En el otoño de 1919 un comerciante suizo, Henri Woog, llegó a la ciudad de México para probar suerte en el negocio de la joyería. Venía acompañado de su hijo, Edgar Woog, de 21 años, quien a pesar de sus estudios en la Escuela de Comercio de Basilea mostraba mayor interés por el activismo político. Había trabajado como bibliotecario y en la redacción del periódico Freie Jugend (“Juventud Libre”), pues era miembro de la Juventud Socialista y del Partido Socialista en Suiza, así como del Secretariado en Basilea de la Internacional Juvenil Comunista (IJC), el cual, ante la inminencia de su viaje, en 1919 lo nombró su representante en México. Con estos antecedentes, el joven Woog dejó el negocio familiar en manos de su padre y uno de sus hermanos, y se dedicó a buscar el contacto con la militancia radical del país. Mientras tanto se mantuvo trabajando en una farmacia, después en una imprenta, dando clases de alemán y haciendo traducciones, hasta que, en noviembre de ese año, se afilió al recién fundado Partido Comunista Mexicano (PCM).2
Así comienza la historia de una de las figuras centrales del movimiento comunista en México durante la década de 1920. Edgar Woog, quien adoptaría el nombre de Alfred Stirner, se reveló como un talentoso organizador político en sus primeros años en México, y ascendió hasta convertirse en miembro del Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional Comunista (Comintern), con sede en Moscú, donde ocupó varios cargos y comisiones a lo largo de la década, siendo el representante de la Internacional para la mayoría de los países latinoamericanos.3 En este trabajo nos proponemos analizar la trayectoria política de Stirner en el escenario mexicano, desde su labor como fundador de las juventudes comunistas, su participación en la Agencia Panamericana de la Internacional en México, pasando por su papel en la reestructuración del Partido Comunista y la mediación entre los conflictos políticos y personales de sus dirigentes. Stirner fue muchas veces el portavoz de la línea oficial de la Comintern, avalada en sus congresos internacionales, en constante pugna con la práctica política de los comunistas mexicanos; además, era el principal experto de la Tercera Internacional en asuntos latinoamericanos. Su papel de “clarificador ideológico” tuvo gran relevancia en distintas coyunturas, como la lucha interna entre las facciones dirigentes del Partido entre 1924 y 1926, la rectificación de la táctica comunista del frente único de 1928, y el giro a la izquierda y la radicalización de 1929.4
En un sentido más general, el trabajo nos permitirá cuestionar algunos lugares comunes en la historiografía del comunismo sobre las supuestas relaciones mecánicas y verticales entre la Comintern y los partidos comunistas de América Latina, en el sentido de una obediencia ciega a las directrices de Moscú.5 Por medio de un amplio soporte documental de fuentes provenientes del Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política, muchas de ellas inéditas, otras poco conocidas y estudiadas, buscamos matizar o superar determinados aspectos de la historia de los orígenes del comunismo mexicano. Nos alejamos, por ejemplo, de las interpretaciones que califican cualquier tipo de intervención de la Comintern como un acto autoritario, dogmático e impositivo, olvidando que los comunistas pertenecían a un partido único, mundial, con una dirección centralizada. También nos proponemos matizar las explicaciones esquemáticas que dividen a los comunistas mexicanos en dos grupos: los seguidores de la línea oficial y los pragmáticos que adaptaban su lucha al contexto nacional.6 Como veremos en el estudio -y como lo confirman varios trabajos recientes-, la práctica de los comunistas es demasiado compleja para reducir su explicación a una dicotomía. Finalmente, no está de más aclarar que buscamos superar las visiones ideologizadas sobre la historia comunista, que oscilan entre la apología y la condena, tan en boga durante la Guerra Fría, para transitar hacia visiones más críticas y equilibradas.7
Es indudable que la historiografía del comunismo mexicano ha avanzado en los últimos años, sobre todo en la renovación de interpretaciones, análisis y temas, aunque la producción académica sigue siendo relativamente modesta en términos cuantitativos.8 Esta renovación se inició con la posibilidad de consultar los archivos de la Comintern en la década de 1990, pero las dificultades de acceso al archivo en Moscú, las barreras idiomáticas y el contexto político del momento, impidieron que ocurriera una “explosión” de los estudios sobre el comunismo en México.9 Por lo tanto, la producción académica ha sido modesta, aunque constante a lo largo de los años, una tendencia que ni el centenario de la revolución rusa pudo alterar sustancialmente.10
El periodo que nos ocupa, la década de 1920, ha recibido especial atención por diversas razones.11 En primer lugar, se trata del periodo formativo del comunismo en México, una etapa que no puede obviarse si se pretende entender el desarrollo histórico posterior. En estos años el Partido Comunista abandona gradualmente sus orígenes anarquistas y lucha por adaptar su política a las complejas resoluciones que la Comintern aprueba en Moscú, como la táctica del “frente único”, la consigna de la “bolchevización” o el “giro a la izquierda” encarnado en la política de “clase contra clase”. Por otra parte, la problemática edificación del comunismo corre en paralelo a la construcción del Estado posrevolucionario en México. Son los años de los gobiernos de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y el experimento del maximato. Son los años también de la rebelión delahuertista, la Guerra Cristera, el asesinato de Obregón, el levantamiento escobarista y la creación del Partido Nacional Revolucionario, acontecimientos que tuvieron gran impacto en la política comunista, y que en última instancia orillaron al partido a la clandestinidad. Tomando esto en cuenta, la historia del comunismo es una parte de la historia contemporánea de México. Su estudio nos permite conocer la visión que el bloque comunista, no sólo en México, sino a nivel internacional, tenía sobre el rumbo que estaba tomando el proyecto triunfante de la revolución mexicana.
Los especialistas han llamado la atención sobre el protagonismo que varios extranjeros tuvieron en el movimiento comunista mexicano.12 Ésta es una característica bastante común en América Latina, tanto porque el comunismo es un movimiento internacionalista, como por la carencia de cuadros formados en la tradición marxista en cada país. En el caso de México, los más relevantes fueron el estadounidense Charles Phillips y el activista bengalí Manabendra Nath Roy, quienes fundaron el Partido Comunista Mexicano a finales de 1919.13 Otro estadounidense, el periodista Linn A. E. Gale, fundó por la misma época una organización alterna, el Partido Comunista de México, de efímera existencia (1919-1921). El socialista estadounidense Bertram D. Wolfe llegó a México en 1922 y se convirtió en uno de los principales ideólogos del Partido Comunista, hasta 1925. El peruano Leopoldo Urmachea fue miembro del Buró Latinoamericano de la III Internacional, establecido en México en 1919. El anarquista español Sebastián San Vicente perteneció a la Federación Comunista del Proletariado Mexicano, en 1921. El cubano Julio Antonio Mella fue miembro de la Liga Antiimperialista de las Américas, miembro del Comité Central del Partido Comunista de México en 1928, y uno de los editores de su órgano oficial, El Machete, hasta su asesinato a principios de 1929.14
No hay que olvidar, por supuesto, a los “agentes soviéticos” o “de la Comintern” que pasaron por México en los años veinte, empezando por el prominente bolchevique ruso Mijail Gruzenberg, alias “Mijail Borodin”, quien fue clave para la constitución del Partido Comunista Mexicano en 1919. Al año siguiente, la Comintern envió a México al japonés Sen Katayama y al estadounidense Louis C. Fraina con la misión de establecer la Agencia Panamericana de la Internacional Comunista, que funcionó hasta principios de 1922. En 1924, México fue el primer país en establecer relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, lo que motivó la llegada del embajador ruso Stanislav Pestkovski, quien fue criticado por inmiscuirse demasiado en los asuntos del Partido Comunista y fue sustituido en 1926 por Alexandra Kollontai, la primera embajadora soviética de la historia, que aplicó una política de distancia con los comunistas, y se dedicó a establecer las bases de una relación comercial entre México y la URSS. Mijail G. Grollman, quien participó en las discusiones de la comisión mexicana de la Comintern, fue enviado a México en 1925 y en 1929; en su último viaje fue decisivo para el “giro a la izquierda” del Partido Comunista y la aplicación de la política de clase contra clase. 15
Obviamente, esta lista no estaría completa sin el suizo Edgar Woog, alias “Alfred Stirner”, en nuestra opinión el personaje central para entender las relaciones entre el Partido Comunista de México y la Internacional Comunista en la década de 1920. El “Güero”, como los comunistas mexicanos le llamaban cariñosamente, tuvo breves estancias en México, interrumpidas por viajes a Europa entre 1919 y 1922. Tras una larga ausencia, volvería en 1926 y posteriormente en 1928-1929. Sin embargo, como mostraremos a continuación, sus cargos en el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, y sobre todo su pertenencia a la “comisión mexicana”, le permitieron estar en contacto prácticamente de forma ininterrumpida con el Partido Comunista de México, a través de la correspondencia con sus principales líderes, como José Allen, Manuel Díaz Ramírez y Rafael Carrillo Azpeitia. Nuestro trabajo no pretende elaborar un perfil biográfico exhaustivo de Edgar Woog, sino analizar qué papel jugó en las principales coyunturas del movimiento comunista mexicano en los años veinte, orientando la política del partido hacia los postulados de la Internacional Comunista.16
De la juventud igualitaria a la juventud comunista
El Partido Comunista Mexicano se fundó en noviembre de 1919, por un pequeño grupo de militantes radicales, encabezados por el estadounidense Charles Phillips, el indio Manabendra Nath Roy y el mexicano José Allen, quien fue designado secretario general.17 No se conocen testimonios sobre la participación de Stirner en el proceso fundacional del Partido, aunque existe evidencia de su temprana afiliación, precisamente en noviembre de ese año.18 Es probable que fuera reclutado por José Allen, a quien Stirner conoció pocos meses después de su arribo a México. Lo cierto es que desde finales de 1919, Stirner ya realizaba actividades en “organizaciones obreras y comunistas”.19
Desde su constitución, el Partido enfrentó dificultades de todo tipo. En primer lugar, competía con otro partido comunista, fundado por iniciativa del estadounidense Linn A. E. Gale, en septiembre de 1919, y dirigido por Adolfo Santibáñez. Ambos partidos se disputaban el reconocimiento oficial de la Internacional Comunista.20 El partido de Allen, Phillips y Roy sacó ventaja gracias a su contacto con Mijail Borodin, el agente soviético que estaba en México buscando un acuerdo comercial con el gobierno. El enviado de Moscú los orientó en cuestiones del marxismo y el movimiento obrero, y los puso en contacto con dirigentes de la Internacional.21 Borodin incluso promovió la creación del Buró Latinoamericano, del que Allen fue designado secretario general, con el propósito de que México se convirtiera en la base del movimiento comunista para todo el continente.22
Sin embargo, el tutelaje de Borodin no fue suficiente para que la política comunista se ajustara al camino trazado por la Internacional. El Partido Comunista Mexicano declaró desde su fundación el rechazo al parlamentarismo,23 es decir, a la participación electoral, colocándose fuera de la ortodoxia de la Comintern, que consideraba el parlamentarismo como una táctica de agitación revolucionaria. El antiparlamentarismo era producto de la tradición anarquista que imperaba en la mayoría de los militantes del Partido,24 y sería el punto de mayor controversia con la Internacional en sus primeros años de existencia. El propio José Allen diría más tarde que el parlamentarismo era un arma inútil.25
Pero quizá el mayor problema que enfrentaba el Partido Comunista era su falta de penetración en el movimiento obrero mexicano. Con una militancia mínima y escasos contactos con organizaciones sindicales, los comunistas estaban en clara desventaja ante la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), la central de trabajadores más importante del país, de corte oficialista. Su líder, Luis N. Morones, utilizaba a la CROM y a su apéndice político, el Partido Laborista Mexicano (PLM), para organizar a los obreros en torno a la candidatura presidencial de Álvaro Obregón. El Partido Comunista, en cambio, no podía aprovechar la coyuntura electoral para movilizar a las masas debido a su política antiparlamentaria.
Tal vez por estas limitaciones Alfred Stirner realizó su trabajo político de manera independiente, aunque sin perder contacto con los comunistas. Hay que recordar que Stirner provenía de la Juventud Socialista Suiza, y que se afilió a la Internacional Juvenil Comunista antes de viajar a México. Por lo tanto, es lógico que buscara relacionarse con las organizaciones juveniles. No es casualidad que su primer contacto fuera José Allen, quien antes de fungir como secretario general del Partido Comunista Mexicano militaba en los Jóvenes Sindicalistas Rojos, un grupo juvenil anarcosindicalista de la capital.26 Posteriormente, a principios de 1920, Stirner conoció a José C. Valadés, líder de la Juventud Igualitaria, un pequeño grupo de estudiantes y obreros también conocidos como los Igualitarios. Este grupo fue invitado por José Allen para unirse al Partido Comunista, pero Valadés lo rechazó, explicando que si bien tenían simpatías con la revolución rusa, no aceptaban la dictadura del proletariado. Los Igualitarios mantuvieron su independencia y en junio de 1920 publicaron el primer número de su órgano oficial, Juventud Mundial, editado por Rafael Carrillo. Por esas fechas Alfred Stirner se unió a la organización y presentó la iniciativa de crear la Juventud Comunista, aprovechando los vínculos que tenía con dirigentes de la juventud radical en Europa. Valadés aceptó la propuesta de Stirner y así nació, el 22 de agosto de 1920, la Federación de Jóvenes Comunistas de México.27
Stirner mantenía correspondencia con Willi Münzenberg, presidente de la Internacional Juvenil Comunista, y con Alfred Kurella, uno de los fundadores de la organización, ambos activistas políticos alemanes. El prestigio de Stirner aumentó cuando el Comité Ejecutivo de la Internacional Juvenil lo nombró su representante provisional en América Central y del Sur, permitiéndole establecer contacto con los dirigentes del movimiento juvenil comunista en Argentina, Perú, Uruguay y Chile. En México, el Buró Latinoamericano, presidido por Allen, trataba a Stirner como “la persona oficial de confianza” de la Internacional Juvenil, y le había solicitado apoyo para nombrar a un delegado europeo que los representara en el segundo congreso de la Internacional Comunista, pues resultaba imposible enviar a un delegado propio.28
A finales de 1920, el suizo elaboró su primer informe sobre la situación en México. Suponemos que éste pudo estar dirigido a la Internacional Juvenil, o incluso a la Comintern,29 aunque es extraño que Stirner no haga ninguna mención sobre la Federación de Jóvenes Comunistas. En el documento se informa de la caída de Carranza y la llegada al gobierno de Álvaro Obregón, la crisis financiera de mediados de 1920, el fortalecimiento del capital internacional, sobre todo estadounidense, en la agricultura y la actividad petrolera, fenómeno que contribuía al crecimiento del proletariado industrial. Stirner también menciona las huelgas petroleras en Tampico y Veracruz, y el gran número de desempleados en todo el país, cuya cifra llegaba al medio millón e iba en aumento por la caída de los precios de la plata. Para Stirner, el agravamiento de la crisis económica estaba creando una situación propicia para la agitación de las masas en el sentido revolucionario.
Tal vez la perspectiva de Stirner puede resultar un tanto optimista sobre las posibilidades de articular un movimiento de masas, pero era innegable que los comunistas habían ganado protagonismo en el escenario político. Aprovechando la oleada de huelgas y radicalismo sindical de mediados de 1920, los comunistas se aliaron con los anarquistas y sindicalistas para fundar la Federación Comunista del Proletariado Mexicano (FCPM). Dos militantes del movimiento comunista ocuparon cargos en la nueva organización: el ya conocido José Valadés, líder de las juventudes, y el veracruzano Manuel Díaz Ramírez, que comenzaba a destacarse como un hábil dirigente. Posteriormente, la FCPM, aprovechando la celebración de su primer congreso, convocó a todas las corrientes del movimiento obrero radical. En dicha reunión, organizada en febrero de 1921, se constituyó la Confederación General de Trabajadores (CGT), la central obrera que los radicales habían creado para enfrentar a la CROM y disputarle la dirección de las masas trabajadoras. El comunista Manuel Díaz Ramírez fue designado por la CGT como su delegado al Primer Congreso de la Internacional Sindical Roja (ISR).30
Sin embargo, Alfred Stirner no fue testigo de la creación de la CGT, pues se fue del país en febrero de 1921, un poco antes del congreso fundacional.31 Sabemos que había realizado gestiones para obtener la nacionalidad mexicana, pero fueron interrumpidas por el viaje.32 En su paso por México había contribuido a la creación de la Juventud Comunista, ganándose la confianza de la Internacional Juvenil. También conoció y trabajó al lado de quienes serían los principales dirigentes del comunismo mexicano en los próximos años, como José Allen, Rafael Carrillo, José Valadés y Manuel Díaz Ramírez. Se iba a Europa para asistir a dos reuniones que potenciarían su trabajo en el movimiento comunista internacional.
La juventud comunista refunda el partido
Desconocemos el itinerario completo de los ocho meses que Alfred Stirner pasó en Europa durante 1921. Sabemos que en abril se encontraba en Alemania para participar en el Segundo Congreso de la Internacional Juvenil Comunista, pero ante las presiones de la Comintern, que pretendía que la organización quedara bajo su control, el acto se trasladó a Moscú a principios de junio.33 Stirner supo adaptarse a la incorporación del movimiento juvenil a las estructuras de la Internacional, a pesar de sus vínculos con los dirigentes alemanes que buscaban mayor autonomía. Suponemos que, en su condición de delegado de la Federación de Jóvenes Comunistas, Stirner presentó en el congreso el informe que había elaborado sobre la situación mexicana a finales de 1920.34
Después del Segundo Congreso de la IJC, Stirner permaneció en Moscú para participar en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista (junio-julio de 1921),35 aunque no conocemos mayores detalles sobre su trabajo en la reunión. En Moscú, Stirner coincidió con Manuel Díaz Ramírez, quien asistió al congreso de la Comintern como delegado del Partido Comunista Mexicano. Díaz Ramírez tuvo una participación modesta, limitándose a presentar su informe sobre México, sin embargo, su breve entrevista con Lenin catapultó su prestigio en el movimiento comunista mexicano, a pesar de que el líder bolchevique lo cuestionara sobre la política antiparlamentaria que el Partido mantenía y le pidiera que fuera corregida con urgencia.36
Mientras tanto, en México la situación política había cambiado. Poco después de que Stirner se fuera del país, el Partido Comunista reestructuró su Comité Nacional, reconociendo los nuevos liderazgos en un secretariado de tres miembros: Manuel Díaz Ramírez, uno de los fundadores de la CGT; José C. Valadés, líder de las juventudes, y José Allen, el antiguo secretario general, quien comenzaba a perder la confianza de sus camaradas por los rumores de que operaba como espía de la embajada de Estados Unidos.37 No obstante, con la partida de Stirner y Díaz Ramírez a Moscú, y las desavenencias personales entre Allen y Valadés, el trabajo político del Partido se volvió inoperante.
Dos meses más tarde, en abril de 1921, llegó el japonés Sen Katayama, comisionado por la Comintern para crear la Agencia Panamericana y brindar una mejor coordinación al movimiento comunista en México y el continente.38 Los trabajos de la Agencia fueron muy limitados, debido a las malas relaciones de Katayama con los comunistas mexicanos, agravadas por su desconocimiento del español y por la persecución política del gobierno, que inició una cacería de radicales y deportó a varios militantes, orillando a la Agencia a la clandestinidad. La situación mejoró relativamente cuando, a mediados de 1921, el estadounidense Louis Fraina llegó para apoyar el trabajo de Katayama, trayendo algún financiamiento por parte de la Comintern.39
En contraste con las dificultades del Partido y de la Agencia Panamericana, el trabajo de la Juventud Comunista era más fructífero. Ante la ausencia de Stirner, el liderazgo de las juventudes recayó en José Valadés, quien mantuvo correspondencia con el suizo durante los meses que estuvo en Europa, informándole sobre las actividades de la organización que ambos habían fundado. Gracias a dicha relación previa en el movimiento juvenil, Valadés fue el personaje más cercano a Stirner en aquella época. En varias de sus cartas, Valadés le cuenta que se habían formado secciones de la Juventud Comunista en Puebla, Orizaba y Guadalajara, que se sumaron nuevos compañeros a la militancia en la ciudad de México, y que las ventas del periódico Juventud habían sido buenas. “¡Todos confiesan que la Juventud es el grupo más fuerte de la lucha!”. En cambio, el trabajo del Partido Comunista era prácticamente nulo. Valadés se refiere a Manuel Díaz Ramírez como “el Fifi Ramírez”, y le advierte a Stirner que se lo encontrará en Moscú. Sobre José Allen, le cuenta que “ya no viene a ninguna sesión… se cree todopoderoso”, y en otra carta agrega: “todos los compañeros le tienen mucha desconfianza”.40
Es cierto que la visión de Valadés podía estar más o menos sesgada, pero era innegable que las juventudes iban muy por delante del Partido Comunista en cuanto al trabajo político y de organización. Así lo demuestra la invitación que Sen Katayama dirigió a la Federación de Jóvenes Comunistas de México en mayo de 1921. En palabras de Katayama, el Partido Comunista “existe sólo en nombre”, por lo que invitaba a la FJCM, “que se ha convertido en una organización fuerte, tanto en número como en influencia”, a asistir a una convención para organizar con sus miembros el Partido Comunista de México y afiliarlo a la Internacional.41
Stirner regresó a México en noviembre de 1921, incorporándose de inmediato a los trabajos de organización para el congreso del Partido Comunista.42 Para entonces Sen Katayama se había ido de México, dejando a Louis Fraina a cargo de la Agencia Panamericana. El estadounidense puso a Stirner a cargo de los asuntos financieros, tanto de la Agencia como de la organización del congreso. Los informes financieros de Stirner muestran que se ocupaba de los gastos del comité organizador y de los delegados de otros estados, los sueldos del secretario, el bibliotecario y el traductor, así como de los gastos de impresión de volantes, manifiestos y festivales culturales.43
Así, a finales de diciembre de 1921, en la ciudad de México, con la presencia de 21 delegados en representación de 1 000 miembros, se inauguró el primer congreso del Partido Comunista de México, sección de la Internacional Comunista. Alfred Stirner y José Valadés, líderes de la Juventud, veían coronado su trabajo con la refundación del Partido, con base en la militancia de su organización. Manuel Díaz Ramírez fue designado secretario general, capitalizando su experiencia en Moscú durante el congreso de la Comintern, legitimando su liderazgo como el único mexicano que habló con Lenin. En cuanto a Fraina, al menos tenía un resultado concreto que informar sobre los trabajos de la Agencia Panamericana en México.
No obstante, las resoluciones del congreso no fueron totalmente satisfactorias desde el punto de vista de la Internacional. El problema fundamental radicó en la política antiparlamentaria. Fraina informó que si bien los líderes comunistas (Díaz Ramírez y Valadés) habían entendido la conveniencia del parlamentarismo, el Partido mantendría la postura antiparlamentaria de forma provisional, ya que era el sentir de la mayoría de los trabajadores en México, debido a su tradición anarquista.44 Otro punto controversial radicó en la táctica militar. Valadés señaló, basado en el optimismo de grupos anarcosindicalistas, que era el momento de organizar una “nueva revolución”, pero Fraina se opuso y discutió el tema con Díaz Ramírez y Stirner. Se acordó que el Partido debía concentrarse en labores pacíficas de organización y propaganda, y ofrecer a los trabajadores un programa de acción inmediata que les sirviera de guía. A pesar de rechazar la propuesta de Valadés, Fraina informó que el tema de la “nueva revolución” era un peligro real, y pidió a la Internacional que se pronunciara al respecto.45 Esto sugiere que el proyecto de insurrección contaba con más simpatizantes dentro del Partido. Podemos asumir que no era el caso de Stirner, quien en previos informes sobre México sólo había señalado que el crecimiento del proletariado industrial podía conducir a una situación revolucionaria, pero no de manera inmediata.46
Louis Fraina se fue de México a principios de 1922, presentando a la Comintern una visión muy pesimista sobre el desarrollo de un movimiento revolucionario en el país.47 Sobre el Partido Comunista, señaló:
Los mejores y más confiables camaradas son Ramírez, Valadés y Stirner […] Ramírez es el más sólido […] el mejor calificado como líder, sobrio, tiene la confianza de los trabajadores, es un buen orador y organizador […] Valadés aún es joven y temperamental, pero está aprendiendo rápido, mientras que Stirner tiene la mejor comprensión teórica, pero carece de cualidades de liderazgo.48
De militante a clarificador político
La Agencia Panamericana siguió funcionando hasta marzo de 1922. Tras la salida de Fraina, Stirner administró los pocos recursos sobrantes, utilizándolos para la impresión y difusión de la prensa y actividades del Partido Comunista.49 De hecho, cuando Stirner volvió de Moscú a México, la Internacional le asignó una serie de tareas, como la de establecer contacto con los comunistas de Estados Unidos y América Latina, para trazar un plan de lucha común a nivel continental; además, tenía que apoyar a la dirigencia del Partido Comunista de México y de las juventudes, y mantener informada a la Comintern de todas sus actividades. Básicamente, Stirner tenía que lograr los mismos objetivos que se le habían encomendado a la Agencia Panamericana, pero sin ningún apoyo financiero. Así se lo hizo saber a la Internacional, explicando que debía procurar su propio sustento, quedándole poco tiempo y recursos para su misión.50
A pesar de las dificultades, Stirner trató de cumplir con el trabajo encomendado. El punto de partida era combatir la desorientación ideológica de los trabajadores. Para tal propósito, Stirner informó que había traducido El ABC del comunismo, de Bujarin, y que se necesitaban traducir más textos y publicarlos para la educación marxista de las masas.51 Refiriéndose a la Juventud Comunista, Stirner señaló que los obreros la percibían como una mediadora entre obreros y patrones, o incluso como un grupo cultural. Otro problema consistía en que la mayoría de los caudillos, caciques y políticos se declaraban socialistas y simpatizantes de la revolución rusa, de modo que los trabajadores no encontraban diferencias sustanciales con los comunistas. Para agravar la situación, la postura antiparlamentaria resultaba una gran limitante para la movilización de las masas, pero el Partido la mantenía para no perder la confianza de las organizaciones anarquistas.52
A las posturas anarquistas dentro del Partido había que sumar las rencillas personales entre sus dirigentes. Durante 1922, los comunistas se involucraron en las huelgas de inquilinos de Veracruz y la ciudad de México, accediendo a la dirigencia de sus respectivos sindicatos. José Valadés realizó duras críticas a Manuel Díaz Ramírez por imponer el centralismo en la dirección del Sindicato de Inquilinos del Distrito Federal. A mediados del año, la represión de la huelga en la capital reavivó las críticas de Valadés, quien volvió a cuestionar la dirección de Díaz Ramírez. Este episodio ocasionó que el Partido Comunista de México (PCdeM) expulsara de sus filas a Valadés, en julio de 1922, por indisciplina. Un mes más tarde, durante el Congreso de la Juventud Comunista, Valadés y Díaz Ramírez volvieron a enfrentarse, lanzándose acusaciones mutuas por la forma de conducirse en el movimiento comunista. El nuevo secretario general de la Juventud, Rafael Carrillo, inclinó la balanza de liderazgos a favor de Díaz Ramírez, lo que motivó que José Valadés abandonara la organización con varios de sus seguidores.53
Más tarde, la Juventud Comunista haría oficial la expulsión de Valadés. Podemos afirmar que Stirner estuvo de acuerdo. En una carta que le envía “Cuca” García, se entiende que Stirner le ha contado que se vieron “obligados a expulsar a Valadés”.54 Esto significaba la ruptura con el que fuera su primer aliado en el movimiento comunista mexicano. En los meses siguientes, Valadés adoptó abiertamente posturas anarquistas, y se dedicó a criticar al Partido Comunista y la Rusia bolchevique por medio de discursos y artículos.55 Stirner se enteró, por Rafael Carrillo, que sus antiguos camaradas ya percibían a Valadés como un renegado y contrarrevolucionario.56
Stirner había pasado de un moderado entusiasmo inicial por el movimiento comunista mexicano, a un amargo desencanto. A esto contribuyeron no sólo la ruptura con Valadés, sino las debilidades del Partido Comunista, aunque mantuviera buenas relaciones con algunos de sus dirigentes. Stirner comenzó a preparar la salida de México en septiembre de 1922, cuando el Partido lo nombró su delegado al cuarto congreso de la Internacional Comunista, a celebrarse en Moscú a finales de ese año.57 Días antes de su partida, “Cuca” García le escribe: “tienes muchísima razón cuando dices que estás decepcionado de nuestro país”.58 Meses más tarde, cuando Stirner ya se encontraba en Moscú, José Allen le deseaba que su estancia sirviera para indemnizarlo “de los continuos y muchos ratos amargos” que había pasado en México.59 Stirner tardaría casi cuatro años en volver.
El suizo tuvo una participación muy activa en el Cuarto Congreso de la Comintern.60 Además de su papel como delegado del PCdeM,61 fue designado miembro de los trabajos de la Comisión Americana, y al finalizar el congreso resultó electo como integrante del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.62 Así, Stirner pasó a formar parte del órgano rector de la organización comunista más importante a nivel mundial. A finales de 1922, la Comintern lo nombró su representante en Sudamérica. Sin embargo, Stirner no dejó de atender los asuntos mexicanos. En diciembre de ese año, le solicitó presupuesto a la Internacional para la publicación de varios periódicos comunistas en México, y para el funcionamiento de la oficina regional de la ISR.63 Más significativa aún fue la carta que le remitió a Manuel Díaz Ramírez, en la cual Stirner le informaba que la postura antiparlamentaria del PCdeM se había vuelto insostenible frente a la Internacional, por lo que era necesaria su abolición.64 Stirner ya no actuaba como un militante del Partido Comunista de México, se había convertido en un agente de la Comintern, un clarificador ideológico y un rectificador político.
La corrección del frente único
La correspondencia e informes de Stirner, localizados en el archivo de RGASPI, contienen información abundante sobre el trabajo de organización del Partido Comunista de México, las luchas políticas y personales entre sus militantes, así como de sus vínculos con las organizaciones sindicales y campesinas. Los materiales son aún más prolíficos a partir de 1923, precisamente cuando Stirner ocupa ya una posición prominente en el aparato de la Comintern. Sin embargo, elaborar una “breve historia” del PCdeM en sus primeros años excede los límites de este trabajo. Por lo tanto, nos concentraremos en presentar las principales coyunturas del comunismo mexicano en las que la participación de Stirner fue relevante.
Poco después de que Stirner notificara a Díaz Ramírez sobre la necesidad de abandonar el antiparlamentarismo, el PCdeM recibió instrucciones directamente de la Internacional, en una carta que criticaba la “actitud antiparlamentaria” y la inacción política de los comunistas mexicanos, que oscilaban entre el anarquismo y el sindicalismo, incapaces de conquistar la confianza de las masas. Para corregir esa debilidad, la Comintern reconvenía al Partido para eliminar el antiparlamentarismo y aplicar la táctica del frente único, infiltrando núcleos comunistas en los sindicados e industrias.65 Díaz Ramírez le advirtió a Stirner que la adopción del parlamentarismo traería dificultades por la falta de educación de los trabajadores, aunque reconoció que ya era tiempo de que el Partido entrara en la lucha política.66
Finalmente, en abril de 1923, tras un intenso debate el PCdeM aprobó la resolución a favor del parlamentarismo. Para evitar que los comunistas cayeran en el “carrerismo” de la política burguesa, el Partido aprobó la propuesta de nominar solamente a trabajadores (no a políticos profesionales), reducir los ingresos al salario de cualquier obrero, y el total control del Comité Central sobre las acciones de sus parlamentarios.67 Díaz Ramírez informó a Stirner que el parlamentarismo se había aprobado por unanimidad, y aprovechó para contarle sobre “un movimiento nuevo, que tú no conoces”.68 Se refería a la influencia que el Partido estaba ganando en el movimiento campesino, gracias al trabajo de militantes como Úrsulo Galván en Veracruz y Primo Tapia en Michoacán, quienes apuntaban a la creación de una organización campesina a nivel nacional. Este movimiento tendría importantes repercusiones en el trabajo político de los comunistas mexicanos, que al trabajar con los campesinos se colocaban en el camino trazado por la Internacional, pues justamente ese año se fundó en Moscú el Consejo de la Internacional Campesina (Krestintern), para orientar ideológicamente la lucha de los comunistas en el medio rural.69
Ante la adopción del parlamentarismo por parte del PCdeM, la Internacional envió una carta, cuyo borrador fue elaborado por Stirner, en la que calificaba la medida como “un avance decisivo”, pero advertía sobre los peligros de la lucha electoral si ésta no se aplicaba correctamente. La Comintern recordaba que la lucha parlamentaria servía para desenmascarar a la democracia burguesa, no para luchar por reformas, y recomendaba tomar medidas precautorias, como el control de las actividades y los salarios de los representantes comunistas.70 No obstante, como hemos señalado, el Partido se adelantó a tomar dichas medidas de manera autónoma, haciendo una lectura correcta de la política de la Comintern.
El siguiente paso para los comunistas era pronunciarse sobre las próximas elecciones presidenciales, en las cuales Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles se presentaban como los candidatos más serios para suceder a Obregón. El tema produjo una división entre los dirigentes comunistas, pero finalmente el Partido resolvió, en su segundo congreso, respaldar la candidatura de Calles, con la condición de que suscribiera un programa con reivindicaciones obreras y campesinas. Sin embargo, Manuel Díaz Ramírez, quien se inclinaba por Adolfo de la Huerta, no quedó conforme con la decisión, y le comunicó a Stirner de forma reiterada que De la Huerta sería el próximo presidente.71 Al parecer, Stirner llegó a convencerse de las simpatías por De la Huerta, pero Rafael Carrillo se encargó de corregirlo: “tus aseveraciones sobre la presidenciabilidad [sic] de De la Huerta son fallidas, Don Plutarco lo tiene todo en sus manos”.72
Hay evidencia de que Stirner estudió a fondo la situación mexicana durante 1923, no sólo por su correspondencia con los comunistas, sino a través de periódicos, revistas, folletos y boletines que solicitaba que le enviaran desde México.73 Las conclusiones de Stirner sobre la “cuestión presidencial” quedaron plasmadas en la carta que la Comintern envío al PCdeM a mediados de 1923, que en síntesis sostenía lo siguiente: Plutarco Elías Calles era el representante de la pequeña burguesía, la cual, para obtener el poder, necesitaba el apoyo de los obreros y campesinos. Un gran sector de las masas percibía a Calles como su protector frente a los sectores reaccionarios que De la Huerta representaba (la Iglesia y los terratenientes). Por lo tanto, si los comunistas tenían la obligación de luchar junto a las masas, eso significaba apoyar la candidatura de Calles, no de forma entusiasta, sino como un paso necesario hacia el gobierno obrero y campesino. El fracaso del gobierno de Calles, un mal menor frente a la opción reaccionaria que significaba De la Huerta, abriría el paso a los comunistas para radicalizar a las masas.74 Si bien la carta de la Comintern respaldaba la decisión que el PCdeM ya había tomado, en realidad se trataba de un llamado a la disciplina para los militantes que simpatizaban con De la Huerta.
Lógicamente, la decisión de la Comintern no fue bien recibida por Díaz Ramírez, quien continuó informando a Stirner que las simpatías por De la Huerta iban en aumento.75 Algunos autores explican el apoyo de Díaz Ramírez a De la Huerta, debido al financiamiento que este último entregaba, desde la Secretaría de Hacienda, a una organización de ferrocarrileros controlada por los comunistas.76 No obstante, se impuso la resolución de apoyar a Calles, suscrita por militantes como Rosendo Gómez Lorenzo, Rafael Carrillo y el estadounidense Bertram Wolfe, de reciente ingreso al Partido. Se elaboró entonces un programa comunista con demandas obreras y campesinas, que fue suscrito por Calles en septiembre de 1923.77
Cuando Stirner recibió en Moscú el programa presentado a Calles tuvo que intervenir nuevamente para rectificar el trabajo político del PCdeM. El suizo opinó que el documento estaba “elaborado a toda carrera, como lastimosamente se acostumbra a veces hacer las cosas en nuestro partido”, y añadió que no podía comprender que un partido comunista afiliado a la Internacional pudiera elaborar tal cosa. Stirner señaló varias imprecisiones teóricas y conceptuales para las que exigía una explicación. Los comunistas se presentaban como un “partido conjucionista” que apoyaría a Calles “en todo orden y circunstancia”. Su programa político buscaba dotar de medios de trabajo modernos a las masas, pero “sin destruir en nada su espíritu y sus tendencias sociales”, que provenían de “las civilizaciones autóctonas”. Stirner señaló que el PCdeM no comprendía cabalmente lo que era el frente único, pues no se trataba de una alianza temporal contra un enemigo en común, sino que tenía un fin en sí mismo: desacreditar frente a las masas al futuro gobierno de Calles. También les recordó, con base en la teoría marxista, que las condiciones económicas creaban las tendencias sociales de los pueblos, más allá de que pertenecieran a una civilización autóctona.78
La situación se complicó cuando, a finales de 1923, Adolfo de la Huerta se rebeló militarmente contra el gobierno de Obregón y la candidatura de Calles. Ante el peligro eminente de un golpe reaccionario, los comunistas refrendaron su alianza con Calles en el terreno militar. Incluso Díaz Ramírez, que había mostrado entusiasmo por De la Huerta, le notificó a Stirner que el programa inmediato del PCdeM sería organizar militarmente a los campesinos para combatir la rebelión.79
Árbitro en la lucha de facciones
El periodo que va de 1924 a mediados de 1926 está marcado por la lucha de facciones dentro del PCdeM. Como veremos, esta confrontación iba más allá de las rencillas personales y políticas de los dirigentes, pues tenía que ver con la correcta aplicación de la táctica que la Internacional había trazado para los países atrasados industrialmente, como México. Básicamente, las tesis de la Comintern señalaban que los comunistas debían apoyar las demandas pequeño-burguesas de los campesinos, como el reparto de tierras, para formar una gran alianza entre proletarios de la ciudad y del campo. Con dicha alianza, los comunistas lucharían por la constitución de un gobierno obrero y campesino, fase transitoria e indispensable para alcanzar la dictadura del proletariado.80 Por lo tanto, hay que tomar en cuenta el programa de la Internacional para una mejor comprensión del conflicto interno de los comunistas mexicanos.81
Stirner se mantuvo informado de los acontecimientos de México desde principios de 1924. Supo que los comunistas habían ayudado a derrotar la rebelión delahuertista en Veracruz, organizando guerrillas campesinas al mando de Úrsulo Galván y Manuel Almanza. Supo también que el gobernador de Veracruz, Adalberto Tejeda, mostraba simpatías por el agrarismo radical y mantenía una alianza con los comunistas para llevar adelante el reparto agrario. Las perspectivas de la lucha comunista en alianza con los campesinos se mostraron tan favorables, que incluso Díaz Ramírez propuso cambiar la sede del Comité Nacional de la ciudad de México a Veracruz. Stirner estuvo de acuerdo con la propuesta, pues conocía la importancia de los campesinos en la táctica de la Comintern.82
Sin embargo, el conflicto estalló durante la Conferencia Nacional del PCdeM, en abril de 1924. Bertram Wolfe convenció a Rafael Carrillo para oponerse al proyecto de mover el Comité a Veracruz, argumentando sobre los peligros de regionalizar la lucha, y afirmando que el Partido Comunista de Estados Unidos no apoyaría la creación de una oficina panamericana en otro sitio que no fuera la capital del país. Wolfe no sólo tuvo éxito en cancelar el proyecto de los veracruzanos, además, desacreditó el trabajo del secretario general, Manuel Díaz Ramírez, consiguiendo que los militantes lo sustituyeran por Rafael Carrillo y que Wolfe mismo fuera electo como delegado del PCdeM al quinto congreso de la Internacional. Comenzó entonces un fuego cruzado de acusaciones entre Manuel Díaz Ramírez, líder de la facción veracruzana, y Rafael Carrillo, líder de la facción “centralista”, quienes se esforzaban por convencer a Stirner de sus posiciones.83
Es complicado entender el conflicto político, debido a que las acusaciones mutuas de los dirigentes están plagadas de críticas personales. No obstante, consideramos que la diferencia fundamental residía en dos aspectos. En primer lugar, Carrillo y Wolfe proyectaban un modelo de partido centralizado, a diferencia de Díaz Ramírez, Galván y Almanza, quienes llegaron a plantear un modelo “federalista”, dándole gran autonomía a las locales de los estados. Por otra parte, los veracruzanos luchaban por el reparto agrario, apoyados por el gobernador Tejeda, mientras que Wolfe y Carrillo planteaban que la verdadera lucha comunista debía encaminarse a la socialización de la tierra y a su explotación de forma colectiva.84
Fijadas así las posiciones, se entiende por qué Carrillo acusaba a los veracruzanos de “oportunistas”, debido a su cercanía con el gobernador Tejeda y su lucha campesina en el marco legal de la reforma agraria. En contraste, Díaz Ramírez acusaba al Comité Central de “sectarismo”, al no entender la aplicación del frente único, que permitía la alianza temporal con los representantes de la pequeña burguesía, señalando también que Veracruz era la única región donde el Partido tenía contacto con un movimiento de masas, lo cual evidenciaba la ineficacia de su dirigencia.
En principio, Stirner no informó sobre el conflicto a la Internacional, y trató de conciliar las relaciones entre los comunistas mexicanos. A Carrillo le había recomendado “trabajar fuertemente unido con Manuel, Almanza, Galván y los demás”, para que “nuestros enemigos… ¡que no son pocos!, no vean más que un bloque unido”.85 Sin embargo, el conflicto escaló después de la Conferencia Nacional de abril, y se agravó aún más en octubre, con la llegada de Stanislav Pestkovski, primer embajador de la URSS en México, quien se involucró abiertamente en los asuntos del PCdeM.86
De acuerdo a un informe de Stirner, el “camarada Andrei”, como se hacía llamar Pestkovski, influía en las decisiones del Comité Central del PCdeM desde la embajada soviética, donde Carrillo asistía regularmente. Además, Stirner informó que Pestkovski se declaraba trotskista, afirmando que “los campesinos eran un peligro para el partido”. Esto explicaría su animadversión hacia los veracruzanos, en especial a Manuel Díaz Ramírez, a quien el embajador calificó como el “autor intelectual” de la política campesina. Para Stirner, las agresiones de Pestkovski a Díaz Ramírez no eran personales sino ideológicas, se trataba de desviaciones ultraizquierdistas y trotskistas (antiagraristas), en clara contradicción con las resoluciones leninistas que la Comintern había dictado sobre la alianza con los campesinos.87 Para Pestkovski, los campesinos eran un grupo de poca confianza en el movimiento revolucionario, a menos que se sometieran absolutamente a la dirección del Partido Comunista. El obstáculo para dicho sometimiento era Díaz Ramírez.
Rafael Carrillo y Bertram Wolfe, respaldados por Pestkovski, mantuvieron el clima de confrontación. En abril de 1925, durante el Tercer Congreso del PCdeM, acusaron a Díaz Ramírez de oportunismo por la alianza que había mantenido con el gobernador Tejeda. Rafael Carrillo exigió a Galván, quien acababa de ser electo diputado, que realizara una protesta formal contra el gobierno, por el clima de represión hacia obreros y campesinos. Sin embargo, Díaz Ramírez, desde la Local Comunista de Veracruz, se opuso, afirmando que dicha protesta sólo traería más represión. A mediados de 1925, Bertram Wolfe fue expulsado de México, acusado de “extranjero pernicioso”, un hecho que debilitó el liderazgo de Carrillo. La situación se complicó aún más con el asesinato en Veracruz del diputado comunista Francisco J. Moreno. Esta vez, Galván convocó a los agraristas a tomar la tierra por la fuerza, pero el PCdeM, controlado por Carrillo, no aprobó la iniciativa, pues calculaba que no era el momento de radicalizar a las masas, sino de educarlas políticamente. Díaz Ramírez crítico al Comité Central, afirmando que sufría la perniciosa influencia de extranjeros que no conocían la historia del país -en clara alusión al embajador Pestkovski-. Rafael Carrillo contestó expulsando a Díaz Ramírez del Partido, en septiembre de 1925. Los líderes veracruzanos, Galván y Almanza, se solidarizaron con Díaz Ramírez, quien informó a Stirner que el PCdeM corría el peligro de perder el control sobre el único movimiento de masas en el que tenía influencia.88
Por solicitud de Stirner, la Internacional Comunista envió un telegrama al PCdeM, ordenando que se detuviera la lucha de facciones.89 También se ordenó que Carrillo y Díaz Ramírez viajaran a Moscú para resolver el conflicto, pero por falta de recursos sólo el primero pudo asistir. Carrillo reconoció que la expulsión de Díaz Ramírez había sido un error, pues ponía en peligro la alianza con el movimiento campesino en Veracruz. Por su parte, Stirner aceptó que Díaz Ramírez y Galván habían cometido errores oportunistas, pero le explicó a Carrillo que no era razón suficiente para permitir la ruptura con los agraristas. Se acordó liquidar la lucha de facciones y reanudar el trabajo en conjunto. Con dichas instrucciones volvió Carrillo a México, pero se topó con la negativa de Pestkovski, quien insistió en mantener la expulsión de Díaz Ramírez y acusó a Carrillo de dejarse influenciar por Stirner en Moscú. Ante esta situación, Stirner solicitó autorización a la Comintern para resolver personalmente el conflicto.90
Stirner llegó a México en abril de 1926, entrevistándose de inmediato con Pestkovski. El embajador soviético calificó a Díaz Ramírez de elemento corrupto y oportunista, y le advirtió a Stirner que en caso de que fuera rehabilitado en el PCdeM, presentaría su renuncia a Moscú. Stirner se dio cuenta de la influencia que el embajador tenía en el Comité Central, e identificó sus tendencias anarquistas, izquierdistas e incluso trotskistas ya señaladas. Pestkovski afirmó que la embajada tenía derecho a intervenir en las decisiones del PCdeM cuando éstas fueran equivocadas, e insistió en que mientras no existiera un representante oficial de la Comintern, la responsabilidad caería sobre él.91
En esa situación se llegó al Cuarto Congreso del PCdeM, en mayo de 1926. Stirner utilizó toda su autoridad, que provenía directamente de la Internacional Comunista, para neutralizar la influencia de Pestkovski. A pesar de que varios militantes declararon que no les hacía falta el apoyo de los 30 000 campesinos de Veracruz, Stirner impuso la disciplina y reincorporó a Díaz Ramírez al Partido. Esto no evitó que el embajador lo llamara “abogado de políticos sinvergüenzas”. Stirner consiguió que tanto Carrillo como Díaz Ramírez aceptaran su responsabilidad en el conflicto interno, y el congreso declaró terminada la lucha de facciones. Quedaba pendiente, sin embargo, la más importante tarea de la misión de Stirner, que consistía en rectificar la línea política del PCdeM. Siguiendo la consigna de la bolchevización, que urgía a los partidos comunistas a convertirse en organizaciones de masas, Stirner señaló que la principal tarea del Partido consistía en unificar a los trabajadores del campo y la ciudad por medio de la creación de un bloque obrero y campesino, el cual, dotado de un programa radical y bajo la dirección comunista, debía disputarle la dirección de las masas a los reformistas y al gobierno de Calles. El proyecto quedó aprobado en las resoluciones del congreso.92
De esta forma, Stirner actuó una vez más como un rectificador de la línea política del PCdeM. Su liderazgo fue clave para terminar con el conflicto interno y para dotar a los comunistas mexicanos de un programa de acción en sintonía con la política de la Comintern. No se puede sostener que una facción se guiara por las directrices de Moscú y la otra por el pragmatismo para adaptar su lucha al contexto nacional,93 pues el propio Stirner criticó las desviaciones izquierdistas y oportunistas de ambos grupos. En realidad se trató de una “desorientación generalizada” por parte de todos los dirigentes.
Stirner regresó a Moscú después del cuarto congreso, informando a la Internacional que la embajada soviética en México gozaba de una gran influencia en países de Centro y Sudamérica, y que debía aprovecharse su capacidad de propaganda.94 No obstante, Pestkovski fue reemplazado ese mismo año por Alexandra Kollontai, quien orientó su trabajo hacia el establecimiento de buenas relaciones comerciales, manteniendo un trato cordial, pero distante, con el Partido Comunista, una clara señal de que la Comintern no albergaba grandes expectativas revolucionarias en México.
Del “frente único” a la “clase contra clase”
Después de corregir las confusiones teóricas y los conflictos internos del PCdeM, Stirner presionó para iniciar la construcción del frente único. Los comunistas apoyaron la convocatoria a un congreso, en octubre de 1926, en el que se formó la Liga Nacional Campesina (LNC), quedando la facción veracruzana a cargo, con la designación de Úrsulo Galván como su presidente. De esta forma se cumplía el objetivo de unificar al agrarismo autónomo y radical del país, y se contaba con una organización para disputarle las masas campesinas al Partido Nacional Agrarista (PNA), aunque, de acuerdo a la política de frente único, debían establecerse alianzas cuando fuera posible. Stirner gestionó la autorización de esta medida ante la Krestintern y la Comintern, e incluso logró que esta última colaborara con 2 000 rublos para la organización del acto.95
A partir de entonces, Stirner supervisó cuidadosamente las resoluciones políticas de los comunistas mexicanos. El quinto congreso del PCdeM (abril, 1927) refrendó el proyecto de la construcción del frente único y discutió el problema de la sucesión presidencial, en el que se presentaban las candidaturas de Obregón (para una reelección no consecutiva) y de los generales Arnulfo Gómez y Francisco Serrano. Unos meses después, en la reunión del pleno del PCdeM (julio, 1927), se tomó la decisión de apoyar a Obregón, manteniendo la alianza con la burguesía y la pequeña burguesía, contra los intereses conservadores que representaban Gómez y Serrano. Además, se debían apoyar las reivindicaciones inmediatas de los campesinos, por medio de la LNC, y continuar la construcción del frente único y el bloque obrero y campesino. Después del pleno, la Internacional Comunista recibió una carta oficial en la que se decía: “El Comité Central del PC de México reconoce y respalda como correcta la política presentada por el camarada Stirner en el cuarto y quinto Congreso del Partido y en la última sesión plenaria”.96
Por su parte, la LNC, en su Conferencia Nacional de julio de 1927, había llegado a las mismas conclusiones: un programa agrario basado en las demandas inmediatas de los campesinos y el respaldo a la candidatura de Obregón. Sin embargo, en la práctica la LNC se quejaba de que los comunistas realizaran sobre todo una labor “teorizante” y que desconocieran las problemáticas reales del campesinado, lo que los llevaba a plantear consignas poco atinadas, cuya aplicación sería desastrosa.97 Por su parte, el PCdeM acusaba a la Liga de aplicar una política agraria demasiado amplia, muchas veces alejada de los postulados comunistas. Stirner percibió el peligro de una nueva confrontación, e hizo un llamado a la unidad. Los dirigentes del PCdeM y de la LNC comenzaron negociaciones con el PNA para establecer una alianza de frente único; no obstante, el trabajo fue interrumpido cuando, en octubre de 1927, los generales Gómez y Serrano se pronunciaron militarmente contra el gobierno de Calles y la candidatura de Obregón.
Tanto la Liga como el Partido se apresuraron a combatir la rebelión, organizando militarmente a los campesinos. Desde Moscú, a instancias de Stirner, la Comintern envío una carta avalando el proceder de los comunistas, al apoyar al gobierno de Calles contra la reacción. De acuerdo a la Comintern, la rebelión debía aprovecharse en dos direcciones: para exponer la naturaleza antiproletaria y antirevolucionaria del gobierno, y para fortalecer las organizaciones revolucionarias de los obreros y campesinos, luchando por el armamento de los agraristas y por la incautación de tierras.98 De esta forma, la rebelión de Gómez y Serrano fortaleció el trabajo entre la LNC y el PCdeM, haciendo a un lado sus diferencias programáticas. Tras la derrota de los rebeldes, ambas organizaciones reanudaron su proyecto de construcción del frente único.
Toda la actividad de los comunistas mexicanos en 1927 quedó reseñada en un amplio informe que Stirner entregó a la Comintern en diciembre de ese año. El suizo no sólo presentó las resoluciones del PCdeM en sus reuniones de abril y julio, también informó a Moscú sobre la situación política del país, el estado de su población, la agricultura, el capital industrial, la producción petrolera, la minería, los textiles, los transportes, la situación financiera, la deuda pública, la organización militar, la situación sindical, etc. En dicho informe se muestra que Stirner no era ningún improvisado a la hora de tomar decisiones sobre la política comunista en México, y que su liderazgo no puede interpretarse como una imposición de Moscú de alguien que desconocía la situación nacional.99
A principios de 1928, el Comité Ejecutivo de la Comintern felicitó al PCdeM por sus avances en materia de organización política, reconociendo, por lo tanto, el trabajo de Stirner. La Comintern señaló que el apoyo al gobierno de Calles y a la candidatura de Obregón no debía ser incondicional, y recordó a los comunistas su deber de trabajar por la acción de las masas obreras y campesinas. Además, afirmó que el bloque obrero y campesino era una alianza de frente único con dirección comunista, y advirtió sobre el peligro de convertirlo en un “partido de obreros y campesinos” que terminara desplazando al Partido Comunista. Finalmente, la Comintern exigió que existiera mayor comunicación entre la LNC y el PCdeM, para asegurar que los lineamientos comunistas se aplicaran a todos sus miembros.100
Si bien las diferencias políticas no se superaron, tampoco llevaron a la ruptura. Tanto la LNC como el PCdeM continuaron su trabajo como aliados distantes. En mayo de 1928, los comunistas rompieron abiertamente con la candidatura de Obregón, explicando que la alianza contra la reacción se había terminado y que el obregonismo no era más que una facción del laborismo reformista. Sin embargo, todo el escenario político cambio cuando Obregón, unas semanas después de ganar las elecciones, fue asesinado en la capital del país.101 Después de evaluar la situación, el PCdeM declaró que el asesinato de Obregón había debilitado al bloque burgués y pequeñoburgués, abriendo la puerta a los comunistas para tomar la dirección de las masas obreras y campesinas. En la evaluación del Partido, se avecinaba una lucha armada por la dirección del Estado, situación que podría generar una situación revolucionaria para la que había que preparar a las masas.102
El asesinato de Obregón coincidió con la inauguración del Sexto Congreso de la Internacional Comunista, en julio de 1928. Este congreso marcó un cambio de la política comunista a nivel mundial, con el abandono de la táctica del frente único, debido a los pobres resultados que había arrojado en la mayoría de los países. La Comintern aprobó la nueva consigna de “clase contra clase”, es decir, la ruptura total con los líderes reformistas y socialdemócratas, y la alianza únicamente con las masas trabajadoras.103 Sin embargo, aunque Alfred Stirner y Manuel Díaz Ramírez participaron en el sexto congreso como delegados del PCdeM, siendo testigos del cambio de línea, la aplicación de la “clase contra clase” no fue inmediata en el movimiento comunista mexicano.
En efecto, en su pleno de agosto de 1928, el PCdeM declaró la ruptura con el gobierno de la pequeña burguesía, y proclamó la independencia de su lucha por un gobierno obrero y campesino. Esto no significó la aplicación de la “clase contra clase”, pues los comunistas seguían estableciendo alianzas de frente único con líderes reformistas y laboristas. Se trataba de “rectificar” el frente único, rompiendo con el gobierno de la pequeña burguesía, al que los comunistas habían apoyado en diversas coyunturas a lo largo de la década. Esta consigna se volvió problemática cuando Adalberto Tejeda volvió a la gubernatura de Veracruz a finales de 1928. La facción veracruzana, y en particular Galván, que controlaba la LNC, renovó la alianza política con Tejeda, actuando en contra de la consigna aprobada por los comunistas. Esto provocó que se agravaran los conflictos entre la dirección del PCdeM y la facción veracruzana, al grado que los comunistas solicitaron a la Comintern que Stirner regresara a México para arreglar la situación.104
El suizo llegó al país a finales de 1928 o principios de 1929. En su informe a la Comintern, Stirner advirtió que una nueva guerra civil era inevitable, pues el asesinato de Obregón había debilitado al gobierno burgués y pequeñoburgués, situación que sería aprovechada por la reacción para intentar un nuevo golpe de Estado. Ante dicha perspectiva, en opinión de Stirner, la principal tarea del PCdeM consistía en preparar a las masas para la próxima contienda, pero con banderas propias, es decir, bajo la consigna del gobierno obrero y campesino. No obstante, Stirner también informó que el representante de la ISR en México, el italiano “Orestes” (Ennio Gnudi), atacó su posición, declarando que la guerra civil no era inevitable, y que se debía tomar una actitud pacífica y democrática en las siguientes elecciones. Orestes había ganado influencia entre los comunistas mexicanos, y atacaba a Stirner calificándolo como “un chico joven e inexperto”, que sólo había impulsado una “política oportunista en México”. Stirner solicitó a la Comintern que enviaran un representante oficial para atender correctamente la gravedad de la situación política.105
Mientras tanto los comunistas fundaron, en enero de 1929, la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), como una alternativa radical a la CROM. Ese mismo mes, formalizaron el Bloque Obrero y Campesino (BOC), en el que llevaban trabajando más de un año, y designaron al general agrarista Pedro Rodríguez Triana como candidato del Bloque a la presidencia. Sin embargo, Stirner llamó la atención sobre el hecho de que la contienda no se definiría con los votos, sino con las armas, e influyó para que el PCdeM anunciara que se estaba preparando para una guerra civil.106
Los acontecimientos posteriores demostraron que los cálculos de Stirner eran correctos. En marzo de 1929, el general José Gonzalo Escobar se rebeló contra el gobierno provisional de Portes Gil y el proyecto de unidad nacional que abanderaba Calles con la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR). El PCdeM calificó a la rebelión escobarista como reaccionaria, y convocó a los obreros y campesinos a combatirla (no para defender al gobierno, sino para luchar por sus demandas). En cambio, Galván y los comunistas de la LNC en Veracruz adoptaron una postura de mayor colaboración con el gobierno, debido a sus vínculos con el gobernador Tejeda.107
Para marcar la independencia de su lucha, los comunistas convocaron a tomar la tierra por la fuerza, aprovechando que el gobierno estaba ocupado combatiendo la rebelión. Esta consigna no fue obedecida por Galván en Veracruz. En cambio, José Guadalupe Rodríguez, comunista y miembro de la LNC, confiscó tierras y ganado en Durango, ocasionando que el gobierno lo apresara y fusilara sin previo juicio. Galván aprovechó para culpar a los comunistas por el asesinato de Rodríguez, debido a la “falta de seriedad” y a los “arrebatos insidiosos” de su política radical. En respuesta, el PCdeM expulsó a Galván de sus filas, acusándolo de oportunista y de colaborador con el gobierno de la pequeña burguesía.108
Stirner no pudo evitar la ruptura de los comunistas con el movimiento campesino, que era la base de la táctica leninista para los países atrasados industrialmente. Para complicar la situación, tras la derrota del escobarismo el gobierno desató la persecución contra los comunistas, reprimiendo la marcha del 1o de mayo, clausurando las oficinas de El Machete, su órgano oficial, y las oficinas del Comité Central del PCdeM. De esta forma, en junio de 1929, el Partido se encontraba en las puertas de la clandestinidad.109
En el verano de 1929 llegó a México Mijail G. Grollman, alias “Pedro”, el representante oficial que Stirner había solicitado a la Comintern. Ambos se dieron a la tarea de organizar el pleno de julio de 1929, en el que se concretó el llamado “giro a la izquierda” del PCdeM. En esta reunión se abandonó definitivamente la táctica del frente único y se adoptó la política de “clase contra clase” que la Comintern había aprobado un año antes. No se puede determinar hasta qué punto las resoluciones del pleno de julio son autoría de Grollman o de Stirner, pero consideramos que ambos estuvieron de acuerdo en lo fundamental. El mayor error del PCdeM había sido no valorar la gravedad de la situación política desde el asesinato de Obregón. En lugar de preparar a las masas para luchar como una tercera fuerza en la guerra civil que se avecinaba, el Partido se concentró en organizar la campaña electoral. Dicho error sólo fue corregido con la llegada de Stirner, pero fue demasiado tarde. Otro error consistió en darle demasiada influencia a Galván y a la LNC, que se convirtió en una organización de ejidatarios acomodados, no de campesinos pobres y sin tierra, que eran el verdadero sector revolucionario del campesinado. No aplicar correctamente los postulados leninistas había llevado al PCdeM a desviaciones oportunistas. Finalmente, el pleno declaró la lucha contra los elementos oportunistas y contrarrevolucionarios: Galván y sus seguidores fueron expulsados, lo mismo que otros militantes como Diego Rivera y Luis G. Monzón. También se calificó de “enemigos” a revolucionarios “izquierdistas” como Marte R. Gómez, Luis N. Morones, Ramón P. Denegri o Adalberto Tejeda.110
Stirner se fue de México a finales de julio de 1929.111 En los próximos años su influencia en el movimiento comunista mexicano se iría eclipsando. Si bien fue capaz de corregir la línea política del PCdeM en varias coyunturas, y ajustarla a los postulados de la Internacional, en la práctica los comunistas mexicanos adolecían de muchas carencias, tanto teóricas como organizativas, sin olvidar los orígenes anarquistas de la mayoría de sus dirigentes. La crisis de 1929, es decir, la ruptura con los agraristas, la persecución gubernamental y los efectos del giro a la izquierda del pleno de julio, condujeron al PCdeM al aislamiento político y a la pérdida de contacto con las masas (los comunistas apenas obtuvieron 20 000 votos en las elecciones presidenciales). En la propia valoración de Stirner, había que agregar un factor importante: por razones de política exterior, la Internacional Comunista no estaba interesada en la revolución en México.112
Consideraciones finales
En este trabajo hemos mostrado que Edgar Woog fungió como el principal orientador ideológico de los comunistas mexicanos durante la década de 1920. El joven suizo comenzó su militancia en las organizaciones juveniles y ascendió rápidamente hasta convertirse en “Alfred Stirner”, agente de la Internacional Comunista. Su buena formación teórica le permitió ganarse el respeto de los principales líderes del comunismo mexicano y posicionarse como el enlace directo con Moscú. Stirner tuvo que trabajar con un Partido Comunista con muchas carencias y debilidades. Los orígenes anarquistas del PCdeM, lo escaso de su militancia, la confusión ideológica de sus líderes, la falta de una tradición marxista sólida en México, la poca educación política de los trabajadores, se convirtieron en grandes obstáculos para la aplicación de las políticas dictadas por la Internacional, como la táctica del frente único, la consigna del gobierno obrero y campesino, la bolchevización y la política de clase contra clase.
No obstante, Stirner logró en varias ocasiones que el PCdeM ajustara su política a los lineamientos de la Internacional, ya fuera con llamados al orden y la disciplina desde Moscú, o transladándose a México para rectificar personalmente el trabajo. En dicha tarea tuvo que enfrentar batallas contra otros ideólogos como Bertram Wolfe o Stanislav Pestkovski, logrando imponer su autoridad como representante de la Internacional Comunista. También fue exitoso en resolver la lucha de liderazgos entre Manuel Díaz Ramírez y Rafael Carrillo, que amenazaba con liquidar el funcionamiento del PCdeM. En su papel de clarificador ideológico encontramos su mayor virtud, pero también su principal limitación. Que las resoluciones del PCdeM estuvieran en armonía con la Internacional Comunista no garantizaba que se practicaran de forma correcta. Stirner no era un agitador político ni un movilizador de masas, al estilo de Manuel Díaz Ramírez o de Úrsulo Galván. Sus talentos políticos eran útiles en congresos y sesiones plenarias, pero no en el taller, la fábrica o el ejido. Por esta razón, la práctica política de los comunistas mexicanos cayó constantemente en desviaciones izquierdistas y oportunistas.
Hay que tomar en cuenta, además, que la propia Internacional fue perdiendo interés en el movimiento comunista mexicano. Para Stirner, la Comintern había cometido una gran contradicción respecto a México, pues mientras se quejaba de la excesiva dependencia campesina del PCdeM y criticaba sus desviaciones oportunistas al aceptar el apoyo económico del gobernador Tejeda, la Comintern hacía muy poco por financiar el proyecto de agitación de las masas. Esta falta de apoyo obligaba a los comunistas a seguir aceptando el financiamiento que Galván gestionaba en Veracruz, ya fuera para el PCdeM o para la LNC. Stirner tenía razón cuando sostenía que la Internacional Comunista no albergaba ninguna expectativa revolucionaria en el país. Un claro ejemplo fue que, tras los primeros intentos de convertir a México en el epicentro de la lucha comunista en el continente, con la creación del Buró Latinoamericano (1919) y de la Agencia Panamericana (1920), la Comintern decidió trasladar su proyecto a Buenos Aires, donde instaló el Secretariado Sudamericano en 1925. La Internacional fue dándose cuenta de que el PCdeM no estaba en condiciones de disputarle la dirección de las masas a un proyecto legitimado por la revolución mexicana.
Por último, hay que señalar que nuestro análisis contradice la opinión de que la Internacional Comunista imponía sus políticas de forma mecánica y autoritaria. Si esta visión fuera correcta, no hubiera sido necesaria la constante intervención de Stirner para corregir el trabajo de los comunistas mexicanos. Se trataba más bien del escenario opuesto: la Comintern batallaba por lograr que sus políticas se cumplieron con eficacia. Tampoco hay evidencia de que existiera un grupo obediente de las directrices de Moscú y otro que se guiara por el pragmatismo, ajustando la política comunista a las condiciones de México.113 Como hemos mostrado, la confusión ideológica de los comunistas mexicanos era generalizada, y no hubo ningún líder que estuviera exento de desviaciones izquierdistas y oportunistas.
El personaje de Edgar Woog aún tiene mucho que aportar a la comprensión histórica del comunismo latinoamericano. Hace falta estudiar su participación en el movimiento comunista de otros países, como Chile, Argentina, Perú y España.114 En el caso de México, su papel en el debate de la cuestión sindical de la década de 1920 es una de las tareas pendientes de la investigación futura.