Introducción
Hoy en día, el béisbol es uno los deportes preferidos de la sociedad mexicana, gracias a que cuenta con una estable infraestructura institucional que le ha permitido crecer hasta consolidarse como deporte y como negocio. Sin embargo, desarrollar esa infraestructura institucional no fue fácil, ya que al menos dos grupos se disputaron el control de este deporte.1
Entonces ¿cómo se logró la institucionalización del béisbol capitalino? Al respecto, William Beezley señala que después de la “destrucción y la agitación” que dejó la Revolución a lo largo de una década (1910-1920), el béisbol “renació” en la ciudad de México gracias a la promoción dada por el expresidente de la Liga Americana de Béisbol, Ban Johnson, quien luego de visitar la capital de la República en 1921 se convirtió “en el más activo promotor del juego al sur del Río Grande”.2
Sin embargo, no es correcto decir que el béisbol capitalino tuviera que renacer, porque su práctica jamás se suspendió, pues incluso en los momentos más álgidos de la lucha revolucionaria estuvo vigente. En ese mismo sentido, a partir de 1911 el béisbol capitalino comenzó a ser independiente de la influencia extranjera, pues con el inicio de la Revolución se suscitó la “transición deportiva”, el proceso que puso en manos mexicanas el control de los deportes; por tanto, la promoción realizada por Ban Johnson fue más anecdótica que relevante.3
Para Gabriel Angelotti la institucionalización de los deportes fue una labor del gobierno mexicano y afirma que en dicha empresa participaron los tres órdenes de gobierno. A decir de Angelotti, a partir de 1920 los gobiernos posrevolucionarios “construyeron un andamiaje burocrático, centralizado y jerárquico, encargado de ordenar y controlar todas las actividades físicas realizadas en el país; tanto en el ámbito público como privado, amateur como profesional”.4
Sin embargo, el gobierno mexicano no fomentaba los deportes sino la educación física.5 En efecto, la información empírica demuestra que las autoridades mexicanas optaron por impulsar la educación física (por medio de la gimnasia escolar) en lugar de los deportes.6 De manera ocasional el gobierno organizó exhibiciones deportivas para conmemorar algún festejo patrio, porque esto le retribuía publicidad positiva e inmediata y no le significaba una gran inversión de tiempo o de dinero.7
En contraste, fueron los esfuerzos particulares los que hicieron prosperar los deportes, destinando gran cantidad de tiempo y dinero para organizar campeonatos, construir espacios deportivos y fundar instituciones encargadas de administrar los recursos económicos y humanos disponibles en cada disciplina. Las instituciones deportivas son necesarias para el desarrollo deportivo porque permiten aumentar “la eficacia en los procesos de producción”, ya que por su conducto se mejora la organización y se incrementa la calidad de los hechos, se impulsa la práctica deportiva hasta alcances nacionales y permiten que los deportistas mejoren su rendimiento, así como sus marcas y sus récords, y se forman a partir de la unión de equipos y clubes pertenecientes a una misma ciudad o a poblaciones diferentes y que, al unirse, buscan consolidar la presencia de su deporte en la sociedad, equiparar reglas, fomentar la práctica deportiva, crear espacios deportivos y formar nuevos practicantes.8
A fin de poder llevar a cabo sus objetivos, las instituciones deportivas deben crear una normatividad tanto administrativa como deportiva; la primera de ellas se enfoca al funcionamiento burocrático, es decir, se crea toda una estructura operativa a partir de los estatutos que son el cuerpo de reglas que establecen y delimitan los derechos y obligaciones de los asociados, así como el régimen de elección de la mesa directiva, forma de conseguir fondos y de utilizarlos.9
En cuanto a lo deportivo, lo que se busca principalmente es unificar los diferentes criterios que pudieran existir en cuanto a la forma en que deben promoverse, organizarse y celebrarse las competencias deportivas. La unificación de criterios es un paso trascendental para la consolidación de los deportes en una sociedad, porque permite a las instituciones deportivas extender su rango de acción hasta abarcar por completo el territorio de un país y además determinar quiénes son los mejores deportistas de entre sus agremiados al establecer una dinámica de competencias locales, regionales y nacionales.
La unificación de criterios permite concentrar todos los esfuerzos particulares en los mismos objetivos y esto se logra a partir de la homogeneización de las reglas de organización y celebración de una competencia, que son los mecanismos utilizados por las instituciones deportivas para controlar y administrar los deportes, pues ningún individuo que no aceptara las reglas podría ser parte de los equipos que una institución deportiva reconociera y tampoco podría tomar parte en las competencias que ésta organizara.
En el caso del béisbol capitalino, este deporte llevó a cabo su institucionalización (el proceso de organizar, fomentar, desarrollar y controlar la práctica deportiva bajo la dirigencia y respaldo de una asociación o federación) a lo largo de la década de 1920. Considerando que las instituciones deportivas son organismos en que construyen y desarrollan relaciones de poder, y teniendo en cuenta que la institucionalización del béisbol capitalino no fue un proceso ordenado ni armonioso, sino por el contrario, fue caótico y problemático, pues al menos dos grupos se disputaron el control de este deporte, se analizará cómo se construyeron las “relaciones de poder” dentro del béisbol capitalino, haciendo uso de algunos términos y conceptos desarrollados por Michel Foucault.10
Según Foucault, las instituciones (incluidas las deportivas) son espacios donde se construyen y desarrollan relaciones de poder, ya que los sujetos se hallan insertos en constantes disputas por el ejercicio del mismo.11 Las relaciones de poder encierran confrontaciones en que se ponen en operación diversas acciones y estrategias con el fin de nulificar o reducir el campo de acción de los otros, hasta limitar su manera de actuar y terminar dominándolos. Sin embargo, la dominación no es total, porque las relaciones de poder están siempre en tensión y en constante reelaboración, ya que las relaciones de poder son sistemas flexibles que se pueden reformar y reorganizarse por medio de las disciplinas científicas, formas jurídicas, códigos morales y educativos y por persuasión discursiva.12
Por tanto, el análisis de las relaciones de poder nos permitirá explicar cómo era la dinámica social y deportiva del béisbol capitalino y qué hechos, estrategias y acciones se emplearon para fundar los organismos deportivos que tenían como fin último controlar, fomentar y administrar los asuntos deportivos y financieros del béisbol capitalino durante la década de 1920.13
¡Strike uno! El béisbol capitalino en la etapa previa a su institucionalización
Una vez que los constitucionalistas tomaron el poder en 1916, el clima social de la ciudad de México fue más benévolo y propicio para que se reactivara (con relativa normalidad) la vida cotidiana. En cuanto a la situación del béisbol, si bien tuvo momentos complicados, nunca dejó de practicarse; de hecho, existían tres niveles de béisbol; las novenas profesionales de peloteros cubanos (primera categoría), los equipos estudiantiles amateurs (segunda categoría) y los equipos llaneros de tercera categoría (profesionales y amateurs), que semana a semana disputaban un estimado de entre 25 y 30 partidos.14
Aunque el béisbol se mantuvo vigente durante el periodo revolucionario, no lo hizo sin problemas, ya que se encontraba disgregado, aspecto que dificultaba la organización de ligas y la concertación de partidos.15 También era complicado que los equipos conservaran sus jugadores, pues existía el problema del revolvedero, es decir, era común que un mismo pelotero se comprometiera para jugar en un mismo día con varios equipos a la vez y no cumpliera con ninguno.16 Finalmente, como no había ninguna autoridad que regulara el béisbol y que impusiera un efectivo control sobre los equipos, de forma habitual se suscitaba algún tipo de conflicto a mitad de un partido que desencadenaba una riña en que participaban peloteros y aficionados y que obligaba a la policía a intervenir.17
En este clima de informalidad y desorganización, no era posible que el béisbol progresara y adquiriera un alcance nacional, ya que hacía falta que el gremio beisbolero se uniera y conformara un organismo que regulara la práctica beisbolera.18 Fue hasta 1919 cuando el béisbol comenzó a organizarse, gracias a Rosendo Arnaiz,19 entrenador de la Escuela de Cultura Física Sandow, quien al notar la problemática existente, convocó a todos los equipos y jugadores a una reunión donde se discutiría la conveniencia de organizar un “centro de información” que facilitara la concertación de partidos.20
En un principio, la junta celebrada solo pretendía organizar un directorio de los equipos existentes en la ciudad, pero después se propuso formar una asociación que se encargaría de administrar el béisbol y que contaría con la autoridad suficiente para sancionar a los equipos que presentaran conductas antideportivas y que perjudicaran el funcionamiento y desarrollo de las ligas que se iban a organizar.21
Una vez aprobada la formación de la asociación, se formularon los reglamentos internos, aprobándose que toda novena que deseara pertenecer a la nueva agrupación beisbolera tenía que sujetarse a los lineamientos convenidos.22 Con estas medidas se buscaba empoderar a la agrupación y con ello terminar con todos los problemas que propiciaban la suspensión de partidos, el retiro de los equipos, la desbandada de peloteros y sobre todo las grescas y peleas. A partir de estos lineamientos, el 1 de noviembre de 1919 se fundó oficialmente la Asociación de Aficionados de Béisbol del Distrito Federal.23
Luego de que la Asociación de Béisbol entrara en operaciones, de inmediato organizó varias ligas para sus equipos afiliados.24 Parecía que todo funcionaba correctamente y sin problemas; sin embargo, ese próspero inicio se fue diluyendo porque la Asociación comenzó a padecer una falta de fondos, ya que la mayoría de los equipos inscritos dejaron de pagar su cuota mensual de dos pesos.25 Aunque la mayoría de los equipos no pagaban sus cuotas, la Asociación no suspendió sus derechos, por el contrario, siguió ofreciendo toda clase de facilidades y para obtener ingresos organizó una liga en que el producto de las entradas se destinaría para cubrir los gastos de la Asociación.26
En 1920 la Asociación convocó a un campeonato (llamado Liga de Primavera) y, considerando que tenía 72 equipos afiliados, se creía que fácilmente se recaudarían los fondos necesarios para pagar sus deudas.27 Sin embargo, el proyecto fracasó porque solo 17 equipos respondieron a la convocatoria. La poca respuesta se atribuyó a la “idiosincrática apatía y falta de unión” prevaleciente en el gremio beisbolista.28
El fracaso de la Liga de Primavera acentuó la crisis económica de la Asociación de Béisbol y se rumoraba que el presidente, Rosendo Arnaiz, renunciaría luego de cinco meses en el cargo.29 Pese a todos los problemas, la Asociación pudo sobrevivir a la crisis inicial y mantenerse vigente el tiempo necesario hasta que una nueva mesa directiva fuera nombrada y lograra saldar sus deudas.30
La nueva dirigencia pudo hacerse de recursos gracias a que, con motivo de la celebración del centenario de la consumación de la independencia, el gobierno destinó dinero para organizar una liga que se denominaría “Campeonato del Centenario”, y luego de cubierta la renta de los campos y el salario de los umpires, 30% del resto del producto de las entradas sería para la Asociación.31
El Campeonato del Centenario fue un éxito deportivo y financiero. En lo deportivo, el torneo alcanzó el éxito debido a que fue sumamente disputado. En lo financiero, fue gracias a que la Asociación se encargó de administrar la repartición del dinero, que se pudo ejercer control sobre los equipos y mantenerlos hasta el final del campeonato, aunque no sin controversias, pues a varios equipos les pareció insuficiente la cantidad de dinero que les correspondió, así que acusaron al señor Delfín Algara (el nuevo presidente de la Asociación) de malos manejos, lo que propició su renuncia al cargo.32
En esta primera etapa de la institucionalización del béisbol, se observan los pasos iniciales para establecer un organismo deportivo y construcción de las relaciones de poder a partir del establecimiento de los primeros reglamentos del béisbol, con los que se buscaba impartir la disciplina. Al respecto, Foucault nos dice que las instituciones difunden en la sociedad diversos mecanismos disciplinarios que permiten y facilitan el ejercicio del poder.33 Dichos mecanismos crean relaciones de poder entre los sujetos, a partir de conveniencias y coacciones cuya aceptación puede establecerse por medio de un contrato, pero que por lo general se dan por afiliación voluntaria, ya que los sujetos buscan obtener beneficios personales o grupales.34
En el caso del béisbol capitalino, los equipos optaron por afiliarse a la Asociación y aceptaron respetar sus reglamentos porque esperaban obtener de ella beneficios económicos que por su cuenta no podrían conseguir. En efecto, detrás de los discursos de mejorar la salud, fomentar la práctica deportiva y mejorar la raza, subyacía principalmente el interés económico de los equipos asociados.35
¡Strike dos! La asociación de béisbol y ernesto carmona, el caudillo deportivo36
Aunque el Campeonato del Centenario fue exitoso, la crisis interna seguía latente, al grado que Delfín Algara optó por renunciar al cargo recién contraído, haciendo necesario celebrar nuevas elecciones, en las que Gabriel Atristain fue elegido presidente.37 Esta nueva mesa directiva tenía poco tiempo de haber entrado en funciones cuando de improviso presentó su renuncia en masa, denunciando una obstrucción a sus acciones por parte de algunos equipos. Ante la imposibilidad de lograr algún acuerdo decidieron retirarse.38
Así que, para el mes de julio, nuevamente se hizo la elección de la mesa directiva, nombrando presidente al señor Ernesto Carmona, el único que aceptó el cargo que, a decir de muchos, producía gran cantidad de “disgustos y enemistades”.39 Con Ernesto Carmona la Asociación de Béisbol comenzaría a consolidarse. En efecto, antes de Carmona, la Asociación funcionaba como un directorio que facilitaba la concertación de partidos, pero carecía de autoridad para hacer cumplir las reglas porque los equipos eran los que controlaban las ligas y administraban el dinero. Con Carmona la situación sería diferente, ya que la Asociación comenzaría a controlar la organización de las ligas y la administración de los recursos financieros, con lo cual comenzaría a tener mayor control del béisbol.40
Según Foucault, los individuos y los grupos dominantes, así como las corporaciones y los gobiernos, no acceden a posiciones de control y dominio porque tienen poder, sino porque se vuelven influyentes gracias al desarrollo de estrategias, leyes, tácticas, discursos y rituales de legitimación que los ayudan a alcanzar puestos jerárquicos en las relaciones de poder.41 En el caso del béisbol capitalino, Ernesto Carmona logró hacerse del control de este deporte gracias a que fue capaz de construir una red clientelar en torno a su persona que le permitió manejar la práctica beisbolera durante una década.
En primer término, Carmona supo gestionar y convencer a algunas casas comerciales y jefes militares para que económicamente apoyaran a la Asociación, acordando que, a cambio de una suma de dinero, la Asociación organizaría una liga que llevaría el nombre del patrocinador, aunque las ligas y sus recursos económicos serían enteramente administrados por la Asociación, teniendo la facultad de sancionar y expulsar a los equipos que no acataran sus reglamentos.42
Asimismo, con Carmona la Asociación de Béisbol expandió su radio de acción, pues tenía el plan de organizar un campeonato con equipos foráneos, así que en 1922 convocó al llamado “Campeonato de Baseball de Aficionados de la República Mexicana”. Este torneo buscaba incluir equipos de todo el país, pero principalmente de ciudades cercanas al D. F. (la sede del torneo).43 Sin embargo, solo el Águila de Veracruz mostró interés en participar en el campeonato, por lo que los organizadores modificaron las bases de la convocatoria para favorecer su participación.44
El torneo iniciaría el 20 de marzo de 1922; sin embargo, antes del inicio se supo que dicho campeonato no fue organizado por la Asociación, sino por un particular, hecho que desató las críticas hacia el presidente y propició discusiones en el gremio beisbolero.45 Carmona, por su parte, hizo saber que la única forma en que se pudo organizar el campeonato fue por medio de un tercero, ya que la Asociación carecía de fondos, por lo que entró en negociaciones con el señor Guillermo Arias, un empresario que ofreció facilitar el dinero necesario para la organización del torneo a cambio de un porcentaje de las entradas.46
Para “Fray Kempis”,47 el cronista de El Universal, no era necesario asociarse con una empresa, pues el campeonato nacional no era tal, sino una simple serie entre equipos del D. F. y Veracruz que se hubiera organizado con los fondos obtenidos de los partidos disputados.48 “Fray Nano”49 (el otro cronista de El Universal) señaló que si el campeonato contaba únicamente con equipos de la capital y de Veracruz, fue porque “ningún otro team de la República se juzgó competente para medir sus fuerzas…”,50 por lo que le extrañaba la actitud de “Fray Kempis”, quien en lugar de apoyar el béisbol, lo obstruía sin razón.51
“Fray Kempis” siguió con sus críticas al “campeonatito”, como lo llamaba, y dio a entender que tanto Carmona como “Fray Nano” eran unos oportunistas, porque a su juicio lo de la empresa organizadora no era más que un chanchullo para beneficiarse con el dinero de las entradas, pues al supuesto empresario (señor Arias) no lo conocía nadie, a excepción de Carmona y “Fray Nano”.52
También los equipos capitalinos que participarían en el campeonato protestaron ante el presidente de la Asociación “por las condiciones en que se efectuó el contrato del Águila”, alegando que el único equipo favorecido era la novena veracruzana, pues se rumoró que los equipos capitalinos no iban a recibir ningún centavo en los partidos que disputarían en el puerto jarocho, así que los peloteros capitalinos amenazaron con no jugar, si no se les aseguraba la paga en sus visitas a Veracruz.53
El campeonato constaría de 24 partidos, sin embargo, a la mitad del torneo el Águila de Veracruz se negó rotundamente a regresar a la ciudad de México, pues se sentía hostilizado por los aficionados capitalinos, por esa razón propusieron que el resto del campeonato se jugara en Veracruz, pero naturalmente, ninguno de los equipos de la capital estaba conforme “en ir a recibir constantes flores (insultos) de los jarochos”, y a no llegarse a un acuerdo, el campeonato se dio por terminado y se declaró campeón al Águila.54
En sus primeros años de existencia, la Asociación de Béisbol del D. F. se vio envuelta en muchas dificultades, que en lugar de resolverse mediante las reglas o de los acuerdos convenidos, trataban de solucionarse por medio de tácticas poco éticas y deshonestas (como el abandono de las ligas y el retiro de los partidos) que ponían en riesgo la continuidad de las ligas y del propio organismo, el cual todavía no contaba con la suficiente autoridad para imponerse por completo a los equipos y a sus intereses.
La principal causa de conflicto y desunión del gremio beisbolero era el dinero. Para los beisbolistas, managers y equipos, la Asociación era una fuente de ingresos, por esa razón estaban afiliados a ella, ya que sus ligas y campeonatos eran muy redituables, porque además de las apuestas, obtenían un porcentaje del dinero de las entradas; en cambio, en los llanos, solo tenían oportunidad de ganar dinero con las apuestas, siempre y cuando salieran triunfadores.
El problema es que todos los equipos buscaban ganar la mayor cantidad de dinero posible que les permitiera cubrir sus gastos; sin embargo, no siempre había una gran recaudación, así que el dinero que le tocaba a cada equipo era insuficiente para pagar los salarios de sus peloteros, pues un gran porcentaje de la taquilla era para el municipio como impuestos.55 Por ejemplo, si se recaudaban 600 pesos, 200 se destinaban a la renta del parque, 200 para el Ayuntamiento, 50 para los interventores y el resto (150 pesos) se repartía entre los dos equipos; “ahí es donde sudan y donde cambian de color los managers…” pues a cada jugador le correspondían 7 pesos con 50 centavos por partido, una cantidad estimada insuficiente para mantener un modo de vida honrado y honesto.56
La falta de un salario decoroso fue una de las causas que propiciaba que los peloteros saltaran de un equipo a otro, lo que a su vez favorecía la desunión del gremio beisbolero y ponía en duda la continuidad de la Asociación, la cual seguía vigente “gracias a un raro capricho” de Ernesto Carmona, quien ponía de su dinero para mantenerla funcionando y dedicaba mucho tiempo para gestionar acuerdos con todos los equipos, con el fin de crear consensos que permitieran solventar la problemática existente.57
La situación que padecía la Asociación de Béisbol desde 1919 y hasta 1922 fue problemática; sin embargo, de forma inesperada y con un poco de suerte, el entorno fue cambiando a su favor, pues gracias a la creciente urbanización de la ciudad, muchos de los espacios y predios que habitualmente se utilizaban como campos de béisbol se fueron perdiendo porque en ellos comenzaron a edificarse conjuntos habitacionales.58
Antes de 1922, en la ciudad de México existían gran cantidad de terrenos que cada domingo eran utilizados como parques de béisbol. En cada uno de estos campos se disputaban por lo menos tres partidos y, por la gran demanda que tenían, era necesario definir por sorteo qué equipos jugarían y en qué horarios.59 Sin embargo, a partir de 1922 muchos de estos terrenos comenzaron a perderse porque fueron urbanizados o porque sus dueños ya no permitieron que se jugara en ellos sin el pago de una renta.60
Los pocos terrenos que aún quedaban disponibles estaban cada vez más lejos de la ciudad, lo que significaba que no contaran con caminos transitables o con rutas de tranvía, imposibilitando la asistencia de los aficionados, lo que implicaba que los equipos no lograran ganancias.61 Además, los terrenos no eran del todo aptos para la práctica deportiva, sobre todo cuando llovía, porque dichos campos quedaban convertidos en “muladares” donde por supuesto no se podía jugar.62
Pudiera pensarse que la pérdida de los espacios utilizados para el béisbol fuera perjudicial para la institucionalización del béisbol capitalino, pero, por el contrario, fue una situación que Ernesto Carmona supo aprovechar para modificar a su favor las relaciones de poder y finalmente controlar el béisbol de la capital, así que al saber que los principales parques de pelota serían fraccionados, Carmona de inmediato buscó hacerse de un espacio donde pudieran celebrarse los partidos organizados por la Asociación del D. F.
Carmona entró en tratos con los dueños del Colegio Franco-Inglés para que le rentaran un terreno anexo que tenía la extensión necesaria para construir un diamante de béisbol y además, contaba con una ubicación accesible para el público (calles pavimentadas y líneas de tranvías).63 Carmona arrendó el predio por veinte años y con ello logró hacerse del control del béisbol, porque al perderse los últimos espacios disponibles para jugar, la única opción que quedaba era el parque de Carmona, así que para poder jugar, los equipos forzosamente debían sujetarse a las reglas y condiciones que Carmona les impusiera.64
El aseguramiento del parque Franco-Inglés fue una jugada trascendental de Ernesto Carmona para lograr la consolidación de la Asociación del D. F. como la máxima autoridad del béisbol en la ciudad de México, aunque es pertinente señalar que todo esto tuvo como móvil un interés personal por parte del señor Carmona, pues la concesión del parque la obtuvo como dueño de La Casa de los Deportistas (una tienda de artículos deportivos) y no como el presidente de la Asociación del D. F., así que Carmona le prestaría el parque a la Asociación solo si se le otorgaba un porcentaje de la taquilla a manera de renta.
Fue así como Carmona logró perpetuarse durante una década como presidente de la Asociación, y fue así también como la Asociación del D. F. logró tener la estabilidad suficiente para administrar y controlar al béisbol capitalino, porque en caso de que algún equipo no estuviera de acuerdo con alguna de sus disposiciones o que no cumpliera con algún compromiso, se le impediría jugar y concertar partidos en sus campos. Esto fue lo que sucedió con el México, novena que se dijo boicoteada porque la Asociación no permitía que ningún equipo jugara contra ellos debido a que este equipo también contaba con un parque propio, aspecto que no era del agrado de Carmona, quien esperaba que todos los equipos importantes disputaran sus partidos en el parque Franco-Inglés, así que cuando el México rechazó jugar en dicho parque, la Asociación ordenó a sus equipos afiliados no enfrentarse al México, so pena de ser desafiliados en caso de hacerlo.65
Carmona dijo en su defensa que no había tal boicot, sino “una reciprocidad justificada”, es decir, si el México no deseaba jugar en otro campo, los otros equipos de igual forma no querían disputar sus encuentros fuera de su parque habitual, por la comodidad que representaba no tener que movilizarse a otras áreas de la ciudad.66 Con el acaparamiento de parques y terrenos los equipos se disciplinaron, pues las novenas que no lo hicieron tuvieron que peregrinar de un lado a otro buscando un espacio donde jugar sus partidos. Por ejemplo, los equipos Multicolor y Comintra, luego de mucho buscar, solicitaron al señor Bixler disputar sus partidos en el lejano parque Anáhuac en Valbuena.67
El control de los espacios deportivos debe considerarse como una fase más del proceso de institucionalización del béisbol capitalino, pues a partir de este momento el béisbol se vuelve más estable, más organizado y se consolida como negocio. En efecto, el control de los parques de pelota le permitió a la Asociación del D. F. ejercer mayor control de la práctica beisbolera, aspecto que comenzó a reflejarse con el surgimiento de ligas más organizadas, como la liga comercial-obrera y la liga militar.68
Con el surgimiento de las nuevas ligas, la Asociación del D. F. tenía “trabajo a pasto” porque cada domingo se disputaban gran cantidad de partidos en que veían acción equipos profesionales de primera categoría, además de equipos infantiles y juveniles.69 En todos estos partidos se buscaba que imperaran la disciplina y el apego a las reglas, sin embargo, por el amplio número de encuentros no fue posible mantener el orden, así que surgieron nuevas críticas hacia la dirigencia de la Asociación del D. F. por parte de un grupo disidente (encabezado por Gabriel Atristain) que, además, tachaba de ilegítimo a Ernesto Carmona.70
Carmona, por su parte, se defendió de las acusaciones diciendo que había sido reelecto por unanimidad en una junta realizada en noviembre de 1922 e hizo saber a sus críticos que si tenían proyectos encaminados a mejorar el béisbol, los presentaran y se postularan para asumir la presidencia de la Asociación, que él (Carmona) gustoso les entregaría, pues “el puestecito más que cargo era carga y muy pesada de verdad”.71 El problema entre Carmona y la disidencia se enconó más cuando se supo que Carmona pretendía imponer como su sucesor a “Fray Nano”, buscando con ello disimular sus negocios.72
Diversas voces se oponían a que “Fray Nano” fuera el presidente, por ejemplo, “Don Gaspar” (el cronista de El Demócrata) señaló que si esto sucedía todo estaría puesto para que la Asociación del D. F. siguiera al servicio de Carmona “y artículos por él expendidos” porque, en su concepto, “Fray Nano” se prestaba a estos chanchullos porque fue Carmona quien lo recomendó para que ejerciera como cronista de El Universal, posición que según el cronista “Susasus” utilizaba para calumniar, porque era un personaje de poca moral.73
Aunque la Asociación del D. F. estuvo organizando más y mejores ligas, persistía un exacerbado descontento por la forma autoritaria en que Carmona manejaba los asuntos del béisbol, principalmente los económicos. Dicho descontento provocó la división del gremio beisbolero, ya que el grupo disidente optó por separarse de la Asociación del D. F. y fundar un nuevo organismo.74 La disrupción de la disidencia fue una acción que abrió una nueva fase del proceso de institucionalización del béisbol capitalino y además modificó las relaciones de poder pues, por una parte, otorgó autonomía al grupo disidente y, por otra, debilitó el control establecido por Ernesto Carmona.75
¡Strike tres! Carmona y la asociación del D. F. Vencen a la disidencia
Como a pesar de las protestas “Fray Nano” fue impuesto como presidente, la oposición optó por abandonar la Asociación del D. F. y formar una nueva asociación que en verdad trabajara en pro del béisbol y que no fuera una mera pantalla para disimular los negocios de Ernesto Carmona. Fue así como surgió la Asociación Mexicana de Aficionados de Béisbol (AMAB), un organismo que se encargaría de fomentar el béisbol amateur.76 Para Carmona, la nueva asociación era totalmente ilegal, pues había emanado de un “cuartelazo” que dividió aún más al gremio beisbolero, ya que la separación desató “un odio mortal” entre ambas asociaciones.77 En contraparte, Eduardo Rodríguez, presidente de la Asociación Mexicana (AMAB), dijo que la separación se produjo porque un amplio grupo no estaba de acuerdo con la forma autoritaria en que Carmona administraba el béisbol.78
Aunque las dos partes lo negaban, el trasfondo de todo este asunto tenía un claro interés económico, pues ambas asociaciones (la del D. F. y la Mexicana) buscaban beneficiarse con el dinero de la taquilla de los parques que regenteaban y además establecieron, como parte de sus reglamentos, que se jugaría con los artículos deportivos de sus casas comerciales patrocinadoras; por ejemplo, la Asociación Mexicana estipuló que solo se podía jugar con la pelota Spaulding, mientras que en la Asociación del D. F. la pelota oficial era de una marca diferente que se vendía en exclusiva en la tienda de Ernesto Carmona.
Pudiera pensarse que con el surgimiento de una nueva asociación el béisbol capitalino se vería afectado, sin embargo, esto no fue así; por el contrario, la competencia entre los dos grupos mejoró la organización de las ligas de béisbol, ya que cada una de las asociaciones se enfocaría a un sector específico; la del D. F., administrada por Carmona, al béisbol profesional, mientras que la Asociación Mexicana (AMAB) presidida por Eduardo Rodríguez, al béisbol amateur.
Así que en lugar de ser un factor en contra, la nueva asociación fue un elemento positivo para el desarrollo del béisbol organizado, en primer lugar, porque cada asociación se encargaría de un tipo específico de béisbol (la Asociación del D. F. al béisbol profesional, la Asociación Mexicana, al amateur). En segundo término, ambas agrupaciones competían entre sí buscando organizar más y mejores ligas y, finalmente, la rivalidad existente entre ambas asociaciones las llevó a competir en el plano deportivo, disputándose el título de campeón de la ciudad de México, esto gracias al cronista “Guardameta” de El Universal, quien tuvo la idea de organizar una serie de campeonato de tres partidos entre los equipos campeones de ambas asociaciones, muy a la usanza de las series mundiales de las ligas mayores estadounidenses.79
El primer paso para llevar a cabo esta serie de campeonato fue vencer el distanciamiento existente entre ambos grupos y convencerlos de reunirse para discutir el proyecto y remitirlo a sus respectivas mesas directivas para su análisis y eventual aprobación. Una vez aprobado, se conformó el llamado Comité Supremo, un tribunal de honor integrado por los presidentes de las dos asociaciones (Carmona y Eduardo Rodríguez), además del cronista “Fray Nano”, que se encargaría de resolver las controversias suscitadas en los partidos, pero principalmente de imponer la disciplina.80
Luego de acordados los términos, se anunció que “por primera vez en la historia del baseball en México…” se iba a efectuar una serie de campeonato donde jugarían dos novenas “pertenecientes a las dos asociaciones que existen en la capital”.81 Esta serie disputada entre el Guanajuato y el Multicolor disiparía por completo las dudas sobre cuál proyecto beisbolero era el mejor, si los campeonatos profesionales de la Asociación del D. F. o los amateurs de la Asociación Mexicana (AMAB).82 Finalmente, el Guanajuato, de la Asociación del D. F., resultó vencedor al ganar dos partidos consecutivos y, aunque se esperaba que la serie de campeonato fuera más reñida y se definiera hasta el tercer partido, el éxito fue rotundo, así que se esperaba que en el futuro ambas asociaciones trabajaran en conjunto en pro del béisbol y organizaran más campeonatos de este tipo.83
Luego de la serie de campeonato, los presidentes de ambas asociaciones se volvieron a reunir para organizar ya no una serie, sino un campeonato con ocho equipos (cuatro de cada asociación), que se esperaba fuera un éxito total, tanto en lo deportivo como en lo económico, pues la rivalidad existente entre ambos grupos hacía pensar que los campeonatos serían disputados en buena lid y sin posibilidad de arreglos o chanchullos.84
Después de varias semanas de acalorados debates y polémicas, se aprobó uno de los proyectos presentados, así que se dio paso a los preparativos del llamado “campeonato mixto”.85 Sin embargo, tal y como había sucedido en otras ocasiones, la unión entre los grupos pronto se vería interrumpida por asuntos extra deportivos, ya que se corrió el rumor de que los umpires favorecerían con sus decisiones a algunos equipos. El conflicto ya no pudo solventarse porque las acusaciones crearon un ambiente de discordia total que provocó que el comité supremo renunciara y el campeonato mixto finalmente se disolviera.86
El cierre abrupto del campeonato mixto tomó desprevenidas a las dos asociaciones, las que como plan B implementaron la celebración de “partidos sueltos” (partidos de apuesta) mientras organizaban nuevas ligas.87 Fue el grupo disidente de la Asociación Mexicana (AMAB) el que primero reorganizó un nuevo campeonato que denominó Liga de Verano, pero este nuevo torneo tampoco fructificó y terminó disolviéndose a las pocas semanas de haber iniciado, por el eterno problema del constante cambio de peloteros.88
Mientras tanto, la Asociación del D. F., luego de atestiguar el estrepitoso fracaso de la liga organizada por la asociación rival, decidió tomar un poco más de tiempo para organizar lo que sería su nueva liga y que llevaría el nombre de Liga Mexicana. Hoy en día, la Liga Mexicana es reconocida como el torneo donde los equipos participantes se disputan el campeonato nacional y también se considera que tiene mayor importancia que cualquier otra liga o asociación. Sin embargo, en 1925 era una liga más y fue llamada así porque la asociación rival (la amab) se había adelantado en denominar a su nuevo campeonato Liga de Verano, como era habitual. Así que para evitar confusiones, Ernesto Carmona decidió buscar un nuevo membrete para su nueva liga, aceptando la sugerencia de “Fray Nano” de llamarla Liga Mexicana.89
En los años veinte, la Liga Mexicana era un torneo de tantos, pues carecía de la importancia que hoy ostenta. Sin embargo, comenzó a destacar y a ganar notoriedad porque, a diferencia de otras ligas que con dificultad lograban concluir siquiera una temporada, la Liga Mexicana consiguió mantenerse vigente gracias a que fue uno de los torneos mejor organizados y más reñidos.90
En efecto la Liga Mexicana sobrepasó por mucho las expectativas de sus organizadores, pues fue el torneo más disputado y más concurrido de la década de 1920, permitiendo que Carmona y la Asociación del D. F. se consolidaran como los legítimos representantes del béisbol, no solo en la capital, sino también a nivel nacional, pues de manera paulatina fue extendiendo su radio de acción hacia otras ciudades del país y con ello logró vencer al grupo disidente de la Asociación Mexicana (AMAB), la cual, al carecer de ligas organizadas y competitivas, fue perdiendo presencia entre los aficionados y los beisbolistas, quienes prefirieron concurrir a los partidos de la Liga Mexicana y afiliarse a la Asociación del D. F.91
Al contar con el apoyo de la prensa, de los practicantes y de los aficionado al béisbol, Carmona y la Asociación del D. F. finalmente pudieron imponerse al grupo disidente, el cual, aunque se mantuvo vigente, ya no pudo seguir en la pugna por el control del béisbol (ni en lo deportivo ni en lo administrativo), porque al carecer de una liga o campeonato que fuera igual de competitivo que la Liga Mexicana, fue perdiendo la preferencia del público, ya que sus ligas fueron consideradas como de segunda categoría, por ser poco atractivas, poco competitivas y bastante desorganizadas.
El declive de la disidencia y de la Asociación Mexicana (AMAB) abrió la puerta para que la Asociación del D. F. se apoderara del control total de las relaciones de poder y del béisbol capitalino, pues al no existir un grupo opositor que hiciera contrapeso a las disposiciones y reglas establecidas por Carmona y la Asociación del D. F., el béisbol quedó a merced de sus determinaciones. Esto se pone de manifiesto a partir del año 1926, con la implementación de una serie de reformas que, según se dijo, tenían el único fin de mejorar al béisbol, aunque el verdadero objetivo era ejercer mayor control y disciplina en el gremio beisbolero.92
Por ejemplo, reiteradamente se estuvo diciendo que con el fin de mejorar al béisbol, se implementarían una serie de medidas que tenían por objeto formar más peloteros mexicanos, porque hasta ese momento, el béisbol nacional dependía en gran medida de los peloteros extranjeros y para evitar que esta situación siguiera vigente, la Asociación del D. F., consideró pertinente dar un giro de 360 grados y cambiar el formato de sus ligas (de profesional a amateur) porque a su juicio el béisbol mexicano nunca iba a prosperar mientras los peloteros mexicanos no tuvieran la oportunidad de desarrollar sus cualidades.93
Muchos equipos capitalinos tenían varios peloteros mexicanos en sus filas pero, por lo general, estaban relegados a la banca, aspecto que iba en detrimento del desarrollo del béisbol nacional, ya que si los novatos mexicanos no tenían la oportunidad de jugar, en todo momento se tendría que importar beisbolistas extranjeros de experiencia.94 La dependencia que se tenía de los peloteros extranjeros, hacía que los equipos tuvieran “cimientos de arena”, porque estaban sujetos a los caprichos de los beisbolistas foráneos, por ejemplo, el “México” no pudo ganar el campeonato de 1925, porque los cubanos Castillo y Ramírez desertaron cuando sus servicios eran más necesarios.
Así que para evitar que la Liga Mexicana desapareciera a causa del comportamiento “inmoral” e inestable de los peloteros extranjeros, Ernesto Carmona juzgó conveniente convertirla en un torneo amateur, donde únicamente participarían peloteros mexicanos.95 Para que esto fuera posible, fue necesario hacer una efectiva clasificación de los beisbolistas, pues no se sabía con exactitud quién era amateur y quién profesional, ya que el criterio para determinar el estatus de los peloteros, lo establecían los managers, quienes se reunían antes del inicio de un campeonato para determinar mediante votación si los jugadores que presentaba cada equipo eran aceptados o no por el resto de las novenas participantes.96
En teoría, con la clasificación de los beisbolistas los equipos de la Asociación del D. F. ya no podrían alinear peloteros profesionales; sin embargo, los beisbolistas profesionales se hacían pasar por amateurs para seguir jugando, lo que a su vez propiciaba que persistiera el problema del revolvedero, ya que siguió siendo constante que los peloteros cambiaran de novena luego de recibir una mejor oferta financiera.
El problema del revolvedero seguía vigente porque los equipos de primera fuerza no formaban a sus peloteros, pues en esa época se carecía de las llamadas fuerzas inferiores, es decir, no tenían equipos filiales en ligas de menor categoría donde los peloteros novatos se formaran y adquirieran experiencia, para posteriormente ingresar al primer equipo, porque todo este proceso requería una inversión de tiempo y dinero que nadie estaba dispuesto a llevar a cabo, así que recurrían a lo más simple: apropiarse de los mejores peloteros de otros equipos haciéndoles grandes ofrecimientos económicos.97
Esta práctica no solo debilitaba a los equipos sino a las ligas, porque luego de que un equipo perdía a sus mejores peloteros, inmediatamente abandonaba el campeonato, situación que obligaba a realizar una serie de ajustes para que la competencia continuara pero, además, cuando de antemano se sabía que un equipo era más fuerte que los otros, el público dejaba de asistir a los partidos porque el campeonato perdía interés, aspecto que repercutía notablemente en la recaudación de la taquilla.
Así que, tratando de solucionar el problema del revolvedero de una vez por todas, la Asociación del D. F. implementó el llamado “pacto de honor”, una regulación que establecía que todos los peloteros firmarían un contrato con sus equipos que tendría la duración de tres años, plazo en que los peloteros no podrían cambiar de equipo.98 También se consideró pertinente que los peloteros novatos fueran incluidos en la Liga Mexicana y para ello se determinó unificar a todas las categorías del béisbol de la ciudad.99
Es decir, se consideró pertinente vincular a todas las ligas entre sí y con la Liga Mexicana, así que se estipuló que el equipo campeón de cada una de las ligas inferiores tendría el derecho de ascender a la categoría superior inmediata y de esta manera el béisbol estaría “hermanado” y funcionaría como un semillero de peloteros, porque este sistema unificado permitiría que los peloteros novatos desarrollaran sus cualidades desde la categoría infantil y hasta la primera fuerza, tal y como aconteció con el Azcapotzalco, equipo que accedió a la Liga Mexicana luego de proclamarse campeón de la Liga Nacional, un torneo inferior.100
Para que las ligas unificadas se consolidaran fue necesario formar más y mejores beisbolistas mexicanos, y la forma de lograr este objetivo fue limitar la importación de peloteros extranjeros. Mientras que en 1916 se pensó que solo trayendo peloteros cubanos se podría mejorar al béisbol mexicano, una década después se consideró que los extranjeros eran un impedimento para su crecimiento porque limitaban la participación de los peloteros mexicanos y corrompían al gremio beisbolero, pues solo venían a México a ganar dinero y para obtenerlo recurrían a prácticas poco honorables, como firmar varios contratos a la vez y “saltar” de equipo (abandonarlo) cuando se les presentaba una mejor oferta económica.101
“Fray Nano” culpaba a los cubanos de implantar la costumbre de saltar de equipo cuando se les ofrecían mejores prebendas porque el único fin que tenían era ganar dinero haciendo como que jugaban, ya que la mayoría de los peloteros cubanos que venían a México no eran de los mejores de Cuba, pues provenían de novenas “playeras” (el equivalente de las llaneras en México).102 De igual forma, “Susasus” señalaba que los cubanos que jugaban en México eran el “desperdicio” de novenas como el Piratas o el Naviera porque ya estaban en decadencia, pero eran reclutados por un manager tramposo que los traía a México como estrellas y al tiempo los abandonaba.103
Luego de ser abandonados, estos peloteros debían buscar la forma de ganarse la vida, y gracias a las “indecentes agrupaciones basebollísticas” muchos peloteros cubanos sentaron sus reales en el país y se sintieron merecedores de todo tipo de prerrogativas, incluso se estimaban “insustituibles y únicos”. Con esta idea en mente, los peloteros cubanos veían al beisbolista mexicano como un enemigo que, en caso de destacarse, podía opacarlos y “quitarles la comida”, así que hacían todo lo posible por obstaculizarlos.104
Independientemente de si era verdad o no lo que se decía de los peloteros cubanos, la realidad era que se buscaba ejercer mayor control sobre el béisbol y la forma de lograrlo era excluyendo a los equipos y peloteros que más problemas provocaban.105 Desde que surgió la Liga Mexicana, recurrentemente estuvieron participando en sus torneos algunos equipos conocidos como “trabucos”. Éstos eran patrocinados por algún militar (como el Bravo Izquierdo)106 o por alguna secretaría de Estado (como el Gendarmería de a Pie)107 y concentraban a los mejores jugadores radicados en México, aunque esto implicaba tener que arrebatárselos a otros equipos.
Según la Asociación del D. F., los equipos trabucos representaban un grave problema para el béisbol nacional porque se formaban tomando peloteros de otros equipos, aspecto que debilitaba a las demás novenas, principalmente a las que no tenían patrocinador, pues al no contar los suficientes recursos con los cuales retener a su plantilla, tarde o temprano perdían a sus mejores peloteros y en esta condición desertaban del torneo.108
Además de sembrar la discordia y de desorganizar los torneos, los equipos trabucos tenían una duración incierta porque al depender de la ayuda de un mecenas, cuando ésta faltaba, automáticamente el equipo se disolvía y en esa época era muy común que esto ocurriera, pues repentinamente se daba una movilización militar, el cese de un ministro o simplemente el patrocinador se aburría y daba de baja al equipo, lo que propiciaba que los peloteros buscaran una nueva novena que les pagara por jugar y así el ciclo se repetía.109
Por ejemplo, el equipo Regimiento 74, a pesar de ganar el primer campeonato de la Liga Mexicana en 1925, se quedó sin patrocinador y tuvo que buscar un nuevo sostén, porque su mecenas, el general Zarzosa, se aburrió y se retiró del béisbol.110 En ese mismo sentido, el Policía de México se proclamó campeón de la Liga Mexicana en 1928 porque de manera intempestiva tres peloteros cubanos (Catalá, Agapito y Aquilino) desertaron del Bravo Izquierdo, ya que recibieron una oferta económica que no pudieron despreciar.111
Así que las medidas llevadas a cabo por la Asociación del D. F. buscaban limitar la participación de los equipos trabucos y de los peloteros extranjeros para con ello reformar la estructura administrativa del béisbol que, por una parte, le permitiera dominar las relaciones de poder, así como ejercer mayor control de los equipos de béisbol y, por otra, mejorar la organización de las ligas y establecer un sistema de formación de peloteros mexicanos. Fue así como la Federación Mexicana de Béisbol (antes Asociación del D. F.), logró imponerse a todas las demás instituciones beisboleras y se posicionó como la única y legítima representante de este deporte, tanto en la ciudad de México como en el resto del país.
Conclusiones
De forma general, la obra de Michel Foucault se caracteriza por analizar cómo funciona el ejercicio del poder.112 Según Foucault, desde 1840 se observa una transformación de los sistemas punitivos al sustituirse los castigos corporales por la suspensión de derechos. Esta nueva forma de sometimiento corporal, que Foucault denomina panóptico, es menos severa pero más vigilante, porque el control de los sujetos dejó de ser violento y se volvió más tenue, multiforme e impersonal, ya que por medio de las instituciones públicas y privadas se difundieron en la sociedad múltiples mecanismos disciplinarios que han facilitado el ejercicio del poder y han permitido mantener en operación la lógica económica.113
En efecto, el panoptismo es una política corporal cuyo fin principal es moldear y disciplinar a los individuos hasta convertirlos en sujetos económicamente útiles y políticamente dóciles, regulando los ritmos de la población por medio de diversas instituciones como escuelas, cárceles, hospitales, fábricas, gimnasios, clubes, asociaciones y federaciones deportivas que se encargan de controlar el espacio, manipular el tiempo y difundir leyes y normas, así como ejercicios sistemáticos y repetitivos.114
Considerando que los mecanismos disciplinarios que permiten el ejercicio del poder se han diseminado y operan en todas las esferas de la sociedad, algunos académicos (como Hargreaves, Heikkala, Cole, Hanson y Markula) se han abocado a examinar principalmente cómo se construyen y funcionan las relaciones de poder dentro del deporte y cómo las instituciones deportivas fabrican cuerpos útiles y dóciles para la economía y para el poder político.115
En ese mismo sentido, la institucionalización del béisbol capitalino durante la década de 1920 fue un proceso en el que se observa el ajuste de los fenómenos de la población a favor de la economía, porque las acciones empleadas para conservar o transformar el ejercicio del poder tenían la intención de organizar las fuerzas productivas mediante el sometimiento de los sujetos a un orden institucional (al de la Asociación de Béisbol del D. F.) que derivara en el desarrollo de un sistema económico y deportivo estable.
En el proceso de institucionalización del béisbol capitalino se observa cómo los grupos que se disputaban el control de este deporte implementaron una serie de tácticas y estrategias con el fin de organizar, fomentar, desarrollar y controlar la práctica beisbolera bajo la dirigencia y respaldo de una institución deportiva y con ello crear y mantener un negocio redituable. En un principio, los interesados en cultivar la práctica del béisbol se reunieron para conformar un “centro de información” que les facilitara la concertación y organización de partidos, ligas y campeonatos, pues mientras el gremio beisbolero se mantuviera disgregado, el béisbol no lograría prosperar, ni como deporte ni como negocio. A partir de este momento surge una pugna por el control del béisbol entre los dirigentes de ese primer organismo y los equipos de béisbol, siendo la principal causa de conflicto la repartición del dinero recaudado en la taquilla.
En sus primeros años, la Asociación del D. F. padeció varias crisis financieras que estuvieron a punto de hacerla desaparecer, ya que el dominio de las relaciones de poder estaba de parte de los equipos de béisbol, pues eran quienes controlaban la organización de las ligas y administraban el dinero recaudado. Fue a partir de que Ernesto Carmona asumió la presidencia de la Asociación del D. F. cuando la situación comenzó a revertirse, al lograr que la Asociación organizara las ligas y administrara el dinero recaudado al construir una red clientelar en torno a su persona.
Carmona logró obtener recursos de militares y empresas para organizar ligas y campeonatos. Posteriormente, aseguró (como empresario) un parque de pelota donde solo jugarían los equipos que acataran sus disposiciones. Con el dominio del espacio deportivo, Carmona y la Asociación del D. F. tomaron el control del béisbol y de las relaciones de poder. Sin embargo, un grupo disidente no estuvo de acuerdo con la forma autoritaria como Carmona manejaba los asuntos del béisbol, por lo que decidió separarse y formar una nueva asociación de béisbol (la AMAB).
La disrupción del grupo disidente fue una estrategia que equilibró las relaciones de poder y la pugna por el béisbol, porque debilitó el poder de Carmona y llevó a los dos grupos a disputarse el control de este deporte en el ámbito deportivo. Ambos grupos compitieron por organizar más y mejores ligas de béisbol, incluso, en algún momento organizaron en conjunto una serie de campeonato; sin embargo, las eternas rencillas (la repartición del dinero y el control del béisbol) siguieron siendo causa de división.
Luego de fracasar el intento de unificación, las dos asociaciones retomaron la rivalidad y buscaron cada una por su cuenta, controlar el béisbol. Fue la Asociación del D. F. la que finalmente se impuso como la institución dominante, gracias a que su liga principal (la Liga Mexicana) logró destacarse como uno de los mejores torneos de béisbol, tanto en lo deportivo como en lo económico, lo que, en última instancia, le permitió ganarse el apoyo de la prensa y el favor del público.
Al contar con el apoyo de la prensa y la preferencia del público, la Asociación del D. F. se posicionó como la única y legítima representante del béisbol en la ciudad de México, ya que su rival, la Asociación Mexicana (AMAB), fue catalogada como un organismo de segunda categoría porque la opinión pública consideraba que sus campeonatos eran poco competitivos y muy desorganizados. Finalmente, al ya no tener competencia, la Asociación del D. F. continuó implementando más y nuevas reformas, con la finalidad de asegurar el control del béisbol y mejorar la organización de las ligas.
La Asociación del D. F. consideró conveniente convertir la Liga Mexicana en un torneo amateur. Esta medida obligó a los equipos a limitar la participación de los peloteros profesionales y extranjeros, a los cuales se les consideraba perniciosos para el desarrollo del béisbol nacional, porque impedían la inclusión de los novatos mexicanos y saltaban de un equipo a otro cuando se les presentaban mejores ofertas económicas, aspecto que desorganizaba las ligas y sembraba la discordia en el gremio beisbolero. Aunque en el discurso se mencionaba que el objetivo principal era mejorar al béisbol para hacerlo progresar, el verdadero interés era ejercer mayor control de las relaciones de poder, porque esto permitía tener el control total del béisbol y por supuesto del dinero.