Las independencias son el eje sobre el que se han construido las historiografías americanas. Temas de igual calibre, atraso, desigualdad, se enfocan desde su prisma,1 por eso nuevas aportaciones precisan imaginación y Sigfrido Vázquez Cienfuegos y Manuel Chust lo logran reuniendo trabajos que las abordan en su diversidad, muestra de que triunfaron pese a la debilidad de los proyectos políticos subsiguientes, y cuya comprensión ha lastrado investigarlas invisibilizando actores y procesos.2 De ahí que sea necesario hacerlo considerando a las mujeres, sectores populares, junto a cuestiones más analizadas -guerra, economía- miradas con distinta perspectiva.
Celia Palacios y Claudia Rosas coinciden en que las independencias de Perú y México subvirtieron los papeles de género, permitieron participar a las mujeres como actores políticos, no subalternos, aunque luego fueron invisivilizadas. Otro colectivo omitido -dice Verónica Cervantes- fueron los inválidos, desatendidos por el Estados mexicano, y mediante los cuales se obtiene una visión diferente, pues desde sus lesiones fueron constructores de memoria.
Con igual originalidad María Vaccaroni estudia la policía de Buenos Aires, su acción frente al problema de la proliferación de armas en la población debido a las amenazas externas que sufrió, y Rocío Castellanos estudia a los pardos en Venezuela, las milicias que formaron, que fueron instrumento de defensa del territorio, movilidad social y respuesta a la demanda de poder de la élite, aunque tras empezar la independencia, por la necesidad de combatientes, se perdieron esos límites sociales.
Los capítulos económicos del libro analizan asuntos usuales,3 pero enfocados de manera distinta. Jesús Yarango sostiene que la independencia de Perú tuvo necesidades financieras que precisaron préstamos y donativos, y su investigación anima a repensar la posición política de sus actores y esclarece por qué allí se demoró más que en el resto de América. Diana Ramos estudia el tributo indígena con perspectiva regional y afirma que en Piura se celebró su abolición tras cesar el dominio hispano, pero temiendo que conllevase perder las tierras comunales, y Antonio Galarza examina las transferencias provinciales al erario central rioplatense y observa que fueron mayores de lo que se pensaba y crecieron al iniciarse la emancipación, lo que invita a revisar el funcionamiento del sistema hacendístico. Elva Martínez, finalmente, analiza la acuñación en la región minera de Zacatecas como fruto de la descentralización de la emisión de moneda y muestra que favoreció a la élite local a la vez que permitió costear el proceso independentista mexicano.
Cuatro ensayos del libro integran un capítulo sobre sectores populares, aunque con contenido similar al de su primer acápite. Miquel Izard estudia a los llaneros en la independencia venezolana contrastando los discursos europeo y oficial, ambos al servicio de intereses dominantes. César Martínez y Bereche Domínguez indagan en la visión de los viajeros sobre las costumbres de la población de Perú y en su percepción de los procesos de emancipación. Margareth Najarro investiga a Mateo Pumacahua, cuya acción fue crucial por su capacidad de movilización indígena en el mismo territorio, enfoque que amplía el espectro de miradas de la obra, igual que el de Solange Zalles, que considera lo acaecido en Charcas tras la invasión francesa de España, reflejo tanto de lo que ocurría allí como en otras partes de América. La fidelidad al rey fue generalizada en la región, pero pasado un tiempo, al alargarse el conflicto con la metrópoli, ganó peso otro realismo, la necesidad de sobrevivir.
Dos estudios más de Y la independencia de Iberoamérica se hizo amplían más su mosaico de enfoques. Ibisamy Rodríguez analiza el caso de Cuba, su no emancipación,4 y señala que, pese a lo dispuesto en la Constitución de Cádiz de 1812, la descentralización de la administración española fue rala, aunque no cesaron los intentos municipales por gestionar sus asuntos. Finalmente, Milagros Martínez apunta que la crisis de la monarquía hispana en 1808 tuvo gran seguimiento en Europa y estudiar las fuentes diplomáticas austriacas evidencia que se percibió su complejidad y, por ello, que la secesión de sus colonias era inevitable.
En los estudios historiográficos que cierran el libro Darío Tejada analiza la invasión haitiana que acabó en 1822 con el sueño de independencia dominicano, Elías Zeitler la aportación del pensamiento de Juan Carlos Chiaramonte al conocimiento de las emancipaciones americanas mediante su revisión del pensamiento ilustrado y católico,5 y Víctor Silva y Francisco Martín, cómo los textos escolares de Ecuador o el discurso del bicentenario de México han servido a los intereses impuestos y consagrado falsedades que sólo puede cambiar una pedagogía de valores.
El mosaico de enfoques de Y la independencia de Iberoamérica se hizo, pues, ofrece una visión de los problemas inmiscuidos en ella, de la que el lector obtendrá sobre todo preguntas, que es, sin duda, lo mejor que puede decirse de un libro de historia.