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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.68 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2018

https://doi.org/10.24201/hm.v68i2.3597 

Reseñas

John Tutino, Creando un nuevo mundo. Los orígenes del capitalismo en el Bajío y la Norteamérica española

Antonio Escobar Ohmstede1 

1 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social

Tutino, John. Creando un nuevo mundo. Los orígenes del capitalismo en el Bajío y la Norteamérica española. México: Fondo de Cultura Económica, El Colegio de Michoacán, Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo, 2016. 832p. ISBN: 978-607-164-209-7.


Reseñar un texto de John Tutino no es una labor sencilla, sobre todo considerando la abundancia de temas, espacios sociales y retos que ha ido proponiendo a lo largo de su muy fructífera carrera académica. Creando un nuevo mundo. Los orígenes del capitalismo en el Bajío y la Norteamérica española, desde mi perspectiva, es una síntesis propia de su larga trayectoria en la búsqueda de diversas cuestiones, muchas de las cuales se ubican en el altiplano central. Me atreveré a plasmar ciertas ideas de este libro que salió a la luz en su versión en inglés en 2011 (Duke University Press) y que puede considerarse la primera parte de una recapitulación de su recorrido por diversos campos dentro de la historiografía. Esta publicación es una reflexión que nos lleva a repensar ciertos caminos ya andados en torno a temas que se han considerado cubiertos, pero que quizá deban ser revisitados a partir de perspectivas más “globales”, es decir, menos localistas. Una parte esencial de la obra es el intercambio con la historiografía mexicanista, mucha de la cual ha marcado pautas en torno a los estudios de caso que se analizan en el volumen. Sin duda, lo que se ha producido en el mundo académico mexicano y estadounidense nos permite observar los cambios metodológicos y teóricos de la historiografía; ambos han aportado propuestas metodológicas que han llevado a revisitar “lugares comunes” y han marcado nuevos posicionamientos. Quizá sea el momento, a partir de este libro, en que se revaloren seriamente los aportes que se han hecho por parte de una historiografía mexicana que ha ido influenciando no sólo el norte del continente sino el sur y lo que se ha denominado el “occidente”, pero que también se ha nutrido de diversas discusiones.

Los lectores podemos estar o no de acuerdo con la idea central y algunos conceptos del libro, en el sentido de cómo la plata novohispana dinamizó los mercados de China y de Europa generando una economía mundial,1 abriendo las rutas no solamente hacia el oeste y este del mundo, sino quizá, incluso, logrando que la Nueva España se vea como un punto de intercambio-distribuidor bisagra de mercancías, plata, personas, cultura, conocimientos y tecnologías. Como diría el propio John Tutino, a partir de 1700, con el “comercio de la plata, el Bajío y la Norteamérica española imprimirían al capitalismo mundial un dinamismo” (p. 220). Aspecto que se complica con el inicio de las guerras insurgentes en el Bajío en la segunda década del siglo XIX, que llevaron a una especie de “crisis” mundial por la reducción de la producción de plata.2 Sin embargo, la propuesta no sólo es en torno a lo que implicó la plata en el contexto mundial, sino a cómo desde el Bajío se va impulsando una nueva sociedad hacía el norte novohispano -que Tutino define como la Norteamérica española-, cómo se va desarrollando el capitalismo3 y cómo pensar en una especie de historia ecológica para comprender los procesos de ocupación, producción y distribución en relación con la plata, la agricultura con tintes comerciales y la producción de textiles. Así como convenimos o no con la idea de una “Norteamérica española”, no hay que dejar de lado que el comercio diverso también se dio hacia el sur de América, ya sea siguiendo los caminos indígenas o a través del mar, así como lo que implicó la colonización y evangelización del norte novohispano, que en el libro se trata ampliamente en el epílogo.

Superando las tradicionales divisiones culturales que se dieron desde mediados del siglo pasado en torno a Mesoamérica y Aridoamérica, Creando un nuevo mundo nos plantea cómo se van configurando nuevas sociedades desde Zacatecas hacia el norte, siguiendo lo que posteriormente sería el conocido camino de “tierra adentro” y que refleja la búsqueda de los minerales necesarios para obtener beneficios por parte de los colonizadores. Sociedades cuya base son algunos de los escasos o numerosos pueblos seminómadas (“sociedades sin Estado”) dispersos por el territorio, los indígenas de “campana” dentro de las misiones, los “aliados” indígenas que acompañaron a los españoles, así como los esclavos que paulatinamente van obteniendo nuevas ventajas, creando familias, igual que los mestizos y los españoles. Podemos inferir movilizaciones de población colectivas e individuales, planeadas o espontáneas. De esta manera se configuran rasgos que los diferencian de los lugares de origen, que en muchos casos se ubicaban en el Bajío. En este sentido, una de las grandes preocupaciones de Tutino es ir mostrando los cambios que se van dando en la población, tanto indígena como negra y mulata (esclavos y libertos). Su análisis sobre el tipo de habitantes en las ciudades, pueblos, misiones, haciendas y ranchos nos muestra un panorama complejo a lo largo y ancho del Bajío y de esa Norteamérica española que va configurando, lo que en mucho ayuda a romper la visión dualista entre indios y los que no lo eran o entre poseedores de riqueza y quienes poco o nada tenían.4 De esta manera, aunque están las repúblicas de indios en Querétaro y otras ciudades que se van fundando, también existen cada vez menos sociedades separadas étnicamente y más en un proceso de “mestizaje” de todo tipo; sin embargo, las connotaciones “raciales” perviven en las categorizaciones sociales y en los discursos de los actores sociales. Sin embargo, existen los pueblos indígenas con bienes comunales y privados en sus territorios, tanto en el Bajío como en la Norteamérica española. ¿Por qué no se dieron cambios en las estructuras pueblerinas con población diversa? Fue, acaso, que la idea de Tutino sobre los derechos de propiedad por medio de la propuesta de Douglas North lo llevó a centrar la presentación de los derechos de propiedad (p. 45), de uso y de usufructo de los pueblos y de los propietarios privados desde una perspectiva economicista. O quizá fue la explicación del porqué varios propietarios privados se negaron a otorgar tierras dentro de sus haciendas para la fundación de pueblos (pp. 516-524), pero porque en otros casos lo permitieron, como fue el caso de la Misión de la Divina Pastora en tierras de la hacienda La Angostura, propiedad del Conde de Peñasco en San Luis Potosí. Un diálogo entre Tutino y Bernardo García Martínez en torno a los “pueblos de hacienda, personajes olvidados de la historia rural”, nos permitiría recorrer ciertos velos. Hubiera sido interesante saber si la opción para el periodo colonial tardío fue la idea de vecino o posteriormente la de ciudadano como una forma de construcción social, discursiva y política, pero sobre todo por quién fue asumida y por quién manifestada, en términos de los cambios de discursos sociorraciales.

Tutino nos muestra la paulatina desaparición de la esclavitud en las haciendas queretanas, en los obrajes y en las casas señoriales, cómo disminuyen sus precios al paso de los siglos y cómo el esclavo deja de ser una mercancía individual; pero ¿fue también una mercancía al venderse las haciendas y los obrajes, o se negociaron separadamente y no como parte del inventario de los patrimonios que se traspasaban a otras manos? Los pames que esclavizó José de Escandón en su expedición de Querétaro al noreste a mediados del siglo XVIII, muchos de ellos “sacados” de las misiones franciscanas de San Luis Potosí y llevados en colleras al Nuevo Santander, ¿fueron otorgados directamente con las nuevas tierras?, ¿cuántos optaron por el suicidio o la huida? Sin duda, la esclavitud es un tema que ameritaría, en los contextos que la desarrolla el libro, una serie de estudios para saber su impacto en términos culturales, sociales, económicos y de percepción como “mercancía” no solo en aquellos que fueron centros mineros importantes, sino su nivel de productividad y de conformación social en las zonas rurales.5

Parecería, entonces, que el Bajío y posteriormente la Norteamérica española se convirtieron en un crisol de diversidad étnica, cultural, económica y social que contaba con “islas” de población indígena en Michoacán, Sonora, Tamaulipas, San Luis Potosí, Chihuahua, Sonora, California y Nuevo México, lo que implicó el origen de las guerras insurgentes. El tipo de población, la economía y las medidas tomadas en diversos momentos de conflictividad ¿llevaron a una crisis de legitimidad de las autoridades y de lo que el autor llama “patriarcas” de alto nivel? ¿Fue una crisis del capitalismo desarrollado en el Bajío?

O fue el paulatino “fracaso” de los mediadores culturales rurales y urbanos lo que llevó a los sectores “populares” e ilustrados a replantearse la relación de súbditos. Igual, siguiendo a Tutino, quizá se pueda considerar el fraccionamiento rural de las relaciones sociales de poder, lo que a su vez originó una concentración de dichas relaciones en los espacios urbanos. Tal vez, lo único que podemos dejar en un segundo término es lo que en su momento Enrique Florescano y otros autores vieron en las sequías y en la escasez de alimento: uno de los detonantes de las guerras insurgentes. Sin duda, los momentos de escasez y el tipo de economía rural llevaron al beneficio de los grandes propietarios en el manejo y control de los granos, lo que a su vez acentuó un tipo de economía moral y una especulación, pero también deberíamos considerar que los habitantes rurales y muchos urbanos encontraron alternativas alimentarias para no pasar “hambre” en los montes.6 Por ejemplo, en Creando un nuevo mundo no encontramos menciones sobre los efectos de las sequías en los otomíes que contaban con eficientes sistemas de riego, tanto cerca de la ciudad de Querétaro como en la misma. Las sequías llevaron no sólo a una expansión de las tierras con cultivos de alto valor comercial, a la expulsión de arrendatarios en haciendas, al monopolio de los granos en las trojes para obtener ganancias, sino, creo, a fuertes inversiones en infraestructura hidráulica, lo que en mucho permitió la expansión de la llamada “frontera agraria y ganadera”. Pero también deberíamos preguntarnos quiénes adquirían y consumían los productos generados en las haciendas, pueblos y ranchos. Los propios habitantes puede ser una parte de la respuesta, pero ¿los excedentes?

Si consideramos la adecuada idea de John Tutino sobre la paulatina expansión humana hacia el norte, parte buscando plata y parte definiendo los espacios coloniales desde mediados del siglo xvi, no podemos soslayar que los cambios en el paisaje, tanto por la agricultura, la ganadería y la minería, así como por la utilización de los bosques para los tiros de las minas, las casas, los fogones, los puentes, etc., fue lo que llevó a una especie de deterioro ambiental, como se observa en el análisis de Guanajuato, igual que en gran parte de las regiones mineras. Sin embargo, el riego y la tecnología para la construcción de jagüeyes, presas, canales, entarquinamiento, bimbaletes, acueductos y fuentes permitió la expansión de las sociedades hacia la Norteamérica española; sin el agua, era imposible avanzar, como se muestra en el caso de Querétaro, Celaya y Salamanca, a lo que agregaría Irapuato, Zamora, Morelia, los actuales estados de Aguascalientes y Jalisco. Conservarla, manejarla y adecuarla a las sociedades implicó conocimientos híbridos que llevaron a la consolidación de la agricultura comercial,7 así como de las redes mineras, creando y fortaleciendo flujos comerciales, alimentarios, políticos y culturales, además, claro, de ocasionar cambios territoriales y del ambiente. La historiografía ha avanzado sustancialmente en el análisis de lo que implican el agua y la tierra en la colonia y en la República, así como en torno a las tecnologías usadas en el periodo colonial y decimonónico. Los sistemas de riego implicaban, tanto para las huertas de las ciudades (México, Aguascalientes, Querétaro, Torreón, Puebla, San Luis Potosí, Zamora, Morelia, entre algunas) como para las haciendas, ranchos y pueblos, conflictos por los derechos en torno a los recursos -quizá no tanto desde la perspectiva de Douglas North y más desde la de Rosa Congost-, pero también negociaciones y acuerdos internos y externos. Problemáticas que se fueron heredando con el tiempo. Los habitantes del llamado “granero de México” modificaron las avenidas y los cauces de los ríos, apresaron las corrientes perennes y permanentes, en sí “artificializaron” el paisaje, pero ¿usaron las mismas técnicas y tecnologías para la Norteamérica española? Incluso, los misioneros, fueran franciscanos o jesuitas, utilizaron el agua como una forma de coerción, al menos en las ciudades de Toluca, Ciudad de México, Morelia y Oaxaca. Igual los sistemas de riego que se desarrollaron en Sonora, Nuevo México, Coahuila y California permitieron la consolidación de asentamientos, aun cuando las haciendas jesuitas del llamado Fondo Piadoso de las Californias fueron un fuerte sustento para las misiones norteñas, al menos antes de la desestructuración del sistema misional jesuita.

Asimismo, la obra que reseñamos nos muestra el importante proceso de evangelización y las bases que surgieron desde Querétaro. Los frailes recorrieron las sierras, los desiertos y cruzaron los ríos con el fin de llevar la palabra de Dios. Los procesos de construcción misional se modificaron a lo largo de los siglos e incluso fueron diversos según las órdenes religiosas que los encabezaron. Las misiones de la Sierra Gorda poco tendrían que ver con las de Sonora o de Chihuahua. Sin duda, Querétaro fue la punta de lanza y la base para tejer las redes misionales, pero los frailes también contaron con la venia, apoyo y solidaridad de los grupos de poder, como fueron los casos de Escandón, Félix María Calleja o de los considerados “patriarcas” locales y regionales, con los que en muchos casos realizaron alianzas; en otros, los mismos patriarcas surgieron de las bases eclesiásticas y a veces se conflictuaron con ellos. Con lo que nos ha mostrado John Tutino, nos lleva a considerar la necesaria realización de una obra en torno a las formas y diferencias de la evangelización y del funcionamiento de las misiones en diversos momentos. Creo que es importante pensar cómo las misiones se convirtieron en pueblos, que a su vez exigieron tierras, cuando la legislación no lo permitía. Así como la manera en que las alianzas se crearon, se desarrollaron y se fracturaron entre los frailes y los diversos actores sociales.

Estos actores sociales diversos se manifiestan de manera variada; en algunos casos negándose a la expulsión de los jesuitas en 1767, en otras exigiendo mejores salarios en las minas, y en otras mostrando una forma de hibridez religiosa. Pero la diversidad que se percibe en la obra de John Tutino incluye un sector de “patriarcas” poderosos, controladores de bienes, vidas y destinos. Ve a estos patriarcas y empresarios como “depredadores”, pero que a su vez les abre la puerta para que los conozcamos y percibamos su accionar en diversos momentos y coyunturas. Uno de los que más le amerita su atención y que a pesar de su presencia en diversos estudios no ha merecido un análisis de cómo construye su red, es el caso de Juan Caballero y Ocio (pp. 227-230 y cap. VII), y principalmente de su heredero José Sánchez Espinoza (pp. 354-371; 387-393), quien logra crear un importante corredor de propiedades rurales en Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí y que llevó a los orígenes del Conde de Peñasco. El único, pero al papel de Espinoza, de Francisco de la Mora y del posterior Conde de Peñasco, es que quizá en Creando un nuevo mundo nos hubiera mostrado la manera en que las propiedades fueron ligadas de manera productiva, pero también para que sirvieran para el contrabando desde Altamira hasta Guadalcazar. Acusaciones varias recibió el Conde de Peñasco en torno a contrabandear sal sin pagar alcabalas, utilizando su corredor de propiedades.

El que John Tutino nos presente una historia de larga duración, de casi tres siglos, y nos muestre tipos y formas de población, grupos de poder y genealogías, economía, tipos de trabajo, religión, “catolicismo popular”, estructuras agrarias, conflictos, rebeliones, educación, colonización y evangelización, nos hace pensar en las obras de Fernand Braudel sobre el Mediterráneo donde abarcaba aspectos económicos, sociales y culturales, así como las ideas de Richard N. Adams sobre las “redes de expansión humana”.

Ésta no es una obra lineal en el tiempo histórico, al contrario, nos muestra las diversas cohortes históricas que se presentan por procesos más globales, la reacción de los actores y, por qué no, la propia inacción de los mismos, la cual no es posible historiar en su totalidad. Asimismo, un importante prólogo y una muy interesante introducción nos permiten comprender varias de las vicisitudes y dudas que se muestran a lo largo de ocho capítulos, unas conclusiones y un epílogo, en los que, insisto, podemos observar la síntesis de una larga investigación y trayectoria académica, así como un diálogo con diversos e importantes colegas historiadores. Es una obra que ameritará muchos análisis, comentarios y contrapropuestas; esperemos que logre ampliar un camino de diálogo entre dos mundos académicos que comparten muchas inquietudes y perspectivas, pero también diferencias conceptuales. Creo que eso es parte de la construcción y del desarrollo del conocimiento.

Referencias bibliográficas

José C. Moya, “América Latina como categoría histórica en una perspectiva global”, en Istor. Revista de Historia Internacional, año XVII, 67 (2016), p. 41. [ Links ]

Ernest Sánchez Santiró, La imperiosa necesidad. Crisis y colapso del Erario de Nueva España (1808-1821), México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, El Colegio de Michoacán, 2016, caps. I y IV. [ Links ]

Andrés Reséndez, Changing National Identities at the Frontier, Cambridge, Cambridge University Press, 2005. [ Links ]

Claude Meillassoux, Antropología de la esclavitud, México, Siglo Veintiuno Editores, 2016. [ Links ]

Virginia García Acosta, Juan M. Pérez Zevallos y América Molina, Desastres agrícolas en México. Épocas prehispánica y colonial (958-1822). Catálogo histórico, t. I, México, Fondo de Cultura Económica, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2003. [ Links ]

Martín Sánchez Rodríguez, “El mejor de los títulos”. Riego, organización social y administrativa de recursos hidráulicos en el Bajío mexicano, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Guanajuato, Comisión Estatal del Agua, 2005. [ Links ]

1 José C. Moya habla de una “escuela californiana” de sinólogos que muestran que Europa pagó por tres siglos sus importaciones con plata americana, “mucha de la cual terminó en China”. Véase José C. Moya, “América Latina como categoría histórica en una perspectiva global”, en Istor. Revista de Historia Internacional, año XVII, 67 (2016), p. 41.

2Una interesante contribución a esta idea desde la historia económica la podemos encontrar en Ernest Sánchez Santiró, La imperiosa necesidad. Crisis y colapso del Erario de Nueva España (1808-1821), México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, El Colegio de Michoacán, 2016, caps. I y IV, aunque considera que el nivel de intercambio se mantuvo, pensando en impuestos de origen minero.

3Más que quizá un capitalismo, varios capitalismos, desde el rural, el urbano, el conventual, en sí cada uno respondió y se construyó de manera diversa, como lo desarrolla en varios capítulos.

4Para el caso de Nuevo México y Texas véase Andrés Reséndez, Changing National Identities at the Frontier, Cambridge, Cambridge University Press, 2005.

5Las propuestas de Claude Meillassoux sobre la perspectiva jurídica, cultural y mercantil de la esclavitud pueden ser un buen ejemplo. Véase Claude Meillassoux, Antropología de la esclavitud, México, Siglo Veintiuno Editores, 2016.

6Véase Virginia García Acosta, Juan M. Pérez Zevallos y América Molina, Desastres agrícolas en México. Épocas prehispánica y colonial (958-1822). Catálogo histórico, t. I, México, Fondo de Cultura Económica, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2003.

7Un interesante trabajo en este sentido es el de Martín Sánchez Rodríguez, “El mejor de los títulos”. Riego, organización social y administrativa de recursos hidráulicos en el Bajío mexicano, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Guanajuato, Comisión Estatal del Agua, 2005.

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