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Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.41 no.123 Ciudad de México sep./dic. 2023  Epub 12-Feb-2024

https://doi.org/10.24201/es.2023v41n123.2344 

Artículos

Pet families. Modos de leer nuevas formas de vivir juntos

Pet Families. Ways of Interpreting. New Ways of Living Together

1Facultad de Ciencias Sociales, UBA-CONICET, Buenos Aires, Argentina, joaquinlinne@gmail.com

2Facultad de Filosofía y Letras, UBA-CONICET, Buenos Aires, Argentina, florenciangilletta@gmail.com


Resumen:

Este artículo explora modos de vivir característicos en sectores medios juveniles urbanos. Tras una encuesta, 27 entrevistas en profundidad y revisión de 4 000 perfiles en redes sociales y apps de citas, nuestra hipótesis es que la pet family es un dispositivo de subjetivación que enlaza prácticas afectivas, económicas, medioambientales y arquitectónicas que involucran la priorización de la amistad, alternancia de parejas, ambivalencia frente a la maternidad/paternidad y habitar departamentos pequeños. Además, implica una recolocación ontológica de la mascota: de asistente/guardián a familiar/roommate/amistad íntima. También proponemos la noción eco-familiy como dispositivo de subjetivación que incorpora hábitos ecológicos a las formas de vida. Estos modos de vivir juntos desbordan el concepto de familia y actualizan la pregunta sobre qué es lo común.

Palabras clave: pet family; mascotas; amistad; familia; afecto

Abstract:

This article explores characteristic ways of living in young, urban, middle-class sectors. After a survey, twenty-seven in-depth interviews and a review of 4.000 profiles on social networks and dating apps, our hypothesis is that the pet family is a subjectivation device linking affective, economic, environmental, and architectural practices involving the prioritization of friendship, changing partners, ambivalence towards maternity/paternity and living in small apartments. It also implies an ontological relocation of the pet, from helper/guardian to relative/roommate/intimate friend. We also propose the notion of the eco-family as a subjectivation device that incorporates ecological habits into ways of life. These ways of living together go beyond the concept of family, showing what the current norm is.

Keywords: pet family; pets; friendship; family; affect

La época de las pet families

-Perdona que me meta, pero ¿cómo decidieron no tener hijos?

-Del mismo que ustedes decidieron tener. Ustedes lo decidieron, ¿no?

-Sí.

-Nosotros también. (Las mejores familias, Fuentes-León, 2020.)

En las grandes ciudades se observa que cada vez más personas tienen mascotas o interactúan con alguien que las tiene, y gastan gran parte de su salario en alimento balanceado, veterinarias, paseadores/as y diversos dispositivos para mejorar la calidad de vida del animal: juguetes, golosinas, rascadores, cuchas, terapias, medicamentos; incluso se tatúan a su mascota, viva o muerta. A comienzos del 2022 el Papa Francisco dijo: “Muchas parejas no tienen hijos porque no quieren, […] pero tienen dos perros, dos gatos… los perros y los gatos sustituyen a los hijos”.1 La intervención se volvió meme y motivo de controversia. De este modo, el Papa se posicionó ante un fenómeno que atraviesa la vida contemporánea: el decrecimiento de la tasa de natalidad y la jerarquización sentimental de las mascotas.

Este artículo explora modos de vivir juntos en el siglo XXI a partir de la hipótesis de la configuración afectiva de la pet family.2 Si bien esta noción se asocia a la convivencia con una mascota, no se circunscribe a ese lazo afectivo. La idea-fuerza que aquí sostenemos es que la pet family consiste en un dispositivo de subjetivación que enlaza prácticas afectivas, económicas, medioambientales y arquitectónicas: la alternancia entre pareja y soltería, la postergación de la maternidad/paternidad, la imposibilidad o la decisión de no tener hijos/as, la priorización de la amistad y la vida en departamentos pequeños (muchas veces alquilados).

A la vez, denominamos eco-family o “ecofamilia” al dispositivo de subjetivación que opera en quienes incorporan una relación afectiva con la naturaleza como modo de subjetivación; por ejemplo, en los hábitos de reciclado, el armado de composta, la jardinería y la alimentación sa­­­lu­­da­­ble.3 Con pet family y eco-family no referimos sólo a la dimensión relacional, sino a la configuración cotidiana entre discursos, afectos, prácticas, estrategias y especies. Estos dispositivos producen modulaciones específicas de la subjetividad y propician nuevas configuraciones afectivas en el siglo XXI: nuevos modos de vivir juntos.4

Estas dimensiones se enlazan con las transformaciones financieras del capitalismo que modificaron los marcos regulatorios de la sociedad salarial. Las formas vinculares contemporáneas están atravesadas por las reconfiguraciones del amor y el deseo, así como por sus persistencias (Kohan, 2020). Parte de estas tensiones se vinculan con las relaciones poliamorosas, las familias ensambladas, los derechos de tercera generación y las resistencias de la matriz heteronormativa para proponer un nuevo vocabulario que se articule con las prácticas emergentes de la subjetividad.

Esta investigación parte de la hipótesis de que la pet family es un fenómeno de jóvenes de grandes núcleos urbanos de sectores medios, aunque dada la juvenilización de la sociedad, se encuentra en expansión. A las transformaciones en la financiarización de la vida y en las formaciones vinculares socialmente habilitadas, se suma la posibilidad de comunicación permanente de modo digital con conocidos/as y desconocidos/as, así como con inteligencia artificial (videojuegos, algoritmos, ciencia de datos, internet de las cosas). En este escenario, nos proponemos explorar la intersección de esas reconfiguraciones subjetivas junto con la proliferación de fenómenos sociales vinculados a la demografía, la arquitectura y el medioambiente.

Metodología

Con el objetivo de indagar en los modos contemporáneos de vivir juntos, realizamos una etnografía presencial y virtual centrada en explorar el universo de jóvenes adultos/as de sectores medios que habitan en grandes ciudades y tienen entre 25 y 45 años. La mayor parte de la muestra reside en la Ciudad de Buenos Aires y comparte las características sociodemográficas ya apuntadas.

Mediante el proceso de saturación de contenidos, realizamos 27 entrevistas en profundidad y una encuesta anónima (n: 197). La encuesta consistió en un cuestionario autoadministrado en una página web y fue difundida mediante email, redes sociales y mensajería instantánea. El cuestionario tenía distintos bloques que organizan la correlación entre prácticas en torno a los modos habitacionales, las formas de convivencia, la pareja, los/as hijos/as y los estilos de vida. Además, realizamos la observación y análisis cualitativo de 3 mil perfiles en las redes sociales Facebook e Instagram, y en las apps de citas Tinder, Happn, Okcupid y Bumble. El proceso metodológico de triangulación de informantes nos brindó una mayor validez de la información obtenida, así como de las hipótesis propuestas.

El trabajo de campo, tanto presencial como virtual, se llevó a cabo en gran medida en la Ciudad de Buenos Aires. Tal metodología mixta (presencial y virtual), con predominancia de análisis cualitativo, se basó en la construcción de una muestra intencional a partir del método de bola de nieve: la generación de contactos para las entrevistas y la encuesta, así como de las observaciones virtuales y presenciales, fue puesta en marcha a partir de la red de conocidos/as, del azar y de la selección algorítimica. La amplitud y triangulación de la estrategia metodógica nos permite establecer algunas coordenadas exploratorias respecto a la población juvenil de grandes ciudades.

Respecto a las consideraciones éticas, no se archivó ni se publica ningún nombre ni referencia personal de las personas entrevistadas, encuestadas u observadas en los perfiles públicos o semipúblicos de redes sociales y apps de citas.5 A lo largo del artículo intercalamos fragmentos de entrevistas y de las biografías de perfiles en apps. En todos los casos, resguardamos su anonimato sólo indicando género y edad, y aclaramos cuándo corresponde a una entrevista.

Estado del arte

Aunque no siempre de manera lineal, desde los ochenta vienen disminuyendo tres tasas de manera constante en los sectores medios de los grandes centros urbanos: la de natalidad -cantidad de nacimientos anuales cada mil personas-, la de fecundidad -cantidad de hijos/as- y la de nuliparidad -mujeres adultas sin hijos/as-.6 Binstock et al. (2021) observan que en las capitales latinoamericanas el porcentaje de nuliparidad varía entre el 10 y 20%, aunque en la Ciudad de Buenos Aires ronda el 25% en quienes tienen estudios de secundario completo. En Europa este porcentaje suele ser más alto.

Investigaciones en Latinoamérica como las de Baena et al. (2020) y Chacón & Tapia (2017) exploran las tensiones de quienes no tienen hijos/as y concuerdan en que la consanguinidad y la procreación ya no son criterios indispensables para formar una familia. Binstock et al. (2021) vinculan este fenómeno a las trayectorias afectivas complejas e intermitentes, al incremento de la participación femenina en el mercado laboral y en el sistema educativo, así como al desacompasamiento en los cambios de los roles de género entre mundo público -trabajo, estudio, ocio- y mundo doméstico -tareas domésticas y de cuidado-. Mandujano-Salazar (2021) señala que, para defender su decisión de vida, cada vez más personas de sectores medios y medio-altos en grandes urbes se denominan childfree.

Como advertía Turkle (2012), con la masificación de internet, para­dójicamente, se ha profundizado la soledad en el mundo. El Reino Unido creó el Ministerio de la Soledad para combatir los altos índices de aislamiento que experimentan más de nueve millones de británicos/as (BBC, 2018). Japón replicó esta iniciativa ante los 22 mil suicidios anuales y las 4 500 personas que fallecen solas (Robledo, 2021).

Por su dinámica de confinamiento, la pandemia volvió más evidente la cantidad de personas que viven solas o con mascotas. La transformación del hogar en búnker tecnológico multiuso, provocó el aumento de las crisis y separaciones, al tiempo que se incrementaba la convivencia con mascotas (Carrión, 2021). Esto acentuó a la pet family como dispositivo de subjetivación funcional a las necesidades de la virtualización propulsadas por el aislamiento.

En Occidente el número de hogares con mascotas ha crecido en los últimos años. Según Deutsche Welle, en Alemania durante 2021 la mitad de los hogares contaba con un animal, en su mayoría gatos, y durante la pandemia se adquirieron un millón de mascotas (De Masi, 2022). Díaz Videla (2017) señala que la mitad de hogares estadounidenses cuenta con al menos un “ser incondicional”. Según el INDEC (2019), en Ciudad de Buenos Aires hay alrededor de 500 mil perros y 300 mil gatos junto a una población humana de tres millones. De acuerdo al INEGI (2020), México es el país latinoamericano con mayor número de mascotas: 80 millones, lo que corresponde al 70% de hogares.

Respecto a los modos de nombrar este vínculo, Díaz Videla (2017) señala que “mascota” enfatiza la asimetría (y abarca a una mayor gama de animales), mientras que “animal de compañía” se centra en el vínculo interactivo y afectivo. Haraway (2003) denomina “especies compañeras” a las que entremezclaron su historia con la humanidad durante siglos en distintas tareas: perros, gatos, abejas, plantas, gallinas, bacterias. Aclara que no sólo convivimos con ellas, sino que se configura una relación de co-constitución, dado que ningún ser existe de manera independiente, sino en relación con las otredades que habitan el mundo.

Vázquez (2009) plantea que las mascotas reducen la sensación de soledad y ayudan a interactuar con el entorno social, promover las caminatas y la actividad física; Tafalla (2013) sostiene que contemplar animales estimula los sentidos y brinda placer estético-sensorial, además de ser un recurso habitual en la publicidad. Díaz Videla (2017) observa que brindan compañía, contacto físico, bienestar y oportunidades para desplegar comportamientos de cuidado, lo que vuelve más activas a las personas. También menciona que el 98% de personas habla y juega con sus mascotas, el 60% les hace regalos, el 90% las fotografía y el 53% hace colecho. Estas prácticas refuerzan su estatus familiar. Los abordajes relevados no ponen el fenómeno en serie con otras prácticas, sino que se circunscriben a sus beneficios, con un enfoque humanocéntrico.

A diferencia de estas investigaciones, aquí consideramos una noción de persona que no se circunscribe a la de individuo (Foucault, 1976), sino que incluye las conformaciones simultáneas de lazo social junto a otras prácticas como la arquitectura, los afectos y las condiciones materiales de vida. Más allá de pensar lo que sucede entre humano y mascota, nuestra pregunta de investigación incorpora las múltiples formas de vivir juntos, que desbordan la noción de “mascotismo”7 y aborda los distintos modos en que la imaginación de lo común en el siglo XXI reorganiza las relaciones entre humanidad, animalidad, afectividad y arquitectura.8

Desde la segunda mitad del siglo XX, y en particular desde el siglo XXI, la sociedad se ve atravesada por cambios en los modos de subjetivar la libertad, la soledad, la familia y la afectividad. Como señalan Foucault (1976) y Preciado (2010), la sexualidad es una “tecnología del yo” política y performática, un laboratorio de subjetividades. Butler (2007) sostiene que la sexualidad es una organización histórica de poder, discurso, cuerpos y afectividad. Illouz (2009) explora las contradicciones culturales del capitalismo en el amor por medio de la díada producción-goce y las transformaciones en los modos de construcción de subjetividad: si antes el ordenador afectivo estaba orientado por los preceptos religiosos y familiares, en la actualidad los sistemas de creencias son múltiples, pero no menos normativos.

En los últimos años ha ganado fuerza la teoría del giro afectivo, que analiza cómo las emociones atraviesan fenómenos sociales e instituciones, postula que los afectos son performativos e interroga binarismos como razón/emoción o cuerpo/mente (Macón, 2021). Desde estos modos feministas de leer, la producción de ciudadanía constituye tanto la conquista de leyes y derechos como las formas de vida en común (Angilletta, 2021), atravesadas por la política cultural de las emociones (Ahmed, 2004), que relee los modos de tramitar la ciudadanía en los afectos.

En esta línea, diversas investigaciones de la región indagan en las transformaciones subjetivas y los cambios en las prácticas vinculares (Cosse, 2010; Felliti y Elizalde, 2015; Jones y Blanco, 2021; Kohan, 2020; Linne, 2020; Marentes, 2020; Palumbo, 2019, Viotti, 2017; entre otras), las modificaciones frente a la decisión de tener hijos/as (Baena et al., 2020; Chacón y Tapia, 2017; Mandujano-Salazar, 2021; Zicavo, 2013, entre otras) y las variaciones en las pautas habitacionales (Binstock et al., 2021; Felice, 2017; Quirós, 2019, entre otras). Este artículo enlaza tales series y exploraciones a partir del dispositivo de la pet family como modo de triangular prácticas coadyacentes en la configuración subjetiva contemporánea.

Formaciones vinculares contemporáneas y desplazamientos de lo familiar

Las personas construyen mundos para sus nuevas intuiciones, sus nuevos hábitos de lo corriente y sus nuevos géneros de gestión del afecto a partir del reconocimiento de los asuntos pendientes del momento histórico en el que llevan adelante sus vidas, y en el que experimentan el ritmo de ese hábito llamado personalidad, que nunca consiguen mantener de forma estable (Berlant, 2000).

La mitad de la muestra encuestada vive con mascotas: el 70% las considera hijos/as, el 20% sostiene que son su familia y el 10%, que son lo más importante de su vida.9 Existe un empate entre dog y cat persons: un tercio vive con gato/a, un tercio con perro/a, y el otro tercio con más de uno. Esas convivencias estructuran hasta tal punto la configuración subjetiva que son elegidas para presentarse en numerosas biografías de apps de citas (donde la expectativa muchas veces es aclarar si se tiene o no hijos/as).

Tengo un perro viejo que es mi vida. Me gustaría hacer amistades y si pasa algo, genial. (Varón, 26.)

Tengo 2 perros, 2 hermanos y una mamá. (Mujer, 33.)

Desconfío de quien no tiene animales o no le gustan. Tendría mil gatos, pero me detuve en tres. (Mujer, 35.)

La mitad de la muestra tiene pareja. Para el 60% estar en pareja se encuentra entre sus principales prioridades. Para el 40% no es prioritario, no le interesa o tiene vínculos que oscilan entre la amistad y otras formas. Acerca de la exclusividad, dos tercios afirman estar muy o un poco de acuerdo; un cuarto señala estar muy o un poco en desacuerdo. El 10% no sabe o no contesta.10 Respecto a la pareja abierta, el 55% se manifiesta muy o un poco de acuerdo; un tercio señala estar muy o un poco en desacuerdo. En torno al poliamor, un 40% está muy o un poco de acuerdo, otro 40% señala estar muy o un poco en desacuerdo y un 20% no sabe o no contesta.

Sólo el 10% piensa encontrar a su próxima pareja en apps de citas o redes. Otro 10% cree que la encontrará mediante amistades (lo que podría incluir el uso de redes). El 30% espera no tener que encontrar próxima pareja, sea porque ya tiene o no le interesa. Un 25% cree que encontrará pareja presencialmente y otro 25% no sabe o no contesta (lo cual sugiere incertidumbre). La mitad se imagina viviendo la ancianidad en pareja; un 13%, con amistades.

Más allá de los discursos emergentes en torno al poliamor y la pareja abierta, dos tercios se piensan -e imaginan- dentro de la pareja monogámica. Respecto a la configuración habitacional, un tercio vive en pareja, otro tercio con mascotas o solo, un 28% en familia “tradicional” y un 6% con roomates. Los datos están en línea con investigaciones como la del INDEC (2019), que señala que en la Ciudad de Buenos Aires un tercio habita viviendas unipersonales y otro tercio comparte vivienda con alguien que no es su pareja. En España el 25% habita hogares unipersonales (INE, 2020); en México, el 13% (INEGI, 2020). Esto no implica que el resto viva en modo familia “tradicional”. Como observamos en el trabajo de campo y en el estado del arte, en urbes gentrificadas como Ciudad de México o Ciudad de Buenos Aires, un significativo número de jóvenes conviven con roomates para pagar el alquiler o llegar a fin de mes. Los siguientes fragmentos corresponden al trabajo de campo en México.

Con la pandemia nos vimos obligados con mi perro a volver a vivir con mis padres. (Varón, 28, entrevista.)

Convivo con dos amigos y dos gatos. Somos como una gran familia medio rara. (Varón, 30, entrevista.)

Ya me cansé de viajar sola, ahora busco partner para descubrir aventuras (aunque puede que a veces pida viajar sola). Le dedico mucho tiempo a lo que me apasiona. Tengo un perrhijo que es mi vida y hacemos todo juntos, así que venimos en combo. (Mujer, 32.)

Vivo con una roomate, un gato y un perro. (Mujer, 35.)

El trabajo de campo evidencia la relevancia afectiva que adquiere la pet family. En particular en sectores medios, la mascota conforma el circuito afectivo -e incluso lo centraliza-, difuminando la noción familia humana-no humana, al tiempo que se incorporan hábitos saludables de alimentación y de cuidado de la naturaleza, porque también existe una relación familiar con ella. No se trata tanto de que la noción de familia haya decaído como ordenadora de las prácticas vitales, sino que los sentidos de lo familiar se desplazan de sus manifestaciones históricas, y cada vez más los lazos de cuidado se ejercen con las mascotas, las plantas y el medioambiente. Los hábitos ecológicos y de consumo saludable no son excluyentes de las pet families; constituyen formas de vida que pueden denominarse en un sentido más general como eco-family: quienes no tienen mascota pero organizan su subjetividad a partir de prácticas de cuidado de sí y del medioambiente.11

El natalismo en cuestión

¿Quiero tener hijos porque quiero ser admirada como el tipo de mujer admirable que tiene hijos? ¿Porque quiero que me vean como una mujer normal, o porque quiero ser la mejor clase de mujer, una mujer no sólo con trabajo, sino con el deseo y la capacidad de cuidar, un cuerpo que pueda engendrar bebés y alguien con quien otra persona quiera tener bebés? (Heti, 2018.)

La pastilla anticonceptiva, la revolución femenina, el incremento de divorcios, las transformaciones en la sexualidad y en las relaciones de género desde la década de 1960 han incidido en una disminución del tamaño del hogar y de la tasa de fecundidad. Estas formas de reconfiguración del espacio y de la vida social en las grandes ciudades tienden a posponer la entrada al matrimonio y la constitución de una pareja estable; además, se prolonga la decisión de tener hijos/as e incluso se decide no tener. Complejizan esta decisión la caída del Estado de bienestar, la crisis de las instituciones tradicionales y la precariedad laboral.

Margulis y Urresti (1996) plantean que en la extensión de la moratoria social influye tanto la clase como el género, lo que hace que las mujeres tengan mayor presión sobre la natalidad. Zicavo (2013) señala que esta moratoria se extiende respecto a la asunción de responsabilidades familiares y advierte que las dificultades del mercado laboral, junto a la desigualdad en el reparto de lo doméstico-afectivo, friccionan el deseo de maternidad con las aspiraciones y los deseos de realización personal. A su vez, las innovaciones técnicas en fertilidad habilitan la extensión de la moratoria social en las capas medias, así como los desarrollos científicos y la mayor expectativa de vida permiten tener hijos/as a edades más avanzadas.

Los datos recabados confirman esta tendencia: un tercio de la muestra tiene hijos/as y dos tercios no. Para la mitad es prioridad, sea en un futuro cercano o distante; un 25% decidió no tener; para un 10% no es prioridad; otro 15% no sabe o no contesta. La mitad consideraría la fertilización asistida. El 20% no sabe o no contesta. A diferencia de generaciones anteriores, cada vez hay más casos de parejas consolidadas de varios años de convivencia, incluso casadas, que deciden no tener hijos/as, así como personas que reivindican su rol de tíos/as o de padres/madres de mascotas.

Disfruto del gym. ¿Si quiero o si tengo? Mejor tíazgo cumplido que maternidad/paternidad irresponsable. (Mujer, 37.)

Tengo un hijo gato. Fan de mis amigos y sobrinos. Feminista. (Mujer, 39.)

Papá de gatitos. Me gusta la vida al aire libre. (Varón, 42.)

Complementamos estos datos con la observación de 4 mil perfiles en dating apps, centrándonos en las que incluyen preguntas acerca de hijos/as (Bumble y Okcupid). El 33% manifiesta que quisiera tener. Un 25% responde que no sabe o no tiene, pero podría querer. Un 25% no sabe o no contesta (porcentaje significativo, tanto en la encuesta como en apps). Un 10% aclara que no quiere, un 4% que tiene y no quiere más, y un 3% que tiene y quiere más.

En el primer chat o primera cita, muchos/as comparten o preguntan si desean tener hijos/as. De un modo u otro, aparece un pronunciamiento en torno a ese significante, sobre todo en mayores de 30 años. Esta reiteración da cuenta de que sigue orbitando en la imaginación colectiva: hablar de hijos/as, aunque sea para elegir no tenerlos, muestra la persistencia de la natalidad en los modos de subjetivación.

Soltero, sin hijos y sin prisas. (Varón, 35.)

Amo a mis amigas, sobrinas y familia. (Mujer, 34.)

No tengo deseo de ser padre, flasheo con otras cosas: viajar dos meses por año, salir, vivir en distintos lugares, tener otras experiencias. Pero imagino que si me engancho afectivamente con alguien eso cambiará (Varón, 38, entrevista.)

Trato de sobrevivir a la paternidad. Se disfruta pero es dura, cuesta aceptar que ya nada es como era, que mi tiempo ya no es sólo mío. Pero mi hija es un espectáculo, una droga dura para estos días de incertidumbre. (Varón, 39, entrevista.)

Hasta el siglo XX, el contrato de la modernidad se basaba en el natalismo, porque no se cuestionaba la descendencia como dador de sentido y estatus. Las mujeres se ocupaban de lo doméstico y, en ocasiones, también trabajaban afuera de la casa; mientras los varones sólo trabajaban afuera, según la división sexual del trabajo de la modernidad, que los feminismos señalan y cuestionan (Illouz, 2009).

Los proyectos familiares del siglo XX han sido atravesados por la tecnologización de los métodos de control de la natalidad, junto a las transformaciones y conquistas para las mujeres y las disidencias sexuales. Los feminismos cuestionan el imperativo de la maternidad y habilitan que “mujer” no sea sinónimo de “madre”, así como vienen luchando junto a la comunidad LGBTIQ en torno a los derechos de familia. Para los varones, el imperativo de formar una familia también ha sido alterado. Muchos/as se concentran en ejercer un “tíazgo cumplido”, de lo que se enorgullecen en redes y apps. Estos fenómenos han modificado expectativas y abren nuevas posibilidades de configuración subjetiva.

Durante las últimas décadas, los dispositivos de subjetivación familiares han experimentado una transformación mundial. Si bien estos cambios conviven con los ordenamientos clásicos -en especial en las grandes ciudades- cada vez más lazos afectivos, formas de convivencia, acuerdos económicos, compromisos vitales e incluso la decisión y el sostenimiento de tener o no hijos/as desbordan los significados históricos de lo familiar. Por ello, la construcción de análisis como “modos de vivir juntos” intenta descentrar la configuración familiar como matriz única de análisis al vincular estas prácticas con transformaciones más amplias, que pueden pensarse desde “lo común”.

La arquitectura del afecto

Según la encuesta y las estadísticas disponibles, la mayoría de quienes viven solos/as lo hacen en un monoambiente o dos ambientes, y muchas veces alquilan.12 En este punto observamos dos procesos en simultáneo: la dificultad económica del acceso a la primera vivienda, que lleva a cada vez más jóvenes a alquilar y compartir vivienda -no sólo en los sectores más frágiles, sino también entre hijos/as de propietarios- y la tendencia a la formación de hogares unipersonales.13

Los cambios en la natalidad y en los estilos de vida han cristalizado también en la arquitectura, en conjunto con los procesos de gentrificación. Del departamento con ventanas pequeñas a las grandes fachadas de vidrio sin persianas; de los condominios en propiedad horizontal y los amplios departamentos al monoambiente loft. Los procesos de transformación urbana pueden ser leídos a través de dos fenómenos que afectan los modos de subjetivación: el crecimiento de la modalidad de alquiler y la proliferación de construcciones de departamentos de pocos metros cuadrados.

Las pet families surgen como modo de organización familiar de quien típicamente vive solo/a en un departamento pequeño, con al menos una mascota. En tanto formación vincular como espacial y subjetiva, entronca con la dinámica gentrificadora: construcciones para quienes despliegan trayectorias geográficas, laborales y afectivas fluctuantes. En un mismo espacio es frecuente que alternen, en cierto periodo, diversas formaciones vinculares.

Empática, feminista y curiosa. Coleccionista de libros y plantas. Compañera de vivienda de un gato. (Mujer, 32.)

Vivo con un gato que me odia. (Varón, 25.)

Convivo con dos gatis. (Varón, 29.)

Mi humana y yo buscamos un lugarcito con un dormitorio (o un monoambiente con espacio suficiente) (Mujer, 26).

La época aparece organizada por el espacio del monoambiente, el loft y el dos ambientes. En esta arquitectura minimalista la familia mascota emerge como opción de vida, más allá de que se transiten otras formas de vivienda y pareja de manera alternada u ocasional. Estas dimensiones, la espacial y la vincular, aun con sus modulaciones diferenciales para las distintas configuraciones sexogenéricas, producen técnicas del yo que tensionan las prácticas en torno a los ideales y expectativas regulatorias de la familia, el amor y el natalismo.

Las transformaciones subjetivas pueden leerse en los cambios habitacionales y en los modos de relacionarse con el cuidado, en tanto forma de vinculación con la naturaleza. Alrededor de la pet family orbitan las dimensiones económicas, arquitectónicas y afectivas, al intersectar modos de subjetivación que acontecen como procesos simultáneos, contradictorios y no lineales. La arquitectura resulta fundamental para leer el pasaje y la conexión entre estas prácticas y las formaciones sociales, dado que permite enlazar los afectos de las pet families con las condiciones epocales, en especial, con los procesos de financiarización de la vida, la liquidez del trabajo y la dilución de los órdenes arquitectónicos típicos del siglo XX.14

Las pet families en el espacio público, en redes sociales y apps de citas

Una alumna de primaria, ante la pregunta sobre qué aprendió en las primeras semanas de confinamiento, respondió: “que mi maestra quiere mucho a los gatos”. (Dussel, 2020, p. 38.)

Hace unos años, en algunos parques, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires brindaba la posibilidad de pasar un rato con un cachorro en una “cabina anti-estrés” (Del Pont, 2017). En Tokyo, la metrópoli más populosa del mundo que concentra 25 millones de habitantes, se han vuelto populares tanto los pet shops como los bares para perros, donde pueden acariciarse cachorros por diez dólares la hora (Atlántico, 2009). En la mayoría de las grandes ciudades cada vez más negocios ofrecen recipientes con agua para mascotas y cuelgan el cartel pet friendly, incluso aclaran “aquí no discriminamos”. Existen ferias de adopción en parques y redes sociales, se realizan cumpleaños de animales en bares y plazas, e incluso hay santuarios funerarios para mascotas (Martínez, 2021).

La vida en las grandes ciudades superpone distintas transformaciones: en el paisaje urbano, con el incremento de pet shops, viveros, centros de reciclaje y tiendas naturistas; en el ecosistema de medios, con publicidades y perfiles de mascotas. En Buenos Aires, una publicidad de alimento balanceado, con una foto de una madre y sus dos hijos abrazando felices a su perro, dice: “somos familia: todo para el más mimado de la casa”; otra publicidad solapa dos fotos de mujeres jóvenes -una sosteniendo en brazos a un niño y otra, a un perro- y concluye con la frase “todas somos mamás”. En Ciudad de México, una propaganda en la vía pública interroga: “¿Tienes perrhijos? Tómate una foto con tu perrhijo en Blanco Dent. Limpieza dental en oferta”;15 otra de alimento para perros afirma: “El momento de ser felices es… ¡ahora! La felicidad del ahora”, y muestra la foto de un joven en bata en una reposera y en el regazo su perro vestido con una remera.

Los stickers de gatitos y perritos son un signo de época. Numerosos perfiles explicitan un vínculo afectivo con los animales, en parte como exhibición de capital erótico. Incluso existen apps específicas como TinDog, para personas con perros. Pinder inicialmente era un Tinder para matchear mascotas, pero empezó a usarse para matchear entre pet families. Puppy Love se llama la campaña de una organización que se asoció con Tinder para que personas matcheen con perros abandonados y tengan citas para pasear con el objetivo de adoptarlos. Se tengan o no mascotas, éstas forman parte de la imaginación pública: son incluidas en algunas legislaciones que modifican su estatuto como seres sintientes y han ganado un lugar privilegiado en el hogar y en la ciudad.

Los efectos performativos del dispositivo pet family se observan en miles de bios en redes y apps donde se presentan como “soy el humano de X”. También es frecuente postear fotos junto a un perro con la frase “momento padre e hijo”. Los flujos afectivos están atravesados por las mascotas, a tal punto que muchos/as afirman enamorarse por la producción de cierta discursividad en torno a ellas -intercambio de videos, fotos, textos.

Tengo muchas plantas en casa y amo la naturaleza en general. Siempre bienvenidas fotos de tus gatitos. (Mujer, 25.)

Me parece que hacen trampa, creen que por subir una foto con un gato o perro ganaron el cielo… es inevitable, así nos ganan a más de una. (Mujer, 26.)

Dame mar y perros para toda la vida. (Mujer, 34.)

Amo más a los perros que a las personas. (Varón, 33.)

Varias de estas presentaciones poseen humor, y lo que la época tiene procesado -o está procesando- es aquello de lo que puede reírse. Los animales domésticos también forman parte de la sociedad de masas. Cada vez son más frecuentes los realities sobre perros y humanos, como Pet Stars (2021), o contenidos audiovisuales en plataformas de visionado online.16 El giro animal también permea los videojuegos: en Stray (2022) se adopta un punto de vista gatuno en un futuro donde sólo existen robots y gatos. Numerosos famosos y políticos construyen perfiles para sus mascotas y los incluyen en presentaciones públicas para incrementar su popularidad.17

Las pantallas configuran el reparto de lo sensible: hasta hace unas décadas era inimaginable una colección de fotos de la mascota, no porque el animal no fuese parte del cuidado y los afectos familiares, sino porque ocupaba un lugar distinto en torno a los modos de subjetivación y técnicas de sí.

Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida. (Mujer, 29.)

Me gusta mi independencia, aunque trabajo para pagarle la comida a mis gatos. (Varón, 35.)

Amo a mis animales por sobre todas las cosas. 1 perro y 4 gatos. Si te parece excesivo, no va a funcionar. Con las cosas medianamente claras, con ganas de armar algo respetando nuestros tiempos e individualidades .(Varón, 36.)

Una mujer (30) recibe cientos de likes al postear en Instagram una foto con su gato en la que celebra haberlo conocido: “cumplimos dos meses de convivencia y estamos felices de vivir juntos”. En ocasiones, la discursividad de la pet family llega a construirse con expresiones del lenguaje romántico tradicional.

Amo a mi gata más que nada en el mundo. Tu objetivo: caerle bien al michi (Mujer, 24).

Enamorado de mi perro, tengo 38 tatuajes, me gusta el cine y el gym (Varón, 28).

Mi perra por sobre todas las cosas. Y si veo un perro lo saludo, sin excepción (Varón, 33).

Tal centralidad de las mascotas sugiere cierta transformación social: si bien hace décadas son parte de familias y hogares unipersonales, lo novedoso de las pet families es que entronizan a las mascotas como vínculo afectivo prioritario. La extensión de este modo de vinculación al espacio público, tanto virtual como presencial, muestra la transformación performativa y la legitimación de esa forma de relación. Este dispositivo de subjetivación se articula con discursos y prácticas que circulan con persistencia en los medios de comunicación y redes sociales en torno al cuidado del medioambiente y la salud, la naturaleza, los hábitos alimentarios y el trabajo sobre la propia corporalidad.

La amistad como estado de la imaginación pública

Mis amigas / no quieren tener hijos / crían perros, gatos, plantas […] no pueden tener trabajos / en relación de dependencia / […] Quieren irse de ellas mismas […] Son hermosas / Resisten / y pueden sostenerme con un dedo. (Laudencina, 2019, p. 64.)

La pet family como modelo vital no puede explicarse sin la hipercomunicación y el imaginario de abundancia que organizan -al tiempo que desestabilizan- la afectividad, al reconfigurar sus sentidos tradicionales. En particular en sectores medios de grandes urbes, la configuración vincular reticular que promueven las plataformas centrales de comunicación descentran a la pareja -cada vez más alternada, intermitente, ambivalente, consecutiva- y moviliza la afectividad hacia las amistades como estado vincular prioritario (Esteban, 2011; Vasallo, 2021).18

Amigos siempre primero! Cualquier excusa es buena para viajar. Hay que caerle bien a mi perro. (Varón, 28.)

Amante de los gatos y googlear cosas. Quiero mimos y amistad, el resto vemos. (Mujer, 30.)

Mis amigas son mi familia y mi familia son mis amigas (Mujer, 35).

Hasta el siglo XX, la estructura afectiva se centraba en la familia de origen y la pareja. Si bien durante parte de aquel siglo fue consolidándose la amistad como una práctica cada vez más exogámica y habilitada primero para varones y luego para mujeres, en el siglo XXI la amistad se configura como relación afectiva nuclear. Para las prácticas de subjetivación de la pet family, el “para toda la vida” es, en mayor medida, con el círculo primario de amistades íntimas.

No fotos con delfines, camellos ni ningún animal esclavizado y maltratado. Amo a mi michi. Sólo me interesa generar vínculos de amistad. (Mujer, 31.)

Siempre tras la magia, que encuentro viajando, en alguna charla o acariciando a mi perro. Mis amigos son superhéroes. (Mujer, 32.)

Vivo con dos gatitos. Mis amigues son todo lo que está bien. (Varón, 35.)

La dificultad del romance y el proyecto de pareja se asocia con la gestión afectiva de la cotidianidad. Las nuevas formaciones vinculares friccionan ante la posibilidad de la convivencia o la gestión cotidiana. Aun en quienes conviven, las prácticas de subjetivación siguen atravesadas por las expectativas de ciertas independencias más propias de la soltería. Es frecuente que las amistades tengan llave del hogar y compartan vacaciones.

Mis amistades son centrales en mi vida. No nos juntamos tanto, pero intento darle prioridad. Cuando estoy en pareja las veo menos, pero siempre están, por WhatsApp, las redes o los espacios cotidianos compartidos. (Varón, 34, entrevista.)

Les amigues son mi red de contención. Mi familia vive lejos, no tengo familiares acá, salvo mi abuela en un geriátrico. A medida que el tiempo pasa, las actividades con amigas cambian, porque algunas tienen parejas, hijos, familia. Entonces es difícil juntarse. Y pospandemia todavía más. Pero de todos modos a través de llamadas, Zoom y audios nos mantenemos comunicadas. Y cuando no estoy bien, les pido ayuda. (Mujer, 41, entrevista.)

Aunque la amistad sea el vínculo primordial para muchos/as, las cuentas, las compras, los arreglos, la organización de gastos y las tareas domésticas siguen orbitando, en la mayoría de los casos, en torno a la díada solo o con pareja/familia. Más allá de ciertas porosidades en el crecimiento del vínculo de amistad y las relaciones poliamorosas, las decisiones de convivencia y gestión habitacional aún se piensan alrede­dor de aquel binomio.

Con mis amigues hablamos mucho de prioridades. Pienso la maternidad como algo lejano, como un proyecto en pareja si encuentro alguien piola, no una familia tradicional, rozando el límite de la fertilidad porque tengo mucho que hacer y no está entre mis prioridades. Mis amigas comparten esa visión. (Mujer, 32, entrevista.)

En Shall We Dance? (Chelsom, 2004), el personaje de Susan Sarandon sospecha que su marido la engaña y contrata a un investigador privado. En un momento, le dice que un matrimonio es tener un testigo de las pequeñas cosas de tu vida. Esa centralidad del matrimonio como práctica vincular de compañía, sostén y progreso, en el siglo XXI es puesta en cuestión y reconfigurada en amplios sectores juveniles por la serialización de relaciones monogámicas o la experimentación de otras formas de vinculación. Las pet families pueden leerse como los dispositivos de subjetivación en los que las dinámicas afectivas se sostienen principalmente en las modulaciones de la amistad. De hecho, muchas veces las relaciones amorosas se transforman en amistades o viceversa. Más allá de la dificultad para el compromiso, lo que la época expone es una dificultad para el romance. La fluidez vincular se sostiene más en la amistad que en el amor de pareja. En este escenario, cada vez más personas conforman una pet family. Ante la puesta en tensión de la pareja como forma vincular hegemónica, quienes se vuelven testigos, afectos perdurables e incondicionales, suelen ser amistades humanas y no humanas.

El giro animal. Convivencia con especies compañeras

El gato maúlla / camina hacia mí / frota el cuerpo en mis pantorrillas, / me inclino / lo acaricio / igual que él / Él estira su cabeza / insiste en el cariño, / yo también. / Hace unos días / guardamos las garras / sin saber por qué motivo ni en qué momento / nació esta paz, este amor / que va y viene suavemente. (Isuani, 2019, p. 166)

El giro animal es un modo de articular el cruce entre lo humano y lo animal a partir de ciertos materiales culturales y de interrogaciones sobre lo viviente (Giorgi y Rodríguez, 2007). Al leerlo desde la pet family, adquiere la modulación de un cambio en los modos en que se tramita la dimensión humano-no humano mediante afectaciones ligadas a una tramitación diferencial de las emociones públicas, así como respecto de los derechos de los animales y las prácticas de cuidado del medioambiente.

Una madre (40) le explica a su hijo: “nuestro perro es tu hermano”. Una mujer vegana (32) compra menudos de pollo para alimentar a su gata.19 Un varón (37) considera que no puede dejar solo a su perro anciano, por lo que al salir con amigos o tener una cita lo deja con un familiar. En efecto, muchos/as dejan a sus mascotas al cuidado de familiares, amistades o en guarderías, tanto al viajar como al tener una cita o salida.

Vivo sola y tengo mascotas hace 24 años. Con los años mi relación con ellas fue creciendo en intensidad. Más que nada desde la pandemia porque empecé a trabajar en casa. Con mi gato nos acostumbramos a la compañía mutua. Ahora me fui de vacaciones y lo dejé en un hostel de gatos. (Mujer, 41, entrevista.)

Hay parejas, amistades y amantes que al poco tiempo de conocerse se dejan la llave de sus departamentos al irse de viaje, para que el otro alimente a la mascota. Si dos personas empiezan a salir y cada una integra una pet family, esta presentación suele ser un rito tan trascendente como la de familia y amistades. Algunas parejas adoptan mascotas y al separarse implementan una tenencia compartida. Cada vez más jóvenes ofrecen sus viviendas como casas de tránsito de animales y les buscan hogares vía redes sociales.20

Rescato michis para dar en adopción. El gato duerme en la cama, sin excepción (Mujer, 24).

Madre de felinos. Defensora de derechos. Interés en vínculos sanos con alto nivel de conexión. En búsqueda de compañía que banque los animales (Mujer, 28).

Mi perro me saca a pasear (Varón, 32).

La tendencia a transformar a la mascota en familia ha dinamizado una serie de prácticas de consumo que exceden el cuidado veterinario: servicios como terapias, remedios, vacaciones, guarderías, paseadores, adiestradores, comida premium, así como la afectividad traducida en colecho y cuidado prioritario. Muchas de estas prácticas se motorizan a través del consumo.

Según la encuesta, la mitad separa residuos y un 25% es vegetariano/a, vegano/a o naturista. En los últimos años, hubo un auge de conexión con la naturaleza y una mayor reivindicación de las plantas y animales como especies compañeras, en sintonía con el crecimiento del movimiento por los derechos ambientales y animales (Chible Villadangos, 2016). Tales luchas políticas se superponen con prácticas de cuidado del medioambiente -reciclaje, separación de residuos, jardinería, armado de compost-, así como con decisiones alimentarias.

Me preocupa la situación ambiental: separo la basura, cuido el uso del agua, la luz y el auto. Las mascotas me parecen hermosas pero no podría tener una por falta de tiempo. (Varón, 34, entrevista.)

Tengo una compostera donde tiro restos de verdura y hojas del patio. Ahí se arma vida, que después mezclo con tierra de las plantas. Tiro en el cantero de la vereda el compost que sobra. Separo y reciclo toda la basura que puedo. (Mujer, 39, entrevista.)

La familia mascota también se vislumbra en el modo de enunciar el vínculo con los animales con quienes se convive: entre la posesión y la jerarquía (“tengo”) y la igualdad u horizontalidad (“compañera / convivo con”).21 Los modos de nominar el vínculo también lo articulan: del dueño/a, tutor/a o encargado/a, al conviviente o roomate: “tutora de mi gato”; “madre de dos humanes y abuela de un perro”; “en una relación tóxica con mis gatos”; “amante de mis bebas (emoji perritas)”.22 En estas elecciones se cifran estrategias y configuraciones subjetivas. A su vez, en el plano legislativo, los derechos animales son parte de las conquistas, en alianza con las luchas de las disidencias sexuales, que cuestionan la escisión humano-animal.

Dedico la vida a la militancia y a acariciarle la pancita a mi gata. (Mujer, 26.)

Adiestradora canina. Mi perro es todo lo que está bien. El mejor plan es un rato con él en la plaza. (Mujer, 28.)

Los perros me hacen feliz. Infinitamente curioso. (Varón, 31.)

Mis perros vienen conmigo: son mi vida entera. (Varón, 35.)

En definitiva, el crecimiento de las pet families se enlaza con las transformaciones que impulsan los feminismos, el antiespecismo y el giro afectivo. Mientras la puesta en cuestión de la utopía romántica descentraliza a la pareja como organizadora de la afectividad, la hipercomunicación y las técnicas reproductivas de fertilidad consolidan procesos de autonomía sobre los cuerpos, en especial para las mujeres y la comunidad LGBTIQ. Estos cambios transforman los modos de vida -así como sus deseos y expectativas- de una significativa parte de las juventudes contemporáneas.

Conclusiones: hacia nuevas formas de vivir juntos

La arquitectura contemporánea permite enlazar las prácticas de afecto de las pet families con condiciones epocales, en especial relacionadas con los procesos de financiarización de la vida, la gentrificación, la liquidez del trabajo y la dilución de los órdenes arquitectónicos típicos del siglo XX, sostenidos en la modalidad del crédito. La casa joven, cuando se convierte en casa familiar, torsionando la configuración tradicional, en ocasiones es productora de las prácticas de subjetivación de la pet family.

Los modos de subjetivación articulados en torno al dispositivo de las pet families propician lazos afectivos que desbordan los sentidos coagulados de lo familiar. La centralidad del matrimonio como organizador de la vida convive, en amplios sectores urbanos, con otras formas de configuración subjetiva: serialización de parejas, centralidad de la amistad con sus distintas modulaciones y, en especial, pet families. Cada vez crecen más estas configuraciones afectivas, no como alternativas a formaciones tradicionales sino como desplazamientos de la configuración de lo familiar.

En estas transformaciones en torno a las prácticas de subjetividad, se modula una recolocación ontológica de la mascota: de asistente -guardián, cazador, compañía, lazarillo-, a familiar, roomate o amistad íntima. Ya no se trata de una mascota al servicio de un humano, sino de un vínculo en el que se conjuga familiaridad, igualdad, amor y confraternidad. El giro animal afecta la conformación misma de la subjetividad.

A estas prácticas se enlaza el cuidado cotidiano que también se ejerce con plantas y con el medioambiente. Así, podemos hablar de eco-family o “ecofamilia”. De manera similar a las pet families, este dispositivo también reorganiza la subjetividad afectiva, se relaciona con el descentramiento y la puesta en tensión de la pareja y, en especial, de la familia tradicional como forma vincular prioritaria. La reconfiguración del hogar en torno a la pet family o eco-family implica que la afectividad se organiza mediante una multiplicidad afectiva entre mascotas, amistades, el cuidado de sí, de las plantas, de bacterias y del medioambiente. Este modo de vida emergente se articula a partir de la relación entre naturaleza y afectividad.

Los modos de subjetivación contemporáneos están atravesados por la forma actual del capitalismo, la virtualización del trabajo, la fragilidad de las economías, las técnicas biomédicas para la reproducción de la vida, la afectación de la arquitectura y la centralidad de la amistad. Aunque estos nuevos modos de vivir juntos son distintivos de los/as jóvenes de sectores medios urbanos, la juvenilización de la sociedad y la hiperconexión digital vuelven a estas prácticas emergentes cada vez más organizadoras de lo social.

Reescribir lo común a partir del dispositivo de las pet families implica superponer tramas diferenciales, cuyas potencias y desafíos interrogan el núcleo de lo familiar, de lo democrático y de la vida. Esta afectación actúa de formas distintas leídas desde los géneros, a partir de la reconfiguración de los sentidos históricos del cuidado. Los nuevos modos de vivir juntos actualizan la pregunta sobre qué es, en definitiva, una familia: quiénes la hacen e integran, cómo se sostiene y se transforma, de qué modos se vincula con otras series sociales y cómo se narra a sí misma.

Mientras que la noción de lo familiar -aun en sus acepciones emergentes- continúa priorizando la configuración familiar como organizadora de la vida, la noción de vivir juntos descentra estas coordenadas. La pet family -o eco-family- es un intento por leer un dispositivo que, a la vez, actúa sobre los modos de subjetivación y sobre lo común, como nuevas formas de lectura en torno a la ciudadanía. Estos vocabularios constituyen apuestas teóricas en tanto propulsan explorar más allá de las clasificaciones y expectativas aún vigentes: una nueva gramática para un nuevo siglo.

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1En diciembre de 2014, el Papa Francisco había afirmado que los animales también van al Cielo, lo que generó otra polémica.

2Pet family -su traducción literal sería “familia-mascota” -es un término propuesto para dar cuenta del dispositivo que conforman las familias interespecie. Escuchamos por primera vez este término en el camarote de un tren en Marruecos en 2018, donde nos pusimos a conversar con un joven marroquí, becario en una universidad estadounidense. Él, ya con dos hijos, se refirió a su directora de tesis como integrante de una pet family, porque su configuración familiar era con su gato. En este artículo utilizamos de manera indistinta “familia mascota”, “familia interespecie” y “pet family”.

3Típicamente vinculada con la estructura urbana del departamento pequeño, la pet family incluye la modulación específica del neorruralismo: migraciones desde los grandes centros urbanos hacia ciudades pequeñas, pueblos o islas en pos de un mayor contacto con la naturaleza (Quirós, 2019).

4La noción “vivir juntos/as” enlaza las dimensiones de la vida, de lo común y de los afectos. Desde la biopolítica, los feminismos y el giro afectivo -aun con sus diferencias y matices-, la interrogación por las formas de la producción de lo común reescribe las distinciones clásicas entre público y privado, así como las configuraciones vinculares centradas en lo familiar (Angilletta, 2021).

5Para contrastrar el trabajo de campo, realizamos una etnografía complementaria en la que analizamos mil perfiles de apps de citas en Ciudad de México. Además, efectuamos siete entrevistas en profundidad a jóvenes de sectores medios de esa metrópoli.

6Ésta es una tendencia sobre la cual pueden particularizarse ciertas singularidades a partir de algunas estadísticas que prioricen ciertos periodos, cortes epocales, sectores sociales y nivel de estudios.

7En esta línea, Giorgi (2014, p. 30) propone lo animal como artefacto cultural, que “deja de ser la instancia de una figura disponible retóricamente […] El animal remite menos a una forma, a un cuerpo formado, que a una interrogación insistente sobre la forma como tal, la figurabilidad de los cuerpos”.

8En “lo común” se imbrican lecturas de Agamben (1995), Deleuze y Guattari (1980) y Foucault (1976), junto a las que producen líneas posteriores, como Braidotti (2013) y Berlant (2020).

9 Vázquez (2009) arriba a conclusiones similares en México: la mayoría considera a las mascotas partes de su familia y un tercio compañeros/as.

10La manifestación de acuerdo o desacuerdo no implica puesta en acto. Esta distinción es significativa porque la etnografía muestra una diferencia entre quienes manifiestan acuerdo con ciertas opciones -como la pareja libre y la poliamorosidad- de quienes efectivamente las practican.

11Algunas de estas prácticas están vinculadas al cuidado de plantas, las políticas de reciclado, el ciclismo, el cultivo y consumo de productos orgánicos o agroecológicos y el cultivo de marihuana para consumo personal y del círculo de amistades.

12Los hogares unipersonales abarcan a quienes viven solos/as, más allá de su estado civil: solteros/as, en pareja, separados/as, divorciados/as o viudos/as.

13 Felice (2017) propone la categoría “casa juvenil” para nombrar un espacio autó­nomo, lúdico y formativo de transición, que se diferencia tanto de la casa familiar de origen como de la casa familiar de destino. También advierte que las condiciones de acceso a una vivienda digna en CABA han empeorado, debido a múltiples factores: aumento relativo del precio de la vivienda, restricción de créditos hipotecarios, incremento del costo del alquiler y disminución de empleos formales con acceso a protección social. Por diversas razones, la casa juvenil en numerosos casos se cronifica, transformándose en casa de destino.

14 Preciado (2010) señala cómo la masificación de la revista y el dispositivo Playboy motorizó una transformación arquitectónica que habilitó desde los años de 1950 un nuevo modo habitacional: el departamento de soltero. Teniendo en cuenta que los modos de subjetivación se vinculan a los espacios, ciertas producciones subjetivas como la “vecina de al lado” o “el soltero” se entroncan con transformaciones urbanas. Cabe destacar que la disponibilidad social del soltero recién fue habilitada de modo masivo para las mujeres en las últimas décadas. A partir de la hipótesis de Preciado, “arquitectura” es el modo de leer la tramitación y producción subjetiva que las personas hacen de la ciudad; la arquitectura convierte a la ciudad en una tecnología de lo viviente.

15En México es común la expresión “gathijo” o “perrhijo”.

16Películas y literatura también abordan el vínculo con mascotas, como los filmes Amores perros (González Iñárritu, 2000), El perro (Sorín, 2004), The Secret Life of Pets (2016), Life Love Dogs (2019), La voz humana (Almodóvar, 2020), Lamb (Jóhannsson, 2021), la miniserie documental Secretos de las mascotas (2022) y los libros de relatos 222 patitos (Falco, 2004), Literatura y otros cuentos (Rejtman, 2005), El cielo de los animales (Poissant, 2014), Cuentos con gatos y Cuentos con perros (AA. VV., 2018), entre otros.

17Como Dylan, el perro del presidente argentino Alberto Fernández; Balcarce, del ex presidente argentino Mauricio Macri, y Brownie, del presidente chileno Gabriel Boric.

18¿Cuál es la relación entre familia, ciudadanía y pet family? Si bien existen avances en derechos de minorías sexogenéricas, de configuraciones familiares emergentes y de animales, el derecho a herencia y la mayoría del arco del reconocimiento legal se mantiene organizado en torno a la priorización de lo humano y a las conformaciones familiares legalmente reconocidas.

19A la vez, muchas personas -en especial, veganas, vegetarianas o naturistas- adaptan la dieta de sus mascotas según sus hábitos alimentarios (Krishna, 2022).

20Las prácticas de adopción de animales también se dinamizan en las redes sociales, que muchas veces funcionan como enlace entre la mascota y el nuevo hogar. Quienes gestionan y participan de estos espacios suelen tener protocolos exigentes respecto del lugar y la conducta del futuro responsable.

21Esta tensión también se evidencia en vínculos afectivos humanos (“mi mujer/mi marido/mi pareja”).

22En las formas de nominación también se tramitan tensiones en torno al vínculo. Tal como muestra el trabajo de campo, a veces “mascota” cosifica al animal.

Recibido: 18 de Abril de 2022; Aprobado: 06 de Junio de 2022

Acerca de los autores

Joaquín Linne es doctor en ciencias sociales, docente universitario en UBA y UNLA e investigador adjunto del CONICET. Ha publicado numerosos artículos sobre jóvenes y tecnologías.

Dos de sus últimas publicaciones son:

1. Linne, Joaquín (2020). “No sos vos, es Tinder”. Gamificación, consumo, gestión cotidiana y performance en aplicaciones de “levante”. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, 27, 1-26.

2. Linne, Joaquín (2019). En búsqueda del match perfecto. Perfiles, experiencias y expectativas socioafectivas de jóvenes en torno a Tinder (en coautoría). Última Década, 51, 96-122.

Florencia Angilletta es licenciada en letras, docente e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y becaria doctoral del CONICET. Ha publicado numerosos artículos sobre literatura, política y feminismos.

Dos de sus obras más recientes son:

1. Angilletta, Florencia (2021). Zona de promesas. Buenos Aires: Capital Intelectual.

2. Angilletta, Florencia (2017). ¿El futuro es feminista? (en coautoría). Buenos Aires: Capital Intelectual.

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