La colección Antologías de El Colegio de México, en donde se publica la obra de Bernd Hausberger, se nutre de trabajos ya editados que, seleccionados y prologados, reúnen las aportaciones principales sobre el tema elegido, en este caso las misiones jesuitas, junto con una reflexión inicial sobre el devenir historiográfico del propio autor. En palabras del investigador: “los trabajos aquí reunidos y escritos en los últimos veinte años […] dicen tanto sobre mí como sobre su tema”. Me parece pertinente la reflexión que introduce el volumen, pues Hausberger ahonda: “en la relación entre mi persona y mis aficiones académicas”, ejercicio que hace algunos años los académicos franceses bautizaron como egohistoria. El conocer sus inquietudes, un primer trabajo de investigación sobre una expedición minera al Brasil, o la concesión de una beca para localizar y estudiar a los jesuitas que laboraron en la Nueva España, en un peregrinaje que le llevó por archivos y bibliotecas de medio mundo, es muy esclarecedor para comprender los trabajos que ahora se reeditan.
Efectivamente, el libro Miradas a la misión jesuita en la Nueva España reúne y pone al alcance del lector hasta diez trabajos, cinco publicados en revistas y otros tantos en volúmenes colectivos, a lo largo de una veintena de años. Esta aclaración de principio me permite reflexionar sobre el libro sin tener que señalar algunas obviedades, advertir varias ausencias o censurar las reiteraciones, pues los capítulos, ya editados por el autor, se encadenan unos a otros, aunque contaminados por las circunstancias personales, los nuevos interrogantes y los retos historiográficos surgidos a lo largo de dos décadas. Así, aunque encontremos, en ocasiones, títulos semejantes, el desarrollo del tema es diferente y, de la misma forma, la repetición de una cita o una misma acción de un jesuita cobran nuevos significados en contextos diferentes.
Al repasar su vida académica, Hausberger se detiene en tres notables empresas: la tesis de Magister, dedicada a Virgil von Helmreichen fue Brunnfeld, un ingeniero minero de Salzburgo que, a mediados del siglo xix, trabajó en las minas de oro de Minas Gerais y encabezó una desastrosa expedición al interior de Sudamérica; el libro Jesuiten aus Mitteleuropa im kolonialen Mexiko. Eine Bio-Bibliographie (Viena/Munich, Verlag für Geschichte und Politik/Oldenbourg, 1995), resultado de varios años de búsqueda y recopilación de materiales para elaborar docenas de biografías de jesuitas centroeuropeos, que le posibilitó trabajar en varios archivos y bibliotecas de Europa y América, además de rescatar fuentes primarias y crónicas sobre regiones fronterizas, y, finalmente, el volumen Für Gott und Köning. Die Mission der Jesuiten im kolonialen Mexiko (Viena/Munich, Verlag für Geschichte und Politik/ Oldenbourg, 2000), en donde utilizó los materiales recopilados, tanto inéditos como poco conocidos, en una magnífica monografía que sigue inexplicablemente sin traducirse al castellano.
Por fortuna, los diez trabajos ahora editados nos permiten conocer algunas de las grandes preguntas y de los problemas historiográficos que, sobre las misiones católicas en general y jesuitas en particular, han dominado el quehacer de Hausberger, quien divide los diez capítulos en tres grupos (I. Cotidianidades; II . Colonización, y III . Representaciones), que se disponen en una práctica histórica in progress, de la historia regional a la historia global, lo que le permite ampliar la mirada y enriquecer las perspectivas, escribiendo interesantes aportaciones a la luz de la renovación de la disciplina y de un conocimiento profundo de las fuentes archivísticas y de las crónicas misioneras.
Los dos primeros capítulos, centrados en el noroeste de la Nueva España, campo por excelencia de las misiones de la Compañía de Jesús entre 1591 y 1767, se titulan “La vida cotidiana de los misioneros jesuitas en el noroeste de México” y “La vida en el noroeste. Misioneros jesuitas, pueblos y reales mineros”. Hausberger resume los progresos de la Compañía de Jesús en la difícil e inestable frontera noroeste, donde las misiones, una más de las instituciones de dominación hispana, fueron acompañadas de los presidios, los reales mineros y los pueblos de colonización. Conocedor de los tiempos y espacios de esa expansión, el autor centra sus aportaciones en los conflictos, acuerdos, adaptaciones y resistencias a dos niveles: entre los indios de misión y los padres jesuitas por una parte, y entre los misioneros y los mineros, colonos y funcionarios reales por otra, quienes buscaban entre los neófitos de los establecimientos misionales mano de obra barata para las minas o soldados para defender las fronteras de los rebeldes seris y apaches, además de utilizar las vegas y campos laborados por los indios de misión, bajo la mirada atenta de los padres y sus mayordomos, para alimentar a una población en aumento que concebía los centros jesuitas como sus graneros “particulares”.
Las exigencias del día a día de la misión provocaban no pocos sufrimientos en los padres jesuitas, que soportaban más agobios (los múltiples trabajos, el extraño entorno cultural, la naturaleza, las enfermedades, los penosos caminos, los ataques indios, las acciones de los hechiceros, las ilusiones frustradas, la falta de comunicación, la soledad, la depresión y, finalmente, la temida locura) que alivios (como las fiestas, los entretenimientos, las golosinas, la visita de amigos, las cartas, la lectura de libros, la relajación en la disciplina, etc.). El autor ilustra estas penalidades y placeres con ejemplos concretos extraídos del enorme caudal de datos recopilados en sus investigaciones de archivo, alejándose del misionero pintado con gruesos brochazos para descender a las anécdotas y a los detalles que revelan las estrategias de los jesuitas para sobrevivir en el duro aislamiento de las vastas regiones del noroeste.
El apartado “Colonización” lo componen cinco trabajos: desde un repaso a la acción de la Compañía de Jesús en los diversos territorios del noroeste: Sinaloa, Sonora, sur de Arizona, Tarahumara, Baja California y la sierra del Nayar (“La conquista jesuita del noroeste novohispano”), hasta el análisis del ordenamiento social en todas sus manifestaciones (“La violencia en la conquista espiritual” y “Misión jesuita y disciplinamiento social”), los límites y dificultades de la política lingüística (“Política y cambios lingüísticos en el noroeste jesuítico de la Nueva España”) y el cotejo del trabajo indígena en el marco económico colonial en dos regiones diferentes pero muy representativas de los espacios americanos, “Comunidad indígena y minería en la época colonial. El noroeste de México y el Alto Perú en comparación”.
El autor se enfrenta a una temporalidad que abarca casi dos siglos y medio, y a un gran espacio, en el cual se dieron situaciones muy diversas, pues, al gran número de misiones (117 en 1748), había que agregar la personalidad de los padres, el contexto regional e internacional, los odios o filias de las autoridades políticas en turno y la docilidad o rebeldía de sus “ovejas”. Y es que, como explica Hausberger, entre los religiosos se encontraban desde los que lloran al verse separados de sus indios hasta los locos o violentos que se desentienden de todas sus labores materiales y espirituales, si bien se generalizó entre los padres una sensación de impotencia, como la que señala el padre Juan Nentuig, quien, tras vivir 13 años con los nativos, señaló que sus vidas giraban en torno a cuatro bases: ignorancia, ingratitud, inconstancia y pereza (p. 113). Nos encontramos ante una titánica historia que en ocasiones simplemente se esboza y en otras se adentra en ella el historiador con gran autoridad, al contar con el ya citado dominio de las fuentes primarias, revelando, por ejemplo, las contradicciones internas de las misiones, como el frenar el avance en la escolarización de los indígenas por sus negativas consecuencias, prefiriendo “tener a sus protegidos tontos y obedientes a formados e impertinentes” (p. 95). O demuestran unos límites humanos en el castigo de los neófitos por cuestiones domésticas, a excepción de los jefes rebeldes y los neófitos sediciosos, hacia los cuales los ignacianos se muestran intransigentes y piden la pena capital entrando en conflicto con los capitanes militares y los gobernadores.
Hausberger descubrió al comenzar su investigación sobre la Compañía de Jesús en México que la historia del noroeste era un territorio que contaba con grandes historiadores, como Sergio Ortega, Ignacio del Río, o los colegas del otro lado de la frontera, como Polzer, Bolton o Mathes, pero ese legado, al que cita con frecuencia, se convirtió en un reto, ahondando en el potencial analítico, como el que realiza sobre el disciplinamiento en la misión, tratando de encuadrar las medidas de los lejanos misioneros en un marco general de clasificación, dominación y encerramiento de los díscolos en la sociedad occidental: de Rusia a México y de Inglaterra a las colonias portuguesas. La adopción de una visión más abierta y global del pasado misionero, las miradas desde Europa, permiten conocer mejor el impacto de las zonas de misión en la política general y en el imaginario de la Compañía, así como la construcción de la memoria de un instituto religioso que fue cuestionado y perseguido por los escritores y gobiernos ilustrados hasta su extrañamiento de los reinos hispanos en 1767 y su supresión por el papa Clemente XIV en 1773.
La última sección, que el autor ha bautizado “Representaciones”, la conforman los trabajos sobre “Las publicaciones alemanas de los misioneros jesuitas sobre la Nueva España”, “El padre Joseph Stöcklein o el arte de inscribir el mundo a la fe” y “El P. Eusebio Francisco Kino, S. J. (1645-1711), la misión universal y la historiografía nacional”. En ellos, la perspectiva global se une a la nueva historia cultural, para analizar cómo vivieron y cómo contaron los padres de lengua alemana su experiencia misionera, dando a conocer a sus paisanos y al resto de europeos los paisajes y pueblos que habitaban las fronteras del mundo civilizado. Para algunas regiones, como California y Sonora, los escritos realizados por los jesuitas centroeuropeos son fundamentales, si bien, junto a las crónicas y relaciones particulares, destacan los volúmenes de Der Neue Welt-Bott (El nuevo mensajero del mundo), editado por el padre Stöcklein y otros sucesores que mostraron al mundo, por medio de las cartas, relaciones de viajes y otros materiales, la grandeza del globo y la presencia de los jesuitas en los lugares más recónditos. Por último, el análisis de las misiones, sus imágenes y representaciones a partir de la obra y la vida del padre Kino me parece un magnífico cierre del libro por la utilización de varias escalas de análisis y el modélico reordenamiento de nociones como sujeto, identidad, nación, experiencia y miradas desde el mundo religioso, el político y el indígena, hasta construir la biografía o las biografías de un misionero carismático para el noroeste de la Nueva España.
En definitiva, la recopilación de trabajos del profesor Hausberger es un buen compendio de los problemas y retos que, sobre el mundo difícil y complejo de las misiones, enfrentó a lo largo de dos décadas, abordando las cuestiones con un conocimiento amplio y laborioso de las fuentes, ahondando en los problemas metodológicos y teóricos, y transitando por diversas escalas y campos historiográficos para renovar la disciplina y contribuir a la ampliación de los conocimientos de una región y época que cuenta con algunos de los mejores especialistas de México y Estados Unidos. Como heredero de sus obras, Hausberger se sitúa como un investigador innovador, honesto y hacedor de trabajos de buena factura -en el fondo y en la forma-, en un diálogo intergeneracional que busca revitalizar la historia misional y el pasado del noroeste de México, buscando nuevas respuestas en el carácter transnacional de los protagonistas, en los estudios comparativos y en la capacidad poco común para construir y argumentar los problemas históricos.