Este libro trata de un tema necesario y complementario en la historiografía moderna europea y atlántica. Supone un digno ejemplo de historia geográficamente integrada donde se analiza desde lo local las múltiples conexiones europeas con el mundo euroamericano. Voy a explicar a continuación por qué lo considero un estudio necesario: es cierto que la amplia historiografía sobre las redes mercantiles que operaron sus negocios desde Sevilla, la que fuera durante más de dos siglos uno de los centros globales del comercio de la Carrera de Indias, ha contribuido a introducir una nueva perspectiva sobre la relatividad de las interdependencias entre España y los territorios americanos. Los estudios se han centrado más que nada en el eje atlántico, aunque la participación extranjera, básicamente de otras procedencias de la Europa norte y mediterránea, ha producido una ingente cantidad de datos empíricos que demuestran que la expansión del comercio global conducido desde las ciudades españolas hacia América se constituyó sobre comunidades transnacionales en un imperio sostenido y financiado por negociantes de todas latitudes, incluyendo americanos. La conexión del eje europeo se ha visto enriquecida por trabajos como los llevados a cabo para la ciudad de Lisboa (C. Antunes) o el caso de Cádiz y su conexión con Amsterdam en el siglo XVIII (Crespo Solana), entre otros. Este marco de estudios que vincula las ciudades europeas con el mundo atlántico se ha visto también reflejado en obras que perfilan ciudades portuarias como Hamburgo (Webber), Burdeos (Brumont), por señalar algunos hitos recientes.
El caso de Sevilla durante los siglos XVI y XVII no era aún un caso por descubrir, como se sabe gracias a la existencia de trabajos ya clásicos como los de Vila Vilar, Otte, García Fuentes o García-Baquero; pero sí estaba aún falto de que se aplicara un análisis relacional desde el punto de vista económico y social con el resto de Europa. Y es que Sevilla era un centro económico a pesar, incluso, del comercio con América. Ya desde la Edad Media era un puerto interior con una amplia trayectoria mercantil que mantenía contacto con Italia, con Asia menor y, durante el siglo XVI, vio cómo se incrementó su relación con el norte de Europa. Esta relación, que trajo numerosa inmigración a la ciudad en el siglo XVI y que conformó una sociedad de aristócratas y comerciantes, muchos de origen extranjero, ya fue descrita en el clásico libro de Ruth Pike (1978).
Pero actualmente es necesario contemplar esta visión en la tradición intelectual del estudio de las comunidades mercantiles. Las investigaciones precedentes sobre comunidades y, en una perspectiva metodológica más actual, las redes mercantiles, han tratado de abrir, con éxito, varias líneas de investigación sobre los ejes de los monopolios europeos por medio de lobbies financieros que relacionaban los centros económicos hispanos por mar con los territorios ultramarinos. De ahí el paradigma de la “conexión” española, concepto más importante de lo que pueda parecer a simple vista y que recalca el título de este libro. Como línea de investigación muy rica, versátil y propicia para la aplicación tanto de marcos teóricos globales como de herramientas tecnológicas novedosas, las comunidades mercantiles en general ya han sido objeto de estudios comparativos, especializados en los aspectos microeconómicos o sociales, los estudios de la colonia en grupo, los comportamientos migratorios o el impacto de estos grupos humanos en la creación de una identidad común. Pero también la evidencia de que constituían micro-sociedades, colonias o grupos especializados, en movimiento, mucho más permeables de lo que antaño se consideraba cuando describíamos la sociedad estamental (Crespo Solana, 2010). Unas sociedades, en fin, en que los actores sociales se ven ante la opción de elegir determinadas acciones u opciones colectivas (o éstas se les imponen), convirtiéndose así en sujetos activos de los procesos históricos. La línea de investigación sobre las comunidades mercantiles es deudora de una amplia tradición anterior que ahora toma una forma (comunidades transnacionales, las denominábamos) que plantea historias internacionales desde la perspectiva de una colonia mercantil, en que se puedan comprender las interacciones entre los componentes históricos, los cuales activan a todos los actores (como diría Marcello Carmagnani) tanto en las realidades nacionales como en la esfera internacional.
Sevilla como modelo de centro económico global desde el siglo XVI ha sido en cierta medida víctima de un discurso desmesurado centrado en el comercio de Indias. Sin embargo, como se subraya en este trabajo, esta conexión sevillana con América era deudora de otra conexión, la europea. Se ha estudiado sobradamente la importancia del núcleo urbano y portuario como foco de atracción para los componentes de las redes y agentes sociales de ese imperio en la sombra que era el mundo mercantil internacional que se movía detrás de la Carrera de Indias. En este marco de las redes mercantiles y los espacios integrados, Eberhard Crailsheim realiza una brillante comparación entre los agentes mercantiles procedentes de Francia y de los Países Bajos del Sur, los flamencos o los sur neerlandeses. Es importante añadir que el término “flamenco” no solo se refería a los ciudadanos del sur de los Países Bajos. Tal como en su época Werner Thomas y yo misma describimos a estos flamencos de la Monarquía Hispánica incluyendo también a los procedentes del norte, incluso durante una época en la que ya se había producido la independencia de aquel territorio, inclusive en el siglo XVIII. Estos estudios precedentes sobre las colonias de flamencos y los trabajos sobre la comunidad de origen francés ya los han descrito como grupos étnicos, lingüísticos y con unos comportamientos sociorreligiosos que les daban su identidad en las ciudades donde se asentaron.
Yo señalaría de este trabajo las siguientes cuestiones teóricas y metodológicas que vienen a cubrir algunos huecos en esta historiografía mercantil y marítima: en primer lugar, la narrativa por etapas de la contextualización social y económica de la Sevilla de estos siglos, pero centrado en una etapa relevante, entre 1570 y 1650, motivo de muchos trabajos, algunos de ellos aún en curso. Se trata de un periodo álgido en el marco del comercio colonial y de un aumento de la demanda social que generaba una migración que hizo expandir el origen de los nacionales que llegaban a la ciudad. En segundo lugar, destacaría el valioso uso de las fuentes y su integración con herramientas de análisis de redes para el estudio sociológico y económico de la mezcla de estos agentes. Tomando como referencia un plazo de 80 años (de 1570 a 1650) se describen los mecanismos que estos mercaderes flamencos y franceses usaron para asentarse en la ciudad e integrarse en el mapa social de la Carrera de Indias gracias a sus relaciones y sus dispositivos institucionales. El autor utiliza documentos del Archivo General de Indias ya previamente empleados en otros trabajos (como las cartas de naturalización), aunque ahora con una nueva perspectiva metodológica en donde se demuestra que las herramientas de integración y visualización pueden hacer que la información aporte algo novedoso o que apenas se había visto anteriormente, o quizá no había recibido la atención que merecía. Las fuentes notariales (Fondos Notariales de Sevilla) son siempre una base fundamental para los estudios sociales y sobre redes mercantiles por la riqueza de la información y la lectura entre líneas que a veces es necesario hacer del documento. Estos dos archivos son la base documental de la investigación, aunque el autor ha utilizado documentación adicional.
En tercer lugar he de destacar el interesante estudio de las conexiones privadas de estos comerciantes, es decir, la composición de una microhistoria de relaciones privadas y semiprivadas, como el autor indica y describe. Se ha podido identificar un número interesante de individuos (me refiero a casos concretos entre los cuales veo a algún que otro conocido) sobre los que ha sido posible reunir información sobre sus negocios y sus relaciones sociales en el contexto histórico del momento. La reconstrucción de las redes comerciales formadas por comerciantes flamencos y franceses ha sido posible, en gran medida, por el análisis de las relaciones que estos mercaderes desplegaban por medio de sus propios procesos de naturalización. Los extranjeros estaban excluidos del comercio con América a no ser que recibieran una carta de naturalización, por ello era tan importante este documento que, sin embargo, pasado el tiempo (y según sabemos por otros trabajos de fechas posteriores) empiezan a dejar de necesitar. Esto sucede sobre todo en la segunda mitad del siglo XVII y la explicación la podemos ver en la forma en la que están tejiendo sus relaciones sociales, familiares y de socios y amigos en esta etapa. Estos mercaderes se integran hasta tal punto que incluso no necesitan casarse entre ellos. Además, durante sus procesos de naturalización hacen uso de testigos pertenecientes a un amplio abanico socioprofesional y de distinto origen geográfico. En esta Sevilla del siglo XVI destaca la omnipresencia de los flamencos, los neerlandeses del sur. No por ello constituyen la colonia menos conocida, al contrario. Junto con los portugueses, eran los más importantes. Los genoveses y los franceses los seguían con menor impacto en los ámbitos social y económico. El autor muestra datos de estos parámetros.
Este trabajo viene a subrayar en esto, estudios precedentes realizados desde la década de 1970 por Stols, Everaert, Bustos Rodríguez, Fernández Chaves, Gamero, García García, Herrero Sánchez, Fagel, Vermeir y la que escribe estas líneas. Los flamencos en la Monarquía Hispánica eran algo más que una colonia mercantil. Eran una comunidad de ciudadanos de primera en el marco de los privilegios del Antiguo Régimen que los hacía especiales. Eran activos en los negocios y supieron defender el comercio americano como los primeros interesados en su desarrollo. Eran también muy duchos en la obtención de privilegios sociales y títulos. Han sido muy analizados en sus características intrínsecas como “nación” que les daban privilegio, fuero y protección. Quizá se echa de menos un poco en este libro la mención de la nación flamenca-alemana de Sevilla y Cádiz, ya constituida por esta época. Esto es importante porque los comerciantes hanseáticos estaban incluidos en la nación flamenca y alemana. Desde cierto punto de vista los flamencos eran simbióticos con el resto de las colonias de extranjeros en la Monarquía Hispánica, tal como señala Crailsheim en unas conclusiones al respecto: tenían negocios familiares, diversificaban sus operaciones, cooperaban con compatriotas, defendían la obtención de reconocimiento social. La descripción de las actividades de estos mercaderes está hecha por etapas, también haciendo a veces uso de una biografía histórica de ellos tomando casos concretos y análisis de redes o estudios de grupos por años y de las rutas que monopolizaban. La colonia francesa de Sevilla en esta época es menos conocida, aunque son claros los trabajos importantes sobre este grupo de mercaderes que desde Albert Girard han formado parte indeleble de la historiografía modernista hispana y americana. En Sevilla estaban aún menos estudiados, y eran una colonia más temporal que la flamenca. Pero también fueron una colonia que desarrolló muchos contactos con otros mercaderes extranjeros de distintas naciones que vivían en la Sevilla de finales de los siglos XVI y XVII.
Por último, voy a hacer especial hincapié en una parte del libro dedicada a las business connections, por la importancia e interés que puede significar la aplicación de la teoría de redes al estudio de las sociedades mercantiles de la Edad Moderna. Eberhard Crailsheim ha elegido el análisis de las redes activas en unos años clave: 1580, 1600, 1620 y 1640, con el fin de identificar una secuencia de comportamientos en el tiempo largo. Estas colonias dominaban el comercio de Sevilla con las ciudades norteeuropeas de la costa atlántica, y ello fue incluso más relevante que la conexión americana en sí misma. Se desarrollan cuatro tipos de análisis de redes para cada uno de estos años integrando esas total network con las redes separadas, con el fin de ofrecer un mapa de estas conexiones. Subrayo aquí el paradigma del Social Networks Analysis (SNA) aplicado a la ingente arquitectura real del mundo en su progresión histórica, pero que aún presenta problemas de adaptación metodológica. Incluso urge perfeccionar las herramientas utilizadas y encuadrar también el análisis en un marco teórico adecuado. Eberhard Crailsheim describe la naturaleza de los vínculos, fuertes o débiles según su caso, para poder describir así el impacto social y espacial de los negocios en ciertas coyunturas históricas. Ello se mide por la intensidad de estos vínculos, la cercanía o la frecuencia con la que estos vínculos se producen. En este comportamiento en redes, se aprecian ligeras variaciones por colonias. Los mercaderes logran establecer redes informales que se basan en patrones mentales compartidos, como pertenecientes a un grupo familiar o comunidad de origen, donde se observa una tendencia a la institucionalización de la pertenencia a estos grupos “informales” desde el punto de vista jurídico, lo que constituía esta micro-sociedad que era la comunidad mercantil, la “nación” de mercaderes de origen extranjero. Su papel fue indiscutible en esta primera etapa de la globalización y también es fundamental para despojarnos de absurdos complejos nacionalistas a la hora de medir la impresionante densificación humana del mundo atlántico-ibérico.