el ámbito francés se definió el deporte como un acto corporal con codificaciones competitivas e institucionales para su reproducción (During, 2002). Aunque no hay propiamente una sociología del deporte en Bourdieu (1993), hay dos aspectos “deportivos” que se pueden recalcar en el autor: 1) las formas en que el cuerpo deviene en una expresión estructurada por las relaciones sociales (el concepto de habitus); y la idea de capital cultural y social en su práctica y gusto.

Además de los temas citados anteriormente en Elias (violencia y regulación organizada) o en la francesa (cuerpo y capital), podemos establecer varios puntos de discusión: 1) el juego de identidades relacionado con la práctica (Alabarces, & Rodríguez, 1996; Elias, & Dunning, 2016); 2) los factores de clase que hacen del futbol una expresión particular desde sus inicios (Bourdieu, 1993); 3) la movilidad social para grupos subalternos (clases, razas) que en el futbol moderno encuentran una expresión clara (Richardson, & Fletcher, 2018); 4) las formas de racionalización del tiempo de ocio hacia actividades “productivas” (During, 2002); 5) los aspectos emocionales detrás de la formación de las identidades de hinchas y la violencia desatada (Alabarces, & Rodríguez, 1996; Elias, & Dunning, 2016); 6) los capitales necesarios para el éxito, ya sea desde una perspectiva social o individual (capital psicológico y la fortaleza) (Bourdieu, 1993; Richardson, & Fletcher, 2018).

Algo central para este trabajo es la intersección entre raza, clase y futbol. No sólo en Ecuador la industria futbolística es “a tangible route to upward social mobility” (Richardson, & Fletcher, 2018, p. 1). El futbol constituye una forma de movilidad social inter e intra generacional, en la construcción de habilidades que no han sido plenamente reconocidas por las teorías del capital humano, pues la actividad deportiva es vista en general como inferior. Asimismo, el problema de la falta de correspondencia entre grupos subalternos y la identidad nacional es un aspecto ya en estudio. ¿Cómo grupos de migrantes o minorías étnicas se integran a la representación de la unidad nacional mediante selecciones nacionales de futbol y cuáles son los problemas que esto conlleva? Tales aspectos de la sociología del deporte, con respecto al futbol, son evaluados en este trabajo.

El futbol ecuatoriano

El primer campeonato nacional se inauguró en 1960, al modificar un sistema que hasta esa fecha tenía una organización de carácter regional y amateur. Esta fragmentación llevó a que las asociaciones provinciales tuviesen un enorme peso político, incluso en la formación de sus propias selecciones. Los problemas relacionados con esta división regional los apuntaron varios seleccionadores, lo que marcó múltiples dificultades con miras a formar una selección nacional (Carrión, 2006). Hasta la década de lo 1980 se podía caracterizar al futbol profesional ecuatoriano como “muy poco competitivo”. A pesar del potencial de los propios jugadores y el gusto popular por el juego, contaba con “un marco técnico y organizativo […] en serio rezago con relación al de otras naciones, incluso vecinas” (Bustamante, 2006, p. 57).

Mundialmente, la entronización de Joao Havelange en la FIFA condujo al futbol a un nuevo nivel de organización, más centrado en la posibilidad de explotar su lado comercial, y convirtió a la institución que presidía en la organización gubernamental más grande del mundo. Havelan­ge llega al poder gracias al triunfo de Brasil en el Mundial de 1970 y a la forma en que estableció una clara división del trabajo en la Federación Brasileña, clave de la profesionalización moderna (Vonnard, & Sbetti, 2018, p. 135). Paulatinamente, durante la presidencia de H­avelange, el futbol se convirtió en un negocio a escala global que creció incluso más con sus sucesores, al fortalecer los lazos institucionales entre las asociaciones nacionales y la sede en Zúrich. Durante esta época, la FIFA cobró una enorme importancia política, favorecida por el fenómeno masivo del futbol y la presencia creciente de la televisión en el sistema de comunicaciones global. En la presidencia de Havelange, entre 1974 y 1994, los ingresos de la FIFA se multiplicaron por 15 en términos reales (Vonnard, & Sbetti, 2018, p. 143). El futbol se convierte en un negocio multimillonario con los réditos que representa para los jugadores profesionales.

En este contexto se produce un cambio en la institucionalidad y la visión del futbol ecuatoriano como negocio y capaz de ofrecer réditos políticos. Entre finales de la década de 1980 e inicios de la 1990, estos cambios se traducen también en una visión del futbol más física que explotará el potencial de los jugadores afrodescendientes. Hay una idea generalizada de que la transformación decisiva del futbol ecuatoriano se produce en 1988, a partir de la llegada del yugoslavo Dushan Draskovic (Bustamante, 2006; Carrión, 2006; Espinosa Jalil, 2006; Entrevistado 1, 03/12/2020; Entrevistado 6, 24/03/2021). Con él se produce la primera cosecha en la Copa América de 1993, de la que el Ecuador fue sede y donde obtuvo el cuarto lugar, la mejor de sus participaciones hasta entonces.

En los tiempos de Draskovic, se introduce en el imaginario de la práctica futbolística el concepto de “biotipo”. Mientras el fenotipo es una combinación de instrucciones genéticas con influencias ambientales para determinar las características físicas, conductuales y psicológicas (Kail, & Cavanaugh, 2006, p. 47); el biotipo es “la forma típica de un organismo (persona, animal o planta) que puede considerarse un modelo de su especie, variedad o raza” (Zerón, 2011, p. 22). En este caso, los componentes necesarios para la práctica del futbol, como velocidad, fuerza, resistencia y flexibilidad, son propias de una “raza”, la “negra”, que, con la práctica y el entrenamiento adecuados, mejorarían el fenotipo para el futbol. Como dice Simón Espinosa Jalil (2006), Draskovic introduce la idea de “materia prima” aplicada al futbol, una ventaja comparativa que daba a los ecuatorianos la posibilidad de tener los mejores jugadores del mundo, pero con la condición del entrenamiento, es decir, de una nueva institucionalidad.

Así, en los momentos en que el futbol crece globalmente como negocio, la profesionalización acompaña a este “descubrimiento” del potencial físico de los jugadores afrodescendientes, lo que tuvo resultados positivos a nivel de clubes y de selecciones nacionales. Este tipo de “descubrimiento” del potencial “negro” ya se produjo en otros países, que han incorporado jugadores africanos a sus equipos y luego a sus selecciones nacionales (Richardson, & Fletcher, 2020).

Anteriormente, el contexto social, los imaginarios negativos sobre el balompié y los pobres incentivos económicos del futbol profesional, habían limitado la idea de este deporte como el gran objetivo. Para Espinosa Jalil (2006, p. 160), el funcionamiento político de los equipos habría sido similar al de las haciendas: “Reemplácese jugador por indio, club por hacienda, y equipo por huasipungo, y derívese las conclusiones”. Sólo en la medida en la que la profesionalización crece, con las alzas salariales que esto implica y los nuevos valores simbólico-sociales que adquiere la práctica profesional, se puede comprender que haya tan notables incentivos. De manera progresiva, los equipos aumentaron sus presupuestos, sus gastos y, consecuentemente, los sueldos de los futbolistas. Así, desde la década de los noventa el futbol se convierte en una forma de movilidad social, sobre todo en la intersección de la pobreza con la raza. Para un “hombre fuerte, negro y pobre”, el futbol era una de las alternativas más rápidas de ascenso social.

En la primera década del siglo XX, los equipos muestran un creci­miento acelerado de sus gastos y también de su endeudamiento, un fenómeno bastante común no sólo en la región, sino en el mundo. Según Roggero (2013, p. 72), los clubes ecuatorianos incrementan sus ingresos y gastos en más de tres veces entre 2002 y 2010. Si bien Roggero encuentra una relación positiva entre resultados e inversión entre los equipos del futbol ecuatoriano, también es indudable que el nivel de gasto, asociado a la paga de sueldos exorbitantes y dolarizados, tuvo impactos en el nivel de endeudamiento de los clubes, lo que ha pasado factura a algunos de los más grandes del país (Roggero, 2013; Lucio-Paredes, 2013). Esta situación ha mermado los sueldos, el tamaño de las plantillas de los equipos profesionales y los resultados reales de movilidad social.

El imaginario futbolístico y la modificación del prestigio

Durante la década de 1970, debido al boom petrolero, se produce un acelerado proceso de desarrollo, que se traduce en mayor urbanización, crecimiento de clases medias y aumento de la tasa de matrícula universitaria, sobre todo cooptada por la sociedad mestiza. El aumento de las profesiones liberales y su éxito relativo, ya sea en el sector público o privado, crean un imaginario favorable para los estudios universitarios como meta económica y de prestigio. La práctica profesional de las a­rtes y el deporte fue, en todo caso, marginal en sentido profesional. Los estudios se convierten en un valor simbólico en el sentido de Bourdieu (2012), que además está acompañado de una perspectiva de retorno real. En este escenario es difícil pensar la profesionalización deportiva como una salida real, pues no está acompañada ni por retorno económico ni por prestigio social.

En Ecuador, entre las clases medias, practicar un deporte o un arte era visto como una forma de “evasión” de las responsabilidades “reales” y de los estudios. Un ex futbolista profesional de 71 años dice:

Tanta era la mala fama de los futbolistas, que en las familias más o menos acomodadas prohibían que sus hijos tomen al futbol como una profesión, sino que debían siempre, primero, terminar de estudiar…

(Entrevistado 6, 23/03/2013.)

Los incentivos para la participación deportiva se hicieron cada vez más notorios con la profesionalización, así como los logros paulatinos alcanzados por el futbol ecuatoriano, hasta llegar al punto de quiebre del endeudamiento de los equipos. Para mediados de la década pasada, un equipo pequeño podía cuadruplicar los ingresos de los jugadores: de 4 a 20 salarios básicos de aquel entonces por subir de división. Los premios a los jugadores por la clasificación de la selección en el mundial 2006 fue de tres millones de dólares (Vela, 2006). La misma dolarización hacía que, a finales de la década pasada, los salarios de los jugadores de la Serie A se hallaran entre los más atractivos de la región. Aunque los salarios han tendido a la baja nominal (sin considerar la inflación) y, por ende, también real, continúan siendo muy atractivos en relación con el resto de las actividades de la economía. El imaginario de movilidad social para los grupos subalternos es evidente. Sin embargo, esta forma de ver los salarios no toma en cuenta a la mayoría de futbolistas profesionales.

En el Ecuador de los años de 1970 y 1980, la práctica del futbol se concentraba básicamente en las ciudades y entre la población mestiza. Según el censo de 2010, la población afrodescendiente en Ecuador alcanzó 7.2%, por lo que es una clara minoría frente al 71% de la población mestiza, también 10 veces mayor que la población autodefinida como blanca e indígena. A pesar de que en Ecuador, por cada 10 mestizos existe un afrodescendiente; por cada 10 jugadores profesionales de futbol, 7 son afrodescendientes. La probabilidad de hallar un mestizo futbolista profesional respecto a un afroecuatoriano profesional es de apenas 6%. La participación de este grupo poblacional es decisiva y ha crecido considerablemente, como se puede ver en el siguiente gráfico:

Fuente: Elaboración propia con datos de Transfermarket (www.transfermarket.com) y Livefutbol (www.livefutbol.com)

Figura 1 Evolución (1980 a 2020) de la proporción de jugadores afrodescendientes con respecto al total de jugadores nacionales en los equipos más populares del futbol ecuatoriano 

Si se evalúa entre los cinco equipos más populares y con mayor cantidad de títulos del campeonato nacional de futbol masculino, podemos ver que, para 2020, la proporción de afrodescendientes fluctúa entre 70 y 80%. La curva de crecimiento es más pronunciada entre los equipos de Quito, pues al comienzo de los años de 1980, la participación de afroecuatorianos era más bien marginal, pero se acrecentó de manera constante hasta consolidarse con el tiempo. Pero esta participación se traduce también en la elite de los futbolistas ecuatorianos.

Fuente: Elaboración propia en base a Livefutbol (www.livefutbol.com) y Federación Ecuatoriana de futbol (www.fef.ec).

Figura 2 Evolución de la participación de jugadores afrodescendientes en las selecciones ecuatorianas que participaron en la Copa América (1983-2019) 

Si comparamos las plantillas de seleccionados para las distintas copas América, este valor ha visto ascender la participación de afroecuatorianos cuatro veces en 2019 respecto a 1983. Lo mismo ocurre si consideramos las plantillas de jugadores durante los mundiales -que llegaron ya durante las épocas de consolidación de la profesionalización del futbol ecuatoriano, apenas en el siglo XX. Esto quiere decir que la “negrización” del futbol ecuatoriano no sólo se dio en la primera fase de profesionalización a fines de la década de los ochenta, sino que ha crecido constantemente a partir de allí hasta consolidarse con la clasificación al Mundial de 2002.

Fuente: Elaboración propia en base a Livefutbol (www.livefutbol.com) y Federación Ecuatoriana de futbol (www.fef.ec).

Figura 3 Proporción de jugadores afrodescendientes en las selecciones ecuatorianas que participaron en los mundiales de futbol y en la última convocatoria 

Dos preguntas se imponen: ¿por qué si hay mayores y mejores incentivos económicos y simbólicos en la práctica del futbol, los mestizos participan menos? ¿Por qué hay una sobrerrepresentación de un grupo minoritario en la profesionalización y en la práctica de elite? Una de las respuestas posibles es que quizá no haya una menor intención de participación de los mestizos en el futbol, sino que las pocas plazas disponibles las ocupan mayoritariamente los afrodescendientes, que además tienen más éxito para ubicarse entre la elite del deporte. Por otra parte, esta sobrerrepresentación está asociada a la “verdad” del lugar común y el biotipo (Rahier 2008). La perspectiva de Draskovic de “explotar” el biotipo no es aislada, y se inserta en la importancia del factor físico en la práctica del futbol, fenómeno común y extensible en el mundo. El promedio de estatura en el mundo ha aumentado, al igual que en Ecuador, pero el promedio de estatura relativo entre mestizos resulta bastante inferior al promedio de estatura de los afrodescendientes, en alrededor de 10 cm (El Telégrafo, 25/15/2017).

De la misma forma, la medición de velocidad, flexibilidad entre los afrodescendientes del Valle del Chota es superior a baremos de otros países (Palacios, 2018). Pero otra de las cuestiones centrales en los incentivos es el propio contexto de una población segregada y empobrecida, para la cual el balompié aparece como una de las pocas alternativas para salir de la exclusión y la pobreza. En ese sentido, el futbol funciona como factor doble de intersección entre raza y clase, negritud y pobreza (Richardson, & Fletcher, 2020).

La incorporación de jugadores afrodescendientes tampoco es igual entre los principales núcleos de población de este origen, que actualmente se ubican en Guayaquil (zonas urbano-marginales), Esmeraldas e Imbabura y Carchi (Valle del Chota). Los jugadores afrodescendientes siempre han estado presentes en la práctica del futbol en Ecuador, basta recordar nombres insignes como Alberto Spencer o Ítalo Estupiñán (el primer jugador ecuatoriano en triunfar en México), pero su procedencia era generalmente urbano marginal o de la zona de Esmeraldas, la primera zona de “explotación del potencial negro”. La incorporación del Valle del Chota es relativamente tardía. Sin embargo, para el mundial de 2002, 7 de los 11 titulares de la selección pertenecían a esta zona ecuatoriana (Bustamante, 2006). ¿Qué pasó?

Las expectativas del futbol en el Valle del Chota

Discursos, representaciones y futbol

Para mediados de los años de 1980, empiezan a salir los primeros futbolistas5 del Valle del Chota, impulsados por los medios de comunicación y por los profesores mestizos que alentaban la práctica del futbol en las escuelas. Aunque el futbol no era todavía la promesa de movilidad social ascendente que es hoy en día, iba abriendo espacios para jóvenes que, ante las condiciones precarias de vida, tenían que responder por sus familias (Entrevistado 4, 11/03/2021). El futbol ecuatoriano cambia su foco de atención de la Costa hacia la Sierra y, más específicamente, al Valle del Chota, cuya población cumple con el biotipo: agilidad, rapidez, fortaleza y, sobre todo, una población que se desarrolla en la altura (alrededor de los 1 500 m.s.n.m), lo que le brinda aptitudes diferentes que también se han asociado al éxito de clubes y selecciones ecuatorianas en este deporte. En tal sentido, subsisten dos ideas de “naturaleza” y “ventajas comparativas” en el éxito relativo del futbol ecuatoriano: el biotipo y el crecimiento en la altura. En la práctica social, al cuerpo se le une la pobreza y las pocas opciones de ascenso social: el futbol deviene en habitus.

El futbol se torna una actividad importante para la población afrochoteña, además de insertarlos en las ilusiones generales de la población ecuatoriana y en la “unidad nacional”. La selección ecuatoriana masculina de futbol fue capaz de otorgar la ciudadanía a aquellos “últimos otros” (Rahier, 1999), que ni con la manumisión esclava ni con las reformas agrarias o ninguna constitución (hasta 1998) había sido reconocida satisfactoriamente. Este fenómeno de consolidación nacional provocó que “las minorías étnicas (los afroecuatorianos) representen a la mayoría del país (mestizos) y las mayorías (los pobres) […] a las minorías (los ricos)” (Espinosa Jalil, 2006, p. 166). Este fenómeno de incorporación de minorías marginadas a la representación nacional tiene por supuesto problemas y resistencias.

La reducción de la “raza” a lo corporal, que siempre había tenido connotaciones negativas, pasa a reinterpretarse de forma positiva gracias a las victorias sucesivas. En el deporte, esta connotación cobra una nueva importancia relativa, pero también es una forma de estigmatización (van Sterkenburg, & Knoppers, 2004). En los países europeos con fuerte presencia de migración de excolonias, este fenómeno deportivo también ha cobrado relevancia, sobre todo por el aumento de esos jugadores en los equipos amateurs, profesionales y luego en las propias selecciones nacionales. Tal es el caso de países como Inglaterra, Países Bajos, Francia e incluso Alemania, país sin gran tradición colonial, pero con una constante incorporación de migrantes turcos, polacos o incluso africanos. Estos casos crearon tensiones entre el éxito de las selecciones nacionales y el orgullo e identidad nacional, como en el caso francés luego de la incorporación de jugadores magrebíes y subsaharianos (Boli, 2010).

La incorporación de estos jugadores no sólo ha constituido un reto práctico y ha conllevado ventajas en las victorias de los equipos nacionales, sino que también implica una importante transformación del imaginario colectivo sobre los conceptos de nación, unidad y país. Difícilmente se podría decir que el futbol ha vencido las estructuras de exclusión de clase y raza en un país, pero ha ayudado a introducir varios elementos, que ponemos a consideración:

  1. El futbol podría ser una especie de momento de “suspensión” respecto a la concepción de quién “pertenece verdaderamente” a la colectividad. Después de la “suspensión” del mundo al momento de la justa, después de la batalla, como dicen Elias y Dunning (2016), todo vuelve a la normalidad en cuanto a la exclusión de los grupos étnicos subalternos.

  2. En efecto, el futbol podría ayudar a atacar las ideas de existencia unívoca de un país y una nación, en el sentido en que surgen los Estados nacionales en la época moderna. Sin embargo, antes de mostrar la pluralidad de todo un país, lo que sucede es que los diversos (los afrodescendientes) terminan siendo vinculados momentáneamente a la unidad nacional.

  3. La dirigencia política y deportiva pertenece a un grupo y a una idea de cultura unívoca y dominante. Según van Sterkenburg y Knoppers (2004) hay una separación estructural entre la práctica y la dirigencia deportiva y política. La dirigencia y las cuestiones políticas siguen en manos de los grupos dominantes, mientras que la práctica es tomada como un trabajo físico de los grupos subalternos, entre ellos los grupos raciales, como los afrodescendientes.

  4. El ámbito en que el futbol alcanza su cenit como negocio y como fenómeno consolidado de masas (ya desde antes fue un fenómeno colectivo, pero cambia por la dinámica propia del sistema internacional) tiene como correlato político aquello que Habermas (2000) denominó “la constelación posnacional”, es decir, un momento en el que la transnacionalización y la pluralidad entraron en el horizonte político, con la necesidad de construir una organización más cosmopolita. El futbol y la inclusión de minorías tiene que ver también con este ámbito y es difícil saber hasta qué punto podría haber ayudado al resquebrajamiento de la idea de unidad nacional.

  5. En último caso, la competencia deportiva es una cuestión de identidad (individual, barrial, local, regional, nacional) y es para­dójica en sí misma la integración de la pluralidad en esta idea, pues toda identidad implica demarcación con los demás.

El futbol, como todo deporte, tiene la ventaja de constituir un reto, una batalla, en la que incorporamos las victorias, y en las que el riesgo se minimiza a su máxima expresión (Elias, & Dunning, 2016), lo que quiere decir que es fácil adscribirse al ganador y también fácil rechazar al perdedor. La incorporación de estos grupos minoritarios a la identidad nacional se mueve en ese horizonte ambivalente y puramente circunstancial de derrota o victoria.

El futbol como problema en el Valle del Chota

Este trabajo destaca “la negrización” del futbol ecuatoriano. Tal giro racial ha tenido varios aspectos positivos para los futbolistas de elite, en tanto se ha restituido su valor simbólico en una sociedad dividida, ha permitido que adquieran capital social, sin excluir la reivindicación de la raza. Otros factores favorables han sido el ascenso económico del futbolista y sus familiares y la puesta en escena del Valle del Chota en el imaginario nacional. Por lo general, este tipo de perspectivas oculta la situación interna. En este apartado se analizan algunos matices de la situación real del Valle del Chota.

Desde tiempos coloniales, la población del Valle se ha dedicado a la agricultura, incluso después de la reforma agraria. Ante la precariedad relativa de los ingresos por el trabajo agrícola y las diferentes expectativas de actividad de las nuevas generaciones, existen varios horizontes de trabajo, entre los que se pueden enumerar el ingreso a la policía nacional -que asegura estabilidad laboral, ascensos salariales y seguridad social-, el contrabando -que asegura mejores ganancias que en otros trabajos-y el futbol -que ciertamente, dados los ingresos y la fama, aparece como la mejor oportunidad de todas-. Como se ve, no son muchas las expectativas, pues además de las dificultades generales para encontrar empleo entre los jóvenes, los afrodescendientes deben sufrir el estigma de lo corporal por sobre lo cognitivo.

Sin embargo, a pesar de la expectativa, el futbol como alternativa de ascenso social y económico es un bien que puede ser obtenido por sólo unos pocos. En su época de auge, en las eliminatorias y los mundiales de futbol de los años 2002 y 2006, el equipo se componía mayoritariamente de jugadores de esta zona, actualmente sólo hay tres representantes. Este descenso se evidencia tanto en las selecciones como en los equipos profesionales.

La cantidad de chicos que sueñan con lograr éxito en el futbol es exorbitante. Según un ex futbolista y entrenador entrevistado (Entrevistado 1, 3/12/2020), entre los años 2000 y 2006 -tiempo de mayor regularidad en la escuela de Agustín Delgado (ex seleccionado)- alrededor de 400 chicos buscaban el sueño del futbol. De todos ellos, menos de 10 lograron algún grado de éxito.6 A pesar de esta bajísima cantidad de personas que han entrado al futbol profesional, en un estudio aplicado a los estudiantes varones de la Escuela Valle del Chota, se comprueba que 82% de los niños ven en el futbol una forma de “elevar la autoes­tima” y compensación social; 69% ve una forma de mejorar el “estatus”. De acuerdo con este reporte, la idea de ingresos “fáciles” también está depositada en el imaginario de los niños. El 64% de ellos ve en el futbol la “mejor manera de ganarse la vida” y sólo 8% piensan que rara vez el futbol genera ingresos (Martínez, 2015). Si bien el balompié como sueño no es privativo de los niños del Valle, sí lo es como promesa y práctica con expectativas de profesionalización.

El problema central es que esas ideas se ajustan a los casos exitosos, pero contrastan con la verdad de las plazas disponibles. Si se considera una plantilla de 30 jugadores para los 16 equipos de la serie A, existen 480 plazas. Si consideramos las plazas ocupadas por los extranjeros, la cantidad podría reducirse en cerca de 13%. Por supuesto, consideramos aquí plazas totales, las vacantes anuales para el futbol de primera es difícil de calcular y tiene que ver con el retiro, venta de jugadores al extranjero, movilidad hacia otras categorías (generalmente mientras los jugadores van envejeciendo). Si atendemos al grueso de los futbolistas profesionales, también se puede tomar en cuenta la Primera División B y los campeonatos de segunda división, en los que participan 32 equipos, con un promedio de 32 jugadores cada uno. Si se toma en cuenta a todos estos jugadores, que perciben un sueldo, la cantidad asciende a cerca de 2 mil futbolistas profesionales. Sin embargo, el problema principal es la dispersión de los salarios, que oscilan entre un salario básico ecuatoriano (400 dólares estadounidenses) y salarios superiores a los 100 mil mensuales.

No se puede conocer el salario de los futbolistas por la propia reserva de los equipos a mostrar información; pero conocemos que el presu­puesto de los 16 equipos del campeonato de la Serie A para 2021 sumó 84 millones de dólares (El Comercio, 18/02/2021). Con cuatro equipos que despuntan sobre el resto, la desviación estándar es de 4.14 millones, con un promedio de 5.2 millones, lo que da cuenta de la altí­sima dispersión. Si alrededor de 80% se va en pagos a la plantilla, la inversión supera los 71 millones de dólares, cifra nada desdeñable como para competir por las pocas plazas disponibles, aunque la concentración de esos ingresos es también muy alta.

En el futbol ecuatoriano, los salarios extraordinarios a ciertos jugadores pueden comprometer hasta la mitad de los salarios de la plantilla, pero buena parte del dinero se invierte en extranjeros, seleccionados ecuatorianos o jugadores “repatriados” (aquellos que militaron en el futbol internacional y han vuelto al ecuatoriano). De acuerdo con un empresario deportivo (El Comercio, 29/11/2015), los salarios “normales” para quienes superaron las categorías juveniles y pueden consolidarse con éxito en los equipos de primera, bordea los 10 mil dólares mensuales, y si se toma en cuenta que esto representa 25 veces un salario básico y alrededor de 13 veces el ingreso promedio de un hogar ecuatoriano (donde más de una persona trabaja), se entiende el atractivo y la expectativa de movilidad social. En estas expectativas no se consideran tres cosas: 1) las pocas plazas disponibles; 2) que se trata de salarios extraordinarios en relación con el grueso de los futbolistas profesionales, y 3) la alta concentración salarial en pocos jugadores. ¿Cuál es la probabilidad real de que un chico llegue a estas instancias? Apenas 1 de cada 4 jugadores puede aspirar a tener ese salario promedio (500 personas), los tres cuartos restantes se ajustan a rangos entre el salario básico y otros inferiores a los mil dólares. La decisión de ser futbolista parte de las situaciones “ejemplo”, que en vez de verse como casos aislados, se entienden como promediales.

El gran costo de oportunidad, futbol y estudios

El futbol, convertido en discurso representativo del Valle del Chota, ha determinado destinos y decisiones que pueden exacerbar desigualdades. Como toda decisión vocacional, desde la perspectiva del costo de oportunidad, el futbol implica renuncias importantes, como el abandono de la educación, algo que se siente apenas en los momentos en que el éxito no terminó de cuajar.

Bueno, salí de la escuela bien, se podría decir... cuando intenté me fui a estudiar al Valle del Chota. Pensé que me iba a ir bien, porque ya era otro tipo de estudios [secundarios], un nivel más alto. Al inicio, como te digo, me fue bien, pero después me concentré en el futbol. Se puede decir que de un 80 bajé a un 20, porque me dejó de importar [los estudios a cambio del futbol].

(Entrevistado 3, 7/03/2021.)

La práctica del futbol y los estudios aparecen como una disyuntiva. Además del gusto personal y el ambiente propicio para la práctica, ya sea por la comunidad o por el bombardeo de los medios que reivindican al Valle como “tierra de futbolistas”, el futbol también aparece como una opción “fácil”.

O sea, yo me crié jugando futbol... y si yo digo “en este momento yo quiero ser militar”, sería como si de nuevo debo comenzar desde cero, y eso yo no quiero. Eso yo no quiero, porque ya, como te digo, yo conozco el futbol de memoria, y me daría un poco de pereza, se puede decir, volver a iniciar todo eso. Por eso… lo prioritario es el futbol.

(Entrevista 3, 7/03/2021.)

En este mismo sentido, un ex futbolista profesional de 41 años sostiene:

Bueno, yo creo que, como a todo niño de mi pueblo… en la escuela… los profesores nos trataron de enseñar lo que ellos pudieron. No era una educación importante en el medio… En ese entonces, la escuela no era la prioridad, sino el deporte íbamos cuando teníamos que hacer educación física o por jugar al futbol, o por el atletismo, mas no por aprender las letras.

(Entrevistado 5, 27/02/2021.)

Otro ex futbolista profesional explica que a pesar de haber sido un buen estudiante, optó por el futbol, convencido de su talento y el empuje de la gente de la comunidad, quienes reforzaron la idea de sus aptitudes deportivas. Él cuenta que ante las adversidades económicas, la enfermedad de su padre, los roles de género asignados, y otro tipo de factores similares, se vio obligado a decidirse por el futbol como forma de sostén:

Bueno, él [el padre] ya estaba en diálisis, tenía insuficiencia renal y en la casa se notaba que mi padre necesitaba un sucesor, un reemplazo, porque yo tenía hermanas mujeres, más que hermanos. Entonces, la forma de vida de una mujer en el Chota, era el mercado o buscarse un marido para lo que toque. No, no, no tenía mucha salida la mujer.

Entonces, uno quería representar [dar el ejemplo] a que haya dignidad, que haya respeto y que marche por buen camino, que salgan adelante. Entonces, uno llevaba una presión en esa carrera futbolística. Un orden de que uno no podía tener fiestas, no podía [ir] con amigos, sino mantenerse, a que mañana no haya arrepentimientos.

(Entrevistado 4, 11/03/2021.)

Por tanto, el futbol no sólo es la esperanza de una mejor forma de vida para los varones jóvenes, sino es uno de los “destinos” a los que las personas con aptitudes se ven abocadas para vencer la precariedad, con las renuncias a otras opciones que esto implica. Entre los problemas que dificultan la “hazaña” futbolística está la propia lejanía del Valle del Chota respecto a las ciudades donde se encuentran los clubes. Un factor clave para el triunfo es el sostén.

La vivienda, como te digo, por medio de un pariente, se puede decir, que decidió darme un espacio. Pero, a veces, como te digo, él me da su espacio, pero a la misma vez, se siente incómodo. Porque, imagínate, si tú, en una vivienda en Quito. Cómo se maneja allá. Si tú no aportas, se siente mal; en cambio, si tú aportas, te da lo que tú quieras. En ese entonces yo era juvenil y ganaba $150, con lo que yo tenía que pagar, se puede decir, vivienda, comida, transporte. Entonces, en ese tiempo, no alcanzaba, no me alcanzaba eso. Entonces, ahí es lo que, como te digo, en un momento bueno de mi carrera futbolística… me tocó abandonar un rato… por el tema de la vivienda. Ya no disponía de una vivienda estable, si vivo aquí, vivo con condición; y si me voy allá, igual es con condición, pero siempre es el dinero.

(Entrevistado 3, 7/03/2021.)

A todo esto se suma el factor negativo que cumple aquel discurso oficial (no falto de verdad), donde el Valle del Chota modela como el bastión natural del futbol, lugar donde los niños nacen con ese don y, por lo tanto, es lo que deben hacer en su vida profesional. Los entrevistados coinciden en que los esfuerzos por ser futbolistas superan con creces la cuestión del “biotipo”. Las condiciones físicas y la pobreza convierten al futbol en una especie de habitus. Este trabajo de investigación considera que los hombres jóvenes, al sentirse naturalmente aptos, confían de forma ciega en lo que ellos llaman “el talento”, lo que les hace abandonar otras opciones para ir por el futbol sin plan contingente. Además, las nociones de talento y biotipo les hace desatender el entrenamiento y la disciplina necesarios. En suma, todos estos factores promueven una situación de fracaso alrededor del futbol, aunque el imaginario nacional y local de ascenso social insiste en considerarlo el bien más preciado del Valle del Chota.

Este discurso acentúa problemas estructurales relacionados con la exclusión en la educación superior. Con una población de 7.8% en 2010, que seguramente habrá crecido, la tasa de matrícula universitaria de afroecuatorianos, entre 2015 y 2018, fluctúa alrededor de 5% (tomando en cuenta a los mulatos) y generalmente en universidades con población mayoritariamente afrodescendiente o con importante porcentaje (en E­smeraldas o Ibarra, por ejemplo). Si se toma en cuenta las universidades fuera de estos núcleos, la proporción decrece considerablemente.

Los factores del éxito

Algunas cuestiones importantes que se deben recalcar respecto al éxito futbolístico reside en la necesaria existencia de redes de sostén en las ciudades, pues, en principio, los equipos no brindan estas facilidades. A partir de la última década, el “modelo” de negocio llevado a cabo por un equipo de futbol, Independiente del Valle (Quito), ha tenido importantes repercusiones. Del total de jugadores ecuatorianos de la plantilla de primera división, 70% son afrodescendientes. Este equipo tiene un modelo de trabajo desde las divisiones inferiores, que solventa los problemas de vivienda y educación para los chicos y se financia (y genera enormes ganancias) de la venta de jugadores y premios por los buenos resultados (el equipo llegó a la final de la Copa Libertadores de clubes en 2016 y fue campeón de la Copa Sudamericana en 2019). La mayoría de los chicos con que trabaja este club no provienen del Valle del Chota, sino de Guayaquil, Quito y Esmeraldas. Las probabilidades de éxito sin redes de sostén para la vivienda y educación de los chicos que se prueban en divisiones inferiores son casi nulas.

Los entrevistados recalcan además otros factores de éxito, como la “predisposición” cultural y apertura para afrontar las adversidades, la disciplina y la adaptabilidad a otros medios. Ciertamente, el proceso de “negrización” del futbol ecuatoriano ha continuado e incluso se ha exacerbado si seguimos los datos de la cantidad de jugadores afroecuatorianos en los clubes de futbol y en la propia selección, pero la importancia relativa que los jugadores del Valle del Chota mantuvieron durante la década de 2010 parece haberse esfumado, probablemente por un crecimiento importante de la propia población afrodescendiente en las ciudades. Actualmente, la mayoría de la población afroecuatoriana es citadina, ubicándose principalmente en Guayaquil (11% del total de la población), frente a 7.8% del promedio nacional. Cabría suponer que el proceso de urbanización ha continuado. Hay una ventaja considerable en este sentido, incluso para la población que vive en zonas urbano-marginales, pues tiene solucionado, al menos, el enorme problema de la vivienda.

Otro factor crucial para explicar este descenso es el fracaso de la institucionalización y continuidad de las escuelas de futbol del Valle, de la preparación de los entrenadores, así como de organizaciones y corporaciones para la promoción de jugadores. En la actualidad, el trabajo de formación y ubicación de los jugadores ha quedado como iniciativas particulares. El triunfo en el futbol es una cuestión también asociada a redes, no sólo de sostén de los jugadores, sino de trabajo en su formación y ubicación en los equipos.

En mi criterio personal, antes creo que le dije, está la planificación. Ojalá haya laboratorios, haya un médico; que el entrenador sea una persona preparada… Porque no es nomás de meter a todos en un saco, somos diferentes. Unos tendrán, ya le digo, la capacidad de ser veloces; otros la capacidad de ser resistentes; de ser fuertes; de ser potentes, y a veces, ya le digo, hacer todo eso en un solo saco, no, así no se entrena, no se planifica.

(Entrevistado 1: 03/12/2020.)

Conclusiones

La población del Valle del Chota hereda los problemas coloniales de la institución de la esclavitud. En este panorama, con pocas oportunidades laborales, bajas tasas de matrícula universitaria, el futbol se convierte en una posibilidad cierta de movilidad social ascendente. Sin embargo, el mismo deporte, así como otras opciones laborales relegan a los jóvenes hombres afroecuatorianos al estigma del cuerpo, ya sea para el trabajo en las instituciones de seguridad (policía o fuerzas armadas) o mediante el concepto de “biotipo” en el futbol. Ante estas pocas alternativas, el futbol es una decisión que conlleva enormes renuncias, sin una perspectiva real del costo de oportunidad que implica apostarlo todo a este deporte y que deja sin otras posibilidades laborales en los casos de fracaso.

Se puede constatar fácilmente que el proceso de “negrización” del futbol ecuatoriano existe, lo que crea una forma de sobrerrepresentación en el profesionalismo y en las selecciones nacionales de una minoría étnica. De cada 10 jugadores ecuatorianos en los equipos, 7 son afrodescendientes. Por supuesto, esto también se traduce en la elite de los seleccionados. A los factores institucionales del futbol y a la internacionalización del negocio se suma el concepto de “biotipo”, la explotación de la materia prima ecuatoriana hacia el éxito. La relación entre “biotipo” y pobreza se materializa como un forma de habitus en el futbol.

Por supuesto, no es que no exista un contenido de verdad en esta idea. El deporte profesional y de alto rendimiento sostiene un proceso selectivo generalmente asociado a resultados, pero esta idea tiene efectos perniciosos en la población joven que se vuelca en el futbol a pesar de las pocas posibilidades de éxito y los salarios bajos de la mayoría de profesionales. La promesa del futbol lleva implícita la contradicción de ver a las excepciones como el promedio, lo que, aunado a los problemas estructurales, conduce a que los chicos tomen malas decisiones sin considerar todos los factores que intervienen en el éxito.

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1Los autores agradecen a dos lectores ciegos por sus comentarios y a Nicole Ron, estudiante de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, por su valioso trabajo como ayudante de investigación.

2Ubicado en el norte de Ecuador, entre las provincias de Imbabura y Carchi, tiene un clima cálido y semidesértico.

3El concertaje fue un sistema de trabajo por deuda. A cambio de una pequeña porción de tierra, comida y protección, los “beneficiarios” trabajaban seis días en las haciendas, e incluso se heredaba las deudas, que podían castigarse con cárcel.

4Hasta entonces, las viviendas del Valle del Chota eran de paja y bahareque. Construcciones en riesgo de destruirse con facilidad o incendiarse y que, además albergaban pulgas, ratas y otras plagas.

5Arnulfo Palacios y Manuel Criban.

6Otros pocos juegan o jugaron futbol en equipos profesionales de bajo nivel o de segunda categoría, donde no han tenido mayor relevancia. Muchos de quienes lograron la profesionalización sólo han tenido pasos fugaces por el futbol.

Recibido: 07 de Abril de 2021; Aprobado: 02 de Agosto de 2021

Acerca de los autores

Christian Escobar-Jiménez es profesor auxiliar de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Doctor en lógica y filosofía de la ciencia por la Universidad de Santiago de Compostela. Doctorando en sociología analítica en la Universidad Autónoma de Barcelona. Máster en economía institucional por la EHESS de Francia, en filosofía por la UNED y en relaciones internacionales por la UASB. Trabajos de investigación en filosofía de la ciencia, educación superior, institucionalismo político y económico, filosofía del arte. Dos de sus últimas publicaciones son:

1. Escobar-Jiménez, Christian. De la z a la Abc-Def-Ghi: lenguaje, identidad y distintas ideas de lo americano. En Zama de Antonio Di Benedetto y El entenado de Juan José Saer. Confluenze 13(1), 542-562. https://doi.org/10.6092/issn.2036-0967/13134

2. Escobar-Jiménez, Christian (en coautoría con Sergio Torres). Éxito educativo y condiciones socioeconómicas: el caso de los exámenes de habilitación para el ejercicio profesional de la medicina en Ecuador 2017. Revista Iberoamericana de Educación Superior, XII(35).

Diego Palacios-Ocles es candidato doctoral en ciencia política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Ecuador. Máster en políticas públicas por Flacso-Ecuador y licenciado en inglés por la Universidad Técnica del Norte. Los campos de investigación incluyen la raza, etnicidad, políticas públicas, desigualdades y márgenes del Estado. Actualmente desarrolla su tesis doctoral Los cambios y continuidades en las formaciones raciales: Caso Valle del Chota. Este trabajo analiza la operatividad del racismo como fenómeno estructural, el cual, más allá de actitudes racistas, individuales o colectivas aborda los privilegios históricos de unos grupos hegemónicos en detrimento de otros.

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