Los estudios de traducción (ET) en México han recibido una escasa atención en gran medida por la juventud con la que cuentan. Por ello es que la colección Con T de Traducción de Bonilla Artigas Editores representa un valioso esfuerzo por hacer que los ET tengan mayor difusión y un espacio de publicación en el país. El primer número de la colección, Traducción, identidad y nacionalismo en Latinoamérica, coordinado por Nayelli Castro Ramírez y editado en conjunto con el Conaculta y el Fonca, contiene una serie de trabajos que exploran distintos hechos y fenómenos de la región desde una perspectiva traductológica.
El libro se compone de nueve artículos de distintos autores, organizados equilibradamente en tres partes, pues cada una de ellas contiene tres artículos. Una presentación de la coordinadora, Nayelli Castro Ramírez, abre la publicación. En ella, la autora ofrece un breve estado de la cuestión de la historia de la traducción como disciplina creciente, el interés que ha suscitado en Latinoamérica y la posición que ocupan los ET en México. Después, Castro Ramírez anuncia las secciones en que está dividido el volumen, expone sucintamente cada artículo y aclara que todos los trabajos han sido publicados antes o forman parte de investigaciones en curso o terminadas, con excepción del último artículo, escrito expresamente para el volumen.
La primera parte del libro, “Avatares traductores de la colonia a las independencias”, abre con un artículo de Gertrudis Payàs, “Cuando la historia de la traducción sirve para revisar la historia”, en el que se muestra la relevancia del estudio de la traducción para las investigaciones históricas por sus aportes y los datos que arroja. Para apoyar sus argumentos, expone brevemente dos casos de investigaciones más amplias. El primero sobre las fuentes del pasado prehispánico en México, en el que la traducción sirve como medio de legitimación y al mismo tiempo como herramienta de manipulación; esto por medio de la figura del historiador-traductor. En el segundo ejemplo, la autora expone el vínculo entre la actividad traductora y la historia intelectual con la práctica del Estado chileno en la segunda mitad del siglo XIX. Así, la traducción sirve como herramienta educativa en la que confluyen la difusión del conocimiento y los traductores como agentes visibles que reflexionan sobre sí mismos. La posición primera de este trabajo resulta bastante acertada puesto que de alguna manera encuadra lo que viene después: los demás textos ejemplifican lo que Payàs expone.
En “Traducción y las primeras repúblicas de Latinoamérica”, Georges L. Bastin, Álvaro Echeverri y Ángela Campo se enfocan en el papel activista que tuvo la traducción en los movimientos independentistas de la región. Para ello, trazan un recorrido sucinto de los impresos en Hispanoamérica a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Se hace hincapié en las ideas políticas de pensadores europeos que debían llegar en forma de traducción y con ello se vincula a esta actividad con la resistencia y el activismo de la época. Con este enfoque, los autores presentan sus estudios de caso, entre los que destacan la Déclaration des droits de l’homme et du citoyen, la traducción de la Lettre aux Espagnols américains del jesuita peruano Viscardo y la declaración de independencia de Estados Unidos. Hay consideraciones acerca de la influencia de las traducciones, los paratextos como espacios de visibilidad del traductor y la labor traductora permeada por el compromiso político. En su conclusión, los autores apuntan la necesidad de ampliar los ET en la América hispánica para dilucidar sobre hechos sociopolíticos y hacen un llamado a desarrollar perspectivas locales en el marco del poscolonialismo. Aunque en un par de ocasiones consideran que es más importante estudiar los mensajes de la traducción que a sus agentes, en el texto dedican bastante espacio a los traductores. De igual forma, convendría sustituir “Latinoamérica” en el título por “Hispanoamérica” ya que el estudio sólo abarca esa región.
Aura Navarro presenta un análisis de las redes intelectuales establecidas por medio de la palabra escrita y las actividades políticas para mostrar la influencia de Inglaterra en los procesos de emancipación de Hispanoamérica en “Prensa temprana y traducción. Una aproximación a la prensa hispanoamericana y a la prensa londinense”. A partir de fuentes claramente definidas y postulados de teóricos de la traducción, la autora expone la relación del periódico londinense The Morning Chronicle (MC) y la Gaceta de Caracas (GdC) mediante un análisis no sólo de estas dos publicaciones, sino de la prensa hispanoamericana de la primera mitad del siglo XIX y la presencia de traducciones. De esta forma, determina la manera en que cambia lo que traducen en la GdC del MC según sus varias épocas y la tendencia política de los editores. El artículo revela también el rol de la traducción en las relaciones entre los intelectuales ingleses e hispanoamericanos, algunos de ellos líderes independentistas tan importantes como Simón Bolívar.
La segunda sección del volumen, “Forjar la nación: traducir para educar”, se centra en la necesidad de los incipientes países hispanoamericanos de definir una identidad cultural y educar a su población. En “La Escuela Normal (1871-1879) y la apropiación de los saberes pedagógicos: una historia de la traducción y de la educación en Colombia en el siglo XIX”, Paula Andrea Montoya Arango estudia cómo la traducción puede usarse con un motivo político y es un factor insoslayable en el intercambio de ideas. El artículo refleja la preocupación de la autora por consignar todas las referencias bibliográficas de lo que presenta y por establecer un pequeño, pero nutrido, estado de la cuestión de la investigación de la traducción en Colombia. Para analizar el lugar de la traducción en la elaboración de contenidos educativos, la autora contextualiza la reforma educativa emprendida por los liberales radicales, de la que se desprenden modelos de educación y perspectivas pedagógicas inspiradas en propuestas europeas, así como la redacción de periódicos que divulgaran la normativa y los materiales de enseñanza, entre ellos, La Escuela Normal.
Orly González Kahn explora también los motivos políticos que se vinculan con la traducción en “Los Clásicos de Vasconcelos y sus traducciones”. La autora toma como punto de partida el proyecto gigantesco emprendido por José Vasconcelos con el objetivo de alfabetizar a la población mexicana de principios del siglo XX. González Kahn aplica conceptos teóricos de los ET al ámbito mexicano para explicar el lugar de la traducción y su comportamiento no sólo como una herramienta de acceso al conocimiento, sino también como una manera de legitimar la propia lengua al contar con un repertorio editorial de clásicos mundiales. Se describe la colección imaginada por Vasconcelos, sus alcances reales y su éxito relativo. Asimismo, al analizar las traducciones se muestra la posición invisible de los traductores, fenómeno motivado principalmente por el hurto mexicano del trabajo realizado en España. La autora considera que a pesar del papel sobresaliente que tiene la traducción en la colección “Los Clásicos”, ésta no logró ser una herramienta de apropiación e identidad.
En “La filosofía antigua en el México posrevolucionario: Traductores, traducciones y redes intelectuales”, Nayelli Castro Ramírez comienza por situar su trabajo en la perspectiva sociológica de los ET. Su título incluye el concepto clave “redes intelectuales”; a partir de ellas la traducción se relaciona con la construcción de instituciones y la reapropiación de textos clásicos dentro del ámbito mexicano. Filósofos, filólogos y traductores lograron la creación de espacios que aseguraran el desarrollo académico de la filosofía en el país y la publicación de soportes que dieran difusión a textos propios y traducidos de la materia. Catálogos editoriales y repertorios bibliográficos forman parte de las fuentes de Castro Ramírez para apoyar sus argumentos. La autora concluye con una reflexión sobre la imposible disociación del medio y las interacciones sociales de la traducción y la manera en que ésta puede influir en la configuración de una identidad fundadora.
La última parte, “Coyunturas actuales: traducción e interculturalidad”, alberga el conjunto más diverso de artículos. Abre con un estudio que parte de un análisis textual y, por ende, más desde la crítica de traducciones: “La traducción de colores en Dos crímenes: entre racismo y alteridad”, de Anna María D’Amore Wilkinson. La autora realiza observaciones acerca de la importancia de los apodos en el contexto latinoamericano y luego, específicamente, en el mexicano. Así justifica el valor que tienen en la novela de Ibargüengoitia, razón por la que representan un reto para los traductores. Acota su objeto de estudio a aquellos apodos que conlleven una carga de estatus social, principalmente por el color de la piel. De cada uno evalúa la manera en que fueron traducidos o conservados en la traducción al inglés y las pérdidas o modificaciones que suponen. D’Amore Wilkinson no sólo argumenta su apreciación de las decisiones traductoras, sino que propone soluciones y concluye con una apuesta por un enfoque extranjerizante en las traducciones.
Danielle Zaslavsky en “Cuando traducción e interpretación se contradicen” lleva a cabo un análisis del papel del intérprete en un supuesto caso de violación multitudinaria que provocaría la muerte de una mujer indígena a partir del informe proporcionado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) de México. El objeto de estudio contiene la transcripción de las entrevistas hechas a familiares de la mujer fallecida y los comentarios, a manera de corrección, de un perito traductor, especialista del náhuatl, que proporcionan una interpretación diferente a la imputada en principio. El análisis de Zaslavsky resulta rico en sus matices, pues en principio establece distinciones para el análisis de la interpretación y la traducción escrita. La autora se vale de recursos de la traductología y de la lingüística para explicar la interacción específica en las entrevistas y la actuación del traductorintérprete. El trabajo termina por ser casi un informe forense por la interpretación y reconstrucción de las entrevistas recabadas. Concluye con una valoración de ambas traducciones, la del intérprete en el momento y la del especialista, según sus propósitos, para desterrar la idea primera de errores de traducción, para mostrar la representación que tiene la traducción en la sociedad y cómo en estos casos se da en condiciones reales de desigualdad.
El último artículo, único escrito originalmente para el libro, es “Por una traducción constructora de interculturalidad en contextos indígenas” de Fernando Limón Aguirre. En un estilo que destaca de los otros por su tono optimista y contestatario a ratos, el autor reflexiona desde la sociología acerca de la actividad traductora. Casi como en forma de manifiesto, Limón Aguirre pugna por una “traducción que haga realidad esta utopía intercultural de respeto, aprecio y diálogo y aprendizaje de los elementos de los mundos de vida indígenas” (p. 255). Los conceptos sociológicos le sirven al autor para asignar lo que él considera una labor pendiente de la traducción y para describir el estado actual de la relación de los pueblos indígenas con el resto de la sociedad. En su texto conviven discursos interculturales, poscolonialistas y de la alteridad, con los cuales el autor mira esperanzado una mejor realidad social en el futuro. Entre tantas posturas y conceptos teóricos, la demanda de Limón Aguirre aparece a lo largo del texto: la responsabilidad que debe asumir la traducción en la construcción de ese nuevo mundo. Cabe destacar que este artículo es el único que no se enfoca en un caso específico, sino que abarca la traducción de manera general; por su tono y temática, da un cierre contundente al libro, aunque parezca un poco discordante con los anteriores.
El conjunto heterogéneo de los artículos refleja decididamente la riqueza de perspectivas que ofrece la investigación en traducción, además de que da cuenta de las nuevas interpretaciones que surgen a partir de nuevos datos sobre hechos y fenómenos bien conocidos, como los procesos hispanoamericanos de independencia. No obstante, el eje rector se mantiene: las distintas funciones o papeles que la traducción desempeña a lo largo del tiempo. Las referencias bibliográficas son actuales, los anexos de corpus y los esquemas que organizan datos obtenidos dan cuenta del rigor académico de los trabajos.
La disposición consciente, bien planeada, de los artículos permite una lectura amena y progresiva. La primera sección tiene más cohesión, por el periodo en el que se enfoca, incluso en la relevancia de los agentes. En la segunda la unidad la aportan principalmente las empresas editoriales, mientras que la tercera resulta más variada en sus temas y la manera de abordarlos. El volumen cuenta con mínimas erratas, aunque una mayor: en el artículo de González Kahn las imágenes no corresponden con su pie.
Hay un aspecto sintomático en el volumen: que casi todos los artículos sean republicaciones o reelaboraciones refleja que los ET en la región avanzan a cuentagotas, pero también pone de manifiesto la especialización a la que han llegado y el lugar que ocupan en el ámbito académico. Por otro lado, que la mayoría provenga de investigaciones hechas en universidades de Canadá revela también la red de estudiosos de la traducción que se establece a partir de los espacios académicos que se han abierto. Traducción, identidad y nacionalismo en Latinoamérica es un libro que ofrece un panorama de las distintas posibilidades de investigación en los estudios de traducción, acotada a las perspectivas histórica y sociológica con un enfoque local, cuestión de gran relevancia para pensar en un mayor desarrollo de la disciplina desde nuestra América y abonar a un mejor entendimiento de la traducción desde una mirada diacrónica.