En memoria de Luis Fernando Granados, historiador fértil y pérdida irreparable.
En el cruce de Paseo de la Reforma y Avenida Juárez de la Ciudad de México, donde alguna vez estuvo situada la estatua ecuestre de Carlos IV, que en su mejor momento presidió la Plaza Mayor, hoy se levanta una enorme escultura del artista Manuel Felguérez, que llamó “Puerta 1808”.1 Se trata de una plataforma circular de acero, sobre la cual se levantan dos cuerpos también de acero: una columna inclinada, coronada por una lámina tensionada en sus dos extremos por cables de acero que conectan a una herradura, que a su vez se asocia a una barra perpendicular que une firmemente otro cuerpo semicircular erguido. El geometrismo monumental de Felguérez nos recuerda que la firmeza de los cuerpos depende de la tensión entre los cables que los une, en un equilibrio precario que amenaza con derrumbarse. Una alusión al año 1808 que se conecta con el libro de John Tutino, Mexico City, 1808. Power, Sovereignty, and Silver in an Age of War and Revolution.2
Tutino nos ha entregado un nuevo ensayo que integra una ecuación compleja, a saber: la economía de la plata (la plataforma), el poder de la élite novohispana (la columna vertical) y la soberanía (la columna torsionada) en los imaginarios de gobernantes y grupos populares (el travesaño que las une), en una época de incertidumbre. Su interés se centra en entender y explicar el derrumbe del “capitalismo de la plata”, el quiebre del dominio español en América y el profundo rasgado del entramado del poder colonial.
El texto se explica en su trilogía de Making a New World (2011),3The Mexican Heartland (2018)4 y este texto que quizá integra sus preocupaciones por la historia social, económica y más recientemente política. Al unir tres tensores de la historicidad del colonialismo, el autor nos da una nueva interpretación de la transición fallida del “capitalismo de la plata” al “capitalismo industrial”, a la vez que ensaya un giro en la interpretación sobre el “colapso” de México en el siglo XIX.
En el retablo de la economía y sociedad de la época, Tutino ha decidido elegir un escenario que fuera el pivote de la economía política del virreinato: la ciudad de México. Se trata, también, de una observación sobre los actores políticos que influyeron en la sensibilidad de un momento marcado por la crisis de soberanía del monarca español. La escala de observación va de los barrios y contornos rurales de la capital, a los salones de la conspiración y las juntas de notables que debatieron las alternativas al gobierno virreinal.
Lo interesante de la mirada de Tutino, en un terreno muy trillado por la historiografía política y social, es que con su bisturí analítico enfatiza la ruptura de un modelo de riqueza e integración global que había inscrito a la Nueva España en la dinámica del capitalismo de la época, con un dinamismo endógeno que la convirtió en la economía hispanoamericana más próspera, pero catastróficamente desigual. Además, su observación se centra en el verano de 1808, cuando las tropas de Napoleón depusieron a Carlos IV y se instalaron en España cuestionando la capacidad real de gobierno, desarticulando la legitimidad del modelo imperial de soberanías compartidas. Este año axial, pivotal episode le llama, es relevante no solamente porque fracturó irremediablemente el dominio colonial sino porque determinó el nacimiento del poder coercitivo del Estado afincado en la legitimidad popular.
El diálogo historiográfico que establece Tutino con el revisionismo político de interpretaciones recientes de jóvenes historiadores mexicanos -señaladamente Alfredo Ávila, Roberto Breña y Luis Fernando Granados- cobra relevancia por inscribirse en una nueva lectura del ciclo de guerra/revolución y construcción estatal republicana que se debate hoy en México. La amplitud del examen sobre la legitimidad política, desarrollado a lo largo de la segunda parte del texto, le permite establecer relaciones de reciprocidad, entendimiento y encuadramiento con esta historiografía política en un marco analítico más amplio. Es un registro que merece examinarse por separado, pero debe reconocerse la fertilidad del diálogo, traducida en este texto.
Nuestro interés, sin embargo, está puesto en su polémica interpretación del “capitalismo de la plata” y la hipótesis sobre su derrumbe en el momento en que la industrialización británica tomaba la delantera en la economía-mundo. Los efectos del derrumbe del “capitalismo de la plata” no sólo se harían sentir en la economía novohispana, sino en las relaciones con Europa, China y la economía global.
La productividad de las minas mexicanas, así como la eficiencia y calidad de su amonedación, enfrentó las crecientes exigencias de la Corona para hacerse de liquidez mediante una creciente presión fiscal; el recurso patrimonialista de donativos y prestamos forzosos, como ya explicó Carlos Marichal,5 llevó a la bancarrota del virreinato y el colapso de las rentas que distribuía por las economías dependientes del situado novohispano. Esa crisis de liquidez, sin embargo, no produjo una crisis de la cadena productiva de la plata, ni del mercado novohispano en las áreas controladas por el gobierno virreinal. El descontento, en cambio, se incubó en las élites cuando la posibilidad de retorno de recursos y dotación de privilegios de corto plazo no compensó el esfuerzo financiero que la crisis imperial exigía.
Reconocer en el año de 1808 el punto de inflexión de la crisis de gobernabilidad, el consenso mediador de las élites como estabilizadores de la animosidad popular y el quiebre del “capitalismo de la plata” nos habla de dos hipótesis no consideradas hasta ahora: la aceleración del tiempo político y social en la arquitectura del poder virreinal, marcado por las revoluciones americana y francesa, las rebeliones andinas y haitiana, así como la fractura del vínculo específico entre el “capitalismo de la plata” y la economía global. Una ruptura histórica, aconsejaría el lugar común, pero sustanciada por una cuidadosa y creativa explicación de procesos de larga duración y los inesperados giros de las expectativas políticas soberanas de ricos y pobres.
El libro se divide en dos partes. La primera, City of Silver. Power and Social Order, 1760-1810, destaca las condiciones constitutivas del capitalismo, sus actores y sus espacios, donde se explica el papel mediador de las élites en la estabilidad de una sociedad marcadamente desigual; en la segunda parte, The Politics of Empire, 1765-1810. From Mediation to Revolution, la narración adquiere celeridad en la trama entre reforma imperial, revoluciones atlánticas, rebeliones regionales y disputas locales entre actores e imaginarios de la soberanía. Un tiempo cargado de intensidad que se resume en el “verano de los políticos” de 1808 definirá el curso de los acontecimientos en medio de noticias contradictorias, rumores e informaciones fragmentarias que debilitaron la cohesión de la oligarquía, del gobierno y el dominio sobre sectores populares. Es un momento de producción de discursos de soberanía, de regalismo popular y temores oligárquicos.
Como ha estudiado Guillermina del Valle6 a propósito de la gestión del Consulado de mercaderes de México en el golpe contra el virrey Iturrigaray, la capacidad de movilización, cohesión corporativa y despliegue de la oligarquía novohispana desafió y fracturó la gobernanza interna, desatando impulsos de rebeldía en la restauración de su poder. En el texto de Tutino esta idea encuentra una amplia inscripción de factores endógenos y procesos globales que cierran la versión sobre el año de la divergencia de destinos entre España y sus posesiones de ultramar. La rebelión de Hidalgo de 1810 no fue un trueno en una soleada tarde de verano, sino que el verano de 1808 adelantó la tormenta de la sucesiva guerra civil.
Queda, desde luego, pendiendo la caracterización de Tutino sobre el “capitalismo de la plata”, ya que si bien la explicó en Making a New World, la velocidad con que se desliza en el texto la hace más frágil como plataforma de entendimiento de la economía colonial: la plata fluye de las minas a la casa de moneda, en un vacío de integración sectorial y en una limitada geografía que ignora la organización del mercado interno, el papel de dinamización de las economías de mercado, más precisamente consideradas, que explican los ciclos de productividad de la economía minera. Aquí el diálogo de Tutino con la historiografía económica mexicanista está ausente y, en ocasiones, desactualizado, ya que tanto el conocimiento que hoy tenemos sobre la fiscalidad, los mercados locales, la agencia empresarial, la organización financiera tardocolonial y las redes sociales de los negocios van más allá de la minoría que estudia con minuciosidad.
Pero habremos de reconocer que su libro es una aportación valiosa y oportuna para renovar miradas y superar la estrechez analítica de una historia de la épica nacional, signada por un nacionalismo anclado en el siglo XIX. El libro de Tutino, como la escultura de Felguérez, nos muestran que los tensores del equilibrio político y las fuerzas de cambio permanecen en la “puerta de 1808”, como una plausible explicación de los distintos ritmos de la aceleración de la historia