Juan Andrés Blanco Rodríguez y Alejandro García Álvarez han trabajado la historia cubana y su devenir en relación con España desde hace décadas. Juntos -como en Gestión económica y arraigo social de los castellanos en Cuba-1 o por separado -como es el caso de Blanco Rodríguez con “Algunos aspectos sobre las Asociaciones españolas en Cuba”2 o “España en Cuba. Notas diplomáticas en torno a un conflicto (1927-1939)”, de García Álvarez-,3 han explicitado la preocupación por una temática cuyo estudio está lejos de agotarse. Efectivamente, textos como Historia general de la emigración española a Iberoamérica -coordinado por Pedro A. Vives, Pepa Vega y Jesús Oyamburu-,4 o más actuales, como Las patrias ausentes: estudio sobre ftistoria y memoria de las migraciones ibéricas (1830-1960), de Xosé M. Núñez Seixas,5 pasando por la aparición de revistas científicas como Migraciones & Exilios. Cuadernos de la AEMIC, o Estudios Migratorios Latinoamericanos, permiten establecer, desde comienzos de la década de 1990, el interés creciente de las Academias iberoamericanas en las migraciones españolas contemporáneas a América. El caso específico de Cuba también ha sido abordado de manera progresiva, en trabajos como Castellanos y leoneses en Cuba. El sueño de tantos,6 o Cuba y España. Procesos migratorios e impronta perdurable. Siglos XIX y XX.7 Sin embargo, las aristas socioculturales, económicas y políticas de esta problemática están en condiciones de ser examinadas a la luz de nueva documentación y actualizaciones teórico-metodológicas de la ciencia histórica.
Con El legado de España en Cuba, el interés de Blanco Rodríguez y García Álvarez, esta vez en una nueva colaboración científica, se ha centrado en el asociacionismo español en la isla caribeña. Este trabajo es bienvenido por tres razones. En primer lugar, porque al enraizar la investigación en exámenes holísticos de la experiencia migratoria desde la mirada integradora de la perspectiva cultural, promueve la renovación de enfoques y objetos de estudio. En segundo término, la obra destaca por su cuidada y precisa prosa científica, que coadyuva a la comprensión de la problemática que analiza y que, además, evidencia la vocación didáctica del texto. El tercer acierto es su solidez teórica: ha sido concebido con el objetivo de efectuar un estudio riguroso de la importancia de las migraciones ibéricas a Cuba durante la etapa contemporánea a partir de integrar la faceta económica a los factores sociales, políticos y culturales. Esta escrupulosidad es la clave de todo el libro, pues mediante el énfasis en la investigación de la experiencia asociativa hispana en Cuba, desarrolla un inteligente análisis de la historia de la isla y de la coyuntura regional que la ligó a España durante los siglos XIX y XX. Así, ambas aparecen vinculadas en un proceso de larga duración cuya influencia sería decisiva para su devenir histórico en general y, en particular, marcaría el diseño de las entidades sociales hispánicas en suelo cubano.
La consistencia de la investigación de Blanco Rodríguez y García Álvarez se plasma de manera evidente desde las primeras páginas del libro y constituye su hilo conductor para determinar el objetivo del trabajo, estipular el recorte temático y establecer la contextualización historio- gráfica. Pensado para efectuar una contribución en el área de los estudios migratorios españoles contemporáneos, el análisis está construido de lo general a lo particular y desde una aproximación que encauza el examen hacia posiciones teóricas que superan el punto de vista estrictamente económico. En ese sentido, especifica las causas de las migraciones en general a partir de la afirmación de que es más importante la necesidad del individuo de vivir en libertad que la pulsión de mejorar su nivel de vida.
El legado de España en Cuba recoge tres preocupaciones teórico- metodológicas básicas: la primera, de la que derivan las otras dos, es la intención de dejar sentada la rigurosidad del proyecto. La segunda es presentar el objeto de estudio y establecer la manera en que se lleva a cabo la investigación. La tercera es el tratamiento de las fuentes documentales, fotográficas, testimoniales y hemerográficas -como los fondos del Registro de Asociaciones, Gobierno General y Gobierno Provincial del Archivo Nacional de Cuba, los archivos de la Sociedad de Beneficencia Catalana y de la Federación de Sociedades Asturianas, o las publicaciones periódicas La Voz de Cuba, La Tierra Gallega, Vida Catalana, Laurac-Bat o Cuba y Canarias, por mencionar algunas- que aparecen cuidadosamente escogidas, utilizadas e imbricadas con la extensa bibliografía. Así, Blanco Rodríguez y García Álvarez pasan de manera concisa pero pertinente por los aspectos centrales de la llegada de españoles a Cuba desde la época colonial hasta mediados del siglo XX y los contextualizan con los de otros contingentes migratorios que llegaron a la isla. De esta manera, el análisis se enriquece con una breve historia de los movimientos de población no española hacia Cuba (los provenientes de África o de Asia), que despunta cuestionamientos y reflexiones que, sin duda, podrían constituir el germen de una nueva investigación. Pero, sobre todo, desvela el objeto de estudio central del libro, que no son “las migraciones” sino los emigrantes, las personas que las han protagonizado: aquellas experiencias individuales o grupales que generaron el legado a que hace referencia el título del libro.
A partir de esta concepción, los autores desarrollan su trabajo integrándolo en un breve inventario historiográfico que encuadra las aportaciones de la investigación que han llevado a cabo. Este balance les permite realizar una radiografía sucinta pero detallada de los movimientos de población desde España hacia Cuba después de la dominación colonial: quiénes se marcharon, cuántos fueron, por qué decidieron partir, y qué importancia tuvieron las redes de ayuda informales y las experiencias asociativas de la comunidad de españoles ya asentados en la isla para favorecer la llegada, la adaptación y la permanencia de los transmigrados en el país de destino. Para ello se sirven de un corpus documental que manejan con experiencia: cada tabla y cada registro son identificados y examinados con rigurosidad. Esta escrupulosidad metodológica permite confirmar la motivación económica de las migraciones, pero además señalar, mediante respaldo documental, que la disidencia política también fue un factor migratorio decisivo para los españoles que se afincaron en Cuba desde mediados del siglo XIX.
Así, planteada desde la perspectiva de la experiencia del individuo en sociedad como protagonista de las migraciones, la dinámica asociacionista cobra una importancia central en la investigación. El estudio de este aspecto está integrado a una breve exégesis del proceso independentista y neocolonial cubano que contribuye a describir el devenir histórico de la isla durante las décadas más importantes de la llegada de población hispana. De esta manera, el análisis del entramado asociativo español en Cuba se efectúa desde la preocupación por identificar los puntos de convergencia entre el desarrollo de las entidades voluntarias españolas y la coyuntura política y económica de la isla. Así, las prácticas asociativas y la evolución de las diversas asociaciones se presentan a partir de un análisis en el cual las particularidades del entramado asociativo se explican no solo en clave española, sino teniendo en cuenta de manera central el contexto geopolítico cubano. Según los autores, la economía, y sobre todo la política de Cuba influyeron en la colectividad española y fueron factores centrales en la elección de las rutas de acción de las distintas corporaciones voluntarias, que fueron capaces de gestionar sus sistemas de relaciones sociales y sus recursos económicos en épocas de crisis y, por lo tanto, de ofrecer un espacio de estabilidad a partir de sus funciones sociales.
La pertinencia de estas puntualizaciones les confiere peso en sí mismas, pero El legado de España en Cuba no desvía la atención de su estudio central. Así, estas reflexiones son la base desde la cual se estructura la profundidad de un análisis en extenso de la complejidad del entramado corporativo hispano en Cuba. En ese sentido, Blanco Rodríguez y García Álvarez reparan en la cantidad, pero sobre todo en la complejidad de los espacios formales de sociabilidad que se crearon en la época poscolonial. El interés en el hombre y la mujer emigrantes, no como parte de un flujo sino como actores de una experiencia individual y conjunta vital permite descubrir, además de la cohesión alrededor de creencias religiosas, factores e intereses que se centraron en la beneficencia, la procedencia regional y, aún más específicamente, en la microterritorialidad -la pertenencia a una parroquia, comarca o ayuntamiento en particular- para la fundación de entidades voluntarias. Esta característica -que los autores verifican desde mediados de 1800- les permitiría a los transmigrados aglutinarse no solo alrededor de una figura religiosa que consideraran relevante, sino de los miembros más conspicuos de cada comunidad.
La progresiva transformación del entramado asociativo español que los autores analizan descubre las finalidades diversas y plurales que coadyuvaron a cristalizar las entidades que lo conformaron a partir de propósitos recreativos y culturales, proyectos masónicos, objetivos económicos e ideales políticos; si bien en este último aspecto será necesario profundizar en su aparición e influencia -sobre todo en lo que hace al caso del asociacionismo catalán- en futuras ediciones. Lejos de presentar descripciones generales simplificadas, el libro se detiene en casos específicos, lo que contribuye a reforzar la rigurosidad del estudio emprendido, que realiza sin problemas metodológicos el tránsito del análisis general al de casos particulares. En ese contexto, el tema de la región como factor de cohesión asociativa se articula con el resto de la investigación, pero constituye sin duda uno de los puntos fuertes del libro por su originalidad, profundidad y pertinencia teórica con miras a futuras investigaciones en la materia. Constituye, además, una explicación meticulosa de los factores coyunturales que marcaron la emigración hispana en tierras cubanas para entender las conductas individuales y colectivas en el contexto de las entidades sociales y las causas que determinaron la creciente influencia de las élites intelectuales y políticas de cada asociación regional.
El libro evidencia, además, la capacidad de los autores para resaltar tres aspectos centrales que moldearon el asociacionismo voluntario español en América en general y en Cuba en particular. En primer lugar, la importancia de la pulsión individual, del empuje de algunos emigrantes para promover u organizar proyectos asociativos en el seno de su comunidad específica. Esta arista permite detallar con mayor rigurosidad los factores de cohesión social -además de la necesidad de asistencia o recreación- a partir de incorporar sujetos históricos que de otra manera quedarían subsumidos en la faceta colectiva de las entidades analizadas. En segundo término, la importancia de la prensa como una labor fundamental del asociacionismo cubano: los autores analizan el peso de las publicaciones periódicas regionales como un acápite del ejercicio asociativo, como una parte fundamental de su acción hacia dentro de la comunidad, pero también señalándolas como uno de los vehículos más consistentes para acercar la realidad y el estado de la cultura en las regiones de origen de los asociados al entorno social cubano. Finalmente, el fondo fotográfico utilizado refleja la envergadura del patrimonio urbanístico que las entidades voluntarias legaron a la sociedad cubana, que se integra así al conjunto de una herencia cultural que no debe ser soslayada.
El legado de España en Cuba es un libro necesario. Es un trabajo lúcido, original, apoyado con solidez en un aparato crítico amplio y bien trabajado que pone de manifiesto la importancia de profundizar en la historia de los flujos de población entre España y América a partir de nuevos enfoques. Por medio de un trabajo consistente, que solo precisa de una conclusión que recoja de manera ordenada los resultados de las investigaciones llevadas a cabo y las integre a las reflexiones parciales vertidas a lo largo del texto, Juan Andrés Blanco Rodríguez y Alejandro García Álvarez se alejan así del anquilosamiento científico. Su investigación contribuye a profundizar los estudios sobre la migración hispánica poscolonial en Cuba en un trabajo de utilidad para las Academias a ambos lados del Atlántico pues su perspectiva, lejos de aislar a la comunidad emigrada, pone el acento en reconstruir los vínculos que permitieron al asociacionismo no solo conformar una red dentro de cada colectivo hispano, sino diseñar estrategias de integración con la sociedad de acogida.