Joaquín García Icazbalceta (1825-1894) siguió a su mentor Lucas Alamán (1792-1853) al reconocer al siglo XVI como el más importante de nuestra historia, el siglo fundador, cuando México se hizo lo que es, católico y mestizo, y consideró a los frailes, particularmente a los franciscanos, como los verdaderos héroes de la historia mexicana. Con el fin de estudiar este proceso, más allá de los escasos libros antiguos y modernos que Alamán pudo consultar para sus Disertaciones sobre la historia de la República Mejicana (1843-1849), era necesario documentarlo y García Icazbalceta invirtió sus ganancias empresariales para formar a lo largo de su vida una gran colección de documentos y libros antiguos, que estudió, editó y aprovechó en magníficas publicaciones. El historiador francés Robert Ricard (1900-1984) retomó la documentación publicada y roturada por García Icazbalceta, a la que se agregó la publicada por el padre jesuita Mariano Cuevas (1879-1949), para formular su completa síntesis sobre La conquista espiritual de México, de 1933, que abarca el primer medio siglo, entre la llegada de los franciscanos, en 1523-1524, y la creación del tribunal de la Inquisición y la llegada de los jesuitas, en 1571-1572.
La siguiente fuente importante que comenzó a ser aprovechada acerca de la “conquista espiritual” de México fue la arquitectura misma, el conjunto impresionante de construcciones religiosas en los pueblos de indios -conjuntos conventuales (iglesia, convento, capilla abierta, atrio y capillas posas) en las cabeceras y capillas en los pueblos sujeto- que estudió el estadounidense George Kubler (1912-1996), de la Universidad de Yale, desde un punto de vista histórico, atento a sus condiciones de producción, pues, dirigidas por los frailes, las construcciones estuvieron en manos de los indios. A Kubler le llamó la atención la magnitud misma de las construcciones religiosas, mayor que las edificadas por los mexicas a lo largo de su historia, como si esta necesidad de construir, pirámides o iglesias, proviniera de la misma necesidad elemental y se hubiese visto exacerbada tras la conquista. Kubler necesitaba conocer a los realizadores de obra tan notable. Lo primero fue establecer la cantidad de esta población y realizó un estudio, basado en los censos ordenados por las autoridades españolas, que le permitió establecer que a lo largo del siglo XVI la población indígena novohispana sufrió una catástrofe demográfica muy grave. Kubler dio a conocer sus resultados en 1942, en un artículo publicado en la Hispanic American Historical Review (HAHR), en el que se anticipó a los cálculos que realizarían a partir de 1949 los historiadores de la Escuela de Berkeley. Kubler publicó su gran libro en 1948, Mexican Architecture of the Sixteenth Century, editado por la Universidad de Yale, en el que formuló la pregunta acerca de las condiciones que hicieron posible y necesario que precisamente cuando la población indígena bajaba de manera tan catastrófica, se realizara tal cantidad de construcciones religiosas cristianas, en aumento hasta la década de 1570. Según Kubler estas construcciones fueron posibles gracias a la alianza política, religiosa y cultural que se estableció entre los frailes franciscanos, dominicos y agustinos, y las autoridades de los pueblos de indios. Mencionó también que debieron influir las relaciones competitivas entre los pueblos, que buscaban afirmarse con imponentes iglesias y conjuntos conventuales. Kubler hizo algunas indicaciones relativas a que los frailes aprovecharon la organización laboral de los pueblos, con su sentido de lo ceremonial, que iban a trabajar cantando (quién sabe qué cantares). Lo importante es que Kubler dejó abierta una pregunta acerca de las condiciones concretas que hicieron posible y necesario este florecimiento arquitectónico.
Tras la documentación eclesiástica y las construcciones religiosas, una fuente importante para entender la cristianización de México llegó en los años setenta del siglo XX con las investigaciones encabezadas en México por Miguel León Portilla (1926-2019) y en Estados Unidos por James Lockhart (1933-2014), que introdujeron el estudio de los documentos en náhuatl y otras lenguas indígenas y el punto de vista de los indios. El campo de investigaciones multidisciplinarias que se abrió es muy amplio, pues abarca: vocabularios, gramáticas, doctrinas, historias, anales, cantares, cartas, censos y registros, testamentos y registros notariales de los pueblos, a los que se agregan los códices pictográficos y el arte indocristiano. Sabemos ahora mucho más sobre la colaboración de los indios con los frailes y sobre la vida cristiana que se estableció en los pueblos, con sus cabildos y autoridades civiles y religiosas propias. Y entendemos que la lógica de los antiguos altépetl, llamados pueblos de indios por los españoles, siguió prevaleciendo en la conquista, la evangelización y hasta el siglo XIX.
Pero permaneció sin responder la pregunta de Kubler de 1948 acerca de por qué una población que sufrió a lo largo del siglo XVI una catástrofe demográfica tan grave, experimentó la necesidad de realizar un esfuerzo constructivo tan grande. Esta es la pregunta que el historiador Ryan Dominic Crewe se propuso responder en su libro The Mexican Mission. Indigenous Reconstruction and Mendicant Enterprise in New Spain, 1521-1600, publicado en 2019 por la Universidad de Cambridge, originalmente escrito como tesis de doctorado, bajo la dirección del historiador Stuart B. Schwartz, en la Universidad de Yale, alma mater de Kubler. El libro de Crewe empieza enunciando el contraste entre la cantidad de construcciones religiosas y la catástrofe demográfica en el siglo XVI, y curiosamente no menciona a Kubler como el autor que formuló el problema que busca resolver el libro. Sí lo cita, dos páginas adelante, a pie de página, como gran obra general e informativa, a la que refutará en temas puntuales.
Tal vez haya algo de una actitud de revisionismo parricida, pues de manera semejante trata a James Lockhart, el otro maestro, a quien cita y aprovecha a lo largo del libro, en su aproximación a la lógica de los pueblos de indios, pero la primera vez que lo cita es para criticarlo respecto a en qué sentido no es cierto su concepto de double mistaken identity, porque la conexión entre los frailes y los pueblos de indios no fue producto de una visión mutua equivocada, sino por el contrario, de un cuidadoso conocimiento mutuo que hizo posibles las negociaciones que llevaron a las alianzas entre ambos en cada caso.
De cualquier manera, lo importante es que Crewe retomó en Yale la pregunta de Kubler y que encontró los medios para contestarla gracias a que supo aprovechar un importante cuerpo de documentos en español que habían sido desatendidos para el estudio de la evangelización. En primer lugar, leyó cuidadosamente las citadas ediciones de documentos franciscanos de García Icazbalceta y otros. Pero dio un paso más al incorporar de manera amplia y sistemática una fuente particularmente valiosa, que son los mandamientos virreinales, que se encuentran en los ramos Mercedes, General de Parte, Indios, y también Indiferente Virreinal (ramo recién comenzado a explotar) del Archivo General de la Nación de México, en los que el virrey expone y resuelve brevemente diversos problemas que le presentan a diario indios y españoles, civiles y eclesiásticos. Esos y otros documentos le permitieron a Crewe seguir paso a paso los procesos, problemas, conflictos, motivaciones que llevaron a la fundación de 277 doctrinas en los pueblos de indios de la Nueva España, con sus construcciones eclesiásticas, y que lo llevaron a una respuesta más política que religiosa a la cuestión de la rapidez de la cristianización de México.
Agrego que Crewe aprovechó la vigorosa historiografía mexicanista anglosajona y mexicana, atenta a la “visión de los vencidos” y la recién descubierta “agencia” de los indios, aprovechando documentos en lenguas indígenas (Las bibliotecas públicas mexicanas podrían beneficiarse de la bibliografía de su libro para actualizarse sobre el siglo XVI mexicano.) Pero la aproximación de Crewe es amplia porque toma en cuenta tanto las motivaciones de los indios de los pueblos, como las de los frailes, que establecieron alianzas concretas en cada pueblo, porque si bien a los frailes les interesaba la “conquista espiritual”, cristianizar y extirpar la idolatría, la poligamia y los sacrificios, a las autoridades de los pueblos les interesaba seguir siendo reconocidas como autoridades, que los pueblos conservaran las condiciones mínimas de supervivencia frente al asedio de los españoles abusivos (encomenderos, esclavistas, acaparadores de tierras), y a las epidemias y la despoblación, hecatombe equivalente a tres o cuatro “pestes negras” sucesivas, advierte Crewe. Se aliaron con “los menos nocivos de los españoles”, que de alguna manera los defendían, en un ambiente de catástrofe terrible y progresiva que duró más de un siglo.1
Al mismo tiempo, encontró Crewe, el establecimiento de una parroquia que implicaba generalmente el reconocimiento de la categoría de cabecera. Y la construcción de una gran iglesia y conjunto conventual ratificaba la posición de poder del antiguo señorío transformado en cabecera por encima de sus pueblos sujetos. Adelantado el siglo, y la gravedad de la catástrofe, en un país cada vez más vacío, la construcción de capillas más modestas podía reforzar la voluntad de un pueblo sujeto de independizarse de su cabecera, aprovechando a menudo las rivalidades entre las órdenes franciscana, dominica y agustina.
Es notable la aproximación que logró Crewe de la lógica de la actuación de los pueblos de indios, sin recurrir directamente a documentos en lenguas indígenas, pues los que utiliza están en su mayor parte escritos en español, y se advierte que él mismo no conoce mucho la lengua náhuatl.2 Pero los documentos que estudia registran negociaciones y acomodos políticos, económicos y religiosos entre los indios, los frailes y la corona, aspectos poco presentes en los documentos en náhuatl de los pueblos estudiados por Lockhart, que más bien enfatizan los aspectos cotidianos de la vida de los pueblos y no tanto su vida política, orientada hacia el exterior.
La riqueza de la documentación aprovechada por Crewe le permite seguir el proceso de la cristianización y de la relación de los frailes con los indios de manera cronológica (desde los antecedentes religiosos y constructivos mesoamericanos e ibéricos, hasta la hecatombe de fines del siglo XVI), lo cual hace posible captar la historia en sus aspectos políticos, pero también económicos, según se fue dando en las 277 doctrinas que registra. Como dijo Lesley B. Simpson, México es muchos Méxicos, y la conquista espiritual es muchas conquistas espirituales, que Crewe pudo seguir con una riqueza insospechada. En este sentido puede decirse que su historia de la evangelización logra dar un paso documental más allá de lo sucesivamente adelantado por García Icazbalceta, Ricard, Kubler, León Portilla y Lockhart.
Lo hace en un libro concentrado y bien escrito, audaz en la formulación de ideas y de visiones polémicas, como cuando se burla de los historiadores que dan una visión sólo religiosa y espiritual de la cristianización y del afán constructivo, cuando para los pueblos de indios estaba en juego su existencia misma, en medio de las plagas que azotaron a México. Se hicieron cristianos y construyeron grandes templos para sobrevivir a la catástrofe, para cambiarlo todo con tal de que nada cambiara, o no cambiara tanto. Una resistencia de la sobrevivencia. Y sin embargo, la estructura mental del cristianismo debió hacer su camino en las generaciones de indios novohispanos a lo largo del siglo XVI.
El tratamiento del libro de Crewe es cronológico y también sistemático, lo cual se puede apreciar en los capítulos de sus tres partes: I. Conversión: religión y conquista en Mesoamérica y el Atlántico ibérico; la política de la conversión después de la conquista. II. Construcción: la infraestructura nativa de la empresa misionera; la economía colonial del paraíso mendicante; la construcción de monasterios y la política de la reconstitución de la comunidad. III. Una construcción derruida: guerras nativas y españoles sobre la empresa misionera; hecatombe. Y el Epílogo trata de los ecos de las misiones mexicanas.
Es relevante, entre muchos otros asuntos, la reformulación de la cronología de las construcciones de doctrinas que realizó Crewe, basado en su amplia documentación, que difiere de la cronología que había hecho Kubler en su gran libro de 1948, según el cual las construcciones religiosas siguieron en aumento hasta la década de 1570, cuando la detuvo la epidemia de 1576-1581, mientras que Crewe encontró que las construcciones llegaron a su punto más alto en la década de 1550, como efecto de la epidemia de 1545-1548, que fue, de manera paradójica, el catalizador de la acelerada construcción monástica en esos años, antes de que la epidemia de 1576-1581, y las que siguieron a fines de siglo, le dieran el golpe final al esfuerzo constructivo.
El importante libro de Crewe es una apretada síntesis de abundante y valiosa información que nos permite aproximarnos de manera cada vez más realista a este dramático y complejo proceso que fue la “conquista espiritual” de México.