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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2023  Epub 26-Jun-2023

https://doi.org/10.24201/hm.v73i1.4386 

Reseñas

Sobre Sebastián Rivera Mir (coord.), Historias entrelazadas. El intercambio académico en el siglo XX: México, Estados Unidos, América Latina

José Ragas1 

1Pontificia Universidad Católica de Chile

Rivera Mir, Sebastián. Historias entrelazadas. El intercambio académico en el siglo XX: México, Estados Unidos, América Latina. Zinacantepec: El Colegio Mexiquense, 2020. 370p. ISBN: 978-607-850-973-7.


Puede parecer algo poco pertinente reseñar un libro sobre la movilidad académica en un momento cuando una pandemia nos ha impuesto un sedentarismo extremo. No obstante, y precisamente porque hemos sido confinados a espacios reducidos, donde dependemos de las pantallas de nuestros ordenadores para llevar a cabo nuestra vida profesional, considero que es un buen momento para abordar el tema de la movilidad de académicos y comprender su relevancia, aun cuando es posible que nuestra vida profesional jamás vuelva a ser la misma después de la pandemia. Lo que hoy parece lejano (las conferencias, las estancias de investigación, la docencia como investigadores visitantes) fue en un momento el centro mismo del escenario intelectual.

Historias entrelazadas reúne nueve ensayos, distribuidos en poco más de 200 páginas, donde sus autores y autoras estudian a un actor clave en el desarrollo del conocimiento de este último siglo: el académico itinerante. A pesar de que pueda parecer un personaje muy específico, los ensayos descubren su complejidad y la variedad de perfiles que éste adquirió a medida que las redes, trayectorias e instituciones se consolidaron en el siglo XX. Una de las principales contribuciones del volumen es el replantear el desarrollo del conocimiento latinoamericano a partir de las experiencias de estos actores. Ya no se trata del académico arquetípico sino de un conjunto de individuos, cada uno más disímil que el otro, pero que tienen en común el estar en constante movimiento, llevando y trayendo una serie de conocimientos, aprendizajes y estrategias para desarrollar sus propias carreras, las de sus centros de investigación y las de sus países.

Los académicos y las académicas que crearon este sistema de intercambio intelectual pueden encontrarse en los profesores y las profesoras visitantes, pero también en aquellos que llegaron a instituciones educativas como refugiados, exiliados, estudiantes con estancias cortas y becarios, entre otros. Cada uno de ellos, con una condición y un estatus distinto al momento de su llegada al país huésped, con recursos suficientes para no pasar penurias (o con expectativas de obtener trabajo) conformaron este entramado que tuvo a México como un espacio privilegiado de articulación de experiencias personales y profesionales. El reposicionar el flujo de personas y conocimientos desde un país de América Latina y no necesariamente desde los centros tradicionales del Norte global es uno de los varios aportes del libro.

Las restricciones propias de una reseña me permiten concentrarme en uno de los varios aspectos y contribuciones del libro: la relación entre la historia de la ciencia y la movilidad académica. Son cuatro los ensayos que abordan directamente este tema, cuyos alcances se comprenden mejor al leer el volumen en su conjunto. Al revisitar temas propios de la historia de la ciencia desde el enfoque de la movilidad académica, aprendemos mejor cómo se construyeron deter mina das problemáticas y disciplinas, y de qué forma fueron aplicadas o adaptadas en el entorno latinoamericano. Una primera contribución es la planteada por Adriana Minor García respecto del concepto persona científica (una idea postulada originalmente por Marcel Mauss) como un actor transnacional. Al hacerlo, se enfatiza el carácter cambiante del saber científico, y cómo éste va cobrando forma a base de diálogos y tensiones. La naturaleza itinerante de sus agentes sólo añade más complejidad a este enfoque.

Fenómenos como la física, la nutrición, la Revolución Verde y los saberes psi se entienden mucho mejor a través de estas trayectorias. Los ensayos de Minor García, Joel Vargas-Domínguez, Diana Alejandra Méndez Rojas y Malena Beatriz Alfonso permiten alejarnos del esquema simplista de los países latinoamericanos como simples receptores de proyectos y debates. Estos casos en particular visibilizan el diálogo muy intenso entre científicos de la misma región, introduciendo o expandiendo disciplinas poco conocidas en otros países. En otros casos, como el de la agronomía, la experiencia aprendida en Carolina del Norte por Alfredo Carballo Quirós permitió realizar los ajustes necesarios en el desarrollo de un nuevo tipo de maíz.

Los ensayos son muy apropiados al cuestionar y desestimar un cuadro idealizado de estos intercambios. Si bien la cooperación fue un resultado de estos flujos, lo cierto es que éstos se desarrollaron en un escenario marcado por la hegemonía de determinados países, los cuales disponían de los recursos para atraer (y retener) investigadores de otros. Esto no significó un sistema inmóvil, ya que permitió que países como México pudiesen influir a su vez en otros, como Costa Rica (estudiado en el libro por Marco Vinicio Calderón Blanco), del mismo modo que Estados Unidos lo hacía con su vecino del sur. Más interesante aún, y es un tema que merece mayor atención, fue la posibilidad de generar canales de comunicación e intercambio de conocimientos en el Sur global.

Aún cuando los ensayos reposan en lo transnacional para explicar la formación de redes personales y académicas, las y los autores son lo suficientemente cautos para no darle a esta perspectiva un carácter triunfalista o hegemónico. En más de un ensayo se señalan claramente cuáles son los límites de este tipo de movilidad. Al físico mexicano Manuel Sandoval Vallarta, por ejemplo, no le bastó haber realizado satisfactoriamente una carrera en el extranjero: sus deseos de consolidarse como decano de un departamento de física en Estados Unidos se vieron frustrados por no tener la nacionalidad norteamericana. De igual manera, estos intercambios dependían a su vez de políticas nacionales y de la estabilidad de los países, lo cual, en un contexto de Guerra Fría no siempre era sencillo de conseguir. Por lo visto, y pese a lo común que nos pueda parecer el desplazamiento de estas personas científicas, las condiciones hicieron que se tratara más de excepciones que de lo común en la actividad intelectual de América Latina.

Sin que esto sea necesariamente una crítica negativa al volumen, hay ensayos que reflejan mejor que otros las propuestas metodológicas planteadas al inicio del mismo, especialmente en lo referente a la experiencia móvil de los académicos. El libro gana mucho cuando las y los autores se alejan del reduccionismo de la trayectoria académica a su obra escrita y exploran a profundidad, en archivos personales, correspondencia y colecciones de entidades privadas y públicas. En varios de los ensayos se alude a éstos como sujetos con una agenda expuesta a múltiples entidades, desde las que brindan el financiamiento hasta las personales, de superación personal y familiar. Más de un lector o lectora se va a sentir identificado con los becarios que pasan penurias en suelo extranjero o los investigadores que ven interrumpidos sus estadías por factores ajenos a ellos y ellas. A mi modo de ver, la humanización de estas redes intelectuales y su análisis desde el terreno de lo subjetivo es uno de los aportes más importantes del libro, y que con toda seguridad va a guiar a otros investigadores trabajando en estos sujetos itinerantes.

Publicado en 2020, cuando la actual pandemia comenzaba a revelarse como una de las peores tragedias de nuestra generación, Historias entrelazadas tiene el raro don de evocar nostalgia y presentar desafíos pendientes. Es probable que no recobremos ni el ritmo de intercambio ni la movilidad que marcaron las últimas décadas. Y esto será consecuencia no sólo de la pandemia sino de los recortes al financiamiento para viajes y estadías, así como del cambiante escenario geopolítico (p.e. las recientes restricciones a estudiantes chinos en Estados Unidos). Las y los autores de estos ensayos ofrecen a su vez numerosas pistas para enfrentar este desafío y así explicar -a nuestras autoridades académicas, política y la opinión pública- la importancia de seguir fomentando los saberes científicos en un escenario global y con proble mas que escapan al marco nacional. Un tipo de saber (y co labo ra ción) como el que está permitiendo contener el SARS-CoV-2 y, posiblemente en los próximos años, el calentamiento global.

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